Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Curtain por Sabaku No Ferchis

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola! 

Lamento tardar, pero en mi defensa no fue mucho xD ¡Espero que les guste el capítulo! :D 

 

 ~CURTAIN~

(ItaSaso)

 

[2]

 

Número desconocido

 

Si no rompes la soga, algún día terminarás dándote cuenta de que fuiste usado, maltratado y olvidado muchas veces por la misma persona, como un muñeco de trapo a merced de un pequeño travieso. Para entonces, será demasiado tarde. En cambio, si dejas de voltear hacia atrás y abres esa puerta, no necesariamente vas a encontrar lo que no hallaste en ella, pero sí te sentirás liberado.

La campana de la tienda anunció un nuevo cliente y un aroma dulzón envolvió al joven del corazón inquieto. Tintes de vergüenza querían subírsele al rostro ante la idea de que estaba actuando como un acosador, dándole mucha importancia a alguien que sólo fue amable con él. Así que este será el último intento, se dijo antes de inhalar y soltar su voz.

—Disculpe—Dijo al joven que estaba tras la caja, quien difícilmente lo iba a escuchar por los enormes audífonos que llevaba puestos—. Disculpe—Repitió, elevando el tono de su voz e inclinándose hacia delante.

Al percatarse, el otro se descubrió las orejas.

—¿Sí, cliente-san? ¿Puedo ayudarle con algo?

—Ah, sí—Itachi se tomó una pausa, pensando en la mejor manera de hacer su pregunta, aunque de cualquier forma iba a sonar horrible—. Verá… la botarga de Chococat…—Negó con la cabeza—. Quiero decir, la chica que usa la botarga de Chococat, ¿en qué horario puedo encontrarla?

El joven, cuyo nombre se leía en su etiqueta de empleado como “Hola, te está atendiendo Komushi”, abrió los ojos como platos y su boca formó una pequeña o. Itachi se sintió incómodo.

—¿La chica?

—Sí, Sasori-san.

Junto con la expresiva cara dudosa de Komushi, vino un largo momento de silencio e Itachi deseó que lo tragara la tierra. Bajo los bolsillos del pantalón, sus dedos se frotaban entre sí, inquietos.

Qué estúpido. ¿Qué demonios estoy haciendo?

—¡AH! Claro, claro, la persona de la botarga—Komushi rompió el silencio como un niño acordándose de la respuesta en medio de un examen—. Bueno, ya no trabaja más aquí. De hecho…—Rebuscó por debajo del aparador y sacó una cartulina que tenía escrito en letras grandes: “Estamos contratando, ¡únete al equipo Sanrio!” —. Estaba por poner este cartel en la entrada, jeje. O quizás…, ¿le interesa el puesto, cliente-san?

El moreno entrecerró los ojos.

—¿Ya no trabaja más aquí? —Preguntó, ignorando la propuesta de Komushi. Se relamió los labios antes de continuar—. Entonces, ¿me podrías decir dónde encontrarla?

—Disculpe, pero no tengo autorización para dar esa información. Va en contra de las políticas de la empresa—Respondió el joven castaño con amabilidad; a Itachi le pareció alguien simpático, o al menos, esa apariencia le daban sus ojos redondos, sus grandes cachetes y la forma en la que hablaba.

—Entiendo… —El moreno le devolvió la amabilidad con una sonrisa. Sin embargo, decidió intentar una vez más—. Sé que estoy siendo algo molesto y te puede parecer raro, pero quisiera saber si ella vendrá por acá de nuevo.

Komushi soltó una risa, mientras Itachi pensaba en lo idiota que se vería si le pusieran un espejo en frente.

—Tal vez, cliente-san.

Itachi agradeció la atención del joven empleado y salió de la tienda. Una fuerte ventisca lo recibió, revoloteándole los cabellos que se escapaban de la coleta baja. Se montó en su bicicleta y la echó a andar.

Durante el camino a casa, en lugar de recordar los bracillos de Izumi rodeándole la cintura cada que lo acompañaba, vino a su mente la imagen del gatito negro aferrándose fuertemente a él y negándose a soltarlo hasta que su teléfono perdió la llamada de Izumi. Quizá aquel evento fue mera casualidad, pero Itachi no había podido dejar de pensar en ello.

¿Por qué? — Había preguntado entonces, aturdido. El silencio del gato le dio un poco de tiempo a Itachi para pensar en la tontería que estuvo a punto de cometer—. Gracias… si le hubiera contestado, sería un imbécil.

