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R27 Week (2018) por 1827kratSN

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Sus compañeras solían pelearse por tenerlo como compañero en la clase de economía familiar porque era de los pocos hombres cuyas habilidades en cocina y costura estaban por sobre el rango normal. Tsuna no se enorgullecía por su extraño don en la cocina, por el contrario, le daba vergüenza ya que a su mente venían las palabras de su madre que lo denominaron como una futura “buena mamá”. Pequeños traumas de la infancia.

 

—Tus manos se mueven con mucha naturalidad, Tsuna-kun.

—Cortas vegetales como un chef profesional.

—¿Puedes darme un poco de lo que cocines hoy?

—Desearía un novio que me prepare el almuerzo.

 

No se sentía halagado de ninguna forma, no le gustaba. Odiaba que, a pesar de sus intentos por estropear algo, al final se arrepintiera y lo arreglara de tal forma que a veces terminaba creando una nueva receta. Era frustrante, aunque tenía su lado bueno y era ver la sonrisa de su madre cada que probaba lo que él llevaba a casa como resultado de su clase de cocina, sólo por eso seguía cocinando con empeño e ignorando todos los vergonzosos comentarios dados a sus espaldas o de frente.

Pero generalmente los comentarios eran dados por voces femeninas, aunque de vez en cuando sus amigos también le pedían una probada y suspiraban extasiados por el sabor. Por eso no se esperó “aquello”.

 

—Enséñame a hacer estas… cosas.

—Es un… brazo gitano —Tsuna miraba al azabache que en medio del almuerzo cruzó su salón para pararse frente a él y decirle aquello.

—Lo que sea —alto, de buena contextura, cabello azabache algo alborotado y patillas espirales, tomó una rodaja considerable que mordió sin prisa—. Los rumores eran ciertos —volvió a morder con más confianza.

—¿Rumores? —Tsuna sintió un escalofrío cuando ese iris nocturno lo tuvo por objetivo.

—Muy dulce —y aun así siguió comiéndose el pastelito—, pero agradable.

—Aun no entiendo lo que me dijo… senpai.

 

Completó inquieto porque debido a la altura de ese chico de unas chistosas patillas rizadas —opinión personal que no iba a decir en voz alta—, la forma de pararse, el como sus compañeros lo veían con miedo y las chicas con ilusión, supuso que era de un nivel superior o tal vez dos. Tsuna tuvo que esperar a que el muchacho terminara de masticar el último pedazo del postre como para que terminara la explicación, aunque sólo fue un: «Te espero a la salida de clases. No tardes, no me gusta esperar».

Después se enteraría que aquel chico era el presidente del consejo estudiantil; una persona discreta pero que solía ser perfecto en cualquier cosa que hacía, admirado por muchos, pero amigo de pocos. Rumores había muchos por aquel que por nombre llevaba “Reborn”, pero a Tsuna nunca le importó eso porque —por lo general—, eran puras mentiras; él sólo pensaba en que tal vez sólo le pediría que cocinase algo y nada más. Esperaba sinceramente que fuera eso porque le incomodaba tratar con personas mayores a él pues se sentía intimidado y soso. En verdad desagradable.

¿Y entonces por qué terminó en su cocina, mirando al azabache que estaba sentado en la pequeña mesa dispuesta para reemplazar a un mesón?

 

Senpai —dijo nervioso.

 

Respiró profundo porque reconocía que las habilidades manipuladoras de ese chico eran extraordinarias. Empezaron hablando del calor que hacía, después se dio el tema de la sed y al final terminaron en su casa. ¡En su casa! ¡Qué carajos!

 

—Esto es muy extraño.

—Hogareño —el azabache dio un rápido análisis a esa cocina y sonrió de lado—, y veo que sólo tienes delantales de color rosa.

—Es día de lavado —se excusó con rapidez, aunque la realdad era otra—, y aun no entiendo por qué quiere aprender a cocinar.

—Dado que me enseñarás…

—Yo no… —pero lo interrumpieron.

