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ELEMENTALS por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaaa

¿Cómo están? 
 
¿Qué tal les va? 
 
¿Están cuidándose mucho?
 
Espero que sí. 
 
Lo sé, estoy toda relax ahí, luego de haberme ausentado saber ni cuanto tiempo ¿alguien me recuerda siquiera?. PERDÓN, en serio lo siento. Tuve muchos problemas para terminar este capítulo, pero los principales fueron los bloqueos y la falta de motivación. Me tarde mucho, perdón.
 
MUCHAS GRACIAS AQUIENES LEYERON EL CAPÍTULO ANTERIOR.
 
Los personajes no me pertenecen, son de su respectivo y hermoso creador. Por los posibles horrores ortográficos, que sin duda habrán porque estoy ciega y pendeja, pero más ciega, 10 mil millones de disculpas. 
 
Sin más que decir a excepción de, espero que él cap del guste, los dejo leer. 
Lean el comentario final. 
 
 

 

ELEMENTALS 

  —Capítulo 2—  

El Dragón de Jade        

 

 

 

En el cielo, el sol, casi llegando a la cúspide, brillaba con intensidad emitiendo olas de calor tan intensas, que llegaban a resultar demasiado sofocantes. Sin embargo, el viento soplaba con frescura, aunque con mucha intensidad, brindando un poco de equilibrio en el ambiente.   

Las copas de los arboles inmensos se mecían con fuerza, haciendo que sus ramas, que lucían como cientas de serpientes de todas formas y tamaños entrelazadas unas con las otras, formaran un manto sobre sus cabezas que apenas filtraba los rayos del y el cual crujía y creaba sonidos que, en algún punto, sonaban como bestias hambrientas.   

Eijirō pasó saliva, su nuez se movió hacia arriba y hacia abajo mientras observaba de un lado hacia el otro. Luego de lo que había sucedido con el monstruo de Oikawa, no podía caminar con tranquilidad. Y no era como si en Terra se pudiera caminar con tranquilidad, era solo que avanzaba aún más alerta que antes.  Mucho más.  

—¿Puedo ya deshacer la media transformación? —Preguntó para tratar de centrar su mente en alguna otra cosa, pensar en Oikawa y lo que había sucedido solo provocaba que su corazón doliera. Además de que su cuerpo se sentía pesado, cargar con sus grandes alas rojas resultaba un poco cansado, sentía que tiraban de su espalda mientras lo pinchaban con un espada muy fina.  

Naruto, que iba por delante de él, volteó un momento a verlo.   

—No es conveniente —Etonces cortó algunas guías y hojas inmensas con espinas que bloqueaban el camino—. Si bien sané tus heridas en una gran mayoría, aún estas lastimado. Si modificas tu cuerpo ahora, cuando no estas del todo curado, solo te provocaras un daño innecesario que repercutirá más adelante.   

—Entiendo.   

El peli-rojo soltó un resoplido, haciendo que algunos de sus cabellos se elevaran casi hasta su frente. Llevan ya mucho tiempo caminando, desde que el sol apenas y comenzaba a alejarse de su escondite en las montañas, avanzando sin él tener una idea concreta de a dónde se dirigían.   

Sabía que irían a la guarida del Dragón de Jade, pero Naruto no había especificado el lugar. Aunque tampoco es que Eijirō fuera a saberlo. Él era un forastero en esas tierras, pues junto con Katsuki siempre vivieron en Garganta. Él no conocía nada de esa área. Ahí todo era verde por donde viera. Enormes arboles, follaje espeso en unas áreas, más ligero en otros. En su antiguo hogar, la vegetación se veía sin vida, ya casi muerta. La lucha por llevar una vida digna era constante y sofocante.   

La vida no era fácil ahí, era terrible, pero siempre contaron con el otro para sobrevivir. Sin embargo, ahora Eijirō estaba solo...  

Centró su mirada en Naruto y en lo que este hacia, de verdad necesitaba pensar en algo más que no fuera Katsuki.    El rubio le había dicho que tan solo permaneciera detrás suyo, que él haría el trabajo pues no quería que Eiji hiciera movimientos innecesarios. El muchacho usaba de nuevo su capucha blanca, la cual Eijirō nuevamente no había notado el momento en la que se la había colocado, solo volteó la mirada un segundo hacia un lado de la caverna y, al volver, la bendita capucha ya estaba sobre su cuerpo como si hubiera aparecido por arte de ma…  

Oh, claro… magia.   

Eijirō se dio un golpecito en la frente.   

Sus ojos siguieron el movimiento de la espada que Naruto utilizaba para cortar la maleza. Al igual que el cuchillo que había usado para cortar la manzana, su espada tenía forma de pluma… una enorme pluma blanca. Eiji casi sentía que si la tocaba, la suavidad de una verdadera pluma se sentiría en la punta de sus dedos. Pero en realidad era una muy, muy afilada espada.   

—¿Te gustan las aves, Naruto?    Naruto volteó a verlo con una risita orgullosa en sus labios.   —¿Por qué lo dices?   

—Bueno… tus armas tienen forma de plumas.   

—Oh, eso… Sí, me encantan las aves y la libertad con la que sobrevuelan Terra. Las envidio también —Sus ojos mostraron un suave brillo de tristeza—. Yo quisiera volar con esa libertad, blandir las alas y explorar los cielos y cada parte de nuestro hogar... pero en la actual Terra eso es imposible.   

—Pero un día será posible —Eijirō afirmó.  

Naruto se giró completamente hacia el peli-rojo, con una gran sonrisa en los labios que iluminaba su expresión, sorprendido y encantado de sus palabras. Era la primera vez que hablaba de forma tan positiva.   

—¡Sí! Un día lo será. Un día todo lo que sucede ahora tan solo será un recuerdo doloroso y nada mfkhsk….

