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ELEMENTALS por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaaa… 

¿Qué tal?

¿Cómo les va?

Yo espero que muuuuy bien. Como ven, estoy aquí con una nueva actualización. De verdad muchas gracias por darle la oportunidad a mi historia.

Los personajes que aparición en el capítulo anterior, pos si alguien no los ubicó, son:

Kirishima Eijir? y Bakug? Katsuki, de Boku no Hero Academia.

Oikawa T?ru, Ushijima Wakatoshi, y Akaashi Keiji, de Haiky?!!

Y, por supuesto, Uzumaki Naruto, de Naruto.

De verdad muchas gracias haber leído el caso anterior, y por estar leyendo esto.

Los personajes son propiedad de sus respectivos mangakas. Por los posibles horrores ortográficos, 10000 millones de disculpas. Estoy pendeja y ciega, pero más pendeja.

Sin más que decir excepto que, espero por el ángel y el cap sea de su agrado, los dejo leer.



 

ELEMENTALS

—Capítulo 1—

Engranajes

 

 

Sus ojos y los de Katsuki se habían encontrado tan solo unos segundos. Eijirō sabía que quería decirle algo importante. Algo que no podía esperar. Pero la maldita vida estaba empeñada en lastimarlos.

Katsuki volvió la mirada al frente, hacia donde yacía Oikawa, pero esa cosa ya no estaba allí. Se había movido en apenas un segundo. Ahora se encontraba justo enfrente de él. Sonriendo como maníaco mientras estiraba una mano con garras, lo tomaba del cuello y lo alzaba como si pesará nada.

—No...! —El peli-rojo intentó ir hacia ellos, pero ya no podía, no tenía fuerzas para nada más que para llorar y observar como su corazón era destrozado sin piedad y sin que él pudiera evitarlo.

El rubio pataleó en el aire, sujetándose del brazo de Oikawa e incrustando sus garras en su blanca piel y rasgándola. Pero Oikawa ni siquiera parecía sentirlo.

Era un maldito monstruo.

L
Oikawa, con toda la intensión de acabar por fin esa tontería, dirigió su mano libre y de filosas garras hacia el vientre del rubio, dispuesto a atravesarle el cuerpo y sacarle los intestinos por la espalda. Sin embargo, se detuvo justo a milímetros de tocar su piel llena de arañazos y moretones.

Eijirō los vio verse cara a cara, segundos que se sintieron como una maldita eternidad. Estúpidamente había tenido una pizca de esperanza. Pero entonces esa cosa sonrió de forma macabra.

Colocó a Katsuki en el suelo, aún apretando su cuello. Luego lo hizo girar violentamente, permitiendo que pudieran verse frente a frente.

—No había notado lo precioso que eres —Oikawa susurró contra la oreja de Kat, y Eiji lo vio retorcerse seguramente por un escalofrío—. Tu sangre de lobo me será útil —los ojos de ambos, rubio y peli-rojo, se expandieron asustados.

No. No. No.

La otra mano del castaño, con la que había estado a punto de atravesarlo, subió también hasta su cuello, uniéndose a la otra y ambas presionando a cada costado de su garganta, sin llegar a cortarle el aire...

Eijirō supo que todo había acabado. Katsuki también lo sabía.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

-¡Eijirō, te am...!

Pero esa cosa no lo dejó terminar, pues incrustó sus garras en la piel de Katsuki, rasgando su cuello desde su nuez hacia cada extremo.

Las palabras del rubio murieron en su garganta, y la sangre brotó de la herida de este, resbalando como un río de agua indomable hacia abajo. Se atragantó con ella, y se llevó las manos al cuello para intentar hacer algo, pero, en cuestión de segundos, las fuerzas escaparon de él sin promesa de regresar.

Para Eijirō, todo a su alrededor se detuvo en cuanto los brazos de Katsuki cayeron a sus costados y sus rojizos irises perdieron todo ese brillo que indicaba que estaba vivo. Las últimas lágrimas cayeron, y sus ojos se cerraron muy lentamente mientras toda la fuera de sus piernas desaparecía.

Él cayó, azotándose fuertemente contra el suelo destartalado y frío.

.

.

.

 


~•§•~

 

Los ojos de Eirijō se abrieron lentamente, como si estuvieran recubiertos de un material tan pesado que era difícil de mover.

