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Mi biografía sexual por Sadistic_Beauty

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Notas del capitulo:

Naruto no me pertenece sino a Masashi Kishimoto

Despierto con los rayos del sol. Esta vez, ya es tarde, porque mi cama ahora estaba en dirección oeste. Anoche, Hidan y yo la cambiamos de posición para que los rayos del sol no chocaran contra nosotros tan temprano, como buscando una manera de prolongar la noche… Nuestra noche. Desperté abrazado a él, recordando cómo había comenzado todo ayer.

 

- Hidan… - Le decía entre besos – Ayer me quedé sólo con tus dedos…

 

- Mmm… - Me lamió los labios – De todos modos, hay que… "limpiarte" de nuevo, Itachi.

 

Después de eso, todo lo estuvimos haciendo hasta que no aguantamos más, a pesar de que estábamos muy cansados por todo lo que había ocurrido con Pein, durante la misión, y también con lo de Orochimaru, pero yo lo necesitaba, quería llenarme de Hidan. Quería ser marcado por una persona que quisiera de verdad.

 

Observé el despertar de Hidan y sonrió al verme.

 

- Siento que anoche ejercité todos los músculos de mi cuerpo…

 

- Buenos días para ti también, Hidan.

 

- Y vaya vista la que me gasto – Comentó viéndome de arriba abajo por debajo de las sábanas que nos cubrían.

 

Alcancé a besarlo. No tenía idea sobre lo mucho que Hidan había pasado a significar para mí, y yo me sentía correspondido con él.

 

- Itachi – Esa era la voz de uno de los Pein – Tienes una misión.

 

En seguida se retiró. No le di mucha importancia a eso, pero Hidan sí. Sabía que tenía que ir con Pein a conocer los detalles de la misión. Así que se ocupó de dejarme marcas en todo el cuerpo.

 

- Hidan, ya…

 

- No. No es suficiente… Itachi, yo no quiero que ese desubicado te…

 

- Hidan. Yo te amo a ti.

 

Mis manos descansaron sobre su rostro. Sellé mis palabras y nuestros labios con un beso. Aunque sé la gravedad de las palabras que pronuncié, me sentí a gusto con ello, y Hidan no quería deshacerlo, así que entre cada contacto de nuestros labios, procurábamos tomar una cantidad suficiente de aire, hasta que la maldita conciencia despertó de nuevo.

 

- Ya… Ya es tarde. No quiero más problemas con el líder.

 

- Está bien, mi niño… Sólo me queda… Alzarle algunas plegarias a Jashin.

 

Sonreí, me vestí y salí. A juzgar por la mirada de Hidan, él había tenido un mal presentimiento. Pero pensándolo bien… ¿Qué podría salir mal? Había una infinidad de respuestas para esa pregunta, más en ese momento sólo un pensamiento ocupaba mi mente, y era el de poder estar más tiempo allí.

 

Llegué al salón donde nos reuníamos antes de cada misión. Pein estaba allí junto a Kisame y Sasori. Mi compañero se mostró sorprendido por mi llegada, en su mirada leía las ganas de preguntarme algo como "¿Estás bien? ¿No te duele mucho el culo?", mientras que el marionetista sólo volteó a verme para saber quién había llegado. Pein, por su parte, me veía con absoluta normalidad, pero ya me había acostumbrado a que me tratase con indiferencia delante de los demás.

 

- Llegas tarde, Itachi – Me dirigió el líder – Les adelanté a tus compañeros el propósito de la misión, el cual es, buscar el reemplazo de Orochimaru. Zetsu hizo una investigación y descubrió a un chico bastante peculiar. Sasori sabe cómo llegara a él en la Aldea Oculta de las Rocas. Es cuestión de ustedes convencerlo de que se nos una. Usen el método que quieran y háganlo rápido. No podemos darnos el lujo de perder tiempo, Akatsuki no debe mostrarse débil ante las bajas.

 

Sin muchas explicaciones más, nos retiramos en búsqueda del nuevo integrante. Para mí, era una misión fácil. Aunque tenía mis dudas acerca de cómo convencer a ese sujeto.

 

- ¡Ah, ya lo recordé! – Gritó Kisame y Sasori y yo volteamos a verlo en silencio – Yo sabía que la descripción de ese chico al que vamos a buscar se me hacía familiar. Oí hablar de él una vez. El fulano Deidara se dedicaba al terrorismo en su país. También era un gran artista reconocido en su pueblo. Y creo que le obsesiona esa idea del arte… Creo que él piensa que las cosas impresionantes son arte.

 

- Las cosas impresionantes… - Pensé y visualicé mi sharingan en el espacio – Entonces… podría mostrarle algo que le parezca la mejor obra de "arte" que haya visto en su vida.

 

Resultó bastante simple para mí terminar con la misión. Había dejado al chico bastante impresionado, tanto, que hasta Kisame se dio cuenta de que estuvo todo el camino de regreso sin perder una pista de mis movimientos. Pero yo no le presté atención, sólo quería regresar, volver con mi Hidan.

 

Una vez que estuvimos de nuevo en la guarida de Akatsuki, Pein nos recibió con los demás y familiarizó a Deidara con cada uno, igual que había pasado conmigo cuando era el nuevo de la organización. Pero Hidan no estaba. Kakuzu tampoco, y de nuevo recordé la sensación del mal presentimiento de Hidan. Busqué su chakra con mi sharingan, pero no estaba en la guarida. Fui a mi habitación a buscar alguna pista, pero no encontré nada que hiciera referencia a él. Sólo Pein sabría qué había pasado, y miles de ideas relacionadas con ese mal presentimiento vinieron a mi cabeza.