Los ojos de Eijirō se expandieron con sorpresa y creciente pánico.   

Una figura, que no logró distinguir del todo bien, tan solo una mancha borrosa de un tono dorado, se lanzó sobre el rubio llevándoselo consigo entre el espeso y alto follaje, desapareciendo totalmente de la vista de Eiji.  

—¡Naruto!    Eijirō lanzó un gruñido a la vez que sus garras se hacían un poco más largas y sus dientes puntiagudos se volvían muy visibles. Corrió, alzando las alas y elevándose un poco entre la maleza, importándole muy poco el agudo dolor que golpeo su espalda. Sin embargo, no se encontraban donde creyó que estarían. Volvió al suelo y ahí escuchó los forcejeos y gruñidos muy cerca, pero no lograba divisarlos. 

Un grito y más gruñidos, hojas crujiendo y ramas en el suelo partiéndose. Kirishima se sintió abrumado, girando hacia todos lados. Los sonidos provenían de una dirección y luego de otra, como si rotaran una y otra vez alrededor de él. No podía ubicarlos,  no podía distinguir la dirección de la rotación. Los sonidos parecían provenir de todos lados al mismo tiempo.  

Más grititos.   

Más gruñidos.  

Naruto estaba en peligro y él no podía hacer nada.  

¡Nada!   

Los rayos del sol filtrándose en las copas de los árboles adquirieron intensidad. Su resplandor lucía tan segador que Eijirō sentía sus ojos arder.   

Apretó los parpados con fuerza y cubrió sus orejas.   

Ya basta. 

¡Ya basta!   

Estaba pasando otra vez, alguien estaba en peligro y él no podía hacer nada. Era un inútil, por su culpa Katsuki había muerto. Todo era su culpa.   

—Es mi culpa, es mi culpa, es mi culpa… —Susurró, liberando sus orejas y abrazándose a si mismo y poniéndose de puntillas—. Es mi culpa, es mi culpa.  

«No es tu culpa, Eijirō». Sintió que alguien susurró con tranquilidad en su oído. «No te culpes. No quiero que lo hagas… por favor, no te culpes».   

Eijirō abrió los ojos, poniéndose de pie y restregándose el rostro para limpiarse las lágrimas de impotencia y frustración que había derramado.   

Estaba tan perdido en su dolor, que no fue consciente de que los sonidos de lucha se habían detenido y que dos figuras se acercaban a hacia él, hasta que una de estas posó una mano sobre su hombro.   

—Hey, hey —Naruto le habló con suavidad—. Eijirō.    Eiji alzó la vista totalmente sorprendido, al segundo siguiente ya estaba poniéndose de pie colocando a Naruto detrás suyo y dispuesto a saltarle al cuello a la otra figura que había estado tras el rubio.   —Está bien, está bien —Naruto se movió, quedando en medio de ambos e impidiendo que Eiji hiciera lo que planeaba—. Es un amigo —El dragón, con el entrecejo arrugado, observó a la criatura.  

Por la calma con la que los observaba directamente con sus bellos ojos azules, se trataba de un cambiaforma. Un zorro de pelaje esponjoso y dorado, con nueve colas ondeándose detrás suyo. Por el tamaño que poseía, no muy grande pero tampoco pequeño, Eijirō podía saber que tan solo era un chiquillo, quizá entre los diez y siete o tal vez diez y nueve.   

Yacía sentado sobre sus cuartos traseros sin despegar la mirada de ellos dos.   

—¡Pero él te atacó! —Debatió el peli-rojo.   

—No me atacó, solo estaba jugando.   

Un gruñidito por parte del Zorro le dijo a Eijirō que este no había estado jugando.   

—Está bien, sí me atacó, pero era un tipo de ataque diferente —Eiji lo observó confundido—. Escucha, ya ha hecho esto muchas veces, no es algo malintencionado ¿sí? Él es amigo del Dragón de Jade.    

El Zorro dorado soltó un chillido.   

—No —Naruto respondió—. No voy a decir que eres su compañero de lucha cuando no es así, eres su amigo, No pudiste vencerme esta vez tampoco.   El Zorro dorado se levantó de su lugar, soltando gruñidos y golpeando el suelo, luego dio vueltas alrededor de ellos soltando chillidos y más gruñidos molestos.   

Eijirō estuvo seguro al ver su berrinche.  

Solo era un cachorro mimado.   

Sonaba tan irreal que quería golpear su peluda carita de zorro. Si lucía como un cachorro consentido quería decir que, hasta ese momento, había tenido una tranquila y buena vida. Una parte de su ser sintió alivio por ese chico… también envidia.   

El cachorro soltó un resoplido antes de finalmente quedarse quieto en un solo lugar. Parecía tener un puchero en los labios en cuanto sus azules ojos observaron a Naruto una vez más. Un segundo pareció resignado pero al siguiente algo destelló en su mirada. Una fuerte chispa de desafío y seguridad de que, en su siguiente enfrentamiento, definitivamente lo vencería.   

Y entonces sus ojos azules de pupilas alargadas se centraron en Eijirō, en ese peli-rojo en el cual no había puesto mayor atención. Sus párpados se separaron sorprendidos, y él nuevamente se movió. Avanzó lentamente hacia el dragón, con suma cautela. Observándolo de pies a cabeza, rodeándolo y olfateando el aire.   

Eijirō se mantuvo viéndolo, ya sin ningún tipo de hostilidad, solo a la expectativa de lo que el zorro haría a continuación. Observando su reacción, fue como entonces comprendió porqué de repente se había olvidado de Naruto y parecía tan interesado en él.   

Claro.   

Por supuesto.   

Seguramente también el Dragón de Jade creía que era el último de su raza.   

Eijirō sabía muy bien que, de saber de su existencia, el ejercito demonio le daría caza y pondrían su cabeza en un pica a las afueras de la cuidad imperial para que todos en Terra pudieran verla.  

