Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cage of Love por AniBecker

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo VI

 

Esa noche, se sentía extraño, ansioso y aterrado.

Deidara seguía durmiendo en la misma habitación, junto a él. En la oscuridad de la alcoba, alargó su brazo para observar mejor el reloj de la mesilla; las 11:17 de la noche. Tenía casi cuarenta y cinco minutos para reunirse con Shisui y escapar con él. 

 

Se giró en la cama, y observó a Deidara dormir con completa tranquilidad, ajeno a todo el sinfín de pensamientos que rondaban por la cabeza de su marido.

Acarició con suavidad su rostro quitándole algunos mechones rubios de la cara.

 

—Lo siento… —susurró, levantándose con cuidado de no despertarlo de su profundo sueño.

 

Tratando de hacer el menor ruido posible, sacó de debajo de la cama la bolsa donde tenía apenas algunas pertenencias, y salió de la habitación cerrando despacio la puerta, evitando ser visto por algún empleado.

 

—Joven Itachi —el alma se le salió del cuerpo al escuchar su nombre y saberse descubierto—. No lo haga, por favor.

 

—Sasori, me has dado un susto de muerte —replicó al empleado—. ¿Qué estás haciendo a estas horas despierto?

 

—Lo mismo pueden pensar de usted si lo descubren. Sabía que lo haría, por eso lo esperé para que no lo haga.

 

—Está decidido, Sasori, me marcho con Shisui, así que no trates de detenerme —respondió con seguridad.

 

—¿Se marchará dejando aquí a su hermano? ¿A la suerte para que su madre lo venda al igual que hizo con usted?

 

—Me pondré en contacto con él contándole todo, y le pediré que me acompañe. Estás siendo demasiado metiche, no te metas en asuntos de tus patrones —respondió molesto, haciendo sentir mal al pelirrojo que siempre había estado junto al Uchiha.

 

—¿Nada le hará cambiar de opinión?

 

—Cuídate mucho, Sasori. Muchas gracias por todo —fue la respuesta de Itachi—. No te preocupes, le diré a Sasuke que apele por ti y no te quedes sin trabajo —revisó por última vez su reloj y abandonó la casa.

 

Mientras iba hasta la parte de atrás de la hacienda, no dejaba de mirar hacia atrás, con miedo a ser descubierto y con culpabilidad por irse de esa forma.

 

—¿Qué estás haciendo aquí a estas horas? —lo que nunca esperó, es que Yahiko lo encontrase—. ¿Y Deidara?

 

—Yo… —no sabía qué responderle, estaba claro que, con sólo verlo, el capataz de Deidara podía saber que se estaba escapando.

 

—No quiero ser brusco, pero Deidara no sólo es mi patrón, sino también mi amigo, así que no me dejas opción —sin más, tomó el brazo del de cabellos oscuros, llevándolo a la fuerza. Mientras caminaban, avisó a su patrón, que no tardó en salir de la cama y comprobar como su esposo no se encontraba a su lado y, efectivamente, estaba huyendo de la hacienda.

 

No tuvo otra elección, no pudo reunirse con Shisui y huir con él, ni si quiera pudo avisarle.

 

Deidara fue hasta ellos, y con más fuerza que la que ejerció Yahiko, lo metió dentro de la casa, llegando hasta la habitación que compartían. 

 

—¿Por qué mierdas querías escaparte? ¿Es que aquí te falta algo? ¿Acaso te tratamos mal? —rugió con aparente enojo—. ¡Habla de una maldita vez! Deja de mirar al suelo todo el tiempo.  Tengo derecho y exijo una explicación.

 

—Quería irme con él… —susurró, sin abandonar en ningún momento la mirada puesta en el suelo.

 

—¿Quién mierdas es él? —Itachi no respondió, lo que molestó e impacientó más al rubio, aunque también con su silencio comprendió, que el supuesto hombre del que estaba enamorado el ex Uchiha, estaba vivo y había estado en contacto con él—. Así que está vivo y has estado viéndote con él… en mi puta cara...

 

Se giró y mordió su puño con rabia, tratando de serenarse, pero el orgullo y los celos pudieron con él, por lo que tiró de mala gana al de cabellos largos a la cama, colocándose él encima sujetándole con fuerza los hombros, aprisionándolo contra el mullido colchón. 

