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Addicktion [JiKook/KookMin] (+18) (EN VENTA) por Furia_Rosita

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—Viertan la mezcla sobre la anterior, preparada en el matraz de Erlenmeyer. —el profesor ordena, al ir a buscar el matraz dejo mi sitio libre y, cuando vuelvo con él en la mano, sigue estando libre.

Me sitúo al lado de Jungkook a propósito, a lo que él no reacciona en absoluto. Sus ojos están completamente fijos en la solución burbujeante que el profesor agita circularmente; está decidido que usaré la menor oportunidad para mostrarle a Jeon que ignorarme no es una opción.

—La mezcla resultante debería ser capaz de alcanzar, bajo los procedimientos adecuados, una temperatura de cien grados en menos de un segundo. —sigue explicando, a lo que Jungkook asiente.

—Yo puedo calentarme más y más rápido contigo, chico callado. —susurro dulcemente cerca de él; hay otros compañeros rodeándonos y pueden oírme, me da igual. Que sepan qué es lo que quiero y que voy a conseguirlo como sea.

Jeon alza una ceja y vuelve su rostro hacia mí, clavando esa obscuridad absorbente en mis pupilas, alimentándolas con una negrura que crece en mis ojos. Está funcionando, nadie puede hacerse el difícil conmigo demasiado tiempo.

—Puedo calentarle la cara así de rápido con mi puño si quieres. —me responde, sin apartar su mirada ni cambiar el brillo inexistente en sus ojos. Solo sigue mirándome fijamente, con esa expresión cabreada en el rostro y la voz más ronca y ruda que haya oído jamás.

Mi idea era derretirlo con mis palabras, no hacerle enfadar, pero ¿Qué tan malo es eso? Jungkook luce tan varonil cuando se hace el duro que casi no me molesta.

—¿Por qué no metes tu puño en otro lugar, guapo? —le sonrío, dejando los utensilios de laboratorio a un lado.

Él toma aire para responder, no muy contento por lo que indica el color pálido de sus nudillos, pero finalmente se muerde la cara interna de la mejilla y no dice nada. Me mira arriba abajo, asintiendo casi despreciablemente y con los dientes bien apretados contra la carne, para que no le hable sin permiso. Luce magnificente y aunque odio pensar que alguien tiene más poder que yo, a él el suyo le sienta de muerte.

—No sabes cuándo rendirte, ¿No? —pregunta en tono bajo, mirándome con esa indiferencia que me crispa los nervios.

Quiero sus ojos brillando, reflejando lo roja que se pone mi cara cuando me dicen cosas sucias. Quiero ganar yo, esta vez y todas. Nadie nunca va a mirarme y va a quedarse igual y mucho menos Jeon Jungkook.

—¿Por qué iba a rendirme cuando tengo ya la batalla ganada? —por primera vez, logro hacer a Jungkook sonreír; da igual que sea riéndose de mí, lo importante es el fin no los medios. Además, solo se burla y se hace el duro para que los demás compañeros de clase no piensen que no es más que otro pobre chico en mis redes.

Pero lo es ¿Quién podría no serlo?

—Te lo dije, Jimin, voy a tenerte rogando por mí y ni aun así vas a lograr nada. Nunca has tenido ninguna oportunidad conmigo, así que ríndete o sigue humillándote, pero acéptalo. —una pequeña risa sale de mi boca justo después de que él pronuncie esas palabras y todos los ojos que creen mirarnos con disimulo se abran descomunalmente.

—¿Rogando por ti? Quizás, pero eso será cuando tu estés desnudo, encima de mí. Posiblemente esta noche.

—Posiblemente, nunca. —responde ágilmente, voy a seguir con la pequeña disputa, pero el timbre suena indicando el final de clases y cuando parpadeo de nuevo, Jeon ya está saliendo por la puerta a toda prisa.

¿Huyendo de tus deseos, Jungkook? Dejo una pequeña risa zumbar en mi pecho, hasta que miro la mesa y siento la necesidad de carcajearme enormemente. Se ha dejado su teléfono y alguien va a tener que devolvérselo.

Tomo el dispositivo, lo primero que veo al encender la pantalla es la demanda de una clave de acceso que no tengo y a Jeon como fondo de pantalla. Tan masculino, tan ajeno a todo. Él es un chico malo y se porta más conmigo para mantener su fachada, pero nadie puede engañarme. El hielo más frío se derrite si yo lo lamo.

