Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Más te vale quedarte por Midori no me

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Despertó desubicado, el techo de su cuarto no era blanco y eso ni siquiera se sentía como su cama. Es increíble como un objeto similar se puede sentir tan diferente entre persona y persona, el colchón de Yagi se sentía mucho más mullido que el suyo, con declives calzados a la forma del musculoso rubio.


Recordó entonces lo drogado que estuvo temprano en la mañana y remilgó un poco debido a su previo comportamiento desinhibido.


¡Oh, pero claro que lo recordaba todo!


Abrió los ojos con pesadez y se dio cuenta que habría dormido unas seis horas, básicamente, ya era momento del almuerzo, lo notaba por la luz de la ventana que su amigo, de seguro, dejó abierta para que él no se desubicara tanto. Sonrió por pura inercia, Yagi era muy atento, amable y bastante dulce en sus acciones y palabras, realmente no se sorprendió ante la rápida conclusión a la que llegó luego de todo el alboroto y el drama.


Claro que le creía, lo haría ahora y siempre, se lo ganó a tal punto que sus cuestionamientos sobre el chico pasaban a un plano un poco más secundario. No le había mentido y los papeles lo confirmaban, no tuvo poderes sino hasta poco después del incidente de Shoru. Giró hacia la ventana, en ese momento el fuerte aroma del mayor le distrajo por completo y mandó a volar toda clase de pensamientos extras... ¡Estaba en cama de Yagi! Su corazón se emocionó y olfateó las almohadas sintiendo un ligero placer en inundarse con su característico olor.


¿Qué demonios hacía?, ¿Es que no pudo controlarse acaso? Se abochornó y reprochó su conducta. Observó alrededor de la simple pero bien decorada habitación del rubio, a la izquierda, contrario a la ventana, notó una jarra llena de agua, junto a ella, un único vaso. Bebió desesperadamente, apenas notando la enorme sed que sentía; tomó una gran bocanada de aire y suspiró más relajado.


Giró de nuevo, lo que le causó algo de dolor en la espalda, aún no se recuperaba completamente. Su rostro se sentía algo caliente, incluso llegó a secarse algo de sudor de su frente, ¿Tenía fiebre?, ¿En qué momento?


Respingó del susto al sentir los toques suaves en la puerta y la voz de su amigo al otro lado, en un tono demasiado tenue que, de haber estado dormido, quizás no lo hubiese escuchado.


—¿Shouta?, ¿Estás despierto? —sonrió sin siquiera darse cuenta.


—Me sorprende que te anuncies —la puerta se abrió e inmediatamente Yagi entró con el cabello desordenado y caído, sin dudas una faceta nueva de su rubio, una que lo dejó parpadeando tontamente mientras le veía sentarse en un sillón personal a su lado.


—Y a mí no me sorprende tu comentario —el mayor se acomodó observándolo con la cabeza recargada a la derecha sobre su mano, con esa expresión cansada que espesaba el aire y no le permitía respirar; Shouta no deseaba romper el momento, pero el rubio lo hizo—. ¿Cómo te sientes?


—Bien —respondió rápidamente—. ¿Qué pasó? —Toshinori suspiró.


—Tu poder tuvo un estallido —ya conocía el término, eso sucedía con héroes adultos jóvenes cuando llevaban al máximo su potencial, no cuadraba mucho con la escena de hace no mucho pero sí con la razón de haberlo sedado.


—Lo único que recuerdo fue que me desmayé y vi a Recoveri Girl hablándote —él enarcó una ceja al rubio, que se veía notablemente confundido y sorprendido.


—Me bloqueaste, incluso cuando dejaste de mirarme no pude usar mi poder durante cinco segundos. Tienes una habilidad muy potente.


—Eres un mentiroso —soltó incrédulo.


—¡Mira que me has estado llamando así todo el día! —una ligera vena se hizo notoria en medio del ceño ligeramente fruncido de Yagi, era obvio que comenzaba a cabrearse un poco de su actitud—. No merezco ser llamado mentiroso por tener un secreto, ¿Qué no los tienes tú también? —el moreno se encogió de hombros, algo culpable por su a veces errático comportamiento—. Te estoy diciendo la verdad.