Frente a él, un techo de piedras iluminado se mostró. Parpadeo, sintiéndose totalmente confundido durante un momento. Llevó una mano con garras hacia rostro, tocando las escamas de sus mejillas y sintiendo que estaban humedas. Había estado llorando en sueños.

Se removió un poco, desviando la vista a sus costados e inspeccionando su entorno. Él estaba recostado sobre una manta en el suelo de una pequeña caverna. A un extremo yacia una fogata que aún estaba tibia y humeaba.

Habían un par de cosas más que no se molesto en observar detalladamente. Solo volvió su vista al techo, arrugando un poco el entrecejo y tratando de recordar como había llegado allí.

Se incorporó lentamente, escuchando como sus huesos crujian debido al movimiento. Llevó una mano a su cuello, masajeándose un poco este y cerrando los ojos un momento. Sentía que había tenido un sueño muy desagradable, pero no lograba recordar de qué iba.

—Eijirō —alguien llamó, pronunciando su nombre con infinita dulzura y amor.

Eijirō abrió los ojos, una sonrisa se instaló en sus labios. Sus dientes puntiagudos fueron del todo visibles en su boca. Él movio medio cuerpo hacía un costado, hacia donde provenía la voz. Sus irises rojizos brillando de ilusión, como siempre que escucha su nombre salir de los labios de su amado.

Pero la sonrisa se esfumo de su rostro, pues de donde provenía el llamado nadie yacía.

—Eijirō —Una vez más se escuchó la voz. Tan dulce y amorosa como la primera vez.

El muchacho giró hacia el otro lado, hacia la entrada de la caverna, pero tampoco había nadie.

—¿Katsuki? —Llamó él ahora.

Quizá estaba gastándole una broma. Kat no era de hacerlo, pero de vez en cuando podías simplemente hacer cosas que no sueles hacer.

Katsuki no se veía por ningún lado.

—Eijirō —la voz provenía del interior de la caverna—. Eijirō.

—Katsuki.

El muchacho se puso de pie muy lentamente, sintiendo que cada parte de este había sido cortado en trozos y luego rearmado. Dar un solo paso dolía. Pero él soportó el dolor pues su amado lo llamaba.

Sus pies con garras aplastaron los restos de la pequeña fogata, y sus alas grandes y rojas, se arrastraron por el suelo mientras avanzaba lentamente. Se sostuvo el costado, dolía. Se sentía mareado. La oscuridad lo absorbía más y más mientras se adentraba, la luz del día se quedaba poco a poco a su espalda.

—Eijirō.

—Ya voy, Kats —su voz haciendo eco en todos lados.

—Eijirō.

—Estoy yendo.

—Eijirō… E-Eijirō —pero algo hubo diferente en esa ocasión, su voz tenía un tono de angustia.

—¿Katsuki?

—¡Eijirō! —Miedo.

—¡Katsuki! ¡Katsuki!

Eijirō intentó correr, pero sus piernas estaba demasiado débiles. Se precipitó al suelo enterrando las rodillas en las piedras. Probablemente se hizo daño en ellas, pero no le importaba, ni siquiera sintio dolor cuando cayó. Así, en el suelo, comenzó a gatear tratando de llegar hasta donde su amado se encontraba. Pero no lo veía.

Solo había oscuridad y no importaba cuanto avanzara, no podía verlo, no podía llegar a él.

—¡Eijirō…!

—¡Katsuki, ¿Dónde estás, dónde estás?!

—¡Eijirō te am…!

Y entonces los recuerdos lo golpearon como una ola azotándose contra la playa.

Recordó todo con toda claridad. Katsuki había estado enfermo las últimas semanas, se veía muy pálido y con apenas fuerzas, la poca comida que lograba comer la devolvía. Había tenido que incluso llevarlo en brazos pues había perdido el conocimiento en más de una ocasión. También había perdido peso. Kats le había dicho que no se preocupara, pero cómo no iba a hacerlo cuando él lucía tan mal.

Pero entonces comenzó poco a poco a mejorar, las cosas parecían ir mejor cada día.

Y luego apareció Oikawa.

Él, con sus garras le había atravesado el abdomen. Había golpeado a Katsuki. Le había roto un brazo y un ala. Le había hecho trizas las costillas y también el corazón cuando le corto el cuello a Kats.

Kats.

Su kats había muerto.

