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Mi biografía sexual por Sadistic_Beauty

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Notas del capitulo:

Naruto no me pertenece sino a Masashi Kishimoto

"Efímero" era una de las palabras predilectas de las conversaciones de Sasori y Deidara sobre el arte. Yo la preferí usarla para el recuerdo de Shisui. Caminaba sobre una cuerda que se balanceaba peligrosa e impredeciblemente hacia Uchiha Madara.

 

Anduve entre los pasillos y tuberías de la aldea, entre aquellos engendros que morían sin dejar de vivir, llegué al lugar donde el verdadero líder de Akatsuki se reunía con el falso. Aquellas reuniones eran muy esporádicas. Madara no era de los que se proponía ser descubierto, y sólo Konan, Zetsu y yo, éramos los únicos que sabíamos de la real organización de poderes.

 

Escuché las voces de Pein y Madara. Quizá estarían hablando de los planes que tenían para, entre otras cosas, Konoha. Me silencié al máximo y los espié. Debía saber todo lo que podía para poder proteger a la aldea desde aquí. Pero no logré oír nada que tuviera un valor militar.

 

- Ha sido difícil estar a cargo de Akatsuki en su ausencia.

 

- Creí que ya estabas acostumbrado a parecer ser el líder…

 

- Es que… Es difícil creerme tú.

 

Madara no continuó hablando y más bien le escuché soltar un par gemidos de risa.

 

- ¿Qué pretendes escuchando esta conversación, Itachi?

 

Pensé rápido, y usé una técnica que Hidan había mencionado una vez, al verme con la ajustada negra ropa que también cargaba en ese momento. La utilicé. Revelé mi presencia girando sobre la esquina de la pared y quedando pegado a ella de frente. Miré fijamente a Madara a los ojos y deslicé mi mano por la pared. La idea era la de lucir misterioso y seductor, y por el estilo de la mirada del ex cabecilla del clan Uchiha, lo había logrado.

 

- ¿Cómo iba a saber que estaban hablando de algo importante? – Le dije con calma.

 

- ¿Por qué… - Comenzó a caminar hacia mí con interés – Ocultaste tu presencia?

 

- ¿Cómo podría esconderme de mi propio sensei? Las probabilidades de que me descubrieras son arrasadoras.

 

Sonrió satisfecho y me acarició la mejilla y yo me quedé a la espera aún recostado de la pared y sin mostrar alguna expresión.

 

- Pein… - Le dirigió – Voy a… Tomarme el resto del día… Búscame después.

 

- Entendido – Le contestó con sequedad.

 

Pein se retiró y Madara acarició lo que se veía de mi abdomen gracias al corto suéter de tela gruesa, pero sin producirme ni siquiera cosquillas. Metió uno de sus dedos dentro de mi pantalón rozando la base de mi miembro.

 

- No te he visto en unos pocos meses y… Parece que te han hecho bien. A pesar de que no se te quite tu costumbre anbu de no mostrar expresiones.

 

- … - Algo en esa frase no me gustó.

 

- ¡Ah! Corrijo… Si… Aquel dolor… Esas lágrimas que salieron de tu cara aquella noche. Yo fui quien lo produjo.

 

El recuerdo que no quería tener más en mi mente. Me separé de la pared, dejando mis planes atrás, deseando irme rápido, sin demostrar mi pánico, pero antes de que pudiera definir una ruta de escape, él me sostuvo de un brazo y me atrapó contra la pared.

 

- No tienes por qué huir, Itachi – Sus dedos se posaron sobre mis labios y su mano libre pasó a apretar mis nalgas – Esta vez planeo arrancarte las expresiones que quiero…

 

Madara me llevó a través de un pasillo por debajo del nivel del suelo, un lugar que nunca había visto y del que desconocía su existencia, hasta un sótano cuya entrada estaba decorada con diamantes y oro. Al entrar descubrí una habitación circular de paredes vestidas de cortinas rojas y en el centro una gran cama, todo de un lujo de costo incalculable. Me quedé atónito del lugar, estaba al nivel de una de las habitaciones privadas de un hokage.

