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Especial De Parejas Del Fic "Un Papá Para Kiki" por AMMU TEIKOKU YUDAINA

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Notas del capitulo:

Hola mis terrones de azúcar, les vengo a recordar que este es el penúltimo capitulo, y sigue el especial de preguntarle a las parejas. Así que ultima oportunidad de poner todas las preguntas que desean realizar, háganlo antes de que sea el siguiente martes, pues lo tendré listo antes de este día. 

Pueden preguntar a cada una de las parejas, también a nuestra pareja favorita ShaMu y ¿por que no? Aunque uno no tenga pareja y el otro si, Preguntarles a Kanon y Shura también esta permitido. 

Después de este espacio informativo, volvemos con la programación normal. 

El amor de Aldebarán y Adonia, fue creciendo con el pasar del tiempo.

Antes ella no conocía mucho sobre la amistad, camarería o algo así… Siempre puesta su mente en su metas personales, aun con su humilde origen.

Pero al estar con el Toro dorado, conociendo a los dorados, a algunos otros caballeros femeninos como Marin se sintió muy a gusto.

Ya que desde la primera boda Griega, en donde fue invitada, ha estado presente. Siendo ajena a todo esto, se empezó a sentir tranquila en ese lugar.

Aun manteniendo su trabajo como mesera en aquel restaurante.

Mas todo transcurría como debía ser, al ver como sus compañeros se casaban y formaban una familia, Aldebarán también deseaba aquello y conocía a Adonia de mejor forma.

Ambos coincidieron que sería el momento adecuado, y fue como también celebraron una unión Griega.

Siendo un tiempo después de la celebración del León dorado y Marin.

Esta última aconsejó a como pudo y sabia a la joven, que aun sin ser bendecida como ellos de tener una estrella guardián o un cosmos como tal, la consideraban con bastante respeto, se lo había ganado, por su forma de ser y fortaleza.

Siendo sencilla, lo les gustaba lo ostentoso, pero se vistieron para dicho evento con sus mejores ropas.

Todos felices porque por fin el brasileño había contraído nupcias. Así es, siendo el último en unir su vida con la personaba que amaba y aun hoy en día sucede esto.

Querían avergonzarlo varios de sus amigos, pero con la forma de ser del Toro, lo tomaba a juego.

Era imposible molestarlo en ese día tan hermoso.

Pues en cada instante, en que miraba a la joven que ahora era su esposa ante la ley de su Diosa, se veía realmente hermosa, perfecta, tantos adjetivos calificativos que se le ocurría.

Para este momento, los hijos mayores ya tenían alrededor de tres años, seguidos por el pequeño cangrejo con dos años y una pequeña criatura en el vientre del caballero femenino de Águila.

Ahora el santuario sin duda seria como una guardería, pero los niños siempre eran una dosis de alegría para el gran Toro, y le gustaba jugar con ellos.

Adonia obviamente también tenía ese instinto maternal latente, se imaginaba cuando por fin tuviera los propios, incluso se la había pasado preguntando a todos cuando estuvieron en cinta.

Chica bastante curiosa, pues que un hombre estuviera embarazado, le sorprendió, pero también fue maravilloso, las criaturas eran hermosas.

Pero igual tenía sus miedos, todos los niños, habían nacido con el deber de algún día heredar aquellas armaduras, las estrellas así lo habían dictado y comunicado al patriarca.

Le daba miedo que en el futuro de la criatura que algún día concibieran, estuviera escrito esto.

Pero esas dudas debían quedarse en un instante en el olvido, pues cuando su boda culmino con el final de la fiesta tranquila, obvio bebidas alcohólicas, algunas sin estas y comida deliciosa.

Quien había ayudado en esto, fue Shunrei, siendo otra de las mujeres cercanas al santuario no pertenecientes a ninguna armadura o rango, se llevó de maravilla con Adonia, siendo amigas casi al instante.

Le ayudo con la comida, se sentía feliz de que ahora estuviera en un ambiente tan curioso.

Al retirarse, ahora estaría a lado de Aldebarán de por vida, estando en el templo de Tauro, más aun conservaría la modesta casita que tenía en Rodorio, por que no podía abandonar ese sueño de su propio restaurante.

La castaña clara, siendo más pequeña que el Toro dorado, se notaba esa diferencia, pero no importaba mucho, el amor estaba presente.