 

Corrí sin tener idea de dónde estaba Pein, de seguro estaba mostrándole el lugar a Deidara, así que debía buscarlo por todas partes. En una esquina tropecé de hombros con Konan.

 

- Oye, tranquilo… - Me reclamó.

 

- ¿Dónde está Pein? – Le pregunté con la poca cortesía que me caracterizaba y activando el sharingan.

 

- E-está en su apartamento… - Contestó temerosa de una muerte instantánea.

 

Corrí sin detenerme. Ascendí por las paredes de concreto y tuberías hasta entrar por la ventana de la habitación de Pein, pero lo que vi, fue uno de los más crudos flashback de mi vida.

 

Pein mantenía a Deidara de frente contra una pared, con las manos atadas sobre su pecho y las piernas lo más abiertas que el rubio se dejaba, mostrándose claramente porque su pantalón estaba caído junto a sus tobillos, y los sonidos que alcanzaba a emitir de sus labios era lo máximo que dos dedos de Pein en el interior de su boca le permitían. La otra mano del acosador sujetaba su propio miembro guiándola hacia la entrada del ojiazul, que no se guardaba las lágrimas. Pein iba a violarlo. Podía verlo en esos ojos satisfechos prematuramente, ya yo los conocía. Sin embargo, sintió mi presencia, y volteó a verme.

 

- Ah, Itachi… ¿Se te ofrece algo? – Lo que a mis oídos sonó como un "Vete. Ya te encontré un reemplazo".

 

No sé si era casualidad, pero al oír mi nombre, las facciones de Deidara cambiaron y se tensó por completo. Quizá lo que había dicho Kisame cuando veníamos de regreso era cierto: "Quizá te pasaste, Itachi. Creo que hasta lo traumaste, je".

 

- Deja a ese chico, Pein, necesito hablar contigo.

 

- ¿Ah? ¿Sólo hablar? ¿No puedes esperar más? Por si no lo has notado, estoy algo… ocupado… - atrapó entre sus labios la oreja de Deidara y éste cerró los ojos, temeroso.

 

Llegué hasta su lado y golpeé la pared con el puño, usando una fuerza suficiente para dejar la forma de mis dedos en la estructura. El rostro de Pein se tornó serio y me miró de mala gana, igual que yo.

 

- Deidara, vete.

 

Pein se separó soltando al rubio que no parecía creer que tuviese la suerte de estar en libertad. El chico subió sus pantalones y sin mirar atrás, salió saltando por la ventana. Por un instante, pensé en que yo nunca tuve la suerte de que alguien evitara ni una sola de las violaciones de las que había sido víctima, pero no era momento para eso. Necesitaba saber de Hidan.

 

- Entonces, chúpamela, Itachi – Ordenó molesto.

 

- Lo siento, necesito mi boca para hablarte – Le contesté con burla, molestándolo más.

 

Sin cuidado, me empujó de espaldas contra la pared de la cual antes aplastado el cuerpo de Deidara, y acercó su rostro al mío con la intención de darme un beso, pero se lo negué volteando la cara a la izquierda, aunque sabía de sobra que eso no lo detendría. Mordió mi cuello y me haló del cabello para obligarme a verle, entonces fue que me besó.

 

- ¿A estas alturas te vas a poner rebelde, Itachi? No me gustan los rebeldes...

 

"Mierda", pensé. Tenía que calmarme, no podía darme el lujo de buscar más problemas con Pein. Tenía que sacarle la información que estaba buscando a cualquier costo.

 

- ¿Ah, no? – Le dije sonriendo, intentando parecer pícaro. Me saqué los pantalones y los bóxers, y crucé las telas de la ropa por detrás del cuello de Pein para atraerlo hacia mí – Entonces… Te gustan las cosas fáciles, ¿verdad?

 

Cuando me separé de él, noté su sonrisa satisfecha. Si seguía así, obtendría el lugar donde estaba Hidan. Debía seguir haciendo mi trabajo y hacerlo bien. Seguí por quitarle la capa de Akatsuki, y descubrí su excitación fuera del pantalón. Ya había estado listo para violarse a Deidara.

 

- Entonces, querías buscarle un reemplazo a mi estrechez… esa que tantas veces has dicho que es "rica" – Como si me importara mucho, sólo tenía que excitarlo, dejarme hacer y preguntarle por Hidan. Lo masturbé.

 

- ¿Celoso, Itachi? – Lamió mi mejilla y algunos mechones de cabello que se le atravesaron.

 

No respondí. Él conocía perfectamente la respuesta, sabía por qué había ido hasta allá y qué tenía que preguntarle. Todo lo que estaba haciendo era parte de la pregunta, si no lo hacía, la pregunta estaría incompleta y no me contestaría. Sí, estoy celoso… Pero del maldito Deidara, porque sí tuvo a alguien que le salvara el culo. Y fue el mío, cabe destacar.

 

Lentamente crucé mis piernas alrededor de su cintura. Y él me apresó aún más contra la pared. Busqué sus labios, pero él alejó su rostro de mí con una sonrisa sádica. Quería que lo buscara con desesperación, que le necesitara, y ya comenzaba a separarme las nalgas y a rozarme su intimidad.

 

"Maldición… No necesito el maldito orgullo en este momento… Anda, Itachi, ¡Pídele!, ¡Ruégale que te folle!, ¡Y hazlo ya!" De pronto sentí los escalofríos que me producía una penetración. Mis músculos se tensaron y agradecía internamente que no tuviera la necesidad de suplicarle nada.

 

- Ya hace mucho tiempo que no necesitas lubricante.

 

- Sí. Imagino que mi interior ya debe tener la forma de tu polla.