 

 

—¿En serio, Jimin? A veces creo que no tienes límite en tu perversión. —excalama Namjoon mientras se sube los pantalones y se hecha la toalla a un hombro. —Estamos en los vestuarios del gimnasio, haz algo con tu erección, no quiero que nos echen.

Se queja, abriendo mi bolsa y lanzándome mi ropa de deporte. Yo solo río y me volteo hacia él, apuntándolo esa parte de mí que tanto parece ofenderme.

—Perdón, es que he abierto el móvil y se ha puesto así de dura. —le explico, agitando el dispositivo frente a sus ojos.

Al principio me ignora, después voltea rápido y toma el aparato en mis manos, mirándolo con el ceño fruncido.

—¿Cuándo te has comprado este móvil tan bueno? ¿Y cómo tienes una foto de Jungkook tan de cerca? Creía que te iba a poner una orden de alejamiento o algo así. —chasqueando la lengua, me acerco para quitarle el teléfono de entre las manos.

Él se tapa la cara por mi desnudez y hace como si fuera a vomitar; seguro que, si Jin estuviese delante suyo, no haría eso, aunque me alegro de que me mire con otros ojos —o mejor, dicho que no me mire—. Namjoon es grosero a veces, pero es fiel sin tener que ser mi novio ¿No es genial?

—Eso es porque es el móvil de Jeon. —explico, sacando la lengua. Él abre la boca, la cierra, eleva un dedo para sostener su argumento, pero vuelve a flojear y simplemente suspira, desistiendo. Soy cabezón y él me conoce, probablemente haya montado mentalmente la pelea que estaba a punto de iniciar y se ha dado cuenta de que saldrá perdiendo y con los nervios crispados. —Se lo dejó en el laboratorio de química, así que he sido un buen compañero, solo es eso. Es más, se lo voy a devolver con un regalo incluido…

—¿Qué diablos vas a…

La mandíbula se le cae a mi amigo cuando me ve pulsar el botón de la cámara en la pantalla de bloqueo y no dudar un solo segundo antes de rociar mi polla dura con el flash del dispositivo. Una imagen de alta calidad de mi erección sostenida por mi tierna mano aparece en la pantalla y sonrío bien grande mientras vuelvo a bloquear el teléfono.

—Creo que ya no te llega sangre al cerebro. —asevera mi amigo mientras ve con tranquilidad como empiezo a vestirme.

—Pues claro que no, Jeon la ha mandado toda aquí abajo. —río a carcajadas y él no puede evitar soltar una leve risilla, negando incrédulamente.

Guardo el teléfono de Jungkook en mi bolsillo, sintiéndome ansioso por un mensaje suyo después de ver mi foto. Se me hace la boca agua de solo pensar en todo lo que él hará conmigo después de ver cómo esos mismos pensamientos me encienden. No duelo dejar recuerdos duraderos de mí para las personas, no más allá de hematomas que se desvanecen con el tiempo y que marcan lo que he conquistado, pero Jungkook es un gran reto que requiere algunos sacrificios.

Acompaño a Namjoon hacia donde las mancuernas están, siguiéndolo con el paso ágil, pero la cabeza pesada, llena de lo que espero que suceda esta noche.

Cuando entro en el gimnasio Namjoon no puede evitar reír bajito por toda la atención que recibo. Las miradas se desvían hacia mi trasero en primera instancia, después quienes han sobrevivido a esa hermosa visión se dan el lujo de contemplar mis muslos jugosos, mi cintura estrecha, tan evidente en contraste con los otros volúmenes de mi cuerpo, y mi rostro angelical, que lo es hasta que devuelvo las miradas entornando los ojos con picardía y lamiendo mis labios, es una silenciosa promesa que algún día pienso cumplir.

Las chicas, por supuesta, también tienen el buen gusto de admirarme, aunque yo no tenga espacio para ellas en mi cama; de todos modos, les sonrío con coquetería y peino mi cabello hacia atrás, deslizando los dedos entre hebras que caen desenfadadamente por mi rostro. Me gusta seducir, aunque solo se quede en eso.

Namjoon toma algunas pesas para trabajar los brazos, yo entrené ayer y hoy las agujetas me están matando, así que solo vengo a animarlo y, bueno, a ver a hombres atractivos flexionar sus cuerpos bañados en sudor. Aunque eso segundo no se lo digo a Namjoon nunca, prefiero que siga pensando que mi motivo para andar medio hora hacia el gimnasio del campus es únicamente mi gran compromiso como amigo.

