5.
Era el día, Tony se aseguro de llevar toda su ropa y libros (robados de la librería de su padre) en su maleta, miro con melancolía la cama vacía de al lado, cuando su padre y él llegaron luego de su boda fallida no encontraron rastro de Bruce.
Su padre se había vuelto loco y lo había culpado de todo nuevamente, este organizo un equipo de varios hombres para encontrar a su querido hijo, pero sin lograr mucho éxito.
Anthony por su parte se encontraba amargado y solitario, sin nadie que le hiciera compañía y con aquel recuerdo amargo de aquel rubio que tanto daño le pudo haber hecho.
Unos días después una carta del conde llego a su puerta, en esta le contaba algunas cosas de su hogar y alguna que otra anécdota que le fue ocurriendo en el camino; Se encontró a sí mismo sonriendo ante aquello y respondiendo a su salvador.
Strange había sido tan amable con él, le pareció descortez no seguir enviando cartas al conde, quien le escribía habitualmente. Entonces un día le prometió ir a visitarlo, cosa que cumplió.
Se encontró queriendo esa visita, raramente, su mente estaba confundida, ya que no encontraba motivos para atacarlo o despreciarlo, más sus atenciones eran cosas sutiles que lo dejaban sin replicas.
No se dio cuenta en que momento se habían vuelto tan cercanos, cuando Stephen le propuso irse con él. Luego de que Howard estuviera obsesionado con buscar a Bruce y dejase sólo a Tony.
Este se preparo para irse de una vez, Stephen le propuso libertad y cariño, nunca nadie lo había hecho. Honestamente no quería admitir que se estaba enamorando.
Saliendo de su antiguo hogar una carroza se estacionó en frente, saliendo de él un apuesto Strange, quien vestido finamente y con una sonrisa amable—algo muy típico de él — le ofreció ayudarlo para subir sus maletas cosa que aceptó.
El viaje fue silencioso, cosa que agradeció enormemente, además iba leyendo un libro que le encantaba o así fue hasta divisar una hermosa extraía de arboles y esculturas adornando el lugar, se entretuvo mirando la belleza del paisaje cosa que calmo sus nervios un poco.
—Anthony hay algo que quiero decirte...—Le dijo Stephen llamando su atención, este lucía algo nervioso y de hecho paso un pañuelo por su frente antes de respirar profundamente.
—Desde la primera vez que te vi, hasta ahora no puedo dejar de pensar en lo hermoso que eres—Tony le dio una mirada aprensiva, como si no supiera de que estaba hablando,—Admito que no solo eres hermoso por fuera, si no y lo que más me impresionó de ti fue tú espíritu libre, una vez me dijiste que deseabas ser libre, pero Anthony tú ya lo eras por tu forma de ser.
El doncel quedó impactado por esas palabras tan sinceras, nadie nunca le dijo algo como eso, para todos era el demonio, un malhablado y malhumorado doncel que nadie que quería, ni siquiera su padre lo soportaba.
—Mira como resulto eso, siendo engañado vilmente y sin familia a la cual volver—dijo amargado Tony apretando su libro con fuerza, sus labios temblaron y se culpo de nuevo de todo lo sucedido.
—Creo que es lo contrario, preferir tu propia felicidad no es egoísta Tony, no te vuelvas a rendir o dejar que alguien te opaque, eres una estrella que brilla incluso en la oscuridad—Le dijo Stephen tomando sus manos de forma delicada dejando un suave beso en estas, antes de apartarse de nuevo.
—porque me dices todo esto?—preguntó Tony extrañado de las palabras tan halagadoras por parte del conde.
—Anthony yo...estoy enamorado de ti y si me das la oportunidad podrwia hacerte feliz, claro que es tú decisión y si no lo deseas podemos seguir siendo amigos cómo hasta ahora—susurro Stephen, su cara algo sonrojada y seria seguía siendo un nuevo descubrimiento.
Anthony sin saber que decir quedó pasamado en su asiento, sin poder creer nada de lo que decía, ya que nunca jamás le preguntaron que quería, más su corazón latió desenfrenado.
No negaba que Strange era guapo, amable, inteligente, maduro y sofisticado, en sus cartas siempre era elocuente y divertido, en persona era más tranquilo, como un tranquilo arroyó que te envuelve y te lleva por la corriente.
¿Deseaba esto?, no están seguro, sólo sabía que quería estar con él, más su corazón estaba abatido por su amado hermano y no podía dejar de pensar en él.
—Podría meditarlo un poco más?, es sólo que pasaron tantas cosas...—Le dijo con anhelo, su timidez era algo que no conocía de sí mismo y se regaño por estar tan emocionado por esto.
—Claro, esperaré cuanto quieras y por siempre, te encantará el palacio y la gente, son todos muy animados—dijo cambiando de tema para no agobiarlo más, ya tenía la respuesta que quería, así que no atormentaría más al muchacho.
Después de un tiempo pudo acostumbrarse a vivir en ese lugar, por ejemplo las tardes heladas prefería pasarlas al lado de la chimenea leyendo algún libro de la increíble biblioteca de Strange, las tardes soleadas por otra parte las compartía con sus nuevos amigos que trabajan en el increíble castillo.
Pepper Potts, la sirvienta se había convertido en su mejor amiga y ambos compartían largas conversaciones amenas.
Hasta que una tarde por las manos del conde le fue dada una carta de parte de su hermano, donde le contaba su huida con sus pretendientes y su nueva vida en Virginia, al saber esa información por fin sintió que podía continuar su vida alejado del pasado.
Había llegado a amar tanto ese lugar y a las personas que si lo valoraban y querían por lo que era, nunca más le pedirían cambiar y ser alguien más, tenía su ansiada libertad.
Honestamente no podía pedir más se acerco a Stephen a depositar un suave beso en su mejilla y ambos pasearon por los bastos bosques de la mano.
—Cariño te das cuenta de que te casarse con la fierecilla indomable?—Le preguntó graciosamente haciendo referencia a un apodo que le dijo su padre.
—Y con mucho gusto amor—río Strange, depositando un beso en sus labios.