 

La velocidad de las embestidas se incrementó, y supe que le estaba excitando más. Así todo terminaría pronto, era lo que yo quería. Se acercó a mi cuello, demandante, y dejé que le hiciera cuanto deseara. Luego busqué sus labios y comencé a gemir en su boca. Metía sus manos debajo de mi camisa y buscaba terminar de despertar mi miembro con la otra. Finalmente, se corrió en mi interior.

 

Su agitada respiración detrás de mi oreja me fastidiaba, y comencé a bajar mis piernas con cuidado. Pero me sujetó con fuerza para evitarlo.

 

- ¿A dónde… Crees que vas…?

 

- N?

 

- De nuevo – Esas palabras parecían haber quedado en el aire, pero eran una orden.

 

Elevó mis piernas hacia sus hombros, dejándome casi inmovilizado. Se masturbó uno cuantos segundos y volvió a penetrarme. La fuerza con que me empujaba a mí mismo hacia la pared resultaba dolorosa en esa posición, y también comenzaba a dolerme la zona pélvica. En pocos momentos, comenzaría a sentir hormigueos en las piernas. Pein pellizcaba uno de mis pezones por encima de la tela, y luego pasó la misma mano por debajo de ella para otro contacto entre nuestras pieles. Su otra mano tomaba rumbos más bajos. Creí que me masturbaría, ya que yo no había eyaculado antes, pero no.

 

Lo que la cabeza del líder estaba maquinando era penetrarme también con los dedos de esa mano.

 

- No… - Negué apartando sus dedos de mi entrada.

 

- Sí – Contestó llevándolos de nuevo allí.

 

- No voy a poder…

 

- Sólo te dolerá un poco… Además… Ya estás lubricado. Y en esta posición… - Me sostuvo las muñecas con la mano que se encargaba de mi pecho - … Tu culito está por completo a disposición de mis caprichos…

 

A continuación no haría mucho más que decir "no", gruñir casi gritando, y gemir de dolor. Ya las penetraciones en esas circunstancias me resultaban dolorosas, pero al añadir el dedo y su uña rompiéndome ocasionalmente por dentro y por fuera, haciéndome sangrar, era una tortura, pudiese haber rememorado los recuerdos vagos de la doble penetración que me dio Orochimaru, pero en mi mente sólo estaba la idea de buscar una manera de huir del líder. Mi cuerpo sudaba a chorros, ya no sentía las piernas, y sólo era consciente del dolor en mi trasero y en el aliento de Pein chocando contra mi rostro, mi cuello, o adentro de mi boca. Una lágrima recorrió mi mejilla izquierda cuando sentía un segundo dedo presionándome, pero por fortuna para mí, Pein no aguantó mucho rato más y tuvo su segundo orgasmo.

 

Poco a poco, Pein se fue separando de mí, permitiéndome resbalar despacio por la pared hasta quedar sentado en el suelo. Me sentía extraño ante aquello, pero hasta el frío del piso me parecía doloroso en la parte inferior de mi cuerpo. También sentía el semen resbalando en mi interior, y una irritación interna producido por las rupturas en mi piel, seguramente sangrando de los rasguños que, quizá no intencionalmente, me brindaba Pein.

 

- Aahhh… Itachi… - Me susurró agachándose hasta quedar a mi altura – Tú sí que sabes mover bien el culo…

 

- ¡¿Dónde está Hidan? – Le pregunte casi gritando al atraerlo hacia mí sujetándolo por la capa con fuerza. Dejando con eso algunos de mis últimos alientos.

 

- Ah, Hidan… No te preocupes por él. Lo mandé a una misión urgente, y regresará… - Se acercó a mi oreja para morderla – En algunos años… Creo - Algo parecido a la desesperación me envolvió.

 

- ¿Lo mandaste de misión por un tiempo indefinido? – Bajé la mirada, casi lloraba.

 

- Sí. Pero no te preocupes por Kakuzu. Tenemos suficientes fondos para estar bien durante ese tiempo – Me respondió en burla, restándole importancia a esa persona que tanto aprecio - Ahora podemos estar juntos sin que ese idiota nos moleste – Apreté los puños –… Todas… - Me besó la oreja –… Las veces… - Hizo lo mismo con mi mejilla -… Que quiera… – Sentí su lengua invadir mi boca. Abrí los ojos lo más que pude para evitar que al cerrarlos se me salieran las lágrimas. No podía dejarle verme llorar, no le daría ese placer - … Porque eres mío… No lo olvides.

 

Lamió mis labios para dejarme sentado en el suelo con más fluidos de los que debiera en mi entrepierna. Finalmente, cerré los ojos, intentando cerrar también el dolor en mi pecho.

 

Regresé a mi habitación casi arrastrando los pies. El dolor que sentí en el trasero se me hacía infernal. Tomé unas pastillas que calmaban el dolor y me acosté en la cama, a esperar a que el tiempo se me pasara rápidamente. Y mierda… Que la almohada aún tenía el olor a Hidan de esta mañana. Estaba decidido a seguir llorando pero tuve un invitado no esperado.

 

- Ehhhm, disculpa…

 

Me levanté aguantando el dolor aún presente en mi cuerpo para mirar al intruso a la cara, cambiando mi segura expresión de depresión por una de mal humor. Era Deidara.

 

- ¿Qué quieres? – Pregunté directamente. Quería estar solo, y casi me ganaban las ganas de saltarle encima y golpearle por dejarme haberle salvado.

 

- Yo… P-pues… Venía a… - Agradecerme, quizá. Preferí interrumpir y cambiar de tema antes de que comenzara.

 

- ¿Cómo llegaste aquí?

 

- N? D-después de salir de la habitación del líder… Yo esperé a que salieras... Y te seguí.

