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Puertas abiertas por 1827kratSN

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—Que gafo —hizo una mueca.

—No lo moleste, parce —Colombia codeó a Venezuela para que dejase de ser imprudente.

—Debe ser bien jodido que tu crush haya empezado a salir con tu crush anterior —Ecuador miró con pena a cierto mexicano que se hallaba sentado en la esquina.

—Pal gato —Chile vio de nuevo la foto que adjuntó Argentina en su grupo—. Son dos postes bien…

—¡Los estoy escuchando, pinches pendejos! —les lanzó una carpeta que encontró sin esfuerzo.

—Ya, ya, parce, suba ese ánimo.

—Tal vez es pasajero, causita —Perú palmeó el hombro del mexicano para consolarlo.

—Estos pibes dijeron que es serio —afirmó Argentina, confiado en lo que escuchó y vio.

—Deberíamos preguntar si es verdad.

—¡Yo lo hago, panita!

—¡Ecuador, no!

 

Pero era tarde, porque cuando la curiosidad picaba una cabecita terca, nada podía detenerlo. Se escapó de manos ajenas y salió del salón que les designaron para una actividad de convivencia entre aliados —o algo así dijo ONU, en realidad ni le pusieron atención—, buscando rápidamente el sitio que suponía fue designado para los europeos, pero en vez de eso se halló con los asiáticos.

 

—¡Ey! —saludó con un gesto—. ¿Saben dónde está el Canadá?

—Dos salones a la derecha.

—¡Gracias, pana!

 

No estaba pendejo, sabía que preguntarle a Rusia directamente podría ser aterrador, así que, a pesar de que lo vio en la sala de los asiáticos, prefirió irse a la segura, con el gringuito de sonrisa tímida. Pero tenía que ser cuidadoso, porque si ONU lo cachaba en esas andanzas, le iba a caer el regaño del día. Lo bueno fue que Vene le acolitó y juntos se camuflaron para llegar a la sala respectiva sin ser descubiertos.

 

—Me gusta tu camuflaje, ñaño —rio entre dientes al verse debajo de un largo abrigo parecido al que llevaba USA, y viendo que su hermano traía una camisa a cuadros parecido al de Canadá.

—Apura, pregunta, y nos volvemos —lo empujó.

 

Es que el chisme hasta los volvía creativos. Un disfraz sencillito como para que los trabajadores que rondaban por ahí ni les pusieran mucha atención, porque iban medio formales. La cosa era que Ecuador se escabulló silenciosamente en la mesa compartida de los angloparlantes y de los que podían entenderse en francés sin necesidad de traductor. Lo hizo en silencio, aprovechando que todos ellos se hallaban centrados en la tarea designada —obviamente los latinos ya valieron verga, porque ni habían empezado con la suya—.

 

—Gringo de la hojita —susurró cuando se halló cerca de Canadá.

—¿Eh? —el mencionado arqueó una ceja y giró su cabeza en busca de esa voz.

—Aquí abajo, gringo —tiró suavemente del pantalón ajeno.

—Hum… ¿Ecuador?

—Tengo que hablar con vos —siguió susurrando, acuclillado en el suelo.

 

Canadá no estuvo seguro de cómo, pero terminó en una sala que no era la suya, lo bueno es que salió con la excusa de usar el servicio y así tenía un rato al menos. En un inicio pensó que era algo grave porque la mirada del tricolor parecía ser seria, pero cuando llegó a esa sala y todas las miradas se colocaron sobre él…, supo que de serio no tenía nada…, o al menos lo supo cuando todos empezaron a hablarle al mismo tiempo.

 

—I don’t understand you —(No les entiendo), sonrió un poco incómodo, intentando dejar de ser acorralado contra una pared.

—Denle aire —exigió Ecuador empujando a todos—, que después se nos desmaya y no podemos cargar a tremendo gringo sin levantar sospechas.

—What happens? —(¿Qué sucede?)

—Seamos claros —Venezuela tomó el control—. A ver pana, ¿cierto que andas de novio con el ruso ese?

 

Canadá se dio cuenta de las miradas expectantes, de la sonrisa de Argentina que se hallaba alejado en espera de la respuesta que certificara su chisme; y se extrañó porque México se hallara tan callado, sentado junto a El Salvador y a Uruguay. Pero poco después cierto cosquilleo se extendió por su cuerpo hasta posarse en sus mejillas que poco a poco se calentaron.

¡Sabía que Argentina iba a contárselos a todos los latinos!

Boqueó un par de veces sin poder decir algo claro, intentando mantener la calma —cosa difícil porque todos empezaron a sonreír de forma divertida—, se rascó la mejilla y desvió la mirada. Sinceramente no tenía la voz como para contestar a eso de buena forma, porque jamás pensó que salirse de su sala conllevaría a esa especie de interrogatorio. Y se puso un poco más intenso.

