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Mi primo y yo por shiki1221

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Notas del capitulo:

Ah olvidé avisar, pero ya no es three shot, es short fic. Calculo que tendrá unos 9 caps

 

Cap 3: Cicatrices al descubierto

Madara fue sorprendido por las palabras del castaño. ¿Aclarar cosas del pasado? Sonrió irónico por lo ridículo que sonaba aquello. Ya habían pasado décadas enteras desde que dejaron todo claro entre ellos. No eran meses o algunos años, era media vida la transcurrida. Habían formado sus propias familias y seguido rumbos diferentes pese a estar en la misma aldea fundada conjuntamente. No quedaban dudas entre ellos, no habían más susurros de aquellas promesas juveniles que compartieron cuando niños. Aquella amistad sincera con tintes de amor se vio truncada por las constantes guerras. No fueron capaces de ignorar sus deberes con sus respectivos clanes. Tras la muerte de los líderes cada quien había heredado el mando y cumplió con su papel. Era esa su realidad. Ellos no eran dos adolescentes viviendo sus primeras experiencias en el arte de amar, eran guerreros. Herramientas y armas dispuestas para cualquier sacrificio necesario por el futuro en el que creían. Ni siquiera recordaba exactamente el momento en el cual comenzaron a dejar de verse. Sólo permanecían frescas las memorias de las cicatrices que se hicieron en batalla, tanto las físicas como aquellas en su traicionado y roto corazón.

Madara tenía doce años cuando nació su pequeño hermano Fugaku. Ahora el mayor de dos hermanos, Izuna de cinco años y el recién nacido. Sus demás hermanos habían perdido la vida durante las luchas y nada podía hacerse. Ni siquiera podía llorar por cada familiar caído. No cuando había vidas recién iniciando su camino. Sonaba cruel, pero su padre le dejó claro su papel como su hijo mayor. En el futuro él podía heredar su puesto como líder Uchiha y si no era fuerte podía ser tomado por otro clan más poderoso. Con esa motivación ni de chiste perdería su tiempo. Negó su naturaleza como omega entregándose por completo a lo referido a la batalla. Encontrar un buen alfa, dejarse marcar y tener sus propios hijos era un anhelo reprimido y prácticamente olvidado. Como líder del clan Uchiha no podía permitirse tener un alfa, eso le haría ganar estatus al susodicho, pero su imagen decaería en el proceso. Sería visto como un omega domesticado y ni hablar de quedar embarazado. Eso podía significar, mínimo, un año debilitado por la gestación y el parto. Fue así como los años fueron pasando hasta llegar a ser un joven en los finales de sus veintes, ya casi treinta años de vida, convertido en un líder temido por otros clanes.

―Madara, ¿te encuentras bien? ―preguntó Izuna, quien se había convertido en su mano derecha en el campo de batalla.

―Lo estoy ―aseguró recomponiendo aquella máscara de frialdad y seriedad antes de ajustarse su armadura como correspondía―. ¿Y tú? ¿Está todo listo para nuestra siguiente misión? ―interrogó.

Los clanes ninja eran independientes y trabajaban para el mejor postor. Aquel que poseyera suficiente dinero para costear sus servicios, tendría a uno de los clanes más poderosos cumpliendo cualquier tarea con eficiencia. Generalmente se los contrataba para la toma de territorios. Esas disputas cuando no se resolvían de manera diplomática se volvían luchas entre ninjas. Allí era cuando daba igual tener un derecho legítimo o la potestad sobre campos o territorios, por la fuerza del dinero, alguien ajeno y “sin ninguna vela en ese entierro”, podía hacerse de puntos estratégicos. A veces sentía algo de pena por destruir familias poco pudientes o nobles sin ánimos de guerra. No eran raros los casos de rendición para evitar un derramamiento de sangre. Prefería esos casos siendo sincero consigo mismo. Le restaba culpa a su consciencia, pues debían ejecutar aquellos trabajos sin cuestionar para poder obtener su paga. Ellos eran hábiles guerreros, pero el alimento debían comprarlo, pues no tenían tiempo para cultivar o criar ganado. Todo el tiempo disponible lo empleaban en pulir sus técnicas shinobis o mejorar sus tácticas. Nada más. Esa era su rutina desde que se levantaban al amanecer hasta que se iban a dormir al caer la noche.

―Lo está, pero debo advertirte que nos enfrentaremos al clan Senju ―anunció Izuna con una mirada preocupada por la reacción de su hermano.

―¿Estás seguro de eso? ―Quiso confirmar aquella afirmación, pues deseaba sólo fuera un rumor o error.

―De buena fuente hemos averiguado que el hermano de nuestro cliente ha contratado a los Senju para disputar el territorio que nos asignaron tomar ―explicó Fugaku uniéndose a la reunión en el improvisado campamento designado para Madara.

