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Mi biografía sexual por Sadistic_Beauty

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Notas del capitulo:

Naruto no me pertenece sino a Masashi Kishimoto dicho esto disfruten

Ya estaba exhausto, todo lo que había hecho desde el día anterior a llegar a este lugar se resumía al sexo de manera diferente con cada persona. Hidan me cautivó de una manera que ni yo mismo entiendo, Pein juraba que me estaba haciendo el amor, y Madara se había hecho de mi cuerpo usando innecesariamente la fuerza, no porque le hubiera permitido libremente su entrada en mí, sino porque estaba tan alejado de mi mismo que no le hubiese prestado mayor atención.

 

Mi frente se quedó apoyada del pecho de Hidan, manteniéndome cabizbajo es un ángulo que me invitaba a cerrar los ojos, estando apenas consciente de que aún tenía las manos aferrando al peliblanco por las caderas. Me abrazó por el cuello dándome un cálido beso en la cabeza y luego acarició mi cabello. Se levantó un poco para separarnos del contacto carnal y me levantó de suelo con cuidado, pasando sus brazos por debajo de mis rodillas y espalda para depositarme en la cama. Estaba comenzando a sentir el semen de Hidan salir de mi interior y él se acercó a besarme en los labios. Imaginé que le debía estar pasando por lo mismo en esos momentos.

 

- Traeré a Kakuzu para que te cure – Me arropó con una sábana que había debajo de mi almohada y salió de lo que ahora consideraba como mi habitación.

 

Kakuzu era mucho menos atractivo que Hidan, pero no por eso menos poderoso. Hidan resultaba parecer inocente y escandaloso a simple vista, mientras que su compañero irradiaba desconfianza y concentración. Eran opuestos y me pregunté que si todos los grupos dentro de Akatsuki eran así, ¿cómo sería entonces mi pareja, Kisame? Kakuzu comenzó a trabajar de inmediato en mi herida, trató la piel dañada y la untó con cualquier cantidad de sustancias para finalizar cosiéndola con un material que le salía del brazo. En condiciones normales hubiese pensado que aquello era poco más que asqueroso, pero ya sabía que mi vida no era normal, y de nuevo comenzaba a sentir ése vacío por dentro. Giré el rostro para interrumpirme de la visión del trabajo de Kakuzu, encontrándome con la mirada que llamaba a una sonrisa sincera de Hidan. Eso me calmó, porque sentía que era importante para alguien de una forma buena. Y es que sé que ahora soy el centro de Sasuke, pero un punto que el odiará, maldecirá y que querrá asesinar con sus propias manos. Observé detenidamente a Hidan sin mover un solo músculo de la cara: ya estaba olvidando cómo sonreír.

 

- Bueno… - Habla Kakuzu terminando con lo que estaba haciéndome – Te advierto algo: Puedes follarte a esta prostituta tantas veces como te dé la gana. Pero cuando yo quiera hacerlo, tendrá que estar allí, esperándome.

 

- ¡Oye, maldito Kakuzu! – Hidan no tardó en protestar con los ojos en blanco - ¡Deja de estar haciéndome quedar mal frente a los demás, ¿oíste? ¡Mierda! ¿Y quién te dijo que fue él el que me…

 

- Está bien – Dije aceptando el trato.

 

- ¡Oie, Itachi! ¡No hagas tratos con Kakuzu sobre mí! ¡No soy un juguete! – Se quejó Hidan.

 

- Eres un juguete sexual, perra – Me miró haciendo caso omiso a los demás reproches de Hidan – Y tú, Uchiha, puedes hacer lo que quieras con tu brazo, no corres riesgo de nada.

 

Acto seguido, Kakuzu se retiró sin mucho menester, seguido por una variada sarta de insultos por parte de Hidan, quien antes de salir se despidió de mí guiñándome el ojo, sonriendo, sin sospechar que era una de las últimas sonrisas de bondad que vería. Desde mi cama, ubicada en frente de un balcón por el que entraba un gélido viento lleno de melancólicas sensaciones, observé el cielo opacarse. ¿Estará anocheciendo… O se acerca una tormenta? No. La tormenta lleva mucho tiempo aquí.

 

- Nii-san

 

- ¿Sasuke?

 

- Nii-san… He venido.

 

- Sasuke… ¿Qué haces aquí?, ¿cómo llegaste?... Es muy peligroso.

 

Mi pequeño Sasuke estaba sentado sobre mi pecho. Cada uno de sus pequeños y blancos pies estaban a los lados de mi rostro. Quería tomarlo entre mis brazos y sacarlo de allí, pero mi cuerpo no podía moverse. Me hice presa del pánico en cuestión de fracciones de segundo.

