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Mi biografía sexual por Sadistic_Beauty

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Notas del capitulo:

Naruto no me pertenece sino a Masashi Kishimoto

Durante las siguientes ocasiones en que Madara y yo teníamos sexo, prácticamente le rogué que volviera a utilizar el artefacto rosa que me había vuelto loco en aquella ocasión. Pero nunca más volví a verlo. Lejos de hacerse extrañar, ese juguete me había puesto más sensible, o quizá el recuerdo de esa tremenda excitación descubría mis deseos más lascivos, motivo por el cual el falso placer que me había acostumbrado a mostrarle, desaparecía cuando me percataba de mi cuerpo desnudo siendo abrazado por ese demonio gigantesco.

 

Habrían pasado varias semanas desde aquello, y recuerdo que era una tarde igual de oscura a las demás, debido a las nubes arremolinadas sobre nosotros. Kisame y Kakuzu se enfrentaban con rudeza en un apartida de ajedrez, el primero me había llevado a su habitación con la excusa de que no quería estar solo ese día y yo no tuve interés en preguntarle sus razones particulares. Konan, la alada, entró al lugar, seguida por la mirada sospechosa de mis acompañantes, pero yo ni siquiera la saludé.

 

- Uchiha-kun, Pein quiere verte. Tenemos algo muy importante qué decirte.

 

Caminamos juntos hacia la sala particular de Pein. No me cohibí de mirarle con el peor de los desprecios, y él me devolvió el gesto. El silencio se entrometió sin muchas ganas de desaparecer. Madara se apareció detrás del falso líder, con la máscara que ya se había vuelto tan característica para los demás.

 

- Itachi-kun – Habló Konan de nuevo, sin entender la tensión entre su "líder" y yo, o quizá ignorándola - ¿Recuerdas que después de tu incidente con Orochimaru extrajimos muestras de tu sangre para analizarlas?

 

No respondí, dando a entender mi obvia respuesta.

 

- Bien, la verdad sólo le agregué aditivos para preservarla y congelarla. Ehmm…

 

- Nos enteramos de que Orochimaru está interesado en el cuerpo de tu hermano Sasuke – Continuó Pein al notar que su amiga no encontraba palabras para seguir – Así que pedí a Konan que analizara tu ADN para estar seguros de que esa serpiente no vaya a saber algo que nosotros no.

 

- Además de la complicada estructura celular de los Uchiha, con la que apenas estoy familiarizada, descubrí…

 

La chica miró al líder con preocupación. Éste asintió y me miró con atención.

 

- Itachi, sufres una profunda infección de tuberculosis.

 

Se mantuvo el silencio, y mil cosas pasaron por mi cabeza. Desde la manera en que ignoré los leves síntomas desde hace tanto tiempo, hasta explorar en las posibilidades de que pudiera ver a Sasuke una vez más.

 

- ¿Qué tan avanzada está? – Pregunté después de meditar un rato.

 

- Pese al diagnóstico tardío, te encuentras aún en la forma temprana de la tuberculosis. Esto se debe a tu fuerte sistema inmunológico, en especial los de un Uchiha como tú. Sin embargo, después de tantos años con la infección, debes ser muy cuidadoso con cualquier tipo de virus: desde un simple resfriado hasta el VIH, cualquier cosa puede ser fatal para tu caso. Posees apenas una infección, no una enfermedad, y aún así ha estado en ti por tanto tiempo que no podrías deshacerte de ella. – Me lanzó un pequeño frasco con unas cápsulas azules – Si tomas una de esas al día, puedes prolongar exponencialmente tu vida, son antituberculostáticos muy fuertes. Por supuesto, un día sin ellas o el exceso de genjutsus de altos niveles reducen el efecto.

 

Miré las pastillas con la misma lentitud que se había mantenido el resto de la conversación.

 

- Es tu desición, Itachi-kun, lo que pasará con tu vida de aquí en adelante.

 

Más tarde, observando nuevamente las pastillas sobre mi cama, me di cuenta de que esas últimas palabras que Pein había pronunciado eran mentira. Quizá el no sabía el completo nivel de Madara, pero mi vida no dependería de mí, o de esas pastillas, o de mi enfermedad. Sino del primer Uchiha. Es por eso que cuando irrumpió en ese lugar, más tarde, la primera de aquellas píldoras bajó por mi garganta impulsada por la lengua del líder real.