 

- Espero te guste, Itachi – Dijo con una sonrisa perversa.

 

Me adentré al lugar hallando un espejo que cubría todo el techo. El aroma, las texturas… Todo era para querer quedarse en aquel lugar por un tiempo muy largo, y cuando Madara cerró la puerta y se dirigió a mí sin perder demasiado tiempo, tuve la impresión de que así sería.

 

- ¿Y bien…? ¿Vas a darme tus caricias, tus gemidos, tu cuerpo… por tu cuenta? ¿O tendré que tomarlo a la fuerza de nuevo? – Vi las partes de su armadura caer con pesadez a un lado de su cuerpo.

 

No podía dejarme acabar en el estado en que quedé cuando llegué aquí, y eso implicaba entregarme por las buenas al primer Uchiha. Le sonreí con lo que podía de seducción, y es que no podía dejar de temerle. Yo sabía quién era él. Acorté aún más la distancia entre nosotros y me proponía besarle, pero me esquivó sólo para dar justo en el blanco con sus palabras.

 

- ¿Tanto miedo me tienes? – Las expresiones en mi rostro se borraron de nuevo – No necesito que actúes para darte placer. Ya te darás cuenta tú mismo cuando estés pidiéndome más.

 

Metió su mano debajo de mi sweater y comenzó a recorrerme con ella expertamente. De alguna forma había conseguido tocarme justo donde y como me gustaba, quizá hubo cosas que pasaron aquella noche de las que no me di cuenta, pero no dejaba de sorprenderme porque había descubierto sólo en esa ocasión lo que a Hidan le había tomado semanas o meses. Sentí sus labios sobre los míos, y su lengua abrirse paso a mi boca, y yo no puse ninguna resistencia. Luego eran sus dos manos las que jugaban con mi cuerpo y el sabor de su saliva se estaba comenzando a marcar sobre mi lengua, provocando que me esforzara en reprimir gemidos.

 

- Te veo con esa ropa y me dan ganas de metértela duro… Pero no me molesta quitártela para hacerlo.

 

Dócilmente levanté los brazos para que me quitara mi prenda superior, dejándolos caer a sobre las piezas de su armadura. ¿Qué demonios iba a hacer yo? No podía intentar huir, negarme a Madara sería molestarle y pagar las consecuencias. Debía entregarme a él, aunque no me hiciera sentir más que un profundo rencor. Sólo debía dejarme hacer, así como tantas veces Pein se había adueñado de mi cuerpo. No importa cuánto lo odiara, y si llegaba a disfrutar aquello, mucho mejor.

 

Aunque no me agradaba en lo más mínimo la última idea, fue lo que pasó cuando Madara succionó mi pezón con la boca. En ese momento no recordaba todas las veces que le había pedido a Hidan que me hiciera eso, pero de todos modos el recuerdo se habría borrado con mis no tan audibles gemidos. No caí en cuenta del momento en que llegó hasta mi cuello, pero estaba haciendo un gran trabajo a la vez que sus uñas me marcaban la espalda. Ladeé la cabeza para darle más espacio para que siguiera.

 

Me abrazó con su mano derecha pegando nuestros cuerpos. Su surda tomó rumbos bajos para masajear sobre las telas desde mi trasero hasta mi miembro repetidas veces, para lo que tuve que abrir un poco más las piernas. Mis manos fueron a parar a sus hombros, y mi rostro era incapaz de verlo a los ojos, así que se colocó sobre el cuello de Madara.

 

- Carajo, Itachi… Estás tan bueno… Me tienes tan duro a mí como yo te tengo a ti…

 

Y era cierto. Sentía la dureza de Madara desde hacía rato, y sus caricias me seducían. Sus apretones en cualquier lugar de mi entrepierna me hacían temblar.

 

Me armé de valor para mi siguiente paso. Vi fijamente la boca de Madara y me fui acercando lentamente. Pero él, previendo mis intenciones, se apartó de mi camino.