 

- Itachi, te he odiado… Te he maldecido… Y ahora…

 

El rostro de Sasuke se tornó sombrío y levantó una espada. La observé con horror… Era la katana con la que había asesinado a nuestros padres.

 

- He venido a matarte.

 

Sus ojos mostraban mi propio sharingan.

 

- ¡No, Sasuke!, ¡aún no estás listo!, ¡tienes que obtener tu propio poder antes de matarme!, ¡Sasukeee!

 

Detrás de él, estaba Madara. Él había envenenado la mente de Sasuke para usarlo a él en sus malditos planes. A él si podía atacarlo. Mi cuerpo reaccionó para lanzarle un kunai que tenía junto a mi cabeza, pero fallé, el arma topó con algo al fondo, pero no hizo un sonido metálico… era diferente. La katana se acercaba a mi rostro...

 

Un ruido seco. Una caída.

 

- Auch!

 

Abrí los ojos y mi pecho salto de la cama. Una brusca sequedad en la boca y alguien en el suelo de mi habitación fueron los residuos abandonados de mi pesadilla.

 

- Hey, Itachi, tranquilo, sólo venía por agua… Agua… Por si no lo has notado necesito mucha agua para vivir,

 

Kisame. Y junto a él, mi almohada. Eso era lo que había arrojado en mis sueños en forma de kunai.

 

- Los esperpentos que nos sirven no entienden que quiero agua – Eso respondió a la pregunta inmediata que me había formulado pero que no había comunicado, imposibilitado por los jadeos que la reciente tensión me había producido.

 

Kisame seguía mirándome vigilante por alguna otra cosa que pudiera lanzarle más peligrosa que una almohada, y viéndome fijamente tomó una jarra, vertió el líquido en un vaso y lo apuró todo a su boca de un solo trago.

 

- Tranquilo, en serio. ¿Acaso crees que alguien intentaría asesinarte? – Sólo lo miré con la misma expresión de poca paciencia – Ok… Yo sí aprecio mi vida, así que me voy.

 

Saltó por el balcón hacia algún lugar. Me dormí con el único pensamiento que desde hace tanto tiempo me ayudaba a conciliar el sueño. Sasuke… en Konoha.

 

Una sombra recorre de un lado a otro el lugar para detenerse junto a mí. Abro los ojos y veo el sol por el balcón aún con una parte oculta entre los edificios y algunos letreros sin nada escrito. Sé que está amaneciendo porque coloqué la cama justo hacia el este, para despertarme con el alba y alejar la noche lo más rápido posible, huyendo lo más que pueda de mis pesadillas. Veo a Pein junto a Kisame y Zetsu.

 

- Buenos días, Itachi. Tienes una misión.

 

- Traigo noticias de Konoha, Itachi. Tu hermano menor ya regresó a casa con buena salud.

 

Así comenzarían muchos de los días posteriores a ése, pero las noticias sobre Sasuke se harían más escasas, en primer lugar porque a Zetsu se le encargaban misiones más importantes para Pein y el clan, y en segundo porque Konoha estaba muy bien vigilada y corría un gran riesgo de ser descubierto. Paralelo a esto, nacería una extraña confianza entre Kisame y yo. Él no tardó en comprender que yo sería quien haría los planes, el pensante, y yo supe que, aunque su compañía no me era esencial, no resultaba del todo desagradable. Algunas veces al regresar, me encontraría con Hidan esperándome, pasaría muchos ratos con él que disfrutaría. Pero en otras ocasiones, él también estaría afuera, de misión, y en su lugar sería Pein quien me esperara.

 

Desde mi segundo encuentro con Pein, él se mostró disgustado con la relación entre Hidan y yo. Me sujetaba con fuerza, entraba en mí sin paciencia, y me susurraba cosas al oído.

 

- Él no tiene derecho a tomarte.

 

- Aaagh…

 

- Tú eres sólo mío.

 

- Aaahh… Aaahhhh…

 

- Escúchate… Tus gemidos lo admiten.

 

- Aah…

 

Y a medida que mis encuentros con Hidan crecían en número, también lo hacía la agresividad con la que Pein me trataba en los nuestros, llegando a dejar varias marcas que Hidan pudo distinguir.

 

- Siempre es así. Pein acosa sexualmente a los nuevos miembros del clan. Es su único defecto.

 

Maldije un millón de veces a Madara por haberme mandado justamente aquí.

