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Más te vale quedarte por Midori no me

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Fueron cinco largas semanas de recuperación en el hospital, hubo días en los que la policía le interrogó hasta el cansancio para luego dejarle completamente a merced de sus padres, recibiendo las hostigantes preguntas y comentarios acerca de su bienestar. Lo último que quería era traerlos de vuelta, ellos ya tenían mucho cuidando a su hermano de dos años, él estaría bien a cargo de su tía; la mujer no era la más cercana ni maternal y lo veía muy de vez en cuando, pero eso le bastaba a Aizawa, a pesar de lo fría que era, se preocupaba por él, respetaba su privacidad (demasiado bien) y siempre le dejó notas alrededor de la casa cuando algo le preocupaba.

 

Sí, convencería a sus padres de irse, él estaría bien solo.

 

Aquella tarde de alta llegó, a último momento, una mujer mayor a quien fácilmente pudo reconocer como su aliada. Sonrió un poco y se acercó lo suficiente para poder abrazarla. Ella le recordaba a alguien, entonces buscó a Yagi con la mirada, sin embargo, se percató al instante que llegaba sola.

 

—Eh, ya sé a quién buscas, pero mi niño, la policía ha sugerido que ninguno de los tres se vean por un tiempo.

 

Entendía muy bien los motivos de las autoridades, pero ese período sin ver al rubio, e incluso la incertidumbre de los días venideros, excavaban cada vez más un pozo de preguntas y respuestas, afirmaciones e inseguridades que su mente se planteaba cada día. De algo estaba seguro, Toshinori se volvió importante en muy poco tiempo, se volvió el motivo de su lucha y la razón por la cual Shouta definió por completo su camino.

 

Yagi no era un chico de paso, era un hombre que venía a dejar su huella en el mundo.

 

—¿Y Mila?

 

—Es una heroína con licencia; no te preocupes, ella responde por ustedes.

 

¿Escuchaba bien? Realmente le tomó muy desprevenido la noticia. Se sintió empoderado por un momento, con el ego inflado al haber sido, básicamente, alabado por un héroe, sin embargo, esa llama que explotó por un momento menguó al pensar en que su amigo no estaba tan solo como pensaba. Tenía una maestra que le guiaba en cada paso. No era justo, incluso tuvo ayuda y comprensión de alguien más... Y él estaba solo en la búsqueda de su verdadera fortaleza.

 

Lo que restó del discurso de Recovery Girl fueron puras recomendaciones de cuidados médicos, sinceramente, en ese momento no quería un sermón; para cuando ella terminó de hablar, Shouta estaba de un humor algo rasposo e irritable, se sentía incómodo de tan solo pensar en sus heridas. Tocó las gasas bajo su ropa y se dio cuenta de la enorme cicatriz que le quedaría; si el cabrón no le hubiese disparado con una escopeta tal vez no hubiese quedado en coma por algunas semanas y no tuviese que contar gran cosa comparada con una herida pequeña de bala, fácil de ocultar... Pero aquella barbaridad era más grande que su propia mano. Los doctores tuvieron que retirar los perdigones restantes en un momento donde él ya había perdido bastante sangre, incluso llegó a escuchar que casi murió en quirófano.

 

¿Y si realmente hubiese muerto? Esa pregunta rondaba por su mente casi tanto como la imagen de Yagi sosteniendo sus últimas esperanzas en vivir.

 

Su madre volvió con una botella de agua y le ayudó a caminar hasta que llegaron al auto con su padre. A ambos los extrañaba mucho, ella era una mujer bastante reservada y él un hombre algo indisciplinado pero de buen corazón, siempre sabía lo que su hijo quería; como leyendo su mente encendió el aire acondicionado mientras su madre contaba viejas anécdotas familiares. Se recostó en su hombro y durmió durante todo el camino hasta llegar a casa.

 

De forma lenta y perezosa subió las escaleras, entró a su habitación y luego se dio cuenta que había algo completamente fuera de lugar en ella; tuvo esa sensación por un par de minutos hasta que halló la pequeña caja de regalo dejada en un rincón sobre su escritorio. Por mera curiosidad, la tomó.

 

Ya que la veía mejor, no era tan pequeña y se sentía como un estuche más que una caja, ¿Joyería? ¡Por supuesto que no! ¿En qué pensaba? En primer lugar, ¿Por qué Yagi le regalaría joyería a él y con qué dinero? Por lo que había visto, tampoco es que tuviese una gran economía, apenas si era algo más adinerado que él.

 

Y lo más importante de todo... ¿Por qué la primera persona en quien pensó fue él?

