Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La conocí una noche cualquiera por BlackPhilip

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Lamento no poder escribir tanto, estos meses han sido algo:/

La semana dio la vuelta con su habitual lentitud, tal vez con una inquietante tranquilidad. Los eventos de aquel viernes maldito empezaban a desvanecerse como nieve en primavera, y con ello el mundo volvía a ser normal. La gran parte de esa amnesia se debía a una saturada agenda estudiantil y laboral. Y la otra diminuta parte no era más que el propio deseo de enterrar todos los recuerdos vergonzosos. La falta de tiempo podría ser una maldición para muchos, pero Peridot solía sentirla como bendición.

 

Los días corrieron, cada vez más calurosos.

 

El verano era una parte importante en Ciudad Playa, y como cada año, todos lo recibían gustosos. La vida inundaba las calles, y sus habitantes salían a disfrutar de la sobriedad de sus aguas.  Peridot no odiaba el verano, al menos no en vacaciones, pero cuando debía caminar de lado a lado por todo el campus, sudada y sofocada, las cosas eran diferentes; cuando sentía como las sábanas se adhieran a su pegajosa piel, con mosquitos revoloteando fuera de su ventana y con un solo ventilador barato como consuelo, las cosas claramente eran diferentes. 

 

Pero aún así, al igual que todos, lo esperaba cada año, porque el calor significaba el fin del curso y el regreso a casa. Claro, no volvía junto a su familia, sino que permanecía en la ciudad, viviendo en la antigua morada de Steven a orillas de la playa. Un par de años atrás,  Peridot pasó meses abrumada por encontrar un lugar donde sobrevivir a su primer verano en la ciudad, tenía las manos vacías y una pobre esperanza de lograrlo con un insufrible salario. Al conocer a la diversa familia no esperaba encontrar un hogar que la recibiera con los brazos abiertos, aún cuando no podía ofrecer nada a cambio. Cuando Steven y su padre decidieron mudarse a una ciudad más grande, la casa quedó al cuidado de las chicas. Para ella no había mejor lugar donde estar (aunque tal vez el viejo granero de los Universe podría compararse). 

 

Pero antes de llegar a aquel Edén con refrescante vista al mar, debía terminar muchos asuntos en la universidad, y uno de ellos era la limpieza obligatoria de los dormitorios. Por todos los pasillos, los estudiantes empacaban sus pertenencias, recogían y tiraban cosas en los cubos de basura, los regaños de la encargada y las risas de las demás se mezclaban en un murmuro que rebotaba en las paredes. Peridot y Amatista no eran la excepción, pues llevaban un buen rato ordenando todo. Debido al incesante calor, la rubia vestía un pequeño short y una blusa de tirantes, aunque deseaba quitarse la ropa y simplemente estar en bragas. Su amiga por el contrario, no se quedó deseandolo y lo cumplió, andando descalza por toda la habitación en ropa interior, en ocasiones bailando al ritmo de las canciones que sonaban en la radio. Era casi un ritual que esta estuviera encendida. 

 

---Estoy harta ---Se quejó Amatista, dejándose caer en su cama cubierta de cosas variadas---. Llevamos toda la maldita mañana limpiando y no acabamos

 

---Si tú fueras más ordenada habríamos terminado hace horas ---Recriminó. 

 

---¿Entonces es mi culpa?

 

---Si, básicamente ---Afirmó Peridot sin problema, limpiando el sudor perlado de su frente---. Seguimos empacando tus cosas. 

 

---Oye, yo te ayude a guardar tus artilugios extraños. 

 

---Sostener la tapa de una caja mientras yo la sello no es ayudar. Vamos, levántate, queda mucho por hacer.

 

La de cabello lila hizo caso de mala gana y reanudó sus tareas, murmurando entre dientes lo acalorada que estaba. Tomó otra caja y empezó a meter objetos sin ningún orden o separación, lo que captó la atención de la menor. 

 

---¿En serio no vas a tirar nada? La mitad de las cosas que tienes ahí son inútiles.

 

---Yo no me meto con tu basura, tu no te metes con la mía, ¿De acuerdo? ---Cortó Amatista. Hubo un minuto de silencio, antes de reanudar la discusión. 

 

---¿Para qué necesitas todo eso? 

 

---No lo sé, para rascarme la espalda o alcanzar cosas debajo de la cama, o para construir un robot de basura que haga todo esto por mí ---Respondió.

 

---Si dejaras de traer basura inútil al cuarto no necesitarías de un estúpido robot de basura para que limpie. 

 

---Cielos, Peri, estás más insoportable de lo normal. 

 

Amatista volvió a la cama y no hubo palabra alguna que la hiciera levantarse. Así pasaron otro rato, Peridot realmente intentaba darse prisa. Era sábado, su día de descanso y no se sentía atraída a la idea de desperdiciarlo. Aun así, su amiga no hacía más que jugar con las cosas que iban llegando a su cama: gafas, broches, juguetes, calcetines, botellas, lo que sea era útil para perder el tiempo. 

