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Cage of Love por AniBecker

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Capítulo IV

Ese calor y aroma le hacían sentir una plena tranquilidad y comodidad. Estaba tan relajado que tan sólo con querer abrir los párpados éstos le pesaban, invitándole a seguir en esa posición durante muchísimo tiempo más.

En contra de su volutad, abrió con lentitud sus ojos, que poco a poco iban acostumbrándose a la claridad, hasta enfocar la habitación en dónde se encontraba.

Podía sentir como su rostro, que estaba apoyado sobre algo, se movía de forma acompasada y lenta de arriba hacia abajo, hasta que se percató; se encontraba apoyado sobre el pecho de Deidara, a la vez que pasaba uno de sus brazos por encima, mientras que el rubio dormía plácidamente. Recuerda que su esposo ahora quería empezar a dormir en la misma habitación que él, y que anoche se metió en la cama mientras lo abrazaba. Ahora había sido él, el que amaneció abrazándolo.

Lo observó por unos instantes, viéndolo dormir. Con sumo cuidado, le quitó algunos de los mechones rubios que le tapaba uno de sus ojos. Sonrió, se veía demasiado tierno durmiendo como un niño, y para qué negarlo, era atractivo. Confesaba que no le había importado amanecer entre sus brazos.

Se incorporó con rapidez, queriendo borrar los pensamientos que justo acababa de tener. Él seguía queriendo a Shisui, era el único que debía ocupar su corazón y sentimientos.

Con cuidado de no despertarlo, fue hasta el baño para darse una buena ducha antes de bajar al comedor a desayunar. También, quería evitar de momento, a Deidara despierto.

.

Despertó al no sentir un pequeño peso sobre él, percatándose de que se encontraba solo en la cama, y en la habitación. Oyó el sonido del agua corriendo en el baño, y se figuró que Itachi se encontraba dándose una ducha.

Se levantó de la cama y abrió con cuidado la puerta, dejándole ver a través del espejo, el reflejo del ex Uchiha bajo el agua caliente. Desde su posición podía ver el hermoso cuerpo que tenía Itachi, era la más bella obra de arte que sus ojos podían ver.

Estuvo tentado de entrar junto a él, llenarlo de besos y acariciar cada centímetro de su piel, pero al último segundo, se arrepintió, no quería asustarlo ni mucho menos de que pensara que le podría hacer algo, así que salió hacia la habitación de invitados que había estado ocupando hasta ahora para darse allí una ducha y bajar a desayunar.

 Una vez Itachi salió del baño completamente vestido, indicó que quién estuviera dando unos toquecitos en la puerta, tenía permiso de pasar. 

—Buenos días, joven Itachi, ¿descansó bien? —ingresó Sasori en la habitación.

—Sí. ¿Y mi marido? —cuestionó al ver que no se encontraba durmiendo y que salió sin decirle nada.

—En el comedor, le están esperando para desayunar. ¿Baja o desea hacerlo aquí?

—No, ahora bajo —antes de salir, se atrevió a preguntar al pelirrojo—. Sasori… ¿te cruzaste con mi marido por casualidad?

—Me lo crucé cuando salió de esta habitación, ¿es que pasó algo? —como empleado, no se atrevía a preguntarle directamente si Deidara fue capaz de hacerle algo, temía de que el rubio lo hubiera forzado o lastimado, ya que sabía que había pasado la noche en esa habitación también.

—No te preocupes, no pasó nada, sólo me extrañó de que saliera sin tan si quiera avisarme, sólo eso —le sonrió, para después abandonar la habitación dirección al comedor junto con Sasori, que le seguía detrás.

Al bajar, ya estaban todos sentados en la mesa, esperándole. Obtuvo un leve gesto de saludo por parte de Yahiko y Naruto, a quiénes les devolvió el gesto. Saludó cordialmente y se sentó junto a la familia a desayunar.

—¿Descansaste bien? —preguntó Deidara no muy alto, únicamente para que él lo escuchara.

—Sí, gracias. ¿Tú también? —el rubio asintió, y todos desayunaron tranquilamente.

Después, Deidara salió junto con Yahiko nuevamente para seguir con su trabajo matutino, Kushina se retiraba hacia los jardines para darles su cuidado diario e Izumi regresaba a sus quehaceres.

—¿Vienes a las caballerizas? —le habló Naruto.

—¿Vas para allá hoy también?

—Claro, como cada día. Mi trabajo es supervisar el entrenamiento y adiestramiento de los caballos. ¿Me acompañas?

