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Lüdí por Rael Amicsis

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5. La inconsciencia. 

WuFei volvió a introducir un par de bayas en su boca, y luego se acercó a Quatre para traspasárselas nuevamente. Repitió la operación varias veces, y cada vez Quatre estaba más rojo de ser posible. En sus labios sentía como pequeñas ondas eléctricas cada vez que WuFei lo rozaba, ya que no hacía presión sobre ellos, pero sólo el roce le bastaba para acelerar de tal forma su pulso, que lo sentía retumbar en las orejas. Permitió que WuFei continuara alimentándolo de esa manera hasta que el cuenco se vació y luego bebió un poco de leche, de la misma forma, pero esta se derramaba un poco por la comisura de su boca. El joven guarda lo limpiaba cuidadosamente cada vez que ocurría, y mientras seguía pasándole leche, evitaba ser torpe. No presionaba sus labios para no hacerlo sentir más incómodo de lo que tal vez se estaba sintiendo, y a la vez quería ignorar la necesidad de hacerlo. Se sentía extraño haciendo eso, en todos sus años de vida, había estado con una que otra mujer, pero ninguna le había hecho sentir esa necesidad o urgencia… fuera lo que fuere.  El cuenco de leche se vació y WuFei aseaba a Quatre. El joven amo estaba aún sonrojado, tratando de evitar su mirada. 

-Debe descansar amo Quatre… -susurró el guarda mientras miraba hacia otro lado. 

-WuFei… 

-Lo siento… -la voz del guarda estaba llena de pesar, como si lo que había hecho lo hubiera afectado más de lo pensado -lamento lo que hice… si lo ofendí, lo lamento mucho… -hizo una profunda reverencia y salió de la habitación cargando la cesta con la ropa sucia. 

Quatre se quedó acostado en su cama, en su habitación y cerró los ojos tratando de calmarse, sintiendo cómo sus músculos recuperaban su fuerza poco a poco. Y con esas sensaciones se quedó profundamente dormido. 

Por otro lado, WuFei lanzó la cesta completa en el fuego que habían preparado los sirvientes y ordenó que todo lo que tuviera esa suciedad fuera quemado. Ordenó que nadie molestara a Quatre, y que le prepararan otra ración de leche y bayas, que debía consumir en un par de horas más. 

Hecho esto, se marchó a su habitación, y tomó otras ropas, para luego entrar en el baño, muy parecido al que se encontraba en la habitación de Quatre, sólo que algo más pequeño; llenó la tina con agua fría, soltó su larga trenza y se sumergió en ella. Quedó de pie en la profunda tina, que le cubría hasta la cadera, dio un golpe en el muro y maldijo por lo bajo. ¿Por qué había reaccionado de esa manera…? no lo conocía, era un extraño… era mucho más joven que él, y un hombre. Algo le ocurría y no quería saber. Intentó mantenerlo oculto muy dentro de sí, y decidió que eso no debía entorpecer sus tareas, para las cuales fue entrenado. 

Un par de horas después, luego de comprobar que nada había ocurrido en su ausencia durante la entrega y que se habían seguido sus órdenes al pie de la letra, tomó las raciones preparadas para Quatre y se dirigió a su habitación. Él seguía durmiendo con el ceño algo fruncido. Puso los cuencos en una pequeña mesa de noche junto a la cama, y puso su mano suavemente sobre su hombro, para despertarlo. 

-Amo Quatre, es hora de comer… -Quatre seguía durmiendo, y de golpe se incorporó mirando a la nada. Sus ojos estaban idos y no decía palabra – ¿Amo Quatre? 

Ninguna reacción. Nada. Ni un pestañeo. 

WuFei salió de prisa y regresó con uno de los monjes más ancianos. En la habitación del joven le explicó todo lo sucedido esa tarde, el anciano lo observaba detenidamente, tocó sus músculos, movió sus articulaciones, y el joven no reaccionaba. 

-Una vez –comenzó el anciano –serví a dama Sandrock… yo tenía 5 años. Y me hicieron llevarle frutas negras. Estaba igual que el amo Quatre. Esas frutas se pudrieron, y tuve que llevar más. Y así durante 3 ciclos en total fueron cerca de 30 días que dama Sandrock no se movió. Nada hizo más que mirar el vacío. Recuerdo que ese día que ella quedó así, ella era muy gruesa y grande… -el anciano hacía el gesto de una persona más voluptuosa - y cuando despertó, ya estaba tan delgada como él. Esa vez, ella hizo una limpieza muy importante, y tuvo que comer todos los días por muchos días grandes cantidades hasta estar muy grande… el amo Quatre no cumple con eso –el anciano se sentó cerca de la cama, y reposó sus viejos huesos –él está en lo que llamaban, estado de inconsciencia. Su cuerpo está aquí, consumiéndose de forma normal, pero su mente está apagada. Dama Sandrock ya estaba entrenada, por lo que sólo debíamos esperar a que reaccionara… sin embargo, el amo Quatre no estaba preparado para esto. Si lo dejamos así morirá en unos días… amo WuFei, debe alimentarlo como sea… arreglaré que nadie venga a molestar hasta que el amo despierte. 

El anciano se retiró, mientras WuFei se acercaba a Quatre para examinarlo más de cerca. El anciano, tenía razón, el joven era muy delgado, como para hacerlo esperar muchos días. Tenía que consumir alimento o estaría demasiado frágil para sobrevivir. 

Lo recostó y lo alimentó de la misma forma en que lo había hecho horas atrás. Colocaba bayas en su boca y las traspasaba a la del joven 

-Amo Quatre, por favor… reaccione –el guarda continuó alimentando al joven, y de pronto sintió algo tibio entrar suavemente a su boca. 

