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La cena de los idiotas por Sh1m1

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Sirius estaba esperando a que Severus saliera de la Biblioteca, desde que habían vuelto de las vacaciones de Pascua, sus encuentros habían tomado otro cariz.


Al principio el moreno le había evitado pero Sirius contaba con ello, si tenía algo de lo que enorgullecerse era el ser constante, al menos en las cosas que le interesaban.


Y sentía un morboso interés por Severus desde que lo había visto por primera vez. Una sola persona que reunía todas las cosas que él despreciaba.


Era Slytherin, solo por eso ya tenía asegurada su animadversión. Su cara huesuda, su mirada oscura y profunda, le hacían sentirse juzgado continuamente. Era algo que le crispaba los nervios, le hacía sentir inferior, y eso no podía consentirlo. ¿Quién creía él que era para mirarlo así? Secretamente le recordaba demasiado a la mirada de su madre y ya que no podía enfrentarse a ella, ese bicho raro se empezó a llevar toda su ira.


Pero quizás se hubiera acabado olvidando de él si no hubiera estado constantemente detrás de Lily Evans, el amor no correspondido de James. Él no entendía qué veía en la pelirroja, para Sirius se parecía demasiado a Severus, siempre mirándolos con superioridad. Pero ese hecho le había dejado desarrollar todo el odio que sentía por su compañero, un odio que se retroalimentó junto al de James.


Sintió un profundo placer cuando Lily dejó de hablar con Severus, por primera vez vio como era su cara de sufrimiento. Una que, le hubiera hecho lo que le hubiera hecho, nunca le había visto. No era de piedra y le hacía sentir mejor, mucho mejor.


Esos pensamientos no los compartía con sus amigos que ya le habían advertido de su insana obsesión por el Slytherin. Hasta James le había recriminado por haberle hecho ir a la Casa de los Gritos.


Reconocía que su intención no había sido matarlo, sino volver a verlo indefenso, asustado, algo que se rompiera en aquella máscara hierática que tenía por cara. Y vaya si lo había conseguido. De hecho aún la visualizaba, el terror que sintió al ver a Remus transformado. Todo lo vio con sus ojos de perro, pero el olor del miedo de Severus era como una droga para él.


Sin embargo le habían cortado el grifo, Remus le amenazó con que si volvía a jugársela a Severus perdería su amistad, esta pendía últimamente de un hilo muy delgado. El puñetero y perfecto Remus que siempre se comportaba correctamente, pero a él no le engañaba. Él tenía una noche al mes para liberar su oscuridad y a Sirius quería tenerlo castrado.


Así que ideó aquel plan, era algo común en su círculo social, la Cena de los idiotas realizada por los vástagos de la élite mágica. Él nunca lo había hecho, dudaba que más allá de Severus sus amigos aprobaran esa práctica. Incluso él veía absurda la crueldad sin sentido en ella.


Eran estúpidos al azar, era una competición de quién llevaba al más ridículo. Él solo quería a Severus para sí, los demás le traían sin cuidado.


De nuevo lo vio vulnerable, aquella era la segunda vez y realmente sintió placer físico con ello. Cuando le pegó a su cuerpo olió el miedo, el dolor de haber caído en aquella humillación, y también la esperanza, aquella combinación le encantó.


Ese siempre había sido el punto, verlo sufrir, pero solo había visto una parte: ser su verdugo. Ahora entendía que también podía ser su salvador. Que podía pegarlo a él de un modo mucho más letal.


Sirius sabía que atraía a cualquiera, era una realidad, pero nunca la había usado contra su compañero. Llevaba días y noches pensando en él, quería realizar la ultima y definitiva broma al pelinegro, pero no encontraba nada.


Y fue cuando se le ocurrió la idea, y esta había surtido efecto. No era algo seguro y había expuesto a Severus a una experiencia bastante humillante. Esa había sido la clave, él nunca sería su primera opción si tuviera otra salida. Así que le cerró todas las posibilidades.