—Te acompaño —le sonrió—, así reviso el estado del caballo que se enfermó y veo como va evolucionando.

Le gustaba estar con los caballos, amaba los animales y que pudiera desempeñar por fin la carrera que tanto le fascinaba, era muy gratificante para él. Así iban pasando las horas, rodeado de tan bellos y majestuosos animales.

Deidara regresó a caballo de la zona de sus cultivos, encontrándose como era de esperar en las caballerizas, a Itachi.

—¿Aún sigues aquí? —se sorprendió de encontrar a su marido detrás de él, ya que pensaba que seguía trabajando.

—Me gusta estar aquí —acarició al caballo que estaba revisando y se levantó—. Además, me hace feliz sentirme útil.

—Si te hace feliz, eres libre de ejercer de nuestro veterinario —desvió su mirada, algo avergonzado, ya que había accedido y entendía que eso le hacía feliz al de cabellos largos—. ¿Quieres dar una vuelta por la hacienda?

—No sé montar a caballo —dijo avergonzado.

—¿Te gustan los caballos, eres veterinario y no sabes montar a caballo? —bromeó.

—Mi madre nunca nos dejaba acercarnos a los caballos o a los cultivos, siempre decía que no estaba bien visto para los donceles.

—Vale, perdona. ¿Quieres que te enseñe?

—No me siento muy preparado todavía para ello —el rubio tiró de las riendas del animal y se colocó al lado de Itachi.

—Bueno, en ese caso sube conmigo —le extendió una mano para que subiera al caballo con él—. Tranquilo, prometo no hacerte caer —se mantuvo dubitativo durante unos instantes, pero después tomó la mano de su marido y subió, sentándose justo delante de él—. Bien, agárrate a las riendas así —para tomar las riendas, Deidara pasaba ambos brazos alrededor de su cintura, haciéndolo estremecer por el contacto.

El rubio le iba mostrando cada lugar de la hacienda, desde los grandes jardines que tenía, las grandes extensiones de terreno y los campos de cultivo, pero Itachi no iba prestándole atención, ya que estaba indagando en sus pensamientos, nervioso por el contacto y acercamiento de su esposo.

Siguieron paseando, hasta llegar a los límites de la hacienda vecina.

—Dichosos los ojos, Deidara-nii, cuánto tiempo —una joven de cabello oscuro y corto montada a caballo se les acercó.

—Ah, eres tú, Kurotsuchi. ¿Qué tal estás? —preguntó más por cortesía que por otra cosa.

—No tan bien como tú, por lo que puedo ver —respondió, clavando sus ojos en el joven que acompañaba a su amigo de la infancia.

—Te presento a mi esposo, Itachi. Ella es Kurotsuchi.

—Soy su amiga de la infancia, siempre hemos estado muy unidos —continuó la frase, haciendo retintín en la palabra unidos sólo para molestar al ex Uchiha—. Por cierto, hacia tu hacienda iba a buscarte.

—¿Y qué es lo que se te ofrece para buscarme?

—Mi abuelo es el que te busca, quiere que esta noche tú y tu capataz vayáis a la hacienda a cenar, necesita hablar de algunos asuntos contigo —se quedó mirando a Itachi por unos segundos—. Puedes llevar a tu esposa también, no quiero que piense mal —soltó una risilla—, pero tranquilo, no te sientas mal si no entiendes de asuntos sobre haciendas, yo te integro en la reunión.

—¿Qué tipo de asuntos? —la fémina se encogió de hombros.

—Negocios supongo. Sabes que mi abuelo siempre te propone negocios y nunca los aceptas.

—Mis motivos tengo —respondió con sequedad—, aunque allí estaremos, no quiero ser descortés con la invitación. Sin más, nos retiramos, debemos regresar. Hasta la noche, Kurotsuchi.

—Nos vemos esta noche, Deidara-nii —se despidió sonriente.

—¿Quién es ella? —preguntó al fin, después de un buen rato de trayecto en completo silencio.

—Kurotsuchi, es nieta de Onoki Kamiruzu, uno de los hacendados de la ciudad y de la hacienda vecina.

—Pero es tu amiga de la infancia, según dijo ella.

—Vaya, por tu tono de voz, parece que te pusiste celoso, no esperaba algo así.

—¿A qué viene eso? —dijo molesto.

—Pues que parece extraño, o mejor dicho, que te pongas celoso por alguien por quién no sientes absolutamente nada, es de ser hipócrita.

—Eres imbécil —ofendido, trató de bajarse del caballo en marcha, pero Deidara se lo impidió.

