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Vomitando flores sobre tu piel [Reed900] por Angelkitx

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Sonó la tarde como un suave rasgueo de guitarra, acompañada con el sol bañado en oro puro. El roció de la mañana se evaporó por completo difumándose en las nubes dentro de aquel ensueño precioso en donde el humano invocaba al androide, en varias ocasiones.

Se escucho el suave bombeo de la caja musical dentro de su pecho mientras embozaba sueños fugaces en donde pensaba lo fácil que había resultado el amarlo.

Tan fácil que Gavin dudaba que aquel sentir haya sido tan solo un capricho espontaneo del destino. Y es que el amor siempre había sido tan ajeno a él... tintes que no planeaba ver en su blanco y negro. Mas, contra las apuestas del desamor, RK900 termino siendo aquel prisma de cristal en la luz blanca de su vida. Descomponiendo, en cada presencia, su monocromatismo en el fulgor de las gamas de su querer.

Esa afinidad emergente en su interior, encontraba en el ángulo de la vida el punto exacto en donde el amor y el miedo hacían equilibrio dentro del océano de encuentros momentáneos.

La lluvia contra el ventanal de su mirada, dejaba escurrir las señales que nunca llegaron a la otra persona. Débiles confesiones que se distorsionaban en las olas. Tanto que hasta el comprenderse le resultaba difícil. Y en contra lo que alguna vez pudo pensar al principio de esta historia, dejo de encontrar responsabilidad en Nines por no notar su palpitar.

Siempre fue él quien lo aparto de lo que le estaba ocurriendo... los pétalos azules tomaron más de lo que él estaba preparado para dar -y eso que podría darlo todo-, obligándolo a florecer antes de poder procesar los primeros rayos del aceptar.

La enfermedad lo arranco sin permiso de su zona de confort, para guardarlo dentro de un florero vació. Tomó su libertad y lo condeno a observar la luna desde la ventana de conformidad que no dejaba ver ni un cuarto de lo que realmente brindaba el resplandor distante del astro. Y no podría culpar a los tallos de querer avanzar más allá del límite de la comodidad, creciendo con sutileza a la vía de escape más rápida para huir del encierro de su alma.

Oh, pero no se confundan.

Esto no representaba el amor que se provocaban, para nada. Pensarán, quizá las voces en el viento, que esa forma de amar no debería ser permitida. Que uno no merecía al otro. Mas permítanme decir, con certeza subjetiva, que su clandestinidad y pasión desbordante hacían incomparable su forma de amar:

Entre las caricias bruscas, ellos se recitaban besos afilados. Dentro de su concepto del odio como equivalente del amor -que marcaban en cada oración que se dedicaban- sonreían ante la esencia cosquilleante de felicidad a la par. En la resignación del ser la jodida mitad del otro, con dulzura encajaban perfectamente en un abrazo. Y entre el alejarse y acercarse, detrás del temor, se escondían esperando el momento exacto para experimentar aquel eclipse unificador de almas. Porque, no importaba lo segundos que lo pospusiera, el encuentro de los distintos cielos sucedería inminentemente.

Y era esa conexión la que afirmaba aquello de lo que alguna vez les hable. Derritiendo el cristal de cuarzo del humano y ablandando los fragmentos minerales en el cuerpo del androide.

Su amor se grabó en la piel de Gavin para siempre tanto como en el metal de Nines. Y fue esa resonancia vibrante en su alma lo que, en ese preciso instante, lo hizo regresar. Sus ojos se abrieron abruptamente a la par de que su tórax se elevaba en un brinco.

El aire anteriormente ausente, retomo su camino a sus pulmones para reinar dentro de estos y las raíces dentro de él se detuvieron en su trayecto a su garganta. Su espalda se arqueaba contra el suelo en la brusquedad del respirar, intentando estabilizarse del subir y bajar exasperado de su pecho. Los gatos ladearon su melena, asustados por el repentino avivo.

Recostado sobre el marco de flores que encuadraba a la perfección la imagen de él sobre los pétalos, él mundo de Gavin dio un vuelco.

— ¡Joder, no! — gritó con la voz entrecortada, llevando sus manos a su pelo —. Detén esto... Nines, vete de una puta vez de mi cabeza — sollozo, apretando la ropa en su pecho con fuerza, inhalando el aroma puro de las flores —... mátame de una vez, no puedo más — carraspeo —, solo quería ser feliz a tu lado, aunque no me amaras — se reincorporo con lentitud, en un mareo y el desliz de una flor más. 