 

Siendo sincero, no existía nadie más que le hiciese un regalo como tal, si fuesen sus padres, los vería parados en el marco de la puerta, emocionados por ver la cara que pondría. Yamada era un buen chico y gran amigo, sin embargo, este tipo de detalles no entraban en su repertorio, y su tía no era de dar sorpresas, si tenía algo que darle, ella misma se lo entregaba en las manos.

 

Ese detalle tenía el nombre de Yagi escrito por toda la envoltura.

 

¿Pero, y si no? ¿Y si era algo malo?

 

La idea le espantó por un momento, ya había sufrido desplantes similares en la escuela, pero, esta vez, el terror de haber saboreado un pedazo de muerte le causaba un pensamiento diferente al resto de los chicos de su edad; él ahora veía claramente las malas intenciones de las personas, sin embargo, hay algo que el rubio podía ver mejor que él y eso era el buen corazón latente en el resto de la gente.

 

Decidió abrirlo, al fin y al cabo, traía mucha curiosidad por lo que vería dentro.

 

Dicho y hecho, el objeto era un estuche grande color negro con un acabado en dorado muy hermoso. Lucía como una funda para lentes mucho más grande de lo normal. Su curiosidad pudo más cuando encontró un pequeño sobre semi saliente dentro del regalo; antes de abrirlo, la jaló y se dio cuenta que su corazonada fue completamente cierta.

 

"Sé que no es algo de Ereaser Head, pero imaginé que algo así te gustaría" ponía en la carta firmada por Yagi.

 

Sintió algo más y cuando sacó el otro papel, no pudo evitar enamorarse del estilo de aquella tarjeta con colores oscuros y un aura lúgubre. Era una de aquellas cartas jugables y coleccionables de Yu-Gi-Oh, de esas que Yamada quería desesperadamente que ellos compraran. El arte era fascinante y se encontró instantáneamente identificado con tal personaje, se imaginó a sí mismo usando un traje similar, tan intimidante como no podía ser su poder. Sin embargo, estaba decidido a volverse lo que siempre añoró, a pesar de tener todo en su contra.

 

La sonrisa dientuda no se le iba del rostro, incluso se cruzó con el espejo, casi tan sorprendido como su reflejo de verse esa expresión en sí mismo. Ya no era él, era una mejor versión del Aizawa temeroso e inseguro de su poder, el cual le había salvado la vida a Mila dentro del sótano.

 

Lograría cambiar, lograría sentir como suyo su poder y aceptarlo en poco tiempo, lo presentía, ya no se sentía fuera de sí como antes.

 

Abrió el estuche, y si su sonrisa ya era grande, esta vez ni siquiera su rostro pudo contener tremenda felicidad. Corrió hacia su ropero para colocarse vestimentas en negro y una bufanda roja que era su favorita, saltó enfrente de su espejo y lució esas hermosas gafas doradas junto a todo su atuendo, en completa sincronía con la pose y el puro estilo del "Armaggedon Knight".

 

Se colocaba y retiraba las gafas, giraba y usaba su poder contra el espejo, viendo ese brillo rojo en sus ojos, notando como el regalo cubría su mirada y sintiéndose poderoso.

 

Giró y giró para luego parar en seco y que su alma cayera al suelo cuando vio a su madre parada en el marco de la puerta, deleitándose con su espectáculo. Ella rió entre dientes y se fue cautelosamente de allí. Claro, el hecho de que ella hiciese como si no pasara nada tampoco ayudó; Aizawa se puso más rojo que una garrapata repleta de sangre y cerró su puerta de golpe apenas ella se retiró. No debió hacer eso, la herida se resintió con él y cayó al suelo torpemente.

 

¡QUÉ MALDITO DOLOR!, ¡Y tan bien que la estaba pasando antes que lo interrumpiera!

 

Con parsimonia se fue levantando del suelo, logrando sentarse como se debe en su cama mientras respiraba tranquilamente pensando en que el dolor se iba de a pocos.

 

Esa noche soñó con una gran aventura que casi olvidó por completo al despertar, apenas si podía rescatar fragmentos de sus alucinaciones oníricas en donde él y Yagi recorrían una gran y antigua ciudad para reunirse con Hisashi. Al despertar nuevamente en su habitación, y no en la de un hospital, se sintió completamente renovado, tenía el pecho alivianado y la idea de ir a la escuela le entusiasmaba más de lo normal. Su madre simplemente no dijo nada ante reverendo cambio y su padre atinaba solo a mirarlo con incredulidad.

