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Sayonara por luna de hielo

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Suspiro.

¿Cómo terminaron las cosas de esa forma? Aún tanto tiempo después no lo sabía, no terminaba de comprender en que momento su historia con Tetsuya se había ido a la verdadera mierda, cuando el amor que se tenían fue insuficiente para superar las pruebas que el destino les marcaba. En qué momento el aroma de otro omega le atrajo como sólo el dulce sabor de la vainilla lo hacía. Seijuro se lo había preguntado muchas veces, no sólo eso, tantas otras cosas que en su momento creyó eran correctas y que con el paso del tiempo solo demostraron lo perdido que ambos habían estado y lo incapaces que fueron para encontrarse en esa marea de traición, rencor y desprecio en la que encallaron después de tantos años en los que el amor había ganado.

Él amaba a Tetsuya, lo había amado todo este tiempo. Tal vez no de la misma manera, pero si con un sentir constante. Le consideraba su omega destinado, mejor dicho, tenía la plena conciencia de que él peli azul era su destinado, su alfa lo sabía y cada celo le recordaba que aquel al que le hacía el amor no era más que un sustituto de lo que pudo haber tenido… de lo que tendría si no hubiese sido tan cobarde y orgulloso al abandonar a su omega.

Un par de años pasaron desde la última vez que vio al omega, un par de años desde que había encontrado la carta y los papeles del divorcio firmados, un par de años en los que se supone que el tiempo curaría las heridas y las culpas. En ese tiempo pasaron un par de cosas relevantes en su vida, se hizo cargo de la presidencia de las empresas Akashi, su padre había exigido su jubilación. Poco después una revista de espectáculos filtro imágenes de Kouki y él saliendo de la oficina del Registro Familiar la tarde en la que reconocía al pequeño Ryo como su hijo, ante al escándalo que esa noticia provoco no le quedo de otra más que hacer público su divorcio de Tetsuya y comprometerse con el castaño.

Y aunque no estaba en sus planes, ahora se encontraba en la oficina que durante tanto tiempo le perteneció a su padre, casado nuevamente con un cachorro de tres años y otro en camino.  Era precisamente el nuevo integrante de su manada el causante de su suspiro inicial. Este embarazo estaba siendo más pesado para ambos, no recordaba que en el embarazo pasado Kouki fuera tan caprichoso con los antojos que le atacaban, tan sensible con su figura y tan demandante con su tiempo. La llamada que acababa de colgar era precisamente para exigir un pastel de chocolate con relleno de mango porque al bebe se le había antojado y se moría de hambre.

Resignado  tomo su saco y salió de la oficina con la firme intención de satisfacer las demandas de su esposo, aquella era la primera vez que vivía de forma plena un embarazo de su pareja ya que en el embarazo de Ryo no acompaño al omega sino hasta que el primer trimestre había terminado y de todas formas la relación con Kouki no era la de pareja en ese momento, no se sentía el instinto de proveer a su omega en aquel entonces. Su alfa no le dejo mentirse a sí mismo, la necesidad de proveer y de cuidar a un omega si había estado ahí, pero Seijuro había aplacado esa necesidad a través del que era su asistente embarazado y no con quien su instinto de decía que debía hacerlo, fue un hijo de puta y las garras de la culpa nuevamente se clavaron en su pecho.  Había utilizado al joven viudo como escape de lo que sus instintos le pedían cumpliera con Kuroko, fue a Ryo a quién le brindó el lazo y alimento que le negó al cachorro del peli azul desde su etapa prenatal.

Mientras alimentaba y fortalecía a un cachorro ajeno, dejó que su esposo y su cría se debilitaran lentamente.

El sonido del elevador al llegar a la recepción lo trajo de regreso, de nada servía mortificarse ahora, el pasado era pasado y lo mejor era dejarlo en su lugar, aunque en fechas como aquella le era en extremo difícil no dedicarle al menos un pensamiento a esa y otras etapas de su vida. Tomo la decisión de que iría a la pastelería de Atsutsi, aprovecharía el antojo de su hijo para visitar al único de la generación milagrosa que aún mantenía contacto con él después de que se enteraran de lo sucedido con su matrimonio y tratarán cada uno a su manera de que entrara en razón, Aomine le había recalcado incluso el hecho de que Seijuro conocía la posibilidad de que el cachorro no fuera suyo y aun así había seguido con la boda y reclamado a Tetsuya como su omega, no podía solo aceptarlos cuando a él le conviniera. 

Ciertamente ese había sido su primer error, eso lo reconocía, también todo lo sucedido después de la boda, sin embargo, muy dentro de él sabía  que de lo único de lo que no se arrepentiría jamás era de haber marcado a Tetsuya, para su alfa el peli azul siempre sería su omega destinado y esa era la razón principal por lo que, a pesar de casarse y compartir su vida al lado de Kouki, nunca lo había reclamado por medio del lazo Alfa-Omega.