—El cumpleaños de mi madre será en tres meses —Reborn seguía con esa aura calmada, analítica y autoritaria—, y siendo que está embarazada quiero darle un regalo especial fabricado por mis manos. Simple.

—Es un lindo gesto —Tsuna sonrió enternecido, debía aceptar que tenía corazón de pollo—, pero, ¿no podría sólo comprar el regalo?

—No —el azabache jugaba con una de sus patillas mientras hablaba—, Mi madre se daría cuenta de inmediato, además, yo cumplo con mis promesas.

—Ahora entiendo, o eso creo —el castaño se rascó la nuca antes de pensar mejor la situación—. Pues… no sé cómo ayudarlo exactamente.

—Deja el respeto de lado por ahora —Reborn posó su quijada sobre su palma para mirar al castaño—, se supone que desde este punto yo seré tu aprendiz, dame-Tsuna.

—¿No me diga que mi apodo también llegó a sus oídos? —se avergonzó.

—Bueno en la cocina, mediocre en todo lo demás —sonrió con burla—, claro que escuché mucho de eso.

Senpai… puedo decir lo mismo de usted —Tsuna entrecerró sus ojos antes de seguir con algo que tal vez lo condenaría—. Bueno en todo y mediocre en la cocina. O eso me da a entender como para que me haya pedido ayuda para aprender algunas recetas.

—Así que ya tenemos un trato.

—¡Yo no…!

—Me tendrás aquí cada tarde después de clases.

—¿Pero no es usted el presidente del consejo estudiantil?

—Esos tontos tendrán que arreglárselas sin mí por un tiempo.

 

Y fue así que empezó todo. Cada tarde, después de clase, ambos se encontraban en la salida de la escuela, olvidaban sus niveles —Tsuna tuvo que aprender a tratar de “tú” a Reborn obligatoriamente o recibía un golpe en su frente por cada fallo y en verdad dolía—, y caminaban al supermercado para adquirir los materiales necesarios.

Tsuna empezó con algo bastante básico y que supuso que a su senpai le gustaría aprender: churros. No eran la gran cosa después de todo. Era fácil y sólo requería algo de paciencia y atención. Nunca se imaginó que el azabache hiciera de la mezcla de agua, azúcar y harina una masa de extraño color café que se pegaba a sus dedos y olía extrañamente raro. Tsuna intentó ser amable el primer día, pronunciando un «es cuestión de práctica», cosa que no fue bien recibida por el —al parecer—, orgulloso azabache que miró a la mezcla como a su peor enemigo y la tiró a la basura.

Tres días se tardaron en lograr llegar al cuarto paso de aquella receta, y tres días más en formar los churros con la manga pastelera, sin embargo, no pasaron de ahí pues Tsuna probó la mezcla y su sabor era —sin exagerar—, un pecado gastronómico. En realidad, pensó que Reborn no tardaría mucho en aprender a cocinar, pero al parecer estuvo completamente equivocado.

 

—Soy un verdadero desastre en esto —Reborn miraba la nueva falla en esos asquerosos churros mientras apretaba los labios y formaba una especie de mueca infantil.

—Pues —Tsuna cubrió sus labios porque por poco suelta una carcajada debido a la expresión facial de su senpai y no era buena idea hacerlo en ese momento.

—Escúpelo, Tsuna —retó pues notar la burla fue fácil.

—Yo… —se mordió el labio superior con fuerza antes de respirar y recuperar compostura—, ¿no mucho?

—No mientas —dejó la cuchara de lado antes de desparramarse en la silla cercana y lanzar su cabeza hacia atrás.

—No puedes aprender de un día para el otro, Reborn.

—Tal vez tú no —habló con prepotencia—, pero yo estoy acostumbrado a que todo me salga bien al primer intento.

—Una persona no puede ser completamente perfecta —se sentó junto al azabache e intentó consolarlo, pero antes de palmearle el brazo se detuvo sin saber si era buena idea.

—No puedo creer que algo tan sencillo como esto —señaló la masa— sea mi pesadilla personal.