 

- No te doy permiso de morir aún, Itachi -. Me dijo entre embestida y embestida. Sentí escalofríos debajo de la piel cuando mencionó mi nombre de aquella manera.

 

- No me permitas vivir de otra manera, sensei, por favor.

 

Y abrí los ojos, alarmado por la gravedad de las palabras que había pronunciado, pero entregado. Él sonrió, y entraba en mí, siendo bien recibido y deseado. Así era como había quedado sellado nuestro pacto. Vivir para el sexo con mi sensei, vivir para que mi corazón latiera cada segundo por Sasuke.

 

Y Sasuke… No es como si hubiese estado ajeno a él durante los últimos hechos. Había tomado la costumbre de masturbarme pensando en Madara, lo que a veces me parecía impuesto, pero nunca dejé de lado esos toques en los que me imaginaba a ese joven gallardo, cristalino y fuerte que había dejado inconsciente en mi última visita a Konoha. Había escuchado su voz más grave, deleitable, y siempre mi clímax era acompañado de mi fantasía sobre cómo sonaría esa voz liberando un orgasmo y apresando mi miembro con rebeldía. Sasuke, por quien sentía deseos de vivir. Mi secreto.

 

- ¿Itachi-chan?

 

La persona que menos imaginé, Hidan, llegó hasta mi pieza. Por supuesto, yo estaba demasiado concentrado pensando en Sasuke como para darme cuenta que Madara ya no estaba, aunque es probable que mis fantasías comenzaran después de que él se hubiese retirado. Mi segundo novio de cabellos blancos se sentó a orillas de mi cama, y yo desnudo bajo las sábanas aún sentía el olor de Madara en las almohadas.

 

- ¿Qué pasa, Hidan?

 

- Hum, ¿qué pasa…? ¡¿Qué cojones te pasa a ti?! ¡Y deja ya esa maldita actitud de indiferencia!

 

Hubo un silencio que no me perturbó, y sospeché que era momento de dejarle las cosas claras a Hidan.

 

- No tengo int…

 

- Silencio, Uchiha. Y ya te dije que me está enloqueciendo esa conducta tuya. Por si no lo recuerdas, yo sé bien que tienes más expresiones en esa cara. Oh, ¿te acuerdas?, solíamos ser amantes, novios. El puto Pein me envió a una maldita misión larguísima, y ahora que he estado aquí por casi dos meses apenas te he visto, y eso es porque yo te he buscado: llegas aquí tarde y te acuestas en seguida, exhausto. Los primeros días me tragué ese cuento tuyo del entrenamiento, ¿pero qué pasaba cuando ni siquiera venías a dormir?

 

- Mi entrena…

 

- Cállate -. Alzo su dedo índice, apuntándome, estaba siendo más molesto de lo que lo recordaba – Cállate…

 

Se levantó de la cama y apartó con ferocidad las sábanas. No me molesté en ocultar las marcas de Madara, y Hidan me miraba con desaprobación. Sólo me habían mirado así cuando estaba cometiendo asesinatos en masa y algún que otro individuo osaba a mirarme e intentar convencerme de que no debía continuar, pero eran personas que no me importaban, y el estarme sintiendo en ese momento de la misma manera, me indicaba que Hidan había dejado de interesarme, y no porque hubiese irrumpido con uno de sus humores esa noche en mi pieza, sino porque a diferencia de Sasuke, a él simplemente lo había olvidado.

 

O me habían obligado a olvidarle.

 

- Ahora entiendo que al rey muerto le sigue un rey nuevo. ¿Quién es el afortunado? ¿Pein? ¿Logró seducirte por fin? ¿No lo odias siempre y cuando te culee fuerte?

 

Arrojó las sábanas hasta cubrir mi rostro y toda la parte superior de mi cuerpo, y de inmediato, se armó con su guadaña y la lanzó sin titubear a mi cabeza, a la que acertó. Las otras dos puntas del arma debieron enterrarse en mi garganta y pulmón izquierdo o corazón.

 

- Creo que te gusta esa muerte, maldito Uchiha. ¡Ahora tienes más huecos para que te follen en el otro mundo!