Lo que más le sorprendió al moreno no fue ver al gato negar tal afirmación fervientemente, sino esas patitas afelpadas cerrarse sobre sus manos con tanta firmeza que por poco se le cae el dango. Un tirón en el estómago. Una sensación electrizante en todo el cuerpo. De alguna manera, ya no existía Izumi. Era como si, por un pequeño momento, ese gato la hubiese borrado de su mente.

Se sintió agradecido; era como un tranquilizante.   

Poco después, el gato se separó e hizo una reverencia a modo de despedida. Sin embargo, Itachi captó rápido el mensaje y sostuvo al minino por la pata cuando éste se dio la media vuelta.

—Disculpa…—Comenzó, tomando una iniciativa imprevista—. ¿Puedo preguntar por tu nombre?

Tal vez fui brusco, pensó una vez que lanzó la pregunta. Pero quizá el gato no pensó así, pues hizo una seña e Itachi entendió que pedía algo para escribir. Así que buscó entre su mochila y sacó una pluma, la cual el gato tomó casi arrebatándosela.

—Ah, espera, deja buscar un papel—Dijo el moreno.

Y una vez más, Chococat se le adelantó. Sostuvo la muñeca de Itachi para comenzar a escribir sobre la palma de su mano. El Uchiha, atento, notó la pluma temblar en la patita afelpada, preguntándose qué pasaría por la mente de la persona que estaba dentro de la botarga. ¿Estaba asustada? ¿Nerviosa? Entre toda la aflicción y sus lágrimas secas, Itachi sonrió cálidamente.  

“Sasori-san” —Leyó el joven e hizo una reverencia—. Mi nombre es Uchiha Itachi, mucho gusto. Y en verdad agradezco haberme encontrado contigo en este momento.

Incluso cuando ella se había ido y él volvía a su casa saboreando el dulce que le obsequió, Itachi siguió pensando en Sasori como un milagro, como una mensajera que le ayudó a abrir los ojos. Quería devolverle de alguna manera el favor, así que la buscó en la tienda durante los tres días siguientes, sin éxito. Pero esta vez, las palabras de Komushi, aunque vagas, hicieron que las esperanzas de Itachi no murieran por completo.

—El día en el que tú te marches, mi alma se irá contigo—La voz de Sasori temblaba desgarradoramente, como si dentro de su garganta miles de agujas le rasgaran la carne—. El día en que tú abandones este mundo, yo me volveré un autómata y los vestigios de humanidad en este cuerpo se habrán desvanecido, entonces vagaré errante hasta el fin de los tiempos como el oxidado recuerdo de nuestro amor.

Sus piernas flaquearon y él cayó al suelo de rodillas. Su pecho se contraía por el dolor, sin embargo, encontró la fuerza para sostener las manos de la chica firmemente y depositar un beso profundo sobre sus dedos.

—Los Dioses no saben cuánto te amo. Pero tu destino ha sido escrito por ellos, tu apellido lleva la sangre de tus antepasados y las criaturas inocentes que asesinaron. Así que no te hinques frente a mí, que las piedras que cargas no son tu culpa—Levantó el rostro al fin, mirándola a los ojos—. Yo soy un guerrero autómata y tú eres la mártir que salvará al mundo. Lo nuestro no fue escrito para durar, así que puedes ir a cumplir tu destino en paz, que yo me quedaré amándote hasta que mueras, y entonces mi esencia morirá contigo.

Sasori pasó lo siguientes diez segundos cabizbajo hasta que la soltó y se levantó suspirando. En realidad, llegar a tales niveles de voz le resecaban un poco la garganta. Necesitaba refrescarse.

—Deidara, ¿podrías pasarme mi agua? —Pidió al rubio que hasta entonces había permanecido sentado bajo la tarima, tomando notas en su libreta.

—Claro—Deidara buscó la botella de agua entre las cosas de Sasori y se la dio—. Sublime como siempre, danna. Aunque no es de sorprenderse, los papeles trágicos siempre van bien contigo, hum.

—Eh, rubia empalagosa, ¿acaso estás ciego? Sasori no fue el único que hizo la escena.

Deidara miró con ojos desdeñosos a la pelirroja que había coprotagonizado con Sasori.

—Si no fueras una arpía, más o menos podría aceptar que no eres tan mala actuando, hum.