Ahora lo estaba esperando en la puerta de la Biblioteca. En cuatro semanas se irían de Hogwarts para siempre y Sirius ya sabía que lo tenía en sus manos.


Cuando había gente delante Severus seguía siendo el mismo de siempre, frío, perfecto e inaccesible. Pero cuando lo tenía a solas, era algo muy diferente. Aún no lo había besado porque tenía que ser él el que cayera, que le besara porque no podría no hacerlo. Una rendición por su parte.


Esa rendición sería la primera de muchas y después le mostraría la realidad, la cruda realidad en la que Sirius siempre estaría por encima de él. De que no era ni tan perfecto ni tan inteligente como se creía y mostraba a todos.


Quizás fuera cruel, como le dijo su hermano, pero él nunca dijo que no lo fuera. Llevaba la podrida sangre Black dentro de él, ¿no era cierto?


Le vio salir e inmediatamente le miró, antes hacía como si no existiera y se iba corriendo hacia su sala común pero se había confiado al punto de acercársele. Y por un momento vio la situación de otra manera. Él era la serpiente que embrujaba a su presa, quien la enroscaba en torno a su cuerpo hasta que ya era demasiado tarde.


—¿No vas a entrenar?


—Potter me ha castigado—dijo Sirius comenzando a andar. Su amigo le había dicho que o dejaba de buscar bronca o le sacaba del siguiente partido. Aquel Ravenclaw había acabado en la enfermería y él en el banquillo.


—¿Por qué?—No había visto nunca a Severus en el campo los días de partido y eso le molestaba en cierta manera.


—Me tiene manía.—Se encogió de hombros—Sabe que soy más guapo que él y no quiere competencia.


Los ojos negros de Severus esquivaron su mirada, y un leve rubor volvió a sus mejillas. Desde la noche de la cena sabía que no le era indiferente, y cada vez que podía le lanzaba indirectas para ver ese gesto incómodo.


Le paró, y le hizo mirarle.


—¿Tú crees que soy más guapo?—preguntó mirándole fijamente y sonriendo. Y si no fuera porque tenía que ser Severus quien lo hiciera, le hubiera besado.


—Yo... no me fijo en esas cosas—dijo volviendo su mirada al pasillo evitándole de nuevo.


—Yo sí me he fijado en ti.—Severus volvió a mirarle sorprendido, no era alguien "guapo", dudaba que entrara en ningún esquema de belleza. Su cara larga, huesuda, su larga nariz y el cabello que siempre le ocultaba unas facciones poco atractivas, no llamarían la atención de nadie.


Pero Sirius también podía ver algunas cosas que llamaban su atención, como los ojos tan negros que le miraban y le devoraban. Los labios finos pero rosados que desde hacía semanas ya no se veían para nada secos. Y aquellas expresiones, aquella determinación de no dejarse romper. Aquellas cosas sí llamaban su atención.


Severus era solo unos centímetros más bajo que él, tenía sujeto su mentón cuando le había hecho mirarle. Y no se lo había soltado, ahora con su pulgar acariciaba la parte baja de su labio inferior. Los labios se despegaron mostrándole parte del interior de su boca.


Era suyo, y quería más de él. Lamió sus propios labios, y le miró una vez más.


Aquella expresión de deseo, de anhelo hizo que Sirius deseara el beso no solo por que fuera parte de su plan sino porque podía notar la conexión entre ambos. Notaba las puntas de la magias de ambos acariciándose, y la de Severus era increíblemente potente, pero decía cuando la suya se imponía. Quería besarle, dejar que sus magias se conocieran un poco más.


Pero Severus se escapó de él y lo dejó plantado en aquel pasillo. Si él lo había sentido, solo era cuestión de tiempo que ocurriera.


Tenía que ser paciente, muy paciente.


 


o0o


 


Severus salió corriendo, huyendo porque sentía que si no lo hacía iba a besarle. Iba a abalanzarse sobre Sirius Black.


