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Dragon's Lullaby por Izuspp

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Levi se adentró al profundo bosque, dirigiéndose hacia las montañas en donde se suponía aquel dragón tenía su escondite. Durante el día caminaba sin descanso y cazaba para alimentarse, durante la noche aprovechaba para comer y buscar refugio para dormir. Necesitaba mantener sus energías para librar la batalla en cuanto diera con el animal, pero también debía recorrer bastante terreno ya que era un territorio muy amplio, el cual los humanos no osaban explorar, por tanto no habían caminos que seguir y él debía trazar su propia ruta; entre árboles, arbustos y mucha hierba que se enredaban en aquel verde laberinto.

Las inclemencias del tiempo también eran un problema, tuvo que soportar torrenciales aguaceros y las heladas noches sin cobijo o refugio. Pero no se daba por vencido, su deber era terminar hasta el último de aquellos temibles animales que solo traían desgracia a la humanidad. No le importaba arriesgar la vida, no le importaban las riquezas o el reconocimiento. Hasta que no los extinguiera de la faz de la tierra,  su vengativo corazón jamás calmaría ese incesante dolor que le aquejaba eternamente.

Finalmente tras varios días de búsqueda  (Levi ya había perdido la cuenta de cuántos) llegó a la falda de la montaña la cual comenzó a bordear. Sabía que por lo general los dragones buscaban cuevas en la base y no en la parte superior por lo que dedujo que si realmente había un dragón allí,  su cueva debería estar cerca. Rodeó la enorme montaña por un par de días más, durante los cuales se comenzó a cuestionar la existencia de aquella bestia. Hasta que dio con un pequeño lago que era alimentado por una cascada y a su vez, este nutría a un riachuelo que se adentraba en el bosque. Sediento, luego de no haber encontrado agua en días, se apresuró para poder beber del lago, sin embargo paró en seco ante la visión de la criatura que se asomaba tras la cascada.

Levi corrió a ocultarse tras los arbustos para observar la situación. Al fin había dado con el dragón, y si no era ese, no le quedaba duda de que al menos se trataba de uno de ellos y obviamente planeaba asesinarlo. Pero cuando la criatura hubo salido de su escondite, Levi confirmó que se trataba del mismo que le había mencionado el dragón del pueblo.

Aunque luego se reprendió mentalmente, de primera entrada, Levi no pudo evitar maravillarse con aquella visión: el enorme dragón con escamas color oro, exudaba un aura de elegancia e imponencia. Sus profundos ojos azules cual zafiros encantaban a cualquiera que osara mirarlos. Su majestuosidad solo aumentó en el momento en el que extendió sus largas alas para estirarlas. Probablemente, era el dragón más grande que Levi jamás había visto,  pero también el único que le había parecido hermoso.

El cazador pensó que aquella bestia realmente le iba a dar problemas,  jamás había luchado con un dragón tan grande como ese. Además si era tan viejo como le dijeron,  probablemente sería habilidoso en la lucha. Un poco hipnotizado por la belleza de la criatura, Levi consideró cuál era el mejor plan de acción. Así que luego de analizar la situación,  dejó sus pertenencias sobre el suelo, tomó su espada, besando la empuñadura y encomendándose nuevamente a la memoria de su madre; se abalanzó sobre el animal.

Como le tomó por sorpresa,  Levi fue capaz de hacer un rápido y profundo corte sobre una de las patas traseras del animal. Mas luego se arrepintió, la piel de ese dragón era más dura de lo acostumbrado, por lo que a pesar de que la herida fue profunda, no ayudaba a incapacitarlo. El dragón al sentir el ataque,  se volteó con un movimiento demasiado rápido para su tamaño, en opinión de Levi, lo cual llegó a sorprenderlo. La bestia le miró, por alguna razón Levi llegó a sentirse vulnerable frente a él, como si solo con su penetrante mirada, fuese capaz de paralizarlo, de hacerle perder la confianza en sí mismo; pero ninguno de los dos se movió.

A Levi le pareció extraño que el dragón le observara únicamente, sin dar muestras de querer atacarle, eso le dio tiempo para analizarlo más de cerca. Pudo notar que todo su deslumbrante cuerpo, estaba cubierto por cicatrices de todos tamaños, probablemente pruebas de las innumerables batallas que había podido haber librado durante toda su vida. El cazador entonces confirmó que sus sospechas eran correctas, de seguro aquella criatura iba a ser un difícil oponente, dada su experiencia luchando. Pero el animal no hizo movimiento alguno, se limitó a observarlo fijamente, clavando sus ojos azules en los del humano, quien sintió que el dragón escudriñaba en su alma.

El hombre entonces decidió hacer su próximo movimiento, con una impresionante velocidad, le rodeó y arremetió una vez más, directamente hacia la pata que ya había lastimado, con suerte y esta vez podría hacer un corte más profundo y llegar a incapacitarlo. Pero no fue así, el dragón reaccionó rápidamente y extendiendo sus alas, se elevó un poco en el aire, justo para evitar el ataque.