 

—Escúchame bien, esté vivo o muerto, no te voy a permitir irte con él, ni con nadie, ¿te queda claro? Soy tu esposo y me debes respeto y cumplir con tus obligaciones de esposo.

 

—Me estás haciendo daño —se quedó, asustado.

 

—¿Sabes lo que has conseguido? Que no te permita salir de la casa tan siquiera, que no vayas a las caballerizas a cuidar de los caballos y, si es que te permito salir de la casa, lo hagas únicamente conmigo, o con mis hombres de confianza —amenazó.

 

—No puedes mantenerme encerrado.

 

—Claro que puedo, porque es lo que tú te has buscado. Te guste o no, vas a estar unido a mí lo que te queda de vida. Creo yo que no te he tratado mal en ningún momento, ni tampoco te he obligado a nada. ¡A nada!

 

—Me compraste. Tú me compraste a cambio de ayudar a mi madre, que dudo mucho que ni tan si quiera estés interesado en un rancho que se cae a pedazos y destinado a la ruina. Tú sólo querías tener a alguien de tu posesión, ¿verdad? —escupió, no dejándose intimidar—. ¿Y me dices que no me has obligado a nada? ¡Me has obligado a estar contigo sin haber ni tan siquiera pensado en mí y en mis sentimientos! —sacando la fuerza necesaria, lo empujó de encima—. ¿Qué vas a hacer, me vas a forzar? ¿Eso es lo que quieres, demostrar tu hombría forzándome a estar contigo sólo porque tu orgullo está herido? —se incorporó un poco en la cama, apoyándose en sus rodillas, quitándose la camiseta azulona que portaba—. Pues venga, puedes divertirte todo lo que quieras, y jactarte después de que lo conseguiste a la fuerza, de que me hiciste tuyo, pero cuando me fuerces, atente a las consecuencias de que te despreciaré más de lo que ya lo hago, y podrás entender y comprobar, de que a él le pertenezco en cuerpo y alma.

 

—Vístete ahora mismo —le aventó la prenda que apenas unos instantes se había quitado—. Si hubiera querido demostrarte mi hombría, me hubiera jactado la misma noche de bodas, forzándote a cumplir tus obligaciones de esposa. Aunque pienses lo peor de mí, no soy un desgraciado que es capaz de forzar a un doncel o una mujer, y lo mismo que no lo he hecho anteriormente, no lo voy a hacer ahora —se giró, yendo hasta la puerta—. Pero que no te fuerce, no significa que puedas hacer lo que te de la gana e irte con tu maldito amante, de aquí no te vas, ¿te queda claro? Asume de una vez que esta es tu nueva vida, te guste o no.

 

Sin más, abandonó la habitación dando un portazo.

Con rabia, Itachi tomó uno de los cojines que adornaban la cama y lo tiró hacia la puerta que había sido cerrada con mala gana apenas unos instantes.

Era cierto, no lo había forzado, pero se sentía ultrajado y humillado en ese mismo momento.

 

—Shisui perdóname, mi amor, perdóname…

 

.

.

.

 

—Yahiko —llamó a su capataz, que aún seguía en la casa—, ese tal Shisui sigue vivo, quiero que varios peones vayan en su busca, aún debe estar esperando a Itachi.

 

—¿Quién ese tal Shisui? —le dio unas indicaciones a algunos peones que estaban de vigilancia—. ¿Y por qué he pillado a tu marido escapándose en mitad de la noche? —Deidara suspiró.

 

—Por lo visto Itachi está enamorado de ese hombre, con quién mantenía una relación antes de casarse conmigo. Pensé que había muerto, pero por lo visto no es así, y ha estado viéndose con él y acordó escaparse esta noche.

 

El pelirrojo se sorprendió. Si era cierto que le extrañó ese apresurado matrimonio y el comportamiento del joven de cabellos largos, pero de ahí, a que estuviese enamorado de otro, viéndose con otro y justo iba a fugarse con otro.

Pero lo que no se esperaba en absoluto, fuera que su mejor amigo, hubiese aceptado tal pacto y comprado, literalmente, a ese muchacho.

 

—Y piensas mantenerlo encerrado en la casa todo el tiempo, muy lógico, Deidara, le das más motivos para que no empiece a sentir algo por ti, mantenerlo encerrado, como si fueras su carcelero. Si de verdad estás enamorado de él a primera vista, así vas por mal camino para enamorarlo.