Lo habían asesinado.

Se lo habían quitado cruelmente.

Las lágrimas salieron de sus ojos sin obtener resistencia. Su cuerpo se contraía por el llanto y, donde debía estar su corazón, tan solo había un enorme vacío que crecía con cada segundo que pasaba. Sentía que al final iba a terminar siendo absorbido por la oscuridad. Ya no era capas de imaginar un futuro, pues este ya se lo habían arrebatado. Ya se lo habían quitado todo. Primero a sus padres, luego a sus hermanos… y ahora a Katsuki.

Eijirō gritó, lo más fuerte que pudo. Un grito desesperado y con todo su dolor impregnado en él. Uno de agonía y tristeza profunda. El sonido hizo eco en toda la caverna, viajando rápido y volviendo. Sintió que la garganta volvía a rasgarsele, así como se la habían rasgado a su amor.

Ya nada tenía sentido.

Sin Kats nada valía la pena.

Ni siquiera estar vivo.

—Eijirō —alguien dijo detrás de él, poniendo una mano suavemente sobre su hombro.

Todos los sentidos de Eijirō, que había bajado totalmente la guardia, se alertaron. Él le pegó un manotazo, poniendose en pie rápidamente y pegando un fuerte rugido. Su forma a medio transformar resultaba sumamente intimidante, con sus cuernos y sus garras, las escamas erojizas en su cuerpo, su cola y sus fuertes y hermosas alas, pero la persona frente a él no mostró ni una pizca de miedo.

Era un muchacho, utilizaba una capucha blanca y, en su mano derecha, yacía una pequeña antorcha con la cual iluminaba la oscuridad en la que se habían adentrado.

—¿¡Quién eres!? —Eijirō exigió saber—. ¡Responde!

El chico lo observó sin inmutarse, con sus ojos brillando por las llamas que iluminaban su rostro. Él lo veía con cierta tristeza.

—¡Eres uno de ellos, ¿verdad?! ¡Una de esas cosas!

Pero el muchacho no dijo nada.

Entonces Eijirō pensó que estaba bien si era uno de ellos, si no lo era tampoco importaba. Ya nada importaba. Solo quería que todo ese dolor que fragmentaba su corazón desapareciera.

Se lanzó hacia el muchacho, soltando un grito que al rubio le pareció más triste que intimidante. Sus movimientos eran torpes y lentos, pues su cuerpo aún estaba herido, era fácil esquivarlo e incluso contraatacar.

Eijirō, al ver que sus ataques no obtenían ningún resultado, igual que con Oikawa, se sintió totalmente frustrado. Se odio así mismo por ser un inútil que no podía ni salvar a quien era el más importante para él. Las lágrimas quemaban en sus mejillas y el vacío en su pecho se hacia más grande. Solo quería estar con Katsuki, solo eso…

Cayó de rodillas, dándose por vencido. Sí iban a matarlo no pondría resistencia, después de todo, incluso si lo hiciera, no cambiaría nada porque estaba débil. Matarlo resultaría muy fácil.

Solo siguió llorando.

Tal vez en la otra vida, sería capaz de reunirse con Katsuki. eso le dio un poco de esperanza.
—Solo mátame ya… —susurró.

El muchacho camino acercándose totalmente a él. Eiji cerró los ojos, tan solo esperando que todo acabara. Pero el chico, en lugar de darle muerte, lo rodeo con sus brazos luego de arrodillarse frente a él y dejar la antorcha a un costado.

—Solo puedo imaginar el dolor que sientes —le dijo, usando el tono más empático que podía—. De verdad lo siento, no merecían nada de lo que sucedió. Sé que duele, lo entiendo… pero no permitas que ese dolor te destruya. No te dejes vencer. Katsuki estaba dispuesto a dar su vida por ti, no la eches a la basura como si fuera nada.

Eijirō sabía que debía sentirse desconfiado. No tenía idea de quién podía ser pero al parecer, el muchacho sí sabía quien era él. Incluso había mencionado a Katsuki. Una voz en su mente le gritaba que se alejará, que no confiara en él. Los peores demonios eran los que tenían rostro humano. Y sí bien no sabía sí era demonio, tampoco sabía si no lo era. Debía salir corriendo o, en todo caso, aprovechar la oportunidad y matarlo ya que se había acercado tanto a él.

