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Mi biografía sexual por Sadistic_Beauty

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Notas del capitulo:

Naruto no me pertenece sino a Masashi Kishimoto

Lo entrenamientos resultaban más agotadores de lo que hubiese creído. Y no podía descansar sino hasta después de que Madara usara mis últimas energías para que resistieras sus feroces embestidas. Después de haberse aprovechado de mí para saciar sus ansias, me abrazaba toscamente y se dormía luego de decirme que mi vida le pertenecía y podía hacer lo que se le antojara con ella. Para mí, la única realidad que me mantenía con vida seguía siendo Sasuke.

 

- Itachi-san, te ves cansado.

 

Kisame sabía que no iba a responderle y que el agotamiento no era precisamente por el esfuerzo al que nos había llevado la misión, ya que ni él mismo había gastado una gota de sudor para completarla.

 

- Has estado entrenando mucho. Casi pareces preparado para una guerra.

 

De mi mente nunca se escapaba el hecho de que más allá de Susano-o, debía conseguir nuevas y mejores técnicas. Si algún día lo necesitara, debía enfrentarme a Madara. Por ahora, la idea sería ridícula.

 

- Se dice que el muchacho Deidara ha estado… "intimando" con Sasori. Parece que comenzaba a extrañar algo de ti cuando comenzaste a dormir en otro sitio.

 

Ciertamente, hacía varias semanas que entrenaba con Madara, por lo que sólo iba a mi habitación en las mañanas por una ducha y una nueva muda de ropa. Recientemente, notaba que el rubio a veces no dormía en mi habitación, pero poco me importaba lo que fuera de su vida.

 

- Quizá… Lo que más extrañe de ti sea… ¡Esto!

 

En un rápido movimiento, rodeó mi cuerpo con un brazo y dejó su mano libre sobre mi entrepierna. La impresión del momento me llevó a emitir un casi disimulado gemido. Kisame sonrió y repartió besos a lo largo de mi cuello, mejilla y oreja, también masajeaba mi miembro con algo de delicadeza.

 

- Estás ebrio – Le dije cortante.

 

- ¿Eso es lo que crees?

 

- Kisame… ¿por qué?...

 

- Para ver si reaccionas, chiquillo – Respondió de manera un poco cruel.

 

La mano de Kisame ya se había adentrado en mis ropas a la vez que yo me había aferrado a sus ropas. Pronto, me sostenía contra un árbol, abrió mi capa y me despojó de mis prendas inferiores. Acercaba su boca a mi miembro que comenzaba a despertar.

 

- No es necesario que te diga que debes tener cuidado con esos dientes, ¿verdad?

 

Kisame me miró y sonrió para mostrarme los filos cercanos a sus labios. Le devolví la sonrisa y eché atrás la cabeza para cerrar los ojos y lanzar un débil gemido al sentir la humedad cerrándose en mi longitud. Mi compañero no conocía la delicadeza, por eso sus gestos siempre poseían un rastro de dolor que se sentía muy bien. Tomé con fuerza los cabellos de Kisame y le obligué actuar más rápido.

 

- Creí que no te gustaban los hombres – Me burlé.

 

- No me gustan – Dijo masturbándome y poniendo un rostro de desinterés – La verdad es que se me antojaba una ramera, y tú eres la que está más cerca.

 

En seguida volvió a ocupar su boca en mi cuerpo, y una succión demasiado fuerte me hizo gritar y olvidar sus palabras. Mis caderas se movían hacia delante buscando mayor contacto. Lo necesitaba, y en el momento en que comencé a pedirle por más supe que, con tal de que no fuera Madara, todo estaba bien. Tras ese pensamiento llené la boca de mi compañero con semen.

 

Kisame insistió en llevarme cargado en su espalda. Me preocupé por saber si me veía tan cansado.

 

- ¿Por qué tan callado?

 

- Si quieres, repetimos la charla de hace rato, Itachi-san.

 

Kisame giró el rostro y alcanzó a darme un suave beso en los labios.

 

- Ese sonrojo en tu rostro no va contigo.

 

Besé de igual forma su mejilla. Seguí hacia el cuello, pero me detuvo.

 

- ¿Intentas seducirme, Itachi-san?

 

- Depende… ¿Tienes escamas en el trasero?

 

- ¿Quieres verlo por ti mismo?

 

Ante mi silencio, él mismo contestó.

 

- Lo siento, Itachi-san, mantengo firme mi creencia de que a ti te molesta menos ese tipo de… intrusión en tu cuerpo.

 

El recuerdo de la primera vez que oí esas palabras de Kisame me lastimó, porque eran referidas a Hidan. No sabía qué tan diferentes hubieran sido las cosas si se hubiese quedado a mi lado, y a pesar de que no podía decirle a nadie lo mucho que lo extrañaba, el sentimiento se conservaba intacto desde aquel día.

 

Hidan estaba muerto. ¿Cuánto tiempo me tomaría aceptarlo?

