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Aprendiendo a amar por aisaka-san

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Rantaro frotaba ambas manos una contra la otra, no por que hiciera frío o algo similar sino por los nervios que lo invadian de pies a cabeza.

 

Miró su celular cauteloso, faltaban treinta minutos para que terminara la clase y el día escolar, rogaba a todos los entes mágicos y místicos existentes (excepto a los unicornios por supuesto), para que la clase terminara mucho más tarde de lo normal.

 

En muchas otras ocasiones desearía completamente lo contrario pero esos días no serían hoy, ¿la razón? Muy sencilla, después de casi un mes enferma, la pequeña Kaoru regresaría a la escuela hoy mismo.

 

No fue a verla a su casa en la mañana como solía hacer antes de que cayera enferma, pues desde su propuesta indecorosa no se atrevía a verla frente a frente.

 

Ese mensaje se había clavado muy hondo en su mente, releyó esa conversación que dejó a medias.



De: Kaoru: Quiero la prueba de amor

 

Yo: ¿De qué estás hablando? ¿Te sientes bien?

 

De: Kaoru: Lo he estado pensando mucho tiempo, estoy lista



Guardó el teléfono, no se atrevió a responder nada después de eso a pesar de los siguientes mensajes de Kaoru, tanto relacionados al tema como otras preguntas más usuales.

 

“Seguro solo se refiere a una prueba de amor como… volar un papalote juntos”, pensó el rubio en un intento de autoconvencimiento, sin embargo los desanimos regresaron con rapidez.

 

“No puedo ser tan optimista, es obvio de lo que está hablando”.

 

Soltó un largo suspiro, la inquietud de lo que fuera a suceder no lo dejaba en paz. Cuando las clases terminaran seguro Kaoru iría a buscarlo para hablar del tema.

 

No estaba muy seguro de que iba a suceder, que tenía que decir. Quería rechazar a Kaoru pero no podía hacerlo, no quería herir a la chica.

 

Una brillante mirada azulina se cruzó en sus memorias, unas rubias cejas que se fruncian en un gesto divertido adornaban esos ojos. Sintió nuevamente un satisfactorio golpeteo en el pecho que rápidamente fue acompañado por la sensación de culpa.

 

Sin duda alguna seguía amando a Wakiya, tan solo mirarlo sonreírle era el mejor regalo que jamás pensó tener, ni siquiera alucinar con besarlo pero eso ya lo había hecho.

 

¿Era bueno o malo que el rubio le correspondiera? A pesar de que odiaba su relación con Ranjiro quería respetarlos lo mejor posible, pues no se trataba de dos simples conocidos y ya, era la relación entre uno de sus mejores amigos y su hermano menor.

 

Cuando besó a Wakiya la primera vez no se detuvo a pensar en consecuencias ni un solo momento, solo quería conocer la sensación de besar a la persona que amas de verdad. Luego el panorama volvió a repetirse y a pesar de sentirse culpable por el posible engaño que ambos orquestaban en contra de Ranjiro no sintió culpa alguna hasta que volvió a casa y lo miró tranquilamente en su habitación, ignorante de su traición.

 

¿En qué momento decidió dar ese paso? Quizás fue cuando volvieron a hablarse y Wakiya rió de esa forma tan adorable, o tal vez fue cuando se enteró que después del golpe que Murasaki le propinó sin miramientos, este mismo también se encargó de cuidarlo personalmente en el hospital, sin separarse de su lado hasta que se aseguro que estaba bien.

 

Ese chico era único, si antes ya estaba enamorado de él ahora lo tenía loco de atar.

 

“¿Pero qué hay de Kaoru? ¿Qué hay de Ranjiro?”

 

Esas preguntas no dejaban de torturarlo, quería ser feliz al lado de Wakiya pero personas muy importantes para él saldrán lastimadas.

 

Cuando menos se dio cuenta sonó el timbre anunciando la finalización de las clases.

 

—Kiyama —llamó el profesor la atención del rubio quien solo lo miro—, recuerda que hoy te toca cerrar el salón cuando todos se vayan, aquí en mi escritorio están las llaves.

 

Asintió lentamente en respuesta, sus compañeros ya habían empezado a salir desde hace rato, Daigo con mochila en mano se acercó a él.

 

—Me gustaría quedarme pero iré al hospital con Ryota a visitar a Rei —dijo el azabache con cierto tono deprimente.

 

—Rei es la niña que ama los perros, ¿verdad? —preguntó Rantaro con algo de curiosidad, Daigo asintió.

 

—Si, ya lleva un tiempo con las quimios y vamos a ir a subirle el animo.

 

—Está bien, toma —extendió a Daigo una de sus paletas, su sonrisa de siempre apareció—, dile que es de mi parte, si quiere más tendrá que convocar al gran Rantaro Kiyama a través de una llamada telefónica.

