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Lüdí por Rael Amicsis

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3. Explorando.

Había pedido a WuFei que lo dejara solo en el salón de música. Tenía mucho que pensar.

Un hermoso instrumento muy delgado y recto, le dio la idea de un violín, y efectivamente se ajustaba perfectamente a su barbilla. Encontró algo parecido a un arco, y probó. La melodía era profunda, como la de un chelo, vibrante y hermoso. Comenzó a tocar lo que tenía en su cabeza. No conocía el instrumento, pero le tranquilizaba. En casa tenía un violín y era muy similar de tocar. También tenía sus pinturas, sus croquis, su música, su ropa, sus libros… todos objetos importantes para él. No podía tener amigos; no porque fuera tímido, sino porque de alguna forma sabía sus intenciones: interés material, interés carnal, tener a quién molestar.  Su madre se lo reprochaba mucho, pero ella no entendía. La verdad, no la extrañaba.

Una nota resbaló del arco. La única persona en el mundo a la que podría extrañar y anhelar, y no le importaba. Extrañamente podía estar en ese templo, con esas personas. Fueran sirvientes, monjes, guerreros, lo que fuera. No sentía en ellos lo que había sentido en otras personas en su tierra. Tenía que creerse el cuento. Él sí tenía un poder que podía ayudar a esa gente, aunque nunca lo había utilizado como tal, ya que nunca se le habría ocurrido tal cosa, no sabía de las consecuencias que tendría. No sabía que podría reaccionar así, como con WuFei cuando intentó ayudarle, y eso le avergonzó profundamente. No sabía que esas sensaciones existían, ya que siempre percibía lo malo, y en esta ocasión no estaba seguro de cómo reaccionar.

Había logrado controlar las malas sensaciones y síntomas que le producía salir a caminar por el centro de la ciudad, siempre colapsado, pero algo así…

Dejo el instrumento a un lado, respiró profundo y decidió hacer todo lo que le pidieran. Ya estaba atrapado en ese lugar. Y era el único lugar en donde se sentía totalmente tranquilo.

Salió de la habitación y se encontró a WuFei haciendo guardia. Estaba expectante. Se notaba en su rostro que necesitaba saber en qué había estado pensando.

-Yo… no entiendo mucho este mundo… pero sí encuentro mucha razón en lo que me ha contado, señor Chang –WuFei estaba muy atento y en su rostro parecía intuir lo que el joven Winner le diría –Les ayudaré en todo lo que pueda…

-¡Muchas gracias amo Sandrock! No lo defraudaré… -WuFei se había arrodillado ante él haciendo una profunda reverencia –le protegeré, aunque mi vida acabe en ello.

-¡No por favor! ¡Espere! –Quatre le hizo incorporarse – ¿usted me cuidará?

-Ese es mi deber… soy guardián de este templo, el único que aún sobrevive… debo reforzar su aura para que su poder no se salga de control.

-Entiendo… -Quatre se sonrojó levemente al recordar el cómo había reforzado un poco su aura -Pero por favor, no me llame de esa forma… además mi nombre es Quatre…

-¿Está bien si le llamo amo Quatre? No puedo utilizar otra forma…

-Supongo que está bien…

Quatre se sintió un poco más aliviado al ver a su guardián menos tenso, y fue guiado a través del hermoso templo, por todas las habitaciones, incluso las de los sirvientes, quienes le hacían leves reverencias a Quatre cada vez que lo veían.

Al llegar al área de las cocinas, se percató de las grandes cantidades de alimentos que había acumulado en un rincón, y que los sirvientes repartían en numerosas cestas.

-Es mucha comida... –Quatre estaba claramente impresionado de las cantidades que había, y tomó unas cuantas frutas para verlas más de cerca. Se parecían mucho a las que ya conocía, pero tenían un color diferente.

-Esta cosecha fue muy buena… guardamos lo suficiente para 30 días, para los habitantes del templo, y el resto es separado para la población. Ellos logran cosechar sus propios alimentos, pero pierden más de la mitad, ya que la tierra está tan contaminada que a veces no pueden sembrar nada.