 

Las cosas siguieron así durante algunos meses. Pein se estaba alejando de mí, no por la presencia de un nuevo miembro, sino por aluna razón desconocida. Cuando le pregunté a Hidan por aquello, me respondió en su tono burlón y sorprendido "¿En verdad me habías creído lo del nuevo miembro?". Tuvo que ir a que Kakuzu le uniera de nuevo todas las extremidades.

 

Un día, mientras regresábamos de la misión, Kisame decidió desviarse del camino.

 

- ¿A dónde vas?

 

- Vamos. Sé que quieres regresar con Hidan, pero tenemos que celebrar.

 

- ¿Celebrar qué?

 

- Que hoy cumples un año en Akatsuki, por supuesto.

 

- No seas ridículo. Búscate una mejor excusa para embriagarte.

 

- Es verdad, Itachi-san. Y me ha costado mucho trabajo pensar en un regalo especial para ti.

 

Después de haber insistido por un largo rato, acepté, con la condición de no tardarnos demasiado.

 

- Jajaja, Itachi-san. Ya verás que serás tú el que decidirá cuándo regresar.

 

Su gran y peligrosa sonrisa nos condujo hasta una pequeña casa pintada de rosa. Entramos como si nada y descubrimos que era un bar. Kisame me llevó hacia unas escaleras que bajaban una gran distancia, era un camino hacia el burdel.

 

- Bien, Itachi-san, este es su regalo – Me tomó de los hombros y mostró el esplendor de sus puntiagudos dientes más cerca de mi rostro de lo que hubiera deseado – Creí que querrías estar con una chica alguna vez en tu vida. Digo, si es que te gustan las chicas. Si no, podremos ir a otro lugar. El punto es, experimentar algo diferente.

 

Si creí haber olvidado la mayoría de las facciones de mi rostro, en ese momento me di cuenta de que el asombro por vergüenza no sufrió esa suerte. Creí que los ojos iban a salirse de sus órbitas y tuve la impresión de que la abrí tanto la boca que la mandíbula me había llegado al suelo. ¿Cómo demonios sabía Kisame que nunca había estado con una chica?

 

- Puedes elegir entre las que están bailando en la barra o en las jaulas o en los tubos, las que están paradas en la entrada, o las que están en las habitaciones con las puertas abiertas. Las de puertas cerradas obviamente están ocupadas, y tú debes cerrar también cuando entres.

 

Mi expresión no cambió mientras aprendía esas cosas que eran lo último que se me ocurriría que existiera.

 

- Anda, Itachi-san, elije a la que quieras y búscame en la barra de bebidas. Allí hablaré con el dueño y pagaré todo por ti. Búscame cuando termines.

 

Kisame se retiró tomando a una de las chicas bruscamente y sentándola en sus piernas mientras ordenaba un trago. Se trataba de una pelirroja de cabellos rizados, y piel ligeramente bronceada que parecía conocerle. No tardó en manosear a Kisame y decidí que era mejor salir en mi propia búsqueda.

 

Miré a las chicas bailar. Muchas eran hermosas, otras parecían enfermas, Sus movimientos eran muy eróticos, pero eso no bastaba para estimularme. Lo mismo opiné de las chicas de la entrada. Recorrí el corredor con habitaciones de ambos lados. De algunas salían escandalosas risas, de otras gruñidos y gemidos. Las muchachas me invitaban a entrar a sus cuartos, y hasta había considerado a una rubia de cabello corto y ojos lila, pero preferí seguir buscando. Creí que no iba a encontrar nada cuando vi a una chica de ojos blancos, ciega, ser arrastrada dentro de su habitación por un hombre pequeño de estatura y velludo, di una vuelta para irme, pero escuché un golpe, una bofetada de una de las habitaciones y un quejido de la voz de una niña. La puerta de la habitación de donde provenía estaba cerrada.

 

- ¡Abre la boca!

 

Antes de que pudiera formarme una imagen mental de lo que podría haber estado pasando, abrí la puerta, haciendo caso omiso a lo que dijo Kisame. Lo que vi adentro me dejó sin alma.

 

- ¿Sasuke…?

 

- ¡Hey! ¡¿Quién eres? ¡Sal de aquí, la puerta estaba cerra…!

 

No terminó de hablar. Mi katana le había atravesado la garganta, y empujé el arma para que el gordo de piel morena, desnudo, cayera del otro lado de la habitación. Giré a ver a la criatura de unos 11 años acostada sobre la cama, llorando. No era Sasuke, pero sí la conocía. Y no era la primera vez que la confundía con mi hermano…

 

Fue una de mis primera misiones con Kisame: destruir La Villa de la Alga Roja, y eso incluía asesinar a todos sus habitantes. Madara, a quien había visto poco después de que Pein me asignara la misión, lo describió como "Ahhh… Te sentirás como en casa".

