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You are my Destiny por BlackHime13

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Notas del capitulo:

Y hemos vuelto con Naruto. ¿Qué nos contará el rubio sobre su viaje? Aquí se entenderán muchas cosas sobre su historia (;

Durante meses, viajaron sin umbo fijo, atravesando frondosos bosques, enormes llanuras e incontables aldeas. Ella no se detuvo más de lo necesario, siguiendo un camino que él no podía ver, pero confiaba en ella más que en nadie por lo que esperó y la siguió. Casi un año más tarde, la rubia por si se detuvo. Se encontraban en un precioso valle, rodeados de árboles y montañas, frente a una pequeña aldea cuyos residentes les recibieron con los brazos abiertos.


Él no tardó en comprender por qué. Allí todos eran diferentes: alas, cuernos, escamas… cada uno de ellos era especial a su manera. Sus ojos brillaron con emoción al conocer a tantos seres mágicos distintos, aunque por un momento sintió su pecho doler, la imagen de lo que tuvo que dejar atrás instalándose en su mente.


No fue difícil adaptarse a su nuevo hogar, pero mentiría si dijera que no continuaba pasando la mayor parte de su tiempo en el bosque, paseando sin rumbo o recostado junto al río, observando el agua correr, sintiendo la ligera brisa acariciar sus mejillas, la calidez de los rayos solares bañando su piel… día tras día terminaba en el mismo lugar sin que pudiera evitarlo. Aunque simplemente no quería hacerlo.


Su conexión con la natura era algo innegable y a pesar de saber que algunos aldeanos le miraban entre curiosos y confundidos por ello, él no sentía que fuese algo extraño. Siempre se había sentido de aquella forma, no obstante admitía que al principio fue una sensación leve que fue creciendo conforme pasaba más tiempo entre la espesura y frondosidad del bosque, y todavía más cuando conoció al naga de cabello azabache.


Otra cosa que hacía constantemente era observar el brazalete que portaba, dejando que las gemas brillaran bajo el sol y repitiendo en su mente el nombre del moreno y las dos promesas que hicieron tanto tiempo atrás.


Fue a los dos años de estar viviendo allí que conoció a una mujer la cual le aclaró muchas dudas que tenía. Su nombre era Konan y fue durante un fuerte invierno que la vio por primera vez. La nieve se había acumulado, bañando de blanco el paisaje; el aire era gélido; el agua del río no corría, completamente congelada, y él, a pesar de todo aquello, hizo su usual camino hacia su lugar preferido.


Le sorprendió el ver a la mujer allí y supo que el sentimiento era mutuo pues los ojos se ella se abrieron más en clara incredulidad. Él observó su azulino cabello, sus anaranjados orbes los cuales le recordaban al ámbar, y su fina y pálida piel. La vio fruncir el ceño y analizarle detenidamente.


-¿Por qué estás aquí? – inquirió ella y el rubio se encogió de hombros en respuesta. Ella chasqueó la lengua con molestia y movió su mano derecha hacia el frente. Una fuerte ráfaga de aire siguió ese gesto y se dirigió hacia él, sin embargo se convirtió en una leve brisa poco antes de llegar a su persona, lo cual sorprendió a ambos por igual.


-Interesante. ¿Cómo te llamas? – cuestionó ella un rato más tarde.


-Naruto. – dijo el rubio sonriendo tímidamente y acercándose hasta llegar junto al río donde procedió a tocar la fría superficie con suavidad, todo aquello siendo observado por la mujer.


-¿Vives en la aldea cercana? – preguntó esta vez y él asintió en respuesta. - ¿Sabes quién soy? – y esta vez el ojiazul negó con la cabeza.


Ella le miró unos minutos en silencio, viéndole acariciar la nieve con cuidado y reverencia, sintiendo como el aire alrededor del menor se tornaba más cálido, como os árboles parecían susurrar con gentileza y fue entonces que ella sonrió, sentándose sobre una roca cercana.


-Me llamo Konan. – habló y señaló su lado para indicarle que la acompañara, cosa que el rubio no dudó en hacer. – Soy el hada reina de este bosque y mi afinidad es el viento y la nieve. Se podría decir que soy un hada de invierno. – fueron sus palabras una vez el niño se acomodó a su lado.