 

Kisame no se contentó hasta haberme dejado en cama. Me burlé de lo necesitado que estaba y le prometí que la próxima vez lo dejaría el tiempo que fuera necesario en un burdel.

 

- Mientras tanto, tendré que conformarme con recordar nuestro… "momentito" de hoy.

 

Lo miré de mala gana. Ese no era el tipo de respuesta que esperaba después de haberme mostrado amable… Era mediodía, y pensé que Madara se habría ocupado de otra cosa dejando el entrenamiento para el día siguiente.

 

Creí que estaba soñando cuando las sábanas se apartaron y un hombre con cabello oscuro y corto me aplastaba con su peso. Activé el sharingan, y me creí víctima de otro tipo de genjutsu cuando noté los mismos ojos en aquel sujeto. Poco tardé en entender que se trataba de Madara. Su nuevo estilo parecía haberlo puesto más salvaje.

 

Me calmé cuando me besó tan fogosamente como siempre. Detalló mi rostro al gemir cuando su mano hizo varios movimientos en mi entrepierna.

 

- Eso se escuchaba más fuerte cuando era tu amigo azul el que lo hacía.

 

Se le notaba furioso. Me giró hasta hacerme quedar boca abajo en la cama y me puso en posición para penetrarme. Yo seguía sin caer en el asombro de que tuvo que estar espiándome durante toda la misión.

 

- Tal vez necesites que te recuerden a quién le perteneces, Itachi.

 

No era la primera vez que me decían eso y tampoco que me utilizaban de aquella manera asfixiante. Sólo me quedé tranquilo y lo dejé hacer todo lo que deseaba, marcando mi piel con sus agresivos gestos.

 

Supuse que aquello me afectaba más de lo que creía cuando esa misma tarde, Pein nos convocó a todos a una reunión para presentarnos a un nuevo miembro, resultando aparecerse Madara vestido totalmente de negro y usando una patética máscara naranja. Lo peor fue la personalidad que adquirió.

 

A quién fastidió primero fue a Deidara, diciendo algunas tonterías sobre sus lenguas y su cabello. En venganza recibió varios golpes y patadas de parte del otro. Aquellas idioteces realmente me hacían cuestionar lo que había ocurrido con mi sensei. Traté de apartarme, pero me abrazó con una gran rapidez.

 

- ¡Hola! ¡Si Kisame-san muere, seremos compañeros! ¡¿No te parece genial?!

 

No hubo tiempo de que pudiese cambiar la expresión de mi rostro cuando Kisame le apuntaba con su espada Samehada. Madara comenzó a parecer nervioso y cambió el tema curioseando el cuerpo de marioneta de Sasori. Salí del lugar cuando escuché un sonoro golpe. El marionetista había utilizado a Karasu para un gran ataque, que "Tobi", como ahora se hacía llamar, había recibido.

 

Pasé la noche deduciendo por qué Madara había decidido tomar un nuevo papel en Akatsuki. ¿Qué provecho pensaba sacar de eso? Rápidamente, Sasuke llegó hasta mí entre las neblinas. En mis sueños, él me llevaría al verdadero descanso después de una furtiva pasión.

 

A la mañana siguiente, esperé a Madara a la hora y lugar habituales para mi entrenamiento. Cuando pasé el tiempo suficiente a solas, supuse que debía culminar el entrenamiento yo solo. A mitad de mañana, llegó nuevamente mi sensei tal como lucía antes, pero sin su abundante cabellera. El día continuó como de costumbre. Como suponía, no dijo nada de su intrusión en Akatsuki, y yo tampoco se lo pregunté. La rutina nocturna también fue la misma que veníamos repitiendo.

 

Pronto, se habrían cumplido tres años desde que me había unido a Akatsuki. Ya dominaba las tres técnicas del Magenkyou Sharingan, el Tsukiyomi, el Amaterasu y finalmente el Susano-o. Madara me había otorgado la libertad de entrenarme por mí mismo, lo que me dio la oportunidad de desarrollar varios jutsus personales. Aún así, seguía escurriéndome a su lecho subterráneo cada noche. Tal como repetía Danzou mientras entrenaba como Anbu: "Mantén a tus amigos cerca, si es que tienes alguno, pero a tus enemigos más cerca, sin levantar sospechas".

 

Madara ya me había advertido sobre la nueva misión que Pein nos asignaría a Kisame y a mí. Me era difícil creer que ya había llegado el momento de llegar hasta Konoha y atrapar al jinchuuriki, y en el camino, nunca dejé de pensar en qué pasaría si me reencontrara con Kakashi o con Sasuke. Según lo que Zetsu había dicho, casualmente los tres estaban en el mismo equipo.

 

- Vas a tu tierra natal y luces tan indiferente como siempre.

 

La verdad era que la posible presencia de Madara espiándome durante la misión, me crispaba los nervios. Esperaba llevar a Kisame a un burdel para evitar cualquier cosa que pudiese ocurrir hasta completar el trabajo.

