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La conocí una noche cualquiera por BlackPhilip

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Notas del capitulo:

Lamento el hiatus sin aviso:( 

Tuve un bloqueo que duró hasta ahora

Y los últimos meses realmente han sido algo:/ 

Pero una tarde simplemente volví a escribir y aquí estamos:)

Y lamentablemente sigo sin poder escribir guión largo:(

Lamento si el capítulo está muuuuuy flojo, estoy "recalentando motores"

Advertencia: uso de oc

 

Los días pasaron lentos. 

 

Aquel viernes salió del trabajo sintiéndose agotada, llevaba casi todo el día ajetreada por una u otra cosa. La tenue brisa de la costa la recibió, acariciando su cansada piel mientras caminaba. Cuando por fin se sentó en la fría banca de la parada de autobús, pensó que podría quedarse ahí dormida sin siquiera darse cuenta. Una farola con luz blanca (que más bien parecía verdosa por el polvo) y parpadeante la acompañaba en la sola calle. Estaba esperando el último autobús que la llevaría al centro de la ciudad, para encontrarse con el recóndito club. Mientras observaba el oscuro cielo sobre ella, pensó en las posibilidades de esa noche. No tenía idea de cómo imaginarlo, no sabía que tenía que hacer al principio ni al final, o si debía hacer algo. Somnolienta y cegada por mirar tanto a aquella lámpara, pensó en Lapis y como esta era casi un planeta completamente desconocido para ella. Su extraña singularidad la volvía loca, para bien y para mal. Porque le encantaba pensar en ella, preguntarse si esto u lo otro le gustaría, pero también cargaba con la inquietud de que aquello no llegaría tan lejos. ¿Qué era aquello? ¿Había un aquello, para empezar? Se preguntó una y otra vez. En toda su vida había besado a muchas chicas, pero compartir eso con Lapis la hizo sentir como si fuera su primer beso, como si sus labios hubiesen estado sellados todo este tiempo. No podía asimilarlo, se estaba perdiendo en aquella muchacha, con ilusiones de todo tipo que no eran más que sueños. Sabía que aferrarse estaba mal, que era algo de lo más inmaduro, pero aun así no podía evitarlo. 

 

Y ahí estaba, a punto de entrar en algo que desconocía, algo que no era parte de su mundo, solo por ella. Preguntó a sus amigas (y a cuanto conocido pudo) sobre aquellos Bailes a los que Lapis dedicaba poemas, ninguna entendía de qué estaba hablando. Tal vez, después de todo, el misterio no era lo suyo. Estaba tan acostumbrada a tener todos los datos y fórmulas posibles, sabía que responder incluso antes de escuchar la pregunta. Pero era una completa neófita en cuanto a las excentricidades del mundo artístico. Su madre había hecho demasiado hincapié en convencerla de que no existía nada más que los números, que estos eran la única expresión del hombre. Y por estas ideas era que parecía tan complicado entender a Lazuli. Intentar cosas nuevas no era para ella, pero hacía su esfuerzo. 

 

Despertó al divisar un destello por el rabillo de sus ojos, iluminando su rostro mientras se sentía aún más ciega. El enorme autobús abrió sus puertas pesadas delante de ella, y Peridot se levantó arrastrando los pies. Adentro estaba ella sola, y como única compañía otra luz neón blanca, parecían abundar en esa ciudad. Una ventana rota le impedía ver con claridad a través de ella, aunque solo veía oscuridad y letreros brillantes. Mientras estaba ahí sentada repasó el pequeño acuerdo que formaron. Llegaría al club, y Lapis se encargaría de todo lo demás, no sabía que era "todo lo demás". Se extrañó por lo cómoda que se sentía entre los asientos solitarios, y se lamentó cuando el viaje terminó. En cuanto se bajó del transporte, caminó por las calles bostezando ocasionalmente.

 

Luego del conocido camino, entró al bar notandolo diferente de inmediato. Lo neón estaba muerto. La azulada luz había desaparecido, reemplazada por unas cuantas que iluminaban el centro. Ahora veía los verdaderos colores opacos y viejos de las paredes. La pista estaba completamente despejada, y descubrió lo amplio que era el lugar. Las mesas y sillas estaban alrededor de esta, como si un vals estuviera apunto de presenciarse en medio. En lo que servía de escenario para los Dj's ahora había una especie de podium completamente improvisado hecho con cajas de madera que tal vez eran para las botellas, al lado de este singular objeto había una vieja mesa común y detrás, un montón de trofeos de todos tamaños. No había mucha gente como en ocasiones anteriores, y los que estaban, esperaban extrañamente ordenados en las mesas hablando de sus propios pensamientos. No sabía a donde ir o donde esperar a Lapis, pues no la veía por ningún lado. Nasty, de Janet Jackson sonaba despacio, como si sólo estuviera ahí para ambientar y evitar el silencio. Estaba a punto de sentarse en cualquier lugar, cuando la chica que estaba buscando invadió su campo de visión, como si se hubiese transportado frente a ella.

 

---¡Viniste! ---Exclamó la de cabello azul, más que emocionaba y sonriendo como un ángel--- Realmente estás aquí. 

 

---Te dije que vendría ---Murmuró Peridot, algo abrumada por la espontánea energía. 

 

Lapis cubrió su sonrisa con ambas manos, como si estuviera viendo orgullosa a un hijo.

 

---¡Te va a encantar esto! ¡Te lo aseguro! 

 

---Parece... divertido ---Comentó la rubia, merodeando con la vista. Ligeramente asustada, tal vez.

 

---Lo será. 

 

---Claro... Pero...

 

---Para ponerte en contexto antes de empezar ¿Ves esa mesa de ahí? ---Apuntó la chica hacia la suerte de escenario--- Es donde se sientan los jueces. 

 

---¿Jueces? ¿Y qué fue lo que hicieron para poder ser jueces?

 

---No tengo ni la menor idea ---Rió Lapis---. De donde vengo, suelen ser los más cercanos al mundo de la moda, o los más veteranos entre la escena del Baile. 

 

---Creo que tu deberías ser jueza, vienes de Empire, la ciudad de la cultura popular y la moda.

 

---¿Y perderme toda la diversión? No gracias, prefiero que me destrocen por un mal dobladillo. 

 

---¿Es ahí donde se camina? ---Preguntó Peridot, señalando la larga pista. Estaba peligrosamente centrada. 

 

---Es donde se vive ---Respondió al segundo. Peridot solo asintió. 

 

---¿Y todos esos trofeos?

 

---Son para los ganadores.

 

---¿Y qué hay para los perdedores? 

 

---Humillación pública, básicamente.

 

Lo que debía ser un chiste alteró progresivamente a Peridot. No solía pasar vergüenzas en la universidad, era de las mejores de su facultad, pero ahí no era más que una especie de turista y eso la aterraba.