 

—¿Y qué quieres que haga, que le siga permitiendo que se vea con ese hombre? No sé quién demonios es, puede ser cualquier trabajador de la hacienda y yo sin darme cuenta.

 

—Si dices que se trata de su propia familia, dudo que sea un trabajador de la hacienda.

 

—¿Vino alguien a la hacienda, aparte del hermano menor de Itachi?

 

—Que yo sepa no, pero ¿no te parece extraño?

 

—¿Qué quieres decir?

 

—Viene su hermanito menor, y justo esa misma noche quiere huir con su amante —el rubio lo mira atentamente, frunciendo el ceño—. Puede ser que su hermanito sea el que se lo dijo.

 

—O puede ser también que hubiera sido Sasori, es su sirviente de confianza e Itachi estaba muy insistente en que lo acompañara hasta acá.

 

—No creo que él se jugara su trabajo y se metiera en problemas con su nuevo patrón —comentó, defendiéndolo.

 

—¿Qué te traes con ese sirviente? Ya lo conocías de antes, ¿tuviste algo con él? —Yahiko tomó de nuevo la escopeta que llevaba—. No te vayas, cuéntame sobre lo que hay o hubo entre tú y ése sirviente.

 

—Debo terminar mi ronda, y debo asegurarme que ese tal Shisui no aparece por la hacienda —se alejó de la entrada principal.

 

.

.

.

 

La noche pasó con rapidez, y Deidara no tardó a la mañana, de hacerle mil y una pregunta a Sasori que, aunque le dijo quién se trataba Shisui, negó completamente que se estuviese viendo con Itachi o hubiese venido a buscarlo, haciéndose el sorprendido, no precisamente por salvarse él, sino por Itachi, si le dijera que él estaba enterado de lo que el ex Uchiha iba a hacer, no le permitiría más estar cerca de Itachi.

 

Una vez que terminó de hablar con el patrón, fue inmediatamente a la habitación de Itachi.

 

—Joven, ¿se encuentra bien? —se alarmó, al verlo sentado hecho un ovillo en uno de los sillones de la habitación, aún con la ropa con la que anoche se escapó—. No me diga que el señor le hizo algo después de enterarse de todo.

 

—Me prohibió salir de la casa… no me dejó irme con Shisui… Shisui pensará que no quise irme con él…

 

—¿Y qué esperaba que hiciera? —se acercó a él y le secó las lágrimas que aún mojaban sus mejillas—. Al menos no tomó represalias con usted y sólo le prohibió salir de la hacienda si no es con el señor o algún trabajador de confianza, a mí también me lo dijo. Creo que duda de mí.

 

—Sasori, necesito ver a Shisui, decirle lo que pasó —lo tomó de las manos con desesperación—. Por favor, tú eres el único que puedes ponerte en contacto con él y decirle lo sucedido, pensará que no lo amo y que no quise escaparme con él, pero no es así.

 

—Intentaré ponerme en contacto con él.

 

—¿Con quién? —irrumpió en la habitación Sasuke—. ¿Qué está pasando, Nii-san? ¿Por qué tu marido está que se lo llevan los demonios y estás de esa facha?

 

—Con nadie, Sasuke. ¿Dónde están tus modales de pedir permiso antes de entrar?

 

—¿Qué es lo que está pasando? —insistió.

 

—Nada, anoche me quería ir con Shisui y Deidara me encontró.

 

—¿Shisui está vivo? ¿Y cómo demonios se te ocurre querer fugarte con tu amante? ¡Estás casado! —regañó el menor.

 

—Te recuerdo que cuando me casé y Shisui vino por mí, estabas de acuerdo en que me fuera con él.

 

—Estabas recién casado, era diferente.

 

—Era igual, Sasuke. Shisui está vivo y yo quiero irme con él.

 

—¿Quieres que sea tu marido el que lo mate de verdad?

 

—No lo matará. Porque cuando me escape con Shisui, él y yo estaremos lejos.

 

—Y después que; ¿tener una vida errante con él?

 

—Debería hacerle caso a su hermano, él tiene razón —intervino Sasori—. Debería olvidarse del joven Shisui.

 

—¿Y a ti quién te pidió opinión? —farfulló Sasuke—. ¿Por qué te metes en la conversación de tus patrones? Además, ¿qué haces que no te has retirado? Vamos salte, quiero hablar con mi hermano a solas.