 

- Hum. No me digas que te quieres poner cariñoso, Itachi…

 

Saqué la lengua, me lamí de lado a lado el labio superior, dándole a entender muchas cosas, y luego la llevé a viajar desde la base de su cuello hasta su boca, donde esta vez si me recibió. Moví mis manos, aún apretando sus hombros, y las crucé detrás de su cuello para hacer el beso más intenso, mientras ahora su mano diestra escarbaba bajo la ropa la zona baja de mi espalda. Me dejé gemir dos veces en sus labios. Me separé de su rostro cuando sus dedos se aproximaban a mi entrada.

 

- Acuéstate sobre la cama…

 

Ignorando sus órdenes, lo abracé y recosté mi rostro en su cuello, luego subí la mirada para que mis labios llegaran a las cercanías de su oreja.

 

- Sí intentaba ser cariñoso – Mi voz sonaba neutral, no le reclamaba nada, ni me excusaba.

 

- ¿A qué quieres jugar, niño? – Preguntó sin hacer ningún movimiento.

 

- A poderme sentar tranquilamente mañana por la mañana… Pero si no hay otra opción…

 

Me giré y caminé despacio hasta la cama circular, no me acosté, sino que me senté en la orilla esperando a que él, irremediablemente viniera a cazarme. Por ahora, él no sospechaba nada, se movía hacia donde yo quería en el laberinto que yo mismo me encargaba de manipular. De rodillas ante mí, entre mis piernas, me abrazó por la cintura hasta apartar mi trasero de la cama, y lo moví de arriba abajo sobre su pelvis con intenciones obvias. Dejé de sostenerme sobre uno de mis codos para que mi brazo atrajera su rostro al mío y dejar que devorara mi boca.

 

Abandonó el beso para quitarse la camisa. Me quedé mirando su pecho y sonreí mordiéndome el labio inferior al imaginarme enterrándole mi katana. Claro que él no tenía idea de lo que pasaba por mi mente y pensó que aquel gesto en mi rostro estaba más relacionado con el contexto en el que nos encontrábamos. Volvimos a la posición anterior y sus manos entraron en mi pantalón para apretujar mis glúteos. Luego comencé a sentir las intenciones por bajar de las telas, y facilité el trabajo. Me giré quedando de rodillas debajo de él, recostando el abdomen sobre la cama, y sin tardanza alguna me bajé el pantalón y todo lo demás necesario para desnudarme. Sus ansias lo llevaron a recobrar las caricias de hacía rato entre mis piernas. Él me imitó y se liberó del resto de sus prendas.

 

Casi inmediatamente, sentí su grueso miembro rozar mi entrada. Pero sólo eso. Estaba postergándolo, quizá para estimularnos, y funcionaba, pero yo lo detestaba.

 

- Tu entrada se ve muy pequeña con respecto a lo que está a punto de pasar por ella…

 

De nuevo me asaltaron los recuerdos de aquella noche en la que se enteró que Sasuke se mantenía con vida. Los momentos en los que a pesar de no ser virgen, rompió mi interior con salvajismo.

 

- … Pero has estado practicando con alguien más. Tú no eras tan lascivo. Pero te queda TAN bien esa actitud…

 

Su mano libre recorrió mi espalda, perdiéndose en mis piernas.

 

- Qué linda espalda… ¿Has estado entrenando, verdad?

 

Sin darle mucha importancia a todo lo que me había dicho, contesté con tranquilidad.

 

- Domino el Amaterasu.

 

Rió conforme.

 

- Bien… Qué increíble eres… - No sé si lo dijo por mi cuerpo o por mi logro, o por ambas - … Aún soy tu sensei. A partir de mañana te enseñaré cómo ejecutar Susano-o. Esa técnica hace quedar al Amaterasu como un juego de infantes en pañales.