-¿Hay distintos tipos de hadas? – curioseó el ojiazul con los orbes brillando por la emoción. Ella rió levemente por la inocencia del menor.


-Así es. Dependiendo de la afinidad suelen ser hadas de primavera, verano, otoño e invierno. Las hadas tienen el deber de ayudar al bosque a cambiar de estación y por ello suelen ser divididas según el tipo de magia que poseen. – explicó y su sonrisa se amplió cuando el rubio la miró con la boca abierta.


- La aldea donde vives está repleta de seres mágicos… - comenzó a decir, pero fue interrumpida por Naruto.


-¡Lo sé! Mi mejor amigo Gaara es un dragón, Kiba un hombro lobo, Shikamaru un elfo, Kakashi-sensei… no sé muy bien qué es… - exclamó sonriendo aunque lo último le hizo hacer un puchero.


Ella volvió a reír y le acarició las hebras doradas con suavidad. - ¿Y tú qué eres? – preguntó y recibió una mirada confundida de parte de esos orbes zafiro.


-Humano. – dijo él sin comprender.


- Mmm… ¿estás seguro? – insistió ella y le vio dudar, lo que la hizo sonreír. – Dime algo Naruto… ¿por qué viniste al bosque a pesar del frío y la nieve? – inquirió y esta vez el rubio sonrió.


- Porque me hace sentir seguro. Estar en el bosque es relajante y cálido. - contestó sin dudar.


-Esa calidez que sientes es porque por tus venas corre sangre de hada, Naruto. – explicó la de orbes ámbar.


-¿Sangre de hada? – murmuró sorprendido.


- Así es. ¿Qué sabes de tus padres? – habló ella sin dejar de acariciar aquellas brillantes hebras doradas.


-No mucho. Obaa-chan dijo que papá era cazador en nuestra anterior aldea, que era el mejor de todos, pero un día fue atacado y no sobrevivió. – contó el menor.


- ¿Y tú mamá?


-No lo sé… pero a veces cuando paseaba por el bosque, sentía como si alguien me mirara al o lejos, como si alguien cuidara de mi. Aunque me hubiese gustado hablar con ella al menos una vez antes de irme. – murmuró Naruto sonriendo con algo de tristeza al recordar aquello.


-¿Ella?


-Si… la veía a veces. Tenía el cabello largo de un brillante rojo como el fuego, sus ojos eran verdes y más brillantes que las esmeraldas y cuando sonreía mi pecho se sentía cálido. – explicó el menor soltando una leve risita.


-¿No intentaste acercarte? – curioseó con sorpresa bañando su tono de voz, sabiendo a qué hada había descrito el niño.


- No… lo pensé muchas veces, pero… algo dentro de mí decía que no debía hacerlo, que no era el momento. ¡Es lo mismo que siento cuando pienso en Sasuke! – exclamó el ojiazul.


-¿Sasuke? – susurró sin comprender, pero como respuesta solo obtuvo una amplia sonrisa acompañada de una leve risita divertida para a continuación verle alzar su mano derecha, lugar donde reposaba un bello brazalete. Sintió su corazón detenerse unos segundos y su cuerpo tembló levemente cuando sintió la fuerte magia que aquel objeto contenía en su interior, no obstante no tardó en sentirse cálida por dentro y fue entonces que lo comprendió, tanto el significado de aquel accesorio como el de las palabras de Naruto.


Después de aquello ambos hablaron durante horas, tanto que la noche les cayó encima y el rubio tuvo que correr de vuelta a la cabaña que compartía con su abuela quien no se contuvo en regañarle por volver tan tarde.


Desde ese día, Naruto se reunió con la de cabello azul la cual le enseñó más sobre cómo utilizar sus habilidades mágicas. Ella le explicó que su afinidad residía en la flora, donde podía ayudar a las plantas a crecer y florecer. Que su deber consistía en ayudar al bosque una vez el invierno llegaba a su fin, devolviéndole la vida a este que a su vez le cuidaría en agradecimiento. También le contó que podía controlar el aire volviéndolo a cálidas y ligeras brisas, por ello podía seguir adentrándose al bosque a pesar del gélido clima. Le explicó que las hadas de primavera tenían una temperatura corporal más alta para poder aguantar el frío y así ser capaces de llevar a cabo su trabajo, dado que era su deber aumentar la temperatura durante aquella época.