 

—Sasuke, no te consiento que le hables así a Sasori, él no es un sirviente más para mí, y está más enterado sobre lo mío con Shisui que tú.

 

—Oh, perfecto, ahora resulta que le cuentas tus cosas y problemas antes al sirviente que a mí —se cruzó de brazos molesto y ofendido.

 

—Te he dicho que no te refieras a Sasori de esa forma.

 

—No se preocupe joven Itachi, yo me retiro, si necesita cualquier cosa, me avisa. Permiso.

 

—¿Has visto lo que has hecho? Lo has ofendido, Sasuke.

 

—Por favor, ¿por qué te importa tanto ese sirviente? Él siempre está tras de ti, y tú siempre con él como tu confidente que hasta quisiste que viniera aquí contigo y le cuentas todas tus cosas a él.

 

—Siempre ha estado con nosotros en la casa, nos ha estado cuidando desde que nacimos. No me preguntes por qué, pero me siento con él muy seguro y tranquilo —confesó.

 

—Eres bien raro, empatizando tanto con la servidumbre. Bueno ya, vete a bañar y baja a desayunar, nos estarán esperando.

 

Itachi no respondió, sólo se levantó de su lugar y fue a darse un buen baño. Una vez listo, ambos hermanos bajaron al comedor principal, donde el resto de la familia los estaban esperando.

 

Deidara no levantó en ningún momento su mirada del plato para mirar al ex Uchiha, ni tampoco le dirigió palabra alguna. En cambio, Yahiko lo miró fijamente, para después posar sus ojos en los movimientos de Deidara.

 

—Itachi, voy para las caballerizas, ¿vienes hoy? —preguntó Naruto una vez terminaron el desayunado.

 

—No, yo… no puedo ir hoy —trató de sonreírle, mirando de reojo a Deidara, quién seguía sin prestar atención a la conversación.

 

—¿Por qué? Pensé que ya estaba todo bien y querías seguir yendo a las caballerizas. ¿Es que el gruñón de mi hermano otra vez está en contra? —Yahiko también miraba de reojo al rubio, que seguía sin inmutarse.

 

—No es eso —intervino Sasuke—, es que recién acabo de llegar y queremos ponernos al día de todo, ¿verdad?

 

—Así es, quisiera pasar el día con mi hermano, hacía tiempo que no lo veía.

 

—Puede venir también, y así de paso conoce la hacienda.

 

—No me gusta el campo, usuratonkachi, no me apetece venir oliendo a caballo.

—No tienes por qué oler a caballo, pero está bien, si el señorito de ciudad es tan delicado, entonces me voy marchando ya. Permiso. —se retiró de la mesa.

 

—Tienes comentarios fuera de lugar, Sasuke.

 

—Tampoco dije nada malo —se encogió de hombros. Deidara se levantó, junto con Yahiko. Itachi dejó a su hermano con la palabra en la boca, porque se disculpó y salió detrás de él.

 

—¿Te vas? —cuestionó. El de cabellos anaranjados indicó que se iba adelantando, para dejarlos hablar solos.

 

—Pues sí, voy a trabajar, no estoy todo el día sin hacer nada.

 

—¿Va con segundas? —carraspeó, molesto—. Porque te recuerdo, que si me quedo aquí sin hacer nada, es porque tú no me permites ir a las caballerizas, que es donde quiero trabajar.

 

—Te dije que no te permito salir de la casa sin mí, o sin mis hombres de confianza —repitió.

 

—Vale que no me permitas de la hacienda, pero ¿de la casa? No puedes retenerme encerrado en la casa para siempre.

 

—Eso depende de ti. Si no necesitas nada más, me voy.

 

Se quedó mirando como su esposo se marchaba, teniendo muy claro, que no iba a permitir que por su orgullo y celos, lo dejara encerrado en esa casa. No se escaparía, pero no se iba a quedar ahí, él quería seguir atendiendo a los animales, le gustase a Deidara o no.

 

Sin más, fue hasta las caballerizas dispuesto a ejercer su trabajo como veterinario.

 

Mientras iba en esa dirección, una mano lo tiró hacia una esquina. Iba a gritar, se asustó que se tratase de un asaltante, pero su boca fue tapaba para evitar cualquier grito que alarmara a los trabajadores de la hacienda.