Pero su cuerpo y su mente parecían no coordinar para nada, pues incluso si sabía que debía ser cauteloso, antes de darse cuenta ya había correspondido el abrazo que el desconocido le había dado.
Estaba tan dolido, tan destrozado. Se sentía completamente perdido. Se aferró al muchacho deseando consuelo y un poco de esperanza. Llorando con intensidad y temblando. No quería caer en la oscuridad y por eso se estaba aferrando a cualquier cosa que pudiera ayudarlo.

Necesitaba que alguien le dijera que todo estaría bien, aunque fuera mentira.

 

~•§•~

 

Eijirō y el muchacho se encontraban de vuelta donde los restos de la fogata de la noche anterior yacían. El peli-rojo permanecía un poco alerta mientras estaba sentado y recostado contra una de las paredes de la caverna. Al lado contrario y en la misma posición, el chico rubio yacía.

Parecía muy concentrado pelando una fruta con una especie de daga blanca. Eijirō no podía evitar verla pues nunca había visto una similar. Tenía la hoja y empuñadura totalmente blanca, con una forma que parecía una pluma. Era muy hermosa, y también algo graciosa considerando que una pluma real era completamente inofensiva. Si no lo usaban para un ataque de cosquillas, claro.

Mientras él continuaba con lo suyo, el peli-rojo se permitió observarlo a detalle.

Era rubio, y sus cabellos permanecían totalmente desordenados. Una pequeña punzada le atravesó el pecho al recordar que Kat también lo llevaba así. Sus ojos eran de un azul muy bonito, como el cielo despejado de Terra luego de una fuerte tormenta. Limpio, puro, reconfortante.

Unas marcas extrañas yacían en sus mejillas, parecían ser bigotes o algo por el estilo. Antes había llevado una capucha blanca sobre su cuerpo, pero luego de que salieran de las profundidades de la caverna, esta ya no estaba. Ni siquiera había notado en que momento se la había quitado y donde la había dejado.

Resultaba un poco vergonzoso verlo a la cara luego del momento que habían pasado, sin embargo lo hacía, lo veía con total atención pues, aunque estaba un tanto agradecido con él, todavía sentía que le iba a cortar la cabeza en cuanto baraja la guardia.

—Ya está —anunció el muchacho. Se puso de pie y atravesó la caverna para poder darle la fruta ya pelada. Por la perfecta forma que tenía y el color rojizo, debía ser una manzana.

Pero Eijirō, al verlo hacer movimientos tan repentinos, solo se alarmó.

El peli-rojo soltó un gruñido de advertencia mostrando todos su dientes puntiagudos. El chico rubio ni siquiera lo tomó en cuenta, solo siguió avanzando hasta llegar a él y luego tomar asiento a su lado. Eijirō intento alejarse y fue entonces que sucedió algo extraño.

El chico rubio posó una de sus manos en su brazo mientras le sonría amablemente.

—Tranquilo —dijo, y Eiji se tranquilizó.

Fue una sensación muy rara, pues un segundo estaba alarmado y queriendo huir, y al otro solo pensó que no importaba que estuvieran sentados uno junto al otro.

—¿Qué me hiciste? —Le preguntó, su entrecejo fruncido en una mueca de confusión—. ¿Qué eres? ¿Un demonio? ¿Un zorro?

—No soy un demonio —el chico dijo muy calmado—. Y si piensas que soy un zorro por las marcas en mis mejillas, tampoco soy un zorro. Ni un lobo, ni una pantera, ni un León, ni un…

—Ya entendí.

Una risita alegre brotó de la garganta del muchacho.

—Soy un Sanador.

Eijirō fue ahora quien soltó una una pequeña risita. Pero no era de alegría, más bien una de triste resignación. Lo observó como sí acabara de decir algo absurdo, y lo era. Al menos ante sus ojos.

—Los Sanadores ya no existen —aseguró—. Kats y yo venimos de su isla. Teníamos la esperanza de encontrar alguno con vida y que nos dijera si Katsuki ya no podia te… no hay ninguna señal de vida, todo está en ruinas —desvió la vista hacia el suelo. El dolor reflejándose de nuevo en su mirada.

—Sí, el lugar está destrozado. Pero eso no quiere decir que ya no quede ni uno solo, porque estas hablando con uno. Yo soy un sanador —El rubio sonrió, ofreciéndole un trozo de la fruta que había pelado. Entendía que no quería hablar del porqué habían ido, así que insistió en saber. Cuando observó en sus memorias no había viajado tan lejos.

