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Mi biografía sexual por Sadistic_Beauty

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Notas del capitulo:

Naruto no me pertenece sino a Masashi Kishimoto

Mantengo los ojos cerrados cuando ya he recuperado mis fuerzas, pero aún permanezco acostado sobre el lado izquierdo de mi cuerpo. Huele a… manzanilla. Siento ganas de adentrarme en ese olor, siento que puedo hacerlo, pero esos deseos se destruyen. Los pétalos de manzanilla se manchan con la sangre en mis recuerdos.

 

- ¡Sasuke!

 

Exclamo, pero no muevo ningún músculo que no sea de mi cara. Incluso mis palabras suenan como suenan como un susurro. Oigo una pequeña risa, pero sólo puedo pensar que definitivamente no es mi Sasuke. Abro los ojos como si fuera la tarea más pesada del mundo. Me duele pensar en las consecuencias de lo que hice con mi vida.

 

- Buenos días, Itachi.

 

El rostro de Pein está frente a mí, tan apacible y sereno. Recuerdo todo lo ocurrido de repente y decido no hacer ningún otro movimiento. Cuando una de sus manos comienza a moverse a lo largo de mi espalda, entiendo que dormí abrazado a él. No… no es posible. Quizá él mismo fue quien acomodó nuestros cuerpos de esta forma.

 

- No seas descortés, salúdame tú también.

 

Sí, debió haber sido eso. Recuerdo haber caído rendido después de que él me… Bueno. Eso. Giré mi cuerpo hacia el lado contrario, no sólo para interrumpir el contacto, sino también para poder separarme un poco más de él. Quería centrarme en otra cosa que no fuera el ver cómo mi orgullo era pisoteado, o mejor dicho, follado. Era muy temprano para pensar en ese tipo de cosas. Recordé que hoy conocería a mi compañero de equipo en esta organización, tenía que ser firme, si trabajaría en grupo seré quien dirija a los demás y no aceptaré órdenes de nadie más que no sea Pein. Pero nada más porque es el líder.

 

- Está bien, Itachi. No te gusta hablar cuando te acabas de despertar, pero no por eso vas a dejar de darme mi beso de buenos días.

 

Se acercó de repente y alcanzó a besarme y a profundizar el beso. Maldición, odiaba no poder escapar de este tipo de situación, quería tan solo encontrar un mísero shuriken y clavárselo en el cuello. Su suavidad me amarga, su calor me sofoca, su humedad me embriaga. Es irracional que solo un beso sea capaz de otorgarme tantas sensaciones, muchas de ellas que no quiero sentir, pero debo dejarme.

 

- Mi amor… - Me llamó usando de nuevo esas malditas palabras. La locura seguramente se ha apoderado de él - ¿Es tu hermanito Sasuke quién te pone tan nervioso? – Temblé. Luego flexioné mis extremidades para abrazarme a mí mismo.

 

- Sasuke – Pensé que podría mantenerme callado, pero no. Su nombre salió involuntariamente de mi boca.

 

- Yo puedo hacer que alguien vea cómo está él todos los días – Mis ojos se sobresaltaron.

 

- Por favor, hazlo – Le dije casi interrumpiéndole. Por un instante sonreí. No estoy seguro de poder confiar en Pein, ni tampoco sé si cumplirá su promesa. Pero si tengo alguna noticia de ti, Sasuke, podré soportarlo todo. No me importa si me mienten, porque todo lo que necesito es creer que estás bien.

 

- Está bien, mi amor. Te haré feliz.

 

Pein deslizó uno de sus dedos por mi ano, no me importaba, porque tendría noticias de Sasuke. No me importaba gemir cuando sentí su miembro vibrar dentro de mí porque podría sentir a la distancia el calor de mi hermano. Y no me interesó si moví las caderas pidiendo más, porque me sentía capaz de escuchar la tierna voz y el latir del corazón de mi pequeño. Es lo único que me importa.

 

Cuando el clímax me azotó por primera vez en el día de hoy, el nombre de Pein se me escapó de los labios. No lo creía posible. Pensé que todas las cosas lascivas que estaba mencionando en mi oído se habían transformado con las bellas memorias que guardaba de Konoha y Sasuke. Había algo mal, y comenzaba a sospechar que era víctima de algún trastorno. Quizá aún no superaba la conmoción de todas las cosas por las que he tenido que pasar estos últimos días.

 

- Es la tercera cosa que mencionas hoy. Eso me gusta. ¿Será que me amas tanto como yo a ti?

