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Puertas abiertas por 1827kratSN

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—No puede ser posible que dos countries como ustedes hayan dejado de lado sus labores por un asunto netamente personal.

 

Había sido una larga media hora de regaño, Canadá sentía que el mundo estaba sobre él y sus hombros no lo soportarían más, porque no solo era la incomodidad de sentirse culpable, sino la vergüenza porque a su lado estaba Rusia recibiendo el mismo sermón. Quizá todo hubiese sido menos significativo si Rusia no hubiese tomado su mano y entrelazado sus dedos, como si no pasara nada.

¡Es que pasaba de todo!

No solo sus correspondientes grupos ya los habían retado por la ausencia prolongada, sino que ONU había sido informado sobre lo sucedido, porque al parecer fue a revisar al grupo de los latinos y estos estaban entretenidos con las fotografías de evidencia, así que mucho no ocultaron. Y ahora estaba ahí, en la oficina de la organización, recibiendo el sermón, con el euroasiático acariciándole el dorso de la mano, y con su celular vibrando porque USA también le estaba dando el sermón vía texto.

¡Por su francesa madre!

Y ahora que recordaba a su madre, seguramente ella también ya se dio cuenta del asunto y lo acorralaría cuando eso terminara. ¡Por dios! A su madre quiso contárselo en privado, con unas galletitas de por medio, explicarle lo que pasó previo a su noviazgo, y mirarla a los ojos para decirle que era feliz. Pero ahora resultaba que su relación vio la luz de forma forzosa por uno de sus errores.

 

—No te desmayes.

 

Canadá elevó su mirada cuando escuchó esa voz preocupada. Ante él tenía a Rusia, pero también se hallaba ONU, ambos poniéndole atención. Sintió la mano fría de su novio en su mejilla, y solo ahí se dio cuenta del calor excesivo que emanaba de su rostro.

 

—Si te sientes mal, puedes ir a la enfermería —añadió ONU.

—No puede ser —susurró antes de cubrir su rostro con sus manos.

—Lamentamos todo esto —Rusia dio una leve reverencia con la cabeza—, pero creo que es suficiente. Si me permite, me llevaré a Canadá para que respire un poco.

—Por favor, avísame si mejora.

—Lo haré.

 

Canadá no podía creer que se había puesto más rojo de lo necesario, era vergonzoso, ahora sí sentía que iba a colapsar de repente, pero aun así negó ser llevado en la espalda de Rusia y solo se sostuvo del brazo ajeno para caminar. Definitivamente había sido el día más intenso de sus últimos años, por eso intentó distraer su mente en cualquier cosa para no recordar los sucesos del día.

 

—¿Quieres ir por un helado?

—¿Helado?

—Con eso bajará el rojo de tu rostro.

—Supongo que sí.

—Quédate tranquilo —Rusia carraspeó un poco—, ONU se desahogará con los latinos, y se olvidará de nosotros.

 

Era cierto, todos los latinos eran el segundo grupo a ser regañado, porque a más de ser los causantes de todo el problema, no habían realizado la tarea que se les encomendó. Así que ONU sería más severo con ellos.

 

—Pobrecitos.

—No. La verdad es que se lo merecen.

—Creo que tienes razón, Russie.

 

Canadá se sintió mucho mejor cuando se hallaron en medio de una calle concurrida, comprando en un puesto callejero, siendo ignorados por todos los demás, formando parte del ajetreo de media tarde, fingiendo que no tenían otra preocupación más que terminarse su helado. Adoraba eso. Y más adoró estar acompañado en su silenciosa caminata hacia un lugar incierto, con la sensación de su mano siendo sostenida con delicadeza, y el ligero toque de sus codos mientras daban pasos cortos.

 

—¿Vas a seguir intentando sacarme información?

 

No solo se atoró con el cono del helado, se tropezó con una piedrita imaginaria y casi cae de no ser por el brazo que rodeó su abdomen para detenerlo. Escuchó la burla susurrante y quiso golpearlo, pero después vio que el último pedazo de su helado se hallaba en el suelo y suspiró.

 

—Me debes ese pedacito.

—Te lo compensaré —Rusia torció una sutil sonrisa—. Me encanta compensarte.

—Si es algo de doble sentido, no lo entendí.

—¿Qué es el doble sentido?

 

Canadá terminó riéndose a la par que Rusia fingía demencia. A veces eran así, solo un par de tontos riéndose de un chiste muy malo o de algo sin sentido. Eran solo una pareja normal que disfrutaba de burlarse del otro, empujarse suavemente mientras caminaban, abrazarse en medio de un descanso, y seguir avanzando como si fueran las personas más serias del mundo.

Sinceramente no podían pedir más que eso.

Aunque tal vez, y solo tal vez, pedirían vacaciones alargadas.

O tal vez, era mejor así como estaban.

En sus pequeñas reuniones, encontrándose cuando coincidían en una junta, llamadas prolongadas en la noche, textos cortos con fotografías de cualquier cosa, esperando ansiosamente la oportunidad para tener una cita, jugando con los nervios ajenos al escaparse unos momentos de sus obligaciones, besándose cuando creían que la sala se había vaciado, y prometiéndose una competencia de fuercitas para la siguiente ocasión.

