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Entre Colmillos de León y Cuernos de Carnero por DanyNeko

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Ese era el blader que yo conocía, el que me había salvado de la oscuridad, el que alimentaba mi espíritu y mis ansias de ser más y más fuerte.

Mi rival y mi compañero.

Mi Ginga.

~∆~

—Bien, y exactamente ¿cómo piensas bajar de ahí? —le preguntó Madoka, con los brazos cruzados y una ceja arqueada.

Esa era una buena cuestión. Escuché a Benkei reírse por lo bajo — ¿necesitas una mano, Ginga?

Mi pelirrojo parpadeó un poco, como si ni siquiera hubiera considerado ese predicamento -cosa que no me sorprendería- y luego desvió la mirada a nuestras espaldas.

Levantó una mano y señaló —más atrás hay una bajada más inclinada. No se preocupen, los alcanzaré en unos minutos —y dicho esto, echó a correr, con su sonrisa de siempre. Qué agradable era volver a oír su voz.

Bueno, claro que estaba dispuesto a subir esa montaña si hacía falta… pero no negaré que era un alivio saber que no tendríamos que hacerlo. Pasamos la noche en vela y mi paciencia ya había sido puesta demasiado a prueba estas últimas horas como para aguantar ahora a dos pequeñajos malhumorados por no haber dormido ni cenado…

Mejor no dejo que mis pensamientos vayan por ahí o me dará hambre.

“Demonios Gin, lo que hago por ti. Espero que seas consciente de ello” pensé mientras corríamos de regreso, casi a la par de Ginga.

Le tomó un poco más de lo que había pensado, al parecer, encontrar una bajada que fuera segura; casi estábamos de regreso en el portón. Demonios ¿cuánto más tendría que esperar para volver a tenerlo entre mis brazos? La espera era desesperante.

Lo vi deslizándose con cuidado por la ladera, causando que algunas piedritas sueltas cayeran también, iba a acercarme para tenderle la mano cuando el ladrido del perro parlante nos sorprendió a todos.

—Oikuto —fruncí el ceño cuando Ginga nos pasó de largo, para ir hacia el perro blanco que corría hacia acá, con el borrego detrás — ¿Hyoma?

— ¡Ginga! —era fastidioso oír la emoción en su voz, por alguna razón, pero más lo fue ver como el albino se le aventaba encima para abrazarlo ¡Literalmente lo tumbó al piso! Ahora Ginga estaba sentado con los brazos de Hyoma alrededor de su cuerpo. Gruñí por lo bajo sin apenas darme cuenta de que Benkei me miraba extrañado —Hay que ver cómo eres —empezó Hyoma, medio arrodillándose a su lado y sin soltarlo —ni siquiera esperaste a que regresara a la aldea, solo viste a Oikuto y te fuiste ¡Eso no se hace, mal amigo! —a pesar de que se estaba quejando, su boba sonrisa no desaparecía y solo hizo reír a Ginga —yo también te he extrañado —eso fue dicho más bajo, pero alcancé a escucharlo mientras el borrego volvía a abrazarlo.

—Lo siento mucho, amigo mío —Ginga se llevó una mano al pelo, en ese gesto tan común suyo —digamos que era una situación de emergencia.

Hyoma volvió su cabeza hacia la montaña —si subiste hasta allá, me imagino. Lo que me recuerda —luego hizo una pausa y miró a Ginga con genuina molestia — ¡Estás helado! —exclamó en reproche. Y aunque era algo que debería ser evidentemente, considerando la situación, también me preocupó.

Ginga parpadeó varias veces —bueno, es obvio. Acabo de bajar de la montaña ¿sabes? ¡Y me cayó encima un deslizamiento de nieve!

Hyoma volvió a abrazarlo y yo a gruñir —vas a matarme de preocupación un día de estos, Gin —por fin lo soltó y se levantó —vamos a casa —le tendió la mano para que se levantara, pero antes de que mi pelirrojo pudiera hacer nada, Kenta y Madoka se le fueron encima también, entre lágrimas, para saludarlo y reclamarle, diciéndole cuánto lo habíamos extrañado, cuán preocupados estábamos y pidiéndole que no volviera a darnos estos sustos.

Hyoma y Benkei se rieron, mientras esté último y yo nos acercamos también al fugitivo pelirrojo que seguía en el suelo.