―Además de que se han fortalecido desde que su líder Hashirama Senju contrajo una unión con Uzumaki Mito ―aportó el hermano de en medio apretando los puños al saberse en desventaja.

―Ese clan posee una gran cantidad de chakra y es muy útil para sellar a grandes seres como los bijuus ―expresó Fugaku meditando cómo podía influir eso en la pelea.

Madara dejó de oír la conversación de sus hermanos. Podía imaginar que siguieron hablando de las fortalezas de ambos clanes en busca de alguna debilidad que explotar. Empero, él se encontraba ausente. Hacía mucho tiempo que no pensaba en aquel chico que conoció en el río. No pasaron demasiado tiempo juntos, pues sólo se limitaban a ir al mismo sitio y divertirse un rato juntos o hablar todo el tiempo del que dispusieran. Se enteraron de la procedencia del otro durante un combate dirigido por sus respectivos padres. Los adultos no habían visto con buenos ojos esa amistad. Peor aun cuando se dieron cuenta del género del hijo de su rival. El primer instinto del patriarca Uchiha fue resguardar a su hijo. No le cabían dudas que aquel mocoso intentaba marcar a su hijo para establecer el dominio de los Senju sobre los Uchiha. Su eterno rival tenía pensamientos similares. Asumió que ese omega Uchiha buscaba utilizar su cuerpo para seducir a su hijo y hacerse un lugar en el lecho de Hashirama para influir en sus futuras decisiones.

Desde aquella batalla la amistad de ambos se desvaneció tan rápido como había iniciado. Dejaron de verse en su sitio favorito y jamás volvieron a intercambiar palabras que no fueran los nombres de sus técnicas de ninjutsu. Cruzaron espadas en incontables batallas. Lidiaron con verse entre la vida y la muerte siendo su posible verdugo quien se había ganado un sitio en el corazón contrario. Era doloroso. Más que las heridas sangrantes provocadas por el filo de las armas. Para ese tipo de daño existían ungüentos y medicinas, para la distancia entre ellos, en cambio, sólo les esperaba silencio y frialdad. Ninguno se permitía dudar, pues tenían las vidas de sus clanes a cuestas. Un error por un sentimentalismo de niños podía salirles caro. Y aun con todo ello, saber de la unión de Hashirama con la joven Uzumaki lo sintió como una puñalada por la espalda. El actual líder Uchiha se negó a derrumbarse frente a sus hermanos por aquel alfa y mantuvo su estoicismo delante de ellos. Ya no albergaría ninguna esperanza al respecto de ellos dos. En esa lucha le pondría fin a la vida de aquel Senju y junto a su vida, también acabaría ese molesto lazo entre ellos que aun sentía.

―Ya se terminó el momento de charlas inútiles. Preparen a todos para la batalla ―ordenó Madara en tono solemne caminando entre sus dos hermanos―. Hoy le pondremos fin a esta disputa tan larga ―anunció decidido.

Y sucedió. Tal y como dijo ese día se llegó a un punto de inflexión. Pondrían fin de una buena vez y para siempre las luchas entre ellos.

―¡Ya mátame, Hashirama! ―pidió Uchiha tirado en el suelo tras el largo y desgastante combate.

La tierra fue bañada con la mezcolanza de la sangre Uchiha y Senju. Había una gran cantidad de cadáveres de ambos bandos. Lucharon con fiereza y habían durado una semana entera con pocas horas de sueño y manteniéndose casi exclusivamente con píldoras de soldado. La cantidad de chakra de cada uno había marcado una diferencia en contra de los Uchiha. Los Uzumaki se habían unido a los Senju y eso les había dado acceso a múltiples sellos que los limitaron bastante. Los portadores del sharingan tenían ventaja en cuanto a ataques de larga distancia y tácticos, pero debían reconocer que en resistencia física los Uzumaki les sacaban ventaja. Una buena parte del clan de Madara había terminado ciego por el uso excesivo de su sharingan y otros habían muerto por las sobre exigencias. El líder no podía más que sentirse responsable de todas las bajas y como último acto de piedad en nombre de la amistad que alguna vez tuvieron, Madara se atrevió a renunciar a su orgullo para pedirle una única cosa como última voluntad.

―¡Sí, termínalo! ―secundó Tobirama mientras retenía a Izuna y Fugaku en su jutsu de prisión de agua. Si el líder Uchiha intentaba algo extraño asesinaría a sus hermanos menores.

―¡¡Cállate, Tobirama! ―ordenó su propio hermano mayor mientras sujetaba con fuerza la espada entre sus manos.

―Sólo hazme el favor de dejar ir a mis hermanos ―pidió Madara respirando pausadamente. Estaba herido y agotado. Pronto su consciencia lo abandonaría―. Dudo que ellos quieran luchar después de esto, mi clan está acabado.

―¡No tiene por qué ser así! ―declaró el castaño clavando la hoja de la espada al lado de la cabeza del Uchiha―. Por favor, no quiero más muertes ―suplicó conteniéndose de llorar como si fuera su propia muerte la que se acercaba.