La existencia del Dragón de Jade era un símbolo de esperanza, las hazañas que había logrado se contaban de cuidad en cuidad a voces susurrantes. Y, aunque el Usurpador había enviado a sus mejores guerreros a matarlo, nadie podía hacerle un rasguño. Nadie podía encontrarlo.  

Era fuerte, poderoso. Inteligente.  

O al menos eso cantaban los susurros.   

Muchos decían que sería él quien cortaría la cabeza del traidor y vengaría todas las vidas inocentes que se perdieron por su deseo de poder. Se contaba que este temía por su vida. Que, incluso si en una noche el Usurpador había derrotado a todos los dragones, al Dragón de Jade no podría vencerlo con los mismos trucos, pues este ya conocía su modo de actuar.   

Que existiera un dragón más, seria una de las mejores noticias para todos los que aun creían en un futuro. No uno, sino dos poderosos dragones lucharían por la libertad junto con las comadrejas.   

Claro, el Monstruo de Oikawa había encontrado a Eijirō y ahora creía que estaba muerto. Seguramente lo habría estado de no ser por Naruto. El punto era, lo había menospreciado, y eso le daba rabia, pero era cierto que no pudo contra él.   

Tuvo buen juicio al mantener su existencia oculta, sino, en ese momento estarían cantando que el bastardito favorito del usurpador había apagado una luz de esperanza. Y, e incluso si hacían saber que habían asesinado cruelmente a otro Dragón, él encontraría la forma de reanimar esa llama y hacerla arder más que nunca.   

No podía dejarse caer al vacío una vez más.   

¿Con qué cara vería a Naruto después de haber salvado su miserable vida, sino podía darle un significado a su existencia?   

¿Con qué cara vería a Kats en la otra vida cuando llegará su hora de partir?   

Necesitaba hacerse más fuerte.  Tenía que hacerlo por él. Por Katsuki. Por Naruto y por Terra.  Dejaría de culparse y comenzaría a actuar.   

«¿Qué edad tienes?». Una voz un tanto gruesa preguntó.   

Eijirō dirigió su mirada carmesí hacia el zorro dorado, alzando las cejas. Vaya, sonaba más varonil de lo que había creído.   

—Veinticuatro.    

El cambiaforma se alejó de él un par de pasos, centrándose en sus pensamientos un momento. El dragón debía tener al menos año y medio cuando ocurrió la masacre de los dragones. Un cachorro de esa edad jamás podría sobrevivir solo. Lo que significaba que alguien había cuidado de él. Si tan solo fuera posible que hubieran más…  

«¿Cómo sobreviv…?».   

El crujido de ramitas partiéndose lo interrumpió.   

Inmediatamente Naruto, Eijirō y el Zorro se pusieron en total alerta. Los tres giraron en la misma dirección. Eijirō gruñendo y mostrando las garras y los dientes, sus alas alzándose un poco dispuesto a salir volando y lanzarse sobre quien o lo que fuera a mostrarse ante ellos. Naruto blandió la espada blanca hacia el frente, poniéndose en posición de lucha. Los pelos del zorro dorado se erizaron, él gruñó, haciendo visibles sus dientes.   

Lo que fuera a aparecer detrás de ellos, si tenía malas intensiones, definitivamente había escogido a las presas equivocadas.   

Si bien era cierto que como ciudadanos, todos ahí presentes querían y aportaban su grano de arena para ayudar a sus hermanos. También era cierto que había quienes despreciaban la ayuda y preferían ayudarse solos, haciendo lo que fuera por sobrevivir, incluso atacar a los suyos.   

Más ramas crujieron, demasiado cerca de ellos como para pensar en salir corriendo.   

¿Y si era otro bastardo del Usurpador? ¿O tal vez algún soldado? Eijirō pensó. No había pasado mucho tiempo desde que fuera atacado. Tal vez enviaron a alguien para asegurarse de que estuviera muerto. Si así era, podía despedirse de su vida, de ninguna forma podría contra ellos tres.   

La enorme vegetación se movió y, justo frente a ellos, una figura totalmente desconocida se mostró. Un hombre de complexión alta, robusto, que resultaba realmente intimidante; por las ropas que utilizaba, era fácil saber que se trataba, efectivamente, de un soldado del ejercito maldito; con su armadura de hierro negro y su espada dentada. Sus ojos negros se enfocaron en ellos, observándolos con repudio y superioridad. Los veía como si fueran gusanos que no iban a darle problema alguno para derrotarlos.  

Alzó su arma, blandiéndola hacia el frente mientras dibujaba una sonrisa en su rostro. Al contrario de los tres chicos, que lucieron en su momento sorprendidos, el sujeto frente a ellos no parecería alterado de ninguna forma. Lo que significa que sabía perfectamente que ellos estarían allí antes de hacer su aparición… los había estado siguiendo.    Que osado de su parte pararse frente a ellos como si nada, seguramente debía de tener mucha confianza en sus habilidades, una que llegaba hasta las nubes. Como fuera, no podían tener la certeza de cuan bueno era, o si solo estaba pretendiendo. Debían ir con todo desde el principio, pues podía costarle la vida a más de alguno si lo subestimaban.   

—Asquerosas ratas —El soldado dijo con desprecio, preparándose para atacarlos a los tres, sin ninguna pisca de miedo.   

Dio un paso al frente, presionando fuerte sobre la tierra, solo para luego quedarse completamente inmóvil.   

Los chicos vieron como la mueca altanera se deformaba en una de asombro, después, un sonido de algo crujiendo, como varias ramas de árboles partiéndose en dos, llegó a ellos.   

El soldado escupió espesa sangre negra, algo se rompió de nuevo, y entonces algo brotó de su pecho, al principio parecía solo una mancha oscura, pero pronto fueron distinguibles las garras de una mano.   