—¿Qué se te pasa por la cabeza? Podrías herirte, eso es peligroso.

—Ahora el hipócrita eres tú —lo encaró, forcejeando para que le soltara del brazo—, fingiendo que te preocupa lo que me pase. ¡Y déjame bajarme o me tiro, no me importa hacerme daño!

—Si eso es lo que quieres… —tiró de las riendas y el caballo se detuvo. Ayudó al moreno a bajarse—. ¿Prefieres irte caminando hasta la hacienda? Mira que está bien lejos aún.

—No me importa, no tengo problema en caminar —el rubio suspiró, y le indicó al animal que caminar a paso lento para ir al lado de Itachi.

—No sabes el camino de vuelta, te vas a perder.  

—Pues pregunto. Preguntando se llega a cualquier lugar.

—¿A quién? Ni peones hay por aquí ahora mismo. Deja de ser un necio y sube de una vez, mira que si vas caminando no sólo vas a tardar mucho, sino también estarás todo cansado y sudado, y no te dará tiempo de que te des un baño antes de la cena.

—No pienso ir a esa cena, no se me perdió nada —siguió caminando a paso rápido, pero al final el Namikaze bajó del cabello y, tomándolo suavemente de la cintura, lo subió nuevamente. Después, él hizo lo mismo y emprendió el camino de vuelta, ante los reclamos de Itachi de que lo soltara.

—¡Bájame ya de una vez! —siguió protestando, hasta que por fin, su marido le hizo caso y lo dejó bajarse, intentando ayudarlo, pero el doncel se negó.

—Deidara, ¿qué haces? —cuestionó Yahiko al ver llegar a su patrón y mejor amigo—. ¿Se encuentra bien, señor? ¿Necesita algo?

—¿Dónde está Sasori?

—Me imagino que en la cocina, ¿quiere que lo…? —no terminó de formular su pregunta, porque el ex Uchiha salió en dirección a la casa—. ¿Qué le has hecho?

—Yo nada, es un necio, quería venir caminando desde los límites de la hacienda hasta aquí, así que lo tuve que subir a la fuerza al caballo —explicó.

—Pues está molesto, así que algo le has tenido que hacer.

—Te digo que nada, sólo se enfadó porque me encontré con Kurotsuchi y me dijo que su abuelo quiere que cenemos esta noche en su casa, por temas de negocios —se defendió—. Así que ya sabes, esta noche veremos qué negocio se le ocurre ahora al viejo de Onoki.

—Nada bueno, cuidado con lo que proponga, Deidara, ese viejo nunca me ha dado buena espina, y sus negocios no es que sean precisamente legales —advirtió el de cabellos naranjas.

—Lo sé. Acepté sólo por cortesía, pero le dejaré que exprese sus propuestas. Toma, voy a darme una ducha, lleva el caballo a las caballerizas.

Itachi entró molesto a la cocina en busca de Sasori, quién estaba siguiendo una receta que la señora Kushina le estaba mostrando, para su gran sorpresa. Tratando de ocultar su enojo delante de su suegra, le indicó al pelirrojo que lo acompañase a su habitación, que disculpándose, fue tras su patrón.

—¡Arg, es un imbécil! —gritó entrando en su habitación y tomando uno de los cojines que adornaban la gran cama para arrojarlo a la pared.

—Pero ¿qué le pasó, joven Itachi? ¿Le pasó algo con el señor?

—¡Es idiota, es un cínico! ¿Te puedes creer que nos encontramos con quién fue seguramente una de sus conquistas, lo invita a cenar a su hacienda y para colmo se atreve a decirme que si estoy celoso? ¡Por supuesto que sí, esa tipa estaba coqueteando con mi marido delante de mí! Al menos un poco de respeto, digo yo.

Empezó a caminar de un lado hacia otro de la estancia, ante el silencio de Sasori, que lo miraba sin meterse en la conversación.

—Y encima cómo me miraba, se notaba que no le cayó para nada bien la noticia ni verme. Hasta dijo que podía ir también a la cena para que no pensara mal, aunque no entendiera de negocios entre haciendas.

—¿A quién se refiere, joven Itachi?

—¡A una tipa estúpida! Que es amiga de la infancia de Deidara y encima es de la hacienda vecina. Encima Deidara es un imbécil. Búscame algo de ropa para la cena, voy a bañarme.

—¿Piensa asistir al final a esa cena?

—Por supuesto, no pienso dejar que esa se crea que sólo estoy pintado —sin más se metió a bañar.