 

Le dejé casi todo el trabajo a Kisame, él disfrutaba mucho más que yo de matar gente, y ya había descubierto que usar mi genjutsu por mucho tiempo era peligroso, así que era mi obligación encargarme de los monarcas de la villa. El gobernante no era un kage como en las aldeas que conocía, sino un rey que prefería ese cargo por ser más pacífico. Era un sujeto que amaba la paz, y Pein no la necesitaba para sus planes. A causa de la paz de la región, las fuerzas de protección eran débiles en demasía, y los maté a todos los que estaban en el palacio real. El rey, su reina y la más pequeña de las princesas fueron los últimos que quedaban con vida. El gobernante se lanzó hacia a mí para descartarme, pero mi katana le atravesó la cabeza. La reina protegía a su hija con su cuerpo, su nerviosismo la llevó a suplicarme por la vida de su hija, pero no la escuché y mi katana entró a su cabeza abriéndose paso por la boca y la nariz. Volteé a ver a la última víctima, su hija.

 

La pequeña estaba cubierta por la capa roja de su padre, temblando recostándose del suelo y la pared. Pude haberla matado sin necesidad de verla o de quitarle aquella tela de encima. Pero pensé que una vez que hubiese visto a sus padres con las cabezas rotas y ensangrentadas, en el frío suelo de su pacífico país oliendo a muerte, ella creería que lo mejor era unírseles en el más allá. Siempre tuve esa idea desde que vi la muerte de mi familia. Arrojé la capa atrás y las piernas me temblaron. Me creía la víctima de mis propio Magenkyou Sharingan.

 

- Sasuke…

 

Ése cabello negro que reflejaba azul a la luz, esa piel blanca como la luz de las estrellas contrastándose con la noche, sus ojos oscuros e inocentes. Su nariz, sus pálidos piececitos… Justo como recordaba a mi hermano menor. Su rostro asustado como la última vez que lo vi. Lo único diferente a simple vista eran algunos mechones de cabello más largos atrás de su nuca. Por primera vez en tanto tiempo tenía miedo y en algún momento que aún no logro definir, mis ojos abandonaron el carmesí.

 

Caí al suelo completamente espantado, y trataba torpemente de que mis piernas me empujaran atrás. Me giré para quedar de rodillas y permitirme alzar un poco. Era Sasuke, sí. ¿Tendré alguna forma de corregir la tragedia de mi vida?, ¿podría tomarlo entre mis brazos y tratar de convencerlo de que los "te amo" que le dije aquella noche eran reales y no trazas de locura?

 

- Ughm…

 

Un gemido de miedo… Con voz de niña. No era Sasuke. Había un cuerpo de niña, un vestido blanco y una tiara. Sus dientes eran más separados que los de mi hermano, y su nariz más pequeña… Aún así…

 

Sólo me di la vuelta y me fui. Quizá eso también había sido planeado por Madara.

 

Y de vuelta a la actualidad, me encuentro con ella de nuevo.

 

Me reconoció de inmediato. Su rostro palideció y las lágrimas salían con más fuerza. Me desplomé por dentro al notar lo demacrada que estaba, sus ojos derribados por unas profundas y oscuras ojeras, su cabello sucio, su piel con diversos tipos de marcas como rasguños y moretones, sus zonas íntimas sangrando. Era ver muerto a mi Sasuke. ¿En qué clase de mundo enfermo los niños sufren de esa manera? Sasuke… ¿cómo estarás ahora, Sasuke?

 

Kisame entró a la habitación siguiendo a un hombre un poco desagradable y una de las prostitutas del local.

 

- Oh, por Dios… - Se le oyó decir al hombre.

 

- Ohh… Bueno, diga a quien pregunte que fui yo. Improvise que me debía dinero o algo así.

 

- S-seguro, señor Kisame.

 

- Vámonos, Itachi. Creo que este no es tu sitio.

 

Kisame me sacó del lugar. Me dijo que la prostituta de la habitación de en frente de la princesa me vio asesinar al sujeto y fue corriendo silenciosamente a avisarle al dueño. Yo no había sentido a nadie en los corredores, y eso quiere decir que estaba totalmente concentrado en la pequeña. Kisame me dio a entender eso, y también que mi semblante revelaba temor o preocupación. Pude haber discutido y terminado el tema, pero seguía pensando en Sasuke, y de todos modos, Kisame decidió callar. Más tarde, retomaríamos la charla a la luz de una fogata.