Pensó en sus palabras, recapacitó un poco sobre su evidente carácter hostil; realmente el chico ya hace rato que ganó su confianza, solo que aún le costaba mucho demostrarla. Suspiró sintiendo algo de orgullo descascararse un poco, fue un sentimiento amargo y reconfortante al detallar en cómo nacía la intención de él mismo.


—¡Ya lo sé! —ambos se callaron por un segundo, el menor suspiró y tomó la palabra—. Yagi —miró hacia sus entrelazadas y nerviosas manos—, te debo una disculpa... He sido muy desconfiado contigo a pesar de que no te lo merecías y... —tragó fuerte— Perdón.


—Oh, vamos... No es para que te disculpes por eso, sé que eres desconfiado. Por otro lado, no me gusta que me digan mentiroso cuando no lo soy.


El mayor tocó la punta de su nariz con su dedo, el tacto hizo que Aizawa se retrajera un poco pero sin apartarse de él; era la primera vez que veía una faceta más invasiva del rubio, poco se atrevía a tocarle y ahora parecía muy relajado haciéndolo.


¿Habría sido por lo que le confesó? ¡Ah, carajo!, ¡¿Qué demonios pasaría con ellos ahora que puso las cartas sobre la mesa?!, ¿De verdad se sentía así de atraído? ¿Y si no era más que algo pasajero y cambiaba dentro de poco tiempo? ¿Qué tal si no era correspondido?... Esto le dio más miedo ante la duda de si seguir dando otro paso adelante o retroceder hasta su lugar seguro. Apretó el agarre en sus manos, lo que hizo que sus leves movimientos lucieran algo más bruscos de lo normal; sin darse cuenta ya estaba mirando hacia abajo nuevamente.


Apenas empezó a notar que su cara ardía un poco y sentía como si sus costillas apretaran más de lo que deberían.


—Recovery Girl dice que si te sientes bien, puedes seguir tu vida normalmente.


—¿Normal? Por lo último que sé, estoy sentado en la cama del próximo símbolo de la paz, ¿Te parece eso normal?


—A veces no sé si lo dices en serio o bromeas.


—Tonto... —rió ante la ocurrencia—... No era en serio.


—Sí, claro, si me respondiste más serio que una estatua —Aizawa le lanzó la almohada, ambos rieron y se quedaron mirando intensamente; luego Yagi tomó la palabra.


—Casi lo olvidaba —comentó—, Recoveri Girl quiere que uses tus poderes más seguido.


—¿Qué? ¿Y eso como que por qué?


—Cree que el no usar tu poder y haberlo hecho de golpe en estos dos días fue lo que causó esa "explosión" —recalcó la última palabra.


—¿Y fue por eso que me sedaron?


—¿Teníamos de otra? Ya lucías muy mal —Tragó saliva y se sintió indefenso, odiaba verse vulnerable; se hizo el silencio otra vez.


—¿Por qué no me llevaste a casa? —agradecía que no lo hiciera pero al menos quería saber el motivo del contrario para haber tomado esa decisión.


—Eh... —Yagi empezó a ponerse nervioso ante la duda—... Pues, quería asegurarme que tuvieras quien te cuidara —entonces parpadeó dos veces, él siempre parpadeaba dos o tres veces cuando lo atrapaban en algo.


—Me estás mintiendo, otra vez.


—Eh, tranquilo; ya va, ya va —el menor frunció el ceño y se cruzó de brazos mientras se recostaba para prestar atención al posible largo de sus palabras.


—¿Qué?, ¿Esperas que te cuente una historia o algo así? —comentó sarcásticamente el rubio.


—Más o menos. Tengo la impresión que será larga —Aizawa suspiró e hizo una mueca cuando oyó también suspirar a su compañero.


—Nah... La verdad es que es tonto, solo quería mantenerte vigilado.


—¿No estás siendo demasiado protector conmigo?


—¿Te parece?


—Es que, digo, te la has pasado más pendiente de mí durante todo el tiempo que te conozco. Dime, ¿Sabes siquiera dónde está Yamada-san en este momento? —el contrario no pudo responder a la pregunta, lo que causó un brote de ira e inseguridad en Shouta.


Yagi reaccionó ante su mueca, pero no con la respuesta que deseaba oír, sino que notó la evidente reacción evasiva del rubio; lucía más como si no quisiera decir la respuesta más que como alguien que simplemente no la tiene. El moreno cruzó sus brazos con aún más fuerza y empezó a presionarlo con una mirada irritada.