 

Cuando terminaron de guardar todas las cosas acumuladas, la habitación acabó llena de pilas de cajas, todas marcadas con el nombre de Amatista. Finalmente Peridot se sentó en su colchón, viendo los desnudos muebles a su alrededor. Era una sensación nostálgica, aún cuando no era la primera vez que dejaban esos dormitorios. Ahora se podían ver los años en las paredes, con cicatrices en forma de letras que rezaban las iniciales de otros que estuvieron ahí antes que ellas

 

---¿Qué vas a hacer con esto? ---Preguntó Amatista, liberándola de su trance.

 

Lo que la robusta chica sostenía en sus manos era el barato premio que había ganado en aquel Baile. La leyenda no solo enmarcaba un tercer lugar, sino también un sinfín de emociones inmortalizadas. La noche que lo trajo a casa descansó en el escritorio, pareciendo un objeto maldito en una tienda de antigüedades. Y en la mañana, su compañera no desperdició la oportunidad de burlarse. Pero Peridot la entendía, despertar y ver un trofeo que no estaba ahí la noche anterior era algo nuevo. Le explicó con lujo de detalle lo sucedido en el club, y todo lo que conllevó ganar algo que ni siquiera quería. 

 

---Olvidé empacarlo ---Murmuró---, supongo que lo llevaré en la mano. 

 

---¿En la mano? ¿Para poder presumir que lo ganaste por bailar como Madonna? ---Rió Amatista, jugueteando con el objeto, pasándolo de una mano a la otra.  

 

---Ya te dije que no es nada sobre Madonna ---Suspiró---, y deja de jugar con él. Vas a romperlo.

 

---Haces muchas cosas por Lapis, ¿No crees? 

 

---¿A qué te refieres?

 

---Bueno... Vas muy seguido a ese club aun cuando tú actúas como una anciana y los odias, caminaste hasta las afueras de la ciudad para ir a un basurero, violaste una propiedad privada-

 

---Era un edificio abandonado, Amatista -----Interrumpió Peridot---, sin puertas o ventanas. Si el dueño no quería que nadie entrara al menos hubiera pagado por un cerco. 

 

---Y participaste en una especie de ritual gay con un montón de desconocidos ---Terminó sin perturbarse por la interrupción. 

 

---¡Eso último se lo había prometido!

 

---Entonces ya no prometas cosas que te van a dejar perturbada.

 

---Si, está bien, tal vez eso del Baile no fue muy agradable, pero terminó bastante bien. Lapis y yo... tuvimos una charla y pude conocerla mejor. Y... nos dimos un beso de despedida ---Comentó la rubia, tan nerviosa como una niña---, así que valió la pena.

 

---Diablos, Peridot. Realmente estás obsesionada con esta chica ---Se burló---. Todo eso por un beso.   

 

---¿Nunca te has sentido así?

 

---¿Como una tonta? ---Chanceó, con su típica cara de despreocupada.

 

---No, como si sólo quisieras ver a esa persona sonreír ---Continuó la universitaria, ignorando el chiste de su amiga---. Como si estuvieras dispuesta a hacer de todo sólo para verla feliz...

 

---Muy bien, ahora realmente me estas asustando. 

 

---¿Sentir eso es normal?

 

---Si, supongo. A veces hacemos cosas para impresionar a alguien.

 

---No, no me refiero a impresionar, me refiero a... ---Las palabras murieron en su boca. Peridot no sabía como explicar algo que ni siquiera ella entendía. 

 

---No puedo creerlo, Peridot. Estas enamorada ---Anunció Amatista, burlona.

 

---Ya te había dicho que me gustaba, la segunda vez que fuí a verla.

 

---Que te guste alguien y estar enamorado no es lo mismo, Peritonta. 

 

---¿No?

 

---Mierda, aveces eres como una niña ---Rió, estirando su cuerpo con pereza antes de continuar---. ¿No sabes la diferencia de gustar y estar enamorado?

 

---Llega a tu punto de una vez ---Masculló Peridot, rodando los ojos. 

 

---Gustar es sólo un momento de diversión, una sonrisilla boba aquí y allá. Estar enamorado es... estar enamorado.

 

---Vaya, Amatista. Eso realmente es de ayuda ---Respondió, sarcástica.

 

---No hay mucho que explicar, sólo lo sabes. Creo que tú lo sabes. 

 

---¿Lo sé?

 

---¡Acabas de soltar toda esa basura de ser una esclava sólo por una sonrisa! ---Exclamó Amatista, algo frustrada--- ¡Eso es estar enamorada, Peridot! 

 

---Oh, cierto. Puede ser...

 

---¿Cómo es posible que seas una especie de genio digital, pero una ignorante en sentimientos humanos? ---Murmuró de mala gana. 

 

---Estoy enamorada de Lapis...

 

---Si, felicidades. Ahora déjame dormir un poco ---Pidió mientras se acurrucaba en su desnuda cama para descansar---, meter cosas en cajas no es para mi.

 

Peridot también se recostó, mirando al techo, como lo hacía siempre que buscaba consejo. Le gustaba cerrar los ojos y sentir los ruidos a su alrededor. Pisadas, la música de la radio, el crujir de las hojas, un lejano silbato. Eran sus sinfonías favoritas. 