Tuvo que apretar el almohadón de cuero entre sus dedos con fuerza y así usar de soporte el sofá para evitar derrumbarse de nuevo. Sus piernas temblaron y su visión se inclinó, amenazante con volver a caer, pero se sostuvo lo suficiente para lograr ponerse de pie por completo y retomar -un poco- del control de su cuerpo.

El silencio de su departamento y el sonido del reloj de pared, lo atormentaron en su soledad.

— RK900, quiero verte... — gimió, fregando sus ojos —, ¡¡Puta hojalata, devuélveme mi estabilidad!!

Los gatos se sobresaltaron ante el ladrido de queja del mayor.

Es que el realmente quería encontrarlo por última vez, tener la dicha de verlo antes de partir a su viajecito por el infierno en primera fila.

Ah, pero los minutos se restaban sin piedad, recordándole que tanta improvisación fue la peor táctica para dar con él. Porque ahora no solo lo detestaba -suponía-, sino que seguramente pronto sería reincorporado con otro compañero. Alguien más... al que él le sonreiría con sus labios marfil, al que le prepararía ese café jodidamente salado al principio y lo envolvería en el sostén de su calidez metálica.

Otra persona o androide que, con suerte, sentiría un fragmento de lo que el humano por RK.

Tan delicado como otra gota de agua, alguien menos idiota y hormonal.

Alguien, que... lo amara al androide y le regalara todo lo que él perdió.

Su pecho apretó interrumpiendo su lamento, provocándole un ahogo paralizante y una evidencia de que, sin duda alguna, solo bastaría una recaída más para ponerle fin a su infierno en vida, ese provocado por su la maldita arrogancia a aferrarse a lo que jamás podría ser. Pronto todo finalizaría con la llegada de la conclusión del retorcido e inevitable Hanahaki Disease.

Esa maldita enfermedad carente de duda que lo apresuro a quitar esa cortina a destiempo suyo. «¡Enfrenta tu mierda o muere!» hablaron los tallos. Las mismas trabas que le sirvieron para apartar al androide, ahora lo lastimaban por completo, trayendo consigo a la melancolía de su pena.

Tic, tac. El tiempo continuaba su curso.

Camino con dificultad, sosteniendo su pecho con su palma, apoyándose en varias ocasiones de las paredes para evitar derrumbarse contra el suelo. Y en el silencio envenenado, sus compañeros lo observaban oscilar en sus pasos.

— Jodeer, ¡Las putas cajas! — busco con su mirada por los alrededores —, ¿Dónde demonios las metí?, estos bastardos van a arañarlo. 

Cierto, Elijah. Él iría a buscarlos más tarde, así que quería dejar todo preparado. En el camino renovó el agua de los tarros y agrego más comida de lo que podían contener, solo por si su hermano tardaba más tiempo en recogerlos que lo acordado. Camino hasta la entrada y dentro de los cajones inferiores de la estantería, encontró las cajas transportadoras. Las deposito sobre la mesa de café y recogió la carta del suelo.

Chasqueo su lengua, arruino por completo la carta con sus lágrimas. Pero no iba a reescribirla, ya estaba lo suficientemente avergonzado como para leerlo de nuevo. La metió dentro de un sobre amarillento y oculto el escrito dentro de uno de los tantos libros dentro de su pequeña estantería.

Listo, todo estaba listo. Bueno... casi. Con sus pendientes terminados, bajo hasta donde sus compañeros felinos y se dedicó a pasar el tiempo faltante a su lado. Con tristeza, acariciaba su despedida.

Paso sus dedos por los rulos despeinados de Bruno, luego por las ondas de Reina y finalmente, por el lacio de Lucifer.

— Solo me falta despedirme de ustedes y aclarar algunas cosas sobre la herencia — les hablo en una risa rota —, puta madre, pensé que mi muerte sería en una épica batalla criminal o mierdas así — poso sus nudillos en su cachete —, ¡No por estar enamorado de un puto androide! — rasco su nariz.

Los felinos bajaron sus orejas.

— ¡Oigan!, ¿Qué no saben que su tío es un puto millonario? — movieron sus colas hacía abajo, maullando —, ¡Ah no!, ¡Nada de eso!, deberían agradecerme bastardos.

Reina lo golpeo con su cola.

— ¿Qué? tendrán pescado infinito, hierba gatuna y esas basuras que les gustan — toco sus narices —, yo jamás pude darle lo que ustedes merecían, ¡Ni siquiera estuve en casa tanto como me hubiera gustado! — les recordó —, así que no me vengan con esa idiotez de poner esa carita triste, ¡Levanten esas orejas tan lindas que tienen y pongan en marcha su plan para hacerle la vida imposible a su tío!

