Creo que pudo haber sido otra cosa.
Creo que pudo haber durado más.
Creo que pudimos despedirnos de otra manera.
Pero las palabras me vinieron a la mente mucho tiempo después desde que nos dimos el último adiós. Opino que fuimos muy orgullosos los dos. Pero cada uno recogió su dignidad del modo que pudo, al fin y al cabo los errores ya se habían cometido.
Aún así todavía había oportunidad de remendarlo, pero uno de los dos no fue tan accesible y el otro no quiso insistir. Como dije, el orgullo es muy alto. Ahí se ve quien es el sobreviviente. ¿el despechado? ¿el de mayor orgullo? el que aguanta más o el que no tolera ni una pista.
Mi alma enferma, herida, lanza mis malos deseos contra ti. No habrá otro igual que yo. Jamás lo encontrarás de la misma forma. Tal vez tu orgullo te impide regresar directamente a mí, pero sé que extrañarás mi compañía. En mi mente surgen varios diálogos de reconciliación, pero sé que ninguno de ellos se apega a la realidad de lo que en verdad sucedería. Como la realidad en la que ya no estamos juntos, fue muy precipitada, abrupta, de repente me arrebataste algo con lo que yo contemplaba mi presente y mis varios días del futuro.
La envidia y el coraje me picotean las costillas y el despecho hace que me arda el corazón, no quiero que encuentres la felicidad en buscar a alguien más. Tu desconsuelo también debería afectarte a ti también, perdiste algo importante. Y sé que lo haces por demostrar ante mis ojos que eres irresistible, pero no será, porque si lo fue en ese pequeño instante, hoy rompo con todo este lazo de dependencia a tu presencia.
Nuestra historia fue tan efímera. Pero consistente. Iba por buen camino.
Vas y vienes, aún te paseas frente a mi vista, pero sin decir nada, sin cruzar palabra, sin siquiera voltear a verme, como si no existiera, pero muy presente. Miro el reloj y a éstas horas serían las primeras en las que nuestro contacto se acrecentaba... 23 horas, ya teníamos tiempo disponible para nosotros, sin contratiempos, aun así a veces estabas distante.
¿Alguna vez estuve yo primero que los demás?
Te di varias oportunidades, pasé por alto varias equivocaciones si bien te las hice notar, valoraba más nuestra felicidad, en ese momento no me costaba cambiar mi opinión, en fin, era un detalle más que no importaba, pero siempre hice de todo por complacerte. Eso no lo viste. ¿Oh lo viste?
Lo peor de todo esto, de ser invisible para ti, es que de algún ángulo, yo no podré verte, sólo estará tu sombra, la huella de los pasos… no más. El día que me levante y camine a la ventana no estarás ahí para poderte observar desde adentro, siendo discreto, sin que me vieras tú a mí. ¿Cuánto tiempo me tomará acostumbrarme a tu indiferencia y a mi inexistencia de ti?
El tiempo que estuvimos juntos, de verdad, no importa cuánto fue, fue el tiempo más valioso y más felíz de mi vida porque estuve a tu lado.Aunque me sucedieron las peores cosas durante ese mismo lapso, me hacía felíz que tú estuvieras en mi vida.
Cuando me pediste ser tu novio yo no estaba seguro de querer aceptar, no porque no te quisiera, para ese entonces ya te amaba bien, pero temía que me fueras a dejar una vez me conocieras bien y te quisieras deshacer de mí.
Aún así fuimos persistentes. A pesar de que a veces no entendía la forma de tu amor, yo siempre te amé, te di lo que mejor de mí, y también un poco de lo peor, pero sabía que tú me amabas y que esa parte de mí también estaba bien.
Te seguí amando aún cuando me pusiste una mano encima. Me dolió. El golpe se pasó pronto. Pero me dolió que hubieras sido capaz de hacerlo. Y aún así no te culpo, sólo estuve un poco triste y fue cuando más indefenso me sentí. Jamás puse en duda tu fuerza, pero probarla de esa forma…
Jamás me sentí tan abandonado cuando pasé esos días solo en el hospital, quería llorar y no podía porque otros pacientes estaban a mi lado y no quería incomodarlos. No sólo me sentía solo, no sólo me dolían las heridas del accidente, me dolía tu ausencia. Me hizo preguntarme si de verdad le importaba a alguien. Si de verdad te había importado algo a ti. Aun así me tragué mi tristeza y te recibí con una débil sonrisa porque estaba felíz de que al final te encontraras ahí.