Había alguien más detrás del soldado.   

Ese alguien retiró su mano con garras del cuerpo del tipo robusto, empujándolo hacia el frente para que su cuerpo sin vida cayera en el duro suelo de tierra, hojas y ramas.   

Ese alguien utilizaba una capucha de un verde índigo que cubría casi todo su rostro. Sin embargo su cuerpo trabajado, duro, firme, absolutamente el resultado de un entrenamiento constante, yacía a la vista al utilizar dicha capucha abierta. Tan solo usaba un pantalón y botas de cuero negro. En su cinturón, apenas visible, una espada de empuñadura blanca permanecía.   

Eijirō volvió a estar alerta, gruñendo y mostrando sus garras y colmillos de la manera más intimidante que podía, Naruto y el zorro dorado, en cambio, se relajado completamente.   

—¿Tienen alguna mínima idea —El encapuchado dijo, con una voz grave e imponente, autoritaria e intimidante—, desde hace cuanto tiempo los había estado siguiendo? —Sacudió el brazo, tratando de limpiarse la sangre negra de este—. Lo entiendo del dragón —Eijirō, aunque no veía su rostro, sintió su mirada clavarse en su pecho—. Está lastimado por lo que no es capaz de centrarse en todos sus sentidos. Además, se nota que no ha tenido el entrenamiento debido —El peli-rojo se cruzó de brazos, algo dolido—. Incluso de Naruto, su olfato y audición no están tan desarrollados como su visión, y no es como si tuviera ojos en la espalda.  

Por un momento, el rubio y el encapuchado se observaron a los ojos. Eijirō no podía ver el rostro del segundo, pero podía verle la expresión a Naruto. Tenía el entrecejo fruncido y lucía un poco confundido y eso parecía molestarle. Luego la mueca en sus labios cambió, soltando un chasquido y luciendo tan fastidiado como el peli-rojo no creyó verlo; pues siempre parecía tan alegre y calmado, con una mirada incluso dulce.   

Los dos chicos desviaron la mirada.   

—Pero tú —Continuó el encapuchado, girando el cuello y observando al zorro dorado—, que te jactas de ya estar listo. Que aseguras estar lo suficientemente preparado para ser mi compañero de lucha… solo piensas en ti mismo. Eres egoísta.  Tan solo un eres niño que hace berrinches si las cosas no van como tú quieres.   

Sus palabras fueron duras, en ningún momento intento ser comprensivo o suavizar un poco su tono. Él se encontraba en verdad molesto. Incluso decepcionado.   

El zorro soltó pequeños chillidos mientras bajaba tanto la cabeza como sus orejas, luciendo totalmente decaído. Las palabras del encapuchado le habían realmente dolido.   

—Esto termina de confirmarlo —Continuó este. El zorro alzó la cabeza de golpe, sus ojos azules de pupilas alargadas estaban abiertos de sobre manera, luciendo totalmente destrozado.  

«¡No! ¡No por favor!». El cambiaforma corrió hacia el hombre «¡Por favor no! ¡Sé que cometí un error, pero dame otra chance!».   

—Ya te he dado muchas oportunidades. No pienso darte ninguna más —Sentenció, dándole la espalda para luego perderse entre la maleza.   

Naruto avanzó hacia el zorro dorado, deteniéndose un momento para acariciar su suave pelaje, consolándolo. Después se giró hacia Eijirō indicándole con la mirada que avanzara. Los tres chicos se adentraron en el grande y espeso follaje, siguiendo el rastro del hombre.   

Permanecieron en silencio los cuatro, tan solo se escuchaban el crujir de las hojas y las ramitas del suelo partiéndose, también el dulce canto de alguna que otra ave cerca. El tiempo transcurría sin detenerse, igual que el hombre que avanzaba sin mirar atrás. Sin esperar a nadie.   

Pasó, quien sabía cuanto tiempo.   

Eijirō observaba hacia todos lados, intentando familiarizarse con el lugar, tratando de encontrar algún punto que le hiciera reconocer donde se encontraba en caso de estar él por su cuenta. Sin embargo, solo lograba ver verde de varios tonos por todos lados. Verde y troncos de árboles gruesos e inmensos con copas espesas. Del lado derecho había tanta vegetación, que parecía una enorme muralla, grande e imponente.   

Sus ojos rojos observaron hacia arriba, mientras se limpiaba el sudor que escurría por sus sienes. Las ondas de calor que el sol emitía estaban volviéndose más y más intensas.   

Entonces el zorro dorado, que todo el tiempo había lucido decaído, pero con una mirada intensa dirigida hacia el encapuchado, se alejó de ellos y corrió de prisa hacia este. En ese momento, Eijirō ya no pudo contener su curiosidad.  

—¿Es el Dragón de Jade? —Soltó de golpe.   

Naruto sonrió de medio lado sin voltear a verlo.    —Ya te habías tardado.   

—La situación parecía tensa así que…   

—Vaya que sí.   

Ambos soltaron un suspiró.   

—Él es tal como imaginábamos —Kiri dijo.  

—¿Sí? —Sus ojos azules lo observaron curiosos.  

—Imponente, masculino, fuerte —Se detuvo un momento, perdiéndose en sus pensamientos, Naruto lo vio sonreír de medio lado—. Aunque Kats dijo, y lo cito literalmente: «Seguro es un maldito arrogante hijo de puta que se cree la gran mierda».

El rubio alzó las cejas, asombrado y divertido. Luego soltó una suave carcajada al ver la sonrisa de Eijirō.   

—Era un jodido mal hablado —El peli-rojo soltó un profundo suspiro que dolió en todo su pecho. Naruto le sonrió amable.  