 

- ¿Para qué? – "Idiota, Itachi" me dije mentalmente al haber preguntado lo que no quería.

 

- Yo… Te agradezco que me hayas ayu-

 

- No te ayudé. Tenía un asunto que resolver – Interrumpí, volví a acostarme y cerré los ojos.

 

- Aún así… Gracias – Noté que intentaba mirarme lo menos posible.

 

- …

 

- ¿Podría… Que…darme aquí?

 

- No.

 

- No quiero regresar a mi apartamento… El líder sabe dónde…

 

- Mira – Me levanté con una expresión peor que la de antes y le miré a los ojos – Si vas a estar en Akatsuki, acostúmbrate a ser violado por quien quiera cogerte en cualquier momento. Si aprendes a no llorar o gritar mientras te lo hacen, mucho mejor. Es el consejo que te doy – Y volví a intentar conciliar el sueño.

 

Un sonido que identifiqué como gemidos me distrajo. Deidara estaba llorando.

 

- Aaaahhhrrrrgggg… - Me quejé - ¿Ahora qué? – Volví a sentarme y le vi secándose las lágrimas con las lenguas de sus manos.

 

- Yo… No… No quiero entregarle mi cuerpo a nadie de esa manera… - Su expresión cambió drásticamente al enojo - ¡¿Por qué me obligaste a venir aquí y unirme a esta organización?

 

- Yo sigo órdenes. Tus problemas personales me la sudan.

 

- ¿Cómo puedes ser así? ¿Acaso en tu primera vez te…?

 

- ¿De qué estás hablando? – Alcé una ceja - ¿Acaso eres virgen?

 

- ¡! – Se sobresaltó y un rubor recorrió su rostro,

 

- Mierda… Bueno… Es tu problema – Volví a acostarme y él se sentó a la orilla de la cama.

 

- Yo… - Al escucharle volteé los ojos. Lo último que quería es que me quitaran el sueño con una historia – Siempre pensé que mi primera vez… Mi primera vez sería… Especial… Sería con alguien con quien que de verdad quisiera.

 

- ¿Eres un criminal clase S según el libro de Dingo o una nenita quinceañera? – Pensé molesto.

 

- … Y al crecer y comprender mejor a las personas… Deseché la idea… Porque nadie era capaz de ser especial para mí, porque… No … No respeté a nadie nunca, nadie era… Capaz de hacer grandes cosas… Arte.

 

- Y ahí vamos de nuevo con lo del arte… - Seguí pensando.

 

- Nadie… ¡Pero llegaste tú! – Me volteó hasta hacerme quedar boca arriba y se puso a gatas sobre mí.

 

- Mira, idiota, no me toques y lárgate de…

 

- ¡Tú y esos malditos ojos tuyos! ¡Los odio! ¡Los desprecio! ¡TANTO COMO ELLOS DESPRECIAN MI ARTE!

 

- ¿Crees que te odio? A mí no me vales… tarado.

 

- ¡Por eso es que eres especial, maldición! – Me agitó por los hombros - ¡Eres… Un artista! – Volvió a agitarme - ¡Eres un artista…! – Me apretó los hombros y los mordió con sus bocas extra - Un artista… mejor que yo – Me soltó.

 

Dejé que un silencio nos envolviera para organizar todas las ideas. Él ocultó su rostro a mi mirada recostando su frente sobre mi pecho.

 

- Entonces quieres que te desvirgue – Le dije sin mucho tacto. Él sólo bajó la mirada y se sonrojó más - ¿Y qué si me niego? – Me apretó los hombros de nuevo, enterrándome sus uñas, cosa que me molestó. Esperé un rato su respuesta, pero nunca llegó - ¿Tampoco has besado a nadie nunca?

 

- N-no…

 

- … - Exhalé profundamente y me relajé. Luego me senté nuevamente, obligándole a quedar sentado sobre mis piernas y lo miré a los ojos – Escúchame bien… - Le hablé lentamente colocando mi rostro muy cerca del suyo – No… Me… Interesas.

 

Deidara, a quien pude notar su sonrojo, pasó por una serie de expresiones de vergüenza y rabia, y cuando pensé que iba a echarse a llorar, me empujó hasta acostarme de nuevo. Sus manos y quizá sus bocas sostenían la tela de mi camisa y temblaban de ira.

 

- N-no lo voy a permitir… ¡No voy a dejar que me humilles una segunda vez! ¡Cabrón!

 

Cuando mi kunai estuvo a unos pocos centímetros de atravesarle la espalda, me abrazó, dejándome escuchar unos gemidos que indicaban que estaba reprimiendo las lágrimas. No había nada que me molestara más que me suplicaran por algo, pero la situación se me antojó tan absurda que no se me ocurrió una manera de actuar.

 

- ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Tú me trajiste hasta aquí! ¡Tú me obligaste! ¡Te burlaste de mí y me trajiste arrastrando! ¡Si no valgo nada para ti, entonces hazlo y después nos olvidamos del asunto! ¡Es tu culpa!

 

- No me grites. No te me montes encima. Y cuando hables, hazlo con coherencia – Le reprendí – Y jódete.

 

Mis pupilas rojas se estaban comenzando a hacer presentes, él se sorprendió y bajó la mirada casi inmediatamente, quizá asustado.

 

- Bien… Bien… Está bien. Pero de todos modos me quedaré aquí.

 

- En verdad me sacas de mis casillas – Le dije con mi sharingan activado, esperando el momento en que me viera a los ojos.

 

Se sentó a la orilla de la cama sin emitir ningún otro sonido. Yo sólo me recosté de lado para dormir, esperando que Orochimaru haya dejado una serpiente venenosa por algún lado de la habitación. Luego se acostó a mis espaldas.