—¿Sencillo? —Tsuna se ofendió por esas palabras tan vanas y sin sentido—. Yo tardé dos semanas en lograr hacer un té decente cuando era un niño. Esto no es nada sencillo —incluso agudizó un poco su voz.

—Me estás sermoneando —afirmó entrecerrando sus ojos para amedrentar al castaño.

—Si te estoy enseñando, tengo que hacerlo —frunció el ceño molesto—. Además…, estás despreciando el arte de cocinar y eso no lo voy a tolerar, Reborn —su voz se tornó firme como pocas veces solía ser.

—Ah, ya veo —rodó los ojos.

—Si no le pones amor a esto, jamás te saldrá bien —lo miró enfadado.

—Qué amor ni que nada —golpeó la mesa y miró la horrible masa con desdén—, sólo debe ser una técnica.

—Es una mezcla de ambos.

—Tal vez no me estás enseñando bien, dame-Tsuna.

—Pues tal vez tú —le apuntó con el dedo índice— no eres un buen aprendiz.

—¿Quieres hacerme enojar?

—Largo —se cansó, en serio que agotó su paciencia—, ahora —agravó su voz.

—Repítelo, dame-Tsuna —se irguió para denotar que era más alto que ese chiquillo.

—¡Te dije que te largues de mi casa, ahora! —incluso golpeó la mesa con ambas manos antes de apuntar a la salida.

 

Tsuna ni siquiera supo de dónde sacó el valor como para empujar a aquel azabache grosero hasta la salida, gritarle decenas de veces que se fuera y que sus clases estaban canceladas, antes de cerrarle la puerta en la cara y colocar el seguro. Nunca se había sentido tan enfadado, ofendido, temeroso y fuera de sí como en esa tarde, pero siempre había una primera vez.

Reborn, por su parte, jamás creyó ser echado de una casa de esa forma tan ridícula, y aparte de eso, estar de pie en media calle usando ese delantal color de rosa —porque en realidad tuvo razón y en casa del castaño no tenían delantales que no fueran de ese color—, mirando el apellido de esa familia en la placa de la entrada, y sintiéndose el ser más estúpido de la tierra porque acababa de perder al tutor de cocina más paciente de todo el mundo. Había que aceptar que, a pesar de todos los fallos, ese castaño jamás se rindió y lo recibió siempre con una sonrisa.

 

—Lo peor es que ese niño tenía razones suficientes para enojarse —murmuraba mientras apretaba una hoja entre sus manos—. La vida es un asco de verdad.

—Wowowo —Reborn rodó los ojos al escuchar esa voz—, ¿alguien te desafió?

—Cállate —miró mal a ese rubio.

—¡Lal, alguien enfrentó a Reborn-kora!

—Debe estar demente — la chica de cabello azulado frunció su ceño—. Y supongo que lo vas a golpear.

—Qué te importa —bufó porque si ese par se juntaba sólo significaba escándalo.

—¡Reborn va a pelear con alguien-kora! —informó a todo el salón y visitantes en el almuerzo.

—¡No inicies rumores, idiota!

—Necesito el nombre para poder iniciar las apuestas. Sacaremos buen dinero de esto, Reborn.

—¡El senpai va a masacrar a alguien! —y sí, él fue la gota que derramó el vaso.

—¡Skull! ¡No grites mentiras en el pasillo!

 

Lo malo de los rumores era que se corrían tan rápido y tan fácil pues sólo se tenía que escribir un mensaje de texto y reenviarlo a todos los contactos. Simple. Tal vez por eso cuando Reborn vio a Tsuna a lo lejos y éste se dio cuenta, el pobre chico salió como alma que lleva el diablo y desapareció en menos de lo pensado. Y no sólo fue ese día, sino que los dos siguientes Tsuna lo evitó de cualquier forma posible hasta el punto en que fue desquiciante porque, mal o bien, lo necesitaba y… tenía que ceder.

Jodida vida y el karma.

