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Relación de Intereses

Autor: OneMinuteBack

Resumen:

Harry no es feliz con su novio, desea terminar con su relación, pero no sabe cómo hacerlo. Así que decide aplicar eso de: "Si no puedes dejar a tu novio, haz que él te deje a ti". Lo que no esperaba era que Draco Malfoy estuviese en esa ecuación.

Drarry / Harco


Clasificación: No menores de 16 años [Reviews - 33]
Categoría: HARRY POTTER
Personajes: Draco Malfoy, Harry Potter
Generos: Romántico
Advertencias: Lemon
Serie: No
Capitulos: 19 Finalizado:
Palabras: 54043 Leido: 35851
Publicado: 01/10/18 Actualizado: 22/06/19





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Capítulo Siete

El problema

Nunca antes una respuesta le había resultado tan complicada. Y la pregunta no era difícil. Al menos no como las que ponía la profesora McGonagall en sus exámenes. De hecho, solo tenía que contestar con un "sí" o un "no". Pero Harry ya había leído la nota un veintena de veces y aún no sabía qué decir.

"Adam me ha invitado a tomar un café este sábado, ¿qué le digo?

Draco."

La respuesta más primaria de su cerebro era decir que no. Casi podía sentir a Neville, sentado detrás de él, apoyando esa decisión. Pero después, una pequeña parte de su mente se cuestionaba porqué iba a decirle que no. ¿No se suponía que precisamente ese era el acuerdo con Malfoy? Su objetivo era que Adam se interesase en el rubio, y lo estaba consiguiendo. Debería estar contento de que su novio hubiese tomado la iniciativa por primera vez en su vida, aunque fuese para pasar la tarde con Draco.

Entonces, ¿por qué tenía la sensación de tragar ácido cada vez que volvía a leer la nota?

— Harry —se giró con sobresalto, mirando a Neville, quien estaba a su lado—, ¿vamos?

— ¿A dónde?

— A almorzar —respondió el rubio con obviedad.

Frunció el ceño, observando el reloj frente a él y dándose cuenta de que efectivamente era su hora de almuerzo. Miró todos los expedientes sobre su mesa que todavía no había firmado. Al prever se había pasado más tiempo del debido leyendo la nota de Malfoy.

Guardó el trozo de pergamino en su bolsillo, poniéndose en pie y encaminándose junto a Neville hacia la cafetería del Ministerio. Allí, Seamus y Ron ya les esperaban. Harry ni si quiera probó su café. Tenía la mente demasiado abstraída reflexionando que Adam no podía decidir qué quería cenar esa noche, pero en cambio sí se decidía a invitar a salir a Draco.

Su mal humor aumentaba cada vez que lo pensaba.

Sus amigos rieron con fuerza. Intentó hacer un esbozo de sonrisa cuando los ojos de Ron se encontraron con los suyos, pero supuso que no había convencido a nadie cuando los otros tres se quedaron mirándolo.

— ¿Y a ti qué te pasa, que no has abierto la boca en todo este rato?

— Yo creo que tiene un problema que empieza por "Draco" y termina en "Malfoy" —canturreó Seamus en su lugar.

— No tengo ningún problema —rebatió.

Sus amigos compartieron una mirada cómplice, como si estuviesen hablando entre ellos en silencio. Harry odiaba cuando hacían eso, y esos últimos se había vuelto una acción más común de lo que le gustaría.

— ¿Qué ha ocurrido? —preguntó Neville. Había un velado "te lo dije" en su tono de voz.

— Nada.

— Entonces, ¿por qué parece que estás a punto de matar a alguien?

— Estoy perfectamente normal.

— Claro —bufó Ron—. Harry, desembucha.

Hizo el esfuerzo respirar hondo.

— Adam quiere quedar con Malfoy este sábado —admitió.

— Pero eso era lo que querías, ¿no?

— Exacto —espetó de mala gana.

— Estás un paso más cerca de un objetivo. Eso es fantástico.

— Maravilloso —ironizó.

— Quién sabe, puede que Adam se lance y termine liándose con Malfoy.

— Más le vale que no —bramó. Se dio cuenta de que había hablado de más, cuando sus amigos le observaron inquisitivamente—. Es que me jode que de entre toda la gente, le haya tenido que elegir a él. ¿No podía interesarse en otra persona que no fuese Draco Malfoy?

— Harry —murmuró Ron, mirándole con los ojos entornados—, fuiste tú quien decidió poner a Malfoy frente a tu novio.

— Eso es verdad.

— Tú cállate, que la idea fue tuya —le reprochó a Seamus.

— ¿Y para qué me haces caso? —replicó el irlandés, encogiéndose de hombros.