―No seas estúpido, Hashirama ―dijo el moreno con una sonrisa triste―. Las guerras no se detendrán, pero si acabas con los Uchiha tal vez puedas hacerte de un clan sin rivales.

―¡Deberíamos hacerlo juntos! ―exclamó el líder Senju precipitadamente dejando a todos desconcertados―. Cumplamos nuestro sueño juntos, Madara. Hagamos una aldea con nuestros dos clanes unidos y así nadie más tendrá que morir.

―Prefiero morir ―espetó el moreno frunciendo el gesto.

―Con gusto te ayudo con eso ―ofreció el albino dispuesto a terminar lo que inició su hermano.

―¡No! ―negó Hashirama mientras lo sujetaba al omega azabache entre sus brazos y lo ayudaba a sentarse―. Si tú mueres, juro que me suicidaré e iré al infierno a patearte el trasero.

―¿Al menos estás oyendo lo que digo? ―interrogó Uchiha sin entender por qué tenía esa sensación de que sus palabras caían en oídos sordos.

―Ya tengo pensado el terreno donde poner la aldea, las casas y hasta elegí las estatuas que se alzaran en honor a nuestra alianza y también… ―siguió relatando de manera ensoñadora sin prestarle atención a ningún reclamo u objeción.

―¡Escúchame, imbécil! ―ordenó Madara antes de saltarle al cuello descubierto del castaño y darle una mordida tan fuerte que sintió la sangre ingresar en su boca.

―¡Quieto, Madara, quieto! ―ordenó Hashirama intentando quitárselo de su cuello.

―Entonces presta atención ―dijo exasperado por la actitud del otro.

―Bien, tienes mi atención, ¿en qué posición quieres tu estatua? ―preguntó haciendo bufar al moreno.

Era y fue inútil intentar razonar con Hashirama, él ya había tomado su decisión. Tobirama intentó impedir ese acuerdo de paz, no por qué no quisiera que cesaran las luchas, sino por las cláusulas. No podía aceptar eso de una aldea en conjunto con sus enemigos mortales. En cualquier momento intentarían cobrarse la derrota actual. Bien era sabido lo orgullosos, rencorosos y vengativos que eran los Uchiha. No pensaba arriesgar la estabilidad que podían lograr aliándose a otros clanes, todo por un amorío antiguo de su hermano. Mas, para su pesar el líder de los Senju y cuya palabra era determinante para todo lo concerniente al clan, era Hashirama. Así fue como pese a sus negativas tuvo que aceptar que se fundara Konoha de la mano de los Senju y los Uchiha. Además de las estatuas a las cuales el castaño nunca renuncio y se salió con la suya. Quedaron inmortalizadas en el Valle del Fin las figuras de ambos líderes.

―Ya es demasiado tarde, ¿no lo crees, Hashirama? ―preguntó Madara con una mueca que pretendía ser una sonrisa burlona, pero sólo demostraba cansancio y tristeza.

―¿Por qué lo crees así? ―interrogó el castaño mientras daba unos pasos hacia él.

―Tienen setenta años, nietos y estás cerca de la tumba, obviamente no tienen tiempo para hacer nada juntos ―intervino Tobirama queriendo entorpecer los avances de su hermano.

―¡Cállate, rata albina! ―ordenó Charasuke sujetándole la oreja al mayor y jalándolo amenazadoramente―. Tienen cosas que aclarar y no pienso dejar que intervengas.

―Como si pudieras detenerme, mocoso defectuoso ―aseguró el Senju de cabellos blancos.

―Ningún amargado con disfunción eréctil va estropear la felicidad del abuelito Madara ―prometió poniéndose en guardia―. No soy de golpear a adultos mayores, pero me tientas ―advirtió con su sharingan resplandeciendo en sus ojos.

―No suelo golpear fetos mal abortados, pero contigo puedo hacer una excepción ―gruñó el alfa albino.

―Es una pena que pierdas el tiempo conmigo cuando podrías estar oyendo los verdaderos sentimientos que tiene tío Izuna por ti ―comentó repentinamente el menor de los azabaches con una sonrisa divertida.

―¿Izuna ha hablado de mí? ―preguntó Tobirama algo sorprendido, pero manteniendo un rostro indiferente.

“¿Qué ha pensado? ¿Algo bueno, algo malo? ¿Aun tendré oportunidad con él? Sé que en el pasado hemos asesinado a nuestros familiares mutuamente, pero a pesar de eso, durante años Hashirama seguía suspirando por Madara. Aun no puedo creer que haya llorado por ese puercoespín cuando lo comprometieron con Mito.”

―¿Lloraste por mí? ―preguntó Madara mirando esperanzado al castaño. El alfa movió la cabeza apenado pensando en mentirle sobre eso.