 

Si volvía a mencionar algo del amor podría salirme de mis casillas. Creo que sí había algo fallándome en el cerebro. Después de estarse haciendo un rato más con mi cuerpo, él acabó dentro de mí, y por primera vez comenzó a preocuparme el problema en el que me había metido. Pein no se movía, pero no por eso dejó de estar dentro de mí, que al contrario, estaba temblando.

 

- Todo estará bien, Itachi – Acarició algunos mechones de mi cabello y me besó nuevamente - ¿Te parece si vamos a desayunar?

 

Al no encontrar respuesta alguna de mi parte, supuso que me había gustado la idea.

 

- Vamos, tenemos que recuperar las energías gastadas desde anoche – Comenzó a salir de la cama y lo miré con ganas de querer matarlo de verdad. ¿Dejará de humillarme? – No tienes que salir al comedor vestido, de seguro el personal tomó tus ropas sucias. Y no te preocupes, no hay nadie vivo aquí.

 

Aún así, tomé la sábana y me cubrí con ella antes de salir. Tenía razón, las cosas que estaban limpiando y sirviendo la comida eran los mismos engendros que había visto cuando llegué a este sitio. La comida se veía excelente, Pein comenzó a probarla, invitándome a sentarme también a la mesa, y lo imité.

 

- Deja de mirarme – Le dije de mala gana. Su mirada ya se estaba haciendo pesada.

 

- ¿Cómo dejar de mirar a la persona que amo? Ver cada uno de tus movimientos me da casi el mismo placer que hacerte el amor.

 

Lo miré y seguí comiendo. Tendría que buscar una forma de soportarlo a él junto a las babosadas que dice. Una vez que termináramos, me prestó la ducha y entré allí con sólo una idea en mente: intentar hacer que el agua me purificara. El agua con su propiedad cristalina puede disolver cualquier cosa, puede limpiar los males y liberar tensiones, en estos momentos sería mi mejor aliada junto con el pensamiento de que pronto tendría noticias de Sasuke. Había comenzado a recordar su carita, impresionado de cada movimiento que ejecutaba cuando entrenaba, y sonriente cuando iba a su cuarto en la noche a cubrirlo con las sábanas. Hablábamos de cómo sería nuestro futuro juntos, luchando contra los ninjas de otras aldeas y regresando felices a casa para celebrar nuestras exitosas misiones como anbus.

 

La película que ahora tenía de mente fue interrumpida cuando la puerta de la ducha se abrió de forma brusca y el pesado cuerpo de Pein me recostó de cara a la pared. Convencido de mi distracción, tomó los jabones y se arrodilló, comenzando por limpiar mis pies e ir subiendo por mi cuerpo. Opté por quedarme quieto contra la cerámica de la pared fría… fría y sólida como la misma realidad. Pein me seguía recorriendo y finalizó con su trabajo de asearme. Me giró con fuerza dejándome frente a él.

 

- Es tu turno. Límpiame.

 

Era bastante problemático para mi gusto. Tener que aguantar que quien sea viniera y me usara como si fuera un juguete hasta hacerme decir su nombre y tener orgasmos era una cosa. Pero detesté la idea de obligarme a participar, arrancando la imagen de Sasuke de mi cabeza. Una vez más, maldije el plan de Madara. Miré el rostro de Pein y se veía apacible, como siempre. Acarició con delicadeza mi cabello e hice lo que él quería, siendo la primera vez en que masturbara a alguien de aquella manera, y es que no podía saltarme el paso de lavarle los genitales, de todos modos, ese era el principal objetivo.

 

- Ahh… Así es, Itachi. Límpiame bien los huevos… Recuerda que es por ti que están sucios con mi propio semen.

 

¿A quién creía que le estaba hablando? ¡Yo soy un Uchiha!... Un miserable Uchiha que tiene que soportar esto. Por fortuna no tenía que pasar más allá de su entrada cuando el jabón debía tomar rumbos más traseros, pero no permitió que mi otra mano dejara su miembro manejándola a su antojo con una de las suyas hasta que se corriera.

 

Me abrazó, besándome en el acto, y me soltó el cabello de mi inseparable coleta. Siguió besándome mientras aplicaba el champú, cesando mis esfuerzos por oponerme para corresponderle pasivamente y masajear la cabellera naranja con el acondicionador.

 

- Allí está tu uniforme de Akatsuki – Señaló con su índice a un traje sobre la cama una vez que hayamos salido del baño, ambos con una toalla enredada en la cintura y otra en secándonos el cabello.