 

- Itachi-san… - Ni yo respondí, ni él continuó la pregunta por un largo tiempo.

 

La luz de las llamas entre las rocas dibujaba figuras amorfas en las copas de los árboles, y sombras arrastradas que se desvanecían en la negrura.

 

- Esa niña… - Estaba a punto de soltar una gran confidencia. La iba a guardar para siempre, pero el resto salió sólo de mi garganta, impulsada por un sentimiento desconocido, una emoción que invitaba el pesar. Kisame creyó entender el resto y estaba próximo a extenderse con explicaciones.

 

- Ah, sí… Es una lástima para algunos, pero muchos de los niños y niñas que quedan solos por la muerte de sus familias o son abandonados son encontrados por gente que los vende a esa clase de lugares para atender a las necesidades de los pervertidos.

 

- … Es igual a mi hermano menor… - Dije con un quiebre de voz.

 

Kisame me miró directamente a los ojos, perdidos en el fuego de la fogata. Bajo la mirada, probablemente sin entender lo que estaba sintiendo, y no lo digo por querer parecer único, sino porque dudo que Kisame haya tenido un hermano menor.

 

- ¡Sasuke!

 

Las lágrimas que tanto había guardado durante toda mi vida parecían querer salir todas al mismo tiempo. Voces en mi cabeza querían romperla con mazos, mis ojos querían ser consumidos. Sentía frío, miedo. Mis manos se aferraron a mis hombros, y mi cuello parecía no tener fuerzas para sostener mi cabeza en alto.

 

- ¡Sasu…!

 

Los gigantes brazos de Kisame me rodearon. Por un momento pensé que me iba a matar, que era el fin. Pero no… Era un abrazo, uno de cuidado y protección. Sentí calor debajo de la piel azul, y las lágrimas que se habían detenido repentinamente, estaban de nuevo saliendo con libertad. Mis manos pasaron de mis hombros a enrollarse detrás de su cuello, permitido esto debido a que él se encontraba de rodillas y yo sentado en un tronco, y mi pecho saltaba con los sollozos.

 

Permanecimos así por un tiempo. Kisame desdobló un saco de dormir espacioso y me invitó a dormir con él. No acepté, pero él me haló y no me resistí. Nos deshicimos de la ropa y quedamos sólo con las prendas más íntimas. Quise cerrar los ojos y dormir, pero las lágrimas no me dejaban. Me puse de medio lado, haciendo que mi rostro quedase frente al de Kisame, sorprendiéndome, de algún modo.

 

- Está bien si no puedes dormir. Yo tampoco tengo mucho sueño que digamos.

 

- Hum – Me limité a girar las pupilas contra el suelo.

 

- Hablemos de algo, entonces. ¿Hay algún tema que te inquiete?

 

- … ¿Vas mucho a ése sitio? – Las palabras no querían salir de mi boca y las pronuncié lenta y pausadamente.

 

- No mucho. Cada vez que puedo entre misiones a algún lugar cercano. Aunque mi prostíbulo favorito es el de la Aldea Oculta de la Arena. Vaya… ¡Qué mujeres!

 

- No lo había notado hasta ahora, pero creo que tomaste demasiado.

 

Kisame había tomado una jarra de licor al entrar a aquella "maravilla" de establecimiento, y había bebido sin parar en el corto tiempo que estuvo allí, pero además se trajo varias botellas diferentes que iba sorbiendo durante el trayecto.

 

- No, no, Itachi-san, ¡estoy perfectamente! – "Hasta podría embriagarme con su aliento", pensé - Pero, Itachi-san… tomando en cuenta lo que pasó… ya no querrás estar con una mujer jamás, ¿verdad?

 

- Posiblemente no – Respondí abiertamente y sin temor, confiando en que al pasársele su borrachera lo olvidaría todo.

 

- Psss, es mi culpa que ahora pienses así. Yo prefiero a las mujeres en gran medida que los hombres, Itachi-san, pero puedo hacer algo para compensar mi metida de pata de hoy…

 

La sonrisa que Kisame me brindó, con sus ojos semi cerrados, sus dientes asomando los filos, y el sonrojo que el licor provocó en casi todo su rostro, me erizaron la piel, pero me empujó para que quedara acostado boca arriba. Se apoyó en sus codos y rodillas flexionados a ambos lados de mí, dejándome debajo de él, rezando porque no fuera a pasar lo que me temía. Corría un riesgo muy alto de matarlo si usaba el Magenkyou Sharingan para defenderme, y pelear usando sólo taijustsu sería una tontería.