“Si le miento y le digo que no, pensará que no me importa, pero si le digo que pasé toda la noche pensando en él mientras lloraba por no poder marcarlo como mi pareja, quizás me vea como un alfa débil e indigno.”.

―No creo que llorar te haga menos alfa ―comentó Uchiha al oír aquellos pensamientos. Pese a su gesto severo habitual, la mirada del omega mayor expresaba un brillo de felicidad y cierta ternura por saberse el objeto de aquellas lágrimas.

“Es hasta tierno que haya sentido tanto dolor como yo cuando me enteré de su unión con esa zorra”.

―Maddy ―llamó el Senju castaño sonando dulce el apodo, pero llevando un tono de advertencia―. No hables así de mi difunta esposa.

―Era la verdad, era la jinchuriki del zorro de las nueve colas ―se defendió Madara cruzándose de brazos. “Y una zorra por robarme al único alfa al que amé.”

―Ella fue una buena amiga, no pude amarla como te amo a ti, pero me gustaría que por favor guardes un poco de respeto a su memoria ―pidió el castaño sujetándole la mano con dulzura. Su dedo pulgar acarició la zona del metacarpo buscando relajarlo.

Hashirama jamás pudo sentir por su pareja lo mismo que sintió por Madara. Su unión había sido de carácter político, una búsqueda por adquirir los secretos de los Uzumaki de manera pacífica. Podía apreciar a Mito como una omega hermosa y de gran fuerza tanto física como de carácter, pero nunca sería lo mismo que con su moreno. Cada vez que evocaba algún recuerdo relacionado al azabache, su corazón latía con fuerza. Sin embargo, no podía hacer nada para estar a su lado. Habían perdido contacto y siempre temió enterarse de alguna unión de Madara con otro alfa. No tenía derecho a reclamar nada, pero era doloroso imaginar al moreno en brazos de otro. Y aun con aquellos pronósticos pesimistas siendo constantemente susurrados por su hermano menor, si de él hubiera dependido habría permanecido soltero el resto de su vida. Sólo por la presión de su padre de asegurar la protección de dos clanes, aceptó a regañadientes marcar a Mito. Consiguieron volverse buenos amigos y tener una buena relación, pero jamás avanzaron de ese punto en cuanto a sus sentimientos se refería.

“Aquí la única zorra siempre fue Madara por andar detrás de mi hermano. Incluso en el funeral de Mito intentó seducirlo el muy sinvergüenza”. Pensó Tobirama crujiendo los dientes al ver la cercanía de los otros dos.

―¡Yo no hice tal cosa! ―se defendió el mayor de los Uchiha erizándose como si se tratara de un gato enojado―. Sólo fui a presentar mis respetos ―habló desde la sinceridad, pero dispuesto a retomar una pelea a puños para cerrarle la boca al otro.

“Aunque esa pelirroja me cayera mal por ser esposa de Hashirama, creía que él la amaba y si Hashirama la estaba pasando mal era suficiente motivo para ir con él y apoyarlo en su duelo”.

―¡Siempre has sido muy dulce, Maddy! ―exclamó el alfa mientras abrazaba a su amado con todas sus fuerzas.

―No soy dulce ―contradijo avergonzado por el contacto tan repentino―. Yo soy un asesino, el líder del clan más temido de todos los tiempos, una leyenda en el campo de batalla…

―Y un viejito senil ―comentó Charasuke con una risita.

―¡Te escuché, mocoso! ―advirtió el mayor mirando mal a su descendiente―. Te dejaré fuera de mi testamento.

―¡Oye! ―gritó escandalizado―. Yo merezco seguir allí, fueron mis bromas las que hicieron que la rata albina confesara que Hashirama-san te ama mucho ―argumentó negándose a ser excluido por algo que no hizo.

―Eso es cierto, pero… ―meditó con fastidio el mayor pensando en algo coherente para responderle.

A ver, cómo le digo que jamás lo quitaría de mi testamento sin que se le suba a la cabeza a esta pequeña cacatúa hiperactiva”.

―¡Ya lo pensaste! ―señaló Charasuke apuntando con su dedo a su tío abuelo―. Por mi parte no seguiré fastidiando, así podrás perder tu virginidad con el hombre que amas ―comentó pícaramente mientras le hacía gestos insinuantes al Senju.

―Chara estás exagerando ―dijo Hashirama intentando calmar la situación, pues notaba la ira retenida de Madara―. Vamos a llevar las cosas lento, ya no somos adolescentes y no tenemos tanta energía.

“Primero tengo que asegurarme de que esté bien muerto el alfa que desvirgó a mi Maddy o ayudarlo a llegar al otro mundo”.

“Maldito mocoso boca floja, ¿cuándo se enteró que nunca perdí mi virginidad?”.

―Hashirama-san es una pena que no se haya enlazado antes a mi abuelito Madara porque esos pensamientos homicidas le habrían hecho encajar muy bien en mi clan ―comentó el menor de los morenos algo impactado de que alguien tan amable y dócil como ese Senju tuviera pensamientos tan… preocupantes por decir lo menos―. Y lo otro lo decía en broma. ¡Apúrate entonces o puedes morirte virgen! ―alentó Charasuke a su familiar recibiendo miradas de fastidio.