Como respuesta, se refregaron contra él pidiéndole subir a su regazo, desoyendo sus idioteces. Gavin rodo los ojos con ternura y dejo que cada uno se colocara donde querían.

Bruto se subió sobre su hombro estirándose desde el sillón, Reina se paró su muslo y Lucifer no se acercó. Reed palpo su cabeza con ternura.

— ¿Tú no vendrás a despedirte, pequeño? — preguntó frotando su mejilla en la melena de Bruto —, ¡Estoy reconsiderando darle tu parte de la herencia a Bruto!

Lucifer se subió sobre su regazó con calma, acomodando sus uñas en su pantalón para luego comenzar a ronronear. Los demás hicieron eco.

— Eso no es justo, Lucifer — entrecerró sus ojos disculpándose con ellos, adormeciéndose en sus ronroneos —, no es justo... 

Y en la calma, se puso a pensar por pensar que quizás simplemente debió ser sincero en primer lugar. Abandonar el jugueteo de villano al que todos odian y el gustoso placebo del no merecer para justificar su cobardía de enfrentarse al cambio, al amor.

Tal vez simplemente debió amar sin restricciones.

Tal vez debió entregar su amor en una mirada y dejar de ahogar las palabras que se deslizaban constantemente de su corazón.

Apoyo su mano en su pecho, su corazón aún latía en su nombre. Detuvo la fluidez de sus lágrimas y flores de a poco, pensando que ya no tenía sentido pensarlo tanto. De aquí al nuevo comienzo, solo quedaba esperar que el sueño de anillos y besos por desayuno se cumpliera. Proponerse en el nuevo despertar, dejar el dulce veneno de la improvisación y enfrentar la marea de sentimientos, abandonar la honestidad de sus mentiras dentro de ese odio que le recitaba, porque en el interior de este, el amor floreciente se dejaba ver a simple vista.

Silenciar el parloteo innecesario de las excusas y escuchar en el pedido mudo del alma y curar con un beso el pasado, para darle el permiso a un futuro a su lado y recuperar todo lo que alguna vez perdió.

Porque Gavin se dio cuenta que todo el tiempo había estado guardando su amor para estrenarlo en RK900 y que siempre lo haría. De acá a la próxima vida, lo seguiría haciendo. Se entregaría por completo sin pensarlo dos veces... o ¡Bueno tal vez una! Porque su orgullo no lo abandonaría tampoco, pero, de todas maneras, ese pinchazo de plástico nunca dejaría de ser su otra mitad.

Tic tac.

El último día del resto de su vida le encantaría poder gastarlo en perder el tiempo sin culpa, dejándose llevar en la presencia de Nines. Desatar aquel nudo en su garganta y recitarle la resonancia de las flores.

Y aunque fuera el último deseo que pudiera pedirles a las estrellas fugaces...

— Me gustaría verte una vez más.

La suave serenata del anhelo invocó la inmensa curiosidad del viento que pasaba por ahí vestido de hojas amarillentas. Desde el asfalto soplo los dientes de león que se hacían paso en el retrato de la ciudad desde las grietas del asfalto, obsequiando remolinos de mechones blancos que se hicieron paso al departamento desde el ventanal. Algunos rebotaban juguetonamente contra las narices de los felinos otros se quedaban atrapados en las telarañas frescas que dibujo en el marco de la ventana alguna araña viajera.

— Ah- ¡Putos androides! — estornudó ante la cosquilla repentina del panadero —, la puta madre, deje la ventana abierta — ojeó la ventana, otro estornudo se escapó con más fuerza —, hace un frío de mierda ahora — refregó su nariz, enrojeciéndola en el acto. 

La puerta principal resonó en un toque, Gavin soltó un bufido ronco. Por primera vez en su vida estaba calmo, con sus tres gatos ronroneándole en un escenario perfecto para morir, sin embargo, ahora alguien se proponía a arruinarle su paz.

— ¡Que te den! — rugió ante el llamado.

El sonido no se detuvo. Reed rebufo con más ganas al quedar en evidencia que la otra persona golpeaba con delicadeza, sin intención alguna de detenerse.

— Joder, ¿Me lo estaré imaginando? — les preguntó a los gatos. A lo mejor solo era una alucinación cercana a la muerte, porque no esperaba visitas aquel día. Mejor dicho, una mufa reproche de la vida por no arreglar el jodido timbre —. Es por el timbre, ¿verdad?

Chasqueo con fastidio, la suerte no podía molestarlo de esa forma por olvidarse de arreglarlo. Su vida parecía una 'catástrofe de desdichas consecutivas'.