-¿¿Cosechan cada 30 días??

-Así es… no sé cómo será en el mundo de donde viene, pero aquí tenemos Monjes de Manos Verdes, encargados de cultivar en nuestros jardines y ellos logran mantener un cultivo rápido y bueno, pero algunos han enfermado por tanto esfuerzo, y lo que recolectamos ya no es de tan buena calidad… -Se percató de las manos de Quatre y le hizo notar lo que había hecho –amo Quatre… mire su mano…

La fruta que había tomado, antes de un color algo marrón opaco, ahora era marrón claro y muy brillante, como si hubiese sido pulida durante horas, para quitar todas sus imperfecciones.

WuFei tomó la fruta, sacó una pequeña daga de entre sus ropas, y partió la fruta a la mitad. Ésta chorreaba jugo y tenía un olor muy dulce y agradable. Su color interior era de un marrón pálido muy brillante. El guardián tomo otra fruta igual a esa de entre lo cosechado, y al igual que con la otra la partió a la mitad. Su color y aroma, no se acercaba para nada a la que había sostenido Quatre entre sus manos. Casi no tenía aroma, y WuFei se atrevió a probar ambas. La primera estaba dulce y jugosa, la segunda, tenía un sabor aguado y estaba algo seca.

Los sirvientes observaban impactados lo que había sucedido acaso ¿había purificado la fruta?

-¡¡Amo Chang!! –llamó un sirviente entrando de improviso a las cocinas -¡amo Chang, venga pronto!

WuFei salió corriendo seguido de Quatre, rumbo a los campos de cultivo. Entre frutas y verduras, los mojes se habían reunido entorno a uno que yacía en el suelo. Estaba muy pálido, y respiraba muy lento.

-Se agotó… la enfermedad lo alcanzó -decía el monje, muy preocupado, y a su vez los demás monjes se mostraban horrorizados de que esto ocurriera en el interior del templo.

-¿La Enfermedad? -Quatre no entendía muy bien, pero parecía grave.

-Es como llamamos a esta epidemia… no sabemos que es… pero estamos seguros de que es producto de la filtración… -WuFei se dio cuenta de que había salido corriendo con las frutas en las manos, y en un impulso tomó la que Quatre había tenido entre sus manos, y se la dio de comer como pudo al monje, quién comenzó a sudar un líquido oscuro, y recupero la conciencia.

-¡Amo Chang! ¿Qué hizo?

Los mojes estaban estupefactos con lo que había ocurrido. Todos ellos sabían muy dentro de sí, que nadie se salvaba de La Enfermedad.

-Amo Quatre -WuFei se dirigió muy serio a Quatre quien intentaba comprender lo que ocurría -¿Cómo se siente?

Quatre sorprendido y confundido, intentó descifrar sus propios sentimientos y síntomas, pero se sentía muy normal.

-Estoy bien.

-Bien… - WuFei le hizo señas de seguirlo mientras daba órdenes a los monjes –todos los Manos Verdes vengan a los comedores, ahora… también traigan a los que están enfermos

-Pero amo, los cultivos…

-Déjenlos… esto es más importante – luego se dirigió a Quatre y lo guió de regreso a las cocinas – Amo Quatre, debo pedirle que nos ayude, en lo que acabo de descubrir… usted purificó esa fruta que le di al monje… y él a su vez se purificó y se recuperó… hay una manera de ayudar a nuestra gente sin que se exponga al pesado ambiente que podría matarlo en un par de días.

-Si salgo del templo, ¿moriré? –Quatre estaba choqueado ante tal idea… sólo poner un pie afuera lo había puesto mal. Si se alejaba más…

-Lo siento amo Quatre… esa es la verdad… pero con esto -le decía mostrándole la fruta -podrá entrenar para salir del templo, sin necesidad de exponerse aún al peligro que hay afuera.

Quatre comprendió que su vida estaba más segura en ese lugar… aunque no estaba muy seguro de cómo podía ayudar, o de qué entrenamiento tendría que realizar.


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