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Buenas intenciones por 1827kratSN

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—Si caminas como cocinas, me como hasta el cocolón.

 

Canadá se giró hacia la persona que le acababa de decir eso, lo hizo por dos razones: la primera y más importante, fue que no entendió ese de “cocolón”; la segunda fue más sencilla, reconoció esa voz como la del pequeño Ecuador.

 

—Ja, un clásico —rieron en complicidad.

—Tenía que decirlo, ¡solo míralo! Todo alhajita con su carita y su gorrito.

 

Se le hizo muy extraño ver al tricolor junto a Panamá, pero de todas formas los iba a saludar porque era parte de su cortesía. Se les acercó como siempre, pues con ambos había tratado algunos temas de su interés, además, quería entender lo que le acababan de decir.

 

—¿A qué te referías con eso de “cocolón”?

—Es fácil —le sonrió Panamá.

—Te estaba coqueteando gringuito —Ecuador sonrió encogiéndose de hombros—, aunque creo que no fue el piropo pepa para la ocasión.

—Ya veo —le pareció gracioso, así que rio bajito—. No sé si agradecerte o algo así.

—¡Claro que no tienes que agradecer! —USA estaba furioso, porque él sí entendió ese horrible piropo—. Por el contrario…, deberías enfadarte con estos dos.

—Tranquilo gringo mayor —Ecuador elevó sus manos—, a veces no controlo lo que digo.

—No queremos problemas —segundó Panamá—, pero de verdad que tu hermano está bien bonito.

 

USA había escuchado desde el inicio, pero no de frente, pues cuando detectó a Canadá entró en pánico y se escondió en el pasillo. Sin embargo, después de escuchar las barbaridades de aquel par de latinos, tuvo que intervenir, porque a su angelito nadie debería decirle tales groserías.

¡Por favor!

No podía descuidarse ni un segundo.

Tenía que estar atento siempre y esa no fue la excepción.

No podía dejar de cuidar a Canadá.

Alguien se lo podía robar y eso no era siquiera una opción.

 

—¿Estás enojado conmigo?

 

USA apretó un poquito más su agarre en la muñeca de su hermano… En realidad, ya no debería decirle hermano a Canadá incluso en sus pensamientos, pero después trabajaría en eso. Respiró profundo antes de acomodarse las gafas oscuras y disimuladamente frotar su entrecejo. Estaba enojado sí, pero no con Canadá, sino con el resto del maldito mundo.

 

—¿Recuerdas lo que te dije, sweetie?

—Me has dicho muchas cosas —se apresuró para ponerse junto a USA—, así que no sé a qué te refieres.

—No dejes que coqueteen contigo —hizo una mueca con su labio superior.

—Yo no sabía que estaban coqueteando conmigo

—¡Sweetie! —se detuvo para mirarlo de frente—. Todo el mundo coquetea contigo, ¡es solo que tú no lo notas!

 

La expresión confundida de Canadá solo hizo que USA volviera a suspirar, es que a veces hasta él se desesperaba con lo despistado que era su angelito de rojo y blanco. Ya no sabía cómo explicarle aquel asunto, muchas veces intentó enseñarle las pistas correctas, pero era simplemente imposible. Canadá no detectaba los coqueteos de los demás, ni los suyos, por eso llegaron a ese punto tan raro.

 

—Te equivocas, ellos solo están siendo gentiles.

—Sweetie, te amo, pero a veces me estresas.

—Lo siento.

 

Canadá tomó entre sus manos las mejillas de USA, lo miró un momento, y le sonrió. Le apretó un poco y luego se acercó para darle un beso en la frente. No quería que USA se enojara, y ese pequeño truco siempre había funcionado. Su hermano jamás seguía de mal humor después de eso, al contrario, recuperaba esa aura enérgica que lo caracterizaba.

 

—Brilla, Ame —deslizó su pulgar por la mejilla derecha marcada por las varias líneas blancas y rojas—. Tú naciste para brillar, no para enojarte.

 

¿Cómo no enamorarse de esa naturalidad? USA había estado luchando con eso durante años, porque podía derretirse ante esa sonrisa o esos suaves dedos. Por eso no podía estar de mal humor cuando Canadá estaba cerca, era simplemente imposible. Solo ladeaba un poco su rostro para que la mano en su mejilla no se separaba, cerraba los ojos, sonreía. Pero en esa ocasión añadió algo más. Sujetó la mano del bicolor para besarle los nudillos unos segundos antes de girarse y guiar su camino.

 

—La reunión requiere de nuestro brillo, sweetie.

—Tu brillo, Ame.

—Y tu carita hermosa, baby.

 

Muchos creían que USA opacaba a Canadá por pura envidia o egocentrismo, pero no, la razón era otra. Porque tal vez era de los pocos que sabía toda la riqueza y belleza que hermano tenía, porque creía firmemente que Canadá no debía ser ensuciado por nadie, así que él tomó ese cargo de muralla para protegerlo. Y poco le importaba lo que pensaran los demás, todas sus acciones un poco extremistas habían funcionado y su angelito seguía tan intacto como en épocas de colonias.

Los enemigos eran de él, y Canadá seguía siendo solo un espectador.

Los mayores problemas lo afectaban a él, y Canadá poco tenía que temer.