 

Era más lo que quería oír. Sé que de otra manera no hubiera conseguido escucharlo. Abrí más las piernas, nada más me importaría durante el resto de la noche. Él entró en mí despacio, quería llevar las cosas con calma, lentitud, suavidad, sólo para excitarme más, así funciona, como cuando sostenía con desesperación los brazos de Pein al marcarme ese ritmo. No hubo dolor a pesar de que no me lubricó, porque ya estaba un poco acostumbrado a ese tipo de cosas, y suspiré cuando sentí que llegó a estar totalmente hundido en mí. Madara me acarició el cabello al notar aquel gesto y permaneció haciéndolo mientras me embestía. Cerré los ojos y sonreí, no gemía ni hacía nada más.

 

De repente una embestida fuerte golpeó mi próstata arrancándome un bajo grito de dolor.

 

- Eso es… - Me dijo mientras salía de mi interior, me giraba, y me acostaba sobre la cama – Asegúrate de repetir ese sonido más veces.

 

- Para eso… - Respondí mientras enrollaba las piernas alrededor de su cintura – Necesito un poco de ayuda.

 

Volvió a penetrarme, esta vez a una velocidad diferente. No muy rápido, tampoco demasiado lento. Perfecto. Lo único que lamentaba era que lo estaba haciendo el culpable de la muerte de casi todo mi clan. Las caricias en mi entrepierna se restauraron y lo premié con los gemidos que él deseaba, aunque de todas formas, tuve que forzarlos a salir de mi garganta. Ya sabía cómo actuar bajo estas condiciones.

 

Pero sin darme cuenta, comencé a disfrutarlo, sabía que podía terminar así, pidiendo más sin palabras, quizá cumpliendo con su predicción. Madara me permitió acostarme sobre mi lado derecho, y subió mi pierna izquierda hasta su hombro y siguió introduciéndose en mí a su cadenciosa manera. Él ya estaba sudando bastante cuando comenzó a moverse con rapidez. Acariciaba mi cuerpo y besaba mi pierna, otras veces la besaba o la mordía con suavidad. Las embestidas se habían convertido en remolinos de total placer que me empujaban sobre la cama. Casi podía oler el clímax cuando Madara se separó bruscamente, quedando de rodillas al borde de la cama, dejándome absolutamente descolocado y necesitado de acabar.

 

- ¿Dónde lo quieres, Itachi? – Preguntó con sorna.

 

- Justo aquí… - Le dije con lo que me permitían mis labios al morderlos, masturbándome y separando mis piernas, mostrándole mi entrada. Y como era de suponerse, la vista que le regalé brindó el resultado esperado.

 

Recostó todo su peso sobre mí y me besó después de haberse relamido con ansias. Apenas comenzó a entrar de nuevo en mí y estaba eyaculando, acabando de hacerlo cuando ya estaba totalmente sumergido dentro de mi cuerpo. Mi cuerpo reaccionó de la misma manera varios segundos después. Sequé su frente con mis dedos y le acaricié la espalda. Luego volvió a besarme.

 

- Sensei… - Suspiré contra sus labios. Deseaba decirle que lo odiaba, maldecirle, pero me tragué el resto.

 

Luego de descansar algunos momentos, salió de mi interior y comenzó a frotar todo su cuerpo contra el mío de una manera casi dolorosa. Sentía que su entrepierna volvía a endurecerse con el contacto. Cuando mi cuerpo comenzó a reaccionar de nuevo, me giré aún debajo de Madara, seduciendo a sus bajos instinto con el roce de su entrepierna y mi trasero. Poco después, terminé acabando de rodillas con la cara de lado recostada en el colchón y él penetrándome con el pulgar unos momentos antes de que volviera a llenar mi interior con su cuerpo.

 

Las restablecidas estocadas me hacían temblar con cada agresivo golpe, haciéndome sentir dolor tanto dentro como fuera de mi entrada. Me alcé un poco y le lancé una amenazante mirada con el sharingan activado a Madara cuando golpeó mi nalga derecha, y él rió con malicia cuando logró detener el puño que dirigía a su pecho. Sujetó mis dos muñecas detrás de mi espalda con su mano izquierda mientras seguía golpeándome el trasero con la diestra.