 

—Tranquilo, soy yo, soy yo —le dijo una voz muy conocida para él, girándolo—. Voy a soltarte, pero no grites, ¿está bien?

 

Los orbes oscuros se cruzaron con otros de la misma tonalidad.

 

—¿Qué estás haciendo aquí? ¡Alguien puede verte! Debes irte.

 

—No pienso irme de aquí sin una explicación de por qué anoche no te reuniste conmigo.

 

—No pude… el capataz de Deidara me vio y evitó que me pudiera marchar.

 

—Maldito inoportuno —protestó—. Escúchame mi Ita, ¿te hizo algo cuando se enteró? —cuestionó, con mucha preocupación—. Dime por favor que no te hizo nada, porque como te haya puesto un solo dedo encima, juro que voy ahora mismo y lo mato.

—Tranquilízate, no me hizo nada —posó ambas manos en las mejillas ajenas—. Si es verdad que se puso furioso, y al principio pensé que me forzaría, pero no fue así, hasta se fue de la habitación y durmió en otra.

 

—¿Me estás diciendo la verdad?

 

—Te prometo que te estoy diciendo la verdad. Sólo me prohibió salir de la casa si no es con él o con alguno de sus hombres.

 

—Ita, mi amor, mírame —pidió, tomándole con suavidad del mentón—. ¿No ves que te está obligando? Él no te ama, sólo te obliga. Quiere hacer su voluntad a como de lugar. Por favor, vámonos ahora mismo, tú y yo, los dos solos.

 

—¿Y luego qué? ¿Nos vamos a pasar todo el tiempo huyendo y escondiéndonos?

 

—Eso no importa, lo único importante es que estaremos juntos por fin, mi Ita —lo apresó por la espalda. Movió el cabello largo recogido siempre en una elegante coleta, y aspiró el dulce aroma del cuello ajeno. El ex Uchiha cerró los ojos.

 

—Huir no es la solución, Shisui —lo separó de él—. Debes irte, pueden confundirte con un asaltante y atacarte los trabajadores. En ese momento, una voz y pisadas de caballo, los alertó.

 

—¡Itachi! ¿Qué demonios haces fuera de la casa? —Deidara llegaba junto con Izumi, ambos cabalgando. En cuanto estuvieron ante ellos, se bajó hecho una furia, tomando a Itachi del brazo, aunque no con fuerza, para separarlo del capataz de la hacienda de Onoki—. Te dije que no debías salir de la casa.

 

—¿Te crees que me iba a quedar encerrado? Voy para las caballerizas, quiero seguir encargándome de los caballos —lo enfrentó. Shisui estaba alerta, pendiente de meterse como ese rubio hiriese o quisiera hacerle algo a su Itachi.

Deidara ignoró lo dicho por su marido, prestando atención al joven Uchiha a su lado.

 

—¿Qué haces en mi hacienda? ¿Cómo has entrado sin que mis hombres no te vieran? ¿Qué haces a solas con mi marido? —Shisui estaba a punto de decirle la verdad; que había venido a por Itachi, porque estaba enamorado de él y no iba a permitir que lo tuviera por más tiempo, pero Itachi se adelantó.

 

—Lo sorprendí justo cuando iba a caballerizas —mintió, con todo el descaro del mundo, haciendo que el Uchiha alzase las cejas con disconformidad—, dice que buscaba a una de las empleadas, y por la descripción creo que se refería a ella.

 

—¿A mí? —se sorprendió Izumi, ruborizándose.

 

—¿De qué conoces a Izumi?

 

—Nos conocimos el otro día, en el lago —respondió la fémina en un susurro—. ¿Te encuentras mejor de la herida?

—Sí, gracias, ya casi sanó por completo.

 

—Si quieres venir a ver a Izumi, te pediría que lo hicieras de cara y no como un ladrón —intervino el rubio. Después, tiró un poco de Itachi para que lo siguiese—. Vamos para la casa, hablemos allí con calma.

 

—¿Para qué querías verme?

 

Shisui no respondió, sólo la tomó de la cintura y la atrajo hacia él, ruborizando a la chica —¡Cuidado!

 

Un disparo resonó.