 

Sus sentimientos por Lapis jamás fueron un secreto, en realidad hacía semanas que los había aceptado, pero ahora se los confesaba a si misma en voz alta. Ya no existía razón alguna para negarlo, y eso era maravilloso. Sentía que todo iba a ser más fácil, que se dejaría llevar por la marea de emociones para jamás volver a sentir vergüenza. Estaba enamorada de la chica y no había vuelta atrás. 

 

Pero muy en el fondo, en esa pequeña parte de su cerebro que la obligaba a caminar en la tierra, sabía que estaba adentrándose en varios problemas. Tal vez demasiado grandes. Lazuli, tan radiante como era, arrastraba consigo una insana unión con Jasper, a quien ella solo conocía por nombre. Siguiendo sus palabras, no era una gran relación. Los sentimientos eran otro asunto, no estaba segura si en algún punto serían correspondidos, si la conexión que tenían sólo existía en su cabeza. A todo eso tenía que sumarle el peso de las dudas. ¿Qué pasaría si Lapis solo quisiera divertirse, mientras ella ya admitía estar enamorada? ¿Qué pasaría si Ciudad Playa no era más que una parada? ¿Entonces ya no la volvería a ver? "Las chicas solo queremos divertirnos", pensó Peridot, frunciendo el entrecejo al instante, acababa de citar una absurda canción de Cyndi Lauper porque recordaba que a Lazuli le gustaba. 

 

Odiaba esa horrible sensación. Incertidumbre, maldita incertidumbre. No saber qué esperar era el peor miedo de la rubia, por eso siempre supo que una carrera de números esa lo suyo. Ellos no le daban sorpresas, no tenían errores, eran iguales aquí y allá. Esa fobia a lo desconocido era la causa de su personalidad introvertida, siempre procuró no relacionarse con tantas personas para no lidiar con el abismo de las emociones. Por supuesto que en el pasado tuvo algunos roces casuales con otras chicas, pero jamás habían entrado tanto en su cabeza como lo hacía Lapis, jamás se había arriesgado por ellas, jamás había despertado pensando en ellas. Y estaba ocurriendo, todo aquello que nunca pasó se presentaba en su vida a revolver todo el orden de sus pensamientos.

 

Y las dudas tenían un lugar especial. No sabía si entrarían como un veneno para contaminar, o simplemente morirían con el paso de los días. 

 

Abrió los ojos, mirando el mismo techo amarillento. Notaba unas pequeñas manchas de humedad que parecían manchas de café en una carta antigua. Giró su cabeza para ver el reloj, eran las 3 de la tarde y todavía tenía un día por delante, sin proyectos, sin trabajos. Lo único que quedaba por hacer eran los exámenes finales, sin duda debía estudiar para mantener su impecable promedio. Sin embargo, se encontró con la sorpresa de que no querer levantarse. Tal vez era el calor, o tal vez la idea de dejar de pensar en Lapis. Porque había pasado una semana otra vez, y sólo tenía su recuerdo. Suspiró. Realmente deseaba que el recinto tuviera aire acondicionado. 

 

---¿Amatista? ---Llamó Peridot, harta del silencio que solo la motivaba a pensar más y más--- ¿Sigues despierta?

 

---Desafortunadamente. 

 

---¿Crees que es malo pensar en una chica todo el día?

 

---No, Peridot, no es malo tener sentimientos humanos. 

 

---¿Qué opinas de... salir con chicas con novia? ---Tanteó. 

 

---Bueno, es un terreno que casi todos hemos pisado ---Respondió la de melena lila, sin mucha importancia---. Puede ser problemático. 

 

---¿Qué tal...? ---Volvió a empezar, tomando mas tiempo en formular la cuestión--- ¿Qué le dirías a una chica que tiene una novia que es... mala persona... y es cruel con ella?

 

---Esa es una mierda complicada, Peridot. Tal vez le diría algo como "Sal de ahí" o algo más... tú sabes... solidario. 

 

---¿Qué puede ser solidario para una chica que se alejó de su familia y de todo lo que amaba por seguir a esta novia, que es mala persona y que... ni siquiera intenta entenderla?

 

---Eso es bastante específico, Peridot ---Observó su amiga, con más seriedad. Ya no se encontraba totalmente acostada, sino que se apoyaba en sus codos, de alguna forma anticipando la conclusión de todo eso. 

 

---¿Y si te enamoras de esa chica? Digo, sólo quieres estar con ella pero no sabes que hacer con toda esa situación con su novia, ¿Es malo? 

 

---Lapis es esa chica ---Afirmó sin necesidad de preguntar lo que era obvio. 

 

Con una mirada de culpa dibujada en su rostro, la atormentada muchacha procedió a contarle parte de la historia de Lapis. Sentía que de alguna manera estaba rompiendo esa aparente confianza que había entre ellas, pero nunca antes había necesitado tanto del hombro de una amiga. Eran tantos pensamientos chocando entre sí, que buscaba cualquier tipo de orientación. No entendía por qué todo debía ser tan difícil. Luego de un rato, Peridot terminó el relato doloroso de la otra mujer. 