Cuando Deidara estaba por irse junto con Yahiko a la hacienda, Itachi apareció en la sala para acompañarles también.

—¿Al final nos acompañas? ¿No que dijiste que no se te había perdido nada en esa cena? —preguntó con un deje de burla el rubio.

—Pues cambié de opinión, ¿o es que es algo malo que les acompañe?

—Para nada, será un placer que lo haga —intervino Yahiko, abriendo la puerta e indicándole que pasara él primero.  

—Tú —se acercó a su amigo lo suficientemente cerca para que el de cabellos largos no lo oyera—, deja de coquetear con mi esposo, a ver si me voy a tener que poner serio contigo.

—No estaba coqueteando, sólo siendo amable y cortés, cosa que tú no lo eres con él.

.

Tardaron poco en llegar a la hacienda de los Kamizuru, donde los recibieron con cortesía dos empleados que los anunciaron y guiaron hasta la casa.

—Bienvenidos a mi hacienda —saludó el viejo Onoki soltando su vaso de wisky en la mesita de cristal al lado del gran sofá, levantándose con algo de dificultad y quejándose entre murmuros sobre el dolor de su espalda.

—Deidara-nii, que bueno que ya llegaron.

—Buenas noches, gracias por la invitación.

—Me imagino que este bello doncel es tu esposo —Kurotsuchi hizo una mueca de disgusto—, mi nieta me comentó que te casaste.

—Así es, Itachi Uchiha.

—Mucho gusto.

—Eres entonces hijo de… ¿Mikoto Uchiha? —Itachi asintió—. Hace mucho tiempo que no sé de tu familia, lo último que se rumoreó por el pueblo, ¿es que se separaron desde la muerte de tu padre? Fue un gran hombre, lástima que se marchó tan pronto.

Deidara, al notar la incomodidad de su esposo, cambió la conversación.

—Y bien, ¿de qué negocios querías comentarnos para esta invitación?

—Quería hacerte una propuesta sobre unos terrenos —indicó a sus invitados que tomaran asiento y una sirvienta les ofreció algo de tomar—. Estoy muy interesado en ampliar mis cultivos, y quisiera hacerte una interesante oferta para que me vendieras la media hectárea de terreno que tienes más cercano a mi hacienda.

—Esos terrenos son muy áridos, llevo varios años que no siembro nada allí, ¿por qué los querrías?

—Como te dije, quisiera ampliar mis cultivos, y ese tipo de terreno lo podría explotar muy bien si se estudia como es debido.

—¿Y por qué piensas que te lo vendería? —el viejo volvió a beber de su vaso para proseguir.

—Tú tienes ese terreno ahí sin usar, y yo necesito más terreno, ¿cuál es el problema? Te pagaría una buena suma, si eso es lo que te preocupa, no saldrías perdiendo.

—¿Qué tiene en mente sembrar en esos terrenos, señor Kamizuru? —cuestionó Yahiko, interviniendo en la conversación.

—Eso es algo, como dije, que estudiaré junto con mi nuevo capataz.

—¿Nuevo capataz? ¿No que era su hijo el capataz?

—Lo era, pero quiere abrirse más bien paso en inversiones financieras, así que encontré a un buen capataz que, aunque es joven y no tiene de momento experiencia, mi nieta me lo presentó y tiene muy buena pinta. Que justo tiene que estar por llegar, fueron a avisarle de que quería que viniera a la cena.

—Patrón —interrumpió uno de los peones—, aquí está el capataz, ¿le hago pasar?

—Claro que sí, idiota, lo estábamos esperando —dijo la fémina.

—Oh, aquí llegó al fin. Kagami, quiero presentarte a Deidara Namikaze y su capataz, a ver si llegamos a un acuerdo para que nos venda el terreno que queremos —todos los presentes se levantaron de sus asientos.

—Buenas noches, perdón por el retraso, patrón, he venido lo más pronto posible en cuanto me han avisado.

En ese mismo momento, el mundo se congeló para Itachi al oír esa voz. Juraba que sus oídos le estaban jugando una mala pasada. Una maldita mala pasada.

Lentamente se fue girando, hasta toparse con esos ojos oscuros que lo observaban con la misma sorpresa y angustia que él.

Sintió como su pecho se oprimía y cómo le estaba empezando a costar respirar. Trató de serenarse y regular su respiración, pero le fue imposible. Su vista se le estaba tornando borrosa y las voces de su esposo que lo llamaba parecían más bien murmullos, a la vez que todo a su alrededor se volvía negro como si se encontrase en la más absoluta oscuridad.

 

 


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