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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

LI
 
Hacía mucho que estaba solo. 
 
Desde que Javier se fuera, Adolfo permaneció en la barra algún tiempo más, antes de retirarse a una mesa discreta en el salón principal, en donde se instaló con una nueva bebida. En todo momento, el pelinegro menor estuvo ignorante de la mirada que caía sobre él, pues su atención esta puesta en la pista de baile, en todas y en cada una de las parejas que pasaban frente a sus ojos; bebió su trago con calma, mientras que en su cabeza daban vueltas pensamientos de diversa naturaleza: celos, dolor, resentimiento.
 
–“Cuanto quisiera tener a alguien con quien lanzarme a bailar y olvidarme de todo” –pensó, mirando su bebida a medio consumir.
 
–Dis… disculpa, ¿estás solo? –preguntó alguien a su espalda, pero le pareció que estaba tan cerca como para sentirlo en su oreja.
 
Se giró de golpe y vio de quien se trataba: un chico como de su edad, vestido con una sudadera y pantalones anchos, que ocultaba sus cabellos rubios y ojos azules bajo una gorra. Tenía un aspecto curioso y su semblante denotaba cierto nerviosismo o vergüenza, que se acentuó con la reacción de Adolfo.
 
–Te… ¿te asusté?, discúlpame.
 
–Sí… sí que me has dado un buen susto, ¿qué quieres?
 
–Ehh… acompañarte, te he visto desde hace rato y me pareció que estabas solo… o, ¿será que esperas a alguien?
 
–No, estoy solo –llamó su atención la pregunta porque, en el fondo, si estaba esperando a alguien que lo sacara de esa situación tan monótona, pero no contaba con que fuera aquel desconocido.
 
–También yo, ehh… entonces, ¿puedo acompañarte? –dijo frotándose las manos.
 
–Supongo que sí –dijo, encogiéndose de hombros.
 
–Gra… ¡gracias!, ¿cómo te llamas? –dijo el rubio, sentándose frente al chico.
 
–Adolfo –respondió secamente, concentrándose otra vez en su bebida.
 
–Yo soy… Lucas, dime, ¿vienes seguido a este lugar? –preguntó, algo nervioso.
 
–No, no realmente.
 
–Oh…, ya veo –dijo desanimándose. Su plan no estaba saliendo según lo planeado: su intención era dar una buena impresión de sí mismo ante Adolfo, incluso se había tomado un par de cervezas para darse ánimos y acercarse al solitario pelinegro, que viera primero sentado a la barra y después en una mesa apartada. Ese chico estaba ahora sentado frente a él, y resultaba evidente que no estaba interesado siquiera en conversar. Lucas pasó la mano por el cabello que sobresalía bajo la gorra y suspiró resignado–. Te estoy molestando, ¿verdad?
 
–¿Eh?, ¿qué dijiste? –no solo no le estaba viendo, tampoco le estaba escuchando. Sus sentidos volvían a estar en la pista de baile.
 
–Disculpa, no quería molestarte –y se levantó para marcharse.
 
–No siempre se obtiene lo que se desea… Lucas –dijo Adolfo de repente, ganándose otra vez la atención del rubio.
 
–Qué… ¿qué quieres decir con eso?, sí que eres raro, “aunque eso no te quita lo atractivo” –dijo por lo bajo, dándole la espalda rápidamente. Eso último lo había dicho de forma espontánea y no sabía qué reacción tendría el otro; estaba indeciso sobre si irse o quedarse esperando una respuesta.
 
–¿Quieres bailar? –se adelantó Adolfo con esa pregunta repentina.
 
–¿Eh?, ¿qué?
 
–Que si quieres bailar. ¿Es idea mía o eres más creído de lo que quieres aparentar?, ¿estás fingiendo? –dijo Adolfo levantándose de la silla y caminó hacia Lucas, quien, ante la inesperada reacción del pelinegro, retrocedió unos pasos–. ¡Hahahaha!, ¡vamos!, demuestra tu valor y dime, ¿quieres bailar?
 
–¿Me das un momento? –se regresó a la mesa, tomó la copa donde había estado bebiendo Adolfo y, sin preguntar qué bebida era, se tomó lo que quedaba de un solo trago, luego se volvió a verle con una expresión por completo diferente: una que demostraba una confianza absoluta–. ¡Vamos!, ¡bailemos!
 
La sorpresa fue para Adolfo, pues Lucas lo tomó de la mano y lo llevó con él hacia la pista. En ese momento, el pelinegro no pensaba en nada más, salvo pasar un rato divertido con aquel extraño, pero atrevido rubio.
 