 

- Nii-san, ¿me ayudas con mi entrenamiento de shuriken?

 

- ¡¿Sasuke? ¿Qué…?

 

- O tal vez la próxima vez, nii-san… Quizá podamos hacer otra cosa ahora.

 

Sasuke me sonrió dulcemente abrazándome con cariño. Su rostro girando hacia mi abdomen con lentitud propiciaba pensamientos más allá de la ropa, pero la inocencia de mi ototo las descartaba. Pero sólo en apariencia.

 

- ¡S-sasuke! – Grité al sentir su boca aprisionando mi miembro sobre la tela e intentando detenerlo.

 

Otra vez volvió a sonreírme de esa manera tan tierna. Se lanzó a mi cuello, haciéndome caer al suelo, más por mi estado de shock que por el empujón, quedando él sentado sobre mi pecho. Su rostro bajó hacia el mío y me besó, haciéndose más profundo el beso con el pasar de los segundos.

 

- Sasuke, no es correcto… Tú apenas eres un niño… - Giré mi rostro ligeramente. Yo no quería dejar de sentir aquello.

 

- Yo estaré bien, nii-san – En seguida se levantó y se quitó la ropa. No podía creerlo, y no pude privarme de recorrer su piel con mis manos. Lo atraje hacia mí, pero él no se dejó besar de nuevo – Aniki… Déjame hacerlo…

 

Me perdí en su mirada sensual. No imaginaba que un niño pudiese tener una mirada así. Se arregló de tal manera que estaba sentado a gatas sobre mí pero en dirección opuesta, dándome la más hermosa vista de su trasero que haya recibido jamás. Sin embargo, mis pensamientos se aceleraron más de lo normal cuando le sentí bajar mis pantalones y lamer mi longitud.

 

- S-Sasuke… Sasuke… - Apreté con suavidad su níveo y pálido trasero – Sasuke,,, Sasuke…

 

Pero una vez más, los rayos del sol interrumpieron uno de los momentos más sublimes que haya compartido con Sasuke y al abrir los ojos, la presencia de un extraño acostado junto a mí en mi cama casi me hace asesinar inconscientemente con el kunai que guardo bajo la almohada.

 

- ¿Qué… coño haces aquí, Deidara?

 

- ¿Quién es Sasuke? ¿Por qué gemías así con su nombre?

 

- Vete de aquí.

 

- ¡No! ¡Dime! ¡Es por ese tal Sasuke que…

 

Enfurecí. Odio que la gente saque sus propias conclusiones respecto a Sasuke, Tomé el kunai y me senté sobre Deidara amenazándolo con él en el cuello y activando el sharingan.

 

- Sasuke… Es MI hermano…

 

La rabia me consumía en un punto tal que ni siquiera sabía por qué le estaba dando esas explicaciones a Deidara. Quizá para que se le grabara en la cabeza de una vez y supiera que con Sasuke no debía meterse.

 

- ¿Tu hermano? ¿Y esa erección que tienes la ha causado un sueño con tu hermano?

 

Me di cuenta de que había un bulto algo firme entre mis piernas. Rayos… No podía dejar que nadie supiera que Sasuke era mi punto más vulnerable. Eso se traduciría como una señal de debilidad con lo cual hasta podría ponerle en peligro.

 

Con el sharingan ya desactivado, me levanté y caminé hacia el baño. Necesitaba "descargar" aquello. Sorpresa. La manilla estaba trabada. ¿Qué la había dañado? Arcilla.

 

- ¿Sabes, Deidara? Podría lanzar la puerta al piso con una patada.

 

- ¿Y qué harías si descubres que todo el baño está relleno con arcilla, un?

 

Me volteé más que cabreado. El Deidara no estaba buscando ser violado. El quería su muerte.

 

- Arréglalo. A-ho-ra.

 

- No quiero – Se acomodó en la cama dándome la espalda.

 

- Tú… Pedazo de…

 

- Entonces tienes fantasías con tu hermano Sasuke… - Dijo bastante interesado en el tema, dejándome parado en el acto - ¿Sabes? Sería bastante perjudicial para ti si alguien se entera de eso…

 

La suerte iba en mi contra. Deidara tenía demasiadas evidencias irrefutables sobre eso. Y sí, las consecuencias serían horribles, especialmente las que podrían venir de Madara, que supone que ya me he olvidado totalmente de Sasuke y que no lo maté aquel día por un simple momento de debilidad.

 

- Déjame adivinar qué es lo que quieres a cambio de tu silencio – Dije como si ya no fuera lo suficientemente obvio.

 

- Lo quiero ahora – Me exigió.

 

Me acerqué a la cama y con brusquedad le bajé los pantalones, y él, a cambio, llevó sus manos a su entrepierna, cubriéndose.

 

- Como si me importara verte.

 

Yo mismo conocía la agresividad en mis palabras, y sólo por si no me había quedado claro, él intentó separase de mí. Aproveché eso para tomarle de un brazo y obligarle a quedar boca abajo. Lo mantuve en esa posición sosteniéndolo contra la cama con mi mano izquierda, mi derecha bajó mi pantalón y comenzó a masturbarme.

 

- I… Itachi-san… Espera…

 

- ¿Acaso no era esto lo que querías?

 

- P-pero así no…

 

- Cállate. Y más te vale no tener dientes en el culo.

 

Por alguna razón, me obedeció. Por miedo, supuse, o quizá por su capricho de que sea yo quien se lo eche por primera vez. Ya estaba listo para penetrarle, de todos modos, la dureza que tuve por el sueño con Sasuke no había desaparecido del todo y no tuve que estimularme demasiado. Tomé a Deidara del cabello con fuerza, quería que sintiera dolor, para que entendiera que debía cerrar la boca con lo de mi hermano.