No fue hasta casi tres años más tarde, cuando ya había cumplido los 12 años, que le contó a su abuela sobre Konan y lo que esta le había estado enseñando. Ella no parecía sorprendida por la notica, sabiendo que el día donde el rubio aprendiera sobre sus raíces acabaría llegando tarde o temprano.


Entonces, la rubia le contó toda la verdad sobre sus padres. Su hijo Minato era el mejor cazador de la aldea y muchas mujeres deseaban ser su esposa. Él no escogió a ninguna de ellas si no a una pelirroja mujer que nadie conocía. Aquello lo descubrieron cuando un diez de octubre, Minato se presentó junto a la mujer la cual cargaba en sus brazos a un pequeño bebé rubio. La pareja quería que la doctora conociera a su nieto, lo cual alegró de sobremanera a esta.


Durante unos días, ella aparecía para pasar tiempo con los dos rubios, llevándose siempre al bebé con ella, pero un día fue atacada por varias mujeres de la aldea las cuales sentían envidia de ella por haber conseguido al rubio mayor. Kushina, aquel era su nombre, se defendió y cuando las mujeres regresaron con heridas a la aldea varios hombres, la mayoría sus familiares, perdieron la compostura y atacaron a Minato tanto verbal como físicamente. Aquel día murieron algunos de ellos, incluido el rubio, y ambas mujeres se sintieron devastadas. La pelirroja perdió los estribos y allí fue cuando Tsunade se enteró de quién era la mujer en realidad.


Después de que la rubia lograra calmar a la otra mujer, acordaron que Naruto permanecería en la aldea junto a la de orbes color miel mientras que la de orbes esmeralda le cuidaría desde el bosque, puesto que no podía abandonar su posición como reina y la doctora no podía adentrarse al reino de las hadas. Ninguna quería perder a lo más importante que tenían, a su única familia de sangre, y es por ello que el de ojos zafiro creció en aquel lugar, siendo cuidado por ambas solo que de distinta forma.


Las dos eran conscientes que aquel acuerdo no podía ser eterno, pues tarde o temprano algo sucedería para cambiarlo todo, sobre todo cuando la ira del hada cayó sobre los aldeanos quienes cada vez que se adentraban al bosque eran atacados sin compasión por las bestias que allí residían.


Cuando la mujer terminó con su relato, ambos rubios se encontraban llorando ligeramente, y ahí es cuando Naruto confesó que sabía sobre la pelirroja, puede que no supiera que era su progenitora, sin embargo sabía que aquella bella mujer era la responsable de que durante sus visitas al bosque nada malo le pasara. También le agradeció a su abuela el haberle permitido pasar tanto tiempo en el lugar que consideraba su hogar, incluso cuando aquello les causó dolor a ambas mujeres, quienes no solo recordaban la pérdida de su hijo y marido sino también temían por lo que en un futuro pudiera pasarle a él, ninguna de ellas queriendo que saliera lastimado, pero siendo conscientes que no era algo que pudieran evitar.


Por último se disculpó, no por el pasado, si no por el futuro dado que sabía que su lugar era en aquel bosque junto a su progenitora y aquel naga que conoció y a quien no veía posible olvidar o reemplazar. Él sabía que en unos años se marcharía y volvería al lado de ambos seres y ella lo comprendió, incluso a pesar de sentir su corazón romperse de solo imaginar que llegaría el día en que el pequeño rubio ya no estaría junto a ella.


El tiempo siguió avanzando. Días pasaron a ser meses que se convirtieron en años. Las personas a su alrededor vieron a ese pequeño niño crecer hasta convertirse en un atractivo y maravilloso joven. Aquel día, 10 de octubre, siendo su decimosexto cumpleaños, él despertó sintiendo su pecho arder, su respiración entrecortada y acelerada, su corazón palpitar desenfrenado… y lo supo.


Una sonrisa de oreja a oreja se apoderó de su rostro al tiempo en que las lágrimas escapaban de sus zafiros sin control y se deslizaban por su piel sin detenerse ante nada. Ella solo tuvo que verle a la cara un segundo para comprender lo que sucedía y también lloró de forma descontrolada, sabiendo que había llegado el momento de despedirse. Su niño iba a dar un paso adelante y alzar el vuelo, persiguiendo sus deseos hasta ver cumplir su objetivo.