 

---No te metas en problemas ---Fue lo único que suspiró Amatista, luego de escuchar en silencio. 

 

---¿A qué te refieres? 

 

---No siento que esta chica sea... la correcta ---Terminó, dudosa. 

 

---¿La correcta? ---Repitió la rubia, con un mal sabor de boca--- ¿De qué...?

 

---No me malentiendas, estoy completamente a favor de que salgas de la habitación y conozcas chicas, pero...

 

---¿Pero...?

 

Amatista bufó, denotando frustración, cosa que no hizo más que alterar a la de lentes. Su amiga casi nunca se ponía tan inquieta como en ese momento, parecía una madre cansada explicándole a su hijo una verdad incómoda.

 

---No lo sé. Mierda. De todas las chicas que hay a tu alrededor, te encariñas de la más extraña. Y con novia.

 

---¿Entonces no tienes ningún consejo?

 

---Ya te lo dí, no te metas en problemas. 

 

Y dando concluida la conversación, volvió a recostarse, adoptando su posición para dormir. Peridot se sentía ligeramente estafada, había hablado con la esperanza de claridad pero lo que recibió bien pudo haberlo escuchado de cualquier desconocido. ¿Y qué significaba? No meterse en problemas le sabía como la frase que se le da a una chica que se ilusiona con un criminal, o un vago. Lapis no entraba en ninguna de esas categorías. 

 

Y en realidad, poco le importaba si pertenecía a alguna, ella sólo sabía que quería estar a su lado, que no podía dejarla sola. 

 

Aún sin salir de su estado reflexivo, cerró los ojos. Comenzaba a sentirse adormilada. A pesar de que la luz del día entraba de lleno por la ventana, fácilmente pudo caer en un suave sueño de verano.

 

_______

 

Luego de una hora, despertó. Abrió los párpados con lentitud, permitiéndose disfrutar las sobras de somnolencia que aún residían en su cuerpo. En la habitación había una atrapada sensación de calor, dedujo al instante que había dormido sin abrir la ventana. Estaba cubierta de una ligera capa de sudor, cosa que era totalmente normal en el verano de esa costa. La radio seguía encendida, pero ya no reproducía música, en su lugar, un locutor hablaba de las noticias del estado. Pero el reportaje era ligeramente opacado por las voces y sonidos detrás de las paredes. La luz seguía siendo clara, aunque menos brillosa. Toda esa combinación de cosas hacían que Peridot se sintiera más adormilada. 

 

Quería seguir durmiendo, procrastinar hasta el anochecer, pero supo que no debía. A pesar de no tener ningún deber, se conocía bien y estaba segura de que se sentiría inútil si no hacía algo. Con mucho pesar se levantó de la cama y avanzó torpemente por la habitación, las cajas acumuladas no eran de mucha ayuda. Salió del cuarto con la ilusión de que una ducha fría le diera fuerzas. 

 

Al regresar más despierta, tomó su teléfono celular para revisar su organizada agenda. Pensaba que debía encontrar algo que hacer para evadir la tentación de volver a la cama. 

 

Lo primero que vio al encenderlo fue un mensaje, y al ver el remitente sintió una intensa vibración en sus oídos. Era de Lazuli.

 

Lo abrió al instante, leyendo con tanta avidez.

 

Era una invitación. 

 

_______

 

La noche era una acuarela, una densa oscuridad y un hermoso azul, y en el cielo se dibujaban miles de estrellas. El calor era mucho más soportable, acompañado con frescura de la brisa costera. La hermosa melodía de las olas rompiéndose en las rocas se intensificó a cada paso que avanzó. Causaba una inevitable melancolía, con recuerdos inexistentes de la playa. La madera del malecón crujía con fragilidad bajo sus pies. Bajó con cuidado las escaleras, eternamente húmedas por la arena y la sal. 

 

Se envolvió cuanto pudo en su chaqueta mientras avanzaba por la playa, caminando con algo de esfuerzo por la arena que se colaba entre sus dedos. Desde que llegó a la ciudad, nunca había estado sola ahí, apartándose de todo y con un enorme mar negro frente a ella. 

 

A lo lejos, el parque temático de la ciudad lanzaba destellos de luces y podía escuchar entre la estruendosa marea una lejana música. Por un segundo vivió una extraña soledad. 

 

Caminó varios metros, sintiéndose ligeramente inquieta. Se había alejado del malecón y sus opacas luces protectoras, quedando de lleno en la oscuridad azul. Pero su temor sólo duró unos segundos, pues en cuanto la vio se disipó como agua. 

 

Ahí estaba Lapis, en la ensenada, distraída ante el majestuoso abismo. El brusco viento de la noche blandía sus cabellos y las telas de su ropa, era casi fantasmal. El azul la bañaba por completo, como la primera vez que la vio. Se acercó lentamente a ella, llamándola cuando la tuvo a escasos metros. Esta se devolvió y la miró asustada por una fracción de segundo, pues de inmediato adoptó su relajada expresión. 