 

---Tranquila, hablé con Florida, ¿Recuerdas a Florida? ---No esperó a que la de lentes le respondiera--- Le dije que es tu primera vez y que no sea una perra contigo.

 

---¿Puedo confiar en este Florida?

 

---No lo se, pero vamos a averiguarlo.

 

Peridot tomó nota: su autoestima estaba en juego. Lapis la tomó de la mano y la llevó consigo, como si estuviera guiando a una niña a una especie de mundo mágico. Mientras, la pequeña rubia observaba los rostros de cuanta persona podía, todos eran tan distintos y llamativos a su manera, lucían completamente experimentados, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió como toda una novata. Nunca antes notó que aquel edificio era algo más que solo un club, pues su arquitectura era diferente al de uno. Atravesaron una puerta que las llevó a un pasillo. Las paredes eran de un blanco sucio y una que otra luz parpadeaba con un eléctrico sonido. No era muy ancho. La música se volvía lejana como un eco, tan sólo lo suficientemente alto para ser percibido. El pasillo no estaba solo, habían unas cuantas personas colocándose  extravagantes ropajes, de todos colores y formas. Por fin llegaron a un destino, una habitación pequeña sin amueblar, salvo por una vieja percha con objetos y telas de varias procedencias y una especie de tocador. El piso era de madera polvorosa, como casi todo lo demás. Entendió que era un vestidor, viejo e incluso deprimente, digno para una sesión de sueños rotos. 

 

---Tada~ ---Canturreó Lapis, con los brazos ligeramente extendidos, como si expusiera un palacio. 

 

---Esto es...

 

---Algo así como un detrás de escenario.

 

Junto con sus palabras, el sonoro taconeo de varias personas iba y venía en los pasillos, murmullos fantasmales y el sonido de canciones retro creaba toda un aura casi histórica. Se imaginó hablando de eso en el futuro. Pero estaban en el presente, y eso lo volvía más extraño. Sin perder ni un segundo más, Lapis se inclinó ante una vieja mochila deportiva que estaba en el suelo y comenzó a hurgar en su interior. Peridot solo escuchaba el sonido de varios materiales chocando entre sí, desconociendo su procedencia. Luego de un minuto, la chica dejó en el viejo mueble una especie de tocado voluminoso. Graciosamente lo relacionó con un moño para regalo, aunque gustaba de su color verde primavera. Finalmente, levantó el pequeño vestido que tanto estaba buscando. Lo exhibió delante de ella, permitiéndole verlo. Era completamente verde, pero afortunadamente no tan extravagante como pensó que sería. Estaba hecho de dos telas diferentes que no sabía que podían combinar. No era muy largo, solo lo suficiente para cubrir sus rodillas. 

 

---¿Qué te parece? ---Preguntó Lapis.

 

---Es... lindo

 

---¿Solo lindo? ---Cuestionó, más divertida que ofendida.

 

---Creo, en realidad no se mucho de este asunto de la moda. 

 

---Se sincera ---Pidió la de cabello azul, sin abandonar su voz amistosa--- ¿Qué ves en él?

 

---Un vestido verde

 

---Si, es un vestido verde de la colección Otoño 2007 de Christian Dior ---Informó, fingiendo un tono de niño presumido. 

 

---¿Es Dior? ---Señaló el vestido. Jamás estuvo al tanto de los nombres de diseñadores, pero recordaba a sus hermanas mayores hablando del tema cuando eran más jóvenes--- O sea, ¿Original?

 

---¿Te sorprende que una vagabunda de Empire tenga algo Dior? ---Sus palabras podrían sonar insultadas, si no fuera por su alegre voz. 

 

---¡No! Claro que no es eso, solo...

 

---Me lo obsequió mi Madre cuando cumplí 20 ---Respondió antes de que Peridot preguntara---. Tantas manos han tocado este viejo vestido pasado de moda. Tan lleno de historia ---Se tomó un segundo de verlo, añorada, como una estudiante viendo su vestido de graduación ideal. 

 

---No creo que deba usarlo yo.

 

---¿No te gusta?

 

---Me encanta ---Peridot pensó por un segundo si debió usar esa palabra---, es solo que tiene demasiado valor para ti.

 

---Peridot ---La nombrada de irguió casi militarmente al ser nombrada---, nada me haría más feliz que verte usar este vestido. 

 

Se dio un segundo para pensar en el mítico poder de las palabras de Lapis sobre ella. Después de todo, estaba ahí solo porque esa cautivadora chica se lo había pedido. Si, ella tenía un peligroso poder sobre la rubia. Murmurando un suave: "de acuerdo", comenzó por deshacerse de la vieja chaqueta descolorida que llevaba puesta. La de cabellera azul le tendió la vestimenta mientras Peridot estrujaba nerviosamente los bordes de su camisa, dudando si debía levantarla. Odió esa sensación, un sentimiento que no recordaba porque lo dejó atrás hace años. Pero Lapis la hacía sentir de esa manera, como si todo fuera nuevo, como si fuera una torpe adolescente otra vez.

 

---Oh, lo siento ¿Necesitas que me dé la vuelta? ---Habló la chica. Ella tan hilarante, mientras Peridot se sentía diminuta. 

 

Cuando Lazuli siguió con sus asuntos en su polvorosa mochila, y la rubia por fin cumplió su imposible hazaña de retirarse la camisa. Un fuerte escalofrío besó su piel desnuda, erizando sus brazos, su diminutos pechos subían y bajaban al compás de su respiración apresurada. Agradeció que la otra joven no la vio en ese estado, se sentía tan patética. Al sentirse recuperada de ese esfuerzo, desabotonó su pantalón junto con la bragueta, deslizando el tiro por sus piernas, ganándose una sensación similar a la de sus brazos. 

 

---Antes de irme de Empire ---Comenzó Lapis, siendo solo una voz a sus espaldas---, tomé un par de cosas de mi familia, para poder recordarlos. No pude robarles mucho, tenía el tiempo encima y debía decidir si llevar un sombrero gracioso o más pares de bragas. 

 

Peridot continuó desvistiendose, algo ansiosa por imaginar que alguien podría asomarse por aquella puerta sin perilla, y que apenas cerraba correctamente. Era como si se estuviera preparando para alguna obra de teatro escolar. Tomó la famosa prenda verde y se vistió con ella, sintiendo algo incomoda. Los vestidos no eran lo suyo, los había usado en otras ocasiones en el pasado pero jamás simpatizó del todo con el hecho de llevarlos puestos. No pudo terminar de subir la bragueta y estaba a punto de pedir ayuda, cuando Lapis habló.

 

---Esas son las formas de ganar ropa en los barrios bajos de Empire, la heredas de tantas manos como los diamantes falsos de tu abuela, o de la nada los encuentras en un viejo baúl--- Empezó a sacar más objetos de la pequeña mochila---. Bueno, la opción "c" es husmear en la basura, pero esa no es tan atractiva. 