El joven guardó sus pertenencias en tan solo dos bolsas, sabiendo que no necesitaría nada más y después de despedirse de sus amigos y demás personas a quienes había llegado a considerar muy importantes en su vida, se adentró al bosque, sin embargo paró a las orillas de este y giró levemente hacia su abuela para sonreírle ampliamente.


-¡Obaa-chan! – exclamó y ella le miró todavía con lágrimas brotando de sus mieles. – No es como si no supieras dónde estaré. Puedes ir a verme cuando quieras. – recordó el ojiazul y cuando la vio reír y sonreírle con dulzura fue cuando dio el primer paso hacia su futuro.


Caminó hasta llegar al río y se sorprendió al ver a Konan allí, esperándole con una leve sonrisa adornando sus facciones.


-Creo que olvidas algo, Naruto. – habló ella con voz cantarina, pero antes de que él pudiera abrir la boca y decir algo, ella ya había desaparecido y oyó como a sus espaldas gritaban su nombre. Abrió los ojos con sorpresa al reconocer aquella voz y al girar se sintió aún más estupefacto pues sus cuatro mejores amigos se encontraban allí, jadeando por haber corrido detrás suyo y con una mochila en cada una de sus espaldas.


-¿Chicos? – murmuró sin comprender lo que sucedía.


-¿De verdad creíste que te irías sin nosotros? – habló Kiba cruzándose de brazos a la vez en que sonreía burlonamente. A su lado Hinata le sonrió con dulzura y junto a ella Shikamaru bufó entre exasperado y cansado. Por último, Gaara le miraba con una sonrisa ladeada y sus orbes brillaban con diversión.


-No hay forma en que te dejemos abandonarnos, idiota. – medio gruñó Shikamaru.


-¡Así es! Somos amigos y no te dejaríamos ir solo. – aseguró la única mujer del grupo.


- Además… ¿quieres pasar un año de viaje? ¿No crees que es más divertido y rápido ir a lomos de un dragón? – comentó divertido el pelirrojo. Sus palabras hicieron reír al rubio quien sonrió y se secó las traidoras lágrimas que habían logrado escapar de sus zafiros sin que él lo notara.


-¿Estáis seguros? – susurró el menor y los cuatro asintieron sin borrar sus sonrisas.


Así fue como emprendió su camino junto a ellos, aprovechando el tiempo para explicarles toda la historia dado que ninguno de ellos sabía exactamente por qué dejaba la aldea para volver a su antiguo hogar.


-¿A caso sabes lo que significa la promesa que le hiciste a ese naga? – cuestionó un día Shikamaru mientras todos se calentaban gracias al fuego y cenaban algo antes de que Gaara decidiera que ya había descansado lo suficiente y quisiera continuar el viaje.


Naruto estalló en carcajadas y dejó que su amplia sonrisa fuese su única respuesta. Oyó como el contrario suspiraba y susurraba un "problemático". Los demás no comprendían el intercambio, teniendo en cuenta que no conocían a ningún naga tampoco se habían molestado en aprender sobre sus costumbres ni tradiciones, y al elfo no le quedó de otra más que explicar lo que sabía sobre ellos y su cultura.


-Básicamente, Naruto prometió volver a su lado y aceptar su regalo de cortejo, por ende accediendo a ser su pareja de por vida. Nagas son como los dragones en ese sentido, cuando escogen a alguien no hay vuelta a atrás. – resumió la situación en la cual se encontraba su amigo.


-¡Naruto! – exclamó Kiba mirando al rubio con incredulidad, el cual cabe mencionar que seguía riendo sin contenerse en lo más mínimo.


-Tenía 6años Kiba… no puedes culparme por eso. – habló entre risitas y jadeos.


-No parece que te arrepientas de haberlo hecho. –señaló la ninfa con una sonrisa.


-No lo hago porque sé que mi destino es estar con Sasuke. Mi encuentro con él no fue casualidad y…siento esta presión n el pecho cada vez que pienso en él. Es como si… mi alma supiera que él es el indicado para mi… mi otra mitad. – confesó el rubio con las mejillas coloridas.


-¿Cómo sabes que él te está esperando? – inquirió Kiba alzando una ceja con escepticismo.