 

Su tono exageradamente divertido levantó un poco el ánimo del mayor de los Kurogami quien sonrió y después de despedirse, salió de ahí.

 

Rantaro lo miró felizmente, luego espero con la mirada perdida en la imagen que el enorme ventanal del salón le ofrecía del exterior. Las personas pasar de ahí para allá, tranquilas y ajenas a sus problemas, todos con diferentes cosas en mente.

 

Y cuando pensó que ya no había nadie en el salón, la puerta se abrió nuevamente.



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Wakiya miraba de un lado a otro sin parar, en la entrada de la escuela se encontró a Daigo quien le dijo que Rantaro se quedaría un rato más en el salón, después el azabache se marchó.

 

Miró hacia la terraza de la escuela donde estaban Ken y Shu platicando sobre quien sabe que cosa, daba igual ahora mismo pues solo estaba ahí parado frente a la escuela por una simple razón, esperaba a que Ranjiro apareciera antes de que Rantaro los viera.

 

“¡Finalmente!”, pensó con gran alivio cuando visualizó la enorme cabellera rubia del chico acercándose a su dirección, en pocos segundos ya lo tenía frente a frente.

 

La seria expresión del menor de los Kiyama lo extraño un poco pero no le dio mucha importancia.

 

—¿Qué sucede? ¿para qué querías verme? —preguntó Ranjiro tosco, Wakiya solo parpadeó un poco confundido pero siguió con su plan inicial.

 

—Tenemos que hablar.

 

—Agh diablos, ¿tú también?

 

Ranjiro de verdad parecía fastidiado por algo pero Wakiya no iba a detenerse de su decisión por nada del mundo.

 

—Mira, no tengo la menor idea de lo que tienes o porque estas molesto pero quiero que me pongas atención —habló lo más claro posible, Ranjiro rechisto pero se enfocó en el—. Ya no podemos seguir con esta estafa, lo siento pero debemos terminar ahora mismo.

 

Un corto silencio se estableció entre ellos, Ranjiro soltó un largo suspiro y se acercó a Murasaki tomándolo de los hombros con firmeza, el rubio más bajo no flaqueo ni un solo instante.

 

—¿Estás seguro? —preguntó más que serio, como si estuviera preguntando un asunto de vida o muerte.

 

Wakiya por su lado estaba muy confundido al respecto, esperaba un reclamo o una excusa para que continuaran con su relación falsa en primer lugar pero en cambio, solo esa pregunta tan enigmática salió de los labios de Ranjiro.

 

—¿P-Porque me lo preguntas así? ¿No vas a reclamarme? —Ranjiro soltó a Wakiya y retrocedió no más de un par de pasos.

 

—Siendo honesto ya me esperaba algo así —respondió Kiyama sorprendiendo a su pareja—. Hace días que no hablamos, además que Silas no nos ha fastidiado, ya ni nos vemos para organizar una nueva estrategia.

 

Wakiya primero se impresionó un poco pero rápidamente recuperó la compostura.

 

—Aahm, bueno. Ahí lo tienes —alargó la última sílaba antes de continuar con un tono casi inseguro—. Entonces… ¿amigos?.

 

Extendió la mano a Ranjiro quien no le devolvió el gesto pues, seguia mirandolo de aquella manera poco amigable.

 

—¿Qué ocurre? ¿Hay algo que tengas que decirme?

 

—No decirte, solo quiero preguntarte algo antes de que esto termine.

 

Torció la boca antes de continuar lo cual solo puso un poco nervioso a Wakiya quien expectante, esperaba su pregunta que después de un largo rato fue formulada.

 

—¿Estás seguro de que… mi hermano va a dejar a Kaoru?

 

El de mirada azulada se quedó un momento impactado, por segundos sintió su corazón oprimirse cuando contempló con rapidez aquella posibilidad pero que también rechazó al instante.

 

—No… no estamos hablando de eso —contestó titubeante, Ranjiro volvió a insistir.

 

—Pero se lo que va a pasar si acepto terminar con esto —Su tono seguro parecía más preocupado que nada, Wakiya estaba confundido por la insistencia del menor.

 

—No entiendo, algo está mal.

 

Ranjiro suspiro pesado en respuesta, no sabia como decirle al chico rubio las cosas que le habían sucedido hace poco con Kaoru.

 

Todo al final resultó ser un embrollo en vano, ya no tenía la misma motivación para conquistar a la chica que al inicio por lo que él, por su parte, ya se había rendido en conseguirlo; solo dependia de Wakiya en seguir con su relación falsa y si él deseaba terminar ahora, entonces estaba bien.

 

Puso una mano sobre el hombro del de ojos azules, le brindó la mejor expresión compasiva que pudo hacer y le sonrió.