 

---Hey, que bueno que viniste ---Comenzó Lapis como saludo---, pensé que tu apretada agenda universitaria no te permitiría tener un sábado libre. 

 

---Si, en realidad tuve que cancelar muchas citas por venir ---Continuó Peridot.

 

---¿Ah, sí? ¿Citas importantes?

 

---Bueno, no pude contactarme con la Nasa para hablar sobre el planeta que descubrí hoy ---Bromeó la rubia, obteniendo como recompensa una risilla de la otra. 

 

---¿Sólo eso? Es cosa de todos los días.

 

---Además, tenía una audiencia en la Corte Suprema para crear una ley en contra de usar tinte azul ---Dijo Peridot, provocando una risa más sonora en la más alta.

 

---Es una lastima, siempre soñé con ser fugitiva de ley ---Murmuró Lapis---. Pero tal vez llegues a tiempo para cenar con el príncipe de Liechtenstein ---Finalizó con sarcasmo.  

 

Hubo un momento de silencio, unas cuantas sonrisas de por medio. Ninguna de las dos habló, en lugar de eso parecían disfrutar la naturalidad del océano. Peridot sentía sus mejillas arder, siempre que estaba junto a Lazuli sus nervios se erizaban bajo su piel. Y ahora sólo podía pensar en que había aceptado en todos los sentidos que estaba enamorada de Lapis. Bendición o maldición, poco le importaba en ese momento. Vio sus ojos perdiéndose en la lejanía por un largo rato y pensó en lo mucho que desearía poder leer su mente.

 

---Te dije que es un paraíso ---Habló la de melena azul, al fin.

 

Estaba a punto de preguntar a qué se refería cuando recordó esa conversación en el club. Sonrió. La luna, el agua, la tranquilidad, la imposibilidad de ver más allá, era justo como se lo prometió. Lapis regresó al mundo físico y le sonrió como ya era costumbre, alargó su mano hacia Peridot y esta la tomó con cierto temblor. Caminaron juntas por la playa, en medio de la noche, y después de un rato el parque detrás de ellas se volvía un insignificante monumento de luz.

 

---¿No te gusta? ---Preguntó la más alta. 

 

---¿Qué cosa?

 

---Esto, la playa, la noche...

 

---Sí, sólo que... es algo aterrador.

 

---¿Quieres ir a nadar?

 

La más baja dio su veredicto a tal idea con una expresión asustada que hizo reir a su acompañante. Se preguntó si realmente era tan graciosa.

 

---Creí que trabajas los sábados ---Comentó Peridot, buscando no ser el objetivo de la conversación.

 

---Normalmente sí, pero hubo un ligero cambio en el club y me dieron el día. Y no quería quedarme en casa, así que recorrí la ciudad entera en busca de algo que hacer, hasta que se me ocurrió llamar a mi persona favorita en Ciudad Playa.

 

Al terminar lo último, Lapis la miró divertida. Peridot sintió un horrible ardor en sus mejillas y deseó que la luz lunar fuera insuficiente para revelar su sonrojado rostro.

 

---Eres lo mejor del día ---Continuó la chica, y la rubia estuvo a punto de gritar piedad, pues sentía que moría de vergüenza. 

 

Mientras Lapis inspiraba un aire calmado y movimientos lentos que parecían coordinarse con las aguas saladas, Peridot estaba segura de que en cualquier momento podría salir humo de su cabeza. Y al darse cuenta de que seguían tomadas de la mano, el resto de su cuerpo se convirtió en una ruleta de sensaciones. Odiaba sentirse tan infantil. 

 

---Peridot ---Llamó la de cabellos azulados, con cantarina voz---, tu mano...

 

La nombrada giró su rostro casi mecánicamente, y sintió como la chica deslizaba sus dedos del agarre, sin ser muy agresiva sino con una sutileza casi educada.  

 

---Tu mano está sudando mucho ---Comentó entre carcajadas, mientras se limpiaba ligeramente con las telas de su falda. 

 

Como respuesta, la diminuta rubia sólo atinó a frotar sus manos contra su short con ímpetu tratando de eliminar cualquier rastro de humedad, causando una nueva ola de risas por el gesto. 

 

---Como decía ---Empezó alegre---, estuve dando vueltas por la ciudad todo el día, aburrida. Hasta este momento.

 

La arena se contraia debajo de ellas, y la blonda se concentró en ello. Cada semana era lo mismo, se veían y sentía que moría, que iba a arruinarlo todo aún cuando ya se habían compartido cosas y parecía existir una invitación invisible a ser ella misma.

 

---Seguro que eso de aburrirse nunca pasaba en Empire ---Habló Peridot, por fin, teniendo que carraspear ligeramente al principio.

 

---Diablos, no. Todo en esa ciudad es tan caótico que no tienes tiempo de aburrirte. Es maravilloso ---Dijo---. ¿Qué me dices tú? Nunca hablas de tu ciudad natal.

 

---Porque no hay mucho que decir. De niña solía pensar que era el mejor lugar del mundo, pero en realidad siempre fue como cualquier otra.

 

---¿No dejaste amigos atrás? 