-Lo hace. – habló Gaara esta vez. – Si lo que dijo Shikamaru es verdad y nagas son como los dragones… entonces estoy seguro que él está esperando a que Naruto regrese. Además… entiendo lo que nos intenta explicar. Esa sensación en el pecho, ese grito instintivo es lo que mis padres me dijeron que yo sentiría una vez encontrara a mi propia pareja. Tú como lobo deberías de entenderlo también. – señaló hacia el castaño quien suspiró y asintió a regañadientes.


-Más le vale o le patearé el trasero. – gruñó el cánido entre dientes haciendo a todos reír por ello. Era normal que el hombre lobo se sintiera posesivo con alguien al cual consideraba parte de su familia, sobre todo porque no conocía al naga y no sabía si podía fiarse de él o no, de si este realmente no haría daño a su amigo.


Meses más tarde por fin llegaron a su destino. Seis largos meses de viaje habían llegado a su final. Gaara descendió de los cielos hasta aterrizar en un gran claro en mitad del bosque y esperó a que los demás bajaran de encima suyo para volver a su forma humana.


Mientras él se vestía, lo demás observaban impresionados el campo repleto de girasoles en el cual se encontraban. Una ráfaga de aire caliente, demasiado para ser Marzo, llamó su atención y al girar se encontraron con una preciosa mujer de cabellos rojizos y orbes jade.


-Estoy en casa, mamá. – dijo Naruto con una enorme sonrisa en su rostro.


Sus amigos le miraron estupefactos, pero no tuvieron tiempo de decir nada, puesto que de un parpadeo la pelirroja se encontraba abrazando al rubio fuertemente a la vez en que sollozaba y susurraba su nombre sin parar. El menor correspondió el gesto y apretó con fuerza a la mujer entre sus brazos. Minutos más tarde, ella se separó para poder besar su frente con suavidad y acariciar sus mejillas, trazando aquellas marcas que la hicieron entrar en ira tanto tiempo atrás y arrasar con aquellos que dañaron a su bebé.


-Bienvenido a casa, mi niño. – murmuró ella con los ojos aguados. Él sonrió entre lágrimas y besó su mejilla, sintiéndose feliz de poder estar con ella por fin, de escuchar su voz después de tanto tiempo.


Los demás respetaron el momento de madre e hijo, esperando hasta que ambos se separaron para presentarse. Ella les sonrió y agradeció que acompañaran a su hijo en su viaje, que no le hubiera dejado solo. Pronto suspiró y miró al rubio, sabiendo que ya no era ese pequeño bebé y aunque se lamentaba el haberse perdido tanto de su vida, se sentía feliz por poder estar a su lado de ahora en adelante.


-A pesar de que me encantaría tenerte para mi sola un poco más… no soy la única que te ha estado esperando, cariño. – dijo hacia su hijo quien se quedó mirándola con los ojos abiertos por la sorpresa. Ella le sonrió y le dio un leve empujón en dirección al bosque.


Y eso fue todo lo que necesitó para verse corriendo entre la espesura y frondosidad verde con la misma urgencia que el día en que se fue, hacía ya 10 años, solo que esta vez su objetivo no era el mismo dado que lo que iba a hacer era lo más alejado posible a una despedida.


Sintió los rayos del sol colarse por entre las ramas y guiar su camino, la suave y cálida brisa acariciar su rostro como dándole la bienvenida, las flores comenzar a florecer a su alrededor para demostrar su felicidad ante su vuelta… y cuando por fin llegó a su destino, a aquel claro junto al río, cuando sus zafiros chocaron con carbón, sintió su respiración detenerse, sus ojos aguarse y como su alma parecía estar completa al fin y no partida en dos.


Sin pensarlo saltó a los brazos ajenos los cuales no dudaron en apresarle con fuerza y juntar ambos cuerpo lo máximo posible. Lloró como no lo había hecho nunca y sonrió entre sollozos cuando suaves y gentiles manos secaron aquel salado líquido tal y como hizo tanto tiempo atrás. Como si el tiempo no hubiera transcurrido para ellos.


-He vuelto, Sasuke. – susurró el más bajo de los dos contra el pecho contrario.


-Bienvenido de vuelta, Naruto.- y esa profunda voz, aquella que apenas había escuchado una solo vez antes, le hizo sentir que por fin estaba en casa.