 

- Hum, usualmente al menos me habrías dirigido una mirada de reojo, Itachi-san – Dijo en reproche.

 

- La seguridad de Konoha es muy estricta. Debes estar muy atento – Respondí complaciéndole al verle de la manera en que él quería.

 

Entendió que no estaba de humor y llevamos a cabo la misión. Nos enfrentamos a Kurenai y Asuma. En ningún momento había pasado por alto la posibilidad de que los jounin de Konoha lograran detectarnos. Mientras analizaba si sería conveniente o no que los asesináramos, apareció Kakashi. Sentí una potente emoción al verlo de nuevo. Se le notaba más fuerte y maduro, más experto en todos los aspectos.

 

Con la certeza de que Madara no se atrevería a adentrarse a Konoha, llevé mi combate contra Kakashi al interior de un bosque, donde, en silencio, no podrían encontrarnos en un largo rato. Él se notaba atento a todas las respuestas evasivas que le ofrecía a sus preguntas, pero su principal interés estaba en mí. Aprovechándome de eso, apliqué un jutsu de parálisis en sus pies. Él rodó por el suelo hasta chocar contra un árbol de tronco grueso. El espeso follaje del entorno nos daba un refugio del que no tenía intenciones de retirarme demasiado pronto. Sabía que Kisame no iba a tener problemas en mi ausencia.

 

Dirigió dos kunais en mi dirección, sin muchas ganas de acertarlo, y aproveché el momento de esquivarlos para llegar hasta él y sujetarle las muñecas por encima de la cabeza, sentándome sobre un lugar estratégico en él, acercando demasiado mi rostro al suyo y sintiendo una vasta emoción al verle directo a sus profundos ojos de nuevo. Una suave sonrisa que podía adivinarse malvada se armó en mi rostro.

 

- Tus amigos podrían decepcionarse un poco de tu manera de atacar… Especialmente Tenzou.

 

- ¿Resentido, Itachi? Yo soy quien debería estarlo. Lo dejé a él, e incluso puse mi vida en el blanco de los Uchiha sólo por perseguirte. Luego pierdes la cabeza y te vas de la aldea.

 

Recordé que algunas veces, cuando estaba con Hidan, notaba ciertas similitudes entre él y Kakashi. Me sentía ardiendo en deseos. Lo besé como si no pudiese soportar las ganas por más tiempo y él actuó de la misma manera, dudó algunos instantes, y se entregó a la locura.

 

Le solté las muñecas y le bajé la máscara. Sentía como si nunca fuera a tener suficiente de sus labios. Bajé un poco mis pantalones y él hizo lo mismo. No podía haber imaginado lo caliente que me iba a poner al estar de nuevo con Kakashi, bastaron solo algunas caricias para estimular bastante nuestros miembros y recuperar ese contacto perdido hace años.

 

Kakashi pensó en dilatar mi entrada. Llevó los dedos de su mano derecha a mi boca pero yo los rechacé.

 

- Ya no soy un niño, Kakashi-senpai. Y me he vuelto bastante popular.

 

Mi senpai me miró con algo de tristeza mientras yo me enterraba su longitud sin preparación. Unos saltos más sobre Kakashi y él me habría lubricado por dentro con sus propios fluidos corporales. Se acercó para susurrarme al oído.

 

- Podrás tener muchos ahora, pero sólo uno fue el primero. Aún recuerdo que gemiste "Quiero que te quedes más t-tiempo… Así… Ahhh…. Así…"

 

Me detuve en seco y le miré con una ceja alzada.

 

- Sigues siendo mi niño, Itachi.

 

Apretó mi trasero con sus manos mientras me embestía fuertemente y me besó mientras le sonreía. Compartir aquella intimidad con Kakashi me hizo sentir como el niño al que él se había referido. Y se sintió muy bien, como si el desastre nunca hubiera ocurrido. La manera intensa en que me masturbaba con sus manos hacía simplemente delirar.

 

Al terminar supimos que el tiempo que nos llevaría recuperar las fuerzas, sería el mismo que nos tomaría olvidarnos el uno del otro, convertirnos en shinobis, y ser enemigos a muerte. Me abrazó con suavidad, pero yo me aparté, y sin verlo, arreglé mis prendas, y me puse a buscar a Kisame.

 

Lo encontré cerca de un pequeño lago, de muy mal humor.

 

- Esa cara de bobo que traes… No quiero que me digas que te echaste un polvo con ese de cabello blanco.

 

- Vamos a la aldea, Kisame. Necesitamos encontrar al Kyuubi.

 

Con su mal humor aún vigente, me siguió. Más adelante volvimos a toparnos con Kakashi, Kurenai y Asuma. Esta vez ya no había emociones. Éramos enemigos bien definidos. Akatsuki contra Konoha. No vacilé cuando tuve que usar Tsukiyomi o, más tarde, contra el sannin de los sapos, el propio Amaterasu. Incluso, en mi dimensión, le dejé en claro a Kakashi que no debía tocarle un solo cabello a Sasuke.