En fin, alfa peli morado era el único con el que seguí en contacto, si a eso se le podía decir las pocas horas en las que coordinaban sus horarios al año. Por eso se dirigía a la pastelería de Atsutsi, aunque esta quedara del otro lado de la ciudad, por eso y porque quería compartir la noticia de la llegada de un cachorro que al fin heredaría la sangre Akashi, un hijo de sangre se formaba en el vientre de su esposo.

Miro por la ventana, observando los grandes edificios de la zona empresarial de Tokio, el tráfico era considerable a esa hora del día y el movimiento en las calles notable, hombres y mujeres en trajes elegantes caminaban con prisa por las aceras ignorantes de lo que sucedía a su alrededor. Sorprendentemente el cielo de ese día estaba despejado con ese color azul que tanto le recordaba al único hombre del que se había enamorado, había una razón que justificaba tantas deviaciones mentales hacía su persona. Por esas fechas hace un par de años, Kuroko Tetsuya había dejado de ser su omega.

Movió la cabeza negando, ya de nada servía recordarlo ni tener tales pensamientos. Tetsuya siguió con su vida y él también lo hizo.

El movimiento pausado de las llantas dio paso a un ritmo constante, pronto el paisaje cambio de los muros acristalados de los rascacielos a un horizonte más tranquilo conforme transitaban por las zonas habitacionales de lujo. Pronto llegarían al bonito restaurante que el más alto de los milagros había inaugurado hace poco tiempo en una zona restaurantera exclusiva y en la que fungía como chef principal.

El establecimiento por fuera se veía tal y como lo recordaba, era grande y elegante como todos los de la zona, para su sorpresa el estacionamiento estaba lleno y al peli rojo no le quedo de otra más que bajarse a un costado de la entrada. Le alegraba, el poco espacio disponible hablaba de lo bien que le estaba yendo al negocio, frunció el ceño al percatarse de los globos que adornaban la entrada con la leyenda de feliz cumpleaños, el bullicio de adentro se escuchaba desde el exterior y  desde su posición era capaz de observar la gran cantidad de niños correteando al interior. Bueno eso explicaba lo del estacionamiento.

¿Tan mal le iría al gigante de Yosen que tenía que recurrir a las fiestas infantiles cuando el siempre demostró poca tolerancia a los niños? Apenas abrió la puerta no pudo ocultar su gesto de desagrado cuando el ruido aumento considerablemente de volumen y un trio de chiquillos pasaron corriendo justo frente suyo a nada de arrollarlo.

El olor a cachorro lo inundo, solo si se concentraba demasiado era capaz de distinguir el olor a miel y cúrcuma que desprendía el peli morado así como algunos otros que se le hicieron conocidos, muy conocidos. Frunció aun más el ceño cuando detecto el aroma  a té negro y moras que desprendía Aomine o el de pino y tierra mojada de Midorima, ¿qué hacían ellos ahí, en una fiesta para cachorros de no más de cinco años?.

Una joven beta se hizo cargo de su pedido, Seijuro se molestó cuando la chica le informo que ese día no atendían pedidos especiales y que tendría que llevarse algo del menú o volver en otra ocasión ¿acaso no sabía a quién le estaba negando el servicio? Alzando la voz y despidiendo feromonas amenazantes pidió hablar con el dueño alegando que lo conocía, pronto el silencio se instaló en esa zona del recinto, así como su olor a vino tinto y frutos rojos se impuso sobre los demás.

Pronto la pareja de su amigo ingreso en su campo de visión pidiéndole que controlara sus emociones y sus feromonas porque se encontraban en una fiesta infantil y su exabrupto incomodaba a los pequeños, podía notar el desagrado que le generaba a Tatsuya el estar cerca de su persona como cada vez que se habían encontrado después de que amenazara a Kagami en una reunión donde coincidieron poco después de saber lo del embarazo de Kuroko.

Mientras esperaba a que Atsutsi fuera informado de su presencia trato de calmar su enojo concentrándose en aquellos aromas infantiles, el más alto le explicaba que solo podría hacer su pedido en una versión reducida ya ese día la cocina del establecimiento estaba cerrada y solo que quedaban algunos panques del día anterior.  Resignado espero a que su encargo estuviera listo y mientras perdía el tiempo se dio el lujo de vagar por el recinto esquivando con maestría a los niños corriendo, admirando la decoración en tonos rosas y lilas pastel. Había un aroma que le llamaba prácticamente desde que llegó al lugar, era muy sutil pero su alfa lo había reconocido de inmediato.

El aroma de Tetsuya estaba en el lugar.

Movido por la curiosidad, la intriga y el deseo oculto de su alfa de saber aunque sea un poco sobre la vida de su antiguo omega, camino hasta la sección de juegos, el corazón se le aceleraba a cada paso que daba y una sensación desesperación  con una gran zozobra se apodero de él cuando descubrió que la dueña del aroma a vainilla, madera y leche provenía justamente de la pequeña en  brazos Shintauro. Aquella niña con piel de leche, y cabellos rojos que se sostenía fuertemente de Midorima.

El ruido de afuera desapareció y el latir de su corazón le estalló en los oídos cuando la pequeña dio vuelta aun en brazos del peliverde y le permitió observar aquellos hermosos ojos con heterocromía.


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