— ¿Qué es lo que te molesta exactamente? —cuestionó Neville— ¿Que Adam quede con un chico, o que ese chico sea Draco?

Sabía a dónde quería ir a parar su amigo, y no le estaba gustando nada ese camino.

— Oh, no me digas que nuestro Harry está celoso.

El moreno fulminó a Seamus con la mirada, quien en ese momento tenía una sonrisa ladina en el rostro.

— No estoy celoso, pero me molesta que Adam haya sacado su valentía justo ahora — Y justo con Malfoy, terminó mentalmente.

— Mira el lado bueno, eso es un gran paso para tu soltería.

— Además, ya no puedes echarte atrás —apoyó el pelirrojo—. ¿Qué vas a hacer sino?

¿Qué iba a hacer?

Ciertamente no podía echarse atrás. No cuando al menos Adam había tomado una decisión en algo. Sus amigos tenían razón, era un gran paso para poder alcanzar su objetivo. No podía ir y decirle a Draco que rechazase a su novio, cuando se había tomado semanas para llegar a este punto.

No podía decirle que no, así que escribió a Malfoy, y le dijo que sí. Y su humor empeoró lo que restó de semana. Había dormido mal la mayoría de noches, y durante el día no había quien se le acercase a decirle algo.

— ¿Vas a salir mañana? —le preguntó a Adam ese viernes. Se dio cuenta de que su tono era demasiado brusco y áspero, porque el chico le miró algo desconcertado, así que se esforzó en relajarse, por el bien de la humanidad.

— Sí, saldré con Samuel.

Claro, pensó agriamente, con Samuel.

El sábado llegó con el cielo lleno de nubes oscuras, al igual que su estado de ánimo. Hacía un calor horrible y parecía que se iba a echar a llover en cualquier momento, pero Harry llevaba aproximadamente veinte minutos apoyado en la fachada de una tienda y todavía no había visto ni una gota cayendo del cielo.

Frente a él estaba Draco. Esperaba al lado del escaparate de un tienda de túnicas, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión más hastiada que la suya. Llamaba la atención porque entre toda la maraña de magos y brujas que había en el Callejón Diagon ese día, Malfoy iba vestido de manera muggle, con un simple pantalón vaquero y una camiseta cualquiera. Ni si quiera previa prestar atención a las miradas escrutadoras que la gente le enviaba cuando pasaban por su lado. Harry también las hubiera recibido, de no ser por el hechizo desilusionador que había conjurado.

Soltó un suspiro, mirando a ambos lados de la calle, sin observar un solo rastro de Adam. Cuando había salido, su novio aún estaba en casa. Se preguntó si todavía seguía allí. Rebuscó su varita, y decidió aparecerse directamente.

Adam estaba sentado en el sofá, viendo una película en la televisión con total tranquilidad. Se giró al escuchar el sonido de su aparición.

— ¿No ibas a salir? —le preguntó directamente.

El chico intentó disimularlo, pero su rostro se sonrojó incómodo.

— Sí, pero al final Samuel tenía cosas que hacer.

— ¿Te vas a quedar aquí, entonces?

— Seguramente. ¿Y tú?

Tuvo ganas de poner los ojos en blanco, girarse, y estampar su cabeza contra la pared cual elfo castigado.

No sabía porqué se sorprendía, era demasiado bueno para ser verdad que Adam hubiera tenido una iniciativa propia. Debería haber sabido que iba a darle plantón a Draco.

Ese plan era una absurda pérdida de tiempo.

— He quedado con Neville —mintió. No tenía muchas ganas de ir a ningún sitio, pero debía avisar a Malfoy de que nadie iba a ir a su cita.

— Que te lo pases bien.

Intentó hacer un esfuerzo para sonreír, dejándole a Adam un beso en la frente con el cual pareció satisfecho y volvió a aparecerse en el Callejón Diagon.

Su mirada chocó con la de Draco en cuanto se personó frente a él, a unos cuantos metros. Hizo ademán de avanzar hacia el rubio, cuando una figura bastante reconocible se interpuso entre medio.

— Dichosos los ojos —murmuró Lucius Malfoy, mirando a su hijo de arriba a bajo. Su labio se encrespó en una mueca desagradable—. Cualquiera diría que eres un mago.

— Padre, ¿qué quieres?

La voz de Draco había intentado sonar aburrida, pero había cierta tensión en su rostro. Harry retrocedió un par de pasos, no queriendo ser partícipe de la conversación.

— Solo me he acercado a comprobar en persona que sigues respirando, ya que tú no te dignas a escribirnos ni una mísera nota.

— Habla por ti, porque con mamá hablo habitualmente.

El mayor bufó, negando con la cabeza.