 

Pero yo nunca sería enemigo de Sasuke. De alguna manera se enteró de mi presencia en la villa y fue a perseguirme. Había crecido, pero conservaba aquellos rasgos que tanto me gustaban de él. Su pálida y suave piel, sus ojos oscuros, su cabello un poco desordenado. Deseaba poder decirle lo bello que era, pero ni siquiera pude formar una expresión. Me sentía como en la guerra ninja que había vivido en mi niñez, y eso implicaba estar en guardia. Intenté no pensar que no era mi hermano a quien le rompí el brazo y golpeé con fiereza, pero usando Amaterasu yo mismo tuve que recordárselo, fijarle en su bella cabeza que su nii-san era un asqueroso asesino que le arrebató todo, inclusive su propia vida.

 

Pero era Sasuke. Parecía que yo lo tenía a mi merced, pero era él quien a cada momento de mirarle me derrotaba, porque no dejaba de desearlo. Quería hacerle el amor para que entendiera lo mucho que lo amo. Y cuando quise besar su boca al sujetarlo contra una pared por el cuello, el sannin que protegía al Kyuubi intervino. Pude haber asesinado a Jiraiya, o él a mí, pero yo mismo le había dicho a Kisame que no estábamos allí para iniciar una guerra. Por el momento, nos retiramos.

 

- Perdón por haberte hecho usar el Amaterasu, Itachi. Sé muy bien los riesgos que implica.

 

No sé cómo puedo recordar esas palabras de Kisame, si desde que vi desaparecer a Sasuke debido a la protección del sannin no pude escuchar nada más. Ni siquiera entendía cómo pude ejecutar esa técnica. Sí me sorprendió el hecho de que nuestro escape resultara tan sencillo, supongo que la prioridad de Kakashi y Jiraiya en aquellos momentos era poner a salvo a Naruto y Sasuke. Imagino que es algo que debo agradecer a la suerte, porque si hubiera muerto en ese momento, lo único que me hubiese llevado a la tumba sería la hermosa memoria de mi ototo. Lo hubiese recordado con ese hilillo de sangre bajándole por la comisura de los labios y sus ojitos cerrados, de la misma manera en que solía tenerlos cuando dormía a mi lado. Tan cautivador, tan lejano, tan lleno de odio.

 

En la aldea de la lluvia, Pein pareció interesarse en la presencia de Jiraiya como tutor del Kyuubi, y se relajó al saber cómo se habían dado los hechos. Madara, a un lado, se había mostrado un poco impaciente, pero respetó los ideales de Pein. Los dejé mientras discutían. Afuera me esperaba Kisame.

 

- Has estado muy meditativo.

 

- Parecías molesto.

 

- Me abandonaste un buen rato en Konoha. Y sólo lo hiciste para ir a-

 

- ¿Eres tan indefenso sin mí a tu lado, Kisame?

 

Sonreí con algo de crueldad y el rubor le cubrió las mejillas. Me acerqué a él y le tomé una mano para besarla con lo más aproximado a dulzura que podía, luego me retiré a paso lento hasta mi apartamento. La aldea oculta de la Lluvia era un sitio húmedo y frío, a pesar de eso, lo primero que hice fue tomar una larga ducha de agua fría. Estático, mientras el frío intentaba penetrar mi piel, reflexionaba acerca de la misión, de Konoha, de Kakashi, de Sasuke. Ya sabía que mi senpai era el tutor de mi hermano menor, pero hasta ese día no me había molestado la idea. Sasuke tenía muchos rasgos similares a los míos, y Kakashi no parecía querer dejarme ir. A pesar de que le dije claramente que más le valía no tocar a Sasuke, la verdad era que si lo hacía, yo estaría muy lejos para evitarlo.

 

La imagen mental de Kakashi tomando el cuerpo de mi hermano, con más libertad que cuando lo hizo conmigo me molestó. Mis difuntos padres tampoco podían evitarlo. No cabía en mí mismo cuando razoné que prácticamente le había regalado a Sasuke, que cada día o cada noche podría colarse en mi casa, rodearlo con su cuerpo, desnudarlo, hundirse en él.

 

Viendo mentalmente a mi hermanito jadeando y revolviéndose en su cama mientras era invadido de aquella manera, comencé a tocarme, imaginando que era yo el que tenía a Sasuke gimiendo y pidiendo más. No me importó masturbarme por aquello, porque era una fantasía que me había poseído aquellos momentos, y no quería salir de ella, sino estar con mi hermano.

 

A pesar de que masturbarse era tan diferente a tener sexo, la presencia de Sasuke lo convertía en algo único. Me sentía respirar su aliento de nuevo, como cuando estuve por besarle, entrar todo lo que podía en él, su cuerpo abandonado a mí. Sentí que había eyaculado más que en cualquier encuentro con Madara o Pein. No era cierto, pero la emoción me había superado y hecho creerlo.