—Eres un…—Ella, gruñendo como tigre, estuvo a punto de lanzarse sobre el rubio. Pero su primo la detuvo.

—Para, Tayuya—dijo Sasori, cerrando la botella de agua—. Si quieres conservar el papel, debes controlar tu carácter.

Ella refunfuñó, pero obedeció al taheño. Se bajó de la tarima para irse con sus amigas, pues había terminado el ensayo del día de hoy. Mientras tanto, Deidara fue por las mochilas y se echó la suya al hombro.

—Aquí tienes, danna.

—Gracias, mocoso.

Ambos salieron del teatro y caminaron por el campus hacia la salida. Antes de llegar, a Deidara le vino antojo de sándwich, así que fue corriendo a la fila del puesto. Mientras tanto, Sasori se sentó en una banca cercana a esperarlo.

Estaba repasando el libreto cuando le llegó un mensaje de Komushi. Al abrirlo, el corazón se le fue a la garganta.

“Oye, Sasori, ¿recuerdas lo que me comentaste del tipo que creías que iría a buscarte? ¡Pues adivina qué! ¡Sí fue! D:”

Los latidos de Sasori ni siquiera se habían normalizado antes de recibir el segundo mensaje.

“Ayer vino preguntando por la “chica” de la botarga de Chococat, ¿puedes creerlo? ¡Él piensa que eres una mujer!”

Un momento. El taheño echó la cabeza para atrás, encontrándose con el cielo azul. ¿Qué demonios? ¿Qué estaba sintiendo ahora mismo? Calor, nervios, tristeza, resignación y felicidad. Él había ido a buscarlo. Sí, pero él creía que se trataba de una chica, no de un pelirrojo enano y raro. Sasori maldijo el momento en el que flaqueó y creyó que sería buena idea escribir su nombre en la mano del moreno.

“Pero no te preocupes, no lo saqué de su error. Y como dijiste, tampoco le dije dónde puede encontrarte. Sólo te recomiendo que no te pases por la tienda durante unas semanas”

Sasori se mordió el labio y le escribió a Komushi un “Gracias, por todo”, pues el castaño había accedido a sus peticiones sin preguntar más de lo necesario.

Se quedó ahí, mirando el teléfono como si la pantalla mostrara los secretos más grandes del universo. Cualquiera diría que estaba molesto por la forma en la que fruncía el ceño y presionaba los dedos contra el aparato. Sin embargo, cuando Deidara llegó, vio a un chico lleno de impotencia por haberse enamorado de un imposible. ¡Oh, pobre de su danna!

—¿Estás ensayando otra escena de la obra? Porque te está quedando muy bien—Dijo el rubio con una sonrisa, para sacar al otro de su burbuja.

Sasori parpadeó y se talló el puente de la nariz como cuando le dolía la cabeza.

—No es nada—Se levantó—. Vamos, necesito hacer una entrega de parte de mi abuelita.

—¡Mhm!

Los siguientes minutos fueron incómodos para ambos muchachos. Sasori no le había comentado al rubio lo que había pasado, y era obvio que el otro moría por preguntarle. Por otro lado, Deidara se mordía la lengua pensando que, si no quería que el pelirrojo se molestara, debía ser paciente y esperar hasta que éste quisiera hablar.

Sin embargo, ese momento nunca llegó. Habían llegado a la esquina donde se separaban, pues Deidara había quedado con Madara y Sasori necesitaba tomar el bus para llegar a la dirección que su abuela le había anotado en un papel.

El pelirrojo tomó el trasporte e intentó quedarse dormido un momento. Mala idea; cada tres minutos terminaba pensando en él y lo torpe que había sido al exponerse. Pegó su cabeza contra la ventana del bus. Bien. Sí, el moreno pensó en Sasori como una mujer, pero eso no significa que lo haya buscado con una intención romántica. Así que, ¿por qué estaba tan nervioso?

Si él quiere agradecerme, entonces no tiene por qué molestarse de que yo sea varón.

Al bajar del bus, aun le faltaba recorrer algunas cuadras que estaban en una pendiente hacia arriba. El viento soplaba a esas horas de la tarde, por lo que sacó su suéter de la mochila antes de andar a caminar y metió las manos en los bolsillos.

—El día en el que tú te marches, mi alma se irá contigo—Murmuró en un intento por despejar su mente—. El día en el que tú te enteres, en serio… va a doler—Pero fracasó.

