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Inocencia total por 1827kratSN

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—¿Los ibas a cortar de verdad? —preguntó Tsuna cuando ya lloró lo suficiente y se limpió la nariz con un pañuelo.

—No —mintió, en realidad sí quiso cortarles un poquito porque le molestó la actitud de todos esos mocosos ignorantes.

—Está bien —suspiró antes de limpiarse las últimas lágrimas—. Muchas gracias por ayudarme, nii-san.

—No sé qué significa eso de “nii-san” —murmuró porque aun no aprendía todas las expresiones que usaban en Japón—, pero no me digas así.

—¿Y cómo te digo?

—Soy Squalo —bufó—. Ahora, ya me largo —se levantó con pereza.

—¿Quieres comer en mi casa? —sonrió porque quería agradecerle al chico.

—No sé —dudó porque debía seguir con su vida y…

—Oka-san cocina muy rico.

—Ya me convenciste, mocoso.

 

Algo curioso que sucede en algunas personas, era que, después de haber experimentado por tanto tiempo algo negativo como lo era el maltrato y el abuso, sabían apreciar los buenos momentos y los absorbían para generar una buena sensación que después buscarían por sí mismos. Lo que le sucedió al pequeño niño que probó por una vez el sabor de una pequeña victoria, fue que quiso más. Porque Squalo le dijo que, si se lo proponía, podía llegar a más. Y Tsuna anhelaba ser más que solo Tsuna.

Squalo era un desconocido que ayudó a un niño cualquiera, que llegó a Japón después de haber probado una cruel derrota donde perdió a la persona que consideró su guía y líder, quien buscaba solamente ser más fuerte para no volver a sentir el amargo sabor de la pérdida, y que se compadeció de un niño que reflejaba sus pesares. Tal vez fue por eso que le tomó un poquito de cariño a ese mocoso de cabellos raros, al que le enseñó un par de cosas básicas para defenderse. Y fue acunado como si fuera familia cercana por una mujer que vivía sola la mayor parte del tiempo debido a la ausencia de un esposo fantasma.

Las cosas se forjaron así.

Y eso hubiese sido solo una visita más a un país extraño que después olvidaría.

Pero Squalo percibió algo que tal vez nadie notó antes. Un brillo especial en la mirada aun inocente de un niño que estaba lleno de esperanzas y sueños. Vio valor escondido bajo el miedo a lo desconocido, y vio también talento real enjaulado bajo un extraño candado. Y si bien hasta él pensó que estaba enloqueciendo, después de cierto incidente, donde el pequeño mocoso castaño intentó defenderlo de un enemigo que les superaba por varios años en edad, supo que encontró el diamante en bruto más especial.

 

—¿Recuerdas lo que pasó, mocoso? —cargó al chiquillo para alejarlo del cuerpo enemigo.

—Me enojé —restregaba sus ojitos y se aferraba al pecho del mayor.

—¿Algo más? —lo miró fijamente.

—Me desmayé.

—Normal si eres un niño —rio a carcajadas antes de revolver esos cabellos raros y suaves.

 

Lo que Squalo vio ese día fue el fulgor de unas llamas que le traían malos recuerdos, pero que a la vez representaban el poder que pocos tenían. Vio en ese niño a un posible líder, semejante al que perdió en su fallido golpe de estado, y a quien vio congelarse en medio de gritos de odio hacia el mafioso más poderoso de la época. Por eso, y creyendo que sería una inversión para cuando Xanxus retomara su lugar como jefe del escuadrón de asesinos Varia, cargó al castañito en sus brazos y se lo llevó.

A la madre le dijo que sería un viaje en el cual Tsuna se internaría en una de las mejores escuelas en el extranjero, y al chiquillo le dijo que le iba a enseñar la valía del poder que tenía escondido. Fue un pacto tranquilo, porque se prometió que, durante un mes al año, aquel niño regresaría a brazos de su madre. Esa fue la promesa de Squalo, a la que añadió llamadas semanales y fotografías constantes. Cosas más, cosas menos. Nana tampoco puso mucho en contra, confiando en el adolescente que acogió en su casa como a un hijo más.