Levi no se explicaba por qué el dragón no le atacaba, dejándose llevar por la desesperación, aunque no fuese su estilo, intentó arremeter contra él varias veces más, siempre con el mismo resultado. ¿Cómo podría eliminar a un dragón que no luchaba?

-¡Deja de huir cobarde!- Se dejó decir el humano ya habiendo perdido la paciencia por completo ante la  negativa de la bestia a luchar. Acometió contra él nuevamente, pero esta vez sucedió algo realmente inesperado. La criatura levantó su pata derecha delantera, y con ella apresó el cuerpo de Levi contra el suelo. Era la primera vez en la vida que Levi sintió la posibilidad de morir, estando totalmente a merced del dragón, este podía comerlo de un bocado, o incluso podía aplastarlo con su peso como si de un insecto se tratara. Sin embargo, el animal lo mantenía preso bajo su pata sin ejercer presión alguna sobre su cuerpo.

En ese momento, Levi se armó de valor y toda la fuerza de su cuerpo, y clavó su espada lateralmente en uno de los dedos, lo cual hizo que el dragón levantara la pata lo suficiente para que Levi tuviera espacio para moverse. Todo fue cuestión de segundos, haciendo uso de toda su destreza, el cazador con rápidos movimientos circulares, logró cortar varios de los dedos que le apresaban. El dragón retrocedió, la sangre brotaba a chorros de sus heridas, los dedos cercenados formaban ya un charco del líquido carmesí. Finalmente, el dragón emitió un quejido de dolor. Levi no esperó más y se abalanzó contra la bestia, justo para terminar su trabajo y cortar por completo la extremidad, haciendo uso de su espada, profiriéndole varias estocadas repetidas veces, logró perforar escamas, músculo y huesos. Su velocidad era tal, que incluso el dragón no pudo seguir sus movimientos, ya que el cazador se movía impulsado por la ira, la adrenalina y el miedo de perder su vida.

El dragón alzó vuelo nuevamente, esta vez alejándose a varios metros de Levi, pero justo cuando el cazador iba a correr para perseguirlo, un estrepitoso batir de alas, una ráfaga de viento seguido de una embestida que le tomó por sorpresa, pasó todo demasiado rápido como para que hubiese tenido tiempo para hacer algo. Levi fue lanzado varios metros, estrellándose dolorosamente contra el suelo. Cuando se hubo recuperado del golpe, volteó a ver alarmado, solo para darse cuenta que había sido atacado por un segundo dragón.

El nuevo animal, era bastante más pequeño que el primero, pero con escamas color rojo intenso y ojos tan negros como el abismo más profundo, que le miraban reflejando el odio e ira que demostraban los dragones normalmente hacia los humanos. Levi estaba muy cansado en ese momento, y el golpe había sido muy fuerte, nuevamente sintió temor, no tenía fuerzas para combatir a dos dragones, aunque uno de ellos estuviese herido, pensó que probablemente ese era su fin; pero entonces decidió que si abandonaba ese mundo, al menos se llevaría a uno de ellos consigo.

Se levantó, y con dificultad caminó hacia el dragón rojo que aún le observaba, sin embargo, esa nueva bestia no esperó para alzarse en el aire nuevamente, dispuesto a atacar al humano. Iba en picada para arremeter contra él, pero entonces, ante los asombrados ojos de Levi, el dragón dorado interceptó al otro justo antes de que alcanzara al cazador. Ambas criaturas cayeron al suelo, con un seco golpe que hizo temblar la tierra bajo sus pies. Levi no comprendía qué había sido aquello, el enorme dragón de escamas cual oro, a pesar de estar tan herido por su propia mano, le protegió.

Los dragones se pusieron en pie nuevamente, y comenzó una brutal lucha entre ellos, con sus colas proferían fuertes golpes, con sus fauces se mordían ferozmente, perforando las escamas y logrando hacer brotar la sangre. La sanguinaria lucha transcurría frente a Levi quien se encontraba paralizado, y confuso. Aquel dragón dorado no había dado señales de querer luchar contra él, pero peleando con el segundo animal, había cambiado totalmente, y se convirtió en un feroz contendiente.

Levi no sabía que ocurría, y aunque iba a perder su dignidad como cazador, debía huir de ese lugar, a fin de preservar su vida. Además si al fin y al cabo se iban a matar entre ellos, en cierto modo podía estar satisfecho sin una lucha, ya que lo único que él deseaba era la muerte de esas criaturas. De modo que lentamente se dispuso a salir de ese lugar, tomó su espada y se dirigió hacia donde había dejado sus pertenencias, mientras a sus espaldas se libraba la sangrienta lucha entre las bestias.