—No exactamente así —Tomó la palabra—. Pero puedo decir que él tiene confianza en sus habilidades, aunque no deja que se le suba a la cabeza, de hecho, siempre esta pensando en como hacerse más fuerte, pues él sabe que aún no es suficiente. Aunque en realidad es un grandísimo tonto. Pero, por supuesto, es también un dragón orgulloso.    »Pero no dejes que eso te engañe, también es amable. Este lado de él que acabas de ver, es su preocupación hablando.  

—¿No querrás decir su enojo?   

—Por supuesto, también eso, aunque no esta dirigido hacia ninguno de nosotros. Él está sumamente preocupado. Solo velo ahí, actuando tan pésimo —El rubio volvió la vista al frente, donde se veía al zorro intentar conversar con el dragón, o más bien iniciar una pelea—. Teme que algo le suceda a su ser más querido.   

—Así que son pareja.   

—En realidad no.  

—¿No?   

—Pero no por falta de sentimientos, ¿sabes? —Eijirō lo veía con atención  

»Él sabe que este camino es difícil, seguramente cuando la hora llegue, muchos morirán. Es por ello que trata de alejarlo de su lado. Mantenerlo a salvo. No creas que esta enojado por el despiste que tuvimos. Más bien esta aliviado. Es la excusa que necesitaba para por fin hacer que se marche, para enviarlo al lugar donde estará a salvo.   

—¿Y ese lugar es?   

—Elefthería —Eiji asintió, entendía un poco los motivos del dragón—. Si bien es cierto que es la Madriguera es un lugar de guerreros, también es cierto que no son lo único que hay. Hay Terranos normales que buscan un lugar al que llamar hogar, niños, cachorros, curanderos, cocineros, armeros… el Dragón de Jade espera que él sea uno de esos que buscan un hogar, espera alejarlo de la batalla. Y estoy seguro que hablará con el líder para que esto sea una realidad…  

Eijirō asintió, dando a entenderle que comprendía. Pero lo cierto era que no lo hacía del todo. Es decir, entendía que quería protegerlo porque era sumamente importante para él, pero estaba siendo egoísta. El zorro merecía el poder decidir por sí mismo. Y aunque Kiri creía que la mejor decisión era el que viviera en la madriguera, debía también poder tener la opción de ver con sus ojos como era realmente la vida en Terra, para así poder decidir qué hacer.   

Sus ojos rojizos se enfocaron de nuevo en su entorno, en esa maleza tan alta y espesa como una muralla.  Tardo unos cuantos segundos en caer en cuenta que, de hecho, se trataba de un muro enorme tapizado de musgo y enredaderas, pues en ciertas partes alcanzaba a ver la piedra con la que estaba construido. Sus cejas se habían alzado con total sorpresa.  El peli rojo frunció el entrecejo, perdiéndose en sus pensamientos tratando de recordar, de averiguar en que lugar se encontraba. Si bien era cierto que era prácticamente un extranjero, eso no quería decir que no tuviera cierto conocimiento de las ciudades de Terra.  

Y entonces sucedió. Supo con exactitud en donde se encontraban.   

Era un punto en la enorme muralla lo que le dio la respuesta. Fue ese enorme trecho destrozado, dividiendo en dos el muro, lo que le dijo que lo que ahora sus ojos rojizos veían, era lo que quedaba de lo que un día fue una cuidad hermosa. 

Se encontraban en las Ruinas de Hayk.   

El Dragón de Jade, el zorro dorado y Naruto, desviaron un momento la mirada hacia las ruinas. Los primeros dos apartaron la vista luego de unos segundos, Eijirō pudo distinguir el enojo en su postura. Uno pensaría que ya estaban acostumbrados a tal visión, probablemente caminaban mucho por el lugar; sin embargo, no lo estaban, era imposible solo ignorar el sufrimiento de esa cuidad. Naruto, por su lado, se veía muy triste.   

Kirishima sintió un retorcijón en el pecho cuando pasaron frente al trecho destrozado, fue imposible no desviar su mirada hacía dentro.  La maleza había hecho de las suyas en la cuidad. De lo que alcanzó a observar, había raíces en las calles y lo que antes había sido el hogar de muchas familias ahora estaba destrozado. Follajes crecían aquí y allá por todos lados. Era un panorama tan desolado, que Eiji sintió otro retorcijón en el estómago al imaginar el horror por el que tuvieron que pasar los habitantes de Hayk.  

¿Cuántas vidas se habían perdido esa noche?   

Eijirō no sabía con exactitud.   

El sol en el cielo ya pasaba de su punto máximo. Continuaron avanzando, dejando atrás la muralla. Toda esa extensión alrededor de las ruinas se encontraba especialmente llena de vegetación abundante. Todo de un tamaño demasiado considerable. Había escuchado varios animales en el camino, pero no había alcanzado a verlos por lo mismo, tan solo había podido distinguir las avecillas que se paseaban y cantaban en las ramas de los grandes árboles.   

El peli-rojo supuso que se debía a que toda vida había desaparecido de la cuidad, por lo que la naturaleza reinaba ahora.  

Avanzaron y avanzaron, alejándose más y más. El sol en el cielo alcanzó temperaturas sofocantes, sin embargo, sus potentes rayos lograban menguar un poco gracias a las espesas ramas y hojas de los árboles que servían como techo en extensiones grandes. Aún así, el sudor resbalaba por el rostro de los cuatro chicos.   

Aparte de la muralla que ahora Eiji sabía era la que rodeaba Hayk, no había nada más que lo ayudara a ubicarse, continuaba sin saber hacia donde se dirigían y la visibilidad no era realmente la mejor. Había sonidos por todos lados lo que distraía de escuchar algo que lo ayudara, aves, insectos, gruñidos de animales que ni siquiera lograba ver, las ramas de los árboles meciéndose, el viento silbando, el crujido de las hojas y ramitas caídas al caminar sobre ellas.    Pensaba, era un lugar excelente para tener una guarida. Hacía que te desorientaras totalmente, haciendo que permanecieras siempre alerta al no saber qué podría salir del espeso follaje en cualquier momento.  