Se separó rápidamente con la cara roja, tapándose la boca, mientras observaba a Quatre, quién seguía con la mirada perdida… ¿lo había besado? 

Volvió a intentar alimentarlo con cierto recelo, y nuevamente lo sintió… Quatre le había metido la lengua, suavemente, intentado tocar la suya. Seguía con la mirada ida, los ojos semiabiertos, y de la nada sus manos enmarcaron el rostro de WuFei. Lo estaba besando. 

WuFei estaba incrédulo… al parecer Quatre no sabía qué hacía, no había otro tipo de reacción en él… no emitía ningún sonido, o palabra alguna. 

Sus labios suaves lo habían atrapado con la guardia baja y sintió su mente nublada por el deseo que le estaba provocando continuar con aquello. Estaban solos, nadie los molestaría, pero no era correcto. Quatre no lo hacía de forma consciente… ¿tenía idea de lo que estaba haciendo? 

Tomó al joven por la cintura, lo apegó un poco más a él, y lo hizo recostarse en la suave cama, profundizando el beso, recorriendo cada rincón de su cálida boca. Sabía a bayas dulces con un dejo amargo. Sentir el cuerpo del joven Quatre tan pegado a él, le hizo cargar un poco de su peso sobre él y notar lo excitado que estaba… que ambos estaban. Quatre se separó de él un momento al sentir la presión sobre su cadera y abrió levemente los labios, pero ningún sonido salía de ellos… hacía gestos de gemidos, pero no los emitía. Su mirada estaba ida, sin embargo, su cuerpo reaccionaba. 

WuFei bajó una de sus manos hasta la entrepierna del joven y comenzó a acariciarle suavemente, sin alejar su rostro del de él, observando cada movimiento que realizaba, cada reacción tan erótica y sin emitir ni un sonido. Su propia hombría le dolía, pero debía contenerse, no podía ir más lejos que eso, de por sí, lo que estaba haciendo ya estaba mal, pero tenía que hacerlo o se volvería loco. Quatre, o, mejor dicho, su cuerpo había reaccionado a su contacto, intentaría llegar lo más lejos que pudiera, o lo que él pensaba que podía ser. Las pequeñas manos del joven aún enmarcaban su rostro, pero pronto las utilizó para cubrir su rostro. 

 -Amo Quatre… tengo que ver… -WuFei le apartó las manos, y vio que su mirada seguía igual, a pesar de todas las reacciones, seguía sin despertar. Decidió retirar la ropa que los separaba y comenzó a descubrir la piel del joven mientras le besaba el pecho y exploraba con sus manos. Sus pequeñas y rosadas tetillas estaban endurecidas y a cada roce en ellas, el joven arqueaba la espalda aferrando sus manos al cabello del guardián, quién seguía descendiendo hacia la cadera, donde su mano rodeaba por completo lo que tanto ansiaba. Al colocar el miembro del joven dentro de su boca, este de arqueó aún más, cubriéndose el rostro con las manos –Amo Quatre –dijo WuFei incorporándose para apartar las manos de joven- debo ver… por favor… 

WuFei vio que Quatre no tenía cambio en su semblante, más se mordía las puntas de los dedos de una mano con ansiedad, y con la otra se incorporó apoyándose en el brazo, para poder ver. Mientras, WuFei volvía a tomar el miembro del joven, este dejó de morderse los dedos, para acariciar la cabeza del guardián, soltándole un poco el cabello, urgiéndole que continuara con lo que estaba haciendo. 

Sólo se escuchaba el obsceno sonido que provocaba el guarda, Quatre no emitía sonido a pesar de arquearse y no poder contener lo que fuera que estaba sintiendo en ese momento. WuFei observaba todo aquello con ojos deseosos, con su propia ropa interior ya humedecida por la excitación. No podía ir más lejos, ya lo había mancillado bastante con lo que estaba haciendo, él no estaba consciente de aquello, ¿cómo podría mirarlo a la cara nuevamente? 

Sintió como el joven se tensaba y presionaba más su cabeza contra él, moviendo la cadera para entrar más profundamente en su boca; podía sentir como el miembro se tensaba más en su boca, y mientras seguía acariciándolo con su lengua y presionando con sus labios mientras hacía movimientos hacia arriba y abajo, Quatre se derramó dentro de él, arqueando su cuerpo, mientras WuFei seguía succionando cada gota, sintiendo cada fuerte pulsación contra sus labios, hasta que ya nada más salió de él. 

Quatre había arqueado su espalda por completo, y al acabar no emitió sonido alguno, a pesar de haber abierto la boca en clara señal de lo que estaba ocurriendo, no se escuchó nada más que la respiración pesada de WuFei después de soltarlo. El joven amo respiraba agitadamente sobre la cama, más parecía no reaccionar de otra manera. 

Con toda la fuerza de voluntad que pudo, y con manos temblorosas, WuFei acomodo las ropas del joven amo, lo arropó y se encerró en el baño. Descubrió su propio miembro y mientras se sentaba en el suelo apoyando la espalda en la pared, derramó un poco de lo que le quedaba del joven en una de sus manos, y comenzó a acariciarse sin piedad, sintiendo lo resbaloso que estaba, imaginándose dentro de él, hasta que no pudo soportar más y acabo rápidamente derramándose sobre el piso. Había sido rápido… estaba demasiado excitado, no habría podido soportar más, había estado tan cerca. 

Le llevó un rato calmarse lo suficiente como para asearse y volver a la habitación. Quatre se había dormido, con respiración acompasada y suave. Tenía que alimentarlo, ya que ni siquiera había llegado a la mitad del cuenco, y eso era lo único que le ayudaría a curar su cuerpo de todo lo que había absorbido ese día. 

Tenía que intentarlo otra vez, sin perder el control. 


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