Suspiró. Los pétalos de cerezo se miraban frágiles al agitarse con el viento. Probablemente así de frágil se vería él si decidía dejar que el moreno lo encontrara. ¿Qué le iba a decir?

Hola, soy Sasori. Y soy varón. No tienes nada que agradecer, sólo quiero que entiendas lo idiota que fue tu novia.

Bah. Mejor debería olvidarse de todo, ¿no? ¿Por qué demonios estaba considerando encontrarse con él, si bien sabía que sólo terminaría ilusionándose en vano?

Ruido. Sasori levantó la mirada y en ese momento toda la vida se le fue a la boca del estómago. Mientras caminaba, sus ojos se clavaron sobre la figura de Uchiha Itachi, quien venía en sentido contrario montado en su bicicleta. Lo miró con pants azul y sudadera negra, sólo para darse cuenta de que, en el segundo en el que ambos se cruzaron, él lo miró también. Y era la primera vez que lo hacía.

Unos pasos más adelante, el pelirrojo se detuvo. Todavía podía escuchar los latidos de su corazón y cómo deseó que éstos se detuvieran por completo. Siempre había pensado que era de las pocas personas en el mundo capaz de controlar sus emociones a la perfección, pero ahora descubrió que no era así. Saber que ciertos pensamientos o comportamientos eran irracionales, no lo exentaba de presentarlos. ¿Qué estaba pensando? ¿Qué él lo reconocería de la nada y se acercaría a hablarle?

No. Para Uchiha Itachi, el verdadero Akasuna no Sasori era un completo extraño.

Frunció el ceño, desechando todos esos pensamientos. Continuó caminando alrededor de cinco minutos hasta que llegó al lugar que le indicó su abuela Chiyo. Tuvo que levantar la cabeza para contemplar la fachada completa. Era una casa enorme, con jardín y fuente. Sasori tocó el timbre y segundos después una voz femenina sonó por el intercomunicador.

—¿Sí?

—Vengo a hacer una entrega para la señora Mikoto, de parte de la tienda de marionetas y muñecas Akasuna no Hana.

—¡OH! Claro, claro—contestó la mujer amablemente. Sasori escuchó un timbre y el candado de la reja quedó desbloqueado—. Adelante, por favor.

El pelirrojo cruzó el jardín hasta llegar al porche de la casa, donde una mujer alta, de larga melena negra le estaba esperando con el rostro más amable del mundo.

—Buenas tardes, jovencito—Saludó ella—. Justo estaba esperando que llegara mi pedido. Oh, y dale mis disculpas a Chiyo-baa-san por no haber ido a recogerlo por mí misma, pero debía quedarme en casa para ayudar a preparar todo para la fiesta.

—No se preocupe. ¿Cuál es la ocasión? —Preguntó el pelirrojo por cortesía, mientras sacaba de su mochila la caja de madera donde estaba el pedido.

—Es el cumpleaños de la hijita de mi sobrino, vendrán a festejarlo desde Oosaka.

—Es un bonito regalo—Dijo el pelirrojo.

Le extendió la caja a la mujer de pelo negro, y mientras lo hacía la miró a los ojos. Negros como el carbón. Sasori sintió cosquillas por todo el cuerpo; el color de ojos y esas facciones tan finamente atractivas inmediatamente le llevaron a pensar en él.

—Lo sé. Las creaciones de Chiyo-baa siempre me han fascinado—Ella hizo una pausa mientras sostenía la caja de madera, su mirada estaba sobre el taheño—. Tú… me da la impresión de que eres su familiar, ¿cierto?

—Ella es mi abuelita.

La mujer le sonrió.

—Mucho gusto, yo soy Uchiha Mikoto. Una fiel clienta de tu abuela.

Sasori ya estaba anonadado por el aspecto de la mujer. Sin embargo, cuando ella mencionó su apellido, él sintió que todo aquello era un sueño. No era natural que el corazón le latiera como bong chino, ni que las palabras salieran cortadas de su boca cuando respondió “Mucho gusto”.

—¿Podría revisar la muñeca antes? Es protocolo, para mi abuelita es importante que sus clientes queden satisfechos con el pedido—Pidió el pelirrojo, recuperando la compostura.

—Claro. Vamos adentro Akasuna-kun, te ofrezco una taza de café, ¿o prefieres té?