 

—¡Se los dije, boludos!

—¿Y te da o le das?

—¿No eres demasiado bonito como para ese chamo?

—¿Cachai el cacheteo que se dai estos weones?

 

El canadiense solo seguía escuchando frase tras frase, sin entender muchas de esas, captando el sentido principal de otras, sintiendo la vergüenza calar hasta su estómago y revolverlo. Sinceramente ya más avergonzado no podía estar. Sin embargo, no podía escapar, no si para eso tenía que abrirse paso entre tanta agitación latina. Se sentía aprisionado a pesar de ser más alto que muchos de ellos, sentía que no podría con todo, al menos hasta que cierto tricolor de amarillo, azul y rojo le sujetó de la mano y lo ayudó a alejarse de la horda animada.

Suspiró tranquilo cuando logró salir del salón y respirar la frescura de ese pasillo, le agradeció en susurros a Ecuador y aceptó las disculpas del pequeño por haberlo metido en ese lío. Sinceramente no pensaron que así terminaría la cosa, pero al menos ya terminó. Por supuesto que primero se tomaría un respiro para enfriar sus mejillas y recuperar su voz.

 

—Bueno, salió mejor de lo que esperaba —Ecuador suspiró antes de estirarse.

—¿Siempre son así?

—Es que es el chisme del año, gringo —se sostuvo el pecho.

—¿Chisme?

—Clarof —palmeó el hombro del canadiense—. Vení, te acompaño a tu sala.

—¿Por qué les interesa tanto?

—Apostamos hace tiempo —hizo una mueca y sonrió—, porque a algunos ya nos latía que el poste ruso te andaba tirando los perros.

—Tirar… ¿qué?

—Le gustabas —sonrió—, pero no sabíamos si él a ti, así que cada vez apostábamos más y más… y —rio antes de colocar sus manos en su cintura—, el billete que invertí rindió frutos.

—¿Por qué opción apostaste?

—Porque sí te gustaba, y ahora he ganado.

—No voy a preguntar por más detalles.

—Tu tranquis. Disfrute su noviazgo, muchos te apoyamos —le dio una palmadita en la espalda—, después de todo, nos diste buenas ganancias, pana.

—¿De nada?

—Ya sabe, si necesita que le acolite en algo, un favor o lo que sea, me dice no más.

—Hum, ¿gracias?

—Ahora… mejor anda a tu sala —miró por los pasillos—, antes de que nos descubran.

 

Eso había sido raro, muy raro, pero tal vez fue más raro saber que Rusia lo había estado vigilando por si acaso. Se lo encontró de camino a su sala, recargado en la pared, con esa aura tranquila. Se sintió mejor al hallarlo, esa sensación de protección lo ayudó a calmarse por completo, y pudo refugiarse en aquellos brazos por un ratito para quitarse el estrés del día.

Pero no se podían quedar ahí, tenían que seguir con su trabajo.

O escaparse.

No, no era opción, pero sí lo era desviarse un poco para salir a uno de los balcones cercanos a tomar un poco de aire para recuperar energías. Rusia no le dio opción a rechazar la oferta, solo le tomó de la mano y se lo llevó. Canadá no sabía que un poco de aire contaminado y una brisa ligera lo harían sentir tan bien.

 

—¿Cómo supiste que estaba con ellos?

—El pequeño Ecuador preguntó por ti en mi sala —Rusia abrazó a Canadá y le besó la mejilla—. Sospeché que tramaba algo.

—Me confié mucho, supongo —sonrió ante la caricia en sus cabellos y solo se dejó hacer, relajando su cuerpo y refugiándose en esos brazos—. No creí que Ecuador me llevaría con los demás. Pensé que solo quería platicar sobre algo importante.

—Por eso lo enviaron a él —se encogió de hombros.

—¿A qué te refieres?

—El pequeño no es de malas intenciones, y a veces es muy ingenuo. Si sabes pedirle las cosas correctas puede hacer todo el trabajo.

—¿Lo usaron?

—Alguien que se fija mucho en el pequeño me lo advirtió. Además, cuando vi que Venezuela estaba con él, sospeché y los seguí.

—¿Quién te advirtió? —eran muchos detalles como para ser una simple advertencia.

—Alguien.

—Hum —hizo una mueca, porque tenía una sospecha—, ¿un pretendiente de Ecuador?

—Sí —Rusia sonrió sutilmente, porque ya previó a donde iría esa plática.

—Hum —a Canadá le picó la curiosidad, así que miró fijamente a Rusia en una súplica muda, pero el otro no dijo nada—. ¿Quién es? —quería saber, insistió en eso.

—Es un secreto.