 

Hidan rió estrepitosamente observando con placer la manera en que las telas blancas de la cama se manchaban de rojo. Así es como los asesinos arreglan las cosas que les molestan. Pero los Uchiha tenemos otra forma de actuar.

 

Mi cadáver se deshizo en decenas de cuervos que revolotearon por toda la habitación. Mientras el peliblando estaba parado perplejo mirando el espectáculo, me acerqué a su espalda, y con mi katana atravesé su estómago, para luego abrir un camino recto y limpio desde ese punto a un lado de su cuello.

 

- Ge… Genjut… tsu…

 

Le oí decir entre borbotones de sangre que salían de su garganta, y no le di respuesta, no la merecía. Con una fuerte patada lo mandé hasta el balcón, donde resbaló y cayó. No fue nada impulsivo, yo sabía que aquel tonto era inmortal. Ya Konan se encargaría de arreglarle los huesos rotos que la caída le hubiese quebrado, probablemente todos. Entré al baño a lavar mi katana y regresé a la cama. Sentí pena por el alfombrado que se había manchado un poco con sangre.

 

Cuervos. Había decidido bien al usarlos como mi marca personal. Las personas le temían, pero eran criaturas inocentes a fin de cuentas. Eso era lo que representaban para mí Madara y Sasuke, respectivamente. Mi vida. La de ellos.

 

Por supuesto, al siguiente día tuve que rendirle cuentas de lo ocurrido a Pein y Konan. Madara estaba presente también. Cuando les dije que él había comenzado todo y que intentó matarme primero, el falso líder se masajeó las sienes y me sermoneó un rato. Por supuesto que yo no le estaba prestando atención, sólo me dediqué a lanzarle miradas insinuantes a Tobi, y sabía que se estaba relamiendo los labios debajo de la estúpida máscara que usaba.

 

- Ya dije lo que había que decir. Itachi… Espero que un incidente así no se repita. Por favor. Konan, Tobi, ¿algo adicional que deban decir?

 

- Pues gracias por el trabajo extra, Uchiha-kun. Me retiro a atender al paciente -. Casi sentí pena por ella. Era una de las que más trabajaba en la organización y yo le había dado una obligación adicional.

 

- No diré nada que sea necesario que escuches, Pein. Puedes retirarte -. Ordenó Tobi.

 

Pein me miró rápidamente y luego a Tobi. Sabía que yo iba a salir ileso de todo aquel lío, burlando todo el sentido de justicia del que nunca se cansa de hablar, y en efecto, después de salir de la vista de nosotros, caminé hacia Madara, que se había sentado en la silla del líder, quitándome la camisa en el trayecto. Me senté sobre él de frente, rozando intimidades, y le quité con cuidado y deleite esa ridícula máscara. Lo besé cruzando los brazos detrás de su cuello, pegándome a él lo más posible. En pocos minutos ya me encontraba cabalgando sobre su miembro con rapidez, como si no quisiera que saliera de mí nunca, como nos gustaba.

 

- Es posible que te asignen a una misión mañana.

 

Le miré fijamente mientras jadeaba. Nunca hablaba de las misiones cuando teníamos sexo, no decía nada que no fuera algo relacionado con nosotros, de su poder sobre mí, o cualquier cosa que pudiera decirme para humillarme.

 

- No quiero que vayas a esa misión, Itachi. Pero eres perfecto para eso. Eres perfecto para todo. Maldita sea, eres perfecto.

 

Si me hubiesen preguntado, no habría tenido vergüenza alguna en admitir que esas palabras me encendieron. Nos mordimos los labios mutuamente, nos rasguñamos los brazos y las espaldas, y me aferró con rudeza de las caderas para enterrarse más en mi interior, justo como yo lo deseaba.

 

Por supuesto, terminamos en su habitación, donde teníamos más libertad de movimiento. Noté que últimamente ya no se comportaba de la manera asfixiante que yo tanto detestaba de él, quizá porque ya le había aceptado y no tenía que obligarme a hacer las cosas más bajas para satisfacernos. Era otra noche más en la que perdí la cuenta de las veces en que llegamos al clímax, quizá seis o siete.

 

Ambos despertamos por uno de los engendros que venía con un mensaje de Pein. Ya casi había olvidado lo que Madara me dijo sobre la misión que tal vez me sería asignada. Iba a ir solo, pero él también comenzó a ducharse y vestirse. Salimos juntos, mientras él se colocaba la estúpida máscara, lo noté incómodo, pero como siempre, callé, porque eso es lo que hace un ninja.

