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You are my Destiny por BlackHime13

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Notas del capitulo:

Aquí cambiamos de punto de vista. Sasuke es el protagonista de este cap.


PD: No odio a Sakura... simplemente su escena es la que es (;

Su familia no era muy cuantiosa, lo cual resultaba extraño teniendo en cuenta la especia a la cual pertenecían. Nagas solían tener entre 5 y doce bebés por embarazo, lo cual era para asegurar que al menos más de uno sobreviviera. En su caso solo su hermano mayor y él lo lograron, aunque por motivos distintos.


Durante su primera gestación, cinco bebés se formaron, pero después del parto solo uno de ellos logró salir de su cáscara, siendo Itachi el primero en salir y aunque ayudó a otros dos a salir, estos no sobrevivieron más de un par de días. Aquello devastó a la mujer y no ayudó que muchas otras intentaran convencer a su marido y pareja de dejarla e irse con alguna de ellas, prometiendo más y mejor descendencia. Fue aquello lo que ocasionó que abandonaran su hogar desde hacía años y viajaran en busca de uno nuevo donde nadie intentara entrometerse con su familia.


Durante su viaje en busca de un nuevo lugar al cual llamar hogar, ella concibió de nuevo. En esta ocasión, los ocho bebés nacieron y creyeron que todo iría bien, lamentablemente la cueva que escogieron para tener a los bebés no era tan segura como creyeron en un principio.


Un día, mientras el marido había salido a cazar y su mujer e hijo Itachi, de tan solo cuatro años de edad, permanecían en la cueva para atender a los bebés, una bestia tipo gárgola les atacó. La pareja hizo todo lo posible por proteger a los pequeños y la escena que se encontró el mayor de la familia al regresar no fue para nada agradable:


Mikoto, su mujer, se encontraba recostada en el piso con una de sus manos presionando su bajo vientre donde una profunda herida no dejaba de sangrar y respirando de forma entre cortada; no muy lejos de ella una bestia yacía en el suelo, completamente inmóvil y con laceraciones por todo el cuerpo; algo más adentro de la cueva, Itachi permanecía boca abajo dejando ver las profundas marcas de garras que cubrían su espalda y de donde brotaba aquel espeso y cálido líquido rojizo; por último, el pequeño Sasuke lloraba desde su lugar bajo el cuerpo de su hermano mayor.


Supo nada más ver aquello lo que había sucedido en su ausencia y sin sentirse capaz de mirar en dirección a donde sabía que encontraría los cuerpos inertes de sus demás hijos, tomó la decisión de centrarse en tratar a su mujer e hijo mayor, prometiendo enterrar a los pequeños como se debía en cuanto terminara.


Después del incidente viajaron durante meses hasta que por fin encontraron un lugar que les transmitió la seguridad que tanto ansiaban. La entrada a la cueva era lo suficientemente pequeña para que ningún ser más grande que ellos pudiera adentrarse con un pasillo que dirigía a una caverna de tamaño considerable donde hicieron de ella su sala principal y desde donde podían adentrase más hasta llegar a distintas cavernas algo más pequeñas que serían ideales para cuando los más jóvenes crecieran y quisieran tener más intimidad, siendo por lo tanto donde crearían sus guaridas o nidos.


Lamentablemente, Uchiha Mikoto no sería capaz de engendrar más nagas, no después de la terrible herida que recibió tiempo atrás, pero ella era feliz con su marido e hijos y aunque eran una pequeña familia en comparación a otros de su especie, ella sabía que no había nadie tan unidos a como ellos lo estaban.


Años más tarde, cuando Sasuke no hacía mucho que había cumplido los ocho años, el de cabello azabache conoció al ser más bello que jamás pensó que existiría. Aquel día había salido junto a su hermano para que este le hiciera una demostración sobre cómo cazar, siendo él demasiado pequeño todavía para llevar a cabo el acto por sí solo, y fue entonces que un peculiar olor llegó a sus fosas nasales.


Sintió su cuerpo tensarse para relajarse rápidamente, inclinándose levemente hacia de donde provenía dicho aroma y sintiendo como su corazón comenzaba a latir con mayor rapidez. Era una fragancia dulce, pero con un toque ácido que le hacía aguar la boca. Sacó su sensible lengua para lamer el aire y ahí pudo identificar a qué le recordaba: era una mezcla de manzana, jazmín y vainilla con ligeros toques de miel.


Sin pensarlo, de dirigió hacia el camino por el cual venía el olor, siendo seguido por un confundido y curioso Itachi quien no comprendía el extraño y repentino actuar de su hermano menor. Pronto le vio llegar a la orilla del río y su cuerpo se tensó cuando reconoció lo que el menor miraba con fascinación: un niño humano de más o menos la misma edad que el Uchiha menor se encontraba recostado en el suelo con los ojos cerrados.


Quiso gritarle que se alejara, puesto que ver humanos no era una buena señal, mucho menos teniendo en cuenta lo alejados que se encontraban de la única aldea de aquel bosque, sin embargo no percibió el aroma de ningún otro humano por los alrededores. Observó extrañado de un lado a otro, no comprendiendo como un niño había logrado llegar hasta tal profundidad por sí solo.