No tuvo opción, fue a la casa de ese chico con el delantal rosa —que no había devuelto—, guardado en su maleta, sin saber exactamente qué le iba a decir al castaño y con su ceño fruncido porque sería la primera vez que se disculparía con alguien o al menos lo intentaría. Grande era su orgullo, pero mayor era el amor hacia su madre, así que tocó el timbre y esperó… y si no le habrían bien podía escabullirse por la ventana que vio abierta en el segundo piso.

 

—Dígame —una castaña muy bonita lo recibió con una sonrisa.

—Busco a Tsunayoshi —dictó tras reverenciar a la castaña—. Yo… vengo a devolverle esto —sacó el delantal y lo cedió a aquella mujer.

—Así que tú lo tenías —la mujer rio bajito y Reborn reconoció que era la madre de Tsuna por lo parecido en los gestos y apariencia—, pensé que no volvería a ver el delantal favorito de Tsu-kun.

—El favorito —Reborn sonrió porque ya tenía con qué burlarse del niño—, sí, por eso lo traje.

—Mamá, ¿quién e…ra? —pánico extremo en esa menuda existencia.

—Tsu-kun, ¡un amigo vino a verte! —la castaña sonrió con dulzura antes de abrir totalmente la puerta y hacerse a un lado—. Pasa, pasa…, les prepararé una limonada.

 

Al parecer Reborn no era el único que amaba demasiado a su madre, pues Tsuna cedió ante todo capricho de la suya hasta el punto en que los tres platicaron largo rato y el castaño confesó que estaba siendo el tutor de su senpai por un tiempo. Reborn apreció el orgullo de Nana quien adulaba las dotes culinarias de su hijo, mismas que ella pulió con los años. Se encantó con la amabilidad de la mujer, se sintió bienvenido y al final fue la propia Nana quien hizo todo el trabajo y Tsuna volvió a ser su maestro.

Genial, ya adoraba a esa mujer.

 

—Seguiré con esto sólo con una condición —Tsuna se hallaba desparramado sobre la mesa, suspirando constantemente antes de reunir fuerzas para levantar el rostro—, le pondrás corazón a cada clase.

—Lo intentaré.

—Hablo en serio —miró al azabache e hizo un ligero puchero—. Si no le pones amor a la preparación, todo va a salir mal.

—Puras tonterías.

—Reborn —Tsuna volvió a fruncir el ceño—, eres un idiota…, pero le prometí a mamá enseñarte, así que cumplirás con mis condiciones o se te agotará el tiempo y no podrás aprender cómo hacerle un rico postre a tu madre; y no será mi culpa, será tuya.

—Bien —odiaba aceptar que ese niño tenía razón—, le pondré corazón…, pero dame un ejemplo porque no entiendo a lo que te refieres.

—No sólo es necesario seguir la receta, sino que tienes que reflejar tu pasión en ella.

—No estás siendo claro, Tsuna.

—Maldición —se despeinó los cabellos antes de mirar a su senpai—. Es como cuando adoras un deporte y entrenas porque quieres ser mejor en este.

—No me gusta un deporte en específico —chasqueó la lengua.

—Como cuando adoras a los niños y estudias para ser el mejor maestro de primaria —Tsuna siguió intentando con ejemplos fáciles.

—Odio a los niños.

—¡Reborn! ¡Pon de tu parte!

—No me estás dando comparaciones apropiadas, “maestro” —sentenció en burla.

—Es como cuando te gusta alguien… y pones todo de tu parte para hacer a esa persona sonreír —mientras hablaba, su desesperación desapareció para dar paso a una sonrisa y hasta el aura de Tsuna pareció cambiar.

—¿Eso te pasó a ti? —lo miró extrañado por ese cambio tan drástico.

—Me gustaba una niña —confesó más calmado y avergonzado a la vez—, pero eso es otro asunto.

—¿Y saliste con ella?

—No —entristeció de inmediato—, pero no estamos hablando de mí, Reborn.

—No me he enamorado de alguien, jamás —confesó sin inmutarse por lo dicho.