 

Era un traje simple: camisa, pantalón, sandalias, polainas. Lo único que se distinguía era el sombrero de paja con el cascabel colgando y una chaqueta larga negra con nubes rojas que podía hacerse pasar por una capa. Apegó su cuerpo al mío para ayudar con delicadeza a la toalla a liberarme de las últimas gotas de agua que rodaban por mi cabello, y luego besarme mi cuello y mi boca. Por último, Pein insertó en uno de mis dedos un anillo de metal con una gema roja incrustada, donde se leía el kanji "Carmesí".

 

- Este anillo es importante. No sólo te distingue como un miembro de la organización, sino que es necesario a la hora del ritual de extracción de bijuu. Luego te explicaré todo eso.

 

Llevó mi mano hasta sus labios para besarla sin perder de vista mis ojos. Repitió el mismo gesto pero en mi boca, abrazándome por la cintura.

 

Pein me guió a través de aquel raro sitio. Aún no lo conocía completamente, pero lo memorizaba. No quería depender de mi sharingan para hallar una salida o un escondite. Algunos lugares parecían cloacas, pero en ese laberinto de concreto y tubería no había ni siquiera la existencia de ratas. Una lluvia nos daba a conocer su presencia no por dejarnos apreciarla, sino por las finas gotas que caían del cielo como agujas que proporcionaban una sensación a divinidad en nuestra piel. Finalmente, luego de entre 20 y 30 minutos de caminar, distinguí una puerta. Era la primera que veía en ese sitio, estaba ornamentada, era elegante. Recuerdo que todo en el lugar donde estuve con Pein tenía cortinas de hileras de diamantes. La puerta se abrió sola, permitiéndonos el paso.

 

Podía sentir varios cúmulos de chakra, y las personas que lo producían estaban allí. Todos se levantaron al ver entrar a Pein en primer lugar. En ese sitio la elegancia se destacaba. No parecía ser un lugar normal para los criminales más poderosos y buscados. También entré y miré uno a uno la cara de aquellos sujetos. Conocía a dos de ellos, el que estaba más a la izquierda era un ninja marionetista, y el del centro es un traidor de Konoha, Orochimaru. Recordaba haber visto sus rostros en los archivos anbu, aunque no podía recordar ni siquiera el nombre del pelirrojo.

 

- Ya saben el motivo de esta reunión – Habló Pein – Sólo es para que recuerden no matarse entre ustedes si llegan a encontrarse por ahí. No podemos fiarnos sólo del uniforme.

 

Miró a ambos lados, inspeccionando, antes de seguir hablando.

 

- ¿Dónde están Hidan y Kakuzu?

 

- Vi por donde iban hace un rato, han de estar por llegar – Respondió el más extraño de todos esos sujetos, parecía estar siendo tragado por una planta o algo así y el lado derecho de su cuerpo era diferente al iquierdo.

 

- Se han tardado demasiado – Se quejó Pein.

 

- Ya conoces a Kakuzu, siempre busca que sus viajes sean económicamente lo más provechosos posible – Habló el mismo sujeto, pero esta vez con un tono de voz más infantil. Entendí que eran como dos cuerpos en uno.

 

- Bien, esperaré por ellos. Necesito saber de qué tanto disponemos para una misión que le encargaré a Tobi.

 

- ¿Tobi? – Preguntó la única chica del lugar.

 

- Sí. Aunque aún no sea un miembro oficial, prefiero que esté ocupado intentando ganarse ese puesto y no restándole lo poco que les queda de paciencia a los demás.

 

Pein comenzó a hablar detenidamente con aquella chica. Yo comencé a detallar discretamente a todos, en especial al sujeto de piel y cabellos azules que no conocía, miré su espada, su protector frontal que indicaba pertenencia a la Aldea Oculta de la Niebla, con una línea que lo recorría horizontalmente, al igual que el mío, como símbolo de traición, y su estatura notablemente superior a la que poseo. Al cabo de un rato de analizar los más ínfimos detalles que me eran revelados por los movimientos de los demás, casa paso que daban, su manera de beber los licores de la sala, y las pocas cosas que les escuchaba decir, Pein se acercó de nuevo a mí, como dándose cuenta de que me había olvidado por un rato, encontrándome en el mismo lugar y con la misma posición en la que me había quedado desde que entramos.

 

La lluvia invisible que se abría paso hacia aquella estancia acompañada por la extraña danza del viento, fue acompañada de la llegada de otros dos sujetos. Había sentido su chakra aproximarse, y me percaté de que los demás también, pero nadie hizo nada al respecto. Eso me hizo suponer que eran los otros dos miembros por los que Pein había preguntado. Sin necesidad de mirarlos, adivinada acertadamente su estatura y su contextura, también mayor a la mía para ambos, y la voz de uno de ellos que se escuchaba desde lo lejos gracias al silencio del otro, probablemente obstinado por el comportamiento irrespetuoso, colérico y hasta burlón de su compañero.