… … … … …
 
Hacía mucho tiempo que no se divertía así, y aunque conocer gente nueva no era lo suyo, Adolfo logró sentirse a gusto en compañía de Lucas, sin la necesidad de intercambiar demasiadas palabras, porque el rubio tampoco se mostró interesado en ello, salvo bailar en una forma que, al principio, denotaba discreción, pero avanzada la noche, fue acortando la distancia con el pelinegro hasta que pudo sentir su respiración en el rostro y tocarlo con sus manos; Adolfo, por su parte, fue reticente ante los roces y movimientos sugerentes, sin embargo, el efecto del alcohol tornó el malestar que sentía en despecho hacia su hermano, y la oportunidad de desquitarse con él pasando un buen rato con Lucas no la iba a desaprovechar.
 
No era un tonto y sabía bien que el rubio tampoco buscaba nada serio, solo alguien con quien divertirse y ya. Y pensando así, dejó que Lucas fuera más allá y acabaron los dos bailando muy pegados, intercambiando miradas sugestivas y llenas de provocación.
 
Esa noche, uno sería el juguete del otro.
 
… … … … …
 
La sorpresa vino cuando sus propios movimientos traicionaban sus pensamientos, y lo que al principio fue solo una invitación de su parte, se transformó en un jugueteo que pronto lo llevó a tocar a Lucas en una forma similar a la que el otro lo hacía: sus manos se fueron instintivamente a los cabellos rubios y, en uno de sus acercamientos, pudo tener un vistazo de los ojos azules que brillaban bajo las luces. En tanto, Lucas agradecía tener el valor para deslizar sus manos por la espalda y cintura de Adolfo, cuyo aspecto pálido y algo sombrío le parecieron más atrayentes que en un comienzo, y las ganas de besarle estaban pudiendo más de lo que podía soportar.
 
–No sabes cómo envidio al maldito que sea tu novio –dijo con desdén al oído de Adolfo.
 
–¡Hahahaha!, ¡estás loco! –respondió, casi como si estuviera embriagado–, pero, en cualquier caso, estoy solo, no tengo novio.
 
–¡Oh…!, entonces no habrá problema… si te robo algo más que un beso –se relamió los labios y se dirigió al cuello del chico, cual vampiro, pero el otro, adivinando por donde iba el asunto, lo apartó con una sonrisa de medio lado.
 
–Ves que tenía razón, eres un atrevido bastardo, ¿creíste que por aceptar bailar un par de canciones ya podías propasarte conmigo de esta manera?, ¿tienes idea de quien soy?
 
–No, pero me gustaría averiguarlo –dijo burlonamente, agarrándolo por la cintura y atrayéndolo hacia sí, sorprendiendo a Adolfo, que no pudo soltarse–, ¿sorprendido?, todos lo hacen, creen que soy un don nadie y no tienen ni puta idea de lo que soy capaz de hacer.
 
–Pues a mi no me interesa saber quien mierda eres, “Lucas”, ni de lo que eres capaz, porque después de esto no nos volveremos a ver –dijo, intentando conservar la calma, pero estaba por perderla si el rubio intentaba algo más–, ¿vas a soltarme o debo obligarte?
 
–Eso me gustaría, te ves bien con esa expresión, imagina cómo te verías en mi cama.
 
Fue suficiente.
 
Lo siguiente que supo Lucas fue que Adolfo lo golpeó en el rostro, un puñetaso tal que casi lo arroja al suelo. El pelinegro se alejó, buscó sus cosas y se marchó.
 
–“Grandísimo imbécil, tenía que arruinarlo todo, y con lo bien que me la estaba pasando” –pensó mientras se colocaba su sombrero y el abrigo. Afuera estaba realmente helado, comparado con el ambiente al interior del local–, “suerte que traje con qué abrigarme, no quiero resfriarme”.
 
–“Ufff…, una presa escurridiza, pero no menos atractiva e interesante. La próxima vez que te vea no te me vas a escapar. Voy a devorarte” –pensaba Lucas, recobrándose del golpe y, acercándose a la barra, ordenó un nuevo trago–, “en fin, ¿con quién compensaré la pérdida de hoy?, tengo hambre todavía”.
 
Y cerveza en mano, miró alrededor en busca de alguien con quien saciar sus deseos, deseos que solo iban en aumento en la esperanza de tener a Adolfo otra vez a su merced.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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