—Tú —Eiji lo miró de nuevo, aceptando la fruta. No pudo evitar notar que, en los los brazos y cuello del chico, habían unas extrañas manchas blancas—, no pareces un Sanador.

—¿Es obligatorio lucir como un mojen? No que yo sepa.

—Eemm…

—Ah, verdad —sonrió, mostrando las encías—. Aunque no te culpó por no creerme. Hace demasiado tiempo que no se sabe nada de ninguno. Aunque lo cierto es, Eijirō, que aún estoy a prueba así que, técnicamente, todavía no soy un sanador y, por lo tanto, tienes razón. En todo caso, ¿cómo explicas que tus heridas hayan sanado en tan poco tiempo? Es porque yo lo hice.

Eijirō lo pensó, ciertamente tenía un punto. La batalla contra Oikawa había sido brutal, al menos para Kats y él. Había creído que estaba a nada de morir, sus heridas eran graves y había perdió demasiada sangre. Pero ahora la herida en su costado estaba cicatrizada y su brazo y su ala ya no estaban rotas. Aún sentía el cuerpo pesado y un tanto adolorido, pero no era algo insoportable. En unos días estaría como nuevo.

Quizá si era un sanador.

—¿Cómo sabes mi nombre y el Katsuki? —decidió preguntar, aceptando como ciertas las palabras del muchacho rubio—. ¿Cómo sabes por lo que pasamos? ¿Estabas oculto en algún lugar?

—Ojalá hubiera estado allí —fue el turno del rubio para desviar la vista, Eiji pudo ver que lo decía en serio, parecía triste—. Pude haberlos ayudado. Tengo un poco de confianza en mis habilidades de lucha.

—La verdad es que no sé si tu ayuda hubiera marcado alguna diferencia.

—Yo pienso que sí. Así que perdón por no haber estado allí.

Eijirō le sonrió genuinamente, entendiendo que el chico estaba de su parte. Era una buena persona después de todo.

—¿Qué harás ahora? —le dio un mordisco a su parte de la manzana.

El semblante del peli-rojo cambió totalmente en un segundo. No necesitaba tiempo para pensar, pues ya tenía muy claro que era lo que haría. No podría vivir tranquilamente si no partía con sus propias manos el cuello de Oikawa.

—Lo voy a matar —aseguró. En sus ojos rojizos un brillo de decisión destelló. Lo haría incluso sí moría en el intento—. Voy a arrancarle el corazón con mis garras, así como esa cosa lo hizo conmigo. Así como arrancó a Katsuki de mi vida.

—No.

—¿No? —Eijirō clavó su mirada en él—. ¿Qué sígnica No?

—No lo mates por eso.

—¿¡Estas diciéndome que, después de que esa cosa me arrebató a Katsuki, después de que lo mató frente a mis ojos, no lo mate!?

El chico negó con la cabeza, moviendo el cuello de un lado a otro.

—No me refiero a eso… comete tú fruta —regañó.

El peli-rojo se mostró un segundo confundido, luego suspiró tratando de tranquilizarse. Antes de darse cuenta, ya estaba haciéndole caso. Llevó la fruta a sus labios y le dio un mordisco.

—Hablo de que no lo hagas por venganza —explicó—. Ahora parece lo más lógico, él te arrebató tu corazón, entonces tú quieres arrebatárselo a él para que sepa lo que se siente. Pero ellos no sienten de la misma forma en la que sentimos nosotros. Y, en todo caso, estarías haciendo exactamente lo mismo que él hizo.

—Hablas como si esa cosa fuera una persona. Es un demonio sin sentimientos que solo mata y destruye por placer.

—¿Y no te llenaría de placer a ti, cortarle la cabeza? ¿Qué los volvería diferentes si lo haces?

—¡Yo no soy como esa cosa!

—Exacto.

—¿¡Y entonces que esperas que haga!? —Gritó, poniéndose de pie y dándole un golpe a los restos de la fogata y la cáscara de la fruta que el chico había pelado, destripando el trozo de esta en su mano. Se giró hacía el muchacho, furioso, sus alas estuvieron a nada de rasguñarle el rostro—. ¿¡Quiéres que me quede sin hacer nada!?