 

---Así que en Empire también tienen problemas con mapaches, solo que en la Gran Ciudad los mapaches tienen cabello azul, hablan sobre marginación social y buscan vestidos de diseñador. Suena bien ---Bromeó Peridot, sorprendiendose a si misma de poder pensar estando ahí, tan lejos de su zona de confort. 

 

---Supongo que puedo compararme con un mapache ---Observó la otra chica, extrañamente pensativa---, antes de encontrar mi hogar... En algún punto tuve que buscar comida en los basureros de restaurantes. Una locura, ¿cierto? 

 

Ante esto, la rubia detuvo sus acciones concentrandose por completo en Lapis. Lo que había dicho se grabó en su memoria como un recuerdo de que en realidad no sabía nada de aquella chica, conocía lo superficial y lo divertida que era, pero no lo que sufría y lo que le pesaba. Claro, sabía lo de Jasper, pero ¿Y lo demás? ¿Sus días en las calles? ¿Cuando dormía en lugares diferentes todos los días? "Y si lo supieras, ¿Qué podrías hacer?", se asaltó a sí misma. La respuesta era que simplemente no podría hacer absolutamente nada. Convencida de esto, guardó silencio. 

 

---¿Lo que dije te puso incómoda? ---Preguntó Lapis, acercándose a Peridot---. No te preocupes, eso fue hace mucho tiempo ---Le restó importancia. 

 

---Pero no es justo que tú... que no pueda decirte nada para ayudar...

 

---Está bien.

 

---¡No está bien! ---Alzó la voz, haciendo sobresaltar ligeramente a Lapis---. No puedo ayudarte como me gustaría. Ni siquiera se que decirte. 

 

---No tienes que decir nada, Peridot ---Consoló. 

 

---No es justo que pases por esto tú sola...

 

---Puedo cuidarme sola, cariño, no tienes que preocuparte por mi ---Dijo Lapis, guiñando un ojo y chasqueando su lengua, finalizando con su famosa sonrisa tranquila.

 

Peridot sonrió un poco, quiso decir más pero calló. La otra joven la tomó de los hombros y le dio la vuelta para ayudarla con la bragueta. La menor solo pensaba y pensaba, quería hablarle con las palabras poéticas que su mente formaba pero sabía que de su boca solo saldrían frases mediocres. Cuando terminó de vestirse, tomó los zapatos que Lazuli le ofreció y de nuevo sintió pánico.

 

---No se caminar en estas cosas ---Confesó temerosa, levantando el par de tacones verdes.

 

---Es fácil. Tacón primero, luego punta.

 

---Pero... ¿No será extraño? 

 

---Te verás genial, tal vez le agregue dramatismo a tu caminata, ya sabes, una modelo moribunda ---Rió Lapis. 

 

La chica solo obedeció, colocando en sus pies lo que empezaba a ver como armas mortales. No iba a negar que ya no estaba tan convencida como antes, pero no quería defraudarla, ya había evitado el cambio lo suficiente. Lo siguiente fue Peridot colocándose con torpeza todos los accesorios que Lapis le tendía. Se sintió como una muñeca, aquella a la cual visten y peinan al gusto. El maquillaje no estuvo tan mal como pensó, bobamente sentía cosquillas en su estómago al ver la mirada concentrada de la morena fijada solamente en ella. Aún así, observó su reflejo perpleja, adornado por una imagen poco convencional de sí misma. Sus lentes fueron confiscados, claro que Lapis le consultó la idea de caminar sin ellos primero. Finalmente, el tocado ridículamente grande coronó con soberbia su cabeza y se sintió como una completa desconocida. Curiosamente la sensación no era mala, no entendía bien lo que pasaba pero realmente quería ver cómo terminaba todo aquello. 

 

---¿Ahora qué? ---Preguntó Peridot.

 

---Mirate en el espejo.

 

---Ya lo hice. Me veo... Me veo bien ---Confesó, moviendo la cabeza, analizando los diferentes ángulos de su imagen---. Me veo diferente... Creo que me gusta esto.

 

---¿En serio?

 

---Si, quiero decir... No voy a mentirte. Tengo miedo de la mierda que está por ocurrir pero... Al menos me veo genial. 

 

Lapis no respondió, solo sonrió, como si fuera un artista disfrutando su última obra maestra. Apresurada, empezó a atenderse a si misma. Sus ropas comenzaron a caer por el suelo, y la rubia apartó la vista con el rostro ardiendo. Solo escuchó una risa fuerte. 

 

---Descuida, puedes mirar. No es nada que una chica no haya visto antes ---Murmuró, con una voz aterciopelada que Peridot no pasó por alto---. Tal vez te motive a venir más seguido. 

 

No hubo respuesta, pero bajo ese permiso, la universitaria se permitió observar un poco más, aún con la cara ardiendo como un sol. El delgado cuerpo de Lazuli estaba adornado por otros pares de tatuajes que no había visto, con figuras similares a mandalas. En sus largas piernas se dibujaban ligeras marcas rojas formadas por el rose de sus prendas contra su piel, tan perfectamente natural. Nunca había notado lo alta y esbelta que era, como una figura faraónica. Llevó sus manos a su espalda, y Peridot no tardó ni un segundo en entender que estaba soltando su corpiño. Con brusca rapidez, volvió a girar el rostro y cubrió sus ojos con una mano, como si voltearse no fuera suficiente.

 

---Vaya, ¿Soy tan desagradable? ---Chanceó Lapis, entretenida por la reacción. 

 

---¡No, no! ¡No es eso! Es que... ---Se apresuró a decir, aún cubriendo sus ojos.

 

---Eres toda una dama, Peridot ---Suspiró---. Te avisaré cuando puedas mirar ---Canturreó.

 

Luego de unos minutos escuchó el permiso de la chica y por fin liberó a sus ojos de la oscuridad. La desnudez ahora estaba cobijada por un largo vestido de color verde oscuro, el diseño era simple y el material también parecía serlo, pero Peridot no podía pensar en algo más que ella. La tela era delgada y se apegaba a su cuerpo, haciendo que su silueta se viera más diminuta. La figura de sus senos se alzaba elegante y seductora. Observó como tomaba un par de guantes de ópera negros, el material brillaba como el vestido, en un efecto de satín. 

 

Apenas podía comprender el maremoto de pensamientos en su cabeza. Ante sus ojos Lapis era una Venus, moviendo sus cabellos con gracia, sus largos y delgados dedos tomando objetos del tocador, los tatuajes que antes ya admiraba ahora parecían mitológicos, como si contaran las hazañas de aquella diosa. Peridot jamás pensó tener esas imágenes en su cabeza. Jamás pensó que alguien podía provocar esos pensamientos idílicos. Tal vez, secretamente, Lapis si era una Venus. Solo eso podría explicar aquellos suspiros tan profundos que nacían por ella. A pesar del ruido exterior, no escuchaba nada. Bien pudo estar babeando en ese momento y jamás se habría enterado. 