 

Comencé a percibir el frío de la aldea, pero me mantuve otro largo rato bajo el agua. Salí del baño desnudo y me acosté boca abajo en la cama, pensando en Sasuke. Pasó un rato y no conciliaba el sueño pero el frío me estaba ganando. Escuché unos pasos, pero no quería abrir los ojos, porque en la oscuridad estaba mi hermoso hermano.

 

Mi visitante se sentó junto a mí y acarició mi cuerpo con poca delicadeza. Madara sabía que no iba a abrir los ojos hasta el día siguiente. Su inquietante presencia se desvaneció, llevándose con él la curiosidad por lo que había hecho en la misión, o lo que había revivido con ella.

 

Una nueva misión de espionaje nos fue encomendada a Kisame y a mí el día siguiente y nos tomó un par de días terminarla. Fue demasiado sencilla, y no quería perder el tiempo sino dedicarme a entrenar, de manera que después de enviarle un informe a Pein, fui en busca de Madara. Hacía tiempo que ya no me ayudaba a practicar, aunque a veces sentía su presencia observándome, o quizá él se dejaba sentir. Tomé la decisión de seducirle si fuera necesario.

 

Llegué a la sala donde todos se reunían siempre para hablar o fastidiarse. La misma donde Pein me había presentado al resto del grupo. No quería recordar ese día en que Hidan había cruzado esas puertas y nos conocimos. Este día sería al revés.

 

Las palabras no salieron de los labios, pero mi corazón gritaba. Giró el rostro y enfoqué las orbes violetas bajo el cabello blanco, peinado con el mismo estilo de antes. Caminamos aceleradamente el uno hacia el otro, y casi corríamos cuando nos unimos en un beso y un abrazo en el que él me envolvió por la cintura y yo me aferré a su precioso cuello. Los demás iniciaron una serie de comentarios a los que no les presté atención. El abrazo era muy fuerte, casi nos lastimábamos el uno al otro. A veces me separaba del beso y le miraba, había extrañado demasiado ese rostro.

 

Me abrió la capa y yo termine de sacármela, a la vez que él hacía lo mismo con la suya. Seguimos con el beso y me condujo hasta el largo sofá rojo, donde me acosté sin apartarme demasiado de él, que cayó con suavidad sobre mí. Las ansias nos movían y aceleraban. Sabía que Madara debía estar allí con los otros, pero mi cerebro no quería pensar en él. Mis piernas envolvieron el cuerpo de Hidan, atrapándolo y uniéndole a mí, pero deseaba estar más cerca.

 

- Vámonos de aquí Tobi, quedamos muy pocos heterosexuales en esta organización. No quiero que te arruines viendo eso.

 

Kisame lo haló del traje y salieron del lugar. Ya los otros se habían ido primero, dejándonos la privacidad del lugar a mi hombre inmortal y a mí. Hidan se movía como ondas sobre mi cuerpo, y con cada roce nos excitábamos más. Comenzó a subir mi camisa, pero yo me adelanté y terminé de sacarla por mí mismo.

 

- Por Jashin, cómo te extrañaba, mi Itachi.

 

No iba a responderle. Nunca fui tierno, o mejor dicho, no aprendí a serlo. Lo sujeté por las orejas y acerqué de nuevo su rostro al mío para besarlo, lo cual le hizo gracia pues rió un poco antes de seguir el contacto de labios, lengua, e incluso dientes. Me sentía desesperado y rasguñé su espalda para luego lanzarlo al suelo con fiereza.

 

- ¿Pero qué…?

 

Me levanté del sofá y bajé mis pantalones. Hidan me miró de arriba abajo con los ojos bien abiertos. Su expresión era una mezcla, como si viera algo que le ha gustado mucho por primera vez y un descontrol de lívido. Quiso levantarse, pero puse un pie sobre su pecho y lo evité. Sonrió, esta vez emocionado. Fui arrastrando la ropa interior hacia abajo con lentitud, contemplando sus labios en una sonrisa inclinada hacia su izquierda y su mirada afilada que capturaba cada uno de mis movimientos. Mi miembro comenzaba a levantarse, y el bóxer negro continuaba su recorrido hacia abajo, hasta quedar sobre el pie que lo mantenía acostado en el piso. Mi hermoso pervertido levantó su cabeza y lo olfateó con descaro. Sus ojos de nuevo se enfocaron en los míos, preguntándome si iba a hacerle esperar mucho más. Le quité el pie de encima, pero no dejé que se alzara, pues me senté sobre su pecho con las piernas a ambos lados de su cuerpo.

 

Acaricié sus cabellos y su frente, y bruscamente acerqué su cabeza aún más a mi entrepierna. No tuve que obligarlo a que abriera la boca y chupara para terminar de despertar mi miembro. A veces, gracias al movimiento vertical de su cabeza, se golpeaba contra el suelo, y me mordía con algo de fuerza por burlarme de aquello. Logró meter un par de dedos a su boca y ensalivarlos lo suficiente para que atravesaran mi entrada, a su vez que una de mis manos dejaba de sujetar sus cabellos y alcanzaba a masajear su miembro sobre y debajo de su pantalón.