―¿En serio eres virgen, Madara? ―preguntó el alfa Senju sin creérselo.

―No es asunto tuyo ―reclamó evitando mirarlo de frente.

Y de hecho es tu maldita culpa. Desde que te mordí, tu sangre tuvo un efecto raro en mi cuerpo y ahora tengo una cara tuya en mi pecho. ¿Qué alfa querría tener sexo conmigo mirando la cara del primer Hokage?”

―Sólo alguien que admirara profundamente a Hashirama-san lo haría en esas circunstancias ―soltó Charasuke al oír ese pensamiento―. Me imagino que les será difícil lamerte los pezones, digo, terminarían besando la cara de Hashirama-san ―molestó el menor aguantando las risas.

―¡Descuida, Maddy yo besaré mi propia cara si es necesario! ―prometió el castaño aún más emocionado mientras sujetaba por la cintura al azabache―. Tendremos la primera vez que siempre soñamos. Te invitaré a un cita romántica, cenaremos, pasearemos, haremos el amor…

―Usen condón ―aconsejó Charasuke metiéndose donde no lo llamaban―. Si tienen hijos y se mueren muy rápido, ¿quién los criará?

Y yo que ellos no confiaría mucho en los Uchiha y Senju que quedan vivos. Son algo trastornados y necesitan terapia”. Pensó Charasuke viendo a su alrededor.

No encontraba a Tobirama y eso que hasta unos momentos atrás estaba ahí incordiando un amor que debió darse desde hace décadas. Supuso entonces que quiso aprovechar los efectos del jutsu para oír los pensamientos de su tío abuelo Izuna antes de que usara la liberación. El segundo omega al mando dentro del clan Uchiha siempre había mantenido su filosofía de guerra: era un ninja, no un omega. Poco y nada le importaba tener una pareja. Siempre había expresado lo feliz que era teniendo sobrinos y nietos, según él no necesitaba nada más. Sin embargo, esa era una filosofía parecida a la de Madara y se cuestionó si no era otro caso de un amor que se truncó y cuyas esperanzas no morían. Realmente no podía estar seguro de qué era lo que cruzaba por la mente de cada uno, al menos no hasta sacarle ventaja al error de Ino. Y hablando de ella, buscó con la mirada a la rubia que desde hacía un buen rato no oía.

―¡Chara! ―llamó la joven Yamanaka tocándole el hombro con la mano abierta―. Algunos de los miembros de tu clan han intentado retirarse el jutsu por cuenta propia y no funciona ―explicó casi como una advertencia.

―¿Por qué? ―preguntó curioso sin entender muy bien eso.

―Tu clan al igual que los Hyuga aplican lo básico del genjutsu, es decir, cortar el flujo de chakra y reanudarlo, para eso necesitas mínimo a otra persona que lo realice, ya que cortar el propio flujo de mi jutsu es algo complicado ―relató después de haber visto de primera mano a varios intentándolo en sí mismos y fallando.

―La verdad es que ni siquiera me había fijado ―confesó Charasuke viendo seriamente a su amiga―. Hasta ahora lo aplicó a alguien usándolo de ejemplo y pido que lo repitan. Creo que de todas manera funciona.

―Sí, funciona ―concordó la rubia con un asentimiento de cabeza―, pero avisa que tendrán problemas haciéndolo solos.

―Seguro se darán cuenta por sí mismos, no creo que sean tan idiotas ―comentó encogiéndose de hombros restándole importancia.

―Mientras peleabas con tus familiares estuve explicando la situación a los Uchiha que estaban por las calles, creo que sólo faltarían tus padres ―precisó Ino con una sonrisa de alivio por haber sido bastante fácil hablar con ellos―. Yo iré adelantándome a hablar con otros clanes mientras hablas con tus padres, ¿te parece? ―preguntó sonriendo.

Charasuke asintió a las palabras de su amiga. No tenía ninguna objeción con eso, además ya había curioseado bastante en la vida de los viejos. Ya tenía con que fastidiarlos en el futuro. Observó por encima del hombro y de reojo a Madara y Hashirama caminando de la mano en dirección contraria a la suya. Se sintió genuinamente feliz por ellos. A pesar de que todo parecía perdido o ser “demasiado tarde”, se veía la voluntad de aprovechar los años que les restaran de vida. Aunque pensándolo bien, los Senju eran longevos y los Uchiha tampoco se morían tan fácil desde la finalización de las guerras. Uno de sus familiares había logrado vivir cien años. Si ellos tenían esa suerte tendrían treinta años de gozo. “Tan tarde no era”. Pensó dirigiéndose a su propia casa para hablar con sus padres. Eso debía ser mucho más sencillo. Eran dos genios con un matrimonio perfecto. Ingresó a su hogar sin siquiera tocar la puerta o anunciarse y eso le costó ver demasiado de cerca el filo de un cuchillo.