 

¿Qué?, ¿Acaso no se merecía un cambio?

 

El alaracoso hombre corrió a alcanzarle, recordando que pasaría dejándolo a la escuela debido a sus recientes heridas. Fue muy evidente su incomodidad al no entender por completo el repentino cambio de actitud en Shouta.

 

Apenas puso un pie en la escuela se sintió observado por todos, creyó incluso que los bravucones le abordarían en cuanto lo identificasen rápidamente, sin embargo, allá estaban ellos, observándole con desprecio a lo lejos, escupiendo al suelo repetidas veces. Yamada fue el único en acercarse a él con toda su energía brotando de cada poro y siendo tan escandaloso como solo podría ser él con su potente voz.

 

Ya estaba tan acostumbrado a aquel espectáculo que su sonrisa fue completamente espontánea; aunque con dientes grandes y muy marcados, con una sonrisa ligeramente macabra bajo esos ojos perezosos, al rubio le encantaba porque también se parecía mucho a la suya... Quizás incluso a la de Toshinori cuando les seguía el juego. Ambos carcajearon mientas se tomaban de los hombros, felices de reunirse nuevamente luego de más de un mes sin saber de él.

 

—Ey, por cierto, ¿Yagi no te ha dicho nada sobre algo? —preguntó el moreno de forma indiscreta.

 

—¿Algo como qué? Creo que ya lo sabría si me hubiese dicho algo, ¿Por qué?, ¿Te ha dicho o ha hecho algo?, ¿Pasó algo entre ustedes? —Aizawa se puso nervioso por un momento al pensar en el doble sentido implícito que solo él estaba interpretando, claro que no había pasado algo entre ellos pero...

 

Pero cómo justificaría ahora a su mente el que se le cruzara la idea por la cabeza... Y que le gustase demasiado.

 

—Me hizo un regalo —y suspiró ignorando el hecho que eso no pasaría por alto en la cabeza de su amigo.

 

—¿Te gusta Yagi? —se atragantó con su propia saliva ante tal atrevida insinuación.

 

—¡¿Por qué demonios piensas tú...?!

 

—¡Ah, no mientas! ¡Se te nota en esa carita de borrego degollado!

 

Con eso bastó para que al pobre chico se le subieran todos los colores encima, ¡Hizashi se las iba a pagar! ¡Y estaba a punto de hacerle eso mismo...! De no haber visto a Yagi esperándole allá al fondo del pasillo, vestido con el uniforme adecuado para colarse en el edificio.

 

—¿Qué hace él aquí? —Yamada le miró extrañado debido al tono de su comentario, el cual fue completamente mal interpretado; no le estaba despreciando, solo le preocupaba el lío en que se podría meter si descubrían que no era parte de su escuela.

 

Hizashi estaba a punto de gritarle y hacer escándalo, lo sintió en esa potencia en su voz; con una probada de su poder evitó que fuese un circo ambulante y que su tono de voz sonara como una persona normal acallada con el barullo del pasillo lleno de alumnos que, si bien los observaban, cada uno se ocupaba de sus propios asuntos.

 

Fue en un momento oportuno de silencio donde evadió la vista de su pequeño amigo y observó con ansias a lo lejos a quien realmente se moría por ver. Sus nervios afloraron de nuevo y sentía las tripas de su estómago moverse de forma extraña. Cuando volteó buscando alguien en quien enfocarse para no sentirse aún más ansioso, Yamada ya se había ido, no supo en qué momento; ¿Cómo era posible que alguien tan ruidoso fuese tan furtivo? Tragó saliva al comprender que estarían ambos a solas; esto era lo que tanto temía, lo que su corazón anhelaba y rechazaba sin motivo aparente.

 

Se acercó a él; Yagi, quien estaba de espaldas apenas mirando por el rabillo del ojo, como quien no quiere la cosa, sonrió de nuevo y se retiró dando la vuelta al pasillo. A Shouta le extrañó su comportamiento, el timbre sonó antes de deducir algo siquiera de sus intenciones, incluso parecía como si le incitara a seguir el juego.

 

—Al menos el gato morirá sabiendo —dijo para sí mismo.

 

Su respiración era casi insostenible, sus latidos retumbaban en sus oídos y simplemente el evadir al resto era mero impulso por alcanzar a Yagi. Él no desperdiciaba su energía por nadie, ¿Es que buscándolo encontraría la respuesta ante todas sus dudas?, ¿Sería que realmente definiría si ese raro cúmulo de sensaciones era realmente amor o una gran empatía hacia ese rubio? Giró y no lo encontró, como si se hubiese esfumado... ¿A qué demonios estaba jugando?