Y entre todos los cuerpos voluptuosos y brillantes por láminas de salado líquido, encuentro a uno en específico, con sus dientes de conejo escondidos tras labios finos pero bruscos y la camiseta traslúcida pegada a los abruptos contornos de su cuerpo. Me acerco a Jeon, ignorando lo que sea que Namjoon me está contando sobre la forma en la que decide que peso es el adecuado para levantar, con mis ojos fijos en las líneas que se hunden en su abdomen, lo abultados que son sus brazos, en los músculos que se dibujan y desdibujan en su espalda mientras se mueve.

Su cuerpo es tan masculino, pero aun así tiene esa elegancia de la que los brutos que uno suele encontrar en el gimnasio carece. Cuando le vea sin ropa me aseguraré de memorizar con la lengua todos y cada uno de los recovecos de ese cuerpo espectacular.

—Hola, chico guapo. Tengo algo que es tuyo. —digo, sonriéndole con un lado de mi labio atrapado entre los dientes y el móvil apuntando hacia él entre mis dedos.

De un rápido tirón me lo arranca y en un segundo ya lo ha guardado en su bolsillo. De repente parezco volverme invisible para él, así que solo mira el frente y sigue haciendo sus ejercicios.

Pobre alma, debe estar esforzándose tanto por no demostrar delante de todos las ganas locas que debe tener de mirar lo bien que el pantalón gris de deportes se me ciñe al trasero. Yo mismo me sorprendo mirándome en los espejos, envidiosos de lo que veo hasta que recuerdo que soy yo.

—Se dice gracias, per a ti te dejo agradecérmelo de otro modo. —susurro agachándome, mis labios rozan su oreja y puedo sentir como imperceptiblemente las pesas de su mano reciben una vibración.

Lo intenta ocultar, pero su cuerpo reacciona por el mío.

—Gracias. —masculla, seco, levantándose de golpe y dirigiéndose a la puerta de salida.

Namjoon me mira atónico al verme seguirle hacia allá y yo solo logro sonreírle falsamente y despedirme con la mano, como si me fuera realmente en vez de estar persiguiendo a alguien que debería estar detrás de mí; en verdad lo está, solo que es demasiado orgulloso como para mostrarlo.

Cuando él entra en el vestuario yo me espero fuera, respiro hondo unas cuantas veces e imagino a Jeon desnudándose, tomando el jabón y la toalla, poniéndose bajo el agua caliente… Cuando ya creo que él está duchándose, entro y me desnudo lo más rápido que puedo, dejando la ropa tirada por donde sea. Ahora mismo mi prioridad no es andar vestido, precisamente.

Corro hacia las duchas, agradeciendo que solo haya una cabina individual en uso —así evito entrar en la de un abuelo flácido que posiblemente quiera que me quede— y suspiro con alivio. Quiero entrar antes de que Jeon empiece a enjabonarse, deseo ser yo quien deslice las manos por todo su cuerpo y lo llene de blanco sin necesidad de jabón.

Cuando me planto frente a la puerta pálida, notando el agua correr por las baldosas hasta mojar mis pies, siendo el corazón encogiéndoseme en el pecho, en vez de hincharse con orgullo ¿Qué es esto?  A veces la emoción me hace sentir nervios cuando voy a estar con un chico al que deseo mucho, pero ¿Esto? Es diferente, es más… paralizante.

No avanzo, la respiración se me acelera y la cara pétrea de Jungkook negándome llena mi mente y mis pulmones como arena. La boca seca, los dedos temblando ¿Qué me sucede? Sacudo la cabeza desterrando ideas tontas y miro al frente, mi polla endurecida señala el camino hacia Jeon y, como es usual, la obedezco. Abro la puerta y antes de poder ver su reacción entre el vaho, entro y la cierro con mi cuerpo.

El goteo de agua se detiene paulatinamente y de la nube de vapor emerge su cuerpo, difuso, suavizado como si se tratara de un espectro benévolo o un ángel; su expresión airada rompe esa fantasiosa imagen. Me está mirando directo a los ojos, con el ceño fruncido, los brazos cruzados sobre el pecho y su desnudez parada enfrente mío sin vergüenza alguna.

Su cuerpo brilla con el agua, pequeñas gotas recorriendo la profundidad de sus músculos, perdiéndose en la uve que señala una virilidad enorme, aunque flácida por ahora. No se mueve, no habla, pero no está asustado, solo mirándome como esperando a que haga algo. Y si quiere acción, se la daré. No necesito palabras para adivinar que el hecho de que no me haya pateado fuera de ahí no es más que una orgullosa invitación a su cuerpo.

—Antes te he dado algo que era tuyo, ahora creo que tú deberías darme algo que quiero para mí.