—Está bien, está bien —exclamó él entre risas, sentándose correctamente después de ese ataque de afecto —lo lamento, amigos.

—Debes estar exhausto —mencionó Oikuto, apoyando sus patas delanteras en la pierna derecha de Ginga.

—Ni que lo digas, podría dormir un día entero —accedió mi chico —sobretodo porque hace mucho que no duermo en casa.

—Tus amigos también pasaron la noche en vela para buscarte —le informó el perro.

Ginga pasó su mirada ámbar por todos hasta terminar en mi —chicos, no tenían porqué. Seguramente les tomó mucho dar con la aldea ¿Todos están bien?

Como siempre, preocupado por los demás antes que por él —fue difícil, hasta que Hyoma nos encontró —expresó la mecánica.

Y ese comentario le valió una sonrisa al pelo de oveja.

—Venga, regresemos a la aldea —apuró Oikuto, bajándose de Ginga —todos ustedes necesitan descansar.

Todos estuvimos de acuerdo. Esta vez me le adelanté a Hyoma y le ofrecí mi mano a Ginga para que se levantara. Él me miró sorprendido, como si no se lo esperara; aunque​ no sabía si le sorprendía el hecho de que estuviera aquí o de que buscara su contacto en frente de todos.

Por amor al beyblade, solo lo tomaré de la mano. Nadie sospecharía nada de eso… ¿Cierto?

Ginga tomó mi mano y sentí como si un peso se nos quitara a ambos del pecho, pero antes de que pudiera tirar de él, estiró su otra mano con una sonrisa apenada y supuse que estaba realmente cansado, así que la tomé también y lo puse en pie de un tirón —andando, oh- ¡! —me detuve en seco cuando Ginga se dejó llevar por el impulso directo a mi pecho y el calor se me subió a las mejillas. Digo, sí, quería abrazarlo -y hasta devorarlo a besos- ¡pero no era el momento!

— ¿Ginga? —había algo en el tono de voz de Hyoma que me hizo sonreír inconscientemente, hasta que se acercó y puso su mano en el hombro de Ginga para tirar de él en una posición erguida — ¿Estás bien?

—Estoy… —apenas pudo decir una palabra cuando me di cuenta que le fallaban las piernas. Me agaché justo a tiempo cuando él no pudo mantenerse en pie y lo sostuve, quedando ambos arrodillados con uno de sus brazos sobre mis​ hombros​ y los míos alrededor de su cuerpo, por dentro de la gabardina.

Pude darme cuenta de que Hyoma no había exagerado antes, Ginga estaba muy frío. Y además, su respiración parecía un poco forzada. Su cabeza fácilmente cayó contra mi clavícula.

—Tibio —creo que fue lo que murmuró, y tuve que morderme el labio inferior para controlar el sonrojo que quería apoderarse de mi rostro, podía sentir su respiración contra mi piel.

—Necesita entrar en calor y rápido —determiné, él estaba agotado pero no podíamos dejarlo dormir hasta que su cuerpo recobrara una temperatura normal — ¿puedes ponerte en pie? —susurré bajo en su oreja. Odiaba verlo tan débil, me recordó al final de su batalla contra el demente de Ryuuga.

Ginga negó con la cabeza, aferrándose con sus manos a mi ropa. Suspiré y finalmente lo dejé de nuevo sentando en el piso — ¿Kyouya qué haces? La idea es mantenerlo caliente —Madoka me reclamó cuando empecé a quitarle la gabardina café.

Ginga solo se dejó hacer por mí —obviamente lo sé, niña —rodé los ojos y lancé la prenda fría sobre mi hombro, hacia ella. Reí por lo bajo al escuchar su quejido ahogado bajo la tela fría —esa cosa no le estaba sirviendo de nada —añadí, mientras me sacaba mi chaqueta para ponérsela a Ginga. Si bien no le cubriría los brazos, ya estaba tibia por mi propio calor corporal y eso lo ayudaría hasta que regresáramos a la aldea y pudiéramos meterle en una cama, entre mantas.

Ni siquiera me di cuenta de que Hyoma me estaba mirando con sorpresa, incredulidad incluso podría decir, hasta​ que me acomodé de forma en que era obvio que pretendía llevar a Ginga en mi espalda —yo puedo hacerme cargo de Ginga, debes estar cansado, como tus amigos —le escuché decir, mientras se acercaba a nosotros.