-¿Extrañado? – oyó que decían a su lado. Rápidamente giró en aquella dirección para atacar, no obstante se encontraba solo. Una suave risa sonó encima de su persona y, esta vez, cuando miró hacia allí sus orbes negros chocaron con aguamarinas y supo por la sonrisa del contrario que no logró esconder la sorpresa que seguramente mostraba su rostro. El joven rubio de cabello largo atado en una cola de caballo y piel fina y pálida volvió a reír, sacándole de sus pensamientos a tiempo de verle saltar hacia el suelo, abandonando la comodidad de la rama donde anteriormente reposaba.


- Sientes curiosidad ¿verdad? – inquirió de nuevo el ojiazul.


- No es algo usual, eso es todo. – contestó lo mas indiferente que pudo. Aunque por dentro sentía toda una mezcla de sensaciones diferentes, siendo las más prominentes la atracción irrefrenable hacia el rubio y la confusión por lo que le estaba sucediendo a su cuerpo. Sentía su corazón acelerado, un calor recorrerle todo el cuerpo y su boca salivar descontroladamente ante el maravilloso aroma (una mezcla de distintas especias, rosas y caramelo líquido) que llegaba a él y se adentraba en su cuerpo con cada respiración que tomaba.


-Mmm… supongo que no lo es. – comentó divertido el rubio. El moreno le miró con una ceja alzada, queriendo una explicación más elaborada, pero el contrario solo se encogió de hombros.


- No me dirás qué sucede. – afirmó y eso hizo al ojiazul reír de nuevo.


- No me preguntaste nada. – respondió este sonriendo ampliamente.


-Dudo que lo hicieras de todas formas. – habló sabiendo que los de esa clase tenían cierta picardía en sus personalidades.


-Mmmm… ¿Quién sabe? – dijo vagamente el rubio. El de ojos ceniza chasqueó la lengua como ligera muestra de molestia. – Está bien, te diré solo una cosa… - fueron las palabras del más bajo quien se acercó hasta el naga y juntó su boca hasta el oído del contrario. – Ese niño…es cuidado por el mismísimo bosque. – fue lo que le susurró y antes de poder decir nada oyó el sonido de hojas ser aplastadas. Miró en la dirección de donde provenía el ruido y se encontró con los orbes negros de su hermano el cual le miraba con una ceja alzada y supo entonces, sin tener que comprobarlo, que el rubio ya no se encontraba allí.


-¿Hablabas con alguien? – preguntó Sasuke con curiosidad.


-Una entrometida hada. – contestó al tiempo en que giraba a ver al pequeño rubio el cual se había levantado y en vez de intentar ir tras Sasuke, simplemente sonrió de oreja a oreja y comenzó a caminar en otra dirección. El moreno mayor observó como su hermano menor seguía con sus ojos la figura del rubio hasta que esta desapareció entre los árboles.


- ¿Y qué quería? – volvió a cuestionar del de ojos como la noche.


-No lo tengo muy claro. – murmuró el mayor en un leve gruñido. No comprendía del todo las palabras del hada. ¿Por qué el bosque querría cuidar de un niño humano? ¿Por qué el hada se encontraba allí vigilando al pequeño? ¿Por qué este habló con su persona si no iba a darle información de verdad? Su mente se encontraba plagada de dudas para las cuales no encontraba una respuesta clara. Además de que había algo que seguía molestándole, más que cualquiera otra cosa, y eso era la reacción de su cuerpo ante el rubio de cabello largo.


Miró a Sasuke el cual a su vez le observaba sin comprender la situación, pero negándose a admitirlo por orgullo. Itachi sonrió ante lo adorable que podía ser el menor y no dudó en revolver su cabello para luego indicarle que le siguiera. Sus planes para aquel día se habían visto interrumpidos y después de aquellos encuentros y todas las dudas que surgieron de estos, el de cabello largo decidió que sería mejor regresar a su hogar y hablar con sus padres sobre lo sucedido.


Como supuso desde un comienzo, sus progenitores se alarmaron al enterarse que un niño humano se encontraba por la zona, pero nadie esperó que Sasuke se enfadara con ellos cuando sugirieron que no se acercaran más a aquella zona del bosque.


Al preguntarle por qué quería ver tanto al niño, Sasuke confesó, no sin apretar los dientes primero, que le gustaba el aroma que este desprendía lo cual sorprendió a los adultos quienes permanecieron tanto tiempo en silencio que comenzaba a ser incómodo. Fue entonces que Itachi decidió contarles sobre el hada que por alguna razón mantenía un ojo en el niño y también admitió lo que él sintió ante la fragancia de este.


Sus padres se miraron unos cuantos minutos y finalmente suspiraron para seguidamente explicarles el cómo los de su especie decidían quién sería su pareja a partir del aroma que estos desprendían, el cómo una vez se tomaba la decisión no habría quien les pueda hacer cambiarla. También les contaron cómo se llevaba a cabo el cortejo para los nagas, lo que podían hacer y lo que no, sus costumbres y tradiciones, para cuando llegara el momento de emparejarse de por vida con sus parejas. Aclararon que sentirían desde lo profundo de su alma cuándo el momento indicado llegara, que era algo que instintivamente sabrían, y cuando ese momento llegara debían de proceder según sus normas.