 

—Está bien, si ya no quieres que continuemos con esto a mi me parece excelente —su expresión compasiva pasó a una seria cuando acercó su rostro a una distancia peligrosa del de Wakiya, este no dijo nada por la impresión del cambio tan brusco—. Pero ten mucho cuidado, las cosas podrían salir mal.

 

Murasaki parpadeó repetidamente, asimilando con lentitud la advertencia de Ranjiro quien se fue sin decir más. Cuando se dio cuenta, Wakiya fue detrás del chico buscando una respuesta clara.

 

A la distancia eran observados desde un salón por cierta pareja en particular.

 

—¡Vaya, pero que lindos! ¿Crees que vayan a besarse en el parque como siempre?

 

Esa pregunta fue como una puñalada al corazón, Rantaro apretó con fuerza los puños mientras cerraba los ojos, detrás suyo Kaoru sonrió ampliamente.

 

—Me alegro por ambos, son chicos muy buenos que se merecen la felicidad ¿no lo crees?

 

Ahora el sentimiento de culpa fue el responsable de la presión sobre su pecho.

 

—En verdad se ven bien juntos, si llegasen a romper… —hizo una pequeña pausa para susurrar—,  no quiero que sea por mí.

 

—¿Qué dijiste? —preguntó Rantaro al no escuchar lo último, Kaoru rápidamente se recompuso y negó con la cabeza.

 

—Nada importante.

 

Se acercó al rubio con una mano en la espalda, cuando menos de un metro los separaban extendió el puño cerrado. Rantaro algo confundido extendió la mano para recibir lo que fuera que tuviera la chica, pues por su expresión sabía que quería darle algo.

 

Cuando tres pequeños sobres oscuros de plástico cayeron en su palma no sabía si palidecer o sonrojarse, por lo que solo se quedó congelado.

 

Una sonrisa traviesa se dibujó en el rostro de Kaoru seguido por un sonrojo pronunciado.

 

—Es para… bu-bueno… eso.

 

Rantaro no sabía que decir, su mente gritaba <<¡Niegate!>>, pero su cuerpo no actuaba, Kaoru sintió hervir su rostro.

 

—Hay que usarlos para ese momento, guardalos por favor, ya sabes que sin globos no hay fiesta.

 

Llena de vergüenza salió corriendo del salón sin decir nada, Rantarro miraba incrédulo esos tres paquetes de condones en su mano, jamás espero que una chica se los diera.

 

Quien sabe cuánto tiempo se quedó ahí, solo supo que despertó de su ensimismamiento cuando escuchó pasos acercarse al salón. A una velocidad que casi superaría la de la luz, guardó los paquetes en su mochila.

 

Wakiya se asomó al salón encontrándose con Rantaro que miraba con una boba sonrisa mal fingida hacia la puerta; algo confundido por su extraño intento de pose casual tuvo que preguntar.

 

—¿Qué crees que haces?

 

—¡Ah! ¡¿Y-Yo?! —preguntó exageradamente, como si no tuviera idea de que estaba hablando, Wakiya entrecerró los ojos.

 

—No idiota, le hablaba a esa mancha de la pared. ¡Claro que te hablo a ti! —El de ojos marrón respingo en su lugar—. Vamos arriba, ya todos nos están esperando.

 

Rantaro rápidamente se recompuso, paso al lado de Wakiya disimulando su nerviosismo.

 

—Si, si, ya entendí.

 

Wakiya soltó un suspiro y negó.

 

“Este idiota va a sacarme canas verdes”, pensó antes de seguirlo hacia la azotea.

 

Subieron encontrándose con Ken y Shu quienes platicaban alegremente, algo un poco extraño pero no por eso era algo malo.

 

No le dieron muchas vueltas y empezaron a batallar los unos con los otros, Shu fue el árbitro en las batallas para que volviera a familiarizarse con las reglas del juego.

 

Después de varias horas jugando y entrenando decidieron detenerse a descansar, Rantaro tendido boca arriba, Wakiya bebía un poco de agua, Ken limpiaba a Kerbeus y Shu revisaba constantemente su teléfono, llamando la atención del rubio de ojos azules quien se acercó a ver qué pasaba.

 

—¿Estás jugando algo? —preguntó curioso, Shu salto un poco asustado por la repentina interrupción de Murasaki, al poco tiempo se recompuso y negó.

 

—No, solo estoy… revisando algo —respondió con simpleza.

 

—Oh, ya veo.

 

—Es que… hace un tiempo que he querido hablar con Valt y contarle cómo me ha ido.

 

Comenzó a explicarse el albino, Wakiya lo miró atentamente y los demás estaban lo suficientemente cerca como para escuchar la conversación así que se unieron.

 

—Pero no sé si sea buena idea —dijo mostrando su teléfono con el contacto de Valt a la vista, bajo la mirada algo resignado.

 

—¡Hazlo! —dijo Wakiya con decisión, Shu lo miró un tanto sorprendido.