Estaba cansando, las piernas dolían de tanto caminar, su espalda ardía debido a sus alas, las sentía pesadas y tirantes. Su costado punzaba. ¿Cuánto más tardarían en llegar? Eijirō no era alguien holgazán, sin embargo, un pequeño, mínimo descanso no sería mal recibido. Ya llevaban demasiado tiempo caminando, además él se encontraba en proceso de sanación, era normal sentirse cansado. Y el clima tampoco ayudaba.   

Sin embargo, no iba a decir que pararan un momento, no quería parecer demasiado débil. El Dragón de Jade, que parecía haber adoptado un estado de mutismo mientras el Zorro Dorado le gruñía y trataba una y otra vez de obtener su atención, así como Naruto, se veían sí, algo cansados, pero nada como el peli-rojo. El clima, estaba comprobando Eijirō, era más caluroso que en garganta, y eso que su antiguo hogar lucía más y más como un desierto.   De todos modo, si no podía con algo mínimo como eso, no podía con nada más. Suspiro hondamente mientras continuaba avanzando.  

Hasta que, de repente, un sonido distinto llego a oídos del Dragón Carmesí. Al principio parecía un montón de suaves chillidos, luego, con forme avanzaban, sonaba como viento soplando con algo fuerza, un silbido constante. Un sonido de arrastre. Eijirō sabía que el lugar de destino estaba próximo, así que la curiosidad dio un golpe en él.   

¿Cómo sería el hogar del Dragón de Jade?   

Con Katsuki habían deseado mucho poder conocerlo, incluso si Kat decía que no. Eiji sabía que se alegraba de que, en esta vida, aún hubiera alguien de su misma especie.   Sonrió de manera triste, con ojos brillosos y en el corazón en la mano.  Cumpliría el sueño de ambos aunque uno de ellos no estuviera. Pelearía y se haría más fuerte por él y por su amor.   

El corazón lo tenía acelerado mientras avanzaban los últimos pasos, mientras removían nuevo follaje y se perdían en este.  El sonido de pronto se volvió más claro, y entonces Eijirō pudo distinguirlo correctamente.   

Era Agua. Agua corriendo, agua cayendo. Entusiasmado, removió las últimas hojas que obstaculizaban su visión. Nadie había dicho que ya habían llegado a la guarida, pero Eijirō lo sabía en su corazón. Finalmente, pudo salir de toda la maleza. Finalmente pudo ver su punto de destino.   

Frente a él, un paisaje hermoso se mostró.   

Y no era como si no hubiera visto paisajes hermoso en su camino desde Garganta hacia la Isla de los Magos Sanadores y luego hasta allí.   

La diferencia yacía en el sentimiento. En las emociones que lo invadían cada vez.    Sintió una lágrima resbalar por su mejilla con escamas rojizas.   

Se encontraba, podía decir, en una especie de claro bordeado con paredes de arboles igual de altos que los que dejaron tras ellos. Sin embargo, en el fondo, una pared de roca dispareja yacía, alta y ovalada, con puntas sobresaliendo llenas de musgo y una hermosa cortina de agua traslucida, como un manto de fina seda, deslizándose hacia abajo. Caía sobre hermosos manantiales de agua fresca y cristalina, pequeños estanques puestos naturalmente uno junto al otro y al frente formando pequeñas gradas.  

Como un río de corriente suave que poco a poco hace su camino hacía abajo, el agua se unían en un punto donde esta desaparecía. Pues al frente de la hermosa vista, un cenote semiabierto, realmente no muy grande pero sí muy profundo, tanto que para ver el agua en el había que pararse junto en la orilla y mirar hacia abajo con cuidado de no caer, se tragaba sin reparo todo liquido que en el caía.   

En los alrededores, follajes y flores de todos tipos y colores adornaban, musgo, rocas.  

El Dragón Carmesí sonrió, sus dientes filosos a la vista. Sus ojos rojizos se pasearon en el lugar, observando hasta el mínimo detalle de la maravillosa vista.    Ellos yacían en uno de los costados llenos de árboles, claramente. Eijirō veía caer el agua desde la hermosa cascada; una fresca brisa, que hacía que el calor sofocante menguara de sobremanera, le daba en el rostro haciéndolo sonreír. Incluso había un bello arco multicolor formado por el sol y la brisita. Kirishima inhaló con fuerza, llenando sus pulmones del aroma a flores silvestres y tierra mojada que inundaba todo.   

Dio un paso hacía el frente, curioso por observar hacía abajo donde el agua se perdía. Su pies de dragón, escamoso y con garras, se empaparon de agua limpia y fresca cuando se paró en la orilla y asomó el rostro. Hacía abajo, otro manto de agua se formaba. Este se veía azulado y con la espuma que se formaba al el liquido caer continuamente. Estaba profundo, con paredes empedradas llenas de musgo y flores.  Alejó la mirada y alzó la vista. Sus ojos rojizos nuevamente recorrieron el hermoso lugar. Tan bello y tan mágico.   

Mientras lo seguía de cerca, Eijirō realmente no había pensado en cómo sería el hogar del Dragón de Jade, pero definitivamente no había esperado tan bello lugar. Antes, cuando habían hablado con Kats, imaginaban algo más violento, más salvaje: Algún risco, un volcán activo. Después de todo, Rok Drákos, su país natal, no era precisamente un campo de flores. Nunca hubiera pensado asociar tanta paz con Dragones.   

Y por ello parecía la guarida perfecta.   

Las ganas de llorar que Kirishima había estado sintiendo comenzaban a ser más fuertes. Si tan solo Katsuki pudiera verlo, si tan solo estuviera allí con él. Parecía que había transcurrido una eternidad desde que lo perdió.   