Además les permitieron seguir visitando el lugar para intentar conocer mejor a sus futuras parejas aunque no sin antes lamentarse porque nunca esperaron que sus hijos conocieran a sus destinados siendo tan jóvenes, después de todo el mayor tenía tan solo 12 mientras que el menos no hacía tanto que había cumplido los 8. No les quedó más que aceptar el hecho de que el destino es caprichoso y nadie sabía lo que este tenía en mente para ellos. Y de esa forma fue como día a día, ambos se reunieron con el par de rubios, descubriendo poco a poco más de ellos.


Un día, meses después de conocer al ojiazul, Sasuke sintió una ligera presión en el pecho y sin saber cómo ni por qué, se deslizó de su cama y salió de la cueva que consideraba su hogar sin un rumbo en específico, o al menos no uno del que fuese consciente. Sus instintos le condujeron hasta una laguna la cual era preciosa con el agua cristalina, coloridos peces nadando y el sol haciendo brillar el lugar de una forma tan mágica que hasta él se hubiera sentido hipnotizado por semejante belleza, si no fuese porque sus sentidos se encontraban más centrados en algo que brillaban en el fondo. Se paralizó y su corazón latió desenfrenadamente, sabiendo que aquello era lo que había venido a buscar.


Miró el agua con cierto desdén, no queriendo entrar y mojarse puesto que sus escamas tomaban bastante tiempo en secarse, sin embargo algo dentro de su persona gritaba porque lo hiciera. Tal vez fue suerte no sabría decirlo, pero antes de que siquiera se acercara a la orilla, una cabeza de hebras plateadas salió del agua. Vio los ojos de un interesante tono violeta observarle fijamente para a continuación sonreír con amplitud, dejando al descubierto sus afilados dientes.


- ¿Buscas algo? – inquirió el joven al cual identificó como tritón. Le sorprendía saber que uno vivía allí, pero al mismo tiempo lo comprendía, aquel parecía ser un muy buen lugar para una criatura acuática.


Él simplemente señaló el agua, en dirección donde se encontraba lo que deseaba, y vio como el contrario fruncía el ceño sin comprender para poco después volver a sumergirse. No tardó mucho en volver a la superficie y mostrarle la brillante gema que sostenía en su mano y la cual acercó hacia él. El naga le miró escéptico, no entendiendo por qué le daría el objeto tan fácilmente. El peliplateado rió fuertemente al tiempo en que dejaba la piedra sobre el suelo, bastante cerca de la cola del moreno y se acomodaba en la orilla, apoyando la cabeza sobre sus cruzados brazos a la vez en que una enorme sonrisa adornaba sus facciones.


-Sé un poco sobre la cultura naga y cuando estos buscan regalarle algo a alguien importante, siempre un tipo de joya por lo que sé, no se detendrán hasta conseguir lo que buscan. Sé que es una tradición muy importante y tiene un simbolismo muy fuerte, pues nagas nunca rompen sus promesas a aquellos a quienes se las hacen dado que es muy difícil ganarse la confianza de uno y cuando lo haces son muy buenos compañeros. Negarme a ayudarte significaría que niego tus instintos y por lo tanto me verías como a tu enemigo y sinceramente no quiero tener que dormir con los ojos abiertos, esperando a que intentes acabar con mi vida. – explicó riendo divertido ante lo último. – Por último, no hace tanto que me mudé aquí y esta laguna contiene muchas gemas preciosas, pero no por ello las convierte en mías. Nunca las reclamé así que estás en todo tu derecho de llevarte la que quieras. – finalizó con su explicación sin borrar su sonrisa del rostro.


El azabache le miró unos segundos y finalmente asintió para inclinarse y agarrar la gema con su mano. Satisfecho dio media vuelta para irse, pero la voz del tritón le hizo girar levemente para mirarle con una ceja alzada.


-¡Me llamo Suigetsu! – se presentó este y se rascó la nuca algo nervioso. – No es por molestar, pero… estar aquí solo es algo aburrido y si no te importa… podrías venir de vez en cuando a hacerme compañía. Además que me encantará saber lo que ocurre entre esa persona y tú. – habló mirándole inquieto.


Sasuke le miró, pensando en lo sucedido con anterioridad y decidió que aquella era una petición que podía cumplir, sobre todo después de que el tritón le regalara lo que quería sin pelear. Así que asintió levemente como respuesta, viendo como los orbes violeta del contrario brillaban de felicidad.


-¡Genial! ¡Puedes venir cuando quieras! Emm… – exclamó animadamente.


- Sasuke. – dijo escuetamente, haciendo reír al contrario, y sin decir nada más emprendió su camino de vuelta a casa, teniendo en mente lo que necesitaría para crear el regalo perfecto, ese que todo su ser gritaba que hiciera para poder dárselo a ese rubio bello que no dejaba de plagar sus pensamientos.