 

Quería saber, y no era porque la curiosidad fuera uno de sus defectos, pero en ese asunto en especial… ¿A quién engañaba? Es que… ¿Quién podría tener un crush con el pequeño tricolor? Hasta Canadá reconocía que Ecuador era algo —mucho— irrelevante, pero habían tenido asociaciones últimamente y lo conocía. Así que… insistió.

 

—Por favor…, quiero saber.

 

La cosa era que Rusia no se doblegaba así de fácil, y le gustaba eso, porque demostraba que sabía guardar secretos y era confiable. Pero quiso tentar su suerte, así que insistió de nuevo, olvidándose de dónde estaban y qué hacían, se centró solamente en hacer contacto visual para lograr su objetivo. Pero no funcionó, Rusia siguió negándose, hasta se mostró divertido por la situación.

 

—Hagas lo que hagas, no te lo diré —sonrió de lado—. No importa lo que intentes.

—¿Me estás retando? —devolvió la sonrisita

—Algo así.

 

¿A quién no le gustaban los retos? Porque eran divertidos y sacaban esas personalidades ocultas que cada uno tenía. Aunque otro facilitante para eso era el alcohol, pero por ahora era el reto. Canadá sentía que por orgullo propio debía doblegar a ese ruso.

Tal vez por eso se le olvidó la timidez por un ratito.

Primero fue un beso, el “por favor” endulzado al ser susurrado sobre aquellos labios que mordió suavemente. Pero la negativa siguió. Y Canadá sintió que eso tenía que ganarlo. Se aferró al cuello de Rusia con cuidado, acercando su rostro al ajeno, secreteándose algo en francés, besando cada rastro de piel cercana a esos labios que buscaron los suyos y a los que evitaba a propósito. Estaba jugando con fuego.

 

—Je peux vous récompenser pour l'information —(Puedo recompensarte por la información).

 

Canadá se dio cuenta de que en cada ocasión que usaba el francés susurrado cerca de Rusia, este se tensaba un poco, lo sostenía de la cadera firmemente y soltaba un sutil jadeo que golpeaba sus cabellos. Era obvio que se iba a aprovechar de ese detalle. Por eso se aferró a esa espalda para que sus cuerpos no tuvieran separación alguna y entre besitos mariposa susurró.

 

—Russie —sonrió al notar que Rusia cerró sus ojos—, comment dois-je vous payer pour les informations? —(¿Cómo debo pagarte por la información?)

 

Y se arriesgó a algo más. Canadá sonrió antes de desviar su beso hacia el cuello tenso del euroasiático, deslizando sus labios y dejando que su respiración chocara con esa piel, volviendo a repetir la pregunta antes de sutilmente morder la quijada tensa porque Rusia estaba apretando los dientes. Sabía que poco faltaba para verlo caer.

Pero se olvidó de algo importante.

 

—Van a coger en el balcón.

—Callá, boludo.

—Ups… Creo que ya matamos la atmósfera.

—Pa’l recuerdo.

 

Canadá enrojeció a más no poder al escuchar el suave sonido característico de una cámara al tomar una fotografía, eso porque el que la tomó olvidó desactivar el sonido de la aplicación. Fue entonces que se dio cuenta de lo lejos que fue con aquel intento por doblegar a Rusia, y ya ni recordaba porqué empezó a hacer eso, en ese instante solo sabía que tenía un público que vio su pequeño desliz.

 

—Tranquilo —Rusia abrazó a Canadá, escondiéndolo en el hueco de su hombro—, después seguiremos con esto.

—¡Rusia!

—Me estaba gustando, no lo voy a negar —sonrió divertido.

 

Pero el euroasiático tenía que resolver un asunto primero, y por eso se giró hacia aquellos tres latinos y les envió una mirada asesina. Solo bastó con eso para verlos correr tras susurrar una disculpa. Ya se preocuparía después por el nuevo chisme que esos tres harían circular, por el momento solo abrazaría a Canadá hasta que éste recuperara un poquito de calma. Aunque suponía que para ese instante ya muchos notaron su ausencia, así que tendrían problemas.

 

—¿Vas a seguir intentando sacarme información?

—¡No!

 

Rusia soltó una risita burlona mientras Canadá seguía ocultando su rostro entre sus manos y murmuraba cosas, pero después se quedaron en silencio, siendo cómplices de esa situación vergonzosa, tardándose lo necesario antes de regresar. El ruso no se molestó porque Canadá no le dirigiera la mirada ni cuando se separaron para ir cada uno a su salón respectivo, eso le pareció adorable de cierta forma.

Pero no contó con que alguien lo había estado esperando expectante, la misma persona que vio cuando se despidió del canadiense.

Eso ya lo venía venir.

Lamentablemente no era el lugar correcto.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Añadiendo cosas locas porque yolo~

Vi que querían saber la reacción de Ucrania a todo esto, así que lo voy a poner en el siguiente cap~

Nos vemos hasta entonces~

Krat los ama~

Besitos~


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