 

- ¿No te gustan las nalgadas? Dejarte mis dedos marcados es excitante…

 

Gruñí varias veces con los golpes, maldiciendo internamente la situación e intentando recobrar la docilidad que había mantenido. No era capaz de recordar en ese momento la única vez que a Hidan se le había ocurrido darme un golpe como esos, y estuvo tres semanas en abstinencia y suplicándole a Kakuzu que le cosiera los brazos una vez más.

 

Cuando Madara estuvo satisfecho con su trabajo en mis pieles sensibles, llevó su mano debajo de mi pecho y me alzó para unir nuestros cuerpos, luego la llevó a mi rostro para girarlo hacia el suyo y besarme, pero aún me encontraba molesto y no cooperé con el gesto.

 

- ¿Molesto? Yo sé cómo hacer que se te pase…

 

Se acercó a mi cuello y lo succionó. Yo siempre había sido muy sensible a ese tipo de caricias allí, suspiraba y gemía mientras me dejaba sentir aquello, y él bajaba por mi pecho, trabajando mis pezones, siguiendo por hacerme cosquillas cerca del ombligo y finalmente masturbándome una vez más. Me soltó las muñecas y me aferré a la única cosa que tenía a mi alcance, su cuerpo, pasándole el brazo izquierdo por detrás del cuello y el otro aferrándose a su pierna derecha. La mano que había mantenido apresándome, viajó a mis testículos apretándolos suavemente con la yema de sus dedos. Ya llevaba mucho rato gimiendo cuando pasó a marcar el otro lado de mi cuello.

 

Y ya con sus dos manos entre mis piernas, sus fuertes embestidas, y las delicias en mi cuello, terminé por correrme, humedeciendo las sábanas y las manos de mi sensei, y ni siquiera escuché sus gemidos cuando él también acabó de la misma manera. Estaba demasiado perdido en mi propio placer.

 

Él salió de mí apenas unos segundos después. Se recostó boca arriba a mi lado y me haló de un brazo, haciéndome caer con la quijada sobre su pecho, para mirarle… Para odiarle. Me acarició la cabeza cuando algo de saliva se me resbaló de los labios y cayó sobre su pecho. La lamí, y le seguí lamiendo el pecho, mientras iba bajando poco a poco por este. Cuando alcancé su entrepierna, la erguí con la mano y apreté la punta con el índice. Sonrió satisfecho. Lo masajeé y me disponía a llevármelo a la boca.

 

- ¿Vas a lamer eso después de que te lo pasé tantas veces por el culo?

 

- Precisamente… Hay que limpiarlo.

 

No era la primera vez que hacía eso. Sólo sentiría el desagradable sabor de su placer cubriendo su masculinidad y el aroma de su piel. Lamí su longitud con lujuria, cosa que era totalmente opuesto a lo que en realidad estaba sintiendo. Decir ese tipo de cosas era repugnante. Deseaba aprestar los testículos que sostenía mi mano hasta reventarlos y verlo desangrarse. Quizá a eso se debía mi insistencia por masajearlos. Terminé de sustituir el semen sobre su miembro por mi saliva, y antes de metérmelo a la boca, me detuvo para acomodarse en dirección contraria a la mía para estimularme de la misma manera.

 

Unidos únicamente por nuestros labios y miembros, Madara introdujo un par de dedos por mi entrada. Yo me revolvía queriendo sentir algo que me llenara más. Los juegos con sus dedos eran efectivos. Dejó de atragantarse con mi hombría y en lugar de su boca estaba su mano libre masturbándome una vez más, su legua viajó a mi entrada incrementando mis necesidades. Los dedos humedecidos con los fluidos en mi interior me golpearon en otra de esas necias nalgadas. Me giré a verle molesto y él sólo me miró desinteresado.

 

- No te detengas, Itachi.