En sus mejillas un par de lágrimas se derramaron. Extrañamente, se sintió muy bien luego de ello.  Casi pegó un brinquito cuando una mano se posó sobre su hombro sin mucha fuerza, siendo solo una pequeña caricia, un suave consuelo.   

—Lo lamento —Dijo una voz grave e imponente, autoritaria e intimidante. Pero que en ese momento solo tenía un tono de empatía. Más tranquilo y bajo.   

Mientras el Dragón Carmesí paseaba y observaba todo con mejor claridad, Naruto había aprovechado para hacerle saber al encapuchado y al Zorro dorado la situación. Había utilizado su magia para mostrarles mentalmente lo que había ocurrido.   

—Perder a quien amas duele —Continuó el Dragón—. No soy nadie para hacer de menos tu dolor, no puedo decirte que seas un hombre y dejes de llorar porque, por más que te lamentes, no volverá —Cayó un momento.  

Técnicamente, acaba de decirlo.   

El hombre parpadeó unos segundos, luego habló de nuevo.  

—Puedes llorar cuanto quieras hasta sentirte mejor, eso no te hará menos hombre. Perdiste a quien amabas, ¿Cómo podría ser eso algo menor? Llora, desahógate. Pero no te aferres a ese dolor, no te quedes estancando, encuéntrale sentido a tu vida. Busca una forma de liberar ese dolor y rencor hacia Oikawa, que sea positiva.   

»No cometas estupideces, piensa con la cabeza fría. Porque, no te confundas, intentar vengar a tu novio ahora, es un suicidio. No puedes hacer nada contra Oikawa. Antes de ello piensa ¿Qué haría tu chico? ¿Cómo se sentiría si ve que desperdicias esa vida que intentó proteger a costa de la suya?   

—Reviviría solo para matarme —Eijirō, sin poder evitarlo, sonrió.   

Pero no era una sonrisa alegre. En sus ojos el hombre vislumbró la tristeza que desbordaba su alma.   

El agarre sobre su hombro se volvió más fuerte. Realmente el Dragón de Jade no era un hombre que supiera dar consuelo, en realidad era tosco y torpe, pero eso no significaba que no entendiera los sentimientos de Eijirō. Eso no quería decir que él no sintiera empatía.   

—Entonces, piensa bien antes de actuar. Aunque… supongo estás aquí por algo.   

El peli-rojo asintió.    —Quiero que me ayudes a volverme más fuerte.   

—¿Por qué?  

—¿Por qué? —Antes de hablar con Naruto, Kirishima sin dudar hubiera respondido que necesitaba ser más fuerte para poder cortarle la cabeza a Oikawa, y si aún así no podía hacerle ningún rasguño, pues entonces al menos moriría en el intento.   

Vivir sin Kat era una tortura que no podría soportar.   

Pero ahora, ahora era diferente.   

—Porque duele… y me dolerá toda la vida, pero quiero seguir adelante, porque si no estoy para recordarlo, entonces su ser y quien era, desaparecerá para siempre. Y porque quiero pelear, quiero luchar por ese futuro en el que Naruto cree.   Detrás de ellos, el aludido sonrió.   

El Dragón de Jade sonrió de medio lado. Mientras le daba unas palmaditas en la espalda y al fin se quitaba la capucha que cubría la mayor parte de su rostro.   

Eijirō lo observó por el rabillo del ojo.  

Su mandíbula era fuerte, varonil. Sus ojos eran profundamente negros, intimidantes. Su cabello un poquito largo y verdoso, como musgo nuevo, yacía peinado hacía atrás con algunos pelitos rebeldes fuera de lugar. En su oreja izquierda, tres sarcillos dorados colgaban. El hombre le sonrió de nuevo, solo curveando los labios hacía un costado…    Era condenadamente atractivo.   

—¿Sabes nadar?   

Kirishima respondió de inmediato.   

—Sí, sí puedo.   

—Bien, entonces sígueme —Entonces, bajo el asombro del peli-rojo, el de cabellos verdes se colocó de espaldas al cenote y, sin pensarlo, dando una voltereta se lanzo hacía abajo mientras soltaba un grito de jubilo, cayendo con un perfecto clavado y apenas un chapoteo del agua.  

Los rojos ojos de Eijirō observaron de inmediato para verlo emerger, pero el Dragón de Jade se sumergió para no salir de nuevo a la superficie.    

Y así fue como Kiri estuvo seguro de cuál era la forma de entrar a la guarida del Dragón de Jade. Observó unos segundos más antes de por fin enderezarse. Cuando volvió a su posición, se llevó un pequeño susto al ver junto a él a un chico al que no había visto antes.   

El muchacho estaba casi totalmente desnudo a excepción de un pedazo de tela verdusco que cubría su entrepierna. Su cuerpo lucía fuerte aunque ligeramente menos musculoso que el del Dragón de Jade. Él muchacho veía hacía lo profundo del cenote, con unos ojos azules intensos e igual de hermosos como los de Naruto; una sutil mata de bellos yacía en su mentón. Sus cabellos rubios eran largos y estaban peinados hacía la izquierda, dejando solo un ojo a la vista. Kirishima no pudo evitar observar de más la graciosa ceja risada y de color negro de esté.   El muchacho, de unos aparentes diez y ocho, diez y nueve años, clavó su mirada en él, observándolo sin decir palabra alguna. Cuando habló por fin, su voz era muy varonil a pesar de que su rostro lucía muy lindo.  

—Zoro es un maldito presumido —Luego guardó silencio unos segundos—. Lamento tu perdida. 

No lucía como un niño mimado y engreído en absoluto.  