 

- Allá voy – Le dije casi como una amenaza.

 

Noté que sus hombros se tensaron y sus manos se aferraron a las sábanas y a la almohada. Quizá todas sus bocas la estaban mordiendo, pero por supuesto, eso no me interesó. Me burlé de la idea de lubricar su entrada y quitarle la camisa. Llevé mi mano derecha a su boca. Quería oír sus gritos de dolor, pero no sus protestas para que me detuviera.

 

Lo tomé con fuerza, intentando entrar en él, pero me estaba complicando la misión al apretar demasiado. Entonces crucé mi brazo izquierdo debajo de su abdomen para elevarlo y dejarle a gatas. Eso me facilitó sólo un poco más meterme en él. Sentía su cuerpo abrirme paso al no poder resistirse más a mi intrusión, y también el fluir de su sangre al romper ligeramente su piel. A la mano que cubría su boca llegó la humedad de algunas lágrimas. Por primera vez, disfruté de la presencia de Deidara, de su cuerpo sudoroso emitiendo alaridos mientras intentaba retorcerse en el dolor que le provocaba. Ésa era mi manera de darle a entender un simple mensaje: "Olvídate de Sasuke".

 

La velocidad de mis embestidas siempre fue rápida, pero llegué a un punto en que necesitaba aumentarla y desahogar ese peso fisiológico dentro de mí. Sabía que mi acompañante no iba a pasar por lo mismo, ya estaba superando el dolor, pero el llanto no se había ausentado. Me vine en su interior y salí de él con la misma brusquedad con la que entré.

 

Ya no quería estar con él. Me limpié con lo primero que encontré, su ropa. Me vestí y salí al salón donde nos reunimos cuando no tenemos nada más qué hacer, aquel lugar donde había conocido, no de una manera muy agradable, a mi Hidan.

 

Claro, habían cambiado algunas cosas hasta ahora. Ya no estaba Kakuzu mirando feo a quienes consumían más de la cuenta las bebidas más caras, tampoco Orochimaru haciéndose el agradable, y por supuesto, Hidan no vendría a recibirme con un pellizco en la nalga. La ausencia de mi novio comenzaba a moléstame.

 

- Hey! ¡Itachi! – Me llamó entre risas Kisame con un escándalo - ¿Dónde está Hidan? Tiene… Tiene que saber lo que Zetsu le dijo a Konan… ¡Es para morirse de la risa!

 

- ¿Morirse? – Interrumpió Sasori – Hidan es inmortal, no podría morirse ni siquiera de la risa.

 

Mientras el comentario del marionetista originaba más risas, yo me sumía en sus palabras. Era algo que ya había pensado, pero él hecho de que no pudiese morir no lo hacía invulnerable, y yo era incapaz de imaginarme una misión donde él fuese atrapado de alguna manera y condenado por toda la eternidad.

 

- Hidan está de misión. Probablemente… - Sentía un incómodo nudo en la garganta - … No volverá.

 

Todos guardaron silencio y desaparecieron sus sonrisas.

 

- Mierda… – Pronunció Kisame.

 

- ¡Tú! – Apunté a Zetsu – Tú puedes llegar hasta donde está él…

 

- Lo… Lo siento, Itachi… Yo no tengo idea de dónde está Hidan, y aunque viajo rápido tendría que buscarlo por todo el mundo… Además, yo no puedo ver el chakra, y si se esconden bien, me sería imposible encontrarlos.

 

- Entiendo…

 

Dije que comprendía, pero en verdad no lo había hecho. Mejor dicho, no quería comprender que quizá había perdido a Hidan. Tomé un vaso, lo llené de licor, pero no pude ingerirlo. Kisame me lo había arrancado de las manos.

 

- ¿Tú puedes tomar hasta que el alcohol de salga por las agallas y yo no?

 

- Niños… Todo lo hacen más difícil. Chicos… - Se dirigió a los demás – Yo me encargo.

 

Kisame me llevó a una de las azoteas más altas en nuestra guarida, donde ya comenzaba a atardecer. Me senté cerca de uno de los bordes y él me imitó a mi lado. Se estiró con pereza y escándalo.

 

- Itachi-san… - Tardó un poco en mencionar sus palabras. Quizá estaba buscando una manera apropiada de consolarme – Nuestro líder no puede darse el lujo de perder gente. Si apenas somos nueve. Él no tiene una razón para correr ese riesgo.

 

– Sí la tiene – Pensé – Su locura y sus celos.

 

- Cuando menos lo esperes, Hidan regresará fastidiando a Kakuzu. Ya lo verás – Aunque no le estaba viendo, supuse que sonreía – Además, si desapareció sin dejar rastro, es probable que no tarde demasiado.

 

- Pein no me dio muchas esperanzas de eso, Kisame.

 

- Ohh… Bien… Entonces… no tengo que tener tu inteligencia para saber que no hay nada que pueda decirte, Itachi, ya que esto es algo que debes superar por ti mismo…

 

Hubo un pequeño periodo de silencio. Claro que yo no sería quien lo terminaría.

 

- … A mí se me hace difícil de creer. Por ejemplo, en el peor de los casos el líder nos hubiera ordenado que fuéramos en busca de sus suplentes, como pasó con Orochimaru.

 

- Pero quizá el no quiere que nadie se entere de la muerte de Kakuzu y Hidan – Me dije para mis adentros nuevamente.