―¿Qué demonios? ―preguntó Charasuke luego de haber esquivado eso sólo por sus reflejos bien entrenados como ninja―. ¿Qué está sucediendo aquí?

―Estábamos hablando de algunas cosas con tu padre ―respondió Itachi con otros dos cuchillos en sus manos.

―Y si están dialogando, ¿por qué hay cuchillos volando en dirección a la puerta de entrada? ―cuestionó el menor alzando una ceja notando raro que sus papá omega tomara esa actitud con su padre―. Pudiste matarme, papá ―señaló lo obvio.

“Si hubieras muerto con eso no serías nuestro hijo. Desgraciadamente saliste demasiado bien y se nota que eres nuestro.”

―¿Qué quieres decir con “demasiado bien”? ―demandó saber el hijo del matrimonio frunciendo el ceño por aquel pensamiento.

―Nada, hijo ―tranquilizó Shisui previendo que esa conversación no terminaría bien si seguían por ese rumbo.

Charasuke vio a sus dos padres alternadamente. Parecían estar “normales”, es decir, aquellas expresiones de serenidad y calma que tanto los caracterizaba a ambos. Sin embargo, ese cuchillo a milímetros de su cabeza le dejaba claro que no todo estaba tan tranquilo. Mas, no podía evitar maravillarse con aquel autocontrol en cuanto a sus expresiones faciales se trataba. Eran raras las ocasiones en las que abiertamente dejaban relucir enojo o incluso felicidad. Recordaba haber visto fotos de la boda de sus padres y cualquiera que no los conociera creería que estaban haciéndolo en contra de su voluntad. Caso parecido al de su tío Sasuke, otro digno Uchiha de pocas expresiones en el rostro. A pesar de haberse estado casando con el futuro Hokage y héroe de la aldea tenía un rostro que haría pensar en una extorsión del tipo: Te casas con Naruto o regresas a prisión por traidor. Sólo los allegados a los Uchiha sabían cuando un portador del sharingan era genuinamente feliz. Y eso se adquiría con años de ver a los ojos a alguno de ellos y notar cuando tenían un brillo diferente.

“Aun no puedo creer que Itachi crea que su útero le habla. Necesita ir con un doctor, la edad lo está poniendo esquizofrénico”.

―¿Me crees loco? ―demandó saber el aludido preparando otro cuchillo tras oír los pensamientos de Shisui―. Yo estoy en contacto con mis instintos y por eso oigo voces. Cuando estaba listo para concebir a Charasuke sentí que me ahorcaban las entrañas como si dijeran “reprodúcete”.

―Eso se llama esquizofrenia ―corrigió su esposo preocupado por la salud mental de su pareja. No le encontraba nada normal a oír voces en su cabeza.

―¿Tienes útero? ¿No? ―cuestionó de una manera un tanto agresiva―. Entonces no tienes opinión ―dictaminó mirándolo de manera amenazante.

Su hijo estuvo oyendo todo en silencio intentando procesar las palabras y pensamientos de sus dos padres. Sabía que los omegas por su calidad de gestantes, tenían útero y hormonas que se alborotaban durante el celo y al dar a luz. Los cambios raros en la actitud los había experimentado incluso él sin ser omega. Esos los tenía claro, pero jamás en su vida había escuchado voces en su cabeza que no fueran por el efecto de un genjutsu o actualmente por el error de Ino. Quizás debería sugerirle de manera sutil a su padre omega que visitara un especialista. No podía ignorar aquella revelación y se ponía en la misma postura de su padre alfa, era por el bien de su otro padre. Empero, con el orgullo Uchiha y la imagen de perfección creada por sus padres, ir a visitar a un especialista les daría un fuerte golpe que derrumbaría esa “perfección”. Probablemente su padre estaba preocupado por eso, pero debía hacerle entender que pedir ayuda no era malo.

―Si estuviera bebiendo algo, lo habría escupido ―comentó su hijo sin saber qué cara poner ante aquel pensamiento―. ¿Cómo es eso de que mi papi oye voces? ―Quiso saber.

―Nada extraño ―respondió Itachi de inmediato mientras miraba mal a su esposo―. Tu padre es un exagerado, eso es todo. Además no debería haber oído eso.

―No es mi culpa que nos viéramos afectados por un jutsu de los Yamanaka ―se defendió Shisui alistándose disimuladamente para prevenir algún ataque.

―¿Cómo saben del jutsu de Ino? ―cuestionó el menor de los presentes sin entender cómo lo supieron si él apenas llegaba para explicarles acerca de eso.