— No sé en qué momento te volviste así de insolente.

— Nací insolente —corrigió Draco—. Me vino de regalo con el apellido.

Lucius le daba la espalda, así que no pudo ver la expresión en su rostro, pero notó como su cuerpo se tensaba. Cuando quiso darse cuenta, Harry había aferrado su varita en su mano, expectante por si la conversación se complicaba.

— No vas a cambiar de opinión, ¿verdad?

— Siempre me preguntas lo mismo y siempre obtienes la misma respuesta. No sé porqué lo sigues intentando.

— Tengo la esperanza de que en alguna ocasión el insensato de mi hijo se dé cuenta de que está cometiendo un error.

— ¿Por no seguir tus pasos?

— Por perder el tiempo de esta manera —corrigió el mayor—. No tienes porqué hacer nada de eso, y aún así prefieres complicarte la vida.

— Prefiero vivir a mi manera, por muy complicado que sea.

— Te estás equivocando, Draco. Algún día te darás cuenta de ello, y yo no estaré ahí para tenderte la mano.

Cuando Lucius se dio la vuelta, sus ojos chocaron con los de Harry. Si a Malfoy le molestó que él hubiese escuchado su conversación, no lo hizo notar mientras pasaba por su lado con un rictus sombrío en el rostro. Draco, por su parte, parecía estar armándose de paciencia, mientras taladraba la espalda de su padre con la mirada.

— ¿Qué? —le espetó de mala manera, cuando el moreno se acercó a él.

Harry abrió la boca, pero se dio cuenta de que no sabía bien qué decir, así que guardó silencio y observó al rubio durante unos segundos.

A esa distancia se podían notar unas tenues ojeras bajo sus ojos, los cuales parecían encendidos por la rabia en ese momento. Aunque pareciera mentira, Draco aparentaba haber pasado un peor semana que la suya, y ya era decir, porque Harry se había pasado varias noches en vela, había estado ido y estresado en el trabajo, y estar con Adam no había mejorado las cosas, no cuando tenía a Malfoy en su mente. Y lo había tenido ahí más de lo que le gustaría.

Había evocado los recuerdos de los sueños que había tenido más veces de lo correcto. Se devanaba los sesos en pensar si lo que había vivido era real o no, si realmente a Draco le gustaba fotografiar el amanecer, o si tenía pesadillas por la noche. Lo peor venía cuando se metía en la ducha y casi podía sentir el cuerpo del rubio frotándose contra el suyo.

— Adam no va a venir —murmuró. Draco bufó hastiado como respuesta—. ¿Quieres que te acompañe a casa? —arreció, siendo incapaz de irse sin más.

Malfoy se encogió de hombros, pero empezó a andar hacia la salida del Callejón Diagon. Cuando llegaron al Londres muggle, aún seguían sin dirigirse la palabra. Una gota cayó del cielo sobre la lente derecha de sus gafas, y poco después una lluvia chispeante les mojaba a los dos.

— ¿Qué ha pasado con tu padre? —cuestionó, intentando llenar el silencio.

— Ya me extrañaba que no preguntases, cuando te dedicas a registrar los cajones de mi habitación sin remordimiento alguno.

Pararon en un semáforo. Harry aprovechó ese instante para mirar al otro de reojo. Ya no parecía molesto, de echo su voz más agotada que otra cosa.

— No tienes que contármelo si no quieres.

En realidad, si lo pensaba bien, su curiosidad a veces era muy contraproducente.

— No hay mucho que contar —respondió, encogiéndose de hombros—. A mi padre no le gusta la vida que he decidido escoger. Vivir aquí, ser medimago...

— ¿Qué hay de malo en ser medimago?

— Que no puedo trabajar en los negocios familiares —Harry asintió, viendo cómo el semáforo se ponía en verde—. Y si no vivo en su casa, no puede controlarme. No puedo ser el heredero de los Malfoy, en definitiva.

Ahora entendía porqué Draco le había pedido dinero a cambio de meterse en su relación.

— Supongo que hay gente que nunca cambia.

Draco emitió un resoplido fastidiado.

— Mi padre sabe aparentar ser muy tolerante cuando hay un reportero a su lado, pero sigue siendo el mismo de siempre dentro de las paredes de su casa —explicó con voz cansada—. Solo acepta las decisiones de los demás cuando coinciden con las suyas.

— ¿Y tú no eres como él? —Harry encontró una genuina curiosidad en su pregunta.

— Quería parecerme a él —admitió—, pero creo que nunca lo he conseguido. Además, me enorgullece decir que aprendo de mis errores.

El moreno asintió, mirando hacia el lluvioso cielo.