Por un segundo, me pregunté si acaso sería muy sospechoso negarme, pero mis instintos empujaron esa duda al fondo de mi cabeza. Ginga es mi compañero y yo soy el primero que velará por su seguridad.

—Un poco tarde —de un ágil movimiento, me había levantado con Ginga sobre mi espalda. Era gratificante notar como él me abrazaba de inmediato y se acomodaba contra mí, como si fuera automático y natural para él hacerlo —te avisaré si me canso, para que hagamos relevo —añadí con una sonrisa burlona, porque bien sabía que no cedería. Ese pelo de oveja no pondría sus manos más de lo estrictamente necesario de nuevo sobre mi Ginga.

Aun así, mientras íbamos de regreso a paso acelerado, tuve al corderito pegado a mí, con los ojos puestos en mi pelirrojo — ¿cómo te sientes, Gin?

—Estoy.. bien. Solo tengo frío —resopló en mi cuello y me provocó escalofríos que luché por contener —No te angusties, Hyo-chan.

Tensé mi agarre en sus muslos en respuesta al apodito que le había soltado. Me irritó aún más la risita tonta del aludido —no me decías así desde pequeños, Gin.

De reojo lo miré, paseaba su mirada del rostro Ginga a sus brazos; si me lo preguntan diría que estaba queriendo tomar su mano o algo por el estilo, pero los brazos de Ginga rodeaban mi cuello y sus manos se apoyaban entre sí por mi pecho, cerca de mi corazón.

Tenerlo así me mantenía lo suficientemente en calma, para no gruñirle a Hyoma cada minuto.

—Kyouya —giré instintivamente mi cabeza hacia él apenas murmuró mi nombre en ese tono tan suave, similar a como me llamaba a veces en las noches cuando tenía pesadillas; y de reojo atrapé al borrego mirándonos atento—discúlpame —parpadeé un par de veces, tratando de entender respecto a qué exactamente se estaba disculpando, y aún en su estado pareció notar mi duda —no es la primera vez que me llevas de esta manera ¿no? —hizo una pausa, como si le costara hablar mucho —Los chicos me dijeron… Que después de lo de Dark Nebula tú…

Lo interrumpí, antes de que se deshiciera en agradecimientos tiernos. No era el momento, no con el borrego mirándonos como si creyera que en cualquier segundo yo fuera a salir corriendo hacia el bosque para secuestrar a Ginga.

Bufé, desviando la mirada y alzando la cabeza con orgullo —Nimiedades —desestimé —No pesas nada ¿A dónde se van todas esas hamburguesas que comes?

Ginga soltó una pequeña risita con mi comentario, sin importarle el obvio cambio de tema. Sin embargo, algunas corrientes​ de viento frío que bajaban de la montaña se cernieron sobre nosotros y provocaron que Ginga se estremeciera y acurrucara lo más posible en mi espalda, bajo mi abrigo.

—Aguanta un poco, amigo —ahora sí, Hyoma colocó su mano en el hombro de Ginga —ya casi llegamos a la aldea.

Oikuto saltó de repente a los brazos de Hyoma para luego colarse sobre su hombro —has estado demasiado tiempo ahí arriba sin comer ni descansar apropiadamente. Me sorprende que no te hayas resfriado.

—Ya me conoces, Oikuto —Ginga temblaba cada tanto ahora.

El perrito gruñó por lo bajo en contemplación —creo que el agua caliente sería lo mejor.

Ginga volvió a reír —Sé a dónde quieres llegar, Oikuto —dijo y sonrió el pelo de oveja.

—Hey, chicos —Ginga alzó la voz para atraer la atención del resto del grupo, que caminaban delante de nosotros — ¿Qué les parece un baño en las aguas termales de Koma?

— ¿Aguas termales? —repetimos los cuatro a la vez, aunque la voz de Madoka pareció subir una o dos octavas con emoción.

Juraría que la mecánica tenía estrellas en los ojos.

Fin de pov's Kyouya.

El joven león pudo caminar más tranquilo, y darse cuenta de que Ginga le estaba dando pequeños besos y caricias en su cuello y el nacimiento de sus hombros -descubiertos por su camiseta desgarrada-, cuando Hyoma se desvió del grupo, diciendo que pasaría a casa de Ginga por algunas cosas del pelirrojo.