Pero se le ocultó la verdad.

Lo que en realidad quería hacer Squalo, era sacar todo el maldito potencial que tenía ese mocoso, para que en un futuro le sirviera como un peón más hasta que Xanxus —y por consiguiente Varia—, tomara el control de la familia mafiosa más poderosa del mundo. Lo que Squalo deseaba, era forjar un guerrero capaz de servir a su líder aprisionado, y a la vez, olvidarse de su propia carga emocional porque se sentía culpable del fallo del golpe de estado contra Timoteo, el noveno Vongola.

 

—Ahora seremos niñeras —bufó el primero en ver al chiquillo.

—Cállate, Levi —Squalo tenía en sus brazos al chiquillo dormido, y pasó de largo para buscarle una habitación.

—¿Y para qué lo trajiste? —Viper lo miraba con curiosidad—. Es solo un niño.

—Tú también lo eres y no me estoy quejando.

—Es diferente y lo sabes.

—Shishishi… ¿va a ser nuestro juguete nuevo?

—Este mocoso —el albino miró al grupo con seriedad—, va a ser uno más de nosotros…, un peón que estará listo para cuando logremos liberar al jefe bastardo.

—Estás loco —era normal que protestaran, porque a ninguno le gustaba esos juegos y estaban estresados.

—Ustedes no han visto lo que yo —sonrió ante los recuerdos.

—¿Puedo cuidar de él? —el único que sí pareció contento fue Lussuria.

—No quiero que le pegues tus gustos raros.

—No, no —sonrió de lado antes de tomar al pequeño en sus manos, sonriendo cuando el castañito empezó a despertar—. Yo voy a hacer que esta pequeña cosita de aquí —sonrió elevando al niño en el aire—, esculpa el cuerpo perfecto que en un futuro podamos adorar.

 

Ambición forjada en una mente pulcra, promesas de grandeza que solo motivaban al pequeño. Tsuna lo único que vio fue la conformación de una familia en donde era apreciado, visto como alguien con potencial, porque así le hicieron sentir Lussuria y Squalo desde el primer momento. Aquel niño que siempre había probado la amargura del rechazo general, se vio feliz al hallarse entre dos personas que confiaban en él.

 

—Lussuria-nii debe comer también —troceó el pan dulce que le habían dado y se lo cedió al mayor—. Come, está rico —sonrió ampliamente.

—Oh~ —chilló ante la adorable sonrisa ante sus ojos—, eres tan bonito~ —y lo abrazó para restregar sus mejillas.

—A mí también me gusta Lussuria-nii —reía entre los brazos ajenos.

—Deja de mimarlo —advertía Squalo sin muchas ganas—, lo vas a estropear.

—Me lo dice quien le trajo el antojito~ —rio entre dientes, antes de probar lo que aquel pequeño le dio.

—Desde mañana empezaremos a moldear al niño —miró al castaño que le ponía atención—. Así que disfruta ahora que puedes, mocoso.

—Quiero ser fuerte. Tsuna puede.

 

Tsuna se motivaba en la felicidad brindada por aquel grupo de extraños que serían desde ese punto sus maestros. Le gustaba que, con cada acierto, Lussuria lo consintiera con lo que deseara, y que Squalo le diera una sutil sonrisa para felicitarlo. Y tiempo después, también obtuvo a aprobación de los demás miembros de aquella mansión triste. Porque él podía. Se levantaba tras cada caída, se esforzaba en aprender, se empeñaba en cumplir con el reto diario, y después se divertía en la mesa con todos los demás.

 

—Levántate, mocoso —decía Squalo, siendo espectador en el entrenamiento del chiquillo que acunó como aprendiz—. Así estés cansado. Tu deber es levantarte.

—Sí —le dolía el cuerpo, pero aun así se levantaba. Desde hace dos años que siempre se levantaba.

—Vamos —Levi era rudo, pero hasta él se contenía mucho porque a quien entrenaba era al niño adorable que se interesaba en todas sus historias—. Sé firme —alistaba una de sus sombrillas.