Más sabía lo que seguiría después de la boda, no negaría que estaba nerviosa, se imaginaba aun asustándole esos pensamientos normales en cualquiera.

Él es un hombre muy alto y grande en todos los aspectos, lo más probable es que fuera realmente muy dotado.

Pensó que sería maravilloso, mas asustada sea como sea.

-Adonia…- Le saco de sus pensamientos.

-¿He? ¿Dime?- Levanto su cabeza, para mirar a su ahora esposo.

-¿Puedo… Cargarte?- Bajaba su mirada, su rostro tosco sonrojado y esa tierna sonrisa.

Se sorprendió, recordó que en algunas culturas tenían esa tradición, cargar a la novia a ese estilo.

Asintió con el rostro sonrojado.

Hecho ese gesto, la llevo a esa habitación que compartirían, de ahora en adelante.

La puerta fue abierta con cuidado, la habitación tenía un dulce aroma a vainilla, el favorito de la joven, y los pétalos que adoraban la cama con un corazón eran amapolas de una tonalidad rosada.

Que detallista era ese hombre, lo que tiene de grande y fuerte, también lo tiene en su enorme corazón y sentimientos tan puros como ese amor proferido en ambos.

-¿Alde? ¿Tu…. Lo hiciste?- Se sorprendió, su corazón latiendo a todo lo que podía, aferrándose a él.

-Si… Bueno, las flores, Afrodita me dio el concejo que eran más hermosas- Estaba apenado, había preparado este momento también, pero su corazón estaba vuelto loco, como lo que sentía.

Al pasar por el portal de la habitación, se cerró la puerta detrás, la llevo directo a la cama, depositándola con cuidado, aunque más bien sentada.

El estando a su otro lado de la misma manera.

Ambos nerviosos, mirando hacia el suelo, jugando con sus manos, no habían que hacer, o bueno si tenían el conocimiento pero… No se les ocurría nada en como iniciarlo.

Queriendo hacerlo, pero temiendo que el otro pensara mal, algo extraño ahora eran esposo, pero esa era su manera de verlo.

Sabía que no ella no era una delicada mujer, había trabajo toda su vida y tenía fortaleza de sobra, pero no podía negar que, hacer el amor podría causar un poco de dolor al entrar en ella, no deseaba dañarla, pero quería hacerlo.

Ella sus nervios, pensar en la longitud que el toro podría tener, la hacía regañarse a sí misma, que pensaba, pero si deseaba consumar todo, debía ocurrir, además que un hijo de ambos seria otro sueño cumplido.

En un momento se decidieron ambos.

-Alde-

-Adonia-

Tenían esa costumbre de que a veces, hablaban al mismo tiempo, llamándose.

Una risita de costumbre, para aliviar la tensión.

-Dime tú primero…- Ella con su voz suave.

-No, tu primero- Pidió que siguiera.

-Creo… Que deberíamos… Continuar… Je, je, je- Estaba tan nerviosa que apenas si era algo coherente, su sonrisa y sonrojo al delataba.

-¿Estas segura? Si… Tienes miedo, o no estas lista, podemos esperar y…- Siempre pensando en los demás antes que en el propio, esa era su naturaleza.

Se daba cuenta cada día que tenía una buena suerte, de tener a su lado al Toro dorado, por tantas razones y esta era una de ellas. Siempre cuidándola, pero quería que esto pasara.

-Tu… ¿Estás listo?- Le pregunto esto con nerviosismo.

-Adonia… La verdad, es que… Sí, yo quiero, quisiera, hacerlo… Por qué… Te amo y… Mi corazón, mi cuerpo… Pienso que si… Pero… Si tu… No…- Estaba balbuceando, repitiendo las muletillas que se le escavaba de nuevo.

Esto siempre le parecía adorable a ella, actuaba igual cuando le propuso matrimonio, sonrió y se acercó a él, depositando un suave besó en la mejilla del hombre.

Logrando tranquilizar al dorado, mirándola con una devoción casi ajena a esta tierra.

-Solo se muy gentil y ve despacio… Creo que eres… Muy grande y…- Ahora ella balbuceaba como podía, sus pensamientos.

Ahora le tocaba a él tranquilizar su inocente corazón.

Tomo su rostro con suavidad, para acercarlo al propio y darlo un beso en los delgados labios de la joven.

Este fue corto y casto, apenas un dulce toque, pero con un gran significado en ambos.

