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Un pequeño secreto por La_Oscura_Reina_Angel

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Capítulo 2

 

No, no podía ser, pensó Cedric mirando al alto extranjero frente a él. Pero ese cuerpo atlético, esos cabellos marrones y esos hermosos ojos color ámbar idénticos a los de su amado hijo, sólo le podían pertenecer a Oliver Wood.

 

-¿Cedric?

 

Y la voz sorprendida le confirmó quién era, esa sensual voz sólo podía pertenecer a su único y gran amor, el progenitor de su hijo.

 

***

 

Oliver no podía creer que tenía frente a él a Cedric Diggory, su amor de juventud. Aquel mismo muchacho que había desaparecido la noche de graduación, la noche que Oliver iba a pedirle matrimonio. Cuánto lo había buscado. Cuán asustado había estado esos cuatro años, pensando que a lo mejor le había pasado algo a su Cedric. Pero no le había pasado nada. La verdad lo golpeó como lo haría un cruciatus: a Cedric no le había sucedido nada en esos años, simplemente lo había abandonado.

 

-¿Api, lo conoces?

 

Oliver no quiso mirar al niño que Cedric sostenía. Así que no solamente lo había abandonado tan cobardemente, sin dejarlo de frente, sino que además se había casado con otro y tenía un hijo.

 

A pesar de todo, la palidez de Cedric alarmó a Oliver, ¿qué le sucedía?

 

Cedric se tambaleó hacia atrás con su pequeña carga en brazos. Y por instinto, Oliver lo sostuvo de la cintura jalándolo hacia sí, para evitar que cayera. No sólo Cedric chocó contra su pecho, sino que también lo hizo el pequeño; sólo en ese momento Oliver bajó la vista hacia el hijo de Cedric. Y entonces su mundo se detuvo. Ese pequeño... ese pequeño era una foto suya a los cuatro años, simplemente que con el cabello castaño casi rojizo de Cedric. Alzó la vista del pequeño que lo observaba curioso hacia Cedric, quien lo miraba más pálido que un muerto, con los ojos grises inundados de pánico.

 

Volvió a mirar al niño sin apartar a Cedric de sí, quien de lo impresionado que estaba había olvidado hasta cómo hablar.

 

-¿Cómo te llamas?

 

Le preguntó al pequeño.

 

-Oliviero.

 

Le sonrió el niño tocando con una de sus pequeñas manitas la piel del borde de los ojos de Oliver.

 

-Mira Api, su ojos y los míos son iguales.

 

Sonrió el niño, volviendo la cabeza hacia Cedric. Sólo entonces Cedric reaccionó, retrocediendo un paso asustado ante lo que veía en los ojos de Oliver.

 

-¿Qué edad tiene?

 

Exigió saber Oliver con una voz tan helada, que dejó a Cedric congelado en el lugar sin atreverse a dar un paso más.

 

-Yo tengo 4 años.

 

Dijo Oliviero enseñándole cuatro deditos, al ver que su Api se había quedado mudo.

 

Oliver siempre había sido inteligente, pero aunque no lo hubiese sido, no se necesitaba ser Rowena Ravenclaw para saber lo obvio.

 

-Es mi hijo.

 

Dijo indignado. Cedric se estremeció ante las palabras de Oliver.

 

-Es mío, sólo mío.

 

Dijo asustado. Ahora Oliviero miraba a los dos adultos asustado. No le gustaba el tono de la conversación.

 

-¿Cómo pudiste? Es mi hijo ¿Qué derecho tenías de negármelo?

 

Inquirió Oliver furioso.

 

-El derecho que me daba llevarlo en mi vientre y que tú sólo fueras una rata. Es mi hijo y con eso le basta y le sobra.

 

Dijo Cedric molesto. En ese momento Oliviero se puso a llorar asustado. En ese momento Cedric se dio cuenta de que, no sólo discutía frente a su pequeño, sino que lo estaba haciendo en el medio de la calle. Oliver también se dio cuenta.

 

-Ey, lo siento pequeño, no llores.

 

Le dijo suavemente Oliver al pequeño. El pequeño lo miró con ojos llorosos.

 

-¿Por qué le grita a mi Api?

 

Preguntó Oliviero con un pequeño hipido.

 

-No le estaba gritando, pequeño, lo que pasa es que cuando los adultos hablamos a veces subimos la voz y parece como si estuviéramos gritando.

 

Le dijo Oliver suavemente. Oliviero miró a Cedric.

 

-Sí, el señor Wood, tiene razón Oli.

 

Le sonrió Cedric tranquilizadoramente a su pequeño, quien más tranquilo recostó su castaña cabecita en el hombro de Cedric. Oliver abrió la boca, pero Cedric lo detuvo.

 

-Aquí no por favor. Frente a Oli no.

 

Oliver asintió.

 

-Sólo lo hago por él.

 

Le advirtió y, aunque ambos adultos hablaban con suavidad para no asustar al pequeño, sus ojos eran otro cuento.

 

-Escoge un lugar y te veré en la tarde.

 

Oliver rió ante las palabras de Cedric.

 

-¿Dejarte ir y darte la oportunidad de escapar de nuevo? Ni lo sueñes. A donde tú vayas yo iré, y cuando el pequeño se duerma ya hablaremos.

 

Ante la mirada curiosa y de "qué se fumaron estos dos" que tenía Oliviero, Cedric sólo pudo asentir.

 

 

Continuará...

 

 

 


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