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Fugitivos III: La razón por diidi1897

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Notas del capitulo:

¡Hola!

 

 

Dos semanas después…

Narra Daniel

-¿Es aquí?-pregunté cuando Sean detuvo el auto justo frente a una casa… una casa muy bonita. Y no solo la casa era bonita, también el vecindario lo era. Por un instante tuve la sensación de que no nos encontrábamos en Múnich porque, a diferencia del lugar en donde nosotros vivíamos, los árboles estaban verdes y parecían más “vivos”. A nuestro alrededor no había ni un solo árbol seco de los típicos que abundaban en las calles de Múnich.

El lugar en donde nos encontrábamos parecía ser la otra cara de Múnich. Tal vez era porque ese día no había lluvia y el sol salía por momentos que el vecindario daba la impresión de ser el paraíso perdido de Múnich.

-Sí, aquí es-dijo Sean mientras, igual que yo, se dedicaba a observar todo el vecindario con la misma incredulidad que yo.

Las casas también tenían una forma parecida, no era como la variedad de casas que se veían en Moosach, nuestro vecindario. Pero, aunque las casas parecían haber sido construidas con los mismos planos, los jardines frente a ellas y a los lados eran totalmente diferentes. Algunos eran limitados con arbustos frondosos, otros con cercas blancas o cafés y algunos no tenían ningún límite más que las banquetas.

Aún con todo lo anterior, me parecía que la casa en donde nos encontrábamos estacionados, era la más bonita de todas porque resaltaban una gran variedad de flores que eran de diversos colores. Iban desde el amarillo hasta el rosa, el rojo y el azul

-¿Seguro que es aquí?-volví a preguntar mientras me inclinaba hacia el celular de Sean que estaba justo sobre el tablero donde se manejaba el estéreo y el aire acondicionado. Revisé la dirección en Google Maps y me di cuenta de que nos encontrábamos justo sobre el ícono que nos había marcado la dirección de Iván. Era imposible que esa tecnología se equivocara ¿o si era posible?

-¿Van a bajar del auto o van a seguir espiando los alrededores?-me sobresalté al escuchar, muy de cerca, la voz de Iván. Lo busqué con la mirada y no tardé en encontrarlo a un lado de la ventana de Sean

-¿De dónde saliste?-Sean preguntó con una mano sobre su pecho. Al parecer, yo no fui el único que Iván tomó con la guardia baja por haber aparecido casi de la nada

-Estaba regresando del paseo de Rocko cuando los vi-explicó y, en ese momento, un perro de gran tamaño se asomó por la ventana de Sean. Lo primero que vi fue su enorme lengua de la que colgaba una peligrosa cantidad de saliva que amenazaba con caer justo sobre un brazo de Sean.

Sonreí con emoción al verlo

-¡Un perro!-celebré y, de inmediato, me quité el cinturón de seguridad para bajar del auto y acercarme a él-¡Hola!-me hinqué en frente del perro que tenía por nombre Rocko y empecé a acariciarlo.

Me reí al verlo contento de conocerme y de recibir mis caricias.

Rocko era enorme. Un perro muy grande. Tal vez era el más grande que había visto en mi vida. Me sorprendió cuando empezó a darme un par de lengüetazos en el rostro y poco a poco acortó nuestra distancia. Cuando casi perdía el equilibrio por tener una parte de su cuerpo sobre mí, Iván se encargó de halarlo con su cadena para que mantuviera su distancia

-Tranquilo, Rocko, tranquilo-ordenó y Rocko se calmó, pero yo seguí dándole caricias porque su pelaje era abundante

-Está muy suave-dije y me encargué de enterrar aún más mis dedos porque la sensación era alucinante-También huele muy bien-agité un poco más su pelo y por fin me enderecé. Rocko quiso recargar sus patas delanteras en mi pecho, pero Iván volvió a controlarlo con su cadena

-Tuve que volver a bañarlo porque ayer estuvo jugando con mi esposa y quedó lleno de lodo. Por cierto, su shampoo es más caro que el mío-me reí por sus palabras porque por un momento pensé que Rocko olía mejor que yo

-¿Es un pastor Alemán?-Sean llegó a nuestro lado y también dio unas cuantas caricias a la cabeza de Rocko, quien de inmediato le movió su esponjosa cola y después lo olfateó. Sonreí sin dejar de estar embelesado por sus curiosas acciones

-Sí. Y acaba de cumplir los 8 años, pero sigue teniendo la energía de un cachorro-yo sabía casi nada de perros, pero le di la razón a Iván porque Rocko se veía muy enérgico. Además de contento. Tal vez era porque regresaba de su paseo o porque nos estaba conociendo, ni idea-Vamos adentro, mi esposa nos está esperando-dijo y los tres emprendimos el camino rumbo al jardín más pintoresco de la cuadra.