— ¡No me jodas! — levanto su dedo medio al techo —, ¡Hago lo que puedo, ¿Sí?! — protestó, más la acción no ceso, se repetía con esperanza de ser atendida —. Miremos el puto lado positivo, si definitivamente me volví loco — apartó a Lucifer y Reina de sus muslos —, puede que todo esto de las flores haya sido un sueño o efecto de alguna droga extraña — exclamó emocionado, pero los tallos de las ramas se burlaron, dejando escapar una flor. «Soñar es gratis» —. ¡Demonios! 

La puerta palpito con fuerza, sacándolo de su discusión consigo mismo. Y el pensar en ignorarlo no entraba en sus planes, prácticamente le estaba jodiendo la cabeza ese tocar parecido al sonido del destino tocando su puerta como la quinta sinfonía de Beethoven que tanto le gustaba escuchar a RK900 en el choche de camino a algún caso.

Dejo sus gatos con delicadeza, dejando escapar suposiciones al aire de quien podría ser. La muerte o tal vez su vecino de abajo -escoltado irónicamente por la policía- buscando el origen de aquel sonido seco de un cuerpo estrellándose contra el suelo. O también, existía una vaga posibilidad que fuera Elijah, oportuno y molesto como siempre.

Ahora bien, digamos que si el predecir fuera una asignatura más de la vida, Gavin se la llevaría a marzo.

Sus pies descalzos se movieron pesadamente hasta la entrada, resbalándose por la madera encerada. Pegó su cuerpo a la puerta, levantando la tapa de la mirilla y asomo su ojo derecho, para observar a quien le dedicaría sus últimos insultos. Acomodó su voz preparado para musitar un gruñido de molestia, pero se detuvo cuando la melodía del otro lado traspaso las pequeñas ranuras del ventanillo, refractando la luz en arcoíris reflejados en su iris.

Entonces, se invocó el recuerdo pasado del espectáculo salado de las olas abrazando las rocas coloridas de algas. Desde los parlantes del auto del detective se dejaba fluir el sonido de la caricia al piano. «Oh, ¿Tienes curiosidad? se llama Nocturne opus 9, número 2 de Chopin.» le comentó RK a su duda, apoyados contra la cajuela del coche compartiendo un buen momento juntos. Cuando le pregunto del porque le gustaba tanto, Nines le respondió: «De cierta forma me recuerda a ti» y sin comprender, solo se dedicó a carcajear por la descabellada confesión del androide.

Pero ahora entendía, tal vez un poco más, a lo que se estaba refiriendo el androide aquel día. Porque ese mismo sonido era el que ondeaba en ese preciso instante a través del hilo rojo en sus dedos.

—...Joder — el flashback se rompió en el acezo, queriendo no haber reconocido a la otra persona —, ¿Por qué justo ahora tú...? — choco su espalda contra el umbral y se dejó caer lentamente, las agujas del reloj giraron —, no es el momento para que estés aquí... — murmuró.

La puerta dejo de sonar, un espiro de agobio se escuchó del otro lado.

— Si piensas que no note tu presencia, ofenderías mis habilidades — habló de repente, provocando un brinco en la otra persona, acelerando sus palpitaciones del susto.

— No eres tan bueno notando los detalles, no me sorprendería — menospreció en respuesta, ansioso del porqué del androide — ¿Qué — pronuncio vagamente — demonios se supone que haces aquí? — inquirió con nerviosismo —. Creí que habíamos dejado en claro todo ayer.

— Tú lo hiciste — contestó con amargura —, no me dejaste hablar.

— Bien — acepto el reclamo, guardando sus manos detrás de su espalda —, ¿Qué es lo que quieres?

— ¿Qué quiero? — duplico —, a vos te quiero.

Gavin se enmudeció mirando a los felinos refregarse contra él y Nines espero con paciencia inquieta la devolución de lo dicho; empujando su frente contra la puerta con un leve azul en sus mejillas.

— Detente, no estoy de humor para juegos.

— Tu nunca estas de humor — se quejó, formando un puchero en su marfil.

— ¡Menos ahora!, detesto que me mientas para tu entretenimiento — resopló, asustando a sus gatos por su tono.

RK900 alzó una ceja.

— Para mí entretenimiento dices — pensó, inclinando su cabeza —, ¿Por qué no lo ves por tu mismo? Se lo bueno que eres descubriéndome, Gavin — propuso con picardía —; permíteme el paso y lo conversamos como seres civilizados. Me es incómodo conversar contigo sin poder de disfrutar de tus expresiones.

— ¿Se te zafó un tornillo?, no pienso dejarte entrar. Solo vas a desordenar el lio de mi vida, más de lo que ya está.