 

---Madre me mataría si me viera con algo tan simple ---Comentó Lapis, trayendo de vuelta la realidad. 

 

---¿De qué hablas? ¡Mirate! ---Habló, atónita---. Eres hermosa... 

 

Los grandes ojos azules se posaron sobre ella, y Peridot vio un mar en ellos. La observaba con una mezcla de asombro y diversión, como si, extrañamente, no estuviera acostumbrada a escuchar esas palabras. La de lentes se juró que su misión sería recordarle siempre que era hermosa. 

 

Se observaron por unos segundos más, en un placentero silencio, como si estuvieran conectadas, como si se comunicarán a través de sus pensamientos. Pronto el sonido bullicioso de afuera hizo que ambas giraran hacia la puerta. 

 

---El baile ya comenzó ---Anunció la mesera, regresando su atención a Peridot. 

 

Esta solo asintió, con un enorme y doloroso nudo formándose en su estómago. Podía sentir que el calor aumentaba, y sabía que eso no era por su Venus. Era el miedo, los nervios similares a cuando iba a presentar algo frente a un montón de desconocidos. Y de cierto modo, eso era lo que iba a hacer, presentarse. Cuando su compañera se levantó, la estudiante la siguió recordando que estaba atada a un par de tacones incómodos. Su caminar empezó torpe y solo empeoró, no recordaba la última vez que usó zapatos similares. No pudo evitar tropezar a medio camino, cayendo al suelo. Lapis fue a socorrerla, y la mirada que le dio le hizo saber que pensaban lo mismo: tal vez debía tomarse 10 minutos para aprender a caminar en tacones. 

 

______

 

Nuevamente el club estaba bañado en múltiples luces de colores, formando míticas imágenes en las paredes. Solo el centro del salón tenía potentes reflectores blancos. Y la música, fuerte y rítmica creaba una especie de escenario confuso. Oía el alardeo de los demás, risas estruendosas y gritos de celebración, todos aclamando al glamour que se vivía en el centro. Una voz hablaba alto en el micrófono pero no lograba entender lo que exclamaba, tal vez porque estaba más asustada que presente. Bajo el umbral, veía todo, nerviosa. Llevaba encima un vestido tan furiosamente verde y una esfera de telas en la cabeza y nadie parecía verla, agradeció por eso. Pero no era la única, extravagantes atuendos volaban aquí y allá. En los altavoces se reproducía la alegre voz de Deee-Lite. Concluyó que jamás olvidaría la manera en que Groove is in the Heart sonaba en aquel lugar. La canción jamás tuvo más sentido para ella.

 

Sintió una mano tocándole el brazo y dio un respingo. Al girarse, Lapis le sonreía, animandola, y entrelazó su mano con la de ella. 

 

---¿Cómo me veo? ---Consultó Peridot, con una voz dolorosamente nerviosa. 

 

---Jodidamente asustada ---Rió la de cabello azul---. Relajate y solo disfruta el momento. 

 

---¿En serio haces esto todo el tiempo? 

 

La pregunta no tuvo respuesta, pues la multitud inundó todo en gritos y palabrería. No entendía qué estaba pasando.  

 

---Ven, tienes que verlo de cerca ---Lapis la intentó guiar por la gente, pero al notar resistencia, se volvió---. Peridot, vamos, todo estará bien. 

 

La rubia no contestó, pero se dejo conducir. No supo en qué punto sus ideas violentas comenzaron a aturdir su juicio, por unos segundos todo se volvió lejano y los rostros a su alrededor se veían borrosos y temblorosos. Era una sensación que no había vivido jamás, tanto color en una sola habitación, el sentimiento de parecer un regalo de navidad. Una dimensión sin pies ni cabeza, solo así pudo describirlo. Entre todos los accesorios, llevaba una gargantilla con aspecto de cinturón (Peridot lo relacionó más a un collar para perros) y parecía que se hacía cada vez más ajustado, sofocandola y transformando el aire de sus pulmones en fuego. Terminaron en un sitio frente a la pista. La voz del hombre del micrófono se oía más clara y por fin entendía sus palabras. 

 

---El es Florida ---Indicó Lapis.

 

Al verlo, Peridot se preguntó cómo alguien tan ridículamente extravagante lograba pasar desapercibido en un lugar como Ciudad Playa. Todo en él era extraño, pero su foco de atención se posó en la chaqueta de lentejuelas negras, que reflejaban destellos por las luces de colores. El sujeto levantó las manos haciendo ademanes, y notó las mangas acampanadas de la prenda. Justo cuando la chica pensó que esa especie de blazer no podía ser más bizarro notó unos pequeños puntos que brillaban, como estrellas en un mar negro. Jamás pensó que vería a alguien capaz de usar algo con luces de manera no irónica. 

 

---Atención mis niños ---Llamó Florida en el podium--, la categoría es Reina rosa ---Y consigo, una nueva canción sonó---. Limpien el piso, o asombrense por la realeza. 

 

Todo a su alrededor era caos y fiesta. Los excéntricos personajes flotaban en la vieja pista, abriendo ruidosamente abanicos, bañados en perlas, accesorios, telas, y todo era rosa, justo como había anunciado aquel extraño. Se fijó en una mujer envuelta en ropajes hechos de organzas rosadas, regalando una discreta desnudez, posaba y blandía sus brazos por los aires con gracia, ocasionando suspiros y aullidos. Observó tanto, escuchó tanto, las indulgentes burlas de Florida se esparcían como un veneno que todos celebraban. Para Peridot aquello era como ir a un museo, admiraba boquiabierta todo lo que pasaba a su alrededor, olvidando incluso su propia participación. Dejó de poner resistencia y se permitió disfrutar. Las categorías pasaron: noches de cabaret, látex eleganza, realeza ejecutiva, pesadilla azul, todas sonaban tan extrañas y urbanas. Podía escuchar lo animada que estaba Lapis, y cómo la miraba emocionada, como si estuviera asegurándose de que la rubia también lo estuviera disfrutando.

 

Por un rato, la fiesta (no era la palabra adecuada, pero la estudiante no podía pensar en ningún otra que la ayudara a definir sus pensamientos) continuó, los jueces levantaban las tarjetas con aquellos números malditos que decidían si los demás se desgañitaban por ti, o estallaban en risas. Y de un momento a otro, la música cambió nuevamente y Ring My Bell rebotaba en las paredes.

 

---La categoría es... ---Ronroneó el hombre, añadiendo un silencio dramático--- Fantasía verde. Sirvan su dulce envidia. 