 

Shisui, aún sujetando con firmeza a Izumi, sacó su arma y empezó a disparar a los asaltantes, protegiéndola a su vez con su cuerpo. Deidara hizo lo mismo con Itachi.

 

—¿Quién cojones?

 

—¡Deidara!  —exclamó Itachi. Shisui empezó a disparar a los asaltantes, dándole a uno de ellos, que huyeron con rapidez debido a eso.

 

—Desgraciados, voy por ellos —iba a subirse al caballo que estaba usando Izumi.

 

—No vayas por favor —pidió la joven—, te podrían herir—. Además, Deidara está herido —ella también se agachó preocupada por el rubio—. Deidara, ¿estás bien?

 

—Ah… maldición sí —se llevó la mano al brazo herido—. ¿Están todos bien? ¿Estás bien? —se dirigió primero en plural, después, se dirigió a Itachi, quién asintió.

 

—Sí, pero tú estás herido, estás sangrando mucho —respondió, con ojos llorosos, mientras posaba ambas manos en el rostro ajeno y revisaba si estaba herido en otro lugar más. Shisui observaba con atención la escena de ambos esposos—. No debiste interponerte, te han herido por ponerte delante.

 

—Si no lo hubiera hecho, el herido habrías sido tú —respondió, mirándole a los preocupados ojos oscuros.

 

—¿Quiénes eran esos tipos? —cuestionó el Uchiha, haciéndose notar.

 

—No tengo ni idea, pero últimamente ha habido algunos asaltos, no me extrañaría que fueran los mismos.

 

—¿Robar a plena luz del día en una hacienda que tendrá muchos trabajadores vigilando? No creo, podía verlos apuntarte directamente a ti, tú eras su objetivo.

 

—¿Qué estás queriendo decir, Kagami? —intervino Izumi.

 

—¿Tienes enemigos?

—Que yo sepa no.

 

—¿Quién podría querer herirle y por qué? —fue ahora Itachi quién preguntó—. Debemos ir con urgencia a la casa, estás perdiendo mucha sangre.

 

—Ayúdame a subirlo al caballo —indicó Shisui a Izumi, y ambos subieron al Namikaze al caballo. Después, él se subió para ir hasta la casa. La fémina le indicó a Itachi que él subiera con ella en el suyo.

 

Una vez llegaron, Yahiko se acercó a ellos preocupado y los ayudó a llevarlo hasta la habitación.

Itachi les abrió ambas puertas y les indicó que lo dejasen con cuidado sobre la cama.

 

—Voy a llamar inmediatamente al médico —salió el pelirrojo.

 

—Yo voy a por agua tibia y toallas —siguió Izumi, pidiéndole en el proceso a Sasori que la ayudase.

 

—Deidara, hey. ¿Qué le pasó? —se alarmó el de cabellos largos.

 

—Sólo se desmayó debido a que perdió bastante sangre.

 

—Como no llegue pronto el doctor… no me lo quiero ni imaginar —Shisui observaba como su amado estaba muy preocupado por su marido. Itachi se levantó y fue hasta él—. ¿Y a ti… te hirieron?

 

—No, y parece que si lo hubieran hecho, no te habrías fijado en mí.

 

—Shisui por favor, no es momento para celos —se calló de repente porque Kushina entró en la habitación, preocupada por la salud de su hijo. Sasuke, que empujó la silla de Naruto hasta la entrada de la habitación, se quedó helado al ver a Shisui ahí.

 

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó la mujer, revisando a su hijo.

 

—Entraron unos asaltantes a la hacienda y se pusieron a dispararnos, uno de ellos le dieron en el brazo.

 

—¿Quién eres tú? —cuestionó Naruto al joven desconocido que explicó la situación.

 

—Soy Kagami, el capataz de la hacienda Kamiruzu —se presentó.

 

—El doctor tardará una hora en llegar hasta la hacienda, mientras tanto, me ha dicho que le curemos superficialmente la herida para evitar infecciones.

 

—Aquí traemos las toallas y el agua tibia, y también el botiquín —llegaron Izumi y Sasori.

 

—Creo que hay demasiadas personas en la habitación y mi hijo necesita tranquilidad.

 

—Tiene razón, será mejor que abandonen la habitación —dijo Itachi, deseando de que Shisui abandonase la hacienda—. Kagami, ¿verdad? Debería regresar a su hacienda, con los asaltantes por aquí es mejor evitar problemas. Gracias por todo.