 

- ¡Ahhhh!, ¡Hogar, dulce hogar!, lo único que no me agrada de este lugar es que Kakuzu impregna el ambiente con el olor a sus pies cuando se quita los zapatos.

 

Escuché metal cayendo a un lado de la puerta. El que caminaba a la derecha, el dueño de la voz satírica había soltado el arma que llevaba en la espalda. Pein se volvió hacia ellos y luego recuperó su posición anterior.

 

- Kisame, éste chico será tu compañero de equipo – Seguía sin mover más que mis pupilas, las cuales notaron con facilidad la seña que me hizo en dirección hacia el sujeto con rasgos de pez – Kakuzu, ven con Konan. Necesitamos hablar.

 

Una vez que los tres se hubiesen retirado a otro lugar, el recién llegado restante pasó de largo hacia mí, sin perderme de vista ni obviar ningún detalle de mi persona, tomándose un poco de tiempo para pasear en círculos alrededor de mí y seguir observándome, analizándome.

 

- Hidan, eso es realmente molesto – Orochimaru, el sannin legendario. Había tenido bastante tiempo para recordar entonces parte de lo que había leído sobre él.

 

- ¡¿Qué? Oye Orochimaru, no me digas que no aprecias semejante muchachote que tenemos aquí. Bueno, es un poco joven pero no está mal probar la carne fresca de vez en cuando.

 

Pude verlo al pasar frente a mí. Sus ojos eran violetas, intensos, su cabello grisáceo, cosa que evidentemente no se formaba como consecuencia de una vejez avanzada. La facción en su rostro resultaba poco más que molesta pero con un trasfondo malicioso para nada disimulado.

 

- No te conviene meterte con él, Hidan. Aunque seas inmortal, este chico es capaz de dejarte suplicando de rodillas por tu vida de poco valor – La parte sombría de aquel sospechoso hombre dividido le advirtió.

 

- Hum, más bien yo podría hacerle suplicar cosas a él…

 

No se molestó en ocultar el doble sentido de aquella insinuación. La mano de Hidan se acercó demasiado a mí: craso error. Al instante siguiente, se la había traspasado con un kunai. Pein había sido muy claro: No matarse entre sí. Yo sólo le herí de gravedad.

 

- Oye, crío, este tipo de cosas me vuelven loco de dolor…

 

Había esperado una reacción como un grito de dolor, un detenimiento total o cualquier otra cosa, pero siguió hablando y actuando como si ser atravesado por filos fuese lo más normal de este mundo. Él mismo fue quien se sacó el kunai de la mano y se lo llevó al corazón de un solo golpe. Pensé que al menos no me culparían de asesinarlo ya que él mismo se habría suicidado. Pero no me esperaba algo como lo que ocurrió a continuación.

 

- Lo siento, es que después de la primera cortada, es imposible negarse el placer de una segunda más fuerte.

 

Entonces lo que había dicho el tal Zetsu era verdad. Hidan es inmortal.

 

- En cuanto a ti, niñato, deberías…

 

- Hidan, no lo repetiré. Meterse con un Uchiha nunca trae buenas consecuencias.

 

- ¡Me vale!

 

Hidan se alejó y fue a servirse algo de tomar. Yo decidí quedarme quieto de nuevo. Podría haber estado en deuda con Zetsu por haber evitado que matara al payaso. De haberlo hecho, estaría en juego la confianza que me tenía Pein. Si es que en realidad existía eso.

 

Me pareció haber visto flotar una copa con algún líquido naranja frente a mi rostro. Cuando le presté atención me di cuenta de que era Orochimaru quien me la tendía.

 

- No debes preocuparte por Hidan, está más que claro quién resultaría vencedor en una disputa entre ustedes dos – Lo miré a los ojos. Esa sonrisa hipócrita era digna de desconfianza. Había ojeado el perfil de atrocidades de Orochimaru cuando estaba en anbu, y sabía que procuraría no delatarse a sí mismo a la hora de que a su enferma cabeza se le ocurriese un nuevo plan – Acepta el trago que te ofrece un paisano.

 

Era más que conocido que los Uchiha éramos una familia de Konoha. Lo ignoré. Quizá estaba llamando demasiado la atención al estar parado inmóvil unos pocos metros después del umbral de alto lujo. Me estiré en uno de los sillones alejados, contemplando el paisaje que me ofrecía la ciudad con tuberías exteriores, un ambiente que parecía haberse extraído de la ciencia ficción de años antiguos. Un aire nostálgico que sentí como un golpe me sacudió por dentro al pensar que a Sasuke le hubiese fascinado ver alguna vez un sitio extraño como este.