— 'Desordenar', que palabra tan desacertada para referirte a lo que puedo hacer en tu vida — carcajeo —, más que eso podría... ¿Hacerte un café? Digo, se lo mucho que te gusta como lo preparo. Y no te culpo, tengo potencial.

— ¿Café dices? — levanto su cabeza, y si tuviera orejas como sus gatos, hubieran pegado un salto ante la propuesta tentadora del androide.

— Que sean dos — sonrió ante el entusiasmo del contrario.

Gavin alcanzo el picaporte.

— Bueno, lo propones así, con tanta insistencia — apretó el metal y accionó a girar hacia abajo —, ¿Quién soy yo para negarme...? — abrió un poco la puerta, pero en la acción se estatizo por completo, cancelando el movimiento y depositando la puerta en su estado anterior. Poso su mirada en su vestimenta, luego en las flores y finalmente concluyo que tenía más ganas de evitar explicar su contradicción de sus palabras qué de tomar un café. Bueno, tal vez.

— Casi — RK900 chasqueo sus dedos con gracia.

— ¡Maquina manipuladora! — soltó, escuchando la risa del otro —, deja de usarme como tú espectáculo, como si fuera un puto mono de circo y vete, bien pero bien: ¡A la mierda! — dijo con fuerza.

El más alto tarareo ante la reacción del contrario, no podía verlo, pero su voz traspasaba su expresión a su parte de la barreara entre ellos. Reflexiono que la cafeína no iba a servir, así que debía encontrar otra forma de que mordiese el cebo y le dejara hablarlo de una vez. Unas cuantas opciones se formaron desde el lado izquierdo de su pantalla, como si fuera un juego Otome donde debía elegir la elección correcta para subir su afinidad con el humano. Ninguna le parecía adecuada, pero tampoco se le ocurría otras.

Insistir con el café, amenazar con abrir a la fuera o...

— ¿Corbata? — pregunto para sí, una opción desbloqueada de la mañana que olvido lazo sobre las cosas del detective — ¿Y si te digo que vine a buscar mi corbata?, ¿Cederías? — curioseo observando con su sensor la silueta risueña del humano del otro lado, su pregunta causo una leve risita del detective.

— Te diría lo mismo — rodó sus ojos —, se la di de comer a los gatos, ya sabes, tiempos difíciles — mintió sarcásticamente, Nines no agrego nada más —. Deja las excusas de mierda y simplemente lárgate, no pienso verte.

— ¿Era necesaria la hostilidad, querido? — preguntó molesto, poniendo sus ojos en blanco.

— ¿Y por qué no, "Cariño"? — apegó sus piernas a su pecho —. Bien — aplaudió —, ahora que hicimos consciente que tu adición esta jodida y no puedes procesar bien una orden, te regalo un boleto desde mi corazón: ¡Al basurero de androides!, par que vayas directo a donde pertene- — mordió su lengua, dándose cuenta de que estaba hablando de más —, mierda — soltó.

Nines se apoyó de la puerta con su puño.

— ¿Qué puedo hacer contigo...? — preguntó retóricamente, dejando deslizar su mano por la madera —, dices que quieres que me vaya — la silueta del corazón del humano sobresaltaba del otro lado — pero sé que estás ahí, puedo ver tu vacilación sobre el picaporte — acusó con resollar.

El humano clavo sus uñas en su palma.

— ¡Apaga tu escáner de mierda! — chilló irritablemente —. Deja de usar tu tecnología alienígena en mí, bastardo.

— No puedo no hacerlo, Gavin, compréndeme.

— ¿¡Ah!? — soltó desconcertado —, ¿No puedes dejar de burlarte de mí?

— No, no me refiero a eso — suavizo —, es parte de lo que soy, es mi naturaleza — trajo al presente, apretando sus mangas —. Y cuando se trata de ti... yo no puedo evitar perder el control en mis procesadores.

— ¿Y qué se supone que significa eso?, jodido infierno — apoyo sus brazos sobre sus rodillas —, ¿Si quiera te produzco algo?

— Lo haces, produces en mí cosas que jamás podrías imaginarte — bajo sus parpados con ternura —. Tú lo sabes, ¿verdad? No fui diseñado para sentir y de eso que siempre te burlabas, era verdad — colocó su mano en el marco —. Las peleas absurdas, los toques, los abrazos... las emociones que despiertas en mí, no estaban escritas en mi filosofía carente de la libertad que puede otorgar el amor.

— Para — intentó detener.

— Y, sin embargo, a pesar de no poder hacerlo yo... te odie — contó con honestidad —, como una fuerza superior a mí, aparecías en cada pensamiento, en cada instante. No pude sacarte de mí y aun así... jamás me sentí tan bien como lo hice al procesarte en mi sistema.