 

- Tenemos una misión para ti, Itachi -. Anunció Pein apenas entrábamos a su salón de anuncios – Tuvimos ciertas… Controversias para asignarte -, miró a Madara esperando alguna protesta, la cual nunca llegó – pero al final concordamos en que tienes las "habilidades" necesarias.

 

Madara gruñó y caminó hacia una gran mesa en el centro, de la que se recostó de espaldas. Lo seguí con la mirada durante todo el trayecto. Pein continuó hablando.

 

- Tu misión consiste en traer al Hachibi con vida. Será tu primera vez cumpliendo el objetivo real de Akatsuki, pero hay un riesgo importante con esta asignación. Killer Bee, como se conoce al Jinchuuriki de este Bijuu, es el hermano menor del cuarto Raikage, A. Siempre andan juntos y sus técnicas de rayo son muy poderosas, aparte de poseer una fuerza física brutal.

 

Sólo parpadeé, pero ese gesto tuvo un gran significado, y entendí por qué la preocupación particular de Madara por esa misión.

 

- Por supuesto que entendemos que es una tarea peligrosa, casi suicida, pero no te enviaríamos si no hubiese una manera más práctica de cumplirla. Sobre todo en estos tiempos en los que tenemos bajas en la organización… -

 

Aquello lo dijo recordando una vez más el incidente con Hidan, me miró fijamente con auras de reclamo y luego miró a Tobi, reprochando su preferencia y la ausencia de un castigo apropiado para mí.

 

- Resulta que el Raikage y su hermano son fáciles de seducir por mujeres de cara bonita y buen cuerpo. Por lo que es un requisito indispensable tener apariencia femenina para ejecutar esta misión.

 

- ¿Estás de acuerdo con eso, Itachi?

 

No esperaba que Madara preguntara por mi opinión, era algo que nunca había ocurrido en toda mi vida como ninja. Recordé que no quería que aceptara esta misión y creí que intentaba buscar otro punto de vista para evitar que fuera asignado.

 

- Me parece que Deidara es más parecido que yo a una mujer. Konan también parece ser apta para este trabajo.

 

- Por supuesto -. Respondió Pein – Pero Deidara no podría manejarse adecuadamente contra el Raikage y el Hachibi. En primer lugar porque sus jutsus de tierra son inútiles contra los de rayo, y en segunda porque necesitamos ser sigilosos a la hora de traer a Killer Bee hasta aquí. Los ataques sonoros de las bombas de ese chico son una enorme interferencia. Por otra parte, Konan es la única en la organización experta en jutsus médicos. No quiero ponerla en riesgo por esa razón.

 

No me sentía muy orgulloso de decir que era el segundo asesino más afeminado de Akatsuki, pero tal parecía que era cierto el hecho de que yo era el ideal para el trabajo. También me dio la sensación de que todas esas explicaciones eran más dirigidas a Madara que a mí mismo. Kisame entraba al salón en ese momento y Pein le explicó la misión. Miró con desconfianza a Tobi, que no actuaba con la ruidosa personalidad con la que se manifestaba ante los demás miembros, sospechando que era más de lo que aparentaba.

 

- Entonces mi papel es escoltar a la señorita hasta el Hachibi, ¿no?

 

- De hecho tú también eres el apropiado para esta misión. Un ninja ebrio subordinado del Raikage nos brindó la información del trayecto que seguirá, junto con el Raikage, por esta semana. Resulta que en dos días se quedarán en un famoso burdel al noreste llamado "En Piel".

 

Masajeé mis sienes. Odiaba ir a los burdeles con Kisame. Todas esas mujeres atosigándome me molestaban, por lo que decidía esperar afuera aunque eso significara permanecer a la intemperie, bajo lluvia, nieve, granizo, o lo que sea.

 

- Oh, sí… Las mejores prostitutas del norte y el este… Muy caras, pero valen cada moneda. Ya quiero partir. Pero supongo que dices que soy apropiado porque el dueño del local es un amigo mío muy cercano, ¿verdad?

 

- Cierto. Hallarás la manera de hacer en que Itachi y Killer Bee se reúnan.