 

- Uchiha, ¿eh?

 

Hoshigaki, Kisame. A él le pertenecía aquella voz. Era mi nuevo compañero, quizá estaría bien conocer algunas de sus habilidades para saber de qué disponemos en batalla, pero francamente lo menos que quiero en este momento es hacer vida social. Opté por no moverme, ya se me estaba haciendo una costumbre.

 

- Supe de una masacre de un tal clan Uchiha, creo que de la Aldea Oculta de la Hoja, ¿no es así, Orochimaru?

 

Al no escuchar respuesta, supuse que el sannin legendario había asentido con la cabeza. Los demás, se silenciaron, la anécdota había llamado su atención.

 

- Asesino de su propia familia – Aunque no lo demostré, esas palabras me afectaron demasiado. Como si estuviera reviviendo todos los años de memorias que forjé en Konoha estuviesen golpeando mi pecho, promoviendo el caos – Y… ¿Nos dirás tu nombre o te llamamos como aquellos a quienes mataste?

 

- Itachi – Respondí sin ganas, como si no me importara.

 

- ¿No te da lástima lo que hiciste, verdad? – Preguntó el de facciones acuáticas.

 

- Si me hubieran dado lástima no estarían muertos.

 

- Tienes razón – Me dijo.

 

Nadie más intentó buscar conversación luego. Pero las miradas no me pasaban por alto. En primer lugar, estaba Orochimaru. Casi podía oír sus pensamientos, quiere algo de mí, pero necesitaré más tiempo para averiguar de qué se trata. Luego estaba Kisame, que me examinaba desde lo lejos, probablemente pensando en matarme en la primera misión o cuestionando mi poder. Y por último, Hidan, de quien sentía una mirada penetrante tras su copa de licor.

 

Pein llegó con los demás integrantes y nos llamó a Zetsu y a mí para ir a un salón adyacente, en el que se dirigió exclusivamente al otro.

 

- Zetsu, te voy a encomendar otra misión.

 

- Oye, oye, que esto va por el camino de la sobrexplotación – Dijo la parte blanca.

 

- Quiero que me reportes a diario el estado de Sasuke Uchiha, en Konoha.

 

- ¿Uchiha? ¿No que Itachi había acabado con todos los de su clan? – Preguntó la contraparte dirigiéndome una mirada superficial.

 

- No fue necesario – Contestó Pein – Pero nos consta que es el único otro Uchiha con vida.

 

No perdí el hilo de las palabras de Pein, pero estuve intrigado por la forma en que mencionó lo último. El asunto de que Madara estaba de alguna forma relacionado con Akatsuki parecía ser un secreto. Había algo más que yo no sabía, pero que Pein y Zetsu conocían. Me olvidé del asunto cuando Pein me explicó que el sujeto de dos colores podía moverse por las raíces de los árboles para viajar largas distancias en un período muy corto de tiempo, con lo que se había convertido en el espía predilecto, el hombre que mantendría "vivo" a Sasuke en mí.

 

Fui testigo de cómo Zetsu parecía disolverse en el suelo, efectuando su recorrido en la tierra, dejándome de nuevo a solas con Pein.

 

- Puedes explorar cuanto quieras de mi ciudad, Itachi. Siéntete libre de elegir cualquier lugar como tuyo, excepto uno que ya esté ocupado. Una pelea aquí sería problemática. Puedes hablarle a cualquiera de los pedazos de cuerpos andantes que has visto desde que llegaste para que amueblen el lugar a tu gusto. – "Los engendros" pensé – Te veré más tarde.

 

Giré el rostro para mirar al exterior mientras que Pein se retiraba, sin importarme en lo más mínimo que no se haya mostrado melosamente cariñoso como antes. Sentí el viento en el rostro y salí del lugar.

 

Me costó trabajo encontrar un sitio donde estuviera cómodo. Descubrí un espacio amplio con vista al exterior de la ciudad de concreto y tuberías que se extendía en una considerable distancia. El cielo se solidificaba como el cobre y el aire parecía llegar por paquetes a mis pulmones. Sin embargo, la calma y soledad del lugar me hacían sentir mejor que estando cerca de cualquiera de los otros del clan Akatsuki. Di la orden de amueblar a uno de los engendros, parecían comunicarse entre sí, transmitiéndose la información entre ellos. Casi ni me molesté en verlos trabajar. Me conformaba con que esas criaturas grotescas trajeran una cama o un sillón y desaparecieran de mi vista. Al caer en cuenta de mí mismo nuevamente, la habitación estaba muy bien arreglada, y ya el último par de engendros estaba retirándose.