—Pero he escuchado que tuviste algunas novias.

—Son chismes —golpeó la mesa con sus dedos—. A lo mucho salí a un par de citas y nada más.

—Entonces piensa en tu mamá —Tsuna habló convencido—, piensa en que la harás sonreír si tu comida sabe bien.

—Bien, eso es más realizable.

 

Y así se retomó el aprendizaje. Tsuna mostrando cómo deberían hacerse las cosas, dando guía, rectificando los malos pasos de Reborn, siempre pendiente de cada acción dada por el alumno, y halagando cada progreso. Reborn poniendo de su parte, intentando enfocar a su madre, tratando de “ponerle amor a las cosas”, releyéndose las recetas entre clases, esforzándose y frustrándose por los malos resultados de esas cosas.

 

—No te desanimes—pero siempre estaba esa sonrisa, la mirada comprensiva y la buena voluntad del castaño en cada tarde.

—No te compadezcas de mí. Es horrible.

—Mañana haremos algo más, probaremos con algo diferente —limpiaba la mesa con un paño humedecido.

—Pareces una maestra de jardín de niños —comentó de pronto—, de esas que te limpian la boca, te dan dulces o te besan la rodilla raspada.

—¡No es cierto! —se detuvo casi al instante ante de mirar al azabache.

—Lo es —rio por lo bajo—, a veces me siento un niño de nuevo.

—Suficiente por hoy —bufaba al entender que Reborn sólo se estaba divirtiendo a sus costillas— o seguirás burlándote de mí.

—No me burlo —Reborn lo miró de refilón—, digo que tienes encanto como aquellas mujeres que adoran cuidar niños.

—Gra… ¿Gracias? —avergonzado se rascó la mejilla y enrojeció con sutileza pues era de los pocos cumplidos que había recibido en su vida y le llegaron verdaderamente a gustar.

—Eres un libro abierto. Uno color de rosa.

—¡Reborn! —le lanzó el paño con fuerza.

—Nos vemos mañana, sensei —tras esquivar el trapo, sólo agitó su mano antes de recoger sus cosas y proceder a retirarse.

 

Reborn con el pasar de los días y ante las fallas, tomó lo de la cocina como un reto personal, uno que le generaba progresos muy lentos para su gusto pues estaba desperdiciando incluso los fines de semana. Aunque Nana lo trataba muy bien y su comida era un manjar de dioses. Pero su desesperación radicaba en que no sabía cómo carajos meter en la receta al dichoso “amor” del que Tsuna tanto hablaba.

Por más que pensaba en su madre, no salía bien…, aunque podría ser que la razón del desastre fuera que a la vez que pensaba en su madre también pensaba en la hermanita que nacería dentro de unos meses y le causaría estragos en su rutinaria y pacífica existencia. Sí, no estaba muy entusiasmado con eso de ser el hermano mayor de alguien, cosa que contrastaba con Tsuna pues él confesó desear tener un hermanito al que mimar. Se burló de eso hasta que hicieron galletas de mantequilla a la par y las suyas fueron un desastre quemado mientras que las de Tsuna salieron blanditas y esponjosas. Admitió que eso del amor tenía cierto grado de real.

 

—Cuando piensas mucho, das miedo —Lal lo miraba fijamente—. No lo hagas, por favor.

—¿En quién piensas tanto-kora?

—En nada ni en nadie.

—No puede ser… tal vez —Skull era reconocido por sus hipótesis extrañas—, tal vez tiene lombrices en la panza —y cayó tras el impacto de un libro que Reborn lanzó.

—Tal vez es algo más simple que eso —sonrió el rubio con malicia—. Tal vez sólo hay alguien que le gusta.

—Eso es más estúpido que la teoría de Skull —bufó Reborn.

—Pues si te gusta alguien… me apiado por esa pobre alma —Lal sonrió en burla—. Quien te aguante, Reborn, debe ser un ángel y nadie más.

—Ustedes son sólo un desperdicio de tiempo.