Desde el día de la cena, Sirius le había estado persiguiendo. No es que fuera algo nuevo, pero ahora no se dedicaba a molestarle como lo había hecho en el pesado. Ahora parecía que algo había cambiado entre los dos desde la noche en el pub.


Y mentiría si dijera que le disgustaba el cambio, contra toda lógica uno de sus mayores enemigos se había convertido en poco tiempo en algo parecido a un amigo. Salvo Lily, nunca había tenido uno.


Para su pesar desde hacía un par de años, tras un desagradable incidente con Potter, él había acabado diciendo cosas horribles sobre ella y nunca más tuvo la más mínima opción de retomar su amistad. Después de eso sí que se había sentido solo, completamente solo.


Ahora estaba Sirius, sonriendo, hablándole, tomándole el pelo pero sin ningún tipo de maldad. Severus sentía que Sirius también se encontraba solo. Potter solo tenía ojos para Lily; Remus y él no se llevaban bien últimamente; y de Peter no creía que hubiera sido amigo realmente nunca.


La cuestión era ¿cómo había elegido a Severus para llenar ese vacío? ¿Por qué?


Y no encontraba respuesta alguna.


Sirius le había hablado de su madre, de su familia, de como todos le odiaban por no ser lo que esperaban de él. De cómo nadie le entendía.


Severus lo había escuchado todo en silencio, él no se atrevía a contarle cómo era su vida fuera de allí.


Cómo su padre maltrataba a su madre, como en los períodos de vacaciones no era capaz de escapar de su ira, tanto física como verbalmente. Como a pesar de casi ser un adulto siempre se sentía como un niño pequeño cuando su padre la tomaba con él. Tampoco le había contado cómo temía no encontrar trabajo y quedarse encerrado en esa vida. Cómo soñaba con viajar y conocer otros lugares, otras culturas. Como quería buscar algún sitio donde él fuera aceptado.


Pero nunca lo dijo, le daba miedo expresar sus miedos y sueños en voz alta. Y tampoco lo había hecho nunca, no sabía si podría contenerse, si al hacerlo no se abriría el agujero negro que amenazaba con devorarlo desde que tenía uso de razón.


Se sorprendió a sí mismo deseando la compañía de Sirius, sus bromas que siempre le arrancaban alguna sonrisa. Aquella intensidad con la que a veces le miraba. Al principio le inquietó, era parecida a con la que le miraba antes, pero siempre acababa en algo más intenso. Como había ocurrido hacia poco, donde había estado a punto de besarlo.


Antes de eso le había dicho que veía algo en él ¿qué? ¿Qué podía ver en él?


No quería hacerse ilusiones con cosas que podrían no ser, intentaba enfrentarse a las cosas de un modo práctico. Pero eso no era práctico, nada con Sirius era práctico.


Su magia le había acariciado, solo lo había leído en los libros, y sentirla había sido impresionante. Era tan hermosa y también oscura e invasiva como lo era su dueño.


Solo le quedaban cuatro semanas para acabar el curso, no quería hacer nada de lo que se arrepintiera. No quería ilusionarse con algo que no estaba a su alcance. Siempre que lo había hecho había caído aún más fuerte.


Pero su mente no dejaba de mostrarle a Sirius en esa nueva faceta, cuando estaba alegre, cuando andaba enfurruñado porque había discutido con sus amigos.


Cuando le acariciaba los labios.


Severus sabía que no había nada que anhelara más que los sentimientos que empezaba a albergar por él fueran correspondidos.


Esa noche soñó con sus labios, suaves y cálidos, y como los acariciaba con los suyos. 


 


 


 


 


 

Notas finales:

No tenía intención de escribir más de este OneShot, pero hace días me ronda la cabeza, y cuando se pone así de pesadita una idea hay que darle salida, o no te deja hacer nada más.

 

Sigamos odiando juntas a Sirius.

 

No creo que tenga continuación "rápida", pero sí la seguiré. 

 

Besos, Shimi.

 


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