Con cada beso se dejaron llevar de a poco, ella bajando su cuerpo de apoco, hasta que su espalda toco la cama suave, podía sentir el tacto delicado de esos pétalos que quedaron de bajo.

Aldebarán, la siguió en el camino, aunque nunca dejo caer su peso sobre ella, al contrario se apoyaba en sus brazos y piernas, dejándola en medio de él, mientras seguía besándose de a poco.

Besos suaves, intensificándose a apasionados, volviendo a los dulces, y de nuevo a los intensos.

El vestido que llevaba, era uno que caía sobre su cuerpo, pegándose a este, el cierre en el pecho.

Fue fácil encontrarlo para correrlo, aunque esa acción lo hizo Adonia de a poco, porque el Toro dorado siendo tan respetuoso no se atrevería a hacerlo.

La camisa de color negra y el pantalón del mismo tono, los zapatos se habían quedado abajo, al igual que los de ella.

La miraba a los ojos, cuando esos besos pararon, con solo esa acción podían entenderse, que sin ninguna palabra, indicaba que podía seguir.

Noto que ese cierre estaba abierto, ver su delicada piel, lo ponía ansioso, pero siguió adelante.

Besos en su cuello, que provocaba temblor en el cuerpo de la joven.

No dejo ninguna marca, solo era necesario besos, igual sus hombros tuvieron ese toque de aquellos labios del Latino.

Los débiles gemidos de la joven, estaban tratados de ser discretos, pero esas caricias la estaban provocando tanto.

Sentía tan bien en su cuerpo, con eso.  

Mientras seguía en su labor, se fue despojando de su ropa, primero la camisa, dejándola caer al suelo, no le tenía la más mínima importancia, solo quería dedicarse a la persona que estaba amando con todo su ser.

Mientras decencia de su piel, se topó con el vestido, quería quitarlo del camino, pero se detenía con la mano estirada a ello.

-Hazlo… Puedes hacerlo…- La suave voz de Adonia, le dio la afirmación, que estaba bien seguir adelante.

El solo asintió, y con cuidado retiro ese vestido blanco con adornos brillantes, con un movimiento del cuerpo femenino para despojarse de esa prenda, dejando ver su cuerpo al natural.

Su ropa interior bastante sencilla pero linda, por alguna razón solo llevaba la prenda inferior, la de arriba no estaba, el vestido le daba la opción de ponerse algún sostén o no. Prefirió que no fuera difícil hacerlo.

Se sentía apenada y algo acomplejada –Sé que… Son pequeños… Pero…-

El la callo con un beso en sus labios, sonriéndole susurrándole –Son perfectos- La volvió a besar, para dirigirse a los pechos al desnudo.

No era plana, pero su copa posiblemente seria “B”, eso no le importo en lo más mínimo al Toro.

Se inclinó para darles besos, y su mano acariciándolos con cuidado.

Ella estaba tan sonrojada, su aliento estaba caliente, llevo la mano a su boca, queriendo callar esos gemidos que salían de ese placer, incluso cerrando sus ojos, para dejar su vergüenza a un lado.

Aldebarán sonrió, ella estaba siendo muy feliz con su forma tan delicada de demostrarle amor. Él nunca podría ser rudo con ella, y sin duda ella tampoco deseaba eso.

Pensaban en el amor dulce y tierno, sin necesidad de fuerza, marcas o demás muestras salvajes.

Cuidaba su cuerpo con todo el amor que tenía. Beso su vientre.

-Je, je, je eso… Hace cosquillas- El que tocara su estomagó de esa forma le causaba esa reacción de gracia.

Aldebarán, sonrió… Sabia los puntos débiles de ella, y las cosquillas lo eran.

-te ves tan hermosa- Beso aquella nariz pequeña, y luego uno en la frente, quería demostrarle que todo iría tranquilo.

-Te amo mucho, mi Alde- Ella le quiso dar algunas palabras de amor genuino.

-Yo te amo mucho más- Su corazón estaba palpitando a mil por hora, estaba sudando por lo caliente del ambiente, estaba excitado no lo negaría, ella estaba expuesta por completo y el aún no lo estaba, pero su vista era la mejor.

Se podía notar el bulto en su pantalón, que quería atención sin duda, estaba dispuesto a quitarse esas últimas prendas, estaba ya deseando hacerlo, pero se controlaba tanto.

No podía dejarse llevar por sus instintos más primitivos.