—Tiene clases de álgebra... —soltó abochornado, ya más rojo que un tomate.


Aizawa no sabía cómo tomarse eso, se quedó algo anonadado y su gesto incrédulo no ayudó a la incomodidad del otro. Ató cabos y se dio cuenta que no era el único bajo la protección del mayor; si bien le hizo sentir respeto y más confianza hacia él, una sensación nueva se alojó en una minúscula parte de sí, una que le gritaba su disconformidad ante la misma atención que otra persona recibía de él.


—¿Qué? —era lo único que se atrevió a soltar.


—Pues él... —trastabilló en sus palabras y Shouta le ganó el turno de hablar.


—Y yo que creía que eras un imbécil —Yagi le miró con extrema confusión, pero era cierto lo que decía; el primer encuentro que ambos tuvieron no fue nada agradable y él terminó molesto por la intromisión a su vida. Aunque de no haber sido por el rubio ni siquiera se hubiera detenido de golpear a Shoru, tal vez incluso lo hubiera matado si no lo noqueaba. Shouta le sonrió tranquilamente—. Después de poco tiempo y tantas cosas, Hizashi y tú resultaron ser... Buenos amigos —e incluso la palabra final le costó mucho en pronunciar, venía directo del corazón y eso le ayudó realmente a expresarlo. El chico gesticuló con tristeza y suspiró con alegría—. Se nota que ustedes también se llevan muy bien.


Fue en ese momento que la poca conversación terminó con su respuesta afirmativa, Yagi no decía nada y a él le empezaba a molestar el silencio. Sin pensarlo más ni querer recordar su confesión, se levantó de la cama bajo la vista del chico, se acomodó la ropa y buscó su mochila sin poder encontrarla.


—Tus cosas están en la sala —comentó neutral—, ¿Quieres que te las traiga?


—No, mejor bajamos. A demás, ya tengo que irme.


—Puedes quedarte a cenar.


—¿Y darles a mis padres otro susto de muerte para que después me dejen todos los días en la escuela y que no quieran regresar a Tokyo otra vez? No, gracias, me ahorraré la molestia.


Antes de que objetara algo, terminó de vestirse y se detuvo en el marco de la puerta el ver que aún seguía sentado en el sillón, observándolo con tristeza. No pudo atreverse a preguntar por su comportamiento, simplemente decidió bajar y retirarse del lugar. Supo que le seguía cuando oyó pasos detrás de él, en vez de sentirse hostigado o expuesto, sentía más bien un aura protectora a su alrededor, podía discernir perfectamente las intenciones de su amigo.


—Al menos deja que te acompañe a casa —sonrió automáticamente, poco común era ver esas expresiones en él, a no ser que Yagi estuviera cerca suyo.


El corazón le palpitaba fuertemente y se humedeció los resecos labios al pensar tan siquiera en esa fugaz idea que llegó y se fue, haciendo un desastre completo en su mente de paso; quería besarle. No como desesperado... Pero moría de ganas de saber, de entender y de saciar sus ansias hacia él. Claro que él ya había sido besado; tuvo pocos chances, pero los tuvo y los aprovechó, porque, apenas si se encariñaba con alguien, otra persona le hacía alejarse, los grupos lo distanciaban y él terminaba quedándose solo.


No sabía vivir con más gente conocida que su familia, e incluso ellos residían en otra ciudad a causa de la salud de su pequeño hermano; solo conocía la calidez familiar por pocos lapsos de tiempo. Podía decir, incluso, que era muy poco afectivo o muy poco demostrativo en sus sentimientos. No se mentiría, le parecía muy cursi y romántica la idea que le acompañase y, ¡Tal vez! Poder robarle un beso.


El único motivo para rechazar su oferta fue su cabeza, necesitaba ordenar y procesar todo lo del día. Su cuota diaria de pensamientos, ocurrencias e ideas disparatadas llegaba al infinito y más allá, su mente no terminaba de ordenar una idea y ahí venía otra más atropellando y creando un desastre... ¿Es así como se sentían los dilemas de los viejos con el amor?, ¿De verdad pasaba por la fase que llamaban "enamoramiento"? A pesar de haber llegado a la misma conclusión una y otra vez, necesitaba volver a preguntarse lo mismo constantemente para creerse su propio diagnóstico.