 

La sonrisa que adornaba el rostro de la universitaria se borró en un instante. Era su turno de fingir que pertenecía a ellos. Su estómago se revolvió con violencia a la vez que helados escalofríos recorrían su cuerpo con dolorosa electricidad. Si antes estaba asustada, ahora se moría de horror, porque presenció lo cruel que podía ser la escena de los bailes (incluso ella había participado en las sornas). Una gran luz roja se encendió en su mente, estaba en un lugar peligroso. Todas sus alarmas gritaban "¡No lo hagas". Lapis la jaló de la mano para acercarse al inicio de la pista, y rememoró las tardes en las que su madre tenía que arrastrarla al consultorio dental. 

 

Era gracioso como las situaciones extremas la hacían volver al pasado.

En sus años de instituto solía burlarse de los muchachos que hacían lo imposible con tal de que la guapa del salón los aceptara. Y ahí estaba ella, a punto de entrar en un terrorífico lugar y hacer el ridículo por una chica linda. Pero para Peridot, Lapis lo valía y con creces. 

 

---Peridot ---La voz de la más alta sonó lejana---. ¡Peridot!

 

La rubia brincó como un gato al escuchar su nombre. 

 

---Es hora, nena ---Comenzó Lapis, acomodando el collar de la chica---. Estás lista para la pelea.

 

---Tengo miedo... ---Balbuceó---. ¿Y si tropiezo y lo arruino? ¿Y-Y si ellos se burlan?

 

---Peridot ---Lapis la tomó de los hombros, tratando de calmarla---, puedes hacerlo. Eres universitaria y estudias todos esos números extraños, ¡Esto no es nada!

 

---En realidad no hay punto de comparación... ---Observó. 

 

---Además, ¡Mírate! Te ves hermosa.

 

---¿De verdad...? ---Preguntó la estudiante, mareada. No sabía si era por los nervios o por la sangre subiendo a su cabeza.

 

---Eres una diosa en tacones, Peridot. Y debes demostrarlo.

 

---¿A quién? 

 

---¡A ti misma, Peridot! ---Exclamó Lazuli sacudiendo los hombros---. No tengas miedo, estos chicos no son nada.

 

---Creí que habías dicho que eran geniales.

 

---No lo son comparados contigo. Vamos, es como lo ensayamos. Justo como lo ensayamos. 

 

---Lapis. No puedo. Hazlo tu primero ---Suplicó---. Por favor...

 

La chica la liberó de su agarre, asintiendo. Tomó su mano por un segundo, sonriéndole con ternura.

 

---¿Me prometes que no vas a salir huyendo? ---Preguntó la de cabello azul. 

 

Peridot asintió.

 

---¿Saldrás después de mi?

 

Al verla asentir de nuevo avanzó por el centro de la pista, y Peridot sintió sus dedos deslizarse por su mano. Lazuli caminó por toda la pista, dándole a todos lo que pedían a gritos. La confianza que irradiaba encandiló por completo a la más diminuta, pues flotaba por todos lados, sus brazos imitaban formas artísticas, ahora entendía que estaba "vogueando" . No la vio flaquear en ningún segundo, todo en ella era movimiento, como la elegancia de una serpiente. Ya ni siquiera escuchaba a las personas gritando o la música, porque Peridot por fin estaba presenciando lo que tanto esperó. Lapis expresando en movimientos, en telas, en bailes, en su arte. Y la voz de Florida rompió el momento.

 

---Querida, te equivocaste de categoría ---Dijo, en un fingido tono dulzón---, la categoría es Fantasía Verde; no Reina Barata. 

 

Las risas estallaron en el salón. Peridot simplemente no entendía, ¿Acaso solo ella podía ver su perfección? Aún así, Lapis siguió en su papel y continuó meciendo su vestido.

 

---Pero ya en serio, señorita Lazuli. Queremos velos, pieles, ¡Joyas más grandes que tu cabeza! ---Continuó Florida, gritando eso último---. ¿Por qué usas ese camisón de rebaja?

 

Nuevamente todos rieron, comenzando a murmurar burlas. Pero Lapis seguía inquebrantable.

 

---Cuando me dijeron que una Diamante estaba entre nosotros, casi me desmayo ---Explicó el excéntrico, como un pastor en medio de una misa (misa negra, pensó Peridot)---. Una hija representando Empire en nuestra humilde ciudad ---Para este punto, Lapis ya había dejado de modelar y escuchaba atenta la mención de su Casa---. Ahora veo que nos trajeron las sobras. 

 

Peridot pudo ver como todos gritaban riendo, la cerveza y el licor volando de vasos que fueron sacudidos con energía. No podía ver el rostro de Lapis, pero vio a esta colocar sus manos a cada lado de su cintura, tal vez con indignación. 

 

---No me mires así, cariño. Sabías que te iba a tratar como basura por vestirte así ---Consoló Florida---. Veamos la puntuación de nuestra Linda Evangelista. Jueces, por favor. 

 

Las personas que estaban sentadas en el estrado (que ante los ojos de la rubia parecían un jurado de un cuento de Dr. Seuss por sus extravagantes atuendos) levantaron tranquilamente sus cartas mostrando una serie de números: 10, 8, 8, 7, 7

Peridot no tenía idea de qué significaba eso, pero las risas de los demás le hicieron entender que no era bueno.

 

---Estás despedida, Evangelista. Abandona la pista con gracia. 

 

La música seguía, los reflectores daban vueltas por todo el lugar y todos continuaban gritando y riendo. Lapis no regresó a su lado, permaneció al lado del estrado mientras le hacía señas con los brazos para que avanzara. Y al final, ignoró las alarmas en su cabeza y lo hizo.

 

Peridot no podía creerlo. 

 

No entendía cómo era capaz de caminar en tacones, en medio de toda esa gente dispuesta a devorarla viva, usando un vestido de un verde para nada discreto. Mientras más desfilaba más pensaba cosas, estaba empezando a odiar la música Disco y se preguntaba por qué no bebió antes de todo eso. Imaginaba que si estuviera ebria todo sería más fácil. Pero estaba sobria y debía afrontarlo. 

 

---Mírenla, aquí viene una reina ---Oyó decir a Florida.

 

Cuando entró por completo al círculo escuchó a sus costados los gritos de los demás, veía de reojo como blandían abanicos en su dirección y estuvo a punto de desmayarse. Tenía la cara levantada, pero la vista fijada en nada. No quería mirar a nadie, no quería ver sus rostros o expresiones. 

 

---Vamos chica, dejanos verte, no seas tímida ---Canturreó, siendo seguido por más aullidos como una especie de orquesta. 

 

Siguió caminando sin hacer nada en especial. Se sentía tan rígida como una tabla, demasiado asustada para moverse. 

 

---¡Oh, Dior! Vino con sus mejores garras ---Bramó, pero sus palabras no eran captadas por su destinatario---. ¡Todo es tuyo! ¡Lucelo! 