 

Un espejo me llamó. El reflejo de mis ojos en él se superpuso ante una imagen mental de Sasuke. Las imágenes no hacen ruido. Había alguien más en mi espacio.

 

- Vaya clase… Prefiero las cosas un poco más informales.

 

Hidan miraba los muebles de arriba abajo y volteó a dirigirme una sonrisa que no me agradó.

 

- Vete – Le dije secamente.

 

- Nah! ¿Sabes? Estuve pensando en que creo que empezamos mal, y-

 

- No me importa – Corté.

 

- Oye, oye, no tienes por qué ser maleducado. Mira, démonos la mano para que-

 

No le di más oportunidad de hablar. Me lancé hacia él. Si no podía matarle por su condición de inmortal, al menos podría cortarle la lengua con un kunai. Salió a relucir su arma, la oz triple. Parecía crearse un vacío en el aire cuando nuestras armas cortaban el viento, curiosamente teniendo cuidado de no romper nada. Era un fastidio, y tenía la idea correcta acerca de cómo acabar con todo eso: Genjutsu.

 

Notó cómo mis ojos se tornaban rojos y las figuras negras revelaban el Sharingan. Uní las manos en la posición correcta para reunir chakra y crear los sellos necesarios para usar una técnica de tan alto nivel, pero antes de poder terminar de decir "Magenkyou Sharingan" un par de cascarones me golpearon desde atrás empujándome al suelo, situándose luego sobre mis manos y adhiriéndose al piso, sin dejarme moverlas o levantarme.

 

- ¡Muy bien hecho, Sasori! – Le dijo Hidan al pelirrojo. Ya no volvería a olvidarme del nombre del marionetista - ¡Fue perfecto!

 

- No me juzgues, Uchiha – Dijo el Akasuna al pasar caminando con calma junto a mí – Era solo una deuda que tenía con Hidan.

 

El peliblanco miró de reojo y con una sonrisa satisfecha al marionetista pasar por su lado e irse del lugar, mientras yo, a gatas, intentaba zafarme de las marionetas que mantenían mis manos pegadas al suelo. Sin poder usar los sellos, no podría controlar el Magenkyou Sharingan por mucho tiempo. De hecho, ése era uno de los puntos por los que Madara me obligó a entrar a Akatsuki. Él sabía que eso me ayudaría para superar ese inconveniente. Pero mientras tanto, estaba a merced de lo que sea que Hidan quisiera hacerme.

 

- Un pelinegro sexy a gatas… Indefenso… Para mí, es como si me estuvieras suplicando que te violara.

 

No lo escuché. Ponía todo mi empeño en liberarme de las marionetas.

 

- Es inútil tratar de escapar, Itachi-chan. Con el poco nivel que tienes es una misión imposible. Agradece que en Akatsuki te harás más fuerte. Por desgracia para ti, la novatería se paga.

 

Se arrodilló a mis espaldas y masajeó sin mucha delicadeza mi entrepierna, bastante expuesta debido a la posición en la que me encontraba. La boca me tembló con el primer toque, tuve que morderme los labios y apretar los párpados para no mostrar ningún tipo de señal cuando se mantuviera haciendo lo mismo por un largo rato. Metió su mano libre debajo de mi camisa recorría mi cuerpo con destreza, y mi única defensa era contener el aire en mis pulmones para no emitir ningún sonido. Esa misma mano se enrolló alrededor de mi abdomen para sujetarme con la fuerza necesaria para que yo no le alcanzara con una patada. La otra mano subió apretando mi nalga derecha para regresar arrastrando toda la ropa que me cubría. Choqué la cabeza contra una de las marionetas, soportándolo todo, luego Hidan separó mis nalgas y sus labios se posaron sobre mi entrada para besarme justamente allí, mientras el corazón se me aceleraba y mi boca se abría para soltar una bocanada de aire, y sin poder cerrarla de nuevo. No sentía su lengua recorrerme, sólo sus labios, y no quería que la idea de que lo estaba disfrutando me invadiera la mente. Pero lo estaba haciendo.

 

Se detuvo para liberarse de su ropa y lo que pudiera de la mía, y la preocupación regresó a mí. ¿En qué lío me había metido?, ¿qué pasaría si Pein se enterase de eso? Una nalgada con moderada fuerza me indicó que ya había terminado con lo que estaba haciendo. De haber estado libre, él recibiría la paliza correspondiente por eso. Poso sus manos sobre las marionetas y estas me liberaron y corrieron en la misma dirección en que su amo había partido.

 

- No te confundas, chico. Te haré mío así tenga que violarte y darte algunos cuantos buenos golpes para que te quedes quieto.