Se despidió nerviosamente del rubio antes de hacer alguna impulsividad; apretó su hombro suavemente, lo que no ayudó a lo que planeaba, sino que obtuvo en Yagi un tremendo sonrojo de oreja a oreja. Fue realmente impresionante verle tan afectado por un simple gesto... Que aunque a él también le puso hasta el último pelo de punta, sus nervios no le jugaron tan en contra como al bendito rubio. Bastó eso para hacerle creer que también pasaba por lo mismo, ambos reaccionaban igual ante las mismas situaciones, ¿Por qué?, ¿Será que su tacto le causaba estragos tanto como el suyo al moreno?, ¿Sería realmente posible que él también se estuviese preguntando lo mismo y dando vueltas a ese enigma de la misma forma? Su mirada intensa y el suspiro ahogado del mayor le hicieron temblar las rodillas, la posibilidad estaba ahí, en esa respuesta tan implícita.


¿Y si se equivocaba?


—Yo creo que ya tuviste suficiente de ser acosador por hoy —puso una sonrisa torcida y dientona con la que el mayor rió de manera nerviosa.


Olvidó que aún sujetaba su brazo sin siquiera pensar en soltarse, pero no se esperaba que le devolviera la acción con una aún más indiscreta, acercándose un paso y colocando su mano libre en el lado de la herida. Se impactó por el repentino tacto en su zona más adolorida y en seguida saltó hacia atrás, intentando deshacerse de su agarre.


—¡Lo siento, no quise asustarte! —él levantó ambas manos para que sus palmas fuesen completamente visibles—. Solo quería tocar tu herida —era un truco de héroe que siempre usaban para calmar a los civiles, le ofendía pero tenía sentido si esa era su formación. Dudó unos momentos para luego darse cuenta que en realidad sí estaba frente a uno hecho y derecho. Era prudente, amable, caballeroso... Tenía problemas con gente de mala muerte, ¿Pero qué bendito héroe no los tiene?


Por muy extraño que parezca, Yagi siempre quería tocarlo, acercarse a él y sacarlo de su zona de confort, ¿Por qué?


—Es una maldita herida de escopeta —contestó huraño y algo molesto—, aún me duele.


—Perdóname... —Yagi bajó su cabeza y se mostró arrepentido, no podía contra esa vista que le hizo suspirar amargamente como una pequeña derrota por ceder.


—Vale, ya, olvídalo —después de todo comenzaba a acostumbrarse a ser invadido esporádicamente por él—. Bueno, ya me voy, adiós.


—Adiós, ve con cuidado —se despidió alzando la mano y luego caminó tenso hasta doblar la esquina por si el mayor se le quedaba viendo hasta desaparecer.


Cuando se sintió a salvo de su atención exhaló y se tranquilizó; antes del incidente era algo que comenzaba a pasarle cuando estaba con el susodicho implicado, no podía evitar ponerse nervioso en su presencia.


Apenas llegar a casa, entró tan solo saludando y se metió directo a su cuarto, esperó a que sus dos padres bajaran a cenar para ducharse, y cambiarse las gasas, ojeó los lentes dorados una última vez en el día y por fin se tiró en su cama para luego escurrirse entre sus sábanas. Pero ¡Maldita sea! Que ahora no era capaz ni de pelar un ojo; a Aizawa le fastidiaban las noches similares a esa, noches en desvelo. Refunfuñó durante algunos minutos para luego darse cuenta que ni siquiera eso le hacía tener sueño o sentirse cansado, el sedante ya había pasado y él se sentía con un ligero exceso de energía.


—¿Esa anciana en serio tuvo que sedarme? —volvió a refunfuñar, esta vez acariciando el brazo donde le clavaron la aguja—. No sé si eso sea bueno o malo... Ni siquiera sé si hago bien las cosas.


—Parece —la repentina voz femenina le sobresaltó—, que ni siquiera una aventura como la que pasaste te ha hecho abrir completamente los ojos con respecto a tu potencial.


¡Esa voz ya la conocía! Mila en forma de gato apareció en su ventana y se transformó para poder abrirla y entrar. Vaya susto que le dio, ¿Pero qué demonios hacía ella ahí?


—¿Vienes a vigilarme? —Ella sonrió de lado para luego transformarse en gato y empezar a olisquear por el lugar.