 

- Itachi-san te ves muy bien…

 

- Ki-Kisame… ¿Qué cre- ¡Ahh…!

 

Mis dos manos viajaron lo más rápido que pudieron a tapar mi boca. Kisame masajeaba mi entrepierna, tomándome no por sorpresa, sino desprevenido.

 

- No te avergüences, Itachi, de seguro gimes bien.

 

- Detente ahora mis… mo – Comenzaba a desprenderme de mis bóxers.

 

- No, Itachi-san. Cometí un error y quiero arreglarlo. Abra más las piernas, por favor.

 

Estaba seguro de que mis ojos estaban en blanco. Por un momento dejé de huir al no poder formarme una opinión al respecto de lo que estaba sucediendo. Mi ropa interior terminó de salir de mis piernas y Kisame los tomó con fuerza y se los llevó al rostro para olerlos sin discreción. Las gotas de sudor no tardaron en resbalar por mi frente, recuerdo haberlas comenzado a sentir cuando Kisame ya había hecho volar mis prendas junto a las otras y se había apresurado a besarme. Volvió a masturbarme y jugó ansiosamente dentro de mi boca, mas prefería dejar mi lengua donde pertenece cuando recordé que Kisame también tenía dientes…

 

- Itachi, sé no estás acostumbrado a… bueno… "recibir"…

 

- ¿Qué…?

 

- ¡No!, No hable, siendo pareja de Hidan, lo más seguro es que seas tú el dominante en la cama - Me quedé con menos palabras aún por la percepción que tenían los demás acerca de mi relación con Hidan – Por eso espero que entiendas que yo tampoco tengo un trasero muy flexible…

 

- Kisame, escúchame, estás muy ebrio, lo mejor es que te acuest-

 

Kisame se levantó para llegar a mi entrepierna. Intenté alejarme, pero me sostuvo firmemente por los muslos. Cuando volteé a verlo, contemplé su rostro felizmente observando mi pene erecto cerca de su boca.

 

- Kisame… estás perdonado, ¡no tienes qu- … aahhh…

 

Lamió mi punta antes de llevarse toda la parte superior a la boca. Lo estaba chupando y humedeciendo con su saliva. Inevitablemente me dejaba llevar cerrando los ojos y gimiendo. Buscaba en mi mente, con la desesperación de un hambriento al que le ponen en frente comida para perros, el nombre de algún Dios al cual pedirle que por lo más sagrado que exista, que a él no se le ocurriera cerrar la boca. Me hizo recordar a Hidan cuando toqué con mi bálano la entrada de su garganta. En ocasiones daba chupetones a mis testículos que me subían la temperatura. Kisame estaba haciendo un muy buen trabajo, el interior de su boca, caliente y húmeda, era por completo diferente a los brazos escamosos que sujetaban, ya sin necesidad, mis piernas.

 

- "Así debe ser todo su cuerpo…"

 

Pensé. Revolví su áspero cabello con la mano derecha y me vi rozando mis propios pezones con la izquierda. Ya no me importaba lo que sucedía en realidad. Estaba entregado a Kisame.

 

- ¡Sí, Kisame!, ¡más!, ¡máaas!

 

En tono bajo le suplicaba. Aunque no me escuchaba a mí mismo, estaba seguro de que mi voz estaba ronca, ya que tanto jadear me había resecado la garganta. Kisame había vuelto a la masturbación de miembro para pasar a lamer mi entrada. Poco más tarde, volvería a llevarse mi pene a la boca y dos de sus dedos me habrían penetrado. Luego volvió a lubricar mi entrada. "Todo su cuerpo…". Abrí los ojos reaccionando por fin ante lo que yo mismo había sugerido. Tarde, al parecer, ya que Kisame había levantado mi zona pélvica para ubicar mi entrada a la altura de su miembro. Él mismo sería quien aclararía mis sospechas.

 

- A las chicas de la Aldea Oculta de la Arena les gusta mucho mi pene. ¡Je! Dicen que las escamas les hacen cosquillas.

 

Se tomó toda esa frase para meterse completamente en mí. Lo hizo con una velocidad que me gustó. Volvió a tocar mi pene, haciéndome soltar un largo suspiro, esparciéndome en el placer. Al menos hasta la sensación que tuve cuando él comenzó a salir de mí para una nueva embestida. El movimiento contrario a la posición de las escamas las levantaba, sintiéndose como pequeños trozos de cartulina perpendiculares a mi piel.