 

- Jeje, bien… Pero jefe, hay un par de cosas que diferencian muy bien a una mujer de Itachi.

 

- De hecho, el mismo ninja nos reveló el travieso secretito del Raikage: Adora desenfrenadamente a las shemales.

 

Era la primera vez que escuchaba ese término y me confundí.

 

- Ohhh… Pero aún así, una shemale no es una shemale sin un par de buenos pechos, jefe.

 

- Es ahí donde entro yo.

 

Konan por fin hablaba, caminando hacia nosotros y quitándose la capa negra con nubes rojas, también se desprendió de su camisa dejando su torso al descubierto. La única vez en que vi los pechos desnudos de una mujer fue cuando mi madre amamantaba a Sasuke, y de eso sólo me quedan recuerdos borrosos. A decir verdad, no era algo que me llamara la atención, los veía más bien como un par de grotescos bultos de tejido muscular colgantes, pero a juzgar por los ojos tremendamente abiertos de Kisame, a mi compañero le habían fascinado. La chica cerró los ojos con vergüenza y sus pechos se envolvieron en una capa de humo que, al dispersarse, revelaron unas pequeñas curvaturas, flácidas y caídas.

 

- Te mostraré un jutsu de incremento de busto -. Afirmó concentrándose en su deber.

 

- N-no vuelvas a hacer… eso, mujer. Hum, así se la tumbas a cualquiera…

 

Pein miró de mala gana a Kisame, al mismo tiempo que Madara se revolvía incómodo por la situación. Suspiré, resignado a lo que me tocaría pasar y también me saqué la camisa de mallas que siempre usaba. Activé el sharingan y me preparé para copiar los sellos de la técnica de Konan, un jutsu tan burdo como su propósito. Al instante sentí un estirón en las pieles de mi tórax y aparecieron un par de protuberancias que terminaban en mis pezones. Mi compañero volvía a alegrarse, mirando los dos pares de pechos.

 

- ¡Je, je, muy bien, muy bien, buen trabajo, en definitiva es un buen trabajo! Pero puede mejorarse, Itachi-chan.

 

Miré con el sharingan aún activado a Kisame, con la idea de hacerle algo peor que a Hidan dando vueltas alrededor de mi mente. Pero Pein estuvo de acuerdo en mejorar el resultado, pues era una parte importante de la misión. Terminé por tener que aceptar la opinión de mi compañero, un experto en el tema. Konan se cubrió con la capa del uniforme, con un notorio sonrojo en sus mejillas.

 

- Bien, bien, Itachi-chan, un poco más grandes, más… Un poquito más… ¡Ahí! Ahora no tan puntiagudos, eso… ¡Bien! Jo, jo, jo… Ahora los pezones, que miren ligeramente hacia arriba… ¡Oh, sí, nena!

 

Me sentía ridículo, y Kisame no ayudaba. De hecho comenzaba a preguntarme qué tipo de muerte le quedaría mejor, si degollado y con honores, o agujereado por una lluvia de kunai.

 

- Ahora necesitan un par de pruebas finales, Itachi-chan -. Todos miramos al Hoshigaki con expectativa - ¡La primera: hazlas rebotar!

 

Activé el magenkyou, dispuesto a hacerle pasar un mal rato, y se asustó cubriendo sus ojos.

 

- ¡No, no, Itachi-chan! ¡Te juro que es una prueba! – Me calmé, para tranquilidad de Pein – Si rebotan mucho uno se distrae y se olvida de lo que está pasando entre las piernas, y si no rebotan, pues, es aburrido. Tú no necesitas estas lecciones, "tetas falsas", en verdad me engañaste…

 

- ¡Kisame! – Reprendió Pein para defender a Konan.

 

- Bueno, bueno… Ya. Bien Itachi-chan, haz que esas muñecas brinquen un poco, ¿sí?

 

Traté de no mostrar ninguna expresión, como siempre, aunque ya se había convertido en una costumbre difícil de deshacer. Miré de nuevo mis pechos y salté ligeramente un par de veces, sorprendido por el molesto peso en mi frente. Kisame parecía encantado. No miré a mi sensei, pero lo imaginé con cara de repugnancia debajo de la máscara.

 

- Jo… Perfectos – Dijo ilusionado y con unas pequeñas lágrimas brotándole de los ojos – Ahora, viene la prueba más importante -. Tomó un aire de profesional -. La prueba de textura.