 

Solté un suspiro decaído, y Kisame probablemente entendió que no había esperanzas de nada. Se acercó más a mí y me abrazo hasta que quedé recostado de su cuerpo. Estuve tentado a seguir llorando, pero debía descartar la idea. Un buen rato más tarde, mi cabeza estaba acostada en sus piernas mientras el resto de mi cuerpo yacía extendido a su izquierda sobre el suelo de la azotea. Su mano surda sostenía la mía del mismo lado y su diestra acariciaba mi cabello, teniendo el mismo resultado que un calmante, llevándome por un laberinto del que estaba a punto de salir para caer en alguno de mis sueños. Un relajante encuentro con Sasuke, quizá. Pero en ese momento no encontraría el camino correcto gracias a Kisame.

 

- Itachi-san, los muchachos y yo planeamos hacerle alguna clase de broma al nuevo esta noche, ¿te nos unes? El que tu estés allí podría hacerlo más perturbador para él.

 

- ¿Deidara? Con las ganas que tengo de cargármelo…

 

- ¿Sí? Me dio la impresión de que no te interesaba mucho cuando fuimos a buscarlo. Aunque eso no fue recíproco.

 

- Ese grandísimo imbécil se metió en un asunto muy…personal. Aunque creo que con lo que le hice fue suficiente para cerrarle la boca.

 

Kisame afinó la mirada sobre mi rostro, y uno de sus dedos viajó por las líneas debajo de mis ojos, con una delicadeza extraña y una sonrisa particularmente tierna.

 

- Aahhh… Itachi-san… - Dijo casi cantando con un suspiro – Eres un niño…

 

- … - Alcé una ceja no muy satisfecho por su cumplido.

 

- Es decir, estás convirtiéndote en adulto. Pero eres un niño.

 

- ¿Adolescente? – Intenté inferir su definición.

 

Sonrió. Fueron palabras que jamás entendería. Pero las que le siguieron, fueron tan claras como importantes.

 

- Itachi-san… Con respecto a lo de Deidara, quiero decirte algo. Aquí, en Akatsuki, todos somos criminales de alto rango. Está claro que nosotros no andamos con tonterías de la amistad y esas ridiculeces que nos enseñan en nuestras aldeas natales. Sin embargo, no somos perfectos y podríamos caer ante algún enemigo. Entonces, habrá que ayudarnos entre nosotros mismos. No sé cómo ese muchacho, Deidara, habrá conseguido manipularte, pero tienes que cuidarte de que no vuelva a ocurrir. Tú piensas las cosas mucho mejor que yo. Eso hace que no pueda ayudarte demasiado en cuanto a consejos se refiere, pero desde mi punto de vista, deberías convencerlo de alguna manera de que tú estás de su parte, de que te importa.

 

Tomé un suspiro que duró el tiempo necesario para que analizara las palabras de Kisame.

 

- Hum, ¿terminaste de jugar al psiquiatra? – le bromeé con algo que creía ser una sonrisa de gratitud.

 

- Sólo si tú terminaste de jugar a ser el paciente – Contestó de una manera graciosamente autoritaria – Itachi-san, nunca subestimes a alguien que conoce algo tan íntimo de ti, algo que no debiera saber. Usualmente, la solución es matarlo, pero ya conoces las reglas de nuestra organización.

 

Cerré los ojos y le di un beso entre la mejilla y el cuello. Al separarme, lo miré y noté su sonrojo. Luego me levanté notando que el dolor en mi trasero comenzaba a aparecer de nuevo. Maldije mentalmente a Pein antes de de comenzar a retirarme caminando lentamente, y cuando estuve lejos, volteé a ver a mi amigo azulado acariciando el lugar donde hace momentos le había besado y ganándose una frase especial en mis pensamientos: "Tiburón tonto… Gracias".

 

Llegué a paso normal hasta mi habitación. No había nada diferente, y asumí que Deidara también había permanecido igual. Él seguía acostado en la cama y se encontraba casi en posición fetal. Sus ojos estaban abiertos y con unas profundas ojeras debido al llanto, y a pesar de haberme visto al entrar, no entró en razón sino cuando notó que me estaba aproximando a él con un paso lento y desde todo punto de vista, peligroso.

 

- Ya… Ya me iré, Itachi-san…

 

Su mirada se traducía en una defensiva. Por supuesto, él estaba adolorido y lo más probable es que haya pensado en que lo iba a matar, y la idea me atraía de dos formas. La primera, como venganza y para silenciarlo. La segunda, es que la sensación de que su vida estuviese en mis manos me resultaba atractiva, como si lo dominara, como si fuera mío y me perteneciera. Activé el sharingan y tembló. Paseé mi mano derecha por su mejilla y tuve la impresión de que en vez de parecer delicado, fui siniestro. Cerró los ojos con fuerza, temiendo lo peor.

 

Mis labios se afincaron sobre los de Deidara, con suavidad a pesar de todo, sólo para que él se diera cuenta de que aquello era real. Fue entonces que abrió los ojos de golpe, dejando el resto de su cuerpo quieto, aún con miedo. Di otros dos roces suaves con los labios antes de adentrarme en su boca. Aquel era el primer beso de Deidara, y si todo marchaba bien, podría quitarme un peso de encima, tal como me recomendó Kisame.

 

Deidara estaba inseguro acerca de cooperar con el beso o no. A mí me gustaban las relaciones donde ambos participaran, pero en esta situación, donde él estaba debajo de mí, sumiso, abierto a mis juegos, sentía una excitación diferente, quería que se mantuviera al margen, y mi sharingan sería la herramienta que me ayudaría a conseguirlo.