Oikuto los estaba guiando, caminaba al frente mientras charlaba con Madoka, Kenta y Benkei de cosas sobre las que ni Ginga ni Kyouya ponían atención, estaban más centrados en sí mismos, con el peliverde frotando y apretando los muslos del menor en respuesta a sus caricias.

—Lamento que hayan tenido que hacer todo el viaje hasta acá —murmuró suavemente el oji-ambar, acariciando la nuca de su compañero con la punta de su nariz.

—Espero que así sea —bufó el otro, igualmente en voz baja, para no llamar la atención —no tienes idea de lo que tuve que soportar, con esos niños quejándose y Benkei siendo perseguido por abejas y jabalíes —rodó los ojos.

Ginga soltó una risita —no me sorprende que lo hayan logrado, eres un líder natural Kyouya —el aludido sonrió de lado ligeramente —a la izquierda.

El peliverde se descolocó un poco cuando el chico en su espalda levantó la voz — ¿Qué?

—La entrada a las aguas termales, es por aquí, a la izquierda —dijo más alto.

Oikuto se había despistado en medio de su charla, por lo que se detuvo en seco y miró a su alrededor —ah, sí —a todos les bajó una gotita por la mejilla mientras seguían las indicaciones del pelirrojo hasta llegar a un portón de caoba, tallado con burbujas y flores.

—Es aquí —confirmó Ginga, con una pequeña sonrisa que hablaba de completa nostalgia. Intentó bajarse, pero Kyouya apretó el agarre de sus piernas para dar a entender que no lo soltaría.

Entraron, el sitio se sentía acogedor y tibio. Ginga se estremeció por el 'brusco’ cambio de temperatura.

—Chicos, pueden cambiarse por allá —señaló el pelirrojo —Madoka, por allá —apuntó con la mano contraria a otro pasillo —yo esperaré a Hyoma.

— ¿Kyouya?

El peliverde le dedicó un movimiento con la cabeza a Benkei —adelántense —ordenó, así que el aludido caminó tras Kenta mientras Oikuto guiaba a la mecánica —ahora… veamos —miró a su alrededor con atención antes de seguir caminando.

— ¿Qué haces? Tengo que esperar a-

Tategami no le permitió terminar esa oración — ¿y piensas descambiarte con el frío que llevas? —dijo seco, mientras caminaba descalzo por el pasillo de madera, ya que se habían quitado los zapatos nada más entrar —necesitas calentarte, ya me has oído.

Ginga quiso reclamar más pero se halló sin las ganas de hacerlo. Había un calor que bullía en su pecho cuando Kyouya se comportaba así, y le decía que debía dejarse cuidar y mimar por él.

Siendo honesto consigo mismo, le gustaba. Y mucho.

Sin ninguna instrucción por parte del lugareño, Kyouya llegó hasta la zona de las aguas termales. Para ser sincero, debía aceptar que el lugar era precioso. Había varias piscinas de agua tibia que emanaba un suave vapor.

— ¿Mejor?

Ginga apretó su abrazo —es un poco incómodo, pero sí.

— ¿Crees que puedes mantenerte en pie? —cuestionó de nuevo el oji-azul.

Ginga asintió —creo que sí. Bájame.

El joven león flexionó las piernas, sabiendo la diferencia de alturas con el pelirrojo, y soltó sus muslos.

El menor apoyó sus pies en el piso, la suela de sus zapatos hizo un ruido pesado contra la madera pulida. Se tomó un momento para cerciorarse de que, efectivamente, podía mantenerse en pie, antes de soltar los hombros del más alto.

Kyouya se volvió inmediatamente hacia él, listo para sostenerlo si hacía falta. Pero no fue así.

Ginga le sonrió, mientras se retiraba la prenda verde para luego estirar un poco su cuerpo —Gracias… por todo —le regresó la chaqueta y se empinó para darle un suave beso en los labios.

Kyouya dejó de contenerse entonces. Sin recibir su chaqueta lo tomó de las caderas y forzó el besito casto que Ginga le había dado en un beso más profundo y apasionado, transmitiéndole toda la furia, la preocupación y el desasosiego que había experimentado por su fuga.

Aturdido, el pelirrojo solo atinó a corresponder, colocando sus manos en el pecho del joven león y sintiendo el latido de su corazón aumentar al ritmo de su beso. Finalmente cerró sus ojos y se abandonó al calor del juego entre sus lenguas.

