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Cherry Boy por Richie Ness

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Notas del capitulo:

¡Espero sea de su agrado!

Cherry Boy

—Capítulo Dos—

 

Un hueco se formó en mi estómago.

Deseaba reírme por lo absurdo de la situación.

No solo Sebastian Michaelis, quien había rechazado a todas y cada una de las mujeres de la escuela de una manera cruel, se había enamorado por fin, sino que, además, era de mí.

 

—Debes estar bromeando, Sebastian —dije con un nudo en la garganta y una punzada en el pecho, —tú nunca te enamoras, de hecho, no tienes sentimientos más allá del cariño que sientes por ti mismo.

—Lo sé —levantó su cara de la mesa y se tomó el cabello en un gesto de fastidio extremo. —Ni siquiera yo lo entiendo, pero en cuanto la vi sentí que me atravesó una descarga eléctrica y antes de darme cuenta ya estaba parado frente a ella.

—Vamos, debes estar confundido, deja de darle vueltas al asunto y ya verás cómo se te pasa —debía evitar que esto llegara más lejos.

—Nada de eso, Ciel, desde ese día no he podido dejarla de pensar, día y noche, a todas horas, es mi último pensamiento al dormirme y el primero al despertarme.

—Han pasado 2 días desde entonces, ya p…

—¡No digas que pasará! —Sebastian se levantó explosivamente del asiento golpeando la mesa con ambos puños.

—V-Vamos, relájate —dije al ver que las personas de la cafetería nos observaban con ojos curiosos, un mar silencioso nos rodeó, Sebastian carraspeó la garganta y con un ápice de vergüenza, recogió su bandeja de comida para irla a tirar.

—Es de la escuela Fuji Oma, la iré a buscar esta tarde, acompáñame —dijo cuando salimos de la cafetería y caminaba decidido.

—…

 

La escuela Fuji Oma es una preparatoria solo de mujeres, que además son de alta clase. Básicamente una escuela especializada en formar mujeres refinadas expertas en diferentes diciplinas que permitan la supervivencia femenina, orgullosas de demostrar artes como canto, baile, diestras en instrumentos musicales y en el antiguo ritual del té, nombrar todas las actividades extracurriculares con las que contaba la escuela sería una tarea titánica, así que le puse el listón bastante alto a Elizabeth Midford.

¿Qué mierda estaba pensando?

 

Y ahí estábamos, parados frente a la prestigiosa escuela Fuji Oma, a pesar de ser una mera preparatoria daba un aire más pesado y denso que la universidad. Sebastian pensaba lo mismo, pues tragaba saliva frecuentemente y no se atrevía a dar un paso. A final de cuentas solo era un hombre más.

—¿Y ahora qué? —pregunté después de estar parados durante veinte minutos sin hacer nada más que mirar el edificio.

—Ni idea —aseguró Sebastian tan confiado como solo él puede estarlo.

—¿Eres tonto? —la cara casi se me cae. —Si quieres seguir jugando a la estatua tengo otras cosas que hacer, nos vemos.

—¡Espera! —Sebastian me tomó fuerte del brazo. —Entremos.

Me vi arrastrado con fuertes pasos. Es imposible estar en el lugar de Sebastian, pero puedo darme una idea del valor tan inmenso que debió reunir solo para caminar hasta la entrada. Conforme nos adentrábamos sus pasos sonoros perdieron potencia, dejando un rastro gelatinoso.

Sebastian fue rebasado por la situación.

Suspiré irritado.

—¿Por qué no intentamos otro día que estés mejor? —propuse a un Sebastian abatido contra el suelo. Casi no lo reconocía, el honorable y magnífico Sebastian en tan lamentable estado, comencé a ver a Elizabeth como otra persona diferente a mí. ¿Quién era ella para poner a Sebastian así? ¿Qué rayos había creado Mey-Rei?

 

—¿Ciel y Sebastian?

Miré en la dirección de la voz.

—Mey-Rin —me alegré de ver a alguien conocido.

—¿Qué están haciendo aquí? La escuela es muy estricta en quien entra, si los ve un profesor se meterán en problemas.

Aun no había tenido oportunidad de contarle a Mey-Rin lo que pasó en la fiesta. Lo mejor que podía hacer era salir de ahí con Sebastian, así que lo arrastre hacia la salida.