—Nah... —respondió vagamente—... Yagi me envió a cuidarte durante el camino —suspiró tranquilizándose, aunque no sabía en por qué aún no se iba, al menos ya sabía que Yagi tenía conocimiento de su invasión—, pero esperé a que tu familia se fuera a dormir para platicar algunas... Cosas —Aizawa la vio desconfiado, ella se paseó por toda su habitación, como si buscara o revisara algo. Sus párpados cayeron a un expresión desganada y frívola.


—¿Estoy siendo investigado?


—Muy perspicaz —sonrió y movió dos veces la nariz, entonces cambió su pose, tornándose seria; se notaba también bastante preocupada—. Eres sólo un maldito mocoso —soltó de forma despectiva—, eres testarudo, te cierras en lo que ves, eres solitario, vives prácticamente solo porque tus padres siempre están en otra ciudad y tienes problemas en la escuela... —él estaba a punto de coserle esa boca de un golpe, mas la presión de las uñas en su mano detenía la acción directa de su puño—... Entiende de una vez que eso es lo que ven cuando abren tu expediente —por un momento la ira cesó—. Cálmate y escucha, ¿Realmente crees que la agencia contrataría a un héroe con ese perfil? Seamos realistas, estás más cerca de ser un pandillero o un villano, que un héroe. ¿Sientes que la gente te ve mal y por eso estás solo? Felicidades, eres parte de un gran grupo que están tambaleándose en la misma delgada línea que tú —maldijo en voz baja, sosteniendo su mirada con recelo; ¿Le estaba mintiendo?, ¿Intentaba manipularlo o herirlo de alguna forma?


—¿Qué pretendes? —Mila volvió a sonreír.


—Proteger a Yagi —él frunció el seño ante la escueta respuesta—. Te lo ha contado, ¿Verdad? —miró a otro lado y más tarde que temprano se dio cuenta de su evidente respuesta; sin embargo, ella sonrió de vuelta—. No me digas, estás esperando una confirmación de todo lo que te ha contado, no confías en él, ¿O sí? Quizás también me pondría de ese modo si fuese tú.


—¿Por qué sigues dando vueltas? Dime de una vez lo que quieras decirme —suspiró como si estuviese rindiéndose ante la insistencia del adolescente; ella refunfuñó luego suspiró y se sentó al borde de la cama. Entonces hizo un gesto que descolocó por completo la defensa del chico: Sonrió como una cómplice del delito.


—Me agradas, mucho —por alguna extraña razón le dio confianza y al mismo tiempo repelús por el tono un poco sensual en que lo dijo, no entendía completamente el por qué imaginar la confesión amorosa de una chica le daba algo de asco—. A Yagi también.


No supo en dónde meter la cabeza cuando se imaginó al rubio en lugar de la mujer, recordando esa confesión que le hizo estando casi inconsciente. Tal vez fue ese gesto la razón por la cual Mila le sonrió de forma burlona, sintiéndose él demasiado descubierto, e incluso llegó a tartamudear cuando le cuestionó:


—¿Por qué me miras así?


—Es que eres perfecto para él —antes de que siquiera pudiera responder de manera irónica a su gran atrevimiento, ensanchó los ojos y no pudo evitar sonrojarse—. Eres de confianza, hábil e inteligente, no dudo que harían muy buena dupla como héroes —entonces ella torció su mueca maquiavélicamente, se levantó de la cama y se acercó a él—. La academia de héroes es jodidamente exclusiva y sus exámenes son generalmente muy injustos —se transformó en gato de nuevo, mostrando sus colmillos como quien hace mover los engranajes de un elaborado plan—. Ante los ojos de los encargados, no tendrías ni pizca de oportunidad de convertirte en héroe, pero con nosotros... —hizo una pausa, dirigiéndose exactamente al sitio donde él guardaba las gafas que Yagi le obsequió y colocó la pata encima de la funda—... Y al parecer él ya tomó una decisión. Dime, ¿Qué respondes?


—¡¿Ah?!, ¡Bien, basta, basta, basta! —repitió descontroladamente casi sin creer lo rápido que la gata saltaba de una idea a otra mientras hablaba—. ¡A ver si entendí!... ¿Tú quieres que yo haga equipo con Toshinori, el supuesto siguiente símbolo de la paz, y que para eso debo de tener un perfil que no me defina como futuro delincuente, a demás de tener, no la opción, sino la obligación de entrar a la U.A.? —asintió; solo eso bastó para querer sacarla de su habitación.


