A Tsuna se le permitió sentarse junto a Reborn, platicar un rato hasta que llegara su cansancio y pudieran dormir. Además, fue autorizado para ser un silencio testigo de varias notas mentales que Reborn marcó para matar a Verde, porque ya llevaban más de un día en ese mundo y no había rastro de que fueran a regresar al propio.
Estaban hambrientos, con frío, y muy —pero muy—, fastidiados por los problemas del mundo donde cayeron. Pero también aceptaban que ver a esa familia extraña convivir, fue bueno, porque despertó en ellos una envidia que podrían suplir con ciertas cosas en su mundo. Ese universo les demostró que puede haber felicidad incluso en medio de una guerra sin sentido.
—Que te quites de encima, ¡con un demonio!
—No.
Tsuna rio ante la pelea dada en el cuarto adjunto, donde el Reborn de ese mundo se hallaba recostado con el castaño entre sus brazos, aprisionándolo con sus piernas para que éste no se moviera. Admiró el accionar de esa pareja que parecía un matrimonio de años, que peleaban por cosas sin sentido y terminaban dándose cariñitos entre risas y susurros.
Envidió los besos que se brindaban en medio del confort de la mañana, y de los niños que iban despertando de uno en uno buscando calor bajo las manos de sus padres, hasta que todos formaron un montoncito de gente platicando de cualquier cosa en el rincón de un cuarto vacío.
—¿Y ustedes cuando se van? —habló el Reborn de ese mundo, entre fastidiado y desinteresado.
—Cuando se me dé la gana —enfrentó el Reborn más pequeño, negándose a ser intimidado por su versión paralela.
—Pues si no van a comer esto —lanzó un conejo recién muerto—, se van a morir de hambre.
—No voy a comer esa cosa… cruda.
—¿Quién dijo que te la iba a compartir? —se burló—. Si tienen hambre, tienen que cazar.
Líos dados por diferencia de opiniones, mismos que terminaban con el pasar de los minutos. Interacción dada con extrañeza por la diferencia de sus castas, incomodidad al verse reflejados como en un espejo, envidia de la pasividad de uno de los mundos y por el amor dado en el otro. Pero el final tenía que llegar, y lo hizo con una despedida tras la última pregunta que Tsuna le pudo hacer a su contraparte.
—Te ves muy joven como para tener tantos hijos y… de tan avanzada edad —Tsuna vio al mayor de todos esos muchachos, Coel, un castaño fornido y alto, casi tanto como el Reborn de ese mundo.
—Dejé de contar las décadas desde que pasó la cuarta —respondió sin ganas.
—Entonces eres más viejo que yo —Tsuna miró impresionado a su contraparte—, pero te ves más joven.
—Los de mi clase tiene una juventud demasiado larga.
—Ya lo veo —entonces miró al Reborn de ese mundo—. ¿Cuántos años tiene él?
—Es muy anciano —el castaño se burló, hasta rio bajito—, tal vez llega a los cien…, pero es menor que Verde.
—Pero ¿cómo pudo…? —se calló al escuchar el pitido de su reloj de muñeca—. Oh… Creo que llegó la hora.
—Al fin —murmuró Reborn mirando su propio reloj—. Este mundo es horrible.
—Lo dices sólo porque yo puedo hacer esto y tú no —comentó el Reborn adulto.
Fue entonces que aquel azabache tomó desprevenido al Tsunayoshi de ese mundo, y lo besó. Fue un beso ansioso pero un poco dulce, mismo que el adolescente Reborn pudo ver claramente y que en verdad envidió; a la par, el castaño décimo cielo de Vongola se avergonzó fuertemente por presenciar tal demostración.
Así fue la despedida de ese mundo, la más extraña e incómoda, misma que desembocó en que el décimo cielo huyera apenas regresó a su mundo, sin siquiera despedirse de Verde —quien esperaba ansioso una respuesta a sus preguntas—. Tsuna salió casi corriendo del laboratorio para tomar aire fuera de ese lugar cerrado. Quería estar solo para diferir la última visión de aquel mundo.