 

Kisame caminó hacia mí y frotó sus manos con lujuria. Luego las acercó poco a poco, abiertas y curveadas, como si estuviera a punto de sujetar un par de balones. Se inclinó hasta que su cabeza estuvo a nivel de mi cuello.

 

Las sujetó con firmeza, apretándolas ligeramente, y una serie de sensaciones me hicieron gritar. Miles de corrientes eléctricas viajaron desde esos enormes pechos hasta mi columna, donde se repartieron a mi cerebro y la entrepierna, y mi corazón se aceleró. Sentí mi rostro acalorado y me aparté inmediatamente de Kisame, empujando su rostro hacia atrás. Escondí mis ojos de la mirada de todos usando mi cabello.

 

- Olvidé mencionar que como se están estirando los tejidos, la piel es mucho más sensible que la de unos pechos normales, Itachi-kun.

 

- Lo mantendré en cuenta -. Respondí, recuperándome.

 

- Bien, debo decir que se sienten geniales, líder-sama. Yo me follaría a una mujer que tuviera esos melones.

 

- Gracias por tu asesoría, Kisame -. Le respondió con seriedad.

 

Luego de darnos los últimos detalles de la información que se conocía sobre el Raikage y su hermano, Kisame y yo nos separamos y fuimos a prepararnos para partir, no sin antes deshacer ese ridículo jutsu. No me esperaba que Madara estuviese esperándome en mi habitación. Caminó lentamente hacia mí, como si se preparase para un contraataque, como lo hizo los primeros días después de conocernos, asunto que me estremeció ahora tal y como lo hizo en aquel entonces.

 

- Te ves mejor sin esas cosas asquerosas en tu pecho.

 

Me guió hasta mi cama haciendo un gesto para que me acostara en ella, obedecí, y él se acostó sobre mí, dejando nuestros rostros frente a frente y recostando todo su peso sobre mí. Me besó con una extraña suavidad a la que correspondí, pero me asustaba.

 

- Van a pagarte por cogerte unas horas, Itachi. Recuerda quién es tu puto amo.

 

Creí que ya habíamos superado esa desagradable etapa de celos, y quizá fue mi error haber olvidado ese carácter de Madara, esa voz grave que traspasaba los huesos y despertaba el pánico debajo de mi máscara de indiferencia.

 

- Por el bien de la misión, debo disfrutar ese encuentro. Y lo lograré pensando en ti, sensei.

 

Si no hubiese terminado esa frase a tiempo, el puño que Madara dirigía hacia mi rostro me hubiese fracturado varios huesos de la cara. Noté su respiración acelerada y crucé mis brazos alrededor de su cuello, acercándonos más.

 

- Dame el recuerdo más vivído, mi "puto amo".

 

Se contuvo mientras buscaba las pastillas recetadas por Konan en mi mesa, sujetó una cápsula con la lengua, y dejé que la mía la ayudara a adentrarse en mi organismo. Por supuesto que aquel beso no se rompió en ese momento, de haber sido posible, me hubiese ahogado con su lengua. Ya era la tercera capa de Akatsuki que rompía en dos meses por el desespero, y agradecía tener una cuarta en el armario. Me di prisa en evitar que se repitiera lo mismo con el resto de mi vestimenta. Él me imitó y nos besamos casi con furia, y los dos pares de manos se movían a través de nuestros cuerpos como buscando deshacerse de una segunda capa de ropa. Masajeé el miembro de mi amo con ansiedad y luego usé mi boca para estimularle. Él mismo se encargó de mover sus caderas en un excitante vaivén que su longitud mantuvo dentro y fuera de mi boca. Afilé los ojos y dejé escurrir saliva sobre su pene, dejando que varios hilos espesos colgaran entre él y mis labios.

 

Sé que se debía al desarrollo de la situación, pero nos urgía el momento de la penetración, y honestamente no recuerdo cuándo ocurrió. Sí hubo dilatación, sí hubo una fuerte embestida inicial, y también aquella sensación en la que me daba cuenta de todas las dimensiones de Madara: era del doble del ancho de mi cuerpo, alto como un obelisco, y su enorme miembro parecía enterrarse hasta estar en medio de mis pulmones. Pero las oleadas de placer eran tan fuertes que mi mente no reaccionaba y mi cuerpo sólo se dejó llevar. Quizá era por esos besos que no me dejaban coordinar con el resto de mi cuerpo. Sé que al momento en que terminamos le mordía alguna parte del cuerpo, quizá los labios, o la barbilla, o el hombro, o el pecho. Mi cabeza estaba tan aturdida de satisfacción como mi cuerpo.