 

Sin embargo, Reborn debía cederles el crédito por algo. Esa estúpida plática le abrió los ojos y se dio cuenta de que no debería pensar necesariamente en su madre para intentar rebosar en “amor” y mejorar sus habilidades en la cocina. Probaría con cosas diferentes entonces, y empezaría por el sabor amargo del café, le gustaba y lo bebía a escondidas de su madre quien le reprochaba siempre su afición pues aseguraba que sus dientes se mancharían.

Esa tarde su intento de torta de vainilla salió más decente de lo normal. Era hasta cómico.

Tres días después su pastel tomó una forma menos quemada y más suave hasta el punto en que su sabor era tolerablemente aceptable. Nunca olvidaría lo feliz que el castaño estuvo sólo por un simple pedazo algo desabrido de una torta que él fabricó. El chico era divertido porque reflejaba cada emoción en toda su persona, desde las mejillas enrojecidas, hasta la brillante mirada y un extraño gesto que hacía al encoger los hombros y ladear su cabeza.

Reborn admitía que fue extrañamente satisfactorio verlo hacer eso.

 

—¿Encontraste algo que te motiva a cocinar?

—Algo así.

—¿Puedes decirme qué es?

—Quiero prepararme un buen café —Reborn escuchó la primera risa real que emitió ese castaño. Una risa audible pero no escandalosa, no aguda ni grave, sólo era una risa agradable al oído.

—Me sorprendes cada vez más, Reborn.

 

Fue en un día como cualquier otro cuando Reborn se desconcentró del mundo debido a que hacían galletas de chocolate y, debido a un mal paso, la harina se espolvoreó sobre ellos y Tsuna terminó con manchas en las mejillas. No se limpiaron bien y siguieron con su tarea inicial, pero Reborn no podía dejar de fijarse en esas marcas blancas que acentuaban las mejillas del chico hasta el punto en que no podía dejar de mirarlas. Ese día, en donde comenzaron con un desastre y Reborn no estaba del todo concentrado, fue cuando sus galletas salieron… bien. No desabridas o algo pasadas de dulce, no duras ni aguadas, eran galletas con forma y sabor agradable.

La realidad lo golpeó tan fuerte que ni siquiera se dio cuenta de que llegó a su casa y se recostó en su cama para mirar el blanco techo. Negó al inicio, pero después de pensárselo un poco, tuvo que aceptarlo. Lo que cambió en ese día fue que se concentró en lo raramente adorable que se veía Tsuna con esas mejillas manchadas de blanca harina, mismas que claramente quiso fotografiar para burlarse del niño después y verlo fruncir el ceño mientras con vergüenza negaba su “adorabilidad”. Sus pensamientos en ese día estuvieron centrados en Tsuna y eso se reflejó en las galletas que incluso Nana halagó como un progreso extraordinario.

 

—Es una maldita broma.

 

No lo fue. Sólo para probar regresó a sus pensamientos anteriores y fracasó, pero al centrarse en desear sólo una sonrisa avergonzada de ese chico su intento de pastel de chocolate salió mejor de lo esperado. No supo por qué o cuándo pero el simple hecho de ver a ese niño feliz fue el toque que le faltaba para que su cocina mejorara hasta el punto en que el día anterior al cumpleaños de su madre logró hacer galletas de coco y un pie de limón que desprendían un olor delicioso.

 

—Tú las hiciste, ¿verdad? —Luce sonreía con dulzura mientras degustaba de su tercera galleta y después probaba su tercera cucharada de aquel pie.

—Por tu cumpleaños —sonrió de lado porque su madre parecía más que encantada por el detalle.

—Tuviste una buena maestra —reía a la par que acariciaba su pequeño vientre— y claro que me di cuenta de que volvías más tarde de lo acostumbrado, además, tú no sueles salir los fines de semana.

—Te prometí un regalo fabricado con mis manos, lo cumplí y para eso tuve que aprender a cocinar lejos de casa.

—Eres muy dulce cuando quieres.