Tardó más de lo que creía en terminar su tarea y para cuando lo hizo notó que, por primera vez desde el día en que se conocieron, iba a llegar después que Naruto a su punto de encuentro.


Frunció el ceño, algo molesto consigo mismo, y se apresuró hacia el río. No tardó en llegar y ver a su hermano quien parecía estar intentando animar a un enojado Deidara, así se llamaba el hada, y en un principio no comprendió qué podría haber hecho enfadar al rubio, sin embargo pronto lo comprendió.


Solo tuvo que dirigir su mirada hacia Naruto quien se encontraba sentado junto al río, pudiendo ver con claridad desde su lugar como este limpiaba heridas y rasguños situados en sus rodillas. El menor no tardó en sentir su mirada y giró al tiempo en que le dedicaba una amplia sonrisa. Él se acercó hasta acomodarse en el lugar donde siempre descansaban y esperó a que el ojiazul terminara y viniera junto a su persona.


Aquello no tardó en suceder pues pronto el más bajo se acomodó a su lado y pequeñas manos comenzaron a acariciar sus escamas con cuidado y gentileza. La primera vez que aquello sucedió, sintió su corazón acelerarse, no creyendo que realmente estuviera sucediendo algo de esa índole. Para nagas, el que su pareja tocara y acariciara las escamas que componían su cola era considerado como un acto muy íntimo, significaba que habían llegado a una parte importante de su relación donde un fuerte lazo compuesto de confianza mutua se había creado. Teniendo en cuenta su reticencia a la hora de relacionarse y comunicarse con otras personas, el azabache temió que su evidente apatía apartara al rubio de su lado y no pudo sentirse más feliz cuando aquello no ocurrió. Por ello, cuando este le miró asustado, temiendo haber cometido un error y le preguntó si estaba bien que continuara, no pudo contener la leve sonrisa que se formó en su rostro y asintió para indicarle que tenía su consentimiento para seguir con aquellas delicadas caricias.


Había días donde el de ojos azules hablaba de él, su abuela y su vida en la aldea, pero otros parecía que no quería pronunciar palabra. En esos días se limitaba a sonreírle y ambos pasaban el tiempo recostados sobre el suave pasto, disfrutando del silencio que les rodeaba. Contrario a lo que muchos pudieran pensar, esos momentos no eran incómodos en absoluto, para él era reconfortante y sentía como todo su ser se relajaba con tan solo sentir la presencia del de orbes zafiros junto a su persona, algo que no sentía ni siquiera con su progenitora. Además que no se equivocaría en afirmar que el rubio se sentía de igual forma, algo que este le confesó un día mientras acariciaba su cola y miraba ausentemente el cómo el agua fluía libremente.


Cuando le dijo que podía disfrutar de la tranquilidad y el silencio estando junto a él, que se sentía en paz cuando le acompañaba, algo que no podía tener en la aldea… el moreno sintió su corazón palpitar con mayor fuerza y velocidad, conteniendo con todo su ser las ganas de abrazar al de orbes zafiro y no soltarlo jamás.


A pesar de lo que sus instintos gritaban, sus padres le habían dejado muy claro lo que podía hacer y lo que no… lamentablemente aquello entraba en la categoría de lo que no podía hacer. Siendo consciente de que todavía no era el momento indicado, mantuvo sus instintos a raya y su relación continuó como hasta ese momento.


Al pensar en sus tradiciones, recordó el objeto que había traído consigo y después de coger aire sutilmente para calmar su acelerado corazón, e intentando ignorar con todo su ser como su hermano y Deidara les observaban fijamente desde su lugar detrás de aquel gran árbol, abrió la boca por primera vez y se presentó.


Notó la sorpresa en aquellos orbes que le hipnotizaban, irónico teniendo en cuenta que aquella era precisamente una de las habilidades de su propia especie, no obstante no le dejó enfocarse en eso si no más bien en el colgante que le lanzó contra el pecho, el cual cayó sobre su regazo después del impacto inicial.


El verle observar el objeto con los zafiros brillando por la emoción, le hizo sonreír contento, solo que nunca esperó que su regalo fuese rechazado. Se sintió totalmente ofendido y, aunque no quisiera admitirlo, también dolido. Creyó que había hecho algo mal, que se había equivocado en algún momento para causar esa negativa, pero cuando el rubio le explicó sus motivos sintió su corazón contraerse con ira. Por supuesto que era culpa de aquello malditos aldeanos. En ese momento no quiso hacer otra cosa que llevarse al rubio consigo para cuidarle y protegerle de semejantes monstruos.


Apretó los puños para tranquilizarse y simplemente asintió para darle a entender que lo comprendía, aunque un ligero bufido de inconformidad logró escapar de sus labios. No pudo evitar sonreír cuando Naruto le propuso una solución a su dilema. Sabía que el humano no tenía ni la menor idea de cuán importante sería aquella promesa, que acababa de firmar un contrato con el naga el cual no se rompería con facilidad. El aceptó el traro y fue recompensado con el suave y cálido tacto de los labios del rubio contra su mejilla. No pudo reaccionar a tiempo y para cuando procesó lo sucedido, su bello humano se despedía de él para poco después desaparecer entre el follaje.