 

---Para nada. Nunca hablé con nadie y tampoco tenía mucho tiempo para eso, debía prepararme para una universidad a la que nunca entré. 

 

---Vaya, seguramente yo estaba metiéndome en problemas con mis hermanas mientras tu estudiabas ---Bromeó Lazuli---. Y... ¿No dejaste amores? ¿Alguna chica que te robó el corazón?

 

---No realmente. Sólo estuve con una en esa ciudad y no fue algo especial.

 

---¿Nada especial?

 

---Nada. No sentíamos nada. ---Confirmó.

 

Suavemente se mordió la lengua, entre sus palabras estuvo a punto de confesar que nunca antes se había enamorado hasta que la conoció, que nunca antes había revelado tantos nervios delante de otros, que cada uno de los sonrojos que la atacaban tenían su nombre, pero sabía lo iluso que sonaría algo como eso así que sólo sonrió, levantando los hombros con desdén. Pero lo que no pudo controlar fue la imagen de su rostro al escuchar a Lapis: 

  

---Los sentimientos son un camino retorcido ¿No crees?

 

Las palabras se esparcieron por el aire muriendo al instante, pero la de lentes quedó confundida por un momento, como si de alguna manera hubieran entrado a su cabeza. Pronto, dentro de ella, notó una incomodidad creciendo. 

 

---Suenas como una canción de los años ochenta ---Rió Peridot, seca, sin gracia.

 

---Pero es cierto, ¿sabes? Por ellos acabé aquí ---Susurró Lapis, añadiendo al segundo con una sonrisa, como si tratara de corregir algo---. Y claro, pudimos conocernos. 

 

Peridot sentía que había algo diferente en el aire. Pensó que tal vez era la noche, o la marea que cada vez subía más. Pero no podía engañarse con suposiciones, ella sabía que eso "diferente" era el mismo veneno que llenó su cabeza esa tarde. Veneno cuyo nombre era Jasper.

 

---Lapis. Quiero hacerte varias preguntas. 

 

---Vaya, ¿Por qué la formalidad? ---Sonrió---, ¿Qué quieres saber?

 

---Es sobre Jasper ---Contestó de la única manera que su personalidad podía, siendo directa.

 

---Oh... ---Fue lo único que salió de su boca al principio---. Jasper... Bueno, ¿Recuerdas ese día que me invitaste a una fiesta? 

 

---Si, lo recuerdo.

 

---Ahí te dije todo lo que tienes que saber de ella. 

 

---Lapis-

 

---De verdad, Peridot, no vale la pena seguir hablando sobre eso

 

---Si, pero quisiera saber-

 

---Peridot. ---Volvió a interrumpirla--- No tengo ganas de hablar ---Susurró en un suspiro dulce que descolocó un poco a la rubia. 

 

---Estoy preocupada... ---La universitaria confesó las palabras por fin.

 

De repente, sus mejillas se encontraron envueltas por las cálidas manos de Lazuli. La obligaban a mirarla directamente a los ojos, y se sintió como si fuera la mujer más diminuta del mundo, mirando a la más alta. Las fuertes olas se rompían contra las rocas intensificando los ruidos mientras el viento soplaba con más revuelo.

 

---Ya te lo he dicho, no tienes que preocuparte por eso. Creeme, lo tengo todo controlado ---Susurró Lapis contra su rostro, nadie más podría haberla escuchado----. Eres una gran chica. 

 

Peridot sintió el terso roce de un beso en la punta de su nariz, acompañado de un cosquilleo. Sus caras se distanciaban lentamente, a pesar de que ella deseaba lo contrario. Nuevamente se tomaron de las manos, pero esta vez no para caminar. La más alta descendió lentamente en la arena para sentarse, llenando su falda de esta en menos de un segundo. 

 

---¿No te quieres sentar? Es muy cómodo ---La invitó---. ¿Tienes miedo de ensuciarte? ---Añadió al verla dudar. 

 

Peridot se sentó a su lado sin perder más tiempo. La arena bajo su piel no se sentía bien, se adhería a ella y comenzaba a tener un incómodo escozor. Pero parecía que su compañera no sentía ninguna de esas molestias, al contrario, reflejaba más tranquilidad. Estiraba sus largas piernas, enterrando los dedos de sus pies en la arena. Ambas miraban al infinito mar, se veían como dos musas en medio de la nada. 

 

---Recuerdo cuando mi familia y yo íbamos a la playa ---Murmuró la joven mesera---, teníamos que viajar mucho porque el pueblo estaba muy alejado de la costa. Pero para mi valía la pena. Me gustaba tanto que tenían que obligarme a entrar al auto porque no quería irme. 

 

》---Mi madre y yo nos quedabamos en una vieja cabaña, y toda la noche escuchábamos las olas. Aunque yo nunca dormía, me quedaba viendo la ventana por horas ---La voz de Lazuli narraba a susurros, como si cantara un coro con el agua---. Solía jugar algo muy estúpido, yo... fingía controlar el mar. Cuando las olas regresaban, movía los brazos como si estuviera empujando algo muy pesado, y cuando venían los movía como si estuviera jalando; era algo tan tonto pero me hacía sentir como si tuviera todo el poder del mundo. No me mires así, era una niña de 7 años ---Añadió Lapis, riendo nerviosa al ver la sonrisa en la cara de Peridot----. Tenía derecho a ser tonta. 