Paseó sus dedos, mientras Kyouya reclamaba su boca, jugando con las formas irregulares de la playera negra y acariciando descuidadamente la piel canela. Kyouya estaba caliente con tan solo un par de minutos en el sauna y Ginga ansiaba fundirse en su calor.

De repente, Kyouya se detuvo. Mordisqueó su labio inferior suavemente mientras lo soltaba y alejaba las manos de su cuerpo. Ginga se sintió descolocado por tales acciones y lo expresó con su mirada.

Pero Kyouya no lo estaba viendo, el joven Tategami desviaba sus hermosos ojos azules hacia el pasillo por el que habían llegado y su tez era sería.

— ¿Kyouya? —Ginga llevó su mano derecha a la mejilla de su compañero y deslizó su dedo pulgar por la cicatriz bajo el ojo, tratando de atraer nuevamente su atención.

—Aún estás un poco frío —el mayor disfrutó de la peculiar sensación de la suave piel, usualmente tibia, de Ginga, fresca contra su propia piel y se recriminó mentalmente el no haber colado sus manos por entre la camisa del mismo para poder sentir aquel tacto más ampliamente, como deseaba —deberías darle sus cosas para que pueda ir a cambiarse —dijo está vez en voz más alta, dándose vuelta al pasillo que había estado mirando — ¿no crees, Hyoma?

Ginga se volvió, sorprendido, al pasillo y vio a su amigo de la infancia caminar hacia ellos lentamente, con una pequeña mochila de tela en su mano. El dueño de Aries lucía un poco tenso y miraba particularmente a Kyouya con el ceño fruncido.

—A eso venía, ya que no estaban en la sala principal —contestó lentamente.

Kyouya se llevó las manos a los bolsillos de forma casual, encogiéndose de hombros —pensé que le haría mejor acercarse al calor antes de cambiarse y parece que no me equivoqué —desvió su rostro del 'intruso’ y miró a Ginga con ojos suaves.

—Tienes razón. Vamos a cambiarnos —dijo Ginga, inocente de la tensión entre sus dos rivales más estimados, dirigiéndose de regreso hacia los cambiadores a paso tranquilo. Kyouya le siguió inmediatamente, tenía intenciones de chocar su hombro con el de Hyoma al pasar pero este se apresuró a caminar junto al dueño de Pegasus.

—Si necesitas ayuda no dudes en pedírmela —le dijo directamente. Kyouya tuvo ganas de tomar la mano de Ginga en ese momento, solo para que el otro se alejara.

—No te preocupes, Hyo-chan. Puedo solo, estoy seguro —le tranquilizó el pelirrojo con una sonrisa, y Kyouya tensó la mandíbula al oír de nuevo el apodito.

—Si tú lo dices —Hyoma lo miró con ojos suaves mientras caminaban.

Llegaron de regreso a los cambiadores, aunque Kyouya se extrañó de no ver a Benkei ni a Kenta, Hyoma aseguró que había un acceso directo de los vestidores hasta las termas.

 Era un salón bastante amplio con varios lokers y cortinas cerradas en semi-círculos contra la pared de fondo, el joven león supuso que se debía a que era el único lugar así en toda la aldea.

Hyoma se quedó a la derecha de Ginga mientras esté abría uno de los pequeños armarios para meter sus cosas. A la izquierda del pelirrojo, Kyouya lo imitaba para dejar su chamarra verde.

Antes de Ginga poder hacer nada más, Hyoma empezó a desatar el nudo en su nuca que cerraba la bufanda blanca. Ginga solo se dejó hacer. Hyoma colocó la bufanda dentro del armario que había elegido del pelirrojo y procedió a quitarle la chaqueta también.

 A Kyouya estaba a punto de darle un tic nervioso en la ceja derecha cuando Hyoma paró de 'ayudar’ a Ginga a desvestirse para darle una toalla. El pelirrojo aprovechó para sacarse él mismo la playera salmón y cubrirse de inmediato los hombros y el pecho con la toalla que su amigo le ofrecía.

El albino entonces se hincó en una rodilla y Kyouya lo miró de frente sin importarle que se diera cuenta, cuando este empezó a trabajar en los cinturones del más bajo. El peliverde observó a detalle, procurando que las manos ajenas no tocaran nada indebido, mientras Hyoma desenganchaba y sujetaba los cinturones de Ginga, antes de que estos cayeran al piso por su propio peso.