Le importó poco el tener que aguantar las burlas de moreno y rubio mayores pues él se sentía a rebosar de felicidad y no pudo borrar la sonrisa que se apoderó de sus facciones ni siquiera cuando cayó dormido aquella noche, deseando que llegara la mañana para poder ver a su rubio de nuevo.


Muy a su pesar, aquello no sucedió dado que al despertar se encontró con unas visitas inesperadas: sus tíos Madara y Obito junto a sus primos Shisui y Sai. Tanto su hermano como él se sentían irritados por tener que aguantar a aquellos dos mientras los adultos se ponían al día.


Como sus relaciones con Deidara y Naruto era una tradición íntima donde no podían adentrarse terceros, razón por la cual él no interactuaba con el hada e Itachi no lo hacía con Naruto, tuvieron que cambiar sus planes para ese día.


Teniendo en cuenta que los hermanos no querían separarse, decidieron dar una vuelta por el bosque los cuatro juntos. Sasuke recordó al tritón que conoció el día anterior y pensó que sería una buena idea ir a visitarle, aprovechando que había más personas con él, y los demás estuvieron de acuerdo con su propuesta. Así fue como pasaron el día, los cinco hablando junto a la laguna.


Para cuando volvieron, casi al anochecer, la noticia de que habían decidido que todos vivirían en la cueva fue bien recibida por todos los presentes. Los menores no encontraron una razón para enfadarse puesto que había espacio más que suficiente para todos y eran familia, además que por muy molestos que el par podían llegar a ser, ya estaban enterados de la existencia de ambos rubios y hasta ellos comprendían la importancia de aquella relación que habían comenzado ambos hermanos.


Aquella noche, inesperadamente recibieron la visita de alguien que cambió sus planes por segunda vez. Se encontraban terminando de cenar e Itachi alzó la vista para a continuación levantarse repentinamente, moviéndose hacia la entrada de la cueva donde se paró en seco. Sasuke tardó un poco, pero pronto reconoció el aroma del hada y sintió como su corazón se estrujaba con fuerza cuando pocos minutos más tarde vio al rubio acercarse hacia ellos siendo acompañado por Itachi. Sus ojos se encontraban llorosos, resto de lágrimas todavía adornando su rostro, y con sus manos parecía estar apretando algo fuertemente contra su pecho.


Nadie dijo nada, sorprendidos por la repentina llegada del ojiazul quien cogió aire de forma audible para tranquilizarse y luego le miró fijamente a los ojos con decisión para finalmente lanzarle lo que antes agarraba con tanta fuerza. La pequeño bolsita de cuero acabó sobre sus manos, objeto que miró entre curioso y sorprendido durante un par de segundos para poco después abrirla con cuidado, sacando de ella un brazalete de preciosas piedras azules junto a una única negra. El jadeo repleto de estupefacción que escapó de los labios de toda la familia Uchiha era de esperar.


Itachi no sabía qué pensar sobre lo que estaba sucediendo ante sus propios ojos. Sintió su pecho doler, su respiración cortarse y su corazón parecía que iba a detenerse en cualquier momento. En su mente todo tipo de pensamientos negativos no dejaban de aparecer. Un fuerte golpe contra su brazo le hizo gruñir, volviendo en sí miró en dirección al rubio, el claro causante del golpe, el cual le devolvía la mirara con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho.


-No es lo que piensas, idiota. Nunca le daría algo como eso a otra persona que no fueses tú, sobretodo sabiendo lo que significa para los de vuestra especie. – declaró el hada con una suave sonrisa adornando sus facciones a la vez en que agarraba la mano izquierda del naga con su derecha y entrelazaba sus dedos con cuidado.


-Entonces… - susurró el moreno mayor quien giró rápidamente en dirección a su hermano menor para verle con la cabeza gacha, mechones tapaban su rostro, pero todos notaron las finas y delicada lágrimas que caían de sus orbes carbón y recorrían su piel sin que pudieran ser detenidas.


El menor apretaba contra su pecho una pequeña hoja de papel al tiempo en que con la otra agarraba con fuerza la pulsera. Su madre no tardó en abrazarle y le dejó sollozar contra su pecho a la vez en que pasaba sus manos por aquellas hebras negras, acariciándolas con cariño, sabiendo que su hijo no habría reaccionado de aquella forma si no fuese algo importante lo que aquella nota decía.


Lo demás no sabían muy bien cómo reaccionar, pero pronto el de ojos azules soltó la mano del mayor de los hermanos y caminó hasta arrodillarse en frente del de orbes como la noche. Con cuidado cogió aquel bonito accesorio y se lo colocó en la muñeca izquierda. Sasuke se separó de la única mujer presente para mirar al mayor confundido, lo que provocó que el contrario le sonriera con ternura.