-Te falta a ti…- Ella dijo eso en un susurro, cerrando sus ojos, y poniendo sus brazos sobre su pecho –Debes… Quitarte el pantalón y todo lo demás, y después yo… Y luego…- Ya estaba de nuevo con la ansiedad a todo lo que daba.

Una leve sonrisa, le daba tanta dulzura que actuara así –Como ordenes Adonia de Aldebarán- Un pequeño chiste que le gustaba hacer.

Le hizo caso a la joven, quito aquello que le estorbaba, incluyendo su opa interior, no se negaría que su miembro estaba bien proporcionado.

Tuvo curiosidad, pues desde hace unos segundos había escuchado que la ropa se cayó al suelo, y lo que vio, la dejo, asombrada, pero no de una mala forma, al contrario. En su mente vinieron varias ideas, que no sabía que decir.

Se preguntaba internamente, ¿Cómo sería posible que todo eso entrara en ella?

Obviamente no tenía con quien compararlo, pero su imaginación había sido correcta, era grande, algo grueso y más palabras como calificarlo, pero simplemente diría que le gustaba la idea ahora.

-Voy a continuar…- Aldebarán se sentía tan apenado, por mostrarse de esa forma, nunca había sido visto por nadie de esa manera, ella era la primera, y así quería mantenerlo.

-Está bien…- Su corazón latía con fuerza, pero esta vez no cerró los ojos, quería ver la expresión de su esposo, cuando estuvieran unidos.

Retiro con cuidado la delicada prenda, pasándola por las piernas blancas de la joven, pudo notar una pequeña mancha húmeda en esas pantaletas, quería decir que ella estaba igual de excitada que él.

Pues en su mimbro había un poco de líquido pre seminal.

No se atreverían a aquellos juegos previos, solo quería que fuera dulce, tierno, tradicional de alguna forma que conocieron o tuvieran la idea.

Adonia, abrió sus piernas un poco, pensaba que sería una buena forma de ser atrevida.

Un suspiro de los labios del Toro salió, verla estando por competa para él, le gustaba y quería darle a tender que lo estaba para ella.

Tomo las delicadas piernas y las coloco sobre sus hombros, eso era algo que él lo pensó rápido y sería bueno.

Estando de rosillas, inclinado hacia la castaña clara.

Había colocado el duro y gran pene cerca de la entrada virginal de ella.

Lo podía sentir tocándola, sentía esa zona caliente, aun no lo tenía dentro y ya sentía una gran ola de placer, porque era de quien amaba, de la única persona que había logrado conquistarla por todos los medios.

-¿Estas lista?- Le preguntaba, conocía su cuerpo, siendo más grande y tosco, así que sería tan delicado como pudiera.

-Alde… Está bien… Lo soportare- Se quería hacer la valiente. Aun estando nerviosa, pero sus mejillas rojas y sonrisa delataban que estaba feliz.

Comenzó a inclinarse hacia ella, de la misma forma entrando con suavidad.

-Haaaa… Haaaa…- Ese comienzo de gemidos, que quería callar, no estaba preparada para ese momento, pero era doloroso y placentero, que no sabía qué hacer, solo su voz se dejó escuchar más.

Sentir esa estrecha vagina, estaba adentrándose a ella, sentía esa sensación de placer intenso en su miembro, lo rodeaba por completó. Pero no se aventuró a entrar entero, al escucharla así de agitada, se angustio pensaba que la estaba lastimando.

-A… Al…De… Eres… Muy grande…- Esas palabras las dejo escapar en su momento de placer acompañado con un dolor que estaba disminuyendo.

Se alarmo, pensaba que le hacía daño, no quería pero si era necesario, estaba dispuesto a salir –Per… Perdón… Adonia… Si quieres… Ah, aaaah… Saldré de ti…- Estaba decidido aún en contra de sus deseos, el tener que retirarse de ella, pero…

La voz de la joven, que aun haciendo todo su esfuerzo para que pudiera salir de su boca –No… No lo hagas… Yo… Quiero esto… De verdad… Aaaaaah…- Su rostro estaba rojo, sujetando las sabanas con sus manos.

Poco a poco su rostro se había relajado, sintiendo que el dolor disminuía hasta ser casi imperceptible, y la sensación de placer se aumentaba.

Igual Aldebarán, sentía que quería continuar adentrándose en ella, pero no sabía cómo hacerlo. Aunque su miembro sentía las olas de calor que se intensificaban.