 

Peridot sabía que era demasiado tarde para salir corriendo y que la tierra no iba a abrirse para rescatarla. Su cuerpo temblaba, incluyendo sus pies. En un descuido al caminar sintió como su tobillo se dobló causándole un gran tormento, blandió los brazos en el aire por la falta de equilibrio. Siguió, parecía que en lugar de caminar marchaba hacia el estrado, cosa que nadie pasó por alto pues comenzaban a reír y a negar con la cabeza. 

 

---¡Oh, oh, oh, cariño! ¡Detente! ¡Detente ahí mismo! ---Llamó el presentador, alterando mucho más a la chica--- ¡Paren la música! ¡Paren la maldita música! ---Añadió gritando al ver que lo ignoraban. 

 

La música se detuvo, haciendo que las voces se volvieran un eco que se alzaba hasta el techo. La asustada blonda podía escuchar el brusco latido de su corazón en sus oídos. Sus manos se cerraron en la tela de la falda, estrujandola nerviosamente. El tocado en su cabeza le parecía ahora una pesada corona de concreto. Cuando vieron que no sucedía nada, todos callaron. Con desesperación, Peridot captó a Lapis mirando al maestro de ceremonia, y notó que su rostro estaba en blanco, sus ojos tan abiertos y sus labios solo eran una línea recta. Se veía como una gacela, atenta a cualquier pequeño crujir. Pero Florida Hazel no dejaba de verla y eso la puso más inestable.

 

---¿Y bien? ---Habló al fin el de negro--- ¿Nos vinieron a tirar un cadaver?

 

Peridot abrió la boca, dispuesta a responder pero las palabras se perdieron. Más bien, su cerebro no quería conectar con su lengua para crear un testimonio de su horror. Sin el ruido, la voz del micrófono sonaba más despectiva, clara, bizarra. Estaba segura que lo escucharía en sus pesadillas. 

 

---Admito que tu fachada de Nancy Spungen después de mucha heroína es algo pero, niña...  ¿Dónde está el espíritu? ¿Dónde está el amor? 

 

Su garganta dolía cada vez que pasaba saliva, necesitaba agua porque creía estar en un desierto, envuelta de animales peligrosos. En busca de un consuelo, volvió a fijarse en Lapis, quien solo pudo animarla con señas de manos.

 

---La cosa es, cariño, que un vestido bonito no es suficiente para entrar a un baile ---Espetó Florida, y su voz sonó más ponzoñosa que divertida---, ¡Dame sustancia! ¡Dame una historia, además de la niña blanca jugando a ser una suerte de Primadonna! 

 

No podía interpretar esas palabras de otra manera que no fuera un ataque hacia ella, y en medio de todo ese caos de emociones, el enojo hizo su triunfal aparición.

 

---Antes de venir a pararte aquí, aprende a caminar y solo tal vez así seas algo más que una niña en un vestido bonito. ---Continuó agrediendo---. Ahora retírate a casa, tal vez estén transmitiendo Sesame Street

 

---¿Y qué hay de ti, idiota? ---Preguntó Peridot en voz alta, avanzando molesta hacía el podium improvisado. 

 

---¿Qué hay de mi?

 

---No haces más que pararte ahí toda la noche y decir mierda de las personas.

 

---Es mi trabajo, cariño. 

 

---¿Ah, si? ¿Y a quién intentas imitar con ese horrible saco, "cariño"? ¿Al maldito Mistoffelees?

 

Unas ligeras risas se escucharon entre algunos rincones del club. 

 

---Presto, perra ---Respondió Hazel, sin mucho interés---. ¿Alguien más, por favor? ¿Alguien que sea real? ¡Por favor, quien sea!

 

Todos miraban en silencio, por primera vez esa noche. Lapis había comenzado a sonreír divertida.

 

---Al menos yo puedo decir que uso un vestido bonito  ---Espetó---. Tu en cambio pareces un estúpido árbol de navidad.

 

---Por favor, ese vestido es más que bonito, niña ---Halagó Florida. 

 

La universitaria entrecerró los ojos de forma acusatoria, intentando leer las intenciones de esas palabras. Un cansado suspiro se escuchó a través del micrófono. 

 

---Muy bien. Tu ganas. Ve al inicio de la pista ---Soltó---. Vamos, ve. 

 

Confundida, lo miró unos segundos antes de obedecer y regresar al punto de partida. Eso se estaba alargando más de lo que tenía planeado en un inicio. Pensó que podría simplemente decir que se terminó y disculparse con Lapis, estaba segura que la entendería. Pero ahora también estaba una especie de temor similar a no pasar un examen. Había gritado, clamado ser mejor, ahora debía probarlo de verdad y finalizar lo que empezó. A pesar de contestar a los mordaces insultos, por dentro seguía temblando y podía escuchar el choque de sus dientes por el temblor de su mandíbula, como si se estuviera muriendo de frío. Pero no, moría por otra cosa.

 

En cuanto se detuvo, observó los burlones rostros de los demás. Peridot empezaba a acostumbrarse a ellos. 

 

---Música, por favor ---Pidió Hazel---. Hagamos que el Disco sea tu himno. 

 

Ring my Bell volvió a sonar en los altavoces y la rubia maldijo en silencio. Desde esa noche en adelante, odiaría esa canción.

 

---Despejen la pista, damas y caballeros, que estamos a punto de presenciar un bautizo de fuego ---Anunció el hombre, volviendo su tono de presentador---. Vamos, mi amor, muéstranos como lo haces. Avanza al centro y empieza a posar. Pasos largos pero elegantes.

 

Peridot entendió lo que trataba de hacer. Siguió las instrucciones, reanudando el volumen de las ruidosa voces. Florida continuó indicando que hacer y dónde pararse, era como aquel ensayo improvisado con Lapis. Cuando le pedía girar, lo hacía. Cuando decía que se detuviera, lo hacía. Todo con una novata torpeza. Se rió al darse cuenta que empezaba a acostumbrarse. Así se mantuvo hasta llegar al estrado. Miró a la chica de cabello azul por un segundo, desde que comenzó todo la sentía lejana. No era una sensación agradable.

 

---Jueces, por favor ---Fue lo único que dijo Florida. Ambos se miraron fijamente, y Peridot pensó que los dos sentían alivio de que por fin acabara todo. 

 

Con un ademán, Hazel le indicó que dirigiera su atención al panel de jueces. Estos comenzaron a levantar las tarjetas y Peridot no quería mirarlas. 9, 10, 8, 9, 10

Detrás de ella, el público comenzó a animar y silbar. 

 

---¡Tercer lugar! Tercer lugar para la señorita cadáver reanimado. 

 

El rostro de la chica estaba rojo y perlado por una ligera capa de sudor. Suficientes emociones en aquella noche. No se dio cuenta de que tenía un trofeo cerca de ella. Se lo tendía un chico sonriente, y no lo tomó hasta que este le indicó que era suyo. Lo sostuvo en sus brazos, ni siquiera lo miró bien pues estaba demasiado impaciente por irse de aquel círculo maldito. 