—Yo no dije eso.

Eijirō le dio un puñetazo a la pared de roca, haciendo que pequeños trozitos salieron volando de aquí para allá. Si el golpe dolió, él ni siquiera pareció notarlo.

—¡Eso fue lo que, maldita sea, me diste a entender!

—Calmate un poco —él de nuevo intentó tocarlo, pero está vez Eijirō logró esquivar el contacto.

—¡No me toques! ¡Ya deja de usar tu magia en mi!

—¿Qué?

—¡Que ya dejes de manipularme para que haga lo tú quieras!

—Pero si yo no he hecho tal cosa —soltó una risita.

—¡Claro que sí! ¡Antes me tocaste y me dijiste que me tranquilizara y lo hice aunque no quería!

El rubio soltó una carcajada, aunque inmediatamente se cubrió los labios con la mano derecha. Pero Eijirō la había visto así que no tenía sentido que intentará fingir.

—Lo siento, lo siento.

—Así que lo admites —dijo, apretando los dientes.

Ñ
—Por la Madre… Naturaleza ¡No! —Esta vez le fue imposible callarse, así que se carcajeó un momento. Eiji estuvo a nada de darle un puñetazo—. Admito que use un poco de magia para reconfortarte, pero eso fue cuando estábamos en las profundidades de la caverna.

»El deber de un Sanador es el de sanar tu cuerpo, pero también de darle consuelo a tu alma. No puedo sanar un corazón roto, metafóricamente hablando, pero sí puedo ayudar a que duela menos.

Oh, así que era por ello que se sentía un poco más tranquilo. El dolor aún estaba, podía sentirlo como lava ardiente en sus venas. Pero este ya no lo enceguecía del todo. Ya no quería solo echar su vida a un lado. Desperdiciarla.

—Manipular tus acciones —retomó la palabra—, es algo que no puedo hacer.

—¿Entonces que fue lo que ocurrió?

El rubio se encogió de hombros.

—No tengo idea —sonrió suavemente—. Ven, sientate, hablemos tranquilamente —palmeó el suelo a su costado, invitándolo. Eiji resoplo, pero no se negó. Volvió a tomar asiento.

—No me dijiste como te llamas.

—Uzumaki Naruto, un gusto —le tendió otro pedazo de fruta.

—Kirishima Eijirō… pero eso ya lo sabes —aceptó el trocito de manzana.

Naruto le guiño un ojo.

—Sí, lo sé.

—Entonces… ¿a que te refieres cuándo dices que no lo mate y me quede como si nada?

—Ya, en serio, en ningún momento dijo eso —Naruto estaba indignado y divertido—. No digo que hagas nada. Puedes intentar luchar contra Oikawa si así lo deseas, solo… no lo hagas por venganza. Al final, no es tan placentera como crees. Creeme, es un sendero de oscuridad que no quieres atravesar. Al final del camino solo hay un enorme vacío.

—Hablas como si realmente supieras de ello.

—Estuve en ese camino hace tiempo. Y he conocido a quienes lo han atravesado. Nada bueno sale de la venganza.

—¿Y entonces por qué debería luchar? —Eijirō jugueteaba con la fruta en sus garras. Realmente se sentía perdido. No lograba visualizar un futuro para él.

—Por libertad —Naruto posó una mano sobre las inquietas del peli-rojo, sonriendole cálidamente y tratando de ayudarlo a seguir—. Por un futuro mejor. Para ti, para los cachorros, para esas familias que esperan por algo mejor que la vida de mierda que tenemos. Por todos… para que Katsuki sigo vivo.
—Pero él está muerto —Kirishima sintió que los ojos se le inundaban de lágrimas. Dolía demasiado el solo decir su nombre.

—No lo esta. Él esta aquí —dijo, tocando a Eijirō con el dedo índice, justo sobre donde yacía su corazón—. Y estará contigo aunque no puedas verlo, permanecerá vivo siempre y cuando no lo olvides. Mientras tú estés aquí, recordando cada momento junto a él, no desaparecerá.

»Él quería que vivieras así que hazlo. Vive. Vive por ambos. Busca ese futuro que los dos querían. Haste más fuerte, lucha, no te des por vencido. Duele, lo sé, pero sigue avanzando, hazlo por ti, hazlo por él. Hazlo por los hábitantes de Terra, para que no tengan que pasar lo mismo que tú.

