Draco había salido temprano en la mañana, no había podido reprogramar las reuniones de esa mañana y por mucho que quería estar esas últimas semanas junto a Harry y si hijo, ayudándolos a ambos con todo lo que estaba pasando, ayudar a Harry para que pudiese aceptar ayuda profesional y lograr que su hijo, avanzara.
Scorpius caminaba por la mansión, pensando, cerrando los ojos, mirando el lugar, encontrándose de golpe en las puertas de la habitación que llevaba varias semanas usando Harry Potter.
Su padre le había pedido que no molestara a Harry, diciendo que el señor Potter necesitaba tiempo, que el tendría un momento en el que pudiese hablar con todo y asumir las cosas como era, pero un millón de dudas daban vueltas por su cabeza.
—¿Mili?
Una de las elfinas dio un pequeño brinco al salir de la habitación y escuchar la voz de su amo. —Amito…
—¿No te desapareces?
—La magia del señor Potter está desbalanceada, el amo Malfoy nos tiene prohibido usar magia cerca joven amito.
—Okey…— el rubio menor sintió un poco de incomodidad, era raro que alguien tan poderoso y controlado como Harry Potter tenga problemas con su magia, el mismo lo había visto usar hechizos complejos, incluso sin varita, pero el sabía de fuertes shocks emocionales que terminaban por quebrar a los magos más poderosos. — ¿Esa es su comida? Casi no probó bocado…
—En realidad Joven amito, no comió nada, normalmente es el amo Draco quien lo alimenta, solo a él a quien le recibe, aunque sea un cuarto de la comida.
Scorpius sonrió, su padre era un cumulo de sorpresas, pero no se le ocurrió otra manera de buscar una respuesta que hacer la locura que pasaba por su cabeza. —Dame, yo llevaré la bandeja y veré que coma…
—Amito…
—Dame, yo puedo…
Scorpius entró, notando como las cortinas de la habitación se encontraban cerradas, dejando entrar casi nada de la luz del exterior.
—¿Señor Potter? —Scorpius apoyó la bandeja y notó como el bulto bajo las sábanas simplemente se contraía más sobre si mismo. —Señor Potter, mi padre no está…
—Debes irte. — La voz de Harry sonaba profunda, dolida, como si el cansancio se escapara por sus palabras.
—Señor Potter debe comer…
—No debes estar cerca de mí, eres la persona de mi hijo, eres el amigo de mi hijo, su único y mejor amigo desde siempre, no quiero que te hagan algo por mí, que cambies, que alguien llegue a creer que yo…— Un profundo sollozo lo corto, haciendo que un millón de hilos comenzasen a hilarse en su cabeza.
Scorpius se acercó a la cama y con cuidado movió la manta de la cabeza de Harry, viendo sus grandes ojeras bajo sus ojos, notando su desmejorado estado y logrando que el rubio menor notase el mal estado que estaba presentando el mayor y que probablemente eran lo que preocupaba a su padre.
—Señor Potter, vamos, esto le hará bien…— Scorpius acomodó las almohadas y con mucho cuidado tocó los brazos del padre de su mejor amigo, tratando de que este tomase una posición más cómoda.
El moreno tenía la mirada triste, pero nunca cruzo su vista con la del menor, simplemente se dejó hacer, simplemente abría la boca para recibir la cuchara con comida.
—Señor Potter…— el rubio habló, cuando Harry había apoyado se cabeza y cerrado lo ojos con un gesto de incomodidad en el rostro. — Solo un poco…
—No puedo, vomitaré de pensar en tratar de comer más. —El rubio dejó la cuchara, simplemente miró al mayor y sintió el pecho apretársele bajo la ropa, se imaginó a Albus, a James, incluso a su propio padre, mal, herido, siendo incapaz de pensar en vivir por él mismo y sintió las lágrimas bajar por sus mejillas. —No quiero verte llorar, puedo comer más si con eso.
—No, es solo que no comprendo, no quiero verlo así, no quiero escuchar a Albus que esté mal, a James y lo veo a usted tan…
—Roto…—Scorpius levantó la mirada encontrándose con la mirada de Harry Potter, sus ojos brillaban de una forma que ni el mismo podía imaginar que existiese, pero por más que lo miraba, simplemente recordaba a su amigo. — Estoy roto Scorp, soy un asco y lo único que logro es dañar a quienes me rodean, a quienes se encuentran a mi lado, creo que solo he logrado dañar a quienes amo, por eso preferiría dejarme morir.
—Pero no lo hace.
—Lo hago, pero es tú padre el que me mantiene aquí, parece ser el único que me necesita. — Harry dejó las lágrimas bajar por sus mejillas y continuó. — Siempre pensé que podía ser normal, que nadie tendría que sufrir por mis desviaciones, pero ahora solo he llevado a mi hijo y a ti, por ese horrible camino.
—¿Señor Potter?
—Siempre me dijeron, mis tíos, que en realidad algo tan asqueroso como yo no debería existir, ahora me doy cuenta de que lo único que logro es dejar a la gente sintiendo pena y dolor.
Scorpius pudo sentir las vibraciones a su alrededor, quiso salir, pero las puertas y ventanas parecían estar demasiado lejos de él.
—Sabes, en mi despacho, los libros, quiero que Albus se los quede todos, él los compartirá contigo, James ama mi equipo, de cuando fui jugador y todo lo que usé en mi entrenamiento…
Scorpius se sentía asustado, hasta que una mano grande se posó en su hombre
—Vamos Harry, deja de asustar a mi hijo. — El tono de voz de Draco parecía tranquilo, cuando el rubio menor se giró a observar a su padre, pudo notar la melancólica mirada que este tenía. —Casi no comiste, pensé que ya habíamos hablado…
—No quiero morir Draco. — Harry lloraba. — No quiero morir, no quiero morir, quiero ver a mis hijos, quiero…
Scorpius sintió un profundo dolor al ver llorar a Harry Potter, la imagen de un Albus mayor, roto, desesperado, simplemente le hacía sentir herido.
—No es justo Draco, yo quería que me amaran, si me amaran…
—Tienes hijos que te aman mucho y…
—Yo quería que me amaran libremente, como tu amas a Scorpius, libre, siendo quien es…
Scorpius se levantó, terminando de hilar lo que hay en su cabeza y todo lo que parecía estar pasando por la vida de su padre y del de su mejor amigo, ahora debía indagar en el pasado y para eso, debía recurrir a Albus antes de que la escuela les quitara la oportunidad de arreglar todo.