—Soy Sanji… te veo dentro —Luego, al igual que lo había hecho Zoro, pero de forma más sutil, Sanji se dejó caer dentro del cenote, desapareciendo en lo profundo del agua tal cual lo había hecho el peli-verde.    Eijirō de nuevo bajo la mirada, clavando sus ojos en el lugar donde tanto el Dragón de Jade y el Zorro dorado desaparecieron. Al volver a enderezarse, se giró complemente para observar a Naruto, quien yacía a unos cuantos metros tras él. El rubio le sonrió, comenzando a ir hacia él.   

Sin embargo, un paso dio y se detuvo de golpe.   

Kirishima vió su expresión confundida mientras volteaba a ver hacia atrás, como si buscara algo pero sin saber qué era.   

—¿¡Está todo bien!?   

Naruto lo ignoró, o quizá no escuchó su pregunta. Él volvió la vista al frente, luego hacia los costados, continuaba buscando ese algo pero no lo encontraba. Finalmente, su semblante cambió. Primero se mostró sorprendido, luego fue como si acaba de ver al mismísimo Usurpador de pie frente a él.    El peli-rojo repitió la pregunta, esa vez obtuvo respuesta.  

—Lánzate al agua.  

—¿Qué?   

—¡Que te lances! —Gritó, y entonces comenzó a correr hacia Eijirō.   

El Dragón, totalmente confundido, no supo cómo reaccionar, se quedó ahí, de pie, observando la expresión apurada de Naruto yendo hacia él, no sabiendo qué hacer.   

Pero en cuestión de segundos lo supo.   

Sus parpados se expandieron en sorpresa y luego horror en cuando vislumbro algo tras Naruto. Primero hubo un brillo multicolor leve que pronto brilló con intensidad. Un franja vertical del tamaño del rubio, la cual comenzó a abrirse como si fuera un ojo. Luego hubo una mancha oscura en el centro, un negro tan intenso que en cuestión de nada,  se trago todo color haciéndolo desaparecer, y pronto la oscuridad total reinó en la abertura. Irradiaba energía oscura que desbordaba y se propaga, pero que se contraía y volvía a expandirse; como si quisiera escapar pero algo la retuviera con todas sus fuerzas.   

En la lucha, algo ganó, algo emergió. Una mano, no… una garra deforme y horrenda.   

—¡Naruto! —Kirishima gritó fuerte mientras, importando nada el dolor en su espalda, voló en ayuda del rubio.   

Pero fue tarde.  

Era como si la abertura siguiera al rubio, en ningún momento pudo dejarla atrás. Otra garra surgió y entre ambas tomaron a Naruto de la cintura, quien dio un grito de dolor cuando estas cortaron su piel.   

—¡No!   

Las garras tiraron de Naruto hacia el vórtice haciendo desaparecer momentáneamente la mitad de su cuerpo, de la cintura hacia arriba. Afortunadamente, Kirishima llegó al segundo siguiente hasta él, impidiendo que fuera totalmente arrastrado y de inmediato sujetó los brazos del rubio los cuales sobresalían. De alguna forma logró traerlo de vuelta, pero las garras continuaban sujetándolo. Lastimándolo.  

La mirada de Naruto era de horror puro. Kirishima no tenía ni idea de que había visto, pero era totalmente seguro que era pura destrucción.   

—¡Te dije que te tiraras! —El rubio le gritó.   

—¡No me voy a ir sin ti!   

Y, en medio del caos, la desesperación y del terror que inundaba la escena, Naruto sonrió, pero era una sonrisa con una disculpa en ella.   

—Lo sé y lo siento. La cuestión es… ¡aaahh! —Garras se metieron más en su piel, la sangré broto, roja, espesa y brillante—, que debo entrar ahí —Terminó en un jadeo.  

—¿Qué?   

Naruto no le dio tiempo para protestar. Gritó, alto y con todas sus fuerzas, mientras tomaba a Eijirō de los hombros y corría hacía el cenote arrastrándolo consigo, aprovechándose de que este aún se encontrara algo débil y adolorido de la pelea con Oikawa.   

Cuando el peli-rojo al fin logró reaccionar, él ya lo había sido empujado.   

Fue como si el tiempo se hubiera ralentizado. Como sí todo sonido hubiera desaparecido alrededor, a excepción del atronador latido de su corazón.   

Eijirō cayendo mientras extendía la mano, Naruto viéndolo a los ojos mientras sonreía tranquilizárteme y decía sin voz: «Estaré bien», para luego dejar de poner resistencia alguna y permitir que las garras tiraran de él completamente.   El sonido volvió de golpe, el tiempo recupero su ritmo normal.   

Eijirō gritó.   

—¡NARUTO!   

Sin embargo ya muy tarde era tarde.  

Lo último que vió fue a Naruto desapareciendo dentro del vórtice, siendo arrastrado por la Madre Naturaleza sabía qué, mientras él caí sin detenerse pues sus alas no respondían.  

Su espalda golpeó el agua y él se hundió sin haber podido hacer nada para ayudar a su amigo.      

 

Notas finales:

YYYYYYYYYYY eso fue todo

¿Qué les pareció? 
 
¿Les gustó? 
 
¿Dudas? Muchas seguro. 
 
De corazón espero que les haya gustado. Pasé por mil bloqueos mentales antes de acabarlo, pero sobre todo, por un chingo de ánimos por parte de mi hermosa, bella y preciosa Parabatai. Lofiu tu cucu, Angie, este cap es para ti. 
 
Los personajes nuevos son: 
 
Roronoa Zoro y Vinsmoke Sanji. Ambos de One Piece, por si alguien no los ubicaba.
 
Hasta aquí mi reporte, Joaquín. 
 
De verdad espero que les haya gustado, siempre pueden hacérmelo saber por medio de un hermoso y motivante comentario, el cual leeré con mucho placer. 
 
Qué Raziel me los cuide a todos, pero igual ustedes síganse cuidando también. Acaten medidas de seguridad y quédense en casa. 
 
Besotes y abrazotes de oso para todos. 
 
Hasta la próxima. 
 
Byeeee.
 


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