- Cuídala porque un día, tendrás que devolvérsela a su verdadero dueño. – aquellas palabras agarraron por sorpresa a todos los naga y para mayor estupefacción, el de cabello azabache rió y una leve sonrisa apareció en su rostro. Solo necesitó un segundo para entender el significado de aquella frase, sobre todo cuando la luz del fuego que alumbraba la estancia llegó a tocar aquellas gemas y en una de ellas, la negra como la oscuridad, vio la pequeña S grabada.


Era obvio lo que debía de hacer. Aquel objeto era la prueba física de la promesa que el rubio, su rubio, le hacía. Ese "Prometo que volveré, Sasuke" escrito en la nota no habría significado nada para él, al menos no sin algo físico que respaldara aquellas palabras. Ese brazalete le dejaba claro lo que no decía en ese trozo de papel.


Su trabajo era mantenerlo cuidado hasta el día en que Naruto volviera y pudiera tomarlo de regreso. Al igual que el colgante que residía de forma segura en su caverna entre las finas pieles y telas que conformaban su nido.


Ambas promesas, la de cada joya que ahora poseía, se encontraban entrelazadas entre sí. Su ojiazul volvería una vez creciera lo suficiente y reclamaría ambos objetos de vuelta y él… debía esperar hasta que ese momento llegara.


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Día a día siguió con su vida, meses pasaron que se convirtieron en años y aunque Itachi y Deidara formalizaron su relación hacia un tiempo, él se sentía tranquilo. Sabía que cuando el momento llegara, todo su ser gritaría por ello, al igual que sucedió entre ellos dos.


Ocho años pasaron con rapidez. Ostentando 16 años, el naga era bastante popular entre la población del bosque, donde tanto mujeres como hombres de diferentes especies intentaban llamar su atención. Al principio nadie se atrevió a acercarse al moreno, no cuando este portaba con orgullo aquel brazalete en su muñeca, pero todo había cambiado hacía casi un año atrás y todo era por culpa de aquel tritón de cabellos plateados.


Dado que la amistad entre ellos se había profundizado con los años, todas aquellas personas que no conocían la historia detrás del accesorio del naga, habían asumido que se trataba de una promesa entre los amigos. Nada más alejado de la realidad, puesto que ambos solo se consideraban mejores amigos y nada más, pero ninguno aclaró la situación al no verle la necesidad de ello. Las cosas cambiaron cuando el tritón conoció a un centauro de nombre Juugo hacía un par de años y con el cual hacía varios meses que había comenzado una relación romántica.


Por supuesto que Sasuke se alegraba por ellos y, siempre y cuando, el de orbes violeta no le contara cómo exactamente funcionaba una relación de esa índole, él no tendría de qué quejarse. Claro que en ese momento no pensó en cómo le afectaría a él toda la situación. Teniendo en cuenta que el tritón ya no era un candidato para ser su pareja los demás se animaron para intentar enamorar al naga, cosa que a este no le hacía ninguna gracia, y como no tenía planeado aceptar ninguna de sus propuestas se dedicó a rechazar cualquier tipo de avance con intenciones románticas hacia su persona.


Algunos desistieron de la idea con relativa facilidad, como por ejemplo una arpía de cabellos rojos como el fuego cuyo nombre era Karin, la cual no solo aceptó su decisión si no que con el tiempo que convirtió en una de sus mejores amigas. Llevaba casi dos años de conocerla y la consideraba prácticamente su hermana, sobre todo desde que Suigetsu le contó la verdad sobre aquel brazalete que el moreno portaba como si fuese su mayor tesoro, la historia entre el naga y cierto humano de rubias hebras. Ella le apoyó y ayudó cuando algunos de sus pretendientes comenzaron a volverse más insistentes con el pasar del tiempo.


Y todo esto les llevaba a la situación actual donde la pelirroja se encontraba fulminando con la mirada a una pelirrosa de ojos jade. Sentado cerca de la laguna perteneciente al de cabello platino, él junto a Itachi, Deidara, Sai, Juugo y Suigetsu se encontraban mirando una escena ya cotidiana.


Haruno Sakura era una bruja que se mudó a vivir al bosque junto a su tía hacía ya 4 años y desde entonces que no dejaba de ir detrás del de ojos carbón. A pesar del tiempo en que llevaba persiguiendo al naga, no había logrado ser más cercana a él y era por ello que odiaba con toda su alma como la arpía había logrado lo que ella no. Por su parte, la pelirroja no aguantaba a la otra puesto que seguía insistiendo en molestar a Sasuke incluso cuando este le había dejado claro en muchas ocasiones que no sentía ningún interés hacia ella.


Desde entonces que cada vez que ambas cruzaban mirada comenzaban a discutir de una forma u otra. Era algo habitual y ellos ya ni les prestaban atención cuando sucedía. Incluso la mejor amiga de Sakura, un hada rubia llamada Ino, la cual al principio intentaba apaciguar la situación, decidió con asombrosa rapidez que era un acto inútil que solo la haría perder el tiempo, por lo que desistió de intentarlo.