Sin controlarse se acercó hasta que sus labios se encontraron, lenta y suavemente, pero transmitiendo sentimientos tan fuertes y puros que sus ojos se aguaron de nuevo solo por aquella intensidad que el contacto le provocaba. Dedos rozaron sus párpados y abrió los ojos para encontrarse con los del naga.


-Bebé llorón. – murmuró el de cabello azabache sonriendo levemente, pero ese simple gesto le robó el aliento el ojiazul.


-Cállate… te he echado de menos, idiota. – dijo sonriéndole ente lágrimas, todavía no creyendo que por fin estaba de vuelta junto a él.


-Y yo a ti… - confesó el mayor quien entrelazó sus dedos con cuidado y le dejó ver como ambos brazaletes se juntaban y cuyas gemas brillaban bajo los rayos del sol.


-Creo que ese es el mío. – comentó Naruto soltando una risita extasiada. El de ojos como la noche solo sonrió y con cuidado intercambió ambas pulseras.


-Mucho mejor. – fue lo que salió de su boca, completamente satisfecho.


-¿No olvidas algo? – cuestionó el menor después de observar ambos objetos con dulzura.


-Para nada. – habló el azabache y su sonrisa se amplió cuando escuchó el ligero gemido de sorpresa escapar de los sonrosados labios ajenos. – Has tardado en darte cuenta. – señaló con algo de diversión bañando su voz.


-¿Cuándo…? – exclamó incrédulo el ojiazul cuando por fin notó lo que ahora se encontraba decorando su cuello.


-Cuando te lanzaste a mis brazos.- respondió de forma altanera haciendo reír al contrario quien miró con adoración el precioso collar que en su momento no pudo aceptar y llevar consigo.


-No irás a devolvérmelo otra vez ¿verdad? – susurró el moreno sonriendo de lado.


-No… por supuesto que no. – declaró el rubio. – Es solo que no puedo creer que sea mío. – confesó mirándole al tiempo en que se mordía el labio inferior con nerviosismo.


-Créelo… no lo he guardado durante 10 años para que alguien más que no seas tú lo tenga. – aseguró el mayor quien con una de sus manos comenzó a acariciar con suavidad una de las mejillas del rubio y con la otra agarraba la del ojiazul para entrelazar sus dedos.


-Gracias… - murmuró entre lágrimas el hada.


-No podrás escapar de nuevo, Naruto. – avisó el naga seriamente.


-Idiota… como si fuese a dejar mi hogar de nuevo. – rebatió el rubio posando su mano sobre el pecho del ojinoche, justo donde se encontraba el corazón de este, indicando a lo que realmente se refería con sus palabras.


-¿Lo prometes? – preguntó divertido y con un brillo de emoción en sus orbes carbón.


-Si… tú y yo para siempre. – juró Naruto y sus palabras fueron selladas con un beso.


Era un momento mágico y perfecto que no podría haber sido estropeado por nada ni nadie… o eso les gustaría decir, puesto que sus amigos y familia aparecieron de la nada y les robaron su tan ansiada intimidad. No obstante a ninguno de los dos pareció molestarles mucho la interrupción. No teniendo en cuenta que tendrían toda una vida para vivirla juntos. Por eso, cuando todos se acercaron a ellos con la intención de presentarse, ninguno de los dos dijo nada para evitarlo.


Sin soltar la mano ajena y sin borrar las sonrisas que se habían instalado en sus rostros, vieron a las personas más importantes de sus vidas juntarse en un mismo lugar, y por fin… después de tantos años, ambos se sintieron en casa.


Fin…

Notas finales:

¡Pues esto es todo! He tardado una semana en escribir este fic... aunque es culpa mía porque tengo la manía de escribir primero a mano en una libreta y luego pasarlo todo al ordenador XP


PD: Las imágenes eran 1- Naruto dejándole el brazalete a Sasuke antes de irse de la aldea.


2- Sakura celosa intentado quitarselo a Sasuke lo que hizo que este perdiera el control.


3- Sasuke finalmente puede darle el collar a su rubio cuando este por fin regresa junto a él.


PD2: Hay que ver lo que puede alargarse la historia para llegar del punto 1 al 3 ¿verdad? Creía que no lo iba a terminar nunca XD


PD3: No tenía ni idea de qué criatura escoger para Shikamaru y Hinata así que... si se os ocurre algo mejor, dejádmelo saber (;


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