— Para... — insisto en un jadeo.

— No podía entender mi suerte de tenerte y me volví dependiente de las posibilidades, queriendo encontrar las palabras para mantenerte un poco más a mi lado, antes que nuestra falta de querer nos destruyera por completo.

— ¡Cállate! — frenó, rebotando el grito por las paredes. Un pétalo se arrancó de él acompañado de una mueca de dolor.

RK900 gruñó ante la interrupción del otro.

— Déjame terminar.

—¡No! — refutó desde la parte superior de sus pulmones — ¡No quiero escucharte! — su garganta ardió ante la suavidad raspante de las hojas —. De todas las personas... yo — cubrió su rostro con tristeza — no quiero escuchar eso de ti — pidió en un gimoteo.

— Solo te pido que me escuches — persistió, apartándose de la puerta —, déjame hablar... por favor — rogó con pesadez al escuchar el débil balbuceo del otro —. No te enojes y por una vez para de interrumpirme, porque aún conservo dentro de mí las palabras que jamás dejaste decirte — unió su entrecejo al puente de su nariz —. Todo este tiempo me exigías más y más... pero al final del día te olvidabas y me ahogabas en tus señales inconclusas... siempre hiciste lo que quisiste de nuestra relación, así que por esta vez: ¡Deja de decidir por los dos!

Gavin parpadeo con incredulidad ante el reclamo del contrario, dejo de ocultar su rostro y se sentó sobre sus talones, girando su cabeza hacía la puerta.

—¿"Decidir por los dos" ?, hijo de puta — arrugó su nariz —. Mírate un poco a ti, ¡Fuiste tú el que siempre eligió por los dos! — replico en un grito — «Teníamos que llevarnos bien por el trabajo», ¿Recuerdas?, esa mierda la dijiste tú. Nunca te pedí que te quitaras tu LED o que acomodaras los porcentajes a tu favor — rememoro rápidamente con enojo —. ¡Metal con patas!

Nines rompió su postura y su plan de ser calmo, mando a la mierda todo y afín a las emociones del detective, tenía unas crecientes ganas de verlo (romper la puerta) y besarlo (¡Hacerlo callar de una buena vez!).

— Ah, disculpa ¿De acciones hablamos? — «Dime todas esas cosas a la cara», pensó —, porque si es así no te quedas atrás, gran terco, por lo menos tuve el valor de decirte las cosas, bueno, intentarlo por lo menos; pero ¿Tú? — despreció —, seguiste arruinando las cosas por tu maldito disgusto de estar bien conmigo, incluso cuando fuiste tú el que me beso...

Reed se sonrojó ante el recuerdo, sintiéndose irritado por cometer el error que lo condeno a todo lo que le estaba ocurriendo.

— Lo sé, ¡Se que fui yo el que te beso!, ¿Crees que pude olvidarlo? — inquirió con rabia —. Y no, no te pedía que te fijes en cada cosa que hacías o me decías, pero que "no te producía lo que yo pensaba", ¿No crees que es cruel hasta para una maquina vacía como vos?

— ¿Recuerdas lo que me decías ese día? ¡Chillabas diciendo que era la peor desdicha que pudo haberte ocurrido en tus treinta años de vida! — exaspero — y no, yo no sentía nada de eso, yo no sentía ese momento como algo horrible o asqueroso, por eso te dije aquello. No me hagas responsable de tus interpretaciones — aclaró —. Y sé lo que significó para ti, no hace falta que me lo repitas; porque como tú dices: soy una maquina vacía.

— No... mierda, Nines, no quise decir eso.

— Oh, no hace falta sutilezas. Lo dijiste todo — apretó sus labios —, sé que no me amas, pero aun así llegaste... demasiado lejos ocultándome esto, ¿Creíste que jamás me enteraría?, tanto tiempo ocultándomelo... — dejo caer sus hombros, volviendo a la razón por la que había ido.

La indignación de su tono alcanzó a comprimir el alma del humano, proyectando la necesidad de abrir la puerta y sostenerlo, pero se contuvo, solo necesitaba aguantar un poco más y él se iría, dejando solo su recuerdo a flor de piel.

— ¿Enterarte de qué, Nines? — su cuerpo tirito —, joder... ¿Qué es lo que sabes?

— Se sobre el Hanahaki Disease — confesó, Gavin respondió con un jadeo desesperado —. Después de tanto tiempo, creí que nosotros teníamos... algo o que al menos tuvieras el valor de decírmelo. Pero me equivoque — bajo sus brazos —, porque para ti nunca deje de ser un pedazo de plástico.