 

- Vete ahora. Tu amigo azul y feo debe estar esperándote.

 

Antes de lograr alcanzar besarle una vez más, usó su genjutsu para desaparecer. De seguro iba a recordarlo hasta que regresara de la misión. Tomé un baño y me alisté para ir a la misión. Kisame no tenía mucho tiempo esperándome, y partimos sin hablar demasiado.

 

Y era la falta de comunicación lo que me molestaba de Kisame. Yo sabía cuál era su problema, pero le pregunté de todos modos para escuchar una excusa y romper el silencio.

 

- ¿Te comió la lengua el plancton?

 

- Quiero verlas, Itachi-chan…

 

Alcé el sharingan en su contra y cerró los ojos asustado. Por supuesto que se refería a los pechos del jutsu.

 

- ¡Hey, hey, hey, hey! ¡No te molestes! ¡Tú preguntaste! Son un tremendo par de tetas las que sabes hacer…

 

Me arrepentí y descontinué la conversación.

 

Había pasado algo de tiempo desde la última vez que me había alejado tanto de la aldea de la lluvia. Ya me había acostumbrado a las constantes lloviznas, la espesa neblina, y los días oscuros en los que incluso los mediodías parecían el alba, donde las luces eléctricas eran opacas para no impactar demasiado los ojos. Ya comenzaba a sentir los calores provenientes del noreste, y la extraña vegetación predominada por colores de los cuales yo envidiaba su vida. Sentí náuseas pensando en que aquella feliz naturaleza sólo se burlaba de mí, exhibiéndose altanera y egocéntrica, segura de que permanecería allí incluso después de que la luz abandonara mis ojos.

 

Avanzábamos a paso lento hacia la zona costera, donde estaba ubicado aquel burdel. El Raikage y su hermano Jinchuuriki habían sido llamados a la aldea de Iwakure, en el país de la Tierra, en un viaje de negociaciones que beneficiarían a ambos países. Al parecer, todo había salido bien y por eso decidieron regresar por vías terrestres y no recorrer la enorme distancia en los barcos dispuestos para dichos viajes, pasando a celebrar las buenas noticias en los convenientes locales ubicados en las costas del continente.

 

El susodicho burdel estaba en la aldea de Otogakure, ubicado justo en el centro del país de Arrozal, a donde habíamos escuchado que Orochimaru se había escapado. Kisame y yo decidimos viajar casi en línea recta, atravesando el país del Fuego, pero siempre alejados de Konoha, en donde seguramente ya ambos teníamos un historial debido a lo ocurrido en nuestra última visita.

 

Finalmente, cuando ya nos encontrábamos en Otogakure, Kisame comenzó a encontrarse con sus conocidos.

 

- ¡Kisame-saaaaan!

 

Una estrepitosa voz femenina chilló entre un grupo de mujeres, y mi compañero se dirigió hacia ellas.

 

- ¡Mei! ¡¿Cómo estás?! Luces genial, me alegra ver que no has cambiado nada, ¡incluso te ves más joven! – Le respondió.

 

- ¡Kisame-san, te ves muy apuesto hoy!

 

- ¡Kisame-san, estás más alto!

 

- ¡Kisame-san, has estado ejercitándote! – noté cómo una de ellas tocaba insistentemente su brazo.

 

- Kisame-san, ¿te vas a quedar por un tiempo?

 

Dejé de observar a ese tonto por un rato, y de nuevo sentí ese choque de celos entre la felicidad de otros y la mía. Pero sonreí para mis adentros – la única forma en que podía hacerlo -, pues me alegraba por Kisame y reconocí que me importaba. Acepté que le veía como a un amigo. Cuando comencé a sentirme abandonado y las ideas de amistad se iban dispersando, una de las chicas notó mi presencia.

 

- Kisame-san, ¿y esa chica que te acompaña?

 

Me preparé para que el país del Arrozal también tuviera un expediente con mi nombre.