―Es fácil de deducir, Chara ―comentó el omega de larga cabellera con una sonrisa amable para su pequeño―. Los jutsus que conectan mentes fueron usados por los Yamanaka en tiempos de guerra. En cuanto oímos los pensamientos del otro supimos que alguno de ellos había cometido algún error ―explicó su razonamiento como si fuera lo más evidente del mundo.

―Y a juzgar por los efectos en nosotros que no teníamos nada que ver, no fue difícil concluir que la más joven había metido la pata ―complementó Shisui encogiéndose de hombros.

“No cabe dudas que son los genios de nuestro clan. Yo apenas me di cuenta que la responsable fue Ino cuando ella misma me lo dijo. Aunque su cara expresaba bastante culpa haciendo fácil ver que una buena parte de la responsabilidad era suya sino era la causante”.

―También eres bueno leyendo a las personas, hijo ―aseguró su padre omega con una sonrisa orgullosa.

“Demasiado. Haces más difícil ocultarte cosas y para colmo con lo curioso que eres te metes donde no te llaman. A veces me pregunto como habría sido tener un hijo normal que no fuera un prodigio como nosotros”.

―¿Qué quisiste decir con eso? ―interrogó Charasuke alarmado por aquellos pensamientos provenientes de Itachi justamente.

―Nada, hijo ―contestó Itachi con nerviosismo por la situación. Una cosa era callar sus palabras y controlar lo que mostraba en su rostro y otra era detener sus pensamientos.

―Pero pensaste que sería mejor si yo fuera normal ―señaló con obviedad cruzándose de brazos―. No soy un prodigio, jamás he estado a la altura de ustedes como para que pienses así de mí ―expresó con su rostro ladeado mirando hacia el suelo.

“Pero podrías haberlo sido sino hubiéramos hecho lo posible por retrasarte”. Pensó Itachi de manera casi automática.

―¡Itachi! ―llamó Shisui preocupado por la falta de filtros que tenían los pensamientos de su pareja. Sabía bien que muchos de ellos podían causarle daño a su hijo.

―¡¿No eres feliz con mi manera de ser?! ―demandó saber el menor sintiéndose profundamente dolido por oír eso precisamente de la persona que le había dado la vida.

―No es eso, cariño ―suspiró Itachi acercándose cautelosamente al menor para sujetarlo suavemente y guiarlo hacia el sofá para hablar de ese tema―. Es sólo que la vida de un “genio” no es tan fácil como parece ―comentó mientras recordaba los pesares que tuvo en su infancia y adolescencia.

Desde muy joven Itachi había demostrado dotes singulares para aprender y ejecutar técnicas ninjas. Al principio no sabía muy bien lo que sucedía. Sólo imitaba lo que veía en los adultos o demás miembros de su clan. Su padre al percatarse se había llenado de orgullo y alegría e Itachi como cualquier infante se sentía muy feliz de ver la sonrisa de su padre y recibir sus felicitaciones por sus logros. El problema vino cuando poco a poco esa alegría expresada por sus logros comenzó a tornarse en vanidad y ambición. Cada vez que Fugaku hablaba con sus amigos y compañeros siempre hacía destacar lo perfecto que era su hijo. La reacción natural de aquellos que oían al alfa era la envidia. Y a medida que esa misma crecía también aumentaba la atención puesta en Itachi en busca de algún error. Algo que no hiciera a la perfección para poder recriminarle. La oportunidad de bajar a Fugaku de su nube parecía haber llegado cuando se supo que Itachi era un omega. Era la oportunidad perfecta de los demás de presumir que tenían hijos alfas los cuales no perderían su apellido y heredarían el liderazgo de sus respectivos clanes.

Eso se tradujo en una presión aun más intensa para el primogénito de los Uchiha. Fugaku no perdía oportunidad en recordarle que debía ser fuerte e invencible. Incluso aprendió a sortear las debilidades de un omega como era la sumisión ante la voz de alfa. Con su habilidad para el genjutsu le era sencillo ser él quien se posicionara como el dominante. La voz de alfa era inútil cuando el alfa quedaba a merced de la voluntad de Itachi por sus habilidades ninja al usar su sharingan. Sin embargo, mientras más expectativas llenaba más solo se sentía. Incluso su propio hermano menor lo veía con envidia y a veces hasta con odio. Le era doloroso saber que pese a haber prácticamente criado a Sasuke, éste lo veía como un enemigo. Y a sus padres, casi siempre ausentes por asuntos del clan, los veía con todo el amor que él hubiera deseado sentir de su parte.

―Creo que ya estás en edad para tener un alfa. ―Había comentado en una ocasión su padre cuando llegó a la edad casamentera.

―Creo que es algo precipitado una unión tan pronto ―respondió Itachi con respeto, pero manteniendo una negativa implícita―. Pienso que podría llevar una buena vida como tío Izuna siendo soltero el resto de mi vida.

―¡Tonterías! ―exclamó Fugaku cerrando los ojos mientras le restaba importancia a las protestas de su hijo mayor―. Alguien de tu calibre seguramente tendrá hijos prodigios que mantendrán en alto el nombre de la familia Uchiha ―explicó dejando al descubierto sus verdaderos intereses.