Eran unos idiotas.

 

—Creí que solo fue un rumor.

 

Rusia pensó que esa confrontación sería mucho antes, pero había pasado un mes y recién tenía frente a él a su hermano. Aceptaba que no eran tan unidos, cada uno en sus propias casas, apenas compartiendo espacio los fines de semana o en eventos especiales que no conllevaran sus deberes políticos y económicos…, pero de verdad, creyó que Ucrania lo buscaría antes. Además, no pensó que empezarían esa plática en medio de la calle

 

—No lo es.

—Ese día escuché a uno de los americanos decir algo sobre ti y… Canadá —explicó, refiriéndose a ese incidente que se agrandó mucho—, pero no lo creí.

—Ellos no saben ser discretos.

—Te vi —suspiró mientras guardaba sus manos en su abrigo—, tomaste su mano y le besaste los nudillos.

—Lo hubiese besado en los labios, pero Canadá estaba demasiado avergonzado.

—Agradezco eso —suspiró.

—Hablemos en casa.

—Tu casa.

—Jamás dejó de ser tuya, ni la de todos los demás.

 

Mantuvo sus pasos a nivel medio para que Ucrania lo siguiera sin dificultad, además, intentó que la travesía durara el tiempo suficiente para que su hermano aclarara todo lo que quería decir. Suspiró al llegar, lo dejó en la sala y preparó dos tazas de café para acompañar esa tensa situación. Lo dejaría hablar porque él poco tenía que decir.

 

—¿Por eso me dijiste que debería terminar con él? —fue directo.

—Sabes que no es así.

—¿Por qué no me dijiste que te gustaba Canadá? —lo miró un momento antes de centrarse en su café.

—Porque parecías feliz con tu noviazgo, Ucrania —de repente le dio ganas de verter un poco de vodka en su taza.

—¿Te gustaba desde mucho antes de que yo empezara mi relación con él? —se dio un silencio largo, donde ambos se miraban expectantes.

—Sí.

—Debiste… —respiró profundo—. Debiste decírmelo y yo no habría aceptado.

—Creí que lo amabas… y no te iba a impedir ser feliz.

—Yo también creí que lo amaba… —hizo una mueca dolida—, pero lo importante aquí es que tú…, hermano, sufriste por mi culpa.

—Creí que te sentirías traicionado.

—No —hizo una mueca con su labio—, bueno, al inicio sí me sentí así…, pero después no era eso lo que me martirizaba.

—En esa época yo creí que tú y él se correspondían.

—No puedo dejar de pensar en que… te restregué en la cara mi relación con Canadá —Ucrania soltó una risita forzada y se masajeó la mejilla en un acto inconsciente—, que me la pasaba hablando con él frente a ti…, que nos veías en las reuniones y que te lo presenté como mi novio —miró a Rusia—, cuando tú en el fondo gustabas de él.

—Era incómodo, no lo negaré.

—Lo siento.

—No hay nada que disculpar.

—Yo inicié esa relación sin amarlo en realidad…, esperando que mis sentimientos evolucionaran porque Canadá es un ángel y… —se cubrió el rostro con su mano derecha, su pie se movía frenéticamente—. Yo jugaba mientras tú en verdad esperabas una oportunidad.

—Oye —le sujetó de la mano—, cálmate.

 

Pero esa palabra solo hizo que Ucrania empezara a llorar, en silencio, sin darse cuenta, solo dejando que sus lágrimas brotaran sin control. Era la culpa acumulada de un mes surgiendo como cascadas, era el arrepentimiento de haber jugado no solo con los sentimientos sinceros de Canadá… sino con los de su hermano. Se sentía tan despreciable.

 

—No hiciste algo malo —susurró antes de sentarse junto a Ucrania y abrazarlo—. Tranquilo.

—Perdón.

—Tú no sabías lo que yo sentía —Rusia le acarició los cabellos—, así que no hiciste algo malo.

—Lo siento mucho.

 

En esa tarde helada, mientras dos tazas de café se enfriaban, aquellos dos hermanos que habían guardado distancia, se volvieron a unir solo para consolarse. Porque no había un malo en la historia, solo dos countries que cometieron errores o callaron cuando no debieron hacerlo. No había crimen, así que tampoco había culpable.

 

 

 

 

Notas finales:

 

No sé por qué odian a Ucrania, he leído varios fics donde es el malo y la perra hijueputa que les hace la vida imposible a los demás. We, es raro, ¿alguien me explica por qué? Se los agradecería.

Pero bueno.

Aclaro que Ucrania en realidad quiso aprender a querer a Canadá, lo dio todo, lo intentó, pero al final se dio cuenta que solo lo quería, sentía un cariño sincero, pero no intenso. Así que la relación no duró, pero fue bonita mientras duró.

Eso es todo por hoy~

Los ama: Krat~

PD: ¿Alguna situación más en la que deseen ver a este par? Porque me bloqueé y me quedé sin ideas XD


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