Iván se encargó de abrirnos la reja de metal que limitaba su propiedad. Sean y yo ingresamos detrás de él y, con esa oportunidad justo frente a mis ojos, no pude desaprovecharla.

Observé a Iván de pies a cabeza.

Ese día, no llevaba puesta su bata del hospital, con la que me era más normal recordarlo. Ahora iba vestido con un pantalón holgado de lana en color café y una playera blanca sencilla que decía “Brewers” en la parte de en medio. Así vestido no parecía ser el doctor estricto que manejaba uno de los más grandes e importantes hospitales de Múnich.

Parecía un señor normal como los que de vez en cuando veía pasear por mi vecindario.

Mi mirada se centró en las cicatrices que su playera de manga corta no se preocupaba en ocultar. Las cicatrices empezaban en sus antebrazos y seguían hacia arriba. Su playera también dejaba al descubierto su cuello, en donde había más cicatrices que parecían ramas. El tronco era Iván y las ramas estaban adheridas a su cuerpo. Iban de aquí para allá, pero no parecían estar en un desorden, ni siquiera daban la impresión de ser toscas al tacto.

Daban la sensación de que las cicatrices debían estar ahí. Que siempre debieron estar ahí. Encajaban tan bien con Iván que… que por un momento no me sentí avergonzado de las mías

-Me imaginaba un poco más tenebrosa tu casa-mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuché las palabras de Sean. Volteé a verlo con la boca entreabierta porque jamás creí que se atrevería a decirlas. Y menos frente al dueño de la casa.

Días antes de nuestra visita, mientras Sean y yo arreglábamos la despensa de la cocina y lavábamos los trastes, empezamos a bromear sobre cómo creíamos que iba a ser la casa. Dijimos de todo y fue Sean quien ganó con sus comentarios. Comentarios que ahora compartía con Iván, quien solo sonrió de lado y se dedicó en quitarle la cadena a Rocko.

Cuando el canino por fin estuvo libre, empezó a correr a nuestro alrededor mientras soltaba uno que otro ladrido. Parecía que estaba feliz de que estuviéramos ahí

-No pensé que estaría llena de flores-Sean continuó

-Creímos que era difícil mantener vivas las flores por el frío que hace aquí-dije para intentar darle un significado diferente a las palabras de Sean. Él volteó a verme y con la expresión de su rostro comprendí que eso no era a lo que él se refería, pero eso ya lo sabía.

Sonreí.

Era increíble.

De todo el tiempo que llevábamos de conocernos, fue reciente mi descubrimiento sobre el sentido del humor tan… tan de Sean que Sean tenía. Su humor era sarcástico. Era honesto, cruelmente honesto. Él se dedicaba en hacer hincapié, con bromas irónicas, a las situaciones incoherentes con las que llegábamos a encontrarnos, justo como estaba haciendo con ese jardín que no encajaba con la personalidad de Iván.

Sean se entretenía con otro tipo de programas que a mí no me gustaban. Y cuando veíamos películas o series juntos, él se reía cuando yo no encontraba nada que diera risa, pero sí veía que los personajes estaban en medio de un silencio incómodo o con expresiones de extrañeza en sus rostros. Sean se reía de bromas complejas y que muchas veces eran las que yo no conseguía entender su trasfondo.

Rocko se acercó a mí para que le diera más caricias y después volvió a correr de aquí para allá. Mientras lo veía, no perdí la oportunidad de contemplar el jardín. El pasto era verde y andábamos sobre un camino de piedras grandes que estaban bien acomodadas unas contra otras y que nos guiaban hacia la entrada de la casa

-Todo es obra de mi esposa. La jardinería es su pasatiempo-Iván explicó-Leyó sobre todos los cuidados de cada planta y las atiende los 365 días del año-asentí. Esos cuidados y dedicación se notaban en cada rincón del jardín.