—Y tú una caprichosa, mamá.

—Yo solo espero que tu sensei corresponda a tus sentimientos —se relamió los labios antes de sonreír con ternura.

—No empieces a sacar conjeturas raras, mamá —alterado incluso tensó sus hombros y tuvo que acomodarse en la silla.

—Se dice que la comida refleja los sentimientos de las personas —Luce sonreía entre cada mordida a su galleta— y en estos postres yo denoto dulzura, cariño y un poquito de vergüenza.

—Mamá —suspiró.

—Jamás te había visto tan entusiasmado por aprender algo, Reborn —relamió la cuchara antes de continuar—. Está claro que no fue solamente tu voluntad por cumplir la promesa que me hiciste… sino que es algo más.

—¡Mamá! —criticó porque si ya estaba confundido, su madre no ayudaba en nada.

—¿La traerás a casa?

—¡Es un chico! —Reborn dijo aquello con la esperanza de que su madre se detuviera y no provocara un lio mayor en su cabeza, pero no resultó como esperaba.

—Pues debe ser uno muy… dulce —rió antes de morder la galleta—. De todas formas, quiero conocerlo.

—No es como dices —siguió negando.

—Te conozco mejor que nadie.

—No me confundas.

—Tú estabas confundido desde antes… mamá sólo quiere ayudar.

—Sólo es un chico torpe que suele caer con frecuencia en la última escalera del segundo piso, que no sabe nadar, da problemas porque es despistado, y que su único talento es la cocina —ni siquiera respiró al soltar esa enorme frase.

—Veo que lo conoces mejor de lo que creí.

—Es de primer año —continuó con sus excusas vanas.

—Y tú de tercero, pero que planea estudiar en una universidad en este distrito —sonrió enternecida por la incomodidad de su calmado hijo.

—No funcionaría.

—Si no te has dado cuenta —acarició los cabellos de Reborn—, me estás dando excusas a cuestiones que yo ni siquiera planteé —Luce ofreció un pedazo del pie.

—No juegues.

—Y si no me equivoco —tomó un poco en la cuchara y la acercó a la boca de Reborn—, esto lo hiciste pensando en él y deseando que sonriera —su hijo a regañadientes comió el pie—. Esto sabe delicioso, Reborn.

—Odio tus dotes predictoras, mamá.

—¿Y para cuando planeas presentármelo? —entusiasmada, miró a su hijo con ansiedad.

—Se asustará.

—No lo hará.

—Somos dos chicos.

—No veo el problema.

—No creo que yo le guste.

—Sé que tendrás paciencia para conquistarlo, además, tengo un hijo muy guapo —rio bajito—. Con un poco de esfuerzo te corresponderá.

 

Al día siguiente Reborn se presentó en el salón de Tsuna para informarle al castaño que seguiría teniéndolo como maestro porque le gustó aquello de la cocina; y aunque creyó que el chico se negaría, no fue así. Una vez más, Reborn presenció aquella espléndida risa en conjunto con el leve sonrojo apenas notable en esa piel algo bronceada, mientras los demás estudiantes los miraban con extrañeza.

 

—Supongo que te veré en la entrada desde mañana, Reborn.

—Que sea desde hoy —sonrió de lado—, además tienes que enseñarme a preparar un buen café.

—Pues aprenderemos juntos porque no sé hacerlo.

—Eres buen maestro, así que estaremos bien, Tsuna.

 

 

 

Notas finales:

 

Krat quería hacer esto desde hace mucho tiempo, es más, tenía escrito un párrafo y aprovechó la temática del día cuatro para cumplir con uno de sus sueños: un Tsuna maestro y un Reborn aprendiz. Alv, me siento tan feliz por esto y a pesar del cansancio lo corregí con paciencia, espero no se me haya pasado un dedazo XD.

Espero les haya dado, aunque sea un poco de ternurita.

Y a pesar de que creo que equivoqué en el concepto de este día, lo hice con cariñito.

Besos y abrazos~

Por siempre suya (7u7)~

Krat~


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