 

---Te felicito por tu debut, niña ---La voz de Florida no mostraba ni una señal del veneno de hace unos momentos.

 

---¡Me llamo Peridot! ---Gritó, molesta. Estaba harta de escuchar la palabra "niña". 

 

Los demás aplaudieron riendo. En un segundo la categoría cambió, y la odisea de la rubia fue completamente olvidada. Solo entonces volvió sonreír. Se dio la vuelta y se integró con los demás, con un trofeo en mano. 

 

Lapis la alcanzó, tomándola de la mano. 

 

---¡No puedo creerlo, Peridot! ---Exclamó, excitada--- ¡Lo hiciste! 

 

La nombrada solo asintió, con una sonrisa mareada. Estaba agotada, apenas si podía pensar con claridad. 

 

______

 

El aire fresco de la madrugada besaba su cara mientras se relajaba. El estruendo de la música era ahogado tras la pesada puerta del club. La noche había llegado a su fin, y Lapis había decidido que lo mejor para Peridot era respirar y hablar a solas. 

 

La estudiante tenía de vuelta su uniforme del trabajo con el que llegó, al igual que sus lentes, devolviendo una vista clara. Ambas chicas estaban sentadas en las duras escaleras en completo silencio, solo existiendo. El barato trofeo descansaba a sus pies, parecía algo fuera de lugar. No se veían a la cara, cada una estaba absorta en sus propias ideas. 

 

---Estuviste genial ---Murmuró Lapis a su lado. Su vestido había sido reemplazado por un conjunto más cómodo. 

 

---Esto... fue más raro de lo que pensé.

 

---¿Estas molesta? ---Preguntó su compañera, luego de otros segundos en silencio.

 

---¿Qué? No, por supuesto que no. Solo... Solo necesito un poco de aire ---Se apresuró a contestar---. ¿Puedo ser honesta contigo? 

 

La vio asentir silenciosamente. En su mente separó sus opciones. Podía mentir diciendo que la pasó increíble, que entendía su mundo y ahora mágicamente era parte de él. Podía ser completamente honesta, confesarle que no se sentía capaz de hacer algo similar otra vez. Varias veces mintió para salir bien parada, pero no creía que fuera posible hacerlo en esa ocasión. Su rostro la delataba. 

 

---Esto no es para mi. Los trofeos, l-las risas, los colores, los-

 

---¿Fue demasiado? ---Interrumpió Lapis. 

 

---Si, tal vez. Quiero decir, me gustó ver y me emocionaba estar ahí pero... Cuando tuve a todas esas personas mirándome, me sentí asustada... No lo se, es...

 

---Peridot. No tienes que darme explicaciones. Lo entiendo. Y esta bien. No tienes que seguir haciéndolo solo para complacerme.

 

---¿Pero si no logro compartir esto contigo, qué más puedo hacer? ---Cuestionó abrumada, finalmente encarandola.

 

---Oye, hay muchas cosas que podemos compartir, no sólo los Bailes. 

 

---¿Cómo qué?

 

---Lo descubriremos con el tiempo, te lo prometo.

 

Lapis la rodeó con su brazo, atrayéndola a ella. Peridot pudo oler su aroma suave y su calor, sintiéndose adormilada, si pudiera escoger le habría encantado quedarse así el resto de la noche. 

 

---Pero lo hiciste bien. Tercer lugar en tu primera vez ---Comentó Lazuli, reanudando la conversación.

 

---Debiste ganar tú. Primer lugar.

 

---No, la verdad es que pude hacerlo mejor.

 

---¿Mejor? ¡Te veías como una maldita diosa! ---Clamó Peridot, sonrojándose ligeramente por decirlo en voz alta.

 

---¿Con mi camisón de rebaja? ---Dudó, divertida.

 

---¡Ese idiota no sabía de lo que hablaba!

 

---Veo que Florida no te agrado mucho.

 

---No hablemos de eso ---Respondió la rubia, haciendo una cara que provocó risas en la otra chica. 

 

Hubo un largo suspiro, y Peridot lo sintió como un beso. Lentamente, el abrazo empezó a disolverse y el calor de la cercanía empezó a desaparecer.

 

---¿No extrañas a tu familia? ---Preguntó Lapis, espontáneamente.

 

---¿A qué viene esa pregunta?

 

---Solo responde ---Susurró, riendo.

 

---No. No lo se. No eran muy agradables. Tal vez recuerdo a mis hermanas en sus cumpleaños ---Calló al darse cuenta de que era la primera vez que pensaba en ellas en muchas semanas---. Eran los únicos días en los que mi madre no estaba molesta. 

 

---¿La pasabas bien? 

 

---Si, eso creo... ---Murmuró. En realidad tenía mucho que contar sobre ellas. Pero se abstuvo. 

 

---Yo extraño a mi madre. A mi verdadera madre ---Aclaró Lazuli---. En navidad solía organizar estás fiestas estúpidas e invitaba a todos los vecinos. Las odiaba. Pero me gustaba preparar la cena con ella.

 

---¿Por qué te fuiste de casa? ---Se aventuró a preguntar, pero al segundo añadió:--- Yo... Lo siento, creo que no debí preguntarte eso, solo olvidemoslo y-

 

---Bueno, tu me contaste sobre la pelea con tu familia. Supongo que estamos listas para esta conversación, ¿No crees, chica de números? 

 

La de lentes la observó acomodarse su cabello detrás de la oreja, y no supo interpretar ese gesto. 

 

---No puedo decir esa basura de "es complicado" porque no lo es ---Empezó Lazuli, riendo nerviosa---. Me fui de casa porque ya no soportaba vivir en un pueblo donde nunca pasaba nada. Estaba harta de conocer a todos y que todos me conocieran. Era realmente deprimente. Y luego está este chico, Randal.

 

---¿Qué clase de nombre es ese? ---Se burló Peridot. 

 

---Lo se, es estúpido ---Secundó---. En fin, mi madre estaba obsesionada con él. Quería que fuera su novia, así podría cumplir su sueño de verme casada con un "buen hombre de pueblo". Mierda ---Masculló antes de continuar---, ni siquiera me caía bien. Lo hablé con ella, le dije que quería irme, conocer gente, bailar, vivir en un lugar lleno de marquesinas. Claro que jamás le dije que también quería meterme bajo las faldas de otras chicas. 

 

》---No tuvimos esa pelea de película. Simplemente se rió de mi. Me dijo que yo no sabía lo que quería. Y Randal siguió apareciendo, primero en el huerto, luego en el porche, luego en nuestro sofá, y finalmente en mi maldita habitación.  

 

---¿En tu habitación?