De solo ver el resultado de todos esos esfuerzos diarios, tuve más ganas de conocer a la encargada de tal obra; a la esposa de Iván.

Y pensé que, ¿Tal vez se había refugiado en la jardinería debido a sus cicatrices?

¿La jardinería era ese pasatiempo que le permitía mantener su mente alejada de sus recuerdos?

-También creí que habría una tormenta eléctrica sobre nosotros y que habría niebla-Sean continuó revelando nuestros comentarios. Con una de mis manos froté mi frente para, en parte, cubrir mi rostro porque me sentía un poco avergonzado de que estuviera revelando nuestra plática sin sentido que tuvimos días atrás

-Hijo, ves muchas películas de terror-para mi sorpresa, Iván tomó a “bien” las palabras de Sean

-Sí, me gustan ¿A ti no?-dijo Sean sin perder ese tono de broma-Pero si te soy sincero, estoy un poco decepcionado-Iván y yo volteamos a verlo para encontrar una explicación a sus palabras-Mi última esperanza era ver un cementerio en la parte de atrás, pero solo veo más jardín-

Me puse más nervioso al escuchar ese otro comentario de su parte, pero terminé por sorprenderme cuando Iván soltó una carcajada al aire

-Eres un cretino-dijo-Te lo advierto. No digas nada de eso frente a mi esposa-

-¿Va a molestarse?-Sean dejó de lado su pequeña sonrisa

-No. También va a reírse y no va a dejar de bromear con ello durante toda la semana-exhaló-No le des más material para que esté insoportable-

Sean y yo volteamos a vernos al mismo tiempo para ver la reacción del otro.

Además de imaginarnos la casa de Iván, de acuerdo a su personalidad, también habíamos hablado sobre cómo sería su esposa. Y por cómo hablaba Iván de ella, se encontraba muy lejos de nuestras descripciones imaginarias.

Entonces, si no era como nosotros creíamos que era ¿Cómo sería?

-¡Ya están aquí!-escuchamos ese grito de emoción y los tres volteamos a ver hacia la entrada principal de la casa. Ahí, nos encontramos con una mujer que llevaba puesto un vestido floreado de color azul claro que se veía muy fresco para el clima que había.

Al verla, por increíble que se escuchara, me sentí un poco acalorado con la sudadera roja que había decidido ponerme ese día.

La que suponía era la esposa de Iván, bajó los tres escalones de la entrada para acercarse a nosotros con una gran sonrisa en su rostro

-¡Mira a éstos jovencitos!-ella se acercó primero a Sean y lo estrechó entre sus brazos-¡Son muy apuestos!-después se acercó a mí e igualmente me estrechó entre sus brazos. Casi al instante, capté un muy agradable olor que provenía de ella.

Una de sus manos frotó mi espalda y escuché su risa antes de que tomara su distancia.

Por un instante pensé que ese recibimiento de su parte, le había ganado a todos los que había tenido desde mi regreso a Múnich. Y eso que, para mí, aún se trataba de una desconocida

¿Cómo era eso posible?

-Muchachos, ella es mi esposa Bethsabé-Iván se encargó de presentarnos-Beth, ellos son Sean y Daniel-nos señaló respectivamente

-Por fin tengo la fortuna de conocerlos, Iván…-se vio interrumpida por los ladridos de Rocko, que ahora daba vueltas a su alrededor. Ella se inclinó hacia él y empezó a acariciarlo-Hola precioso. Por supuesto que también estoy contenta de verte ¿Te gustó tu paseo?-rocko le ladró sin dejar de agitar de un lado a otro su cola-Claro que sí, claro que sí-su atención regresó a nosotros sin dejar de acariciarlo-Pero no hay que quedarnos aquí. Vamos, vamos. La comida está casi lista-sonrió y, mientras se entrelazaba a un brazo de Sean y continuaba hablando sobre lo contenta que estaba de recibirnos sin dejar de caminar hacia la puerta, me dediqué en buscar lo que me interesaba.

Pero en su rostro no encontré ni una sola marca, ni siquiera de acné que sabía, eran las cicatrices más comunes en la población. Las únicas marcas que tenía eran las arrugas que demostraban su edad. En sus brazos tampoco encontré ningún tipo de relieve y en sus piernas menos.