Por otro lado, la rubia también era la prima de Deidara y la conocieron cuando esta vino a visitarle un día, poco después de que el ojiazul se mudara a vivir con los Uchiha, y aunque en un principio también se sintió atraída al menor de los morenos Deidara solo tuvo que susurrarle unas pocas palabras al oído para hacerla abandonar. En realidad, fue la hada quien les presentó a la bruja y por ello se sentía algo culpable y había intentado disuadir a su amiga incontables veces a lo largo de los años, solo que esta no tenía pensado en hacerle el más mínimo caso.


Después de un rato, Karin bufó y decidiendo que no merecía la pena seguir prestándole atención a la bruja, giró la cara para conversar con la rubia, por la cual llevaba un tiempo sintiendo algo y quería conocer mejor. Por su parte, la peli-rosada, creyendo que había ganado, tomó la decisión de sentarse junto al de cabello azabache quien no lo notó dado que se encontraba enfrascado en una conversación con Juugo. Nadie más prestaba atención al par, puesto que los cuatro restantes se encontraban metidos en su propia discusión.


Ella se sintió ofendida cuando el naga ni siquiera la miró una sola vez. Sus orbes jade se posaron en el brazalete que decoraba la pálida piel de él. No pudo evitar fruncir el ceño y apretar los dientes y puños con rabia ante aquel objeto.


Sabía que una promesa para su especie significaba mucho, pero no era capaz de comprender por qué seguía llevándolo cuando el de cabello platino se encontraba saliendo con el de cabello naranja. Se sentía inquieta cada vez que veía la pulsera y el desagrado crecía cada vez más, sobre todo porque a su parecer ni siquiera combinaba con el moreno. Ella opinaba que ese azul brillante era demasiado llamativo para el naga y estaba convencida de que podría obsequiarle algo mucho mejor.


Segura de sí misma y sus pensamientos, acercó su mano lentamente hacia dicho objeto, pero a duras penas y logró rozar aquellas gemas con las yemas de sus dedos cuando un fuerte viento sopló en su dirección y poco después un rayo cayó cerca de su persona, no dándole por muy poco.


Todos los presentes saltaron en sus sitios por la sorpresa y se tensaron levemente, sin embargo Ino y Deidara eran conscientes de la bajada de temperatura, de cómo el aire se volvía más frío y violento, el cómo los árboles susurraban enfurecidos… y ambos supieron lo que estaba por ocurrir. Los dos miraron a la bruja fijamente, con los ceños fruncidos y sus cuerpos llenos de tensión, mientras los demás observaban sin comprender nada.


-¿Qué ibas a hacer Sakura? – inquirió Ino con los dientes y puños apretados, casi cortando las palmas de sus manos con sus uñas por la fuerza empleada.


-No sé de qué me hablar. – respondió ella, cruzándose de brazos y apartando la mirada.


Fue con ese gesto que Sasuke notó dónde había estado una de esas manos por lo que se apartó de la joven al tiempo en que movía su mano izquierda más hacia su persona y le miraba con el ceño fruncido.


- Te atreviste a tocar el brazalete de Sasuke. – afirmó Deidara quien la miraba con obvio desagrado en sus orbes aguamarina.


-¡¿Y qué si lo hice?! ¡No hay razón para que siga utilizando esa cosa tan fea! – gritó ella poniéndose de pie y mirando con asco dicho objeto.


El naga sintió como todo su cuerpo se helaba, su corazón comenzó a latir con desenfreno, sus colmillos dolían y él aguantó la creciente necesidad de abalanzarse sobre ella y despedazarla sin compasión. Su boca comenzó a llenarse del veneno que copiosamente hacía comenzado a segregar sus glándulas salivales e Itachi no perdió tiempo en forzarle a abrir la boca y hacer que escupiera el líquido sobre el suelo, sabiendo que con semejante cantidad su hermano podría acabar dañándose a sí mismo. Este no pareció reaccionar y se dejó hacer, no apartando sus ahora orbes rojo sangre de la joven bruja.


Ella parecía no estar presando atención a la reacción del naga puesto que seguía despotricando a cerca de lo mucho que odiaba el brazalete, la situación y muchas cosas más que el ojinoche no era capaz de retener en su mente. Lo único que plagaba sus pensamientos era como ella había tenido la intención de arrebatarle lo más importante que poseía. Si antes la chica le hacía sentir antipatía ahora no sentía más que un deseo irrefrenable de hacerla parecer para siempre.


Una ráfaga de gélido aire, mandó a la de ojos jade a volar hasta que su cuerpo colisionó contra uno de los enormes árboles del lugar. Ella gimió adolorida por el impacto, se levantó con dificultad y logró dar dos pasos hacia delante cuando otro rayo cayó justo detrás de su persona. Asustada saltó y al girar ligeramente vio como aquel árbol ardía. No pudo evitar que su sangre se helara de solo pensar que podría haber sido ella la que se encontraba envuelta en llamas en ese momento.


Otra ráfaga de aire hizo su cuerpo temblar y cerrando los ojos con fuerza esperó a que se detuviera o al menos cesara un poco, no obstante cuando por fin lo hizo no pudo creer lo que sus orbes jade veían.