Sasori tragó saliva. Por un momento, pensó en decirle que tenía prisa, sin embargo, sonaría grosero. Además, justo como la noche que consoló a Uchiha Itachi, su cabeza no funcionaba adecuadamente. Se estaba dejando llevar.

—Té, por favor.

¿Y cuál es el problema?, se dijo mientras se quitaba los zapatos y tomaba el par de sandalias que la señora Uchiha le ofrecía. Después de todo, nada pasará.

Itachi abrió la llave del agua caliente y dejó que el vapor inundara la regadera. Cerró los ojos mientras el sudor se resbalaba por su cuerpo junto con el shampo para cabello. Estaba agotado, los brazos le dolían horrible. Quizá fue mala idea seguir la rutina de Kisame. Nunca en su vida volvería a intentar cargar más de ochenta kilos.

—Itachi-san, no estás muerto, ¿verdad? —Dijo Kisame desde la regadera de al lado.

—Cierra la boca, no voy a volver a intentarlo.

—Vamos Itachi-san, necesitas más masa muscular. Sigues muy delgado—Hizo una pausa, pensando en lo que acababa de decir—. Aunque claro, debes comer más y reducir las horas que te la pasas estudiando con tu tutor. De otra manera te vas a exprimir.

—No creo que necesite más masa muscular—Respondió el moreno.

Kisame no dijo nada más hasta que ambos estaban vistiéndose.

—¿Miruku ya dio a luz?

—Sí—Respondió Itachi con una sonrisa, mientras se ponía su camiseta. Luego, tomó su celular y le mostró a Kisame una foto de un pequeño becerro hecho bolita al lado de su madre.

—Hum. Bien hecho, Itachi-san.

—No lo hice yo solo, Nagato y Konan ayudaron.

—Y… em... —Dijo el peliazul—. ¿No se apareció Izumi?

Itachi se quedó en silencio por un momento. Kisame temió que su amigo volviera a derrumbarse y se regañó mentalmente por haberle preguntado eso.

—Ella abandonó el proyecto.

Y de verdad se sintió aliviado al escuchar eso.

—Eso es genial, ¿no? —Ambos chicos tomaron sus mochilas y salieron de los vestidores—. Te está ahorrando el trabajo de tener que verla en la universidad.

—Izumi siempre ha sido tan considerada…—Contestó Itachi con sarcasmo.

Luego, ambos se echaron a reír y el moreno se sintió más liberado, como si le quitaran una montaña de la espalda. Quizá ya estaba superando a Izumi, o quizá era que había dejado salir todo el estrés del día al reírse junto a su amigo.

Sin embargo, cuando salió del gimnasio sintió una punzada en el estómago, y todo el buen ánimo que había conseguido se evaporó nada más ver a Izumi parada a un lado de su bicicleta, esperándolo. Ni Kisame ni Itachi hablaron cuando la chica los miró.

—Hola, chicos.

Itachi notó que ella era la misma de siempre: alegre, carismática y adorable. No era para más, pero lo que le llamó la atención fue ver bajo ese suéter blanco el vestido acuoso que él le había regalado en su pasado cumpleaños. ¿Por qué demonios lo estaba usando?

Ella pareció nerviosa al ver que ninguno de los dos contestó.

—Ehhh, Kisame-san, ¿podrías darnos un minuto a solas?

—No—Contestó el peliazul e Itachi lo miró.

—Kisame, solo un minuto. No tardaré.

El chico miró al Uchiha y a la chica mordiéndose el labio y sintiéndose muy incómodo. Se hubiera mantenido firme en su respuesta, pero tampoco era la madre de Itachi como para objetarse a sus decisiones, así que tuvo que sucumbir.

—Bien. Iré a comprar algo de tomar—Dijo, y mientras se retiraba, volteó hacia ellos—. Y estaré contando los segundos.

Itachi suspiró una vez que se quedó a solas con su ex novia. Cuando la miró, ella le dedicó una de sus más suaves sonrisas.

—Sabía que te encontraría aquí, Itachi-kun—Acortó distancia con el joven como si quisiera establecer contacto físico—. ¿Cómo estás?

Itachi dio un paso hacia atrás.

—Estoy perfectamente—Respondió sin malicia y sin rencor, pero tampoco se preocupó por ser amable con ella.

Izumi borró su sonrisa y juntó sus manos, mirando al suelo. Hubo un pequeño silencio. Itachi suspiró.

—¿Y tú cómo estás?