—Gracias amigo —Ginga le sonrió, inocente de todo, cuando Hyoma le tendió un bañador azul marino.

Kyouya entendió para qué​ eran las cortinas del fondo cuando Ginga se dirigió a una de ellas y la cerró cuidadosamente para cambiarse el pantalón por el bañador.

Una vez su pareja estuvo lejos del borrego, Kyouya se empezó a desvestir también. Pilló de reojo a Hyoma mirándolo con algo parecido a superioridad en sus ojos por lo que simplemente gruñó en voz baja y se retiró la playera para guardarla en el loker junto con su chaqueta y las cadenas de su pantalón.

Cuando Ginga salió, usando el bañador azul a la altura de las rodillas, holgado y con zigzags de color anaranjado en la parte de las piernas, Hyoma también se había sacado la parte superior de sus prendas. El pelirrojo los miró, cerrando la toalla -que permanecía sobre sus hombros como una manta- a la altura de sus clavículas con una mano.

—Dense prisa y cámbiense, los demás nos deben estar esperando —apuró el menor.

Sin siquiera mirarse, Hyoma y Kyouya fueron también hacia la cortinas, dejando dos de por medio, para cambiarse.

Kyouya salió con un bañador de estampado militar, verde oscuro y negro, hasta un poco antes de las rodillas, y que se ajustaba en sus caderas con un cordón amarillo.

Hyoma llevaba un bañador un poco más corto, como un short, magenta con bordes de color crema.

—Listo —con un poco más de energía, Ginga los tomó a ambos de las manos y tiró de ellos por el pasillo que conectaba los vestidores con las piscinas de agua termal.

Kyouya trastabilló un poco antes de seguirle el paso. Hyoma simplemente se rió, obviamente acostumbrado a los momentos de impulsividad de su mejor amigo.

Cómo Ginga había dicho, Kenta, Madoka y Benkei ya estaban metidos en el agua.

Los chicos estaban en una de las piscinas, que se separaba de en la que estaba Madoka por un pequeño murito, sobre el cual, la castaña cruzaba los brazos y recostaba la cabeza, dejando el resto del cuerpo flotar de forma relajada, y dónde Oikuto también estaba echado.

—Ya se estaban tardando —comentó la mecánica, viendo a los tres bladers — ¿Te sientes mejor, Ginga?

El aludido levantó los brazos, con las palmas al frente —así es, no tienen por qué preocuparse chicos, en serio.

Kyouya bufó ante esa respuesta y se deslizó dentro de la piscina, contenido un jadeo al sentir que su cuerpo se relajaba rápidamente en el agua tibia y el suave aroma que pululaba por todo el lugar.

Era realmente un placer.

Hyoma tomó la toalla que tenía Ginga sobre los hombros y se hincó para empaparla en el agua caliente, luego la apretó un poco para retirar el exceso y volvió a colocarla sobre el cuerpo del pelirrojo — ¿cómo está?

Ginga apretó los ojos, temblando un poco sin poder evitarlo pero de inmediato cambió su expresión por una sonrisa ligeramente forzada —bien —le respondió simplemente.

—Entra de una buena vez —bufó Kyouya, levantado los brazos sobre el piso que rodeaba la piscina termal.

Ginga le hizo caso y se sentó para meter las piernas, una vez se acostumbró al cambio de temperatura hasta las rodillas tomó aire profundamente y se dejó caer por completo, incluso se quedó sentado unos segundos en el fondo antes de subir a respirar.
Al abrir los ojos se encontró de lleno con el rostro de Kyouya, que lo miraba atento, con bien oculta preocupación y a la expectativa.

Kenta nadó hacia él, mientras Hyoma observaba con ojo crítico esos pequeños segundos en que Ginga y Kyouya se perdieron en los ojos del contrario, como si estuvieran hablando sin decir una sola palabra.

— ¿Ya estás mejor? —la preocupada voz del peliverde menor rompió la tensión del momento e hizo que Ginga le dedicara su atención y mostrará una sonrisa.

—Sí, estaré bien —afirmó el pelirrojo, estirando los brazos —ya no se preocupen, chicos. En serio.

Kenta se abrazó a su amigo, aliviado de que ya todo estuviera bien.  

 

Notas finales:


Continuará...

 


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