-Mue…Ve…Te…- Con esas palabras le indicaba que podía continuar.

Debía ser suave, su miembro aun le faltaba adentrarse un poco más.

En una suave embestida que dio al cuerpo femenino, entro por completó, estando conectados de esta manera.

Ella se sobresaltó, sintiendo un gran estremecimiento en su ser, las uñas se habían clavado en las sabanas, era demasiado pero lo sentía realmente bien, no supo cómo, más se sentía feliz.

Sus gemidos se habían intensificaban, la voz estaba siendo frágil, unas lágrimas salían de sus ojos, todo se le combinaba esa sensaciones de éxtasis pleno.

No podía hablar, solo dejar escapara los sonidos lascivos de su boca.

Verla de esa manera, con la espalda arqueada, su boca ligeramente abierta, esos adornos rojizos en sus mejillas, ver su cuerpo sudando, sus pechos se veían tan suaves, sus pezones se veían algo duros.

Le daba más excitación solo observarla, sus embestidas suaves se intensificaban un poco, quería seguir haciéndola sentir bien.

Así como él lo estaba experimentando, desde la base de su pene hasta la punta, podría sentir como el calor aumentaba.

Comenzó a acariciar su suave piel con sus toscas manos, este tacto era diferente ahora, posiblemente por la sensibilidad de ambos.

-Alde… Barán… Aaaaaah… Te amo…- Sus ojos brillantes por las lágrimas placenteras, una sonrisa angelical adornando la leve lujuria que provoca en el otro.

Escuchar su nombre provenir de esa boca, que tanto había besado y adoraba, ahora estaba en una situación que solo en su imaginación tenia.

Ahora era realidad, se sentía más excitado, el vaiveneé se hacía intensó a cada segundo.

No dudaría que las caderas de la joven al día siguiente estarían adoloridas, pero estaría bien, él se encargaría de hacer todo por ella.

-Adonia, te amo…- Se inclina besarla en los labios, para estar más cerca.

Sostuvo sus manos contra el colchón, aprisionándolas.

Cada beso, una envestida más.

Los gemidos y palabras de amor, estuvieron presentes.

Así pasaron unos momentos más, hasta que sentían que sus cuerpos no soportarían.

Que en cualquier momento llegarían al orgasmo natural de haber estado entregándose mutuamente.

-Voy… A… Terminar… Pronto…- El Brasileño le informaba a su pareja.

-Aaaaaah… Si… Aaaaah- Solo decía aquellas palabras, ya no estaba en ese momento, estaba inundando de placer por completó.

El cuerpo que estaba amando, se estremecía cada vez más y no podía alejarse de ella, así que decidió sostenerla con delicadeza, para abrazarla aun penetrándola.

Quería abrazarla mientras dejaba salir su semilla dentro de ella.

Adonia buscaba besarlo de nueva cuenta, pero esos besos ya no eran inocentes o castos, si no que estaban en un nivel apasionados, sus lenguas se introducían en la otra.

Rodeando el cuello del hombre, y el sosteniéndola con fuerza, acariciando la suave espalda que poseía.

Unas cuantas veces más y se sintió que el orgasmo llegaba.

Aaaaaah… Alde… Siento extraño… Mi cuerpo…- No compendia que más pasaba, pero sentía demasiado éxtasis, su espalda se arqueo, con la respiración agitada, y sosteniendo los hombros del más grande, había experimentado un orgasmo femenino.

Para ese instante, el Toro dorado, también estaba en su límite, unas embestidas más y logro terminar, su venida derramándose dentro de ella.

-Arrrgggg… Argggg…- Esos sonidos de la boca del más grande, se escucharon. La sostenía con fuerza, sentía como se había liberado de una manera frenética de aquella acción, que empezó siento dulce y terminó llena de pasión.

Al fin de cuentas ese es el objetó principal.

Adonia, se recargó en el enorme pecho del Brasileño, respirando con dificultad, sus ojos cerrados, su aliento se estaba mirando por el calor entre ambos cuerpos.

-¿Cómo te encuentras amor?- Su respiración se estaba calmándose, para de nuevo ser ese hombre dulce y tierno.

-Si… Pero… Esto… Nunca… Aaaaah…- No podía hablar bien, aún estaba tratando de sentirse tranquiló, pero ese hombre a su lado, le hacía pensar en que podría aguantar otro de nuevo, pues la sensación la envolvía de nueva cuenta.