 

—Si, llamale —Ken se sumó a la propuesta de Murasaki, Rantaro se cruzó de brazos con una enorme sonrisa.

 

—Vamos viejo, no hay nada que perder, creeme que en todo el BC Sol hay señal telefónica así que no hay excusas para que no te responda.

 

Shu parpadeó algo confundido, luego tomó más decisión y sonrío ligeramente, tocó el contacto llamando al instante. Llevó al aparato a su oreja para escuchar si la llamada era atendida.

 

Un segundo seguido de otro, nadie contestaba aún del otro lado; no importaba mucho solo habían pasado 10 segundos, pero luego ese tiempo de espera fue en aumento. No fue hasta que escuchó una voz diciendo <<su llamada no puede ser atendida por el momento>> que decidió bajar el teléfono con resignación.

 

—No contesta —dijo con desánimo, los demás lo miraron un poco afligidos.

 

—Lo lamento Shu —dijo Ken usando a su querido Besu, Rantaro secundo.

 

—Seguro debe estar bañándose, después de todo creo que allá ya es de noche y Valt siempre se baña por las noches.

 

—Si, debe ser eso —dijo con desánimo en la voz, Wakiya carraspeo acercándose al albino.

 

—Deja de lado las caras largas, mira.

 

Saco su propio teléfono y le enseño una fotografía a Shu, en ella se podía ver a un enorme bey de color rojo y negro.

 

—Tú bey ya está listo, mañana lo traeré y podremos batallar todos juntos.

 

El albino admiro la imagen, sus ojos brillaron un poco y sonrió ligero.

 

—Es grandioso —dijo fascinado, todos sonrieron al ver cómo el ánimo del de ojos rojos regresó un poco.

 

—Bien, mientras tanto ¿Quién quiere seguir bey batallando? —preguntó Audaz cortando la conversación, Shu le regresó a Wakiya su teléfono antes de responder.

 

—Debo ir a mi consulta semanal así que pasó.

 

La mirada de Rantaro se posó en Ken quien asintió.

 

—Yo puedo quedarme todavía más tiempo.

 

Luego las miradas se posaron en Wakiya quien negó.

 

—Yo también debo irme, Spriggan está en los laboratorios de investigación bey del otro lado de la ciudad. Mientras más rápido llegue más rápido lo podré traer.

 

Rantaro casi deja escapar un suspiro de alivio pues, tener a Wakiya cerca era mucha presión para el justo ahora.

 

Ambos chicos se despidieron del otro par, Shu se adelantó pues no llevaba nada extra como su bey o lanzador que guardar. Wakiya se quedó un poco más organizando sus cosas en su mochila, se acercó a la banca donde ponían sus cosas siempre y notó que la mochila de Rantaro estaba muy mal cerrada.

 

—Estupido Audaz, siempre haciendo las cosas mal —susurró sin ser escuchado por el par que batallaba en la arena.

 

Sin pensarlo mucho se acercó a cerrar la mochila, pero de un simple movimiento la bolsa cayó revelando su contenido celosamente oculto.

 

Y eso dejó a Murasaki sin palabras.

 

"¿Co-Condones? ¿Por qué? ¿Para qué quiere Rantaro algo como esto?"

 

Muchas preguntas de una sola respuesta se formularon en la cabeza de Wakiya pero él se negaba a creer en esa suposición suya.

 

Rápidamente tomó los paquetes y los guardó en la mochila de Audaz, intentando imitar el mismo descuido original con el que fue colocada. 

 

Con apuro tomó su propia mochila y salió corriendo de ahí llamando la atención de Ken y Rantaro, se fue con tal velocidad que ambos no tuvieron la oportunidad de preguntarle que sucedía.

 

"Seguro se le hace tarde para ir por Spriggan", pensó el de ojos marrón con cierta ingenuidad, restándole importancia al descubrimiento terrible que Wakiya había hecho.

 

Shu quien ya estaba en la salida, vió como Wakiya corría hacia quién sabe qué dirección, como no fue capaz de alcanzarlo sacó su teléfono para llamarle y comprobar que todo estaba bien.

 

Pero apenas tomar el teléfono en mano sintió una vibración seguida por la música de timbre. Miró la pantalla donde se podía leer:

 

Videollamada entrante de: Valt Aoi.

 

Rápidamente dio en el icono de "atender" pero no ocurrió nada, la pantalla no reaccionó.

 

"¿Qué pasa? Estúpido teléfono", pensó con frustración mientras daba sin parar al icono.

 

Luego en la pantalla apareció una leyenda:

 

Batería muy baja

 

En pocos segundos le siguió otra:

 

Apagando el equipo

 

Miró como la llamada reaccionó y por microsegundos contempló a Valt del otro lado de la línea, luego su teléfono se apagó.

 

"¡Maldita sea!"

 


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