»Un día, estoy seguro, la vida será mejor. Pero nosotros debemos luchar por ella, con todo lo que tengamos. Debemos ir y tomar el futuro con las manos desnudas y mejorarlo. Resignarnos a esta vida no es una opción. Debemos tener sueños y creer que se harán realidad… yo quiero eso para Terra, quiero eso para ti. Quiero que crean en que el cambio es posible. En que la esperanza aún no esta perdida. Por que no lo está, Eijirō. Aún hay esperanza.

Kirishima lo miró. Naruto yacia inclinado de costado para poder verlo, pues él permanecía con la cabeza cacha. Sus ojos azules lucían hermosos, destellantes, llenos de esperanza. No pudo evitar preguntarse si él también había perdido a alguien importante. Por lo que había dicho de la venganza, seguramente sí. Todos en Terra habían perdido algo importante desde la llegada del Usurpador y su ejército maldito.

Y sin embargo él estaba ahí, fuerte y con la llama de la esperanza oscilando en sus ojos.

Él tenía algo, algo diferente. No había sido magia lo que había utilizado minutos antes. Era su aura, era él. Naruto hablaba de luchar por algo más grande que su venganza. Hablaba de libertad y esperanza. De que quería un mejor futuro para su gente y que quería que todos lo creyeran, que estuvieran seguros que algo mejor vendría.

«Un día, él marcará una gran diferencia. Un día, él será llamado héroe». Kirishima decidió creer en algo, en él, en Naruto. Si la esperanza tuviera rostro y cuerpo, sería como Naruto. Él era la esperanza misma aunque no lo notará. Tenía un aura cálida y una sonrisa amable que te hacía sentir que todo era posible. Te daban ganas de seguirlo a donde fuera y ver que deparaba el futuro para él.

—Nosotros queríamos eso —Kirishima confesó—. Viajamos hasta aquí buscando esa esperanza de la que hablas. Habíamos escuchado rumores de que su base estaba por aquí.

Naruto le sonrió de nuevo, dando un suave apretón sobre sus manos.

—Yo conozco el camino correcto.

—Llévame. Quiero seguir adelante y luchar por lo que Kat y yo creíamos era lo correcto… por favor llevame a Elefthería.

—Haré algo mejor que eso —Naruto sonrió ampliamente, deslumbrante—. Te llevaré con el Dragón de Jade.

 

~•§•~

 


La habitación se encontraba iluminada gracias a los cristales mágicos que pendían del techo, brillantes y hermosos como lunas pero de un tono plateado. Estos tenían forma de varios hexágonos alargados y puntiagudos pegados entre sí desde la base. Los ventanales, que eran prácticamente toda la pared contraria a la puerta, permanecían cerrados y, en medio del lugar, una gran mesa de roca y sin forma definida yacía.

Los azules ojo de Aomine, de cabellos azulados y piel morena, se posaron en el chico que estaba a un lado de dicha mesa.

Era un cambiaforma que permanecía en su forma completa. Un Zorro de nueve colas, las cuales se ondeaban de un lado hacia otro, con su pelaje rojizo y sus ojos color sangre. Contándolo a él, sabía que vivieran tan solo dos de ese número exacto de colas.

Él, junto con Sōsuke, un muchacho de cabellos negros, ojos azules, y mirada tranquila pero algo intimidante, habían sido convocados por el actual líder de los Elefthería, Akashi, un hombre de cabellos rojizos y ojos del mismo tono que su cabello algo desordenado. Les habían dicho que saldrían en una misión muy importante, aunque no mencionaron detalle alguno.

Hasta ese momento.

—Dejame ver si entendí —el moreno se encontraba de pie y recostado contra una de las paredes de la habitación.

Además de él, Sōsuke y Akashi, Kuroo, un chico de ojos ámbar con sonrisa gatuna y peinado con una cresta enmaraña, y Bokuto, un chico de cabellos grisáceos y peinados hacia arriba, con grandes y expresivos ojos dorados. también se encontraban. Los últimos dos tan solo estaban de colados, pues no habían sido llamados. Pero la curiosidad les había desbordado en cuanto supieron que Kurama al fin se había digando a mezclarse con las comadrejas en su madriguera.