Él no tenía padres, y no sabía cómo hubiesen reaccionado estos a las decisiones de su vida. Su familia más cercana eran los Weasley, y a ellos no parecían importarle a qué se dedicaban sus hijos, siempre y cuando estos estuvieran sanos y felices.

Los Malfoy eran una familia muy extraña.

Sintió por Draco algo parecido a la compasión.

— Pero tu madre te apoya, ¿no?

— Se resigna, más bien. No le gusta estar entre los dos, así que nos apoya y nos regaña a ambos. Esas cosas que solo las madres saben hacer

La boca de Harry tiró hacía arriba en una pequeña sonrisa.

— Algo es algo —apoyó, divertido.

— Te toca a ti.

— ¿A mi?

— Claro. Yo he contado algo, así que ahora tienes que contar tú otra cosa.

— ¿Cuándo hemos decidido eso? —cuestionó, mirándole de soslayo.

— Quid pro quo*, Potter.

Rodó los ojos, resoplando. Ya le parecía a él que Malfoy estaba demasiado accesible a la información.

— No sé que podría contarte que no haya salido ya en un periódico.

— Porqué estás con Adam, por ejemplo —sugirió astutamente. Luego pareció pensarlo, por hizo un ademán con la mano para negar—. Mejor explícame porqué haces todo esto. No hace falta ser muy listo para saber que la manera más fácil de romper una relación es decírselo a tu pareja.

— ¿Cuánto tiempo llevas con esa pregunta en mente?

— No cambies de tema.

Abrió la boca, dispuesto a darle una respuesta poco agradable al rubio, pero al final terminó por respirar hondo.

— Adam sufre depresión —confesó al cabo de un rato—. Fue después de la muerte de su abuela.

— ¿Y eso debería explicarlo todo?

— ¿Podrías dejarme terminar? —espetó, mirándole mal. Malfoy alzó las manos en signo de rendición—. Él intentó... quitarse la vida. Casi lo consigue, de hecho. Estaba tan mal. Y yo... quería ayudarle, así que le juré que no le dejaría.

Tuvo que girarse cuando Draco paró en seco en medio de la acera.

— ¿Hiciste un Juramento Inquebrantable? —preguntó en un tono exaltado.

— ¿Por qué no lo gritas un poco más? El señor de ahí enfrente no te ha oído —gruñó, agarrando al rubio del brazo para obligarle a caminar. Afortunadamente, ya estaban en la calle donde vivía.

— ¿Por qué hiciste esa tontería?

— Porque le amaba. Él se sentía solo, y quería consolarle. Cuando lo hice obviamente no pensé que mis sentimientos iban a cambiar.

— Obviamente —subrayó Malfoy—. ¿Donde estaban tus amigos mientras tú cometías tal suicidio?

— No estaban, evidentemente —de hecho, sus amigos ni si quiera lo sabían—. Samuel fue nuestro testigo.

— Claro —murmuró el otro, deteniéndose en la puerta de su edificio—. Así que ahora no puedes dejarle.

— No directamente.

— Pero puedes hacer que él te deje.

— Exacto.

Draco cabeceó, como si asimilase la información.

— Tu plan tiene bastante sentido, en realidad —reconoció—. Y supongo que es predecible que hayas hecho una tontería así. Quiero decir, Adam es realmente amable. Es lógico que tú hayas hecho algo así por él.

Harry tuvo la sensación de que se estaba perdiendo algo ante esa afirmación. Frunció el ceño, cuando se mente llegó a la rápida conclusión de que a lo mejor Malfoy estaba empezando a sentir algo por Adam.

Algo amargo le abrasó el pecho, y se quedó en su garganta, asfixiándole.

— ¿Te gusta Adam? —cuestionó con actitud, ganándose una mirada extrañada por parte del rubio.

— Claro que no.

La negación fue tan clara que su cuerpo pareció desinflarse por el alivio.

Y ahí, mientras observaba los ojos grises de Draco, su cabello húmedo y pegado a su frente, sus pómulos altos y su pose aristócrata innata. Mientras su cuerpo se aplacaba ante el pensamiento de que Malfoy no sentía nada por su novio. Ahí, se dio cuenta de que estaba celoso, y no por la persona correcta.

— Yo... tengo que irme —se excusó, dando un paso hacia atrás, con el corazón acelerado como si estuviese asustado de sus propios pensamientos—. Debo volver a la oficina.

Draco asintió, sacando las llaves de su casa del bolsillo de su pantalón.

— Gracias por acompañarme. Otra vez.

Harry asintió con impaciencia y se dio la vuelta con rapidez. Se obligó a sí mismo a no echar a correr, aunque eso era lo que más deseaba en esos momentos.

Tenía un grave problema.

 


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