 

Oyó un "Psss" del otro lado que le causó un susto de padre y señor mío, ¿En qué méndigo momento había llegado Yagi hasta el otro lado del pasillo sin ser visto?

 

Vio cruzar al decano en paralelo a su pasillo y salió cagando leches en dirección a su amigo, quien lo tomó de la muñeca y le sacó corriendo de la escuela.

 

—¡Ey! —llamó pero él no se detenía—. ¡¿A dónde jotas me estás llevando?! —Yagi se detuvo en seco frente a la reja de la escuela—. ¡¿Al menos puedes decirme qué estás haciendo?! —en ese momento el rubio decidió cargarlo de improviso, casi como si fuese una pluma.

 

—Sujetarte muy fuerte —respondió con sorna y saltó hasta el otro lado de la reja.

 

¡Aizawa no podía creer lo que acababa de vivir! Toshinori, como quien no quiere la cosa, seguía corriendo con el moreno aferrado a su cuello; joder, ¿En qué puto momento se abrazó a él?

 

Se detuvo en un parque bastante conocido, específicamente bajo un viejo roble que daba mucha sombra como para que las madres quieran acercar a sus hijos a tan espeluznante lugar; era un buen escondite por el momento. Toshinori se dignó a bajarle con cuidado, demás estaba decir que Shouta se hallaba confundido y algo molesto; se cruzó de brazos esperando una explicación convincente. Luego de unos segundos de atar cabos sin recibir una respuesta clara, sus brazos cayeron bruscamente. Decepcionado, se dejó caer contra el tronco, ¿Cómo pudo engañarle así?, ¿Cómo pudo ocultárselo por tanto tiempo?

 

—Tienes un poder —suspiró decepcionado, se sentía estafado.

 

—Sí —esa confirmación dolió más que aquel disparo—. Pero lo acabo de...

 

—No hay excusas para la mentira —apretó los puños—. Nos dijiste que no tenías uno.

 

—No lo tengo, este es prestado.

 

—¿Cómo puedes ser tan cínico? Nos mentiste... Confiamos en ti. Te creímos cuando contaste cada una de tus historias, ¡¿Me dirás que esas también eran mentiras?!

 

Yagi intentó acercarse a una persona que tenía ya el juicio nublado. Aizwa estaba herido y nada de lo que dijera en ese momento le haría cambiar la nueva perspectiva que tenía de él ahora. El mayor le sujetó fuertemente de las manos y, por nada del mundo, se atrevía a soltarle. Lo miró fijamente, sintiendo como su agarre aflojaba, mas no lo suficiente para poder huir; incluso sin su habilidad el muy maldito tenía bastante fuerza.

 

—¡Puedo probarlo! —gritó con su último aliento, cansado de forcejear con su amigo y angustiado por el choque de ambas personalidades—. ¡Hay dos personas más que saben de esto! —Shouta detuvo el forcejeo aun quedando en la misma posición—. Vamos, cálmate... Juro que te contaré todo.

 

—Eso no cambia el hecho de que nos mentiste.

 

—Jamás lo hice.

 

—No me vengas con... —se sintió impotente al sentir escaparse la primera lágrima, luego de ella vinieron más que se perdían en el pasto mientras él se ahogaba en sus penas, intentando forcejear para poder huir de él—. ¿Cómo puedo confiar en ti?

 

—¡Lo juro, es verdad! —Yagi fue un poco más brusco de lo normal, tiró tan fuerte que los hizo perder el equilibrio y el moreno terminó lastimando una de sus costillas—. ¡Joder!... No digas que no tienes fuerza, la tienes por ahí escondida —resopló adolorido, haciendo un comentario desacreditando su autoimagen de chico débil.

 

Shouta se recostó a un lado suyo, también exhausto y adolorido por el abrupto movimiento. ¿Por qué le dolía tanto todo lo que Toshinori hacía?, ¿Por qué, de entre tanta gente, precisamente le dolía más lo que Yagi dijera o no hiciera?... ¿Acaso él esperaba que hiciera algo?, ¿Realmente eran sinceros sus intentos por evitar que le afecte todo lo que dijera?, ¿Por qué esa angustia en su pecho seguía de forma constante y aumentaba cada vez que lo veía? Muchas cosas que no comprendía y no podía resolver ni aunque mirase por mil años el hermoso rostro de su amigo.

 

—¿Qué quieres decir con eso?