 

- ¡Argh! ¡¿Pero qu-¿!

 

- Ssshhh… Tranquilo, Itachi-san… Tranquilo… Sé lo que pasa. Es lo que a las chicas les agrada… Dicen que se siente como si fuera un consolador, de esos con bolitas a lo largo. No sabría decirlo, dime tú, quizá alguna vez te hayan metido uno de esos… o tú mismo.

 

- Magenkyou Sha-

 

- ¡No, Itachi-san! – Me tapó la boca y los ojos para evitar que lo matara. Mis intenciones de hacerlo eran evidentes, ya había mandado a Madara y Pein a la mismísima mierda. Me cargaría a Kisame y que se jodiera lo demás - ¡Itachi-san, relájate! Si te contraes mucho corres el riesgo de que mis escamas se te incrusten o te corten por dentro – Logré quitarme la mano que cubría mi boca.

 

- ¿Qué… dices? – Me quitó la mano de los ojos y con ambas me hacía señales para que me tranquilizara. Aunque era él quien estaba nervioso, ya que mi Sharingan estaba activado.

 

- Pues… Ya ves… este, no. Ya sientes que tengo escamas en mi pene. Si me presionas mucho cuando esté saliendo de ti, se pueden enterrar en su piel y podría romperte, Itachi-san.

 

- ¡¿Y entonces cómo vamos a-

 

- Relájate, Itachi, ya te lo he dicho. Intenta abrirte lo más que puedas, así te apretarás menos y no te lastimaría.

 

Tomé todo el aire que podía contener en mis pulmones e intenté relajarme, aún con las ganas de matar a Kisame por el lío en que nos había metido su maldita borrachera. Me concentré en el brillo de las estrellas y el frío de la noche para tranquilizarme. En alguna parte de mi cabeza, pensaba en usar los recuerdos de Sasuke para llamar a la calma, pero lo evité por el simple temor de que Kisame, por mala suerte, conociera lo que realmente siento, y también para alejar la memoria de aquella niña, que desde algún punto de vista, fue por quien terminé en esta situación.

 

- Hazlo – Le ordené a Kisame, ya sin el Sharingan activado.

 

- Claro que sí… Nada más de verte así me han dado muchas ganas de darte duro, Itach-

 

- ¡Pues te las aguantas! – Le grité - Sé… cuidadoso… – Le dije molesto en un tono bajo de voz.

 

- Jojojo, Itachi-san… ¡Pareces una chica! – Gritó sonriendo y mordiéndose los labios inferiores. Me di cuenta de que sus escamas le protegían para no lastimarse a sí mismo – Espera – Acercó su mano y me desató el cabello de la goma con la que siempre los ato – Ahora sí. Imaginaré que eres una chica delicada a la que tengo que tratar bien, Itachi-san.

 

Invoqué todas las auras relajantes del mundo para no perder la cabeza por las babosadas que el alcohol obligaba a Kisame a decir. Completó la embestida que había interrumpido hace rato y siguió con otras muchas más. Las ganas de un orgasmo comenzaban a regresar, las sensaciones que esas escamas producían eran similares a cuando ensanchaban mi entrada con los dedos. Era como sentir decenas de minúsculos dedos rozando dentro de mí. El líquido pre seminal de Kisame le permitió ir a mayor velocidad sin riesgo de lastimarme. Mi cuerpo se movía con los golpes propinados por cada una de las embestidas, la mano que masturbaba una vez más mi miembro se perdía del control, el calor que desprendían nuestros cuerpos hacía aparecer el sudor. Era casi imposible no tensarse en esas circunstancias, si lo que estaba dentro de mí me hacía temblar, me daba punzadas, me hacía ansiar más.

 

- ¡Más!, urrrgh, ¡más, Kisame!, aaahhg…

 

Kisame esperó a que comenzara a eyacular para volver a estar lo más adentro de mí que podía para que mi cuerpo le otorgara también las mismas sensaciones. Al acabar dentro de mí, su semen le ayudó a que saliera de mi interior sin dañarme.

 

- ¡Ohhhh, nena, eso fue genial!

 

Se acostó sobre mí e hizo en mi pecho lo que más temía que hiciera durante toda la sesión… me mordió. La luna en el cielo pareció haber temblado al escuchar mi grito.

 

- Jashin… ¡¿Qué tú qué?

 

Al regresar, Kisame le explicó lo sucedido a Hidan. En efecto, no recordaba nada y tuve que encontrar una manera de contarle lo ocurrido. El diálogo de aquella mañana no era una de las cosas que tenía para sentirme orgulloso, quizá por eso lo recordé tan claramente. Fue Kisame el que había despertado primero.