 

---No, no, sólo sonreí porque me pareció adorable.

 

---Lamento que no todos jugábamos a reparar computadoras como tú.

 

---Para tu información, yo jugaba igual que todos los niños.

 

---¿Ah, sí?

 

---Sí, y también íbamos a la playa. Me gustaba hacer enormes castillos, pero mis hermanas siempre los destruirán y me enterraban en la arena.

 

---Que triste ---Comentó la más alta fingiendo lastima--- ¿Quieres armar un castillo ahora?

 

---¿Tú quieres jugar al dios del mar? 

 

Lapis soltó una carcajada, dejándose caer en la arena. Todo su cuerpo se envolvió de pequeños y brillantes partículas, parecían cristalizarse en su morena piel. Se perdían en su cabellera, en sus ropas, en cada centímetro de ella. Peridot simplemente no podía dejar de verla. 

 

---Sé que siempre termino hablando de mi familia, y seguramente crees que tengo un montón de traumas sin resolver.

 

---¿No los tenemos todos?

 

---Si, supongo que tienes razón. No somos más que un par de chicas sin buenas figuras maternas. Vaya mierda, ¿no? ---Bufó, con la mirada puesta en el eterno cielo---. Normalmente no hablo de mi vida en Empire, o de mi madre biológica pero... Me siento cómoda contigo. Confio en ti, aún cuando sólo llevamos unas semanas de conocernos. 

 

La de lentes sonrió para poder disfrazar su culpa con una mueca. Se recordó que esa misma tarde le contó a Amatista todo lo que se le había confiado. Sabía que su amiga era discreta y que posiblemente ni siquiera prestó atención, pero las palabras secretas habían salido de sus labios. Un segundo después removió sus pensamientos de su cabeza, de nada le servían.

 

Mientras, la morena se incorporó, dejando caer arena de ella como si fuera una cascada. Estaba completamente cubierta de ella, con el inconfundible olor a sal. En la humedad de todo, podía sentir el calor que su cuerpo irradiaba, como una invitación. 



En la playa, el ruido de las olas comenzaba a obtener fuerza por la luna alta sobre ellas. Lapis la tomó del rostro y por fin la besó. La arena en sus dedos marcó un sutil camino en la mejilla de la rubia. Como en todas las ocasiones en las que las que se habían unido, la más alta tomaba toda iniciativa, y Peridot no tenía ningún problema con eso. Sus labios comenzaban a arder con impaciencia, porque siempre eran sólo unas pequeñas probadas, incapaz de ir más lejos. Pero esa vez, respondieron a sus deseos. Pronto sintió como la joven se presionaba contra su boca con más fuerza, besándola con más cariño, mordiendo suavemente su labio inferior. 

 

El cuerpo de Lazuli se volvía más cercano, y su calor emanando era un consuelo para la fría piel de la otra. Rompían el contacto sólo para iniciarlo segundos después, ambas bocas danzaban con tanto fervor en un beso húmedo, amatorio y apasionado. Peridot percibió sus sentidos completamente nublados cuando escuchó los hermosos suspiros de Lazuli, que morían entre sus labios. Jamás pensó que amaría tanto otro sonido, además de su risa. En medio del beso, la morena se aferró a ella y la estudiante pudo sentir como sus manos exploraban sus muslos, desesperadas por sentir sus cuerpos unidos.

 

Alrededor de ellas, el mundo parecía consumirse en la noche. Entre la oscuridad sólo podía tener los labios de Lazuli como su única conexión al mundo real. Sintió como el cuerpo de la más alta la invitaba a acostarse y la rubia no se opuso a esto. Pronto cayó sobre la arena, sintiendo como esta entraba por su cuello y entre su cabello, pero la incomodidad fue reemplazada por placer en cuanto sintió la calidez ajena sobre ella, sus piernas tiernamente unidas. Por un segundo dudo de lo que estaba pasando.

 

Antes de volver a unirse, ambas chicas se dieron un segundo para sentirse mutuamente, admirarse y pensar cosas que la otra jamás sabrá. Peridot la observaba completamente cautivada por su belleza, le parecía ver a la gema del mar ante ella, con sombras que sólo acentúaban su misticismo.

 

---¿Ocurre algo? ---Preguntó Lapis, luego de que los segundos pasaron.

 

---Sólo pienso en lo mucho que me gusta estar aquí contigo ---Se animó a responder Peridot en un susurro. Cada palabra amarraba un nuevo nudo en su estómago.

 

---A mi también me gusta. Es mucho mejor que estar sola. 

 

La chica levantó una mano hacía su rostro y la universitaria cerró los párpados para evitar que la arena entrara a sus verdes ojos. Sintió como Lazuli trataba de retirar sus gafas y tuvo que detenerla.

 

---Espera. No quiero perderlos. Tendría que matarme de hambre para poder comprar otros.