Lo que el cazador no se esperaba, era que justo cuando estaba a punto de alcanzar su objetivo, el dragón rojo se había logrado librar de la lucha, para volar rápidamente hacia él. La criatura le cortó el paso, y le miró nuevamente con ese característico odio, que Levi había experimentado muchas veces antes. Con un veloz movimiento de su cola, el animal golpeó al hombre, tan fuertemente, que una vez más le hizo volar una considerable distancia, y esta vez se estampó directo contra un gran árbol, perdiendo la consciencia inmediatamente. Como Levi estaba muy debilitado y golpeado, no había sido capaz de esquivar ese golpe.

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

La más bella melodía que sus oídos habían tenido la dicha de escuchar, fue la que le trajo de vuelta la consciencia al cazador. Poco a poco fue despertando, arrullado por aquella armoniosa voz masculina, que resonaba en su cabeza, relajándolo. Sus párpados pesaban como si estuviesen pegados, por lo que le fue difícil abrir los ojos, y se rindió a esa idea tan pronto como notó que no le iba a ser fácil realizarla. Aún no recordaba lo que había ocurrido, ni estaba plenamente consciente de nada, por lo que se permitió continuar disfrutando de aquella canción por unos minutos más. El increíble sentimiento de paz y tranquilidad que le traía, era algo inexplicable, si pudiese se hubiese quedado allí por siempre, tan solo escuchando aquella hermosa voz.

Pero entonces, las memorias de la batalla regresaron a su mente. El dolor en su cuerpo le aquejó y alarmado abrió los ojos y se incorporó. Se encontraba en una especie de cueva, la cual estaba tenuemente iluminada por antorchas, pero también se encontraba bonitamente decorada con muchos objetos distintos, e inclusive la naturaleza se había encargado de poblar aquella caverna con enredaderas floreadas de distintos colores, y bonitas hiedras que escalaban por las paredes. Estaba recostado sobre lo que parecía ser una cama, o al menos el intento de una. La suave seda de la manta cubría lo que parecía ser paja, de la que se utilizaba para alimentar al ganado, pero aun así, la superficie era bastante mullida y cómoda.

El cazador observó todo su alrededor, buscando el origen de aquel bello sonido que no había dejado de escucharse desde que despertó. Se puso de pie, y con dificultad debido a lo maltratado de su cuerpo, comenzó a caminar en la dirección que le indicaba su sentido del oído. Entonces, internándose en una especie de galería dentro de la misma cueva, fue que lo vio: la visión más encantadora que sus ojos habían presenciado jamás en toda su vida.

Se trataba de un hombre, quien era el poseedor de aquella melodiosa voz, y que continuaba interpretando la hermosa canción. El hombre tenía un semblante tranquilo, sus magníficos ojos azules eran lo que más llamaba la atención de su perfilado rostro. Pero dejando de lado aquella varonil belleza, lo que realmente era insólito acerca de ese hombre, era que su espalda y toda la parte trasera de su piel, asemejaba a las escamas de un dragón, completamente doradas y brillando a la luz de la fogata que se encontraba atizando para avivar el fuego. Tanto su pecho, como su vientre y cara, poseían la suave y nívea piel de un ser humano, pero la piel de sus piernas, trasero, espalda, y la parte exterior de sus brazos, hombros y nuca, estaban cubiertas por aquellas escamas. Sus orejas, también tenían la forma de los órganos auditivos de un dragón, en lugar de los humanos. Y su cabeza, se encontraba poblada por un fino cabello dorado, cual fibras de oro, que se acomodaba elegantemente dejando algunas hebras en su frente.

¿Qué era aquello? No era un hombre y tampoco era un dragón, pero Levi no podía pensar claramente, incluso había olvidado el dolor de su cuerpo ante la magnífica visión, acompañada de la melodía que no dejaba de salir de la boca de aquella criatura. Entonces, el hombre-bestia, se volteó al haberse percatado de la presencia del humano, dejando de cantar y observándolo con aquella enigmática mirada. Al mostrarse de frente, Levi pudo notar que la criatura no tenía su brazo derecho, y el muñón se encontraba vendado con tela, probablemente, era una herida reciente.

Entonces, recordando lo que había ocurrido, viendo aquella herida y los bellísimos ojos azules que lo miraban con escrutinio, Levi lo comprendió.

-No… no puede ser…- Pronunció casi en un susurro, abriendo sus ojos a más no poder y rogando porque todo aquello fuese solo un sueño.

-Ya despertaste. Me alegro que no te haya ocurrido nada grave.- La criatura habló amablemente, e incluso le sonrió, gesto que denotaba algo parecido a la ternura. Entonces se acercó poco a poco a Levi, quien se encontraba paralizado observándolo.

-Tú, eres…-

-Erwin.- Completó la frase aquel alto hombre, que estando tan cerca, Levi pudo notar le ganaba por varias cabezas en estatura.

El cazador no cabía en sí del asombro, y no se explicaba cómo era que aquel bello hombre, era el mismo dragón con el que había estado luchando.

 

Continuará…


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