—¡Bien! —Respondió, mirándolo a la cara de repente. Tenía los redondos ojos clavados sobre Itachi, sin embargo, no dijo nada más que eso. Itachi se sintió incómodo.

—Me alegra—Dijo él, sinceramente. Luego de aquello, volvieron a quedarse callados—. Izumi, ¿veniste hasta acá sólo para saber cómo estoy?

—Pues sí, en parte. Sabes que, aunque hayamos terminado sigo queriéndote mucho. Además… —Sacó algo de su bolsa y se lo extendió al moreno—. Vine a devolverte esto.

Itachi miró con asombro un collar plateado. Lo recordaba perfectamente, pues lo había mandado a hacer especialmente para ella. La cadena estaba bañada en plata y la piedra era un rubí en forma de corazón. Atrás, estaba escrito el nombre de la chica en letra cursiva.

—Lo compré para ti. Quédatelo.

Ella negó con la cabeza.

—No, no puedo conservarlo, Itachi-kun—Dijo ella—. Cada que lo veo, siento que está mal tenerlo. Tampoco puedo regalarlo, porque sé que fue hecho para mí. Y venderlo sería un acto horrible, así que prefiero regresártelo.

Él tensó los labios y aceptó el collar.

—¿Eso es todo?

—No…

Izumi besó a Itachi de improvisto. Él no lo vio venir y ella ni siquiera le dio tiempo para reaccionar, pues se puso de puntitas y le tomó el rostro para impedir que se removiera. Se separó un poco, lo suficiente para poder hablar.

—Esto es lo último—Susurró ella—. Nuestro último beso.

Volvió a juntar sus labios con los de él, pero apenas le dio tiempo para saborearlos un poco, pues Itachi la tomó de los hombros y la empujó lejos, como un bicho tóxico.

—¿Qué…?

—¡Basta! ¿A qué demonios crees que juegas?

—Itachi-kun, no…

—Vienes a buscarme a las ocho de la noche y me entregas el collar diciendo, prácticamente que ya no quieres nada de mí, pero lo haces mientras te pones frente a mí con ese vestido y luego me besas. ¿Quieres seguir jugando conmigo, Izumi?

—No estoy jugando contigo. ¿Está mal que quiera llevarme un recuerdo de alguien a quien amé tanto?

Itachi entrecerró los ojos.

—Me sueltas cuando me devuelves el collar y te sales del proyecto, pero al mismo tiempo estás diciéndome que seguirás atándome al traer ese vestido y al besarme. ¡Ya basta!

En ese momento, el celular de Itachi vibró dentro de su pantalón. Izumi frunció el ceño.

—¿Sabes algo? ¡Si no querías que esto pasara, debiste cambiar! —Gritó ella—. ¡Debiste tratarme como tu novia! Darme tu tiempo, celarme cuando otros se acercaban a mí, sacrificar horas de tu tiempo para estar conmigo, ¡y no! ¡No lo hiciste! Me obligaste a buscar amor en otro lado, y ahora me reprochas porque lo encontré y terminé contigo. ¿Qué esperabas?

Su celular volvió a vibrar. Número desconocido. Itachi lo sacó y lo desbloqueó para ver el mensaje.

“Hola, Uchiha-san”

“Soy Sasori.”

Él tomó aire.

—Sabes… que cada minuto que tenía libre era para ti. Siempre procuré ser lo mejor para ti, Izumi—Dijo él—. Y no, no te estoy reprochando que hayas encontrado a alguien que ames. En verdad estoy muy feliz por ti. Pero no necesito… que hagas estas cosas. Todo lo que tiene que ver conmigo y contigo lo vamos a dejar hasta aquí.

—Itachi-san, ya vámonos—Era Kisame, que había vuelto con un refresco.

Izumi miraba a Itachi a través de una salada capa cristalina.

—Cuídate, Izumi—Dijo él, pasando a un lado de ella para tomar su bicicleta.

Otro mensaje.

“Komushi me dijo que me buscaste en la tienda …”

Itachi y Kisame echaron a andar las bicicletas; durante el camino que recorrieron juntos, el peliazul evitó hacer preguntas para no perturbar más a su amigo.

Cuando Kisame tomó su propia dirección, Itachi detuvo su bicicleta y sacó el teléfono.

“Hola, Sasori-san”

Y agregó un nuevo contacto.

 

 

 

 

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer! Para el próximo capítulo, habrá más interacción entre estos dos :3 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).