¿Lo siguiente? Mila era arrojada en forma de gato hacia su árbol; incluso llegó a pensar que la heroína estaba acostumbrada a tal rudo trato debido a su desinteresada pero sorprendida reacción. Él era él, y ya lo tenía completamente harto el que se involucraran sin permiso en su vida, y mucho más en su futuro.


—¿Es esa tu respuesta? —volvió a atreverse a preguntar con una sonrisa algo desquiciada que le causó aún más repelús.


—¡Largo! —cerró su ventana con seguro para evitar que ingresara de nuevo; tampoco tenía ganas de verla, así que también cerró sus cortinas.


¿Tenía que ser ella quien le esclareciera las intenciones del rubio? Realmente no entendía por qué aún su amigo tenía muchos secretos y temas que no se atrevía a hablar directamente con él. Se masajeó la coronilla, sintiendo al fin algo de sueño luego de la reciente conversación prácticamente unilateral.


A pesar de las circunstancias, no negaría que la oferta de la gata era muy tentadora; jamás se volvió a plantear la posibilidad de ser héroe desde el momento en que descubrió su poder. Según su punto de vista, no era malo ser un "sin habilidad", sus dos padres eran tal cual, ninguno de ellos tenía poder; de hecho, él tampoco debería de tenerlo, un rasgo raro dentro de su familia que el genetista dijo que simplemente era parte de la evolución humana, era el camino que los Homo Sapiens estaban destinados a tomar.


Cada vez existían menos gente sin poderes y aparecían aún más con habilidades incluso inútiles ante ciertas circunstancias pero que muchos encontraban la forma de adaptarse a ello.


Se acercó a su tablero de corcho en la pared sobre su mesa de noche y tomó la foto que se halla muy detrás de muchas otras suyas, de amigos que iban cambiando con el tiempo. Mentiría si dijera que no extrañaba las épocas de infancia donde no importaba mucho si tenías o no algún poder. En ese entonces era amigo de un chico que era capaz de manipular fibras de algodón; recordaba su infancia cuando solía gastar su tiempo creando pañoletas con locos diseños, e incluso la bufanda roja que aún conservaba había sido hecha por su querido Jhon... Que en paz descanse.


Apretó los dientes y acarició el rostro de su antiguo mejor amigo, quien falleció en un accidente mucho antes de que ambos pudiesen terminar la escuela primaria. Siempre le gustaron los gatos al igual que a Shouta, siempre tenía una actitud positiva a pesar de lo tímido que solía ser. Volvió a colocar la foto en el panel, esta vez en un lugar mucho más visible; juntó sus manos e hizo una reverencia a una de las personas más importantes de su niñez.


Jhon siempre intentó convencerle que, por más pequeño que fuese el grano de arena, era de esa misma arena en conjunto que estaban hechas las enormes playas, que de pequeñas gotas se conformaba el enorme océano, que ningún aporte, por más pequeño que fuera, era insignificante... ¿Por qué dejó que niños malcriados y gente que no lo conocía dictara su vida, y lo que podía o no hacer?, ¿Qué no era eso mismo de lo que se quejaba de Mila pero no es capaz de ir en contra del mayor grupo de personas ante una mayor cantidad de negativas?, ¿Por qué en lugar de sentirse frustrado haciendo caso a imbéciles no mejor intentaba ser un héroe?, ¿Por qué demonios dejar pasar la oportunidad de llegar a ser reconocido y tener una mejor calidad de vida?


¡Muy simple, él era un imbécil!, ¡Un completo cerebro de paramecio!


—¡Un día! —gritó apenas espabilarse—. ¡Sólo pido un jodido día donde todos los coños de su madre no me jodan la paciencia! —bufó iracundo, tirándose en su cama y frotando salvajemente su rostro y cabeza con los dedos, intentando darse un masaje a sí mismo para no seguir estresándose.


Maldijo un par de veces más en voz alta y se dejó llevar por el sueño; como eventualmente pasaba cuando realmente se cansaba demás sin darse cuenta, saltaba en trance hasta el amanecer. A pesar de sentirse muy bien descansado, aún no era capaz de quitarse la reciente plática que, lamentablemente seguía sintiéndose demasiado fresca aún.


¡Ya estaba harto de su semana!... Y apenas era Martes.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).