 

---De acuerdo. Lo siento ---Murmuró entretenida la de cabellos azules, dejando en paz su rostro.

 

---¿Te molestan?

 

---No, para nada ---Le sonrió---. No dejas de mirarme.

 

---No sé si estoy soñando ---Susurró, con una sonrisa boba.

 

---Puedo darte otra señal de que esto es real.

 

Pronto volvieron a aunar sus bocas, besándose con más confianza que antes. Las inquietas manos de Lapis siguieron bajando por su cuerpo. Cuando Peridot las sintió no pudo evitar suspirar contra los labios de la otra. Los dedos se deslizaban, palpando entre su vientre causándole cosquillas y ronroneos, pero cuando advirtió que estos querían continuar el camino tuvo que detenerla. 

 

---Espera, yo... Estoy algo nerviosa

 

---Somos niñas grandes, Peridot ---Susurró Lapis como respuesta, cautivadora en todos los sentidos---. No hay nada por lo que asustarse.

 

---Me refiero a... estamos en la playa ---Recordó.

 

---Estamos solas.

 

---¿Y si no es así? ¿Y si alguien nos ve?

 

---Será su día de suerte ---Respondió divertida, mientras marcaba una suave línea sobre la pierna de la chica. 

 

---¿Qué tal si de repente nos ilumina un enorme carro lleno de universitarios idiotas? 

 

---Eso es específico, Peridot, ¿Ya te ha pasado? ---Rió. 

 

---Hablo en serio. 

 

---Está bien, tú ganas. Pero al menos déjame seguir besándote

 

La rubia sintió cómo su acompañante depositaba besos amorosos en todo su rostro, y supo que jamás se cansaría de esos labios de terciopelo. 

 

Peridot no tuvo ningún problema con continuar con los besos, caricias aquí y allá. Continuaron así unos momentos más, escuchando nada más que el mar y el sonido de sus bocas, sintiendo nada más que la arena y el calor de sus cuerpos. Y al final Lapis tuvo razón, nadie apareció. 

 

Luego de un rato, se dieron la oportunidad de ver los cielos inundados de estrellas, hombro a hombro. Nunca antes se vieron tan brillantes para Peridot.

 

---Creo que tengo arena en mi ropa interior ---Comentó la de lentes, rompiendo el silencio. 

 

---Creo que tengo arena en mi cerebro ---Añadió Lapis, seguido de una risa.

 

---Esto es hermoso ---Susurró a las estrellas. 

 

Nuevamente hubo silencio. La música de las olas ya no le aterraba, la arena ya no le incomodaba. 

 

---Es una mierda que sólo nos veamos una vez a la semana. 

 

---El semestre terminó ---Respondió Peridot, absorta por los astros ante ella ---, podré ir a verte todos los días saliendo del trabajo

 

---¿Qué tal este miércoles? 

 

---Si, miércoles.

 

---Lejos de aquí.

 

---¿Lejos?

 

---Un lugar nuevo.

 

Esto llamó toda su atención. Por "lejos" creía que se refería al vertedero, o incluso el faro. 

 

---¿Nuevo?

 

---No te preocupes, es sólo una fiesta.

 

---¿Un baile?

 

---No, una fiesta con gente y música. Bajo un puente.

 

---¿Una fiesta? ¿Bajo un puente? ---Repitió Peridot, no tan sorprendida. Sabía que algunas palabras tenían un significado diferente para Lapis. 

 

---Si, una fiesta de verdad como cualquier otra. Nada extraordinario.

 

---De acuerdo.

 

---Puedes invitar a tus amigos, si quieres sentirte segura.

 

---¿Me sentiría insegura sin ellas?

 

---No, sólo creo que te sentirás cómoda si tienes caras familiares alrededor. Sé que el asunto del baile fue un desastre, y...

 

---Oh, vamos. Eso no fue nada ---Bufó Peridot, aún cuando recordaba los escalofríos que parecían tener color---, sólo me puse un poco nerviosa.

 

---Bien, entonces... ¿Quieres ir a una fiesta bajo un puente?

 

---Eh... Si... ¿Bajo un puente? ¿Donde es eso...?

 

---No te preocupes, te diré cómo llegar. 

 

La universitaria asintió sin insistir, volviendo su vista a los luceros. 

 

Siguieron hablando de sus vidas por un largo rato, y entre palabra y palabra se encontraron con sus manos unidas de nuevo, viendo a las estrellas viajar junto a ellas. Todo era irreal al lado de Lapis, y lo más diminuto se convertía en una balada fantástica y melodiosa. En sus labios, ahora fríos por la fresca brisa, sentía un cosquilleo, que nació como vestigio de esa noche. Todo su cuerpo se sentía como una nube ondulando en el firmamento. 

 

Sólo podía desear que Lazuli se sintiera de la misma forma, mientras estrujaba su mano con suavidad. 

 

Notas finales: Sé que esto está avanzando lento (y más porque no actualizo seguido) pero les prometo que estoy llegando a mi punto.
Mientras, en serio muchísimas gracias por leer
.
Por favor, cuidense mucho! 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).