 

- Mmm… ¡¿Itachi?

 

- … - Me levanté de mal humor por el grito.

 

- ¡¿Qué haces durmiendo conmigo?

 

- Kisame…

 

- ¡Y estás desnudo!

 

- Kisame…

 

- ¡¿Y por qué yo también estoy desnudo?

 

- ¡Kisame!

 

- ¿Y qué es ésa marca sangrante en tu pecho?

 

- ¡Kisame!…

 

- ¿Y por qué me siento tan húmedo?, ¿Y por qué te sale un líquido blanco del trasero?

 

- ¡La puta madre tú y tu maldito alcohol, Kisame!

 

Hidan, mientras tanto, se encontraba inmerso en un papel de doctor. Si había algo en mi cuerpo que no fuera a sanar pronto, se convertiría en un inmortal caníbal.

 

- ¿Pero estás bien, Itachi? – Me revisaba por todos lados.

 

- No le hice daño, lo juro, Hidan…

 

- ¡Ah! – Hidan me señaló asustado cuando logró sacarme la capa y la camisa de malla - ¡Una mordida! – Una gran marca que me cubría la mitad del ancho de mi pecho y que era la copia al carbón de la filosa dentadura de Kisame era el foco de Hidan.

 

- F-fue un accidente, Hidan-chan, e-en serio…

 

- ¡Traeré inmediatamente a Kakuzu para que te cure esa cosa, Itachi! ¡Y en cuanto a ti, mi querido amigo azul… - Kisame pareció haber temblado por un momento. No de miedo a Hidan, sino de los problemas que había causado - ¡Ni un dedo cerca de MI Itachi!

 

- O…kei…

 

- ¡Aaagh! – Me tapé la boca inmediatamente. El grito había sido muy obvio y ambos se habían dado cuenta de que salió justo al sentarme tranquilamente sobre mi cama.

 

- ¡Aaaaahhhh! – Gritó histérico Hidan - ¡¿Ves lo que hiciste, bicho oceánico? ¡Le estará doliendo el trasero por días y no dejará que me lo…

 

- ¡Hidan! – Aún recordaba lo que Kisame, y probablemente el resto de Akatsuki creía acerca de mi dominancia sobre Hidan. Algo me decía que era mejor que creyeran eso – Trae pronto a Kakuzu.

 

- Sí, Itachi – Miró una última vez a Kisame y le sacó la lengua, bufándose de él, molesto.

 

Kisame se acercó a mí y se sentó a mi lado en la cama.

 

- En verdad, discúlpame por esto, Itachi. Fue culpa del maldito alcohol y-

 

- Ya, Kisame, te he estado perdonando durante todo el camino de regreso.

 

- Lo sé, pero dime si-

 

Kisame no pudo terminar de hablar. Yo cacé sus labios, y unos momentos más tardes, su lengua en el interior de su boca. Cerré los ojos y tomé su rostro entre mis manos. La locura quizá me habría invadido, puesto que no tenía el menor temor de que mi amigo al que "le gustan las mujeres" cerrara la boca de repente al haber sido un hombre quien lo besase. Cuando me separé de él, noté el sonrojo en sus mejillas.

 

- Iré a darme un baño – Le susurré por lo bajo al oído - ¡Aah! – Lancé al levantarme de nuevo de la cama, seguido de un segundo gemido, esta vez sensual – Aaahhh… - Le sonreí pícaramente viendo salir algo de sangre de su nariz y entré al baño.

 

No tengo idea de por qué hice eso último con Kisame. Quizá para que dejara de pedir disculpas, o tal vez un mero capricho. Pero fue la manera en que sellamos nuestra relación carnal.

 

Más tiempo en Akatsuki me llevaría a desarrollar el control sobre mis ojos. Pein, y a veces Madara, controlaban mi entrenamiento. Mi genjutsu se había vuelto perfecto, y mis demás técnicas mortales. Con los reportes habituales de Zetsu sobre Sasuke, encontraba alientos de cordura en mi desequilibrada vida. Hidan y yo seguíamos con nuestras andanzas. El número de misiones se incrementaría, y con ello, la fama de Akatsuki y sus integrantes. Captaríamos la atención de las aldeas, las naciones, pero estábamos desprevenidos para captar las intenciones de uno de nosotros. Un Akatsuki que buscaba algo diferente a los objetivos del clan. Algo que yo podría darle.

Notas finales:

Revs T.T


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