 

Apreté los dientes con discreción antes de seguir chupando la longitud de Madara. Él me mordía los glúteos mientras me excitaba doblemente con sus manos. Él también estaba bastante endurecido con mis técnicas, pero esta vez no iba a obligarme a tragarme su esperma. Me desprendí de su agarre y me senté sobre él en su pelvis, rozando nuestras intimidades sugestivamente, de arriba abajo con rapidez. Le veía su cara de atontado y sonreí. Ubiqué mi entrada a la altura de la punta de su miembro y poco a poco fui dejándome caer, moviéndome hacia los lados, saboreando mis labios, acariciándome a mí mismo.

 

Una vez que quedé totalmente sentado sobre él, moví mis caderas en círculos, notando los espasmos en su cuerpo. Madara se limitó a acariciarme las piernas y mantener la mirada en la parta baja de nuestros cuerpos. De repente di un salto brusco, cayendo entre las piernas de mi sensei, que gimió con algo de dolor.

 

- Ten cuidado…

 

Susurró, pero no le hice caso, repetí el violento movimiento muchas veces. Hasta yo comencé a sentir el dolor de los golpes de mis caídas sobre él. Pero para ese momento no me importaba, y de cualquier manera, él estaba sufriendo más que yo, que ya estaba muy acostumbrado a este tipo de cosas. Me encontraba muy atento a sus quejidos casi lastimeros, y con una sonrisa macabra en mi rostro, aumentaba la velocidad y la fuerza de mis penetraciones. Y finalmente desbordó su placer en mi interior, pero insistí con mis movimientos sobre su cuerpo un rato más hasta que me separé de él sólo lo suficiente como para que mi propio semen llegara hasta su rostro.

 

Se encontraba bastante adormilado para ese entonces, quizá había llegado de un largo viaje. Y sólo tuvo fuerzas para halarme hacia él y limpiarse la cara con mi cabello. Luego, su pesado cuerpo me hizo caer a su lado, de espaldas a él. No quise pensar en nada más antes de quedarme profundamente dormido, mi conciencia se desvaneció con el pensamiento de un nombre que había pasado a ser algo mágico e imposible para mí, "Sasuke".

 

Algo agitándose en mi nuca fue lo que me llevó a despertarme, aunque por la prudencia que había desarrollado en todo el tiempo que llevaba en Akatsuki permanecí con los ojos cerrados. Era brisa, pero luego distinguí una respiración que comenzaba a agitarse. De los movimientos que leía en la cama, descubrí que eran provocados por Madara masturbándose, y rozando la punta de su miembro contra mi trasero. Sentí asco al saber que desde temprano tendría que darle placer a mi sensei, pero era un precio que debía pagar. Sin embargo, opté por seguir haciéndome el dormido. Se escucharon algunos golpes en la puerta y Madara suspiró pesadamente antes de tomar el control remoto y abrirla a distancia.

 

Los pasos de aquella persona se escucharon hasta el borde de la cama. Reconocí ese chakra. Era Pein. Madara con un gesto de la mano le indicó que se acercara más, y cuando lo hizo, le tomó de la cabeza con su típica brusquedad y le llevó a practicarle sexo oral. Al principio creí que era mi imaginación, pero los gemidos de Pein me confirmaban que era una realidad el hecho de que lo estaba disfrutando, que él quería a Madara.

 

Cuando los movimientos se estaban intensificando demasiado, Madara se separó de Pein y volvió a acercarse a mí sin ocultar sus intenciones.

 

- Itachi… Sé que estás despierto…

 

Me revolví un poco cuando sentí su humedad acercarse a mi entrada, y alcé la pierna para facilitarle la penetración al comenzar a entrar en mí. Apreté los ojos por la incomodidad y estuve un rato sólo dejándome llevar por sus ansias.

 

Pein se subió un poco a la cama e intentó besar a Madara, pero éste lo apartó de su lado.

 

- No molestes.