Una mujer de preciosos cabellos rojizos los cuales caían en cascada hasta su cintura, unos hipnotizantes orbes esmeralda acompañados por una piel de porcelana y su ropa era un fino y precioso vestido de seda con distintas tonalidades de verde, la miraba fijamente sin parpadear. Aquella era una mirada tan penetrante y denotando tanto odio hacia ella que sintió sus piernas perder toda fuerza, cayendo inevitablemente de rodillas al frío y duro suelo.


Vio como ella le daba la espalda y se acercaba al de cabello azabache, se agachaba un poco y con cuidado le besaba la frente en un gesto casto, pero repleto de ternura. El naga volvió en sí y observó a aquella mujer la cual le hizo sentir algo semejante a tranquilidad, pero cuando ella le sonrió con dulzura cierta nostalgia afloró en su ser sin que pudiera comprender muy bien por qué.


A continuación la pelirroja volvió a caminar hacia la bruja y en tan solo un parpadeo, ambas habían desaparecido, dejando a sus espaldas un prolongado y tenso silencio el cual reinó durante varios minutos.


Deidara movió ligeramente la mano y las llamas desaparecieron sin dejar rastro para que luego Ino resucitara al pobre árbol que había recibido la ira de la de ojos esmeralda. Acto seguido ambos se recostaron contra los cuerpos de Itachi y Karin, respectivamente, y dejaron escapar un pesado suspiro de sus bocas.


-¿Qué demonios acaba de pasar? – habló incrédulo el tritón.


-Eso, era Sakura cabreando a la reina de las hadas para luego ser llevada por esta para darle el castigo que merece. – contestó Ino cansada por la tensión que su cuerpo había acumulado en tan pocos minutos. Karin aprovechó para acariciar suavemente la espalda de la otra joven lo cual se ganó de esta una leve sonrisa agradecida por el gesto.


-¿Por qué iba la reina a enfadarse con ella? Que el bastardo estuviera por matarla es comprensible, pero no comprendo qué tiene ella que ver en todo lo ocurrido. – comentó un consternado Sai. La rubia alzó una ceja ante sus palabras y su mirada se posó en el único de su especia presente en ese momento.


-Deidi… ¿hay algo que no nos hayas dicho? – preguntó seriamente Itachi a su pareja quien bufó, se cruzó de brazos y apartó la mirada a la vez en que hacía un puchero.


- Nunca me lo preguntasteis así que no es culpa mía… - medió gruñó este y el moreno le limitó a sonreírle, mostrando sus afilados colmillos, lo que ocasionó que el más bajo sintiera como un escalofrío le recorría la espina dorsal. - ¡Lo siento ¿vale?! – exclamó inflando los mofletes de forma infantil.


-Eso no es lo que quiero escuchar Deidi. – dijo el naga mayor sin borrar su sonrisa.


-Está bien, lo diré, pero deja de hacer eso. – se quejó el menor y entonces fijó su azulina mirada en el más joven de los hermanos Uchiha. - Enhorabuena Sasuke, acabas de conocer a tu futura suegra. – declaró con tono de voz impasible. A pesar de su intento por hacer que sus palabras parecieran algo totalmente normal y corriente… el caos que desataron fue digna reacción a semejante bomba soltada en sus caras. Siendo el de ojos carbón quien se sentía más confundido y sorprendido que el resto.


Había mucho que quería preguntarle al rubio, pero necesitaría un tiempo para que toda la situación fuese procesada por su cerebro correctamente. Los demás no parecían pensar lo mismo y pronto se vio envuelto en un mar de gritos y reclamos. Por suerte su mente se encontraba muy lejos de allí en ese momento como para que le molestara semejante alboroto.


Su mano rozó su frente, donde aquella mujer le besó con suma suavidad y recordó la sonrisa que ella le dedicó, comprendiendo entonces por qué se le hizo tan familiar. Era tan parecida a la de su rubio que por eso pudo calmarle en ese momento. En lo más profundo de su ser, esa parte formaba por puro instinto animal, lo supo. La reconoció como parte de la familia de Naruto y por ello pudo volver en sí.


Cierto que había mucho que Deidara tendría que explicar, sin embargo aquello podía esperar. Él quería centrarse en ese sentimiento de paz que hacía tanto que no le embargaba, no desde que el ojiazul tuvo que alejarse y desaparecer de su vida por un tiempo. Teniendo en cuenta que todavía no era el momento indicado, el moreno todavía tenía tiempo de exigir respuestas al hada.


Él debía seguir esperando por Naruto un poco más, solo que ahora sabía que el momento que tanto ansiaba que llegara se encontraba más cerca de lo que imaginaba. Ella se lo hizo saber con un suave beso y una cálida sonrisa. Solo un poco más. Debía ser paciente solo por poco tiempo más y entonces sería recompensado con el regreso de un bello ángel rubio a quien abrazaría y no dejaría escapar nunca más.


Aquello era todo lo que necesitaba saber en ese momento. Lo demás podía esperar.


Continuará…

Notas finales:

¿Qué creeis que inspiró este capítulo?


Me encantará saber vuestra opinión y recordad que solo queda un capítulo para el final (=^w^=)


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