 

—Si quieres nos vemos otro día, aún no me dijiste por qué viniste a verme.

 

—Eh… sí, venía a traerte un mensaje de la señorita Kurotsuchi, de que hacía tiempo de no verla —mintió, y la fémina se desilusionó.

 

—Y yo que pensé que venías a verme a mí porque querías de mi compañía.

 

—¿Podrían mantener su conversación fuera de la habitación de mi hijo?

 

—Lo siento mucho, señora. Que se mejore el señor —se colocó nuevamente su sombrero—. Permiso —con los ojos, le indicó a Itachi que tenían una conversación pendiente.

 

Tanto Izumi, como Naruto, Sasuke, Yahiko y Sasori, abandonaron la estancia, dejando únicamente acompañando a Deidara Itachi y Kushina.

 

El ex Uchiha le desabotonó la camisa celeste que llevaba, ahora manchada de rojo carmín, y se la quitó con cuidado, desvelando la herida de bala.

 

Entre la pelirroja y él, le limpiaron la herida y desinfectaron, a la espera de la llegada del doctor.

 

—Tiene mucha fiebre —se alarmó el doncel—, y no recobra la consciencia.

 

—Es debido a la herida —sacó del botiquín un algodón y lo mojó con alcohol, para al menos hacerlo despertar, cosa que funcionó—. Deidara cariño, ¿me escuchas?

 

—¿Mamá? ¿Qué hago aquí? Ah… —se quejó al tratar de incorporarse.

 

—No debes hacer esfuerzos, aún tienes la bala dentro —lo volvió a colocar con lentitud Itachi—. El doctor estará por llegar.

 

No pasaron muchos minutos cuando el doctor llegó, lo examinó y curó. Le mandó unos días de reposo y unos medicamentos para evitar una infección y remitir el dolor.

Después de las indicaciones y revisarlo una vez más, abandonó la hacienda diciendo que regresaría en dos días para revisarle nuevamente.

Kushina lo acompañó a despedirlo, dejando a ellos dos solos en la habitación.

 

—Menos mal que ya estás bien, me preocupaste, tenías mucha sangre, la herida, perdiste la consciencia…

 

—¿De verdad te preocupaste por mí?

 

—Por supuesto que sí, idiota. Sólo hay que ver como te dejaron esos desgraciados.

 

—¿Tú seguro que estás bien? —Itachi asintió—. ¿Y Kagami o Izumi, están heridos?

 

—Ninguno de ellos tampoco resultaron heridos. Él regresó a su hacienda hace rato después de hablar con Izumi.

 

—Deberíamos invitarlo a la casa a cenar, debo agradecerle como es debido.

 

—Ya le agradecí yo por ti, no hay necesidad de hacerlo venir, recuerda que es un trabajador de otra hacienda, puede meterse en problemas con sus patrones —indicó el doncel, para evitar de cualquier forma que Shisui pisara nuevamente esa hacienda.

 

—Tratándose del viejo Onoki no me extrañaría, pero aún así iré personalmente a agradecerle como es debido.

 

El resto del día Deidara lo pasó en cama, e Itachi y Kushina estaban con él todo el tiempo, si no era uno, era la otra.

Naruto mientras se encargaba de toda la hacienda junto con Yahiko en su lugar.

 

—Perdona, ¿te lastimé mucho? —se disculpó después de la curación al oírlo quejarse un poco—. No es lo mismo curar a una persona que a un caballo, se nota que no estoy acostumbrado.

 

—Tranquilo, me duele porque aún está reciente, la curación está perfecta, gracias —le sonrió.

 

—Qué mentiroso —le entregó una pastilla y después un vaso de agua—. ¿Necesitas algo más?

 

—Así estoy perfecto.

 

—Entonces me retiro —fue hasta el armario para tomar su ropa para dormir.

 

—¿Es que te vas?

 

—Sí, has dicho que no necesitas ninguna cosa más, así que me voy a dormir a la habitación de mi hermano.

 

—Me habías preguntado si necesitaba algo más y sí, sí necesito algo.

 

—¿El qué es? —cuestionó sentándose en la orilla de la cama. El rubio alargó su brazo izquierdo y rodeó la cintura de su marido, para acercarlo a él.

 

—Que te quedes conmigo, esta noche y todas las demás.

 

 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).