 

Ya estaba acostumbrado a los preliminares ridículamente cortos, así que aparté un poco las telas que mantenían encerrada la longitud de Hidan y me levanté de su pecho para sentarme sobre ella. Él arqueó la espalda a medida que iba bajando cuidadosamente hasta penetrarme por completo. Giró la cara hacia la derecha y un hilo de saliva le rodó por la comisura de los labios de ese lado. Lo ayudé a sentarse halándolo de los brazos y alcancé su rostro para lamer el camino de fluido de su boca. Comencé a moverme arriba y abajo descargando la desesperación acumulada con locura. Nuestros cuerpos compartían los espasmos, y los músculos, demasiado tensos, se contraían y palpitaban. Entre besos, se oían diversos gemidos de ambos, devorándose los sentidos entre sí.

 

Me separé de él y me acosté en el suelo, boca abajo, con la parte inferior de mi cuerpo levantada para exhibir mi entrada. Nuestros cuerpos temblaban de excitación, y por fin permití, que Hidan gastara las ganas de moverse dentro de mí, quedándose para sí todas las sensaciones que me enloquecían. Me ayudó a masturbarme y acelerar mi orgasmo que humedeció nuestras manos, el suelo y mi abdomen, pero mi interior quedó aún más empapado. Sonreí satisfecho de que el clímax de mi querido Hidan hubiese sido mayor.

 

Vistiendo solamente las sandalias ninja y las capas características de un Akatsuki, caminamos juntos hasta mi habitación. Hidan recordaba que no me gustaba la suya por todos esos símbolos en sus paredes y figurillas que evocaban a Jashin, y otras cosas de su religión. No las entendía ni pretendía hacerlo. Ambos regresábamos de una misión, de manera que no tardamos en quedarnos dormidos hasta el día siguiente. Haber reencontrado a Hidan me daba mucha alegría. Haber estado con Kakashi fue más excitante. Pero nada se comparaba al permanente recuerdo de mi bello Sasuke.

 

Amanecer con Hidan abrazándome me hacía sentir muy cómodo. Podría permanecer con él todo el día, mas ése era un lujo que no podía otorgarme

 

- ¿A dónde vas, Ita-chan? – Preguntó sin abrir los ojos.

 

- Entrenaré.

 

- Tsk, quédate un rato más conmigo.

 

No respondí, pero él se quedó dormido. La verdad era que me preocupaba Madara. No sabía cómo iba a tomar lo que vio ayer entre Hidan y yo, y eso me asustaba un poco. Estaba perfectamente claro que sus ansias posesivas lo controlaban, y no me gustaba soportar sus comentarios acerca de que le pertenecía, aunque fuesen verdad, ya que era el precio que debía pagar por tenerle como sensei. "El buen discípulo supera al maestro", ¿pero qué se hace cuando se tiene al ninja más poderoso e inmortal como maestro? La respuesta más acertada es ser el eterno estudiante, y como tal, obedecerle ciegamente, pues, de todos modos, eso es un ninja.

 

- ¿Qué te hace pensar que tengo ganas de verte, Itachi?

 

Nunca iba a ser capaz de formular una respuesta. Mi silencio me acompañó mientras permanecía de pie y miraba a mi sensei caminar a paso ligeramente acelerado hacia mí, y comfirmé que estaba molesto. Sólo debía temer por mi vida, debía preservarla para cumplir los planes que tenía para Sasuke. Vivir únicamente por mi pequeño hermano menor. Con sus dos grandes manos, me sujetó por los brazos y los presionó contra mi cuerpo, aplastándome con fuerza.

 

- No soy tu maestro. Soy más que eso. Tu dueño. No. También soy más que eso. ¡Soy tu Dios! Vives porque yo te lo permito. No tienes derecho a mirar a dónde yo te diga que no mires. Tampoco a respirar si yo te lo prohíbo. Y como un maldito ninja que eres, ¡Apégate a mis órdenes!

 

Fue subiendo la voz y la presión sobre mis brazos a medida que pronunciaba aquello. Estaba muy sorprendido, pero no porque tuviese razón, sino porque nunca lo había visto tan enfadado. El sharingan se mostraba brillante detrás de la máscara. A pesar de eso, no había expresión alguna en mi rostro.

 

- Tu actitud es tan despreciable, Itachi. Y aún así, eso es lo que más me provoca de ti.

 

El espacio alrededor de sus ojos comenzó a cambiar. Utilizó su técnica para desplazarnos hasta su habitación de cortinas rojas de terciopelo. Me soltó, y caminó hasta una pequeña mesa, donde sacó una especie de control y un objeto en forma de esfera achatada, al parecer de plástico. El curioso objeto medía unos seis centímetros, y de uno de los extremos salía una delgada cinta de unos veinte centímetros, de la que se sujetaba del otro borde un anillo un poco más pequeño que el objeto al otro extremo. Era completamente de color rosado.