Itachi apretó los puños disimuladamente evitando soltar algún improperio contra su padre. Sintió asco por aquellas palabras y más por la manera de expresarse. Estaba prácticamente diciéndole que era un animal. Algo así como los caballos pura sangre que hacían aparearse con otro de igual envergadura para tener una cruza incluso superior a los progenitores. ¿Cómo no sentirse ofendido siendo tratado así? ¿De qué sirvieron todos sus logros y reconocimientos anteriores como shinobi si de todas maneras sería visto como una incubadora? No importaban los años que pasaron su padre seguía exhibiéndolo como una simple propiedad, antes como un trofeo y ahora como el gestante de una mejor generación. Para poder librarse de la situación pensó en usar precisamente ese orgullo por el apellido como arma contra su padre. Quizás de esa manera podría ganar algo de tiempo para evitar ser unido por la fuerza a alguien que no amaba.

―Si me casara, perdería el apellido al igual que los hijos que dé a luz ―explicó sentándose erguido para hablar mirando fijamente a su padre―. El apellido Uchiha se perderá si me uno a algún alfa.

―Eso se soluciona con simplicidad ―argumentó Fugaku siendo inamovible de su postura al respecto de tener nietos prodigiosos―. Te puedes unir a otro Uchiha y asunto resuelto. No perderemos el apellido y se mantendrá la pureza de la sangre.

El omega quiso maldecir que sacara el asunto de la pureza de la sangre a colación. Su clan era muy cerrado a relacionarse con otros. Raras veces contraían una unión con alguien que no fuera un Uchiha. Generalmente era cuando el “destino” intervenía para enlazarlos. Aunque parecía que el mismo parecía estar de acuerdo con la endogamia. Además de que una contra muy común para los Uchiha era lo mal vistos que estaban por gente ajena. Prácticamente por norma general todos asumían que los portadores del sharingan eran iguales. Ciertamente guardaban algunos rasgos comunes como el cabello oscuro al igual que los ojos y piel blanquecina. Era habitual sí, pero tampoco para clasificar que no tenían personalidad propia o algún tipo de individualidad. Suspiró al darse cuenta que no parecían encajar en Konoha. Habiendo tantos clanes y no congeniaban con ninguno. Y de hecho, dentro del propio clan Uchiha habían divisiones y opiniones contrarias.

―Existe peligro de que hayan malformaciones o alguna enfermedad congénita ―declaró Itachi intentando convencerlo de que no podría dar a luz a un hijo perfecto―. Mantener la pureza de la sangre nos ha pasado factura. Venimos de generaciones con problemas de salud a causa del incesto tan repetido.

―Ellos simplemente tuvieron mala suerte ―declaró el alfa intentando mantener la paciencia pese a las constantes negativas de su hijo.

―Exacto, suerte ―secundó Itachi negándose a desistir de su batalla por hacerle cambiar de opinión a su padre―. No sabemos si yo no correré con la misma mala suerte. Sería mejor no arriesgarme.

―¡¿De qué hablas?! ―interrogó Fugaku dando un golpe con su puño en el suelo―. Tú eres un prodigio, estoy seguro que podrás tener un hijo igual de perfecto que tú. Si fueras Sasuke sí me preocuparía de que saliera un hijo defectuoso ―bromeó siendo de muy mal gusto para oídos de su primogénito.

―¿Y si sucediera? ―hipotetizó alarmado por sus palabras―. ¿Qué harías si mi hijo saliera “defectuoso”? ―preguntó con molestia creciente.

―No sobreviviría seguramente ―Soltó con tal ligereza que a Itachi se le heló la sangre.

No sabía si lo decía porque un hijo enfermo probablemente no viviría mucho o si se trataba de una advertencia de que Fugaku haría algo. Quería creer que su padre no sería tan despiadado como para quitarle la vida a su propio nieto, pero en algún punto de su vida, Itachi comenzó a ver a su propio padre como un posible enemigo. Alguien con quien mantener siempre la guardia en alto. O tal vez eran sus propios instintos de protección, los mismos que siempre se manifestaban para proteger y procurar el bienestar de su hermano menor. Aun si no era apreciado por Sasuke, siempre velaba por él e intentaba que su vida fuera lo más amena y feliz posible. Mas, esa manía de Fugaku de compararlos siempre conseguía derrumbar el autoestima de Sasuke y volverlo cada vez más obsesivo del poder y de alcanzar estándares que deberían importarle un bledo.

―Pero no debes preocuparte ―retomó la palabra Fugaku tras el silencio prolongado de su hijo―. Si te unes con Shisui tendremos la descendencia asegurada.

Shisui. Su mejor amigo y su primo. Aquel a quien siempre apreció y admiró se veía involucrado en los torcidos planes de su padre.

 

CONTINUARÁ…

 


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