¿A caso las cicatrices estaban en su estómago? ¿En su espalda? ¿En sus muslos?

¿Había tenido suerte de que las cicatrices no estuvieran en lugares visibles como las de Iván o las mías?

¿En dónde?

¿En dónde estaban las cicatrices que compartía con Iván?

-Pasen-Bethsabé se hizo a un lado al igual que Iván para que Sean y yo fuéramos los primeros en ingresar a su casa-Pónganse cómodos. La comida estará lista en 5 minutos-dijo mientras se perdía en un pasillo que estaba a un lado de las escaleras de madera que había frente a nosotros.

No hubiera sabido hacia dónde dar el primer paso de no ser por Rocko que pasó a mi lado sin dejar de agitar su cola rumbo a lo que parecía ser era la sala. Lo vi acostarse sobre una colchoneta que tenía figuras de huesos de diversos colores. Empezó a morder un juguete que tenía lazos colgando y lo vi tan entretenido que me dio la impresión de que el mundo a su alrededor dejaba de existir

-Tomen asiento-dijo Iván mientras él también ingresaba a la sala y se dedicaba en acomodar las cortinas de color crema de las dos ventanas que había para que el jardín quedara a la vista.

Sean lo siguió y no tardó en tomar asiento en un sofá café de piel. La piel rechinó a cada uno de sus movimientos. Mientras él e Iván empezaban a intercambiar algunos comentarios, yo di pasos más tímidos y vacilantes sin dejar de ver lo que me rodeaba. Al y al cabo, era la primera vez que llegaba a una casa como invitado.

Tal y como en el exterior, en la sala conté un total de 5 plantas que, aunque no tenían flores de colores brillantes, su verde era intenso y radiante. Contrastaban muy bien con el café de la madera que abundaba en la decoración de la sala.

Además de las flores, lo que enseguida llamó mi atención fue el librero que se encontraba justo detrás del sofá en donde Iván había tomado asiento. Di pasos más seguros hacia él

-¿Estos son tus libros?-pasé la yema de mis dedos por los bordes de las repisas del librero

-Sí-Iván se levantó del sofá para colocarse a mi lado-Algunos son los que compré mientras estaba en la universidad y otros son los que he leído a lo largo de mi vida. Casi todos son de medicina-pasé mis dedos por los títulos de los libros

-¿Leíste todos?-pregunté con asombro y, dándo otro vistazo global al librero, fácil pude ver que había más de 100 libros

-Todos los que ves aquí ya fueron leídos. Aún a veces los tengo que volver a revisar para aclarar alguna duda-vi que Iván sacaba un libro y lo colocaba sobre el respaldo del sofá-Éste libro lo compré en Cuba. Trae diversos métodos de cómo tratar todo tipo de heridas-lo hojeó y, cuando detuvo sus movimientos, volteé a verlo

-¿Qué pasó?-Iván continuó centrado en el libro y después parpadeó como si estuviera saliendo del pequeño trance en el que se envolvió durante segundos

-De hecho… éste libro lo consulté para saber cómo debía tratar algunas de tus heridas-murmuró y mi mirada regresó al libro.

Entonces, en ese libro… ¿Se encontraban escritos los tratamientos por los que había pasado?

Iván continuó hojeándolo y ambos lo examinamos en silencio.

Al poco tiempo, no pude evitar darme cuenta de que, a pesar de que los dedos de Iván se veían toscos y tenían una que otra cicatriz, su delicadeza al pasar de hoja en hoja era evidente. Parecía que apreciaba cada una de esas hojas y por eso las trataba con tanto cariño que me dieron ganas de volver a guardar el libro para que no se gastaran de más

-Sean, hijo-la voz de Bethsabé terminó con el silencio que había en la sala. Iván y yo volteamos a verla y la encontramos medio oculta en la entrada de la sala-¿Puedes ayudarme a bajar unas cosas de la alacena?-volteé a ver a Sean. Me había olvidado por completo de que él estaba ahí.

Sean asintió y se levantó del sofá para salir de la sala.