Si me entregara a la realidad que me exprime mi mente, un día aparecerías vestido de traje, elegante, bien ataviado como sólo tú puedes lograr ese aspecto tan pulcro y altivo. Vendrías a buscarme, abrirías esas pesadas puertas que rechinan al moverse, yo desconcertado, asombrado, no podría figurar que se tratara explícitamente de ti o de una más de mis alucinaciones y/o sueños, pero tú asentirías en evidencia de un lenguaje que dijera “soy real, mi pequeño” y exclamarías mi nombre, me abrazarías con toda la seguridad y el ímpetu del mundo, sin importar que yo siguiera pasmado por lo que acabaría de suceder, tardando en llegar en mí unos segundos y al sentir que tu tacto fuere cien por cien real, mis cejas se elevarían en calidad de asombro. ¡No puedo vivir sin ti!. Me dirías sin dudarlo. Yo juntaría mis cejas en una expresión de sorpresa e incredulidad, y después mi rostro se contraería en una mueca de dolor pero respondería a tu enorme y cálido abrazo y sin pensarlo dos veces empezaría a llorar a moco suelto sin importarme el que manchara tu fino traje, y a ti tampoco te importaría. Me cargarías como a una princesa y dirías. Nos vamos. Y en tu corazón se podría leer algo como: ya basta de esto. Yo sabría interpretar tus pocas palabras y tu silencio.
Con esa imagen, mis ojos se llenan de lágrimas y me nublan la vista, empiezo a ver empañado pero me niego a parpadear para que los cristales resbales de mis ojos, otro sucio recuerdo empaña mi vista, también podría despedirme de ti con él… es simple pero significativo. Con tus manos firme y seguras tomas mi mentón y mi cabello y plantas un beso en mi frente, se siente como si las alas de un ave rozaran sobre la fina capa del agua de mar, tan delicado, sutil y ondulante. El amor que recibo de ese beso se extiende desde mi frente hasta todos mis sentidos y mi corazón lo acoge con calidez.
Lo que me duele pensar es que después de todo lo hiriente que me dijiste… sólo te burlaste de tus mismas palabras, ¿acaso no habías hecho suficiente por mí como para verme con una inversión y pensarlo dos veces para desecharme? Tal vez fui la peor inversión que hiciste con tu cuantioso dinero. En serio… ¿pensaste dejarme desde mucho antes de que me lo dijeras? ¿Cuánto tiempo pasé amándote en vano, cuánto tiempo pasé amando a un balde o pozo vacío?
Hay un pasillo largo, blano, extiendo la mano para alcanzar el final de ése, sigo caminando, no importa cuantas veces tropiece, algunas veces sin tocas el piso, otras veces llegando a él, apoyándome de la pared que arde de fría, aunque la luz se aleja a cada paso que doy, puedo ver como el exterior se acerca a mí mientras más entrecierro los ojos. La luz… está ahí… va a liberarme, va a liberarme de ti, podré seguir fuera de ésta cárcel llena de ti, tus ojos me miran ofensivos, no quieres que me vaya, pero está bien, por fin será libre, seré libre yo, ya no me atormentará esta tristeza que nace de mis entrañas y se vuelca contra mi piel cada vez que pienso en ti, un ruido se intensifica conforme avanzo, el pasillo se amplía para dejarme pasar.
Ya no sigues mis pasos, ya no hay huellas detrás de mí buscándome, ésta es mi nueva realidad. Mi mente se eleva y un gran sofoco oprime mi pecho, siento cómo mi corazón se acelera, vacíandose se sangre, mis pulmones se expanden pero no respiran, mi mirada se pierde en el vacío de aquella pared, la luz que se aleja de mis ojos me guía hacia el sitio en el que yaceré por siempre, libre de tu abandono.
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Extra.
Tu sombra sólo es testigo de mi cuerpo.
¿Señor? Necesitamos su respuesta.
– Sí, lo reconozco. – dice apretando su mandíbula, mirando fijamente el cadáver. No se sabía qué pasaba exactamente por su cabeza. Después de todo era la única persona que podría reconocer su cadáver. No se supo si estaba triste o aliviado, su gesto duro en ese momento parecía reflexivo, intentando comprender algo. No llegó a ninguna conjetura. Tal vez recordó aquellos ojos llenos de vida que le dedicaban una mirada de admiración y amor cada vez que lo veía, pero en ese momento tan fríos, desolados, vacíos, así se sentía su corazón en ése momento. Podría tener todo el dinero del mundo, compañías que le entregaban todo el placer que quisiera y en el momento en que se lo pidiese, pero la mirada de ése chico, su calor, jamás podría ser recuperado. Un frío se apoderó de su corazón, la pieza que lo ocupaba ya no estaba. Se había ido. Para siempre. Le echa una Mirada desde sus gélidos pies descansando sobre la plancha con una etiqueta de desconocido, sus brazos con las heridas profundas y sus rastros de sangre, su delicado pecho estático, y su cara con un gesto de profunda tristeza y aflicción. Los dedos de sus manos se posaron sobre sus cabellos, acariciándolos con finura, dos de sus dedos cerraron con gentileza y sumo cuidado esa mirada desolada, se inclinó y con sus cálidos labios le besó la frente.
– ahora estás con quien sí te ama.