 

---Lo encerraba conmigo en donde estuviera. Ella estaba fascinada con la idea de que yo fuera la señora Tibbits.

 

---Por favor, dime que ese no es su jodido apellido. 

 

---Randal Tibbits, el nombre de un ganador, ¿No crees? ---Se burló Lapis---. Como sea, un día simplemente dije: a la mierda, me iré de aquí. Le dejé una nota y me fui. Cuándo encontré mi Casa empecé a escribirle, si, lo se, las cartas son cursis pero no recordaba su número. Nunca ha respondido a ninguna, tal vez está demasiado molesta como para hacerlo. Supongo que por eso nunca me animé a regresar ---Terminó---. Te dije que no era una gran historia.

 

Hubo un silencio más aquella noche, Peridot no era buena para las palabras. 

 

---¿No te parece extraño que ambas tengamos historias similares?

 

---¿A qué te refieres?

 

---Ambas fuimos controladas de una manera u otra, vivíamos la vida que nuestras madres querían. No necesitamos entrar en detalles porque ambas sabemos el resto. Sabemos que se siente. Eso es una de las cosas que compartimos.

 

"Pero no quiero que solo sea eso", pensó Peridot, mirándola fijamente con el ceño débilmente fruncido. 

 

---Mi madre se puso furiosa cuando le dije que viviría en Ciudad Playa ---Soltó la de ojos verdes, sus dedos jugando con la tela de sus mangas en un signo de inquietud---. Ella quería que estudiara en una de esas costosas universidades, yo le rogué, le dije que necesitaba un descanso, y que este lugar parecía el indicado. Ahí comenzó el desastre. Discutimos, ella me insultaba llamándome mediocre, insuficiente y un sin fin de cosas más que no recuerdo ---Mentía. Recordaba cada palabra de su madre---. Mis hermanas bajaron. Ellas no... No me atacaron de inmediato, la mayor incluso trataba de ayudarme, pero mi madre seguía. Yo exploté. Le grite y... Le di una bofetada. 

 

Por una fracción de segundo, pudo volver a sentir el ardor en su palma. El sonido permanecía en su cabeza, el golpe, la respiración sorprendida de su familia, y la mirada de su madre. Incluso volvió a odiarse a si misma. 

 

---Mis hermanas se alteraron igual que ella, y comenzaron a insultarme. Pero logré callar a mi madre Lo gracioso es... ---Empezó a sonreír. Pensó que seguramente se veía como una demente---. Lo gracioso es que en ese momento deseé tanto que ella me gritara, así sabría que estaba bien, que lo que le hice ni la inmutó. Pero no lo hizo.

 

Suspiró. Recordó con mayor detalle a su madre. Otra vez su mirada. No se borraba. La mirada de su madre. Ella estaba molesta, se había hartado y reaccionó... pero la mirada de su madre. 

 

---En sus ojos habia odio, claro. Pero... Tal vez lo imaginé, pero creí ver algo más. No era solo enojo y sorpresa, era... tristeza, creo. 

 

Terminó su monólogo. Ya no quería continuar. Concluyó para sí misma que Lapis se había abierto omitiendo algunos detalles que nadie más debía saber. Su historia era igual, tenía fragmentos que quería guardarse. 

 

---Creo que tienes razón. Ambas sabemos que se siente ---Comentó Peridot. 

 

Un intercambio de penurias, esa noche realmente había sido algo más. Sintió que sus cabellos eran revueltos por la mano de Lazuli, gesto que fue seguido por otro abrazo. Uno más duradero. Permanecieron así hasta que Peridot anunció que debía irse. Su cuerpo no iba a permitirle estar despierta más tiempo. Se pusieron de pie, y tomó el trofeo que había sido ignorado por completo. Al menos no regresaría con las manos vacías. Caminaron por los callejones, acompañadas por el ruido de otros bares. Era viernes y los turistas se acercaban más y más. Al llegar a la calle principal, la estudiante supo que sus caminos estaban listos para separarse. 

 

---Llegaré al complejo sin saber qué decir ---Comentó Peridot, sosteniendo en alto el ligero trofeo de un fantástico tercer lugar.

 

---Diles que lo ganaste en un concurso de matemáticas que estaba de paso ---Bromeó Lapis.

 

Estaba lista para despedirse, cuando la chica la tomó de la mano una última vez. 

 

---Gracias por hacer esto por mí ---Comenzó---. Se que tal vez te empuje muy pronto, pero realmente aprecio lo que hiciste. Gracias. 

 

---N-No tienes que agradecer, yo solo... Quería conocerte más. 

 

---Eres toda una dama, Peridot. 

 

No hubo una gran despedida esa noche. Lapis se inclinó ligeramente para besar los labios de la rubia. Fue solo un beso que duró poco menos de dos segundos, pero eso fue suficiente para ruborizarse. La vio irse por el camino que conducía a la playa, en ocasiones daba media vuelta para despedirse con señas. La noche había terminado y ella debía regresar a la escuela.

 

______

 

Entró al vestíbulo del edificio, encontrandolo completamente desierto. Sus pisadas creaban un eco fantasmal entre las paredes. La luz iluminaba todo, salvo por los puntos oscuros al final del pasillo, parecían una sombría invitación a la claustrofobia. Subió hasta su piso que estaba igual de desolado que los demás. Pasó por una puerta y escuchó el sonido de música detrás de está. Al menos no era la única que estaba levantada. Avanzó hasta su habitación y entró sin más. 

 

Los ronquidos de Amatista eran amortiguados por la sabana que la cubría, su sueño no fue irrumpido por la invasión. Todo estaba a oscuras, a excepción de la opaca luz que llegaba del exterior. Peridot miró su cama vacía, ésta la seducía. Nunca se había sentido más cansada, pero tenía que asearse antes de entregarse al sueño. Dejó el trofeo en el escritorio y tomó sus cosas de higiene. El camino a las duchas jamás fue más doloroso, su cuerpo aparentaba crujir con cada paso. Para su desgracia, la puerta estaba bloqueada con seguro. Conjurando maldiciones, regresó a las puertas con números buscando el de la encargada. Cuándo tocó se topó con la cara del odio mismo, afortunadamente la chica solo le entregó las llaves para poder volver a dormir. Volvió a las duchas, pisando cuchillos imaginarios. 

 

El baño no ayudó a aliviar su malestar físico. Dejó el manojo de llaves en el buzón que tenía la puerta de la encargada, en ese momento poco le importaba si alguien las tomaba. 

 

Regresó a su dormitorio y se recostó, durmiendo casi al instante.

 

Esa noche soñó con su madre. 

Notas finales:

He notado muchisimos errores ortografícos en los otros capítulos. Lo siento mucho.

No se como editarlos en esta página, pero hallaré la forma, lo prometo

 

¡MUCHAS GRACIAS POR LEER! ♥♥♥

 

Por favor, cuidense mucho! ♥♥♥♥


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