 

Pein se colocó de nuevo al borde de la cama lentamente, y Madara succionó mi cuello varias veces. Me fue demasiado tentadora la idea de fastidiar a Pein, así que me coloqué encima de mi sensei, aún dándole la espalda, e inicié el sube y baja de mis caderas a lo largo de su miembro para auto penetrarme. Miraba a Pein mientras me mordía los labios y luego a Madara para restarle importancia al líder. Me movía cadenciosamente sobre él, como si necesitara sentirlo en lo más profundo de mí. No sé si me encontraba sonriendo durante esos momentos, pero la expresión envidiosa en el rostro de Pein era una exquisita venganza. La marcada necesidad que él tenía de que fuese su cuerpo, y no el mío, el que Madara estuviese posesionando, que mi espalda siendo mordida fuera la de él, que fuese suya la intimidad invadida.

 

La verdad es que estaba disfrutando mucho de que Pein nos viera así. Gocé como nunca al chillar un "sensei" cuando Madara me empujó hasta que mi pecho golpeó el colchón e intensificaba la profundidad, la fuerza y la velocidad de sus embestidas. La sensación del semen fluyéndome por dentro me llevó a correrme en la rústica mano del primer Uchiha, que luego de salir de mi interior me giró para besarme y limpiarse la mano con mi cuerpo.

 

- ¿A qué viniste? - Le preguntó Madara a Pein, sin despegarme la lujuriosa vista de encima.

 

- A continuar nuestra conversación de ayer.

 

- Mmm… - Me mordió los labios – Itachi… Ve a bañarte y prepararte para el entrenamiento. Te veré en el campus a las tres.

 

Con serenidad tomé mis cosas y me vestí para salir del lugar. Al acercarme a la puerta, ésta se abrió gracias al mando a distancia de Madara. Al menos tendría algunas horas para relajarme.

 

Llegué a mi apartamento y noté que Deidara no estaba. Poco me interesó saber si se fue de misión o estaba jugando en alguna parte con su amiguito marionetista. Estaba un poco celoso de que me cambiara por alguien a quien podría comérselo una termita, pero era lo mejor. Tomé un largo baño, pedí algo de comer a los engendros, y dormí, sin poderme imaginar lo que era la tal técnica Susano-o.

 

Desperté y me preparé para ir a entrenar, y para lo que con seguridad vendría al llegar la noche junto a mi sensei. Por supuesto que alguien que ya conocía de mis planes para el día no tardaría en interponerse un rato en mi camino.

 

- Uchiha… - Dijo en un molesto tono.

 

Como no me molesté si quiera en mirarle, me lanzó contra la pared e intentó besarme, pero giré elegantemente el rostro para evitarlo. Esperó algunos momentos para dirigirme la palabra.

 

- Hacerte el difícil no va contigo.

 

Lo miré con el sharingan activado y borró la sonrisa que marcaba su rostro.

 

- Si vuelves a tocarme, te mataré. Y en el remoto caso de que no pueda hacerlo, el líder de Akatsuki lo hará.

 

Pein no movió ni un solo músculo aún después de que me hubiese alejado. Era seguro que no contaba con que descubriría su secreto, y el de Madara. Pero al rebajarlo a mi nivel como un simple servidor dentro de los planes de mi sensei, me lo habría quitado de encima. Prefería dejárselo lo más claro posible. Me acerqué a sus espaldas.

 

- Puedes estar tranquilo, no le diré a nadie que no eres más que un simple monigote como nosotros. Pero… Quiero que sepas, que tomarme a mí no se compara para nada a ser posesionado una y otra vez por Madara-sensei. Entiendo tus celos, Pein, mas no podrás arrancar de mi piel el sabor del ninja legendario… Como siempre pensaste que hacías al tomarme. ¿Qué te puedo decir? Si no le pareces atractivo, no hay forma de que se fije en ti…

 

Pein enfrentó nuestras miradas. Rinnegan contra sharingan. Tras unos segundos, le resté importancia al asunto y comencé a retirarme.

 

- ¿Juegas sucio, Uchiha Itachi? Te demostraré por qué Madara-sama me eligió para aparentar su lugar. Ya lo verás…

Notas finales:

T.T


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