—Oye, Ciel… ¿Seguro que ese es Sebastian?

—No lo parece, pero sí, es Sebastian Michaelis.

Mey-Rin sacó su celular y le tomó una fotografía.

—¡No lo fotografíes en este estado!

—jeje, ver a un Michaelis tan deshecho no es de todos los días. ¿Qué le pasó?

—Hum…

—Mey-Rin, ¿conoces a Elizabeth Midford? —preguntó Sebastian desde el suelo.

Mi corazón se agitó violento, Mey-Rin puso una cara pensativa intentando recordar si alguna vez en su vida conoció a alguien llamado así.

—No, ¿va en esta escuela?

Sebastian asintió.

—Podría preguntar a los de primero y segundo año.

—¿En serio? —Sebastian se recompuso al instante, desprendía un brillo cegador.

—¡Wow! ¿Quién es esa chica? —preguntó Mey-Rin sorprendida por el cambio tan brusco.

—La conocí en la fiesta del sábado, solo sé su nombre y que asiste a esta escuela.

—Ya veo. Mañana preguntaré y le avisaré a Ciel si encuentro algo sobre…

—Avísame directamente a mí —acotó Sebastian con un semblante solemne, le entregó a Mey-Rin una tarjeta de presentación.

En la cara de Mey-Rin podía leerse claramente su pensamiento: ‹‹ ¡Una carta de presentación!, ¿es en serio? ››.

—Lo haré. 

—Bien, tengo que irme, necesito hacer algunas cosas. Nos vemos mañana, Ciel. Mey-Rin, te encargo la investigación, y muchas gracias.

 

Mey-Rin me observó con una mirada inquisitiva mientras Sebastian se alejaba feliz.

—¿Por qué siento que hay algo más?

—Bueno… Yo…

 

—¿Qué tú qué? —exclamó Mey-Rin después de escuchar la historia completa. —¿Eres estúpido? No, en definitiva, eres estúpido.

—¿Qué dices? Si la idea fue tuya.

—¡Mi idea era ve a la jodida fiesta y no dejes que Sebastian te dé ordenes, en ningún momento te dije: “ve a la fiesta, baila con Sebastian y enamóralo”! ¿Cómo diablos iba a saber que iba a pasar esto? —Mey-Rin hizo una pausa y luego soltó a reír.

—¿Perdiste la cabeza? —pregunté preocupado por su cordura.

—Perdón, perdón —dijo limpiándose las lágrimas. —Si lo ves desde mi posición es muy gracioso, pero la verdad es que estás en una situación bastante jodida.

—Gracias por el apoyo.

—Al menos me ahorraste tener que ir por la escuela buscando a una Elizabeth inexistente. ¿Ahora cuál es el plan?

—No sé, dile que no existe ninguna Elizabeth Midford en la escuela, que tal vez le mintió y nunca más la verá en su vida.

—Oye, detén el tren, no puedo ser tan cruel, solo soy una persona del jurado, tú debes ser juez y verdugo. Si alguien romperá el corazón de ese Michaelis serás tú.

 

Romper el corazón de mi mejor amigo…

Y así fue. Al día siguiente Mey-Rin le dijo a Sebastian que nadie la conocía, y me encargó el juego mental de convencimiento para que desistiera de Elizabeth Midford.

—Tal vez no buscó lo suficiente, es nueva en el país, es normal que no haya hecho muchos amigos. Lo mejor será esperar un poco más. —Se dijo a sí mismo, que por sus gestos ansiosos demostraba que no podría aguantar ni una hora.

—Sé coherente Sebastian, nadie la conoce, igual y se coló a la fiesta y es una de clase baja, deberías dejarlo ir y ser el mismo de siempre.

Sebastian me dejó con las palabras en la boca, con una mirada de desprecio me dejó hablando solo. No sería tan fácil como pensé, y verlo de esa manera me molestaba.

Me sentía culpable.

 

Tal vez si seguía el juego un poco más y lograba que Elizabeth Midford le pusiera un fin y no Ciel Phantomhive.

—Mey-Rin… —permanecí un minuto en silencio al otor lado de la línea telefónica.

—¿Sí?

—Necesito que me prestes tu uniforme escolar.

—…

—…

—¿QUÉ?

 

—Fin del capítulo Dos—

Notas finales:

¡Gracias por leer!

¡No olviden comentar!


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