Beso su frente, decidió que podría ser mejor descansar, él se recostó sobre su espalda, posicionándola a ella arriba de él. Le gustaba la idea de que ella durmiera sobre su pecho.

La abrazaba con fuerza, dándole suaves caricias en su cuerpo, era perfecta ante sus ojos.

-Alde… Soy feliz…- Sonrió, se sentía diferente, pero con un mayor amor ahora a ese caballero protector de la segunda casa, se recargo con mayor libertad en su pecho -¿Crees aguantar una vez más?- Rio delicadamente, sonrojándose con mayor intensidad.

-¡¡¡ADONIA!!!- Se sorprendió, nunca creyó que le pidiera eso, pero no le molesto para anda -¿Estas segura?-

Ella asintió, sonrojada, pues ahora quería volver a experimentar esa sensación tan agradable y fantástica.

Y fue así como esa noche, se volvió algo intensa, pero consensual, llena de amor y deseo.

Eso era lo que se experimentaba entre los dos.

Con cuidado y amor, seria así cada que quisieran.

El Toro dorado aun siendo grande, fuerte y tosco, era tan amoroso con su esposa, así como fueron de novios seguían siendo igual.

Cuidándola en todo, mostrándole su apoyo, en todas sus ideas y sueños.

Y ella, viviendo ahora como esposa de un Caballero era extraño, estando en el santuario, se había decidió en tener su restaurante y lo logro.

Así que tenía sus propias responsabilidades, como una mujer de negocios, no era de lujo, pero suficiente para ser feliz.

Incluso Aldebarán le enseño sus mejores recetas de repostería.

Estar juntos era lo mejor, pero cuando él tenía que partir en alguna misión, sí que sufría, pensando en que podría pasarle algo malo o que saliera gravemente herido.

Obviamente se calmaba, cuando los dorados le decían que todo estaría bien y Aldebarán era uno de los más fuertes.

De alguna forma, si actitud amable y decidida, logro que todos la trataran como una buena amiga y respetándola en cada momento.

Incluso Death nunca le hizo ninguna broma, al igual que Shunrei.

Pasaron así los años, no se dirá cuántos con exactitud, pero su hija aquella pequeña que nació bajo la estrella protectora de Tauro, y si se confirmó el mayor temor de la joven mujer, sería la siguiente dorada del Toro.

Poseía seis años, y en cuestión de nada tendría que portar la máscara que cada caballero femenino tenía que usar a cumplir cierta edad.

No negaría que se preocuparía, pero le agradaba que tuviera tanta fuerza y energía.

Además que los otros pequeños, con unos cuantos años mayores, la cuidarían y protegieran tanto.

-Alde… ¿Crees que algún día este lista?- Se preguntaba esto, mientras miraba a la pequeña niña, jugando con el hijo de Camus y Milo.

-Claro que lo estará- La abrazo con suavidad, atrayéndola a su cuerpo –No te preocupes tanto, Wenda es muy fuerte- Sonrió orgulloso, como cualquier padre de que tenía el conocimiento que su hija lo podría superar –Es igual que tu…-

La Griega, lo miro desconcertada a que se refería, pues había heredado el cabello del padre lacio, el tono era un poco más oscuro que el de ella, y sus ojos similares a Alde, solo el rasgo físico, pero entendía que se podría ser más profundo.

-¿Qué quieres decir?- Sonrió, apoyando su cabeza en el hombro.

-Se ve pequeña, frágil e indefensa, pero mírala, tiene una gran fuerza en su interior, su cosmos es tan poderoso y tiene un buen golpe- Rio con fuerza en esta parte.

Recordó cuando la entrenaba, y le dio un fuerte golpe en la mejilla.

Sí que la fuerza bruta, estaba viniendo de familia.

Ella solo negó, recordando también se día, riéndose abiertamente.

Ver a su pequeña era lo mejor del mundo, pero como un sentido aparte, se daba cuenta de lo que pasaba entre esos dos que miraba.

-Espero que no seas un padre muy celoso- Le dio un leve codazo.

-Ja, ja, ja, ja sé a qué te refieres- Cruzo los brazos sobre su gran pecho –De todos los niños del santuario, creo que Camil es el más educado de todos-

-Es verdad, es muy tranquilo y Wenda es todo lo contrario- Cerro sus ojos, mostrando esa sonrisa que amaba el segundo guardián.