 

- Desnúdate.

 

Obedecí. Porque eso debía hacer, como lo hubiese hecho aún sin que me lo hubiera recordado. Lo hice con rapidez, pero sin la menor ansiedad. Me lanzó boca arriba en la cama y se subió a mi cuerpo para besarme en la boca. Y noté que sonreía. No era normal, no de la manera en que lo estaba haciendo. También me percaté de que jugaba con el extraño objeto rosa. Pero comencé a preocuparme cuando comenzó a reír más sonoramente.

 

Se colocó de rodillas sobre mí y me haló del cabello para sentarme y acercar mi rostro a su entrepierna. Sacó su miembro de entre las ropas. Me parecía más grande cada vez que lo veía así. Apenas comenzaba a sacar la lengua para prepararlo, pero él lo introdujo todo en mi boca, de una sola y brusca vez. Adentro y afuera rápidamente, me ahogué dos o tres veces, y prefería no pensar que lo hacía para provocarme el vómito. Afortunadamente no llegamos a eso.

 

Cuando se sintió lo suficientemente endurecido, dejó mi boca y metió el extraño objeto. Sospeché correctamente que después iría hasta mi trasero. Entró, y Madara lo empujó con los dedos. Estuvo jugueteando en mi interior un rato, y después me penetró, llevando la pequeña figura aún más en mi interior. Durante las embestidas, percibí que el anillo en uno de los extremos de la cinta del aparato quedaba justo afuera de mi entrada. Significaba que estaba a más de veinte centímetros dentro de mí. Sensei salió de mi interior rápidamente y se acostó de lado a mi derecha.

 

- Nunca has tenido algo tan adentro de ti, ¿verdad Itachi? – Dejé que mi expresión de sorpresa, o el fantasma de expresión que podía formarse en mi rostro, respondiera – Ese pequeño fue lo que puso a Hashirama a mis pies.

 

Tomó el control, presionó un botón, y el pequeño objeto vibró. Un grito de mezclas de emociones salió de mi garganta sin control y abracé mi vientre, queriendo detenerlo, pero no era posible, apreté los dientes, pero no evitaba que gemidos enloquecidos brotaran de mi boca. Mis caderas parecían tener vida propia, moviéndose insatisfechas con las sensaciones del artefacto. Perdí el sentido del tiempo, pero noté mi pene erguido y ansioso por ser tocado y descargarse. Moví las manos, pero nunca lo alcanzaron. Madara las había sujetado sobre la cabeza.

 

- No. Disfruta de este placer.

 

- No… T-tócame.

 

Requería de alguna caricia, cualquiera, pero esto era un completo castigo. Mi cuerpo necesitaba contacto, de cualquier tipo, y ese malito objeto me estaba nublando los pensamientos. Sensei apenas me mordía los pezones y bajaba besando hasta la base de mi miembro, pero se detenía y se alejaba sólo para observarme.

 

- Estás sudando… Tu entrepierna está roja y muy arriba. No me digas que vas a acabar sin que nada te penetre o te toque. ¿Tienes aún ese nivel de sensibilidad y poca resistencia?

 

Sólo se burlaba mientras yo seguía gimiendo. Pulsó otro botón en el control y esa cosa soltó un líquido dentro de mí. Grité de nuevo, lleno de placer, con esa humedad afrodisíaca más adentro que cualquier otra cosa que hubiera entrado a mi interior. Y esa sensación fue demasiado, no pude contenerme más, y eyaculé pocos segundos después. Madara usó el control para apagar el vibrador.

 

- Es un poco decepcionante que ya hayas terminado, Itachi. Sin embargo, conociste un nuevo nivel de placer. Pero la lección aún no acaba, pequeño.

 

Aún no me recuperaba de ese orgasmo, pero sentía las manos del otro Uchiha acariciarme desde el cabello hasta las piernas. Había soltado mis manos, y éstas se aferraron a su largo cabello oscuro.

 

- Sensei…

 

Le susurré con lo que podía emitir de voz.

 

- Ahh… Qué erótico lo mencionas en estos momentos. Así me gusta.

 

- Sensei… Sensei…

 

Esto era diferente. No era un placer fingido que acababa en real, como nuestros encuentros anteriores. Se sintió bien desde el principio. Nunca me había sentido tan insatisfecho después de un orgasmo. Madara mordisqueó mis piernas mientras me masturbaba, y luego tomó de nuevo el control sin que me diera cuenta y activó de nuevo la secuencia de vibración. Altos gemidos de placer emergían de mi garganta, y mis manos se posaron sobre las de mi sensei para ayudarle a acelerar el ritmo de los roces sobre mi entrepierna, pero él se negaba a aceptar esa petición de velocidad. Logró alcanzar a besar mis labios y el resto de mi cara. Yo estaba demasiado excitado como para preocuparme del aire que a veces no lograba respirar y Madara de pronto me pareció lo único que existía en mi mundo. Tan parecido a lo que yo pensaba que era el amor.