 

—Sabía que no confiabas en mí o en Yamada. Pero yo sí tengo mis razones para confiarte mi vida —el corazón del menor retumbó con la oración y se sorprendió al sentirse feliz ante la revelación—. Este es mi mayor secreto y quiero compartirlo contigo.

 

Oh, mierda... Ahora era él quien destrozaba la confianza de Yagi... ¡¿Cómo es que podía ser tan tonto de ver que desconfiando de él solo lo alejaría?! No deseaba eso, no quería que su amigo se alejase. El mayor retiró delicadamente un mechón de la frente del moreno y se quedó viéndole de nuevo.

 

—Dime toda la verdad —el otro se acercó un poco más.

 

—Existe un poder transmisible, un único existente que recolecta la fuerza de cada usuario por el que pasa —Yagi tragó saliva—. Mila... Es una heroína que me protege porque... Soy el próximo símbolo de la paz.

 

¡¿QUÉ CARAJOS?!

 

Atónito y sin saber cómo demonios reaccionar, volvió a recostar al mayor con su mano; con el rabillo del ojo ubicó sus cosas y salió corriendo a lo más rápido que podía sin importarle lo rápido que también había reaccionado su compañero.

 

Sintió un tirón en su cintura y luego se vio volando de edificio en edificio.

 

—¡AHORA SÍ TE PASASTE DE COJONES! —bramó con furia apenas tocó suelo firme.

 

—Yo solo quiero que escuches y entiendas.

 

—¡No, maldita sea, no! ¡¿Tienes una mínima idea de lo estúpido que todo esto suena?!

 

Frunció el ceño, y mucho; se cruzó de brazos y esperó una respuesta mientras le miraba de pies a cabeza. ¿Era su imaginación o había ganado más músculo? Su vista no pudo evitar ir más abajo tan indiscretamente que el mismo Yagi se sintió avergonzado de su gran y masculina figura.

 

—¡Ehem! —aclaró la garganta, en seguida el moreno regresó la vista a sus ojos; era mejor eso a que se fueran por otros lares más peligrosos—. Como dije, puedo probarlo, solo confía en mí.

 

¿Acaso no creía que tal vez ambos podían estar en la misma situación? Quería ceder a su palabra, de verdad que estaba a nada de hacerle caso verdaderamente, aunque el miedo de encontrar la mentira en medio de todo aun latía entre sus ilusiones. Toshinori le ofreció su mano y él aceptó al fin, dejándose llevar por toda la situación. En unos saltos llegaron al ya conocido consultorio, Recovery Girl se encontraba tratando a un pequeño niño con una herida en el empeine, la cual no supo que siquiera llegaron cuando el mayor le tomó del brazo, incitándolo a guardar silencio en lo que se infiltraban en un cuarto de oficina.

 

Todo hasta el momento pasó demasiado rápido, quizás ni siquiera terminó de asimiliar la noticia del poder como para poder entender el porqué de la melcocha formada entre ellos.

 

Los papeles que le mostró le confundieron aún más, todos los estudios de poder eran nulos hasta hace algunas semanas atrás, las cuales coincidían con las fechas de su coma, tal y como le dijo, todos los papeles estaban en regla, era imposible falsificarlos.

 

—No me siento bien —comentó un poco tarde cuando se dio cuenta de lo mareado que se sentía, ¿Era normal ver el piso tan desenfocado?—. Creo que me...

 

Perdió del todo el conocimiento. Cuando abrió los ojos, se topó con su amigo mirándole perplejo y a la anciana doctora.

 

—Llévalo a casa —ordenó la mujer.

 

Él no pudo contradecir su mandado, estaba mareado y algo confundido, le convenía no protestar e ir directamente a la cama a descansar. Toshinori tampoco se atrevía a objetar nada, lo tomó en brazos y se dirigieron a casa del mayor por alguna extraña razón. Pensándolo mejor, tenía sentido, sus padres aún se encontraban en casa y su llegada resultaría en un caos total. Se quedó tranquilo, dejándose hacer por los mimos del mayor, muy tarde se dio cuenta que le habían dado un sedante cuando revisó su brazo. Por un instante tuvo miedo de alguna mala intención de por medio.

 

Contario a la suposición estando medio despierto, se sintió sobrecogido cuando lo veía ir y venir en busca de su comodidad; le enternecía su conducta y no podía distinguir si era su corazón o simplemente el sedante que le ayudaba a sentirse más desinhibido de sus dudas.

 

Por un segundo le pidió acercarse a pocos instantes de desvanecerse otra vez... Aprovechó sus últimos momentos de conciencia para suspirar un:

 

—Yagi, me gustas...

 

 

 

—Continuará—


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