-Aun así calmado, cuando la persona que ame, esté en peligro el dejara ver su verdadero poder del Escorpión dorado- Dijo esto serio, conocía a los padres del niño de once años y confiaba en su crianza, por eso no existía lo celos paternales de que no fuera digno de su pequeña.

De repente la niña, llego con sus progenitores, sujetando la mano del joven de cabellos cerúleos, heredados del padre.

-Mami, papi ¿Camil puede comer con nosotros?- La pregunta tan inocente dio.

-Wenda… No hace falta… Yo puedo ir a Escorpio… Y…- Se sentía nervioso, por ese toque con la pequeña.

-Claro que si mi niña- La mujer sonrió, tan feliz y se adentró al templo, para que la siguieran, pues había preparado algo sumamente delicioso.

Aldebarán asintió, mirándolos a ambos, se le hacía bastante adorable esa situación, eran unos niños, pero se notaba que en un futuro terminarían estando juntos y no le molestaba para nada.

Camino con paso firme al interior del templo, para ir a comer con ellos.

En su mente surco el leve pensamiento, en que si esa vez no hubiera ido a cenar con sus camperos para divertirse un instante, nunca habría visto a esa joven que capturo su corazón y que fue correspondido.

Con el tiempo formarse como pareja y luego esposos.

Concebir a una adorable niña, que crecía fuerte y alegre, junto a los demás “Mini doraditos” Como se les había denominado de cariño a esos siete niños.

Se sentía el hombre más afortunado del mundo, aunque muchos pudieran decir que fueran ellos, cada quien lo era a su manera.

Tener el amor que siempre deseo, consiguió lo que anhelaba, alguien que lo amara de verdad, y no se fijara en su físico, si bien había logrado superar sus complejos de belleza, pero sabía que su cuerpo era más tosco, igual su rostro, pero se sentía tranquiló.

Eso ya no importaba, el amor de una joven genuino y que el correspondía también, ella era simplemente perfecta y capaz de hacerlo temblar si se enojaba.

Era más pequeña, pero tenía un carácter que se imponía, aunque sus mejillas infladas la hacían ver como una dulce ardilla, esa era la apariencia que poseía.

Con el amor es el instante, es el sentimiento más fuerte, grande, y genuino que se puede encontrar si es de la persona correcta.

Cada quien lo encuentra a su tiempo, a su momento, ni antes después.

Si aún no sucede, debes esperar o ir a buscarlo, cualquiera de esas dos opciones es válida, pero esa persona te debe querer tal y como eres, con virtudes y defectos, pero ojos estos últimos no deben ser destructivo para los demás o contra uno mismo.

Cuando encuentres esa persona, ambos deben cultivar ese amor, hacerlo crecer de a poco, nunca apresuren las cosas, es su tiempo que deben segur un ritmo que los dos puedan seguir.

El amor es mutuo, y así se debe mantener.

Cuidándose, protegiéndose, procurándose y manteniéndolo en alto.

Notas finales:

Buenos días, tardes, noches ¿Que hora es? ¿Quien me ha robado el reloj? ¿Como están terrones de azúcar? Espero que se encuentren muy bien.

Aquí como ya lo mencione al principio, es el penúltimo capitulo, por lo tanto quiere decir que la siguientes emana se acabara, y sera lo de las preguntas y respuestas.

Espero que ya hicieran todas sus preguntas, aunque aun queda toda esta semana, para que las hagan cualquiera que les falte, que ya casi las entrevistas se han terminado, jajajajja me han contestado tan bonito estos muchachos.

ajajajjajaja también pueden hacer preguntas a nuestra querida pareja ShaMu, y también a los otros dos Shura y Kanon, que aun que no tuvieron un especial, pues siendo que uno si tiene pareja, pero jajajajajjaa.

Espero que disfruten mucho este capitulo.

Les diré, que no se... Pero se me dificultad mucho escribir lemon Hetero, no se por que... Pero se me dificulta, me pongo bien nerviosa y me apeno demasiado. Cosa rara por que en el lemon Yaoi, no me pasa mucho eso.

La pregunta de este día sera... ¿Ya hicieron todas sus preguntas?

Si no, háganlas... Que espero tener el capitulo listo, para antes del martes.

En fin me despido. Cuídense mucho, pórtense bien, hagan sus tareas, y sean felices.

Ammu se va. 


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