Sonrío pícaramente, antes de caer sobre mis rodillas. Jungkook ha sido difícil, así que no me andaré con rodeos, simplemente quiero ya su carne contra la mía.

Sus brazos siguen cruzados y sigue mirándome desde arriba con una expresión altanera, como si fuera mejor que yo, como si él no fuese solo una conquista más de mis labios y manos. Lo miro retador, el orgullo ardiendo en mis pupilas y el deseo en mi vientre. Voy a hacer que ese semblante frío se derrita y cuando sus ojos no puedan más que mirarme como si yo fuese un maldito dios, sabrá quién es Park Jimin.

Apoyo mis manos en sus piernas, lentamente asciendo, apenas acariciando la somera piel con la punta de los dedos. El calor de su cuerpo me posee de forma electrizante, me llena de excitación y, por alguna razón, cuando miro arriba y él sigue impasible, teniéndome a sus pies, una punzada de placer me atraviesa, poniendo mi entrepierna tan dura que empieza a gotear presemen como si yo fuese un adolescente novato.

Maldito Jungkook, hace que me sienta nervioso por chupar su polla como si fuera la primera vez que lo hago.

Entierro mis dedos en la piel tersa de sus piernas y mi rostro lentamente se hunde en su entrepierna, beso su pubis húmedamente, asomando la lengua para dejar su piel hormigueante y arrastrando los labios para que no se olvide de cómo le hacen sentir. Su piel mojada es tan suave y caliente siento que soy yo quien está siendo seducido. Los besos continúan, bajando cada vez más mientras una mano lo acaricia cerca de su intimidad y la otra se agarra al músculo, asustada de perderse en la negrura del placer o de sus ojos obscuros e impenetrables.

Su polla endurece un poco y siento el triunfo en mis mejillas, tensado en mi sonrisa. Suelto su pierna y mi mano se enrosca en la enorme polla semi erecta del hombre. Ni un sonido, ni un cambio de expresión. Es estoico y aunque eso es humillante para alguien como yo, me calienta tanto que no puedo comprenderlo.

Empiezo a bombear el ancho pedazo de carne, sin lograr rodearlo totalmente con los dedos y sintiendo como las venas abultadas pulsan y como la piel tira mientras la erección se expande. Tan caliente y grande ¿Cómo he podido vivir sin probar a este hombre hasta el momento? No aguanto más. Me separo de su piel y sostengo su eje con mis dos manos.

La cabeza rosada de su polla apunta a mis labios, los lamo y muerdo, degustando el cosquilleo que los invade en anticipación. Los separo, mi polla dando tirones en mi ingle por lo mucho que me pone pensar en lo que voy a hacer. No cierro los ojos, los levanto hasta que chocan con los suyos. Mi calor y su frío, el contraste manda un estremecimiento por todo mi cuerpo y gimo bochornosamente, tan injusto… ahora le toca a él. Abro más la boca, dispuesto a tomarlo hasta el fondo en el primer movimiento y cambiar su cara en apenas un segundo.

Entonces sus brazos se descruzan y uno se cierne sobre mí. La mano toma mi cabeza, enterrándose en mi pelo y agarrando tan fuerte los mechones que suelto un jadeo de dolor. Quiero que tire de mi pelo, que clave los dedos en mis caderas, que este extraño dolor vuelva a recorrerme porque ahora mismo acabo de perder la cordura, pero estoy todavía más excitado.

Aunque amo llevar las riendas, dejo que sus manos poderosas me dirijan esta vez, jalando de mí. Su polla oscila entre mis labios, estoy tan cerca de tocarla y saborear a Jungkook.

Pero mi cuero cabelludo punza, su mano tirando hacia atrás de mi pelo, dejando mi cabeza mirando al cielo, mi cuello dolorido y mi boca extrañando un calor que no ha probado todavía. Gimo por la oleada de dolor que me recorre el cuerpo, flexionado a su voluntad, tiemblo de ira ¿Qué se ha creído?

Entonces él se acuclilla frente a mí, con su rostro mirándome desde arriba y las gotas de agua cayéndome encima. Y sonríe.

—No soy tan fácil como tú, pequeño engreído. —suelta aviesamente, expandiendo esa sonrisa diabólica mientras me suelta dejándome en el suelo.

Sin esperar a que me recupere, se va, dejando el agua más fría de lo que recordaba.

No puede ser, nunca nadie me había dejado con las ganas. No puede acabar de recharme, Jeon definitivamente no ha podido hacer eso.

 

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