Cuando nos quedamos solos, Iván volvió a llamar mi atención cuando escuché que cerraba el libro. Vi que de nuevo lo acomodaba en su respectivo lugar

-¿Por qué fue a Cuba?-pregunté aunque en realidad, también quise preguntar en dónde se encontraba ese lugar, pero pensé que después tendría tiempo para investigarlo por mi cuenta

-Allá tienen uno de los mejores sistemas de salud del mundo. Toman muy en serio el tema a pesar de que viven sumidos en el socialismo-asintió varias veces-Tenía 28 años y acababa de graduarme. Fui para estudiar una especialidad en radiología. Estuve dos años y, además de estudiar, todos los días me trasladaba en bicicleta para realizar consultas gratuitas en zonas de difícil acceso-asentí, aunque no lo entendí muy bien-En Cuba me puse a prueba y confirmé que la medicina era mi vocación porque mi principal motivación siempre ha sido curar. No me importó vivir a base de comida racionada y de mala calidad. Además, el poco dinero que llegaba a ganar, no alcanzaba para nada-suspiró-Allá obtuve las primeras experiencias que me marcaron-volteó a verme y, no supe por qué, pero presentí que lo que me estaba diciendo, tenía que ver con sus cicatrices.

Quise preguntar si allá en Cuba las había obtenido, pero me detuve a tiempo.

Tal vez si a mí no me gustaba hablar sobre mis propias marcas, a él tampoco.

Me limité en asentir y no comenté nada sobre lo que me acababa de platicar. Ni siquiera me atreví a darle una felicitación por ese arduo trabajo que hizo en Cuba.

Mi mirada regresó al librero y me animé en sacar un libro que no se veía tan grueso o pesado como los demás

-Jardinería para principiantes-leí el título en voz alta y volteé a ver a Iván. Él sonrió

-Ese es de Beth. Se lo regalé cuando apenas empezaba con su afición-también sonreí y empecé a hojear el libro que, a diferencia del de Cuba, éste tenías las hojas más gruesas y había más imágenes ilustrativas de las plantas que se mencionaban-Le regalé algunos de botánica cuando se interesó en ella e incluso uno de los aspectos positivos que la jardinería ofrece en la vida de las personas que la practican-Iván se encargó de buscar el libro que mencionaba y nos entretuvimos hablando sobre el tema hasta que, de nuevo, escuchamos la voz de Bethsabé

-Cariño ¿Puedes venir un momento?-la encontré en el mismo lugar donde antes había aparecido para llamar a Sean, quien aún no regresaba

-Ten. Revisa los que quieras-dijo Iván mientras me entregaba el libro que apenas había sacado e iba detrás de su esposa.

No tardé en empezar a hojearlo y después tomé otros libros que llamaron mi atención gracias a sus títulos. Me aseguré de que, cada nuevo libro que tomaba, lo devolvía a su respectivo lugar después de hojearlo.

Cuando quedé un poco satisfecho con esa expedición a los libros, me aseguré de dejar todo en su lugar y, después de darle una última mirada al librero, mi vista continuó revisando la sala. Solo Rocko, que ahora dormitaba sobre su colchoneta y yo, éramos los únicos que quedábamos en el lugar.

Di algunos pasos hacia un lado y me encontré con una repisa que tenía varios adornos; algunos eran animales de cerámica y otros de cristal como ángeles o frutas. Sonreí al ver un par de ángeles que tenían un arpa entre sus manos y se veían entre sí. Parecía que estaban cantándose.

Continué revisando las repisas que había en una pared y me encontré con varios retratos. Me tomé la libertad de tomar cada uno de ellos para poder verlos a detalle; entre ellos, había fotos de Bethsabé junto a Iván. En una foto ambos se abrazaban y sonreían hacia la cámara. La sonrisa de Bethsabé era más grande que la casi incómoda que había en el rostro de Iván.

Tomé otro retrato y vi a Bethsabé de rodillas sobre su jardín, llevaba puesto un sombrero y frente a ella había unas flores rojas. Igual que la anterior, ella sonreía hacia la cámara. En otra foto aparecía Iván sentado en un sofá, él no veía hacia la cámara.

Terminé de revisar los retratos de una repisa y observé hacia un lado. Ahí me encontré con una pared de la que colgaban varios papeles que también habían sido enmarcados. Las palabras reconocimiento o el nombre de Iván eran los que más abundaban. Hubo uno que llamó mi atención porque era un papel que, al igual que los anteriores, decía reconocimiento, pero lo diferente era la foto que había en él. Tuve que ponerme de puntitas para observarla más a detalle porque, por un momento, creí que estaba viendo mal.