El resentimiento acunado desde su independencia recaía en sus hombros, y Canadá solo acunaba tranquilidad.

El ambicioso era él, y Canadá solo lo apoyaba desde las sombras.

Su relación era tan extraña como la que tuvieron sus padres, pero esos eran detalles que solo le interesaban a USA, quien era el que llevaba registro de todas sus acciones y las del canadiense.

Su arduo trabajo y dedicación estaba rindiendo frutos, porque en ese punto Canadá solo confiaba en él para la toma de decisiones importantes, lo buscaba a él cuando tenía dudas o necesitaba de ayuda, vivían juntos desde hace años como lo prometieron, porque progresaron juntos y sobresalieron de un continente que estaba tachado por la mediocridad y pobreza.

 

—Te crees mucho gringo, pero no eres nada.

—No escucho a las plagas.

—Lo que te falta de decencia, te sobra de estupidez, yanqui.

—¡Detente! ¡No hables así de mi hermano! —Canadá odiaba esas peleas, a veces no podía quedarse callado.

—Tú eres lo único bueno que tiene este culero —México señalaba a Canadá con algo de pena.

—Y es mío solamente, frijolero.

—América, ¡también debes detenerte! Ya basta, deja de pelear con México.

—¡Él empezó, sweetie! Pero yo lo voy a terminar…

—Venga esos putazos, culo.

 

Solo había una forma de terminar con eso, y Canadá no iba a esperar otra excusa. Por eso tiró de la cintura de USA con fuerza, y maniobró para cargarlo en su hombro como un simple bulto.

 

—¡Cany! Bájame, que tengo que dar la cara a este…

—¡Ya basta!

 

Sus pasos eran sonoros y no era por el peso extra que cargaba en hombros, era por el enojo que acunaba cada que USA buscaba la mínima oportunidad para iniciar una pelea con México. Estaba muy cansado, además de estresado porque en los últimos días no pudo dormir bien pensando en lo ocurrido con su hermano. Todo en él era un caos y no estaba para soportar el pataleo y las protestas de USA.

Tal vez por eso lo arrojó con demasiada sobre el sofá que halló en la sala de espera del edificio. Y no se dio cuenta de eso sino hasta que escuchó una queja por parte de su hermano. Se sintió tan culpable después, porque él no era así. Siempre supo controlarse.

 

—A veces olvido que eres demasiado fuerte, sweetie.

—Perdóname —lo revisó con cuidado por si había una herida.

—Solo fue un golpecito —acarició la mano de Canadá—. Tranquilo.

—Odio esto —se cubrió el rostro—. ¡No puedo calmarme!

—Qué raro, si eres el señor de la paz y tranquilidad.

—Deja las burlas por ahora, USA.

—¿Ya no me llamas, Ame?

—Por favor, acabo de golpearte, solo… —suspiró antes de mirar a USA—. ¿Podemos ir a casa?

—No —sonrió de lado—. Te llevaré a un parquecito donde alimentar patos, a ver si así dejas de tensar tus hombros.

—No tengo ganas hoy.

—Te hace falta salir un rato, baby. Te hará bien.

—Bueno… —sintió los dedos de USA en sus cabellos y sonrió—. Está bien.

—Perfecto, es una cita entonces… —le sujetó de las mejillas —Nuestra primera cita oficial —sonrió antes de besarle la mejilla.

—Ame, ¿acabas de manipular todo en tu favor?

—Lo sé, cariño —lo besó de nuevo—. Soy una maravilla.

 

Canadá solo negó resignado. No se quería quejar o a retractar, porque no iba a darle la oportunidad para que USA fuera a buscar a México con intenciones de seguir peleando. Era mejor sacarlo de edificio y del país si se pudiera. Pero tampoco iba a negar que estaba ansioso. Jamás sabía qué esperar de su hermano, mucho menos desde que… aquel secreto salió a la luz.

 

—Ame, ¿es necesario que tomes mi mano?

—Sí… —sonrió orgulloso, inflando el pecho— y agradece que no entrelacé nuestros dedos.

—Ame, nos van a mirar —susurró.

—Que miren y envidien, cariño.

—Empezarán a rumorear sobre nosotros.

—Que lo hagan, para que cuando sea oficial no se sorprendan.

—Ame… ¿seguirás con eso?

—Seguiré —lo miró de refilón—. No voy a perder el derecho de ver ese sonrojo de cerca, honey.

—Ame, por favor.

—Le quitas el encanto a nuestra cita —hizo una mueca, pero soltó la mano de Canadá—, pero no quiero que te incomodes.

—Siempre vas más rápido de lo que mi corazón soporta —ocultó sus manos en los bolsillos de su chaqueta.

—Pensé que estabas acostumbrado.

—Sí…, pero no.

 

USA solo soltó una risita susurrante y negó. Iban bien, no quería arruinar las cosas. Y sinceramente solo quería mimar a Canadá lo más que pudiera, para quitarle el estrés y volver a tener consigo al relajado hermano de siempre.

 

—¿Te han dicho que te ves muy guapo hoy, sweetie?

—Sí.

—¿Quién? —enfureció.

—Lo ha dicho papá Francia —rio bajito.

—Ah, entonces no debo ponerme celoso.

—¿Me dirás a dónde vamos?

—Ya te lo dije… Vamos a darle de comer a los patos.

 

 


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