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Una oportunidad. por Samantha0507

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Draco estaba en su escritorio, no podía sacarse de la cabeza todo lo que había pasado con Scorp, con los Weasley y mucho menos con Harry Potter, pero a pesar de eso estaba decidido a cumplir su promesa.

 

El peliplata levantó la vista, para encontrarse con un pequeño rubio, tendido en la alfombra junto a miles de juguetes.

 

Desde que Scorpius había desaparecido, Draco se había prometido a sí mismo no perder de vista a su hijo y había descubierto, que a pesar de que él silencio y la calma eran lo mejor para trabajar, el escuchar la voz de su hijo y su risa mientras jugaba, lograba que de alguna manera todo estuviese mejor en su vida, lograba calmarlo y de muchas formas, lograba que todo lo que hacía tuviese razón, que todos esos momentos de estrés, todo ese tiempo invertido en su vida laboral, tuviese una razón de ser, su hijo, la felicidad plena de ese pequeño.

 

Draco firmó el último de los papeles, le había costado bastante y aunque le doliese demasiado, era el precio que él había ofrecido para tener a su hijo de regreso.

 

—Peque…—Habló con dulzura al menor, notando como este levantaba la cabeza y le sonreía, cálidamente, como si las lágrimas y todo lo que le había provocado hubiese quedado en el pasado. —Iremos a la casa de los Weasley, debo entregar unos papeles, luego de eso buscaremos un nuevo lugar donde vivir.

 

El menor dejó salir un puchero, que hizo reír al cuadro de su madre a sus espaldas.

 

—¿Qué pasa peque? —Draco se acercó, tomando al niño por debajo de los brazos, levantando a la altura de su rostro en el proceso.

 

—Me gusta esta casa, están los detatos de los abuelitos Cissa y Ucius, las cosas de mami…

 

—Amor, nos llevaremos todo con nosotros, pero no son las cosas materiales las que deben recordarte a tus abuelos o a mamá, tengo una promesa que cumplir amor, por eso debemos dejar esta casa, pero te prometo que todo estará bien…

 

El niño llevó sus brazos al cuello de Draco, rodeándolo y apretándose contra él. —Okey papy, yo compaño

Draco tomó su capa y acomodó las ropas de su hijo, la sonrisa del menor había vuelto luego de semanas realmente triste, de semanas en las que el recuerdo de Tory parecía atormentar al niño y que de alguna manera, un dolor que él mismo le había generado a su hijo; esperaba que con los años el fuese capaz de perdonarlo.

 

Draco pidió el acceso por chimenea, no quería hacer enfermar al niño con las apariciones.

 

La casa de los Weasley olía a comida casera, Draco podía jurar que el olor a galletas caseras se perdía poco a poco entre los demás aromas de comida del hogar,  haciendo que el estómago del rubio rugiese de forma incomoda.

 

—¿Buenas tardes? — Draco buscó con la mirada a alguno de los pelirrojos, quienes pocos minutos antes le habían permitido el acceso. — ¿Hola?

 

—Draco querido…— Molly había llegado rápidamente junto al rubio, lo había rodeado con los brazos y había depositado un sonoro beso sobre la cien de Scorpius. — Me alegró que llamaras, justo estaba preparando la cena, para que cenen con nosotros, pero pasa, pasa, no te quedes en ese lugar, la sala no está tan abarrotada, pero mis nietos se alegraran de verte.

 

El rubio siguió a la mujer, podía ver la cocina desde su posición, notando entonces como el aroma de comida se volvía más fuerte y hacía rugir su estómago.

 

No fue hasta que estuvo cerca de la sala que notó los niños que jugaban de rodillas en el suelo, que ahora lo miraban, una mini versión de Harry fue el primero en levantarse y sonreírle, mientras tendía uno de los juguetes que tenía en las manos, al niño que miraba de reojo desde el cuello de Draco.

 

—¿Papi?

 

—Puedes ir a jugar si es lo que quieres…— Draco se inclinó dejando al niño de pie en el suelo, para rápidamente dar unos pasitos y llegar junto a los niños, nadie lo miró mal, todos invitándolo a jugar, haciendo que el sueño más grande del moreno se hiciese realidad, ese donde nadie juzgaba al menor por las decisiones del rubio en el pasado.

 

El rubio se sentó cerca de Molly, sin saber que decir o que hacer, mientras ella se movía por la cocina tarareando, repentinamente la imagen de uno de los gemelos muriendo en la batalla final le llegó de golpe al rubio, haciendo que sintiera en ese momento el terrible nudo creciendo en su garganta.

 

—Señora Weasley…— Su voz salió cortada, conocía esa sensación, esa culpa que el recordar la guerra le traía, esa angustia que crecía en su pecho y lo hacía sentir ganas de llorar, lo hacía querer gritar. — Yo…

 

—Hijo…

 

La mujer detuvo su paso y le puso atención al joven, quien trató de controlarse para continuar. — Yo lo lamento, lo siento tanto…— Draco se quebró. — Nunca quise que pasara, yo no quería que Fred

 

Los brazos de Molly no tardaron en rodearlo, en apretarlo contra su pecho, mientras las lágrimas de ambos caían por sus mejillas. — Lo sé mi niño, lo sé…

 

—Es que, no es justo, no lo merecían, ustedes no lo merecían, él no lo merecía, ese dolor…

 

Molly lo dejó llorar, decir que no había odiado a los Malfoy cuando su hijo murió, sería una mentira que ella no estaba dispuesta a decir, pero al ver a ese joven, de rodillas, suplicando por su hijo, por su niño, Molly había decidió perdonar, olvidar, dar una oportunidad a un padre, a una persona que amaba tanto a un hijo, como ella mismo amaba a cada uno de los propios.

 

Se quedaron unos momentos en esa posición, ambos consolándose, hasta que notaron que los niños se habían acercado y los miraban con un pucherito en el rostro.

 

—¿Abue? — James fue quien se acercó, sacando las lágrimas de las mejillas de la mujer.

 

—No pasa nada querido, solo que con Mal…con Draco, estábamos un poco sensibles…— James se detuvo a mirar el rostro del otro.

 

Scorpius se paró frente a su padre, con el ceño fruncido, como si quiera alejar a James de su padre. — Mi papi no hizo nada malo, no quiso haced llodad a tu buelita.

 

—Lo sé…— James seguía concentrado en Draco, haciendo que el rubio se detuviese a mirar al niño, notando que realmente no era el más parecido a Potter. —Mi papá también llora algunas veces, recuerda la guerra, recuerda a su padrino, a veces lo escucho y no me gusta…

 

Draco extendió los brazos como si fuese algo natural para él y rodeó el cuerpo del niño como solía hacerlo con su hijo, apretándolo contra su pecho.

 

James se dejó abrazar, era extraño, pero nada incomodo, era un lugar cálido, un lugar que le recordaba a su padre.

 

Scorpius se acercó a Molly, quien le sonrió, haciendo que el niño también respondiese de esa manera, hasta que dio un pequeño brinco al sentir una mano tomando la suya.

 

Albus entrelazó sus dedos con los Scorpius, bajo la mirada de Molly, quien no pudo evitar sonreír al pensar lo que estaba pasando en su hogar.

 

Nadie notó la presencia de Ron y Harry en la puerta, mirando la escena con extrañeza.


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