Habían sido viajes muy extraños, tanto como para frenar su curiosidad de visitar otros mundos, pero no tanto como para cumplir con esa idea. Porque Tsuna aún tenía curiosidad. Deseaba saber si en todos los mundos estaba destinado a tener un amorío con Reborn, porque tenía la sensación de que en cada universo el destino jugaba para que él fuera siempre de Reborn y Reborn fuera siempre suyo.
—Ya deja estas tonterías, Tsunayoshi —Reborn eligió perseguir a su antiguo alumno por sobre golpear al científico.
—No —se irguió, estirando sus huesos—, porque es divertido ver.
—Tienes un mundo que vivir aquí.
—Un mundo aburrido donde no me dejas divertirme —se quejó dándole cara, actuando inmaduro como pocas veces últimamente.
—Te estoy protegiendo —estaba perdiendo la maldita paciencia.
—No soy un niño, Reborn.
—A mis ojos, lo eres —tal vez fue muy sincero con eso.
—Pues no lo soy —se sintió ofendido y quiso irse.
—¿Qué quieres a cambio de que dejes esa idea de viajar a universos alternos? —elevó su voz para que Tsuna le pusiera atención.
—Nada.
—¿Un beso? —sonrió de lado cuando esa mirada se unió a la suya—. ¿Una caricia?
—No —Tsuna se alejó porque no le iban a quitar esa diversión ni aunque el chantaje fuera tan tentador.
—¿Sexo? —Reborn se estaba divirtiendo con eso.
—¡Claro que no! —se alteró mientras sus mejillas se sonrojaban.
—¿Ser el activo en esto? —rio por lo bajo mientras perseguía al castaño, quien claramente se tensó—. Oh… Veo que la idea te gusta.
—No dejaré lo viajes —aseguró mientras seguía su camino hacia el auto.
—Es porque aun eres virgen.
—¡Tu trasero también debe serlo! —Tsuna se atrevió a soltar una ofensa con tal de que lo dejaran en paz, pero solo recibió una carcajada divertida.
—Tienes razón… y te lo ofreceré si es que dejas esa estupidez de los viajes entre universos.
En ese día Tsunayoshi Sawada casi se ahoga con su propia saliva.
En ese día Reborn, antiguo arcobaleno del sol, saboreó un triunfo grato.
En ese día se dejó de lado el trauma de ese viaje tan extraño, porque se dijeron cosas mucho más graves en su propio mundo.
Sí. Vongola era un sitio muy raro para vivir.
—Mi máquina está censurada por… —Verde estaba reclinado en su silla, en un nuevo laboratorio, porque apenas pudo escapar de la ira de Reborn.
—¿Quién es el jefe? —Tsuna sonrió. Esconder a Verde era fácil si tenía un par de cómplices a su disposición.
—Nos vamos a meter en problemas con tu pequeño novio —el científico rio por lo bajo. Le agradaba la locura del castaño, y ese temor nulo hacia la bestia que era Reborn.
—Él no se va a enterar —canturreó mientras saboreaba el chocolate que le regaló Chrome.
—Me caes bien, Vongola —sonrió Verde antes de erguirse y estirar sus brazos—. Ahora, después de arreglar el fallo de la última vez… —se acomodó los lentes—, te ofrezco dos viajes más antes de que Reborn vuelva a descubrirnos y tengamos que trasladarnos a una nueva guarida.
—Valdrá la pena —balanceó las piernas—. ¿Puedes mandarme al primer universo que visitamos?
—¿Se te olvidó averiguar algo allí?
—Sí —miró al techo—. Quiero saber si Reborn y yo tenemos hijos allí también.
—Con tal de que me des los detalles —se tronó los dedos—. Vamos a hacerlo.
Nadie podía contradecir al jefe. Tsuna lo aprendió del propio Reborn. Y ahora sería Reborn quien tendría dolores de cabeza por haber sido tan perfeccionista en su último trabajo.
No importaba si eran novios, Tsuna gustaba de tener sus propios secretos.