Grande fue mi sorpresa cuando estuve seguro de que, el chico joven de la foto, era Iván. Su expresión era seria y apenas se podía ver que vestía un traje. Lo que más me sorprendió, fue descubrir que, en su rostro, no había ninguna cicatriz. Ni una sola marca.

El papel era un reconocimiento por haber terminado, satisfactoriamente, sus estudios en la especialidad de radiología en una universidad de Cuba

-No fue allá en donde las obtuvo…-murmuré. Entonces, me decidí en buscar más de sus reconocimientos con foto para intentar encontrar alguna en donde, estando joven, ya tuviera sus cicatrices.

Pero no lo conseguí.

Encontré fotos de él estando joven y sin ninguna marca. Después, solo estaban las de él junto a Bethsabé, pero ya con marcas. Por un momento tuve la impresión de que, en las fotografías, no había una gran cantidad de años de la vida de Iván. En unas estaba joven, como de 30 años y después ya era el Iván que conocía.

Era como si una gran parte de su vida no hubiera existido…

Me crucé de brazos y lo pensé durante unos segundos.

Di una mirada global a los retratos y después a los papeles enmarcados.

¿Por qué?

¿Por qué sentía que algo no encajaba?

Pasé varios segundos pensando en esa pregunta hasta que exhalé y negué levemente.

¿Estaba haciendo mal en querer saber?

Tal vez la respuesta a mi pregunta era más sencilla de lo que creía.

Esos años que no habían sido inmortalizados en las fotografías, debieron ser los más complicados para Iván. Esos años que faltaban seguramente fueron en los que obtuvo sus cicatrices. Las cicatrices de Iván eran muchas y algunas eran profundas, su relieve lo daba a notar.

De seguro pasó años para que se recuperara.

Aun así… eran muchos, muchos los años que faltaban en las fotografías.

O ¿Todos esos años que faltaban eran los que a él le tomó aceptar sus cicatrices?

¿Eran tantos los años que a mí me iba a tomar aceptar mis cicatrices?

Negué levemente.

Yo no tenía esa magnitud de cicatrices en mi rostro.

Tal vez existía la pequeña posibilidad de que me tomara menos tiempo aceptarlas.

Decidí dejar de pensar en ello porque no debía sentir tanta curiosidad sobre un tema tan personal para Iván. A mí tampoco me gustaría que alguien curioseara en mis fotografías con el simple hecho de ver el proceso de mis cicatrices.

Di media vuelta y, cuando estuve a punto de tomar asiento en el sofá para esperar el regreso de Iván o de Sean, frente a mí se mostró otra repisa que también tenía retratos sobre ella.

Mi curiosidad fue la que me impulsó en pasar mis piernas sobre un Rocko dormido para llegar a ese lado de la sala.

En esa otra repisa me encontré con fotos de Rocko. En una estaba viendo hacia la cámara, con sus orejas erguidas y una pelota roja en su hocico. Parecía que estaba sonriendo porque en sus ojos se notaba la emoción al ver a la persona que le estuviera tomando la foto. Mientras regresaba el retrato a su lugar, de inmediato tomé la que había a un lado. En ella vi que se trataba de un Rocko más joven; llevaba puesto un chaleco café claro. Tuve que inclinar un poco el retrato para poder leer lo que había escrito en él

-Aeropuerto internacional de Múnich-decía en letras azules y pequeñas-¿Aeropuerto?-dejé el retrato en su lugar y volteé a ver a Rocko que continuaba dormitando a un lado de mis pies.

¿Por qué Rocko llevaba puesto ese chaleco?

-Bueno… ni idea-dije mientras continuaba explorando el resto de retratos que había en esa repisa. Descubrí que, igual que en la anterior, había fotos de Iván o de Bethsabé solos o de ellos juntos.

Cuando estuve dispuesto en regresar al sofá, de reojo, un retrato llamó mi atención. No lo pensé tanto para tomarlo entre mis manos.

En esa foto estaban Iván y Bethsabé, pero con alguien en medio de ellos. Los tres estaban en un jardín diferente y los tres sonreían hacia la cámara. Observé al joven que había entre ellos y, al detallarlo, un nombre vino a mi mente

-Se parece a…-

Notas finales:

Muchas gracias por leer <3

Les recuerdo que esta historia ya está más actualizada en Wattpad.

Nos leemos.


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