El extraño personaje que desde años atrás, prácticamente desde la traición del usurpador, los ayudaba en todo lo que podía, pero sin llegar a ingresar ni una sola vez en la base, hasta ese momento, claro. Él era, en realidad, uno de los fundadores de Elefthería.

Él chico rubio encapuchado que siempre estaba con él no se encontraba, lo que resultaba curioso.

—Nos pides que vayamos a ciertos lugares en especifico, a recoger a ciertas personas en concreto, que no sabes si estarán allí.

Los ojos sangre del zorro se clavaron sobre el rostro de Aomine.

«No lo estoy pidiendo, lo ordeno… la importancia de que encuentren a estos chicos y los traigan de vuelta sanos y salvos, es absoluta prioridad». Su voz grave y profunda. Un poco tosca.

—¿Por qué? ¿Qué tienen ellos de especial?

«Deberan averiguarlo ustedes mismos»

—¡Escucha, viejo tonto! ¿¡Tienes alguna idea del lugar al que tan amablemente nos pides ir!? —Él se alejó de la pared y rodeó la gran mesa de roca que yacía frente suyo, acercandosé de forma amenazante al Zorro. Quien estaba igualado en altura a él—. Eres uno de los fundadores, sin ti nada de esto existiría, y todos aquí te respetamos. Pero si quieres que vayamos ahí, lo mínimo que merecemos es saber porqué arriesgaremos nuestras vidas. ¿Por qué son esos chicos tan importantes?

«Se exactamente la clase de lugar al que los estoy enviando. Es por ello que no puede ir cualquiera. Deben ser los mejores». A Aomine le importó muy poco el alago, él sabía que tan bueno era. «No puedo decirles por qué ellos son tan importantes, porque no lo creerían. Necesitan verlo con sus propios ojos».

—No puedes solo pedirnos que nos arriesguemos así —fue el turno de Sōsuke para hablar. Estaba al lado contrario de Aomine, justo a espaldas del Zorro. Él lucía tan molesto como el moreno—. Al menos intenta explicarlo.

Kurama cerros los ojos un momento, soltando un suspiro resignado.

Entonces, su forma poco a poco se fue deformando. Su columna se hizo más pequeña y sus patas se acortaron y cambiaron. Su rostro se retorció y pronto un rostro humano estuvo en lugar de uno zorruno.

Frente a ellos ya no estaba Kurama, un enorme zorro de nueves colas fundador de todo en lo que creían, sino Kurama, un muchacho con orejas y colas de zorro de unos aparentes quince años, el cual estaba totalmente desnudo.

Los presentes alzaron las cejas, a otros por poco y se les desencajaba la mandíbula.

—No me, maldita sea, jodas —alguien dijo.

Posiblemente había sido Kuroo.

Aomine estaba con los ojos muy abiertos mientras observaba hacia abajo, pues además de realmente ser solo un chiquillo, resultaba que Kurama también era un jodido renacuajo.

—Escuchen —dijo el zorro, su voz diferente, más suave y joven. Pero la expresión en su rostro jovial completamente seria—. No tenemos tiempo que perder. YO no tengo más tiempo que perder. Así que presten completa atencióna lo que voy a contarles, porque el destino de Terra depende de que traigan a esos chicos sanos y salvos.

 

Notas finales:

Yyyyyyyyyyy eso fue todo.

¿Qué tal?

¿Qué les pareció?

Yo espero que les haya gustado, porque yo sí chillé en la primera escena.

Seguramente están algo confundidos y más con el final. Pero les aseguro que ya pronto se irán disolviendo. En el siguiente cap tendremos nuevos personajes en escena. ¿Quiénes creen que sean?
Por cierto, si alguien no ubicó a alguno de este cap, estos son:

Kuroo Tetsur? y Bokuto K?taro, de Haiky?!!

Aomine Daiki y Akashi Seij?r?, de Kuroko no Basket.

Yamazaki S?suke, de FREE!!

Y Kurama, de Naruto, aunque en su versión humana es cosa mía su apariencia. Pero la zorruna si es de su anime, solo que mucho más pequeña.

Todo por ahora.

Ojalá y el cap sí les haya gustado, pueden hacérmelo saber por medio de un lindo comentario, el cual leeré y responderé muy feliz, saber siempre sus opiniones es muy importante y motivante.

Que Raziel me los cuide.

Besos y abrazos de oso.

Byeee.

 


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