—Si lo haces bien, te daré un pastel de manzana~ —ofrecía Lussuria, quien era el que intervenía si su pequeñito no podía acoplarse al nivel del entrenamiento.

—Lo haré —su mirada era decidida, y todos los Varia le reconocían aquel coraje.

 

Aprendió todo lo que quisieron enseñarle, por más duro que fuera, por más doloroso que pareciera, siempre sorprendió a aquellos asesinos. Tsuna demostró que en verdad tenía un lado escondido y poderoso, y todos los demás explotaron aquel tesoro. Se convirtió en el aprendiz favorito de cada uno de los miembros de ese escuadrón, y llegó a convertirse en una mezcla extraña de talentos que se camuflaban debajo de ese rostro ingenuo y esa sonrisa dulce. Tsunayoshi Sawada se acopló al ritmo de aquellos asesinos con rapidez, aunque de vez en cuando recibía ayuda externa por parte de Lussuria o Squalo.

Fue perfecto.

Squalo estuvo orgulloso de su creación, Lussuria se encantaba con la capacidad del castañito para ocultar sus dotes y pasar desapercibido, hasta Levi tenía cierto aprecio por el castaño quien supo adorar a la figura de autoridad que todos veían en su líder caído temporalmente. Cada uno puso su aporte y supo frenar sus métodos casi anormales de entrenamiento para regularse con las capacidades del niño, quien superaba con creces las habilidades dadas a su edad. Moldearon a un peón digno de Xanxus, su líder.

 

—Fue duro —se quejaba recostado en el suelo, mirando al cielo—, pero lo logré.

—Ese es mi Tsu-chan~ —canturreaba Lussuria quien veía el destrozado terreno de prácticas—. Estoy tan orgulloso. Me siento una madre orgullosa~ —fantaseaba mientras el castaño reía.

—Aun te falta, niño —criticaba Belphegor—, pero eso es porque jamás superarás a un príncipe como yo, shishishi.

—Lo sé —reía antes de sentarse y mirar a la que consideraba su familia—. Lo sé —suspiraba—, pero llegaré más allá. Seré fuerte para servir a Xanxus-sama —en su rostro solo había felicidad.

—Pero lo harás lejos de aquí, mocoso —Squalo lo miró con firmeza—, porque ahora tendrás que escalar por ti mismo.

—¿Qué? —temeroso, observó a Squalo—. ¿Me voy a ir?

—Lo que escuchaste.

—Pero ¿cómo? —se levantó para protestar—. ¡¿Por qué?!

—No dependas de nosotros, mocoso —bufó sin mirar al castaño—. Por eso debes irte.

—Pero aun no aprendo todo —se quejó entre pucheros y bufidos—. Ustedes pueden enseñarme más.

—No, y es lo último que diré —se cruzó de brazos—. Volverás a tu ciudad natal y ahí verás qué hacer.

—Pero, Squalo-niisama —se quejaba como un niño, porque aún era uno, pues solo tenía doce años.

—Tu intercambio terminó —el albino sonrió de lado—. Y, sin embargo, cuando necesitemos algo de ti, te buscaremos.

—Me quiero quedar con ustedes —murmuró desganado, sabiendo que no le podía discutir a Squalo—. Quiero ver a Xanxus-sama. Quiero quedarme con ustedes para buscarlo.

—Nosotros no te queremos aquí —aunque, en realidad, lo que no querían era tenerlo cerca porque no sabían qué tan difícil o largo sería el hallar una forma para descongelar a su líder. Seguir la última pista falsa sería más complicado que las veces anteriores.

—Qué malo eres.

—Sí, sí. De todas formas, te irás.

—Ay, yo sí lo voy a extrañar —Lussuria se abrazó al castañito—. No puedo vivir sin tus sonrisitas en la mañana.

—Yo también te quiero, Luss-nii —rio respondiendo al abrazo—. Convence a Squalo-nii para llevarme —susurró.

—No me chantajees —regañó, pero lo abrazó un poco más fuerte.

—Bueno, al menos lo intenté.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Ah, no se crean que voy a narrar todo el lío, como dije antes, solo es un resumen.

Nos vemos mañana~

Besitos~


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