 

Se apartó de mí para recostarse de la pared cubierta de cortinas de terciopelo carmesí adyacente a la cama, y yo no soportaba la falta de contacto. No dejé de tocarlo durante esos segundos que se me impusieron como siglos de placer insatisfecho. Cuando terminaba de ponerse cómodo, sin que él lo pidiera, mi boca saltó a su miembro con una desesperación que no había sentido jamás. Logré mirarle un par de veces, y sus ojos estaban complacidos de lo que ocurría, detallando cómo le practicaba cualquier cosa que se me ocurriera, estaba dispuesto a hacer todo para que se excitara tanto como yo y se enterrara en mi cuerpo. Bajé hasta sus testículos y los olfateé y lamí profundamente antes de regresar a su longitud y seguí subiendo por su duro pecho. Cuando llegué a los pezones, ya estaba en mis límites nuevamente.

 

- S-sensei…

 

- Adelante, chiquillo, muéstrame tu ansiedad.

 

Estaba consciente de que él también estaba excitado por el trabajo que hice chupándosela y por mí. En todas nuestras experiencias sexuales él siempre disfrutaba desde el inicio hasta el fin, mientras yo no me involucraba hasta que me excitaba tanto que me arrastraba al placer. Esta vez era muy diferente: me encontraba en un punto de no retorno.

 

Separé mis nalgas con las manos y me empalé yo mismo sobre la carne erguida de mi maestro. Deliraba con cada milímetro que me invadía, eso de ninguna manera podía ser algo sano. No logré que toda la longitud entrara en mí, mi cuerpo se paralizó por el placer de un orgasmo próximo. Él sujetó mis caderas y me obligó a bajar hasta que pude sentir sus bolas rozando mis nalgas, y entre ellas el frío del anillo del vibrador, y mi culo apretando toda aquella longitud que se unía con las vibraciones de aquel espléndido aparato rosa. Fue suficiente para hacerme terminar sobre su abdomen.

 

Pero mi cuerpo no pedía un descanso y Madara no pensaba dárselo. Aún sujetándome me marcó un ritmo acelerado para subir y bajar sobre su entrepierna, y verlo afirmándome, dominándome, me acercaba de nuevo al placer. Sólo pronuncié lo que ambos queríamos entre gemidos.

 

- Dame más.

 

Se mordió el labio inferior y se me antojaron a mí también. Alejó la parte inferior de su cuerpo lo suficiente para moverse con más libertad, y la utilizó para darle vida a sus caderas, aumentando notablemente la velocidad de las embestidas, de mis gemidos, de todo. Mi mano derecha se enredó en sus largos cabellos negros mientras la otra le acariciaba el pecho y por fin logré morder sus labios y besarlos con una pasión y deseo de la que sólo Kakashi había sido testigo. Los besos en nuestros labios y cuellos aumentaban el morbo en los sonidos de las embestidas.

 

Y de nuevo eyaculé. Los músculos de mi cuerpo aún estaban tensos y me recosté sobre Madara, humedeciendo también mi abdomen con mis dos corridas anteriores. Salió de mi interior y utilizó el anillo del vibrador para extraerlo. Lo observé mientras era abandonado sobre la cama y fue entonces que me percaté de mi perturbada respiración.

 

- Aún no estoy listo, Itachi.

 

Le miré, exhausto. Me hizo quedar a gatas, y acosté toda la parte superior de mi cuerpo sobre la cama. Sus penetraciones eran, increíblemente más rápidas, y un poco más violentas, sorprendiéndome yo mismo al entender que así las quería. A veces salía de mí y escupía en mi entrada, dejando que su saliva se infiltrara hacia adentro. Mi sometimiento volvía a calentarme, saber que mi dueño era Madara, mi sensei, me enloquecía de un placer que dominaba el asco, y además, a falta del vibrador podía sentirle más a él. Rasguñó mis espalda y mis caderas volvieron a agitarse solas, como siguiendo sus órdenes. Mi interior lo succionaba, encantado de ser usado por el otro, satisfecho de sentir el resultado de su placer en lo más profundo de mis entrañas, aún sensible de los golpes del vibrador. Al mismo tiempo, yo alcanzaba el cuarto y último orgasmo de aquella noche, y me dejé caer sobre la cama, impregnándome también con mi propio semen.

 

- Hashirama lo aguantó mejor que tú – concluyó sosteniendo el vibrador.

 

Por supuesto, lo que insinuó es que necesitaba practicar con él.

 

Notas finales:

Waaaa le han lavado el cerebro a mi amado ita-chan ...que pasará después se convertirá completamente en esclavo de Madara o le dará la vuelta a la situación??? XD revs plis <3


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