El cerrojo giro y el picaporte se movió hacía abajo, atrayendo la puerta hacia adentro y de pronto, el cruce de dos cielos surgió en sus miradas. Por fin, tras tantos pensamientos y anhelos, sus cuerpos se encontraron en el mismo rincón del universo, enviando frecuencias que, con un poco de suerte, ese día los entrelazaría.

Nines no supo que decir o hacer cuando el reflejo del humano se posó en sus pupilas, menos cuando cayó en cuenta que ese era el detective al frente suyo, sin idealizaciones o espejismos vagos.

Ese era su Gavin Reed, su eternidad.

Los colores del humano lo perdieron completamente en un suspiro del alma metálica, sus engranajes aceleraron el bombeo de su corazón artificial, embriagándolo en el sonido de su palpitar que dejaba escuchar en serenatas, lo que los unía en ese instante. Y el mundo dejo de correr a favor del tiempo, deteniéndose en ellos, en ese instante, en sus latidos mutuos.

Estaba tan atontado mirándolo, que no notó en qué momento el humano lo atrajo hacia él y lo estrello contra la puerta del lado de su departamento, tomándolo desde el cuello oscuro de su camisa y elevando sus tobillos del suelo para poder inclinarse hacia él.

— ¡Una sola cosa tenías que hacer! — gritó con angustia —, te lo pedí Nines, te pedí que no usaras tu tecnología en mí, pero te importo una mierda — sus nudillos se aclararon ante el agarre —. Te es fácil pedir que cumplan promesas, pero eres jodidamente malo cumpliéndolas — se quejó mirándolo directamente a los ojos, chasqueando su lengua contra su paladar —. Bien, lo conseguiste: tienes otra razón para burlarte de mí. Adelante, pasa, búrlate de mí si te quedan agallas para hacerlo — apretó sus dientes.

Nines quedo pasmado, en realidad no estaba prestando atención a lo que le decía, solo podía pestañar con un amor indescriptible. Movió su mirada a su vestimenta y sonrió dulcemente al ver que aun la conservaba.

— ¡Joder! — soltó la camisa y dio un paso hacia atrás —, ¡Tú ni siquiera me estas escuchando! — se alejó de él con molestia a simple vista. Tiro su pelo hacía atrás sintiéndose estúpido por caer en los juegos del androide.

Las notas musicales en la frescura del departamento hacían bailar el aroma de las flores sobre la alfombra de terciopelo. La tarde se filtraba por la persiana americana e iluminaba la espalda del humano, contorneando su figura de destellos. Y por allí, los pájaros entonaron bellos cantares lo suficiente dulces como para invitarlos a disfrutar el silencio de sus presencias.

Bajo su mirada y notó a las cajas transportadoras. El violeta, turquesa, amarillo y los estampados de gatitos lo regreso a la realidad, rompiendo el hechizo esmeralda de Gavin. El rojo reemplazo el azul del disfrute de verlo.

— Gavin — llamó, estremeciéndolo —, ¿Dónde pensabas llevarte a nuestros niños sin decirme?

— ¡Como si te importara! — fue hasta el sillón, agarró un almohadón a juego con el mueble y apuntó directamente al rostro del androide.

— ¿Qué se supone que-? — el algodón no le permitió terminar su pregunta —, ¡Gavin! — regaño.

— ¡Toma tus cosas y lárgate de aquí! — ordenó de mala forma —. Ahora que lo sabes todo no hay nada más que decir — lo miro con los ojos cristalinos —. No quería que te enteraras — regresó a donde él — no de esta forma — susurró —, ¡Pero mandaste a la mierda todo! — golpeo con su dedo índice el pecho del androide —. Ya perdí todo Nines... todo lo que alguna vez construí, ¿Qué ganas estando aquí?

— ¿Cuándo me enteraría, entonces? — reclamó agarrando la muñeca del humano —, si no me enteraba de esta forma, ¿Tú me lo hubieras dicho? — hizo una mueca.

— ¿Y eso que carajos importa ahora? — se soltó bruscamente —, me voy Nines y nada más, dejemos de alargar este asunto, los dos sabemos cuál es el final de esta historia.

— ¿"Y nada más"?, oh Gavin, tú no sabes lo que tu ausencia causa en mí — negó con la cabeza —, cuanto estuviste aguantando en silencio para llegar a desvalorizar de esa forma lo preciado de tu presencia — alzó sus dedos a la mejilla del humano.