 

Sólo lo miré girándome para quedar sentado. No sé qué expresión llevaba en mi rostro.

 

- Y sé que realmente quieres que lo haga. No lo de violarte, sino lo de hacerte mío.

 

- ¿Y se puede saber en qué coño te basas para llegar a esa mierda de conclusión?

 

- Mírate allí. Estás sumisamente sentado con las piernas abiertas esperando por mí-. Mientras decía esto, pellizcó mi mejilla derecha y acercó su rostro al mío.- Sentadito allí esperando a que te lo haga – Se burló con una sonrisa.

 

- Grr…

 

Gruñí, pero antes de que pudiera hacer o pensar otra cosa, se lanzó sobre mí pegando de más el resto de su cuerpo al mío, me haló por un mechón de cabello obligándome a girar el rostro para ser besado. Después de varios intentos por separarlo de mí sin esforzarme demasiado, ya que no quería gastar energías en una tarea como esa, comenzó a retroceder, pero no con las intenciones que yo estaba buscando, sino con las de ubicarse mejor para poder penetrarme con los dedos de la manera en que me sintiera lo más incómodo posible.

 

- ¡Arrrghh!

 

Me quejé levantando un poco mi parte trasera del suelo buscando eliminar el dolor, cayendo de espaldas, y él se mordió el labio inferior sin contener una risa burlona al momento en que sus ojos detallaban mi rostro con la facilidad que su posición a gatas sobre mí le proporcionaba.

 

- ¡Por Jashin, Itachi! ¡Qué te ves tan violable y sexy!

 

- ¿Ja... shin?... – Pregunté apretando los dientes con fuerza para que luego se separaran en soltar un jadeo.

 

- Después te hablaré de él – No tenía la remota idea de cuánto me arrepentiría de eso – Mientras tanto, chiquillo sumiso, tú y yo pasaremos un largo y divertido rato juntos.

 

Los dedos dentro de mí comenzaron a agitarse y moverse de diversas maneras. No estaba seguro de cuántos habían allí, dos o tres, pero sentía embestidas fuertes de la mano a la que pertenecían. Hidan bajó y se llevó mi miembro a la boca. Aún con la parte baja de la espalda despegada del suelo, abrí los brazos sin encontrar algo sólido de qué aferrarme. Mi placer se evidenciaba con los giros de mi cabeza de un lado a otro impulsada quizá por mis propios gemidos, no podía negar que Hidan estaba haciendo muy buen trabajo, eso era tan cierto como que mi poca experiencia me hacía más sensible a ese tipo de cosas. Cuando lograba verle, de reojo, él mantenía la vista en mí y me mostraba la manera en que su lengua se paseaba por la punta de mi pene erguido o la forma en que chocaba con la parte interna de sus mejillas.

 

- Me tienes a millón, Uchiha.

 

Se acomodó entre mis piernas en la posición para penetrarme. Mi posición se lo facilitó. Comenzó a entrar en mí con suavidad y noté el calor que desprendía su erección, se sentía increíble, pero me gustó más ver su movimiento de caderas, en el que también se involucraba el resto de su abdomen, hasta el pecho. Era ver y sentir, y él demostró que también le fascinaban esas dos cosas en mí, a pesar de que yo no era consciente de que me estaba moviendo más que el necesario arriba-abajo al que me llevaba su propio cuerpo. Sentía que él entendía mi placer y yo creía comprender el suyo, no sé si era eso a lo que las cursis lenguas de Konoha se referían con "química", pero no me molestaba del todo estarle abriendo las piernas a ese casi desconocido impúdico que mostraba satisfacción y admiración con una extraña y pícara sonrisa hacia mí. Lo único que me sacó de mis pensamientos fue el orgasmo que sentí cuando Hidan me masturbó con la misma velocidad con la que entraba en mí, y eso era: muy rápido.

 

Al sentir mis contracciones, se lamió los labios con lujuria, me alzó con un abrazo y me quitó la capa de Akatsuki y la camisa a mallas. Él también alcanzó el clímax con un gemido ronco, y hasta se había permitido alcanzar mi pecho y morderlo antes de acabar dentro de mí. No se preocupada por disimular gemidos, abría la boca y soltaba un alarido más sensual que el anterior con cada movimiento. No sé en qué pensábamos, pero lo habíamos disfrutado, lo cual me dejaba confundido, quizá hasta aturdido, ya que desde el primer momento me desagradó este sujeto e incluso había tratado de quitarle una mano.

 

- Jeee… ¡Qué buen revolcón, Itachi! – Canturreó. Lo miré con la peor de mis facciones. No importa si era inmortal, conocería lo más cercano a la muerte gracias a mis manos. Pero primero averiguaría por qué su rostro de tornó serio de repente - ¿Qué es esa herida que tienes en el brazo?