 

- ¿Ah? ¿Cuál…? ¡Oh! No, no, Reika, ése es Itachi-chan, un amigo mío. Sé que parece una chica, pero se está esforzando para convertirse en una.

 

Kisame por otra parte, parecía prepararse para tener un expediente de defunción en Otogakure.

 

- No digas eso, Kisame-san – Una rara mujer de cabello rojo y espeso se acercó hasta mí y me haló hacia el grupo por el brazo – Yo creo que es lindo, ¿qué piensas tú, Rina?

 

- Yo también lo creo.

 

- Mira esos hermosos ojos… - Dijo otra cruzando sus brazos alrededor de mi cuello.

 

- Chicas, chicas, calma… Él posee gustos… ehhm, diferentes a los nuestros.

 

Todas las mujeres se alejaron repentinamente y me miraron disgustadas.

 

- ¿Eres gay? – Preguntó secamente una con cabello verde corto.

 

- Claro que lo es – Habló Kisame – Pero, ¿por qué no nos vamos a En Piel? ¡Yo invito, mis nenas! Y eso también te incluye, Itachi – Mencionó lo último en voz baja, pero todos le escuchamos.

 

Me hubiese molestado, si no fuera por pensar que en el lugar al que iríamos terminaría por tener sexo con el Jinchuuriki, con alguien que apenas conocía, y me puse a pensar que así fue con todos, excepto con Madara, Shisui, mi padre y Sasuke. Definitivamente había algo extraño con los Uchiha.

 

- ¡Hey tú! – Gritó una de las mujeres que agasajaban a Kisame - ¡No se te ocurra ir detrás de alguno de nuestros hombres! Últimamente vienen muchos maricas a esta aldea…

 

Me irritó un poco el comentario, pero tenía sentido. Si Orochimaru había venido a este lugar, lo más lógico es que se uniera a una gente tan rara como él. Decidí estar alerta ante cualquier cosa sospechosa o indicios del señor de las serpientes.

 

En el bar, Kisame ordenó bebidas para todas sus chicas después de una breve pelea con el cantinero por haberlo llamado con un apodo extraño. Abandonó su compañía insistiendo en que volvería en unos minutos y me llevó consigo hasta una oficina ubicada en la planta superior. Adentro, estaba el dueño del local.

 

- ¡Kisame-sama, qué gran sorpresa! Pase, pase adelante.

 

- ¿Cómo te va, Kentaro?

 

- Pues no me quejo. Tenemos una extensa clientela de élite, entre los que siempre te contamos, por supuesto.

 

- Más te vale, Kentaro, más te vale.

 

- Claro, claro. Y… ¿Tienes algún asunto de interés del que quieras hablarme? – El hombre me miró de pies a cabeza.

 

- Realmente sí.

 

Kisame sacó una bolsa exageradamente pesada y la dejó caer sobre el escritorio. Se rompió y dejó rodar sobre la mesa y el suelo una gran cantidad de monedas de oro.

 

- Esto debe ser grande – Afirmó Kentaro sorprendido, pero recuperando su compostura de inmediato – Muy grande. ¿Tiene que ver con la visita del Raikage, verdad?

 

- Muy listo, Kentaro. Los hombres listos abren burdeles.

 

- Entonces… - El hombre volvió a mirarme penetrantemente - ¿Él es un…?

 

- Más o menos… Sólo bastará con que el hermano del Raikage entre a una habitación con él.

 

El curioso hombre sacó un cigarrillo, lo encendió y aspiró una profunda bocanada de humo, cruzando la mirada entre el dinero y yo.

 

- Está bien, Kisame-sama. Pero tengo condiciones. La primera, que no destruyan nada. Ya es difícil estar lidiando con algunos tontos por aquí. Y la segunda es que se quiten esas capas. Estoy al día con las noticias sobre una organización cuyos miembros visten vestimentas negras con nubes rojas. No es bueno tenerlos cerca tan descaradamente. Acepten eso y nunca los habré visto por aquí.

 

- Aceptamos tus términos, Kentaro. No tendrás inconvenientes.

Notas finales:

Nota:

Shemale equivale a transexual para los que no hayan entendido el término

Awww ita-chan es perfecto obvio concuerdo con mada ...la misión de Ita está súper loca no? Kukuku (tetas y nepe) zukulencia extrema (??–?-?–?)


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