 

Tuvo un par de espasmos cuando mis labios pasaron a su cuello. Mis dientes y mi lengua también entraron en aquel contacto, probando aquella piel que nunca nadie había tocado antes. Bajé por su pecho notando la boca que tenía sobre el corazón, y que no había visto cuando le había desnudado. Le besé también allí y me dirigió una mirada de ternura conmovedora. Tuve la impresión de que él creía que nadie iba jamás a besarlo en esa zona, así que lo cautivé. Entonces tomé sus manos y besé también sus bocas de allí, confirmando mi teoría y entregándose a mí.

 

Mi recorrido con la boca me llevó a su entrepierna, dándole un nuevo temor a Deidara, que intentó levantarse hasta quedar sentado. Lo miré con mis ojos rojos sin mostrar una expresión en particular, pero que a juzgar por su impresión, quizá fue amenazante, e hizo que separara su mirada de la mía y viera hacia la zona del colchón junto a él.

 

- I-Itachi-s-san… Eso es… Algo sucio…

 

- ¿Y? – Le pregunté sin tacto alguno.

 

La verdad es que esa frase si me había perturbado mucho. No sabía exactamente qué tipo de cosas eran consideradas sucias, pero después de pensar un poco las cosas, decidí que ésa no era una de ellas. Y si lo era… El placer que daba compensaba perfectamente todo.

 

Lamí y mordí la punta de su miembro haciéndolo gemir sonoramente de satisfacción, dejando que se aferrase a la almohada a su lado, y para cuando succionaba su longitud por completo ya estaba demasiado excitado. Un hilo de saliva le resbaló por el pecho y lo aproveché para humedecer mis dedos y llevar uno por uno a su entrada sin la preocupación de recordarle el dolor en su trasero. Finalmente, cuando se corrió en mi boca, ya había tres dedos jugando en su interior.

 

- Ya estás listo para mí.

 

Se ruborizó de sobremanera al ver la condición en la que se encontraba. Y yo estaba obligado a ser cuidadoso y no dañarlo aún más por dentro. Lo escuchaba gemir, pero lo más importante era que él se dio cuenta de que ensordeció en medio de ellos, él notó que estaba a mi merced una vez más y que le gustaba. Estaba disfrutando el ser sodomizado.

 

- Aahh!... Itachi-san!...

 

Intentó quejarse y separarse de mí cuando comencé a penetrarle, pero se detuvo cuando de nuevo le miré a los ojos fijamente. No pensaba que con Deidara me iba a sentir presa del morbo, quería adentrarme en él y darle hasta que me cansara, mas tenía que controlarme, estaba herido y se supone que yo le curaría. De pronto odié haberlo tratado a los golpes en nuestro primer encuentro, porque así no hubiese tenido que estar recorriéndolo con tanta lentitud, y haría caso a los reclamos de mi cuerpo por velocidad y pasión, cosa que los gemidos y el resto de los movimientos del cuerpo de Deidara estaban motivando.

 

Al estar casi totalmente hundido en él, los pies de Deidara a cada lado de mi cuerpo se pusieron en puntillas, levantándole un poco más su pelvis para llegar por completo a su interior, y cuando lo hice, su cuerpo se estremeció repetidas veces. Entonces comencé a moverme dentro de él con el mismo cuidado, temiendo que en cualquier momento perdería el control.

 

Bajé hasta su pecho para marcarlo con mis dientes. Sabía que no iba a dolerle, estaba muy perdido en el placer, que además de ser producto de mis penetraciones, eran debido a una de mis manos masajeando su húmeda entrepierna. Un aire a mayor superioridad me invadió cuando me percaté de que me encontraba totalmente vestido, a excepción de mi miembro, claro, y él estaba jadeante bajo de mí, disfrutando que lo sometiera dejándolo abierto a mis caprichos.

 

Con su espalda arqueada a más no poder, sus piernas separadas por el grosor de mi abdomen, con algunas gotas de sudor de mi cuerpo cayéndole al suyo aún más húmedo, y después de haber roto la almohada con los dientes en sus manos, Deidara se corrió con un grito que me pareció lo más sensual del mundo. Cayó con los brazos extendidos, viéndome con un hilillo de saliva saliendo por la comisura de sus labios y lo ojos entrecerrados por el cansancio y la excitación.

 

No dejé de moverme, a pesar de haber quedado un rato viéndole sin perder rastro de sus acciones. Cuando recuperó un poco el aliento, me miró para confirmar que aún estaba en su interior.

 

- Sí… Eso duro que sientes… Soy yo.

 

Él sonrió y echó atrás la cabeza por el placer. Mi cuerpo ya no resistía y comenzó a aumentar la velocidad y sujeté a Deidara con un poco de fuerza. Luego crucé mis brazos por debajo de sus piernas para afirmarlo y dejar su entrada en una posición más cómoda. Mis embestidas se aceleraron, quizá lastimándolo un poco. Mi respiración irregular apenas me hacía escuchar la manera en que mencionaba mi nombre con aire de excitación. Unas tres embestidas bastante fuertes fueron las últimas para que mi semen manchara su interior.

 

La cara de placer del rubio en ese momento era suficiente como para que quisiera poseerlo de nuevo. Mis brazos se apoyaron a ambos lados de su rostro, con apenas fuerza para sostenerme. Mi sharingan se desactivó, pero no se rompió el contacto visual. Mis labios cayeron sobre los de él, sin besarle, sólo fue para que mi lengua saboreara de nuevo su boca, y me separé rápidamente para seguirle viendo y escuchar un frase apenas audible.

 

- Aahh… Ahh… Qué bien… Se siente… Tan caliente…

 

Después de oír eso y reflexionar sobre lo ocurrido sólo ocupé mi mente en un pensamiento:

 

- ¿Qué rayos me pasa con este chico?

Notas finales:

Dejen sus revs =_=


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