 

Sin entenderlo giré el rostro a mi derecho sin encontrar nada anormal en mi brazo. Con toda la delicadeza que tenía, la cual era casi nula, me giró el rostro a la herida que hace un par de días me habría dejado Madara al descubrir que Sasuke seguía con vida. Callé ante la pregunta, nunca le di mucha importancia.

 

- Esa cosa está infectada. Itachi. Traeré a Kakuzu para que te cure como sólo él sabe hacerlo. Será un favor que me debas… ¿Tienes idea de cómo pagarme por eso?

 

Esa mirada llena de deseo y su sonrisa lujuriosa de nuevo. Claro que conocía la respuesta a la pregunta: sexo. Mi trasero podría tener un día mucho más largo.

 

- Quiero que me lo hagas pero no quiero parecer uke en la primera vez que estoy con un desconocido.

 

Sentí una vena palpitarme en la frente cuando recordé cómo habían pasado las cosas para que yo fuera el uke de turno. Esta vez, la vida de Hidan sí corría peligro.

 

- Así que… No te muevas.

 

Se lamió los labios con placer y ansiedad, y se puso a gatas sobre mí. Me besó sin molestarse en ocultar sus ganas y con una sola mano me tomó las dos muñecas, que permanecían a ambos lados de mi cuerpo, por encima de la cabeza para tener la otra libre y poder masturbar mi miembro. Traté de no esbozar rastros de emoción concentrándome en esos ojos que me alababan. Sin embargo, ya me sentía cercano al clímax cuando la mano regresó a apoderarse de una de mis muñecas y regresarlas a la posición anterior al lado de mi rostro. Me pregunté si era necesario que me sujetara porque realmente no estaba dispuesto a resistirme mucho, me había dejado llevar por Hidan.

 

Alzó su parte trasera y ubicó él mismo su entrada frente a mi pene y bajó en toda la longitud, penetrándose. No debió haber habido dolor si él no hubiese apretado y tensado tanto su cuerpo, sentí una gran presión en todo mi miembro y lo que pensé que iba a sonar como un gruñido no fue más que un gemido de placer, uno mucho más bajo que el de él.

 

- Qué ruidoso eres -. Le dije por lo bajo, riéndome en son de venganza.

 

- Hee… Mis gemidos son tan buenos como esos soniditos bajos que soltabas hace unos momentos, Itachi-chan.

 

Lo miré con un tic en la ceja derecha, que se canceló en cuanto volvió a subir y bajar con brusquedad repitiendo la penetración. Nuestras cuerdas vocales sonorizaron con mayor fuerza en esta ocasión, y en las que le siguieron.

 

- Te tiemblan las piernas como a una chica.

 

Bastó con esa simple burla para que hiciera lo que no había hecho en el resto de la libidinosa sesión: sonrojarse. Mi rostro se decoró con una sonrisa que no reflejaba ni en una milésima mis pensamientos cargados de lujuria.

 

Me solté de su agarré y sin que él pudiera detenerme, le tomé de las caderas para poder moverlo de arriba abajo a mi antojo, mostrándose indefenso en contra de su voluntad y a merced de la mía. Preferí sentarme para mayor comodidad, y pese a la velocidad con la que lo movía, me aprovechaba ocasionalmente de algunos de los momentos en los que me encontraba de lleno dentro de él para balancearlo adelante y atrás y rozar esos puntos internos que le producían espasmos y le hacían contraerse. Cerraba los ojos e intentaba cerrar la boca, pero eso no evitó que se le escurrieran un par de lágrimas.

 

- Más lento, Itachi, por… favor… - Haciendo caso omiso a lo que decía, seguí imponiéndole mi ritmo. - ¡Aaaahhhh!... O más rápido…. Aaaahhh… Lo que sea, pero no… No te detengas… Aaahahhh…

 

A lo último sí que le presté atención. Lamí su pecho sin apartar la vista de su rostro, la diferencia de alturas lo permitía. Hidan me divertía mucho, y de alguna forma me atraía. Quizá algo en su personalidad, ese algo que le impulsaba a no querer mostrarse dominado.

 

- Como Sas…

 

Mis pensamientos se vieron interrumpidos. Un fluido tibio en el abdomen y una serie de músculos cerrándose contra mi miembro llevándome de igual forma con el orgasmo, enviando el nombre que estuve a punto de pronunciar en mi mente a un lugar recóndito de mis recuerdos, donde se quedarían, sin desearlo, por mucho tiempo.

Notas finales:

Revs por favor TT.TT


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