— Oh, no, claro que no Nines, ¡No necesito de tú puta lástima! — abofeteo la mano del contrario, dando un paso hacia atrás —. Tú sabes bien que esta era la mejor opción para los dos.

— No, no es-

— "No", dices — se cruzó de brazos —, ¿Alguna vez pensaste en olvidarte de mí?, ¿En borrarme de tu 'tarjeta de SD'?

— ... — RK900 apretó sus labios.

— Lo supuse — bajo su mirada —, no hay alguien que haya pensado en quedarse a mi lado sin renunciar al tiempo de hacerlo — tartamudeo —. No existe ese alguien para mí y sin embargo yo— creí — sobó su nariz —, creí tener por primera vez la oportunidad de enamorarme y mírame ahora, ¡Incluso mi cuerpo me demuestra lo absurdo de pensar en amar! — río débilmente —. Maldición, tan solo mira mis plantas.

— Jamás podría renunciar a ti, estoy aquí y eso es... porque te quiero — confesó, caminando los pasos que el humano retrocedía — yo realmente te quiero, Gavin.

— ¡Ese es problema Nines! — las flores subieron de a poco hasta su garganta —, yo no puedo quererte como tú lo haces...

El androide sintió una corriente contra su pecho, las lágrimas artificiales buscaron establecer el sobrecalentamiento que produjo la voz del humano dentro de él, chocando el tirio contra el suelo.

— ¡Porque yo te amo! — declaró, sintiendo sus pulmones temblar ante la necesidad de liberar pétalos —... como la mierda y ya no soporto contener mis latidos cuando estas a mi lado, yo... ya no puedo con esto — giró su cuerpo distanciándose de él, tosiendo —. ¡Y se lo idiota que eres, por eso no quise decírtelo!, ¿Cómo podría vivir sabiendo que te obligas a sentir algo que no sientes?, ¡Preferiría morir antes de atarte a mí! — en cada pestañar, las gotas se hicieron paso, cayendo contra las flores del suelo —, tú no tienes la culpa de esto y sé que no quieres hacerme daño, por eso, lárgate Nines. ¡Esta es mi jodida condena, Nines y tú no tienes por qué pagarla! — agachó su cabeza —, y por todo lo que alguna vez me hiciste sentir, por la vida que alguna vez floreciste en mí, te regalo estos últimos latidos y la salida para que te marches, ¡Vete!

— Pero... Gavin-

— No, Nines — se abrazó a sí mismo y miro el reloj.

¿Cuánto tiempo le quedaba ahora?

Piso las plantas en cada paso, sintiendo como de a poco las flores sin poder contenerse más, se escapaban de él desde sus labios. Y el miedo lo abrumó, acorralándolo en la esencia de la persona que amaba detrás de él.

— Ya es tarde, debes irte — alcanzó a decir en un gemido, su respiración daba saltos en su pecho. 

Pero las ramas ya no avanzaron más, se detuvieron en el preciso instante que las manos del androide se posaban en los costados del humano y giraban su cuerpo hacía él, con cuidado de no pisar ninguna flor. Gavin ante la acción, estiro sus brazos hacía los ojos del androide y los cubrió rápidamente.

— Gavin, no tienes por qué ocultármelo. Déjame verte... por favor.

— ¡No!, yo- no estoy preparado — dijo con la voz en un hilo —. No quiero que me veas así... solo vete, ¡Sé que vas a hacerlo tarde o temprano!

Nines subió sus manos y las coloco sobre las de Gavin con delicadeza, sin retirarlas.

— No quiero alejarme de ti, quiero estar contigo — endulzó y acariciándolo dejo caer sus parpados, haciéndole cosquillas a la palma de Reed con sus pestañas —, no pienso ir a ningún lado — escucho la respiración agitada del detective —, me quedo aquí hasta que estés listo, incluso si debo espérate una vida... sí es por ti, y solo por ti, lo haría.

Las flores se acumularon contra sus pies entrelazados. Y sus despedidas ya no dolían, solo se dejaban ir de él, buscando -como los girasoles buscan al sol- la luna de Nines que habían anhelado en tantas creaciones alcanzar.

— Es- que yo — hablo entrecortadamente —, tengo miedo... — dijo con sinceridad, estremeciéndose ante la idea de que todas esas palabras solo fueran una burla del androide.

— ¿A qué le temes?

— Joder, ¿A qué no? — bajo su mirada —, es que tú... — vaciló —, sé que te burlaras de mí y me irás a la mierda como todos — ladeo sus labios — Nines, yo—- tengo miedo de quedarme solo de nuevo...

RK900 sonrió con ternura.

— Todo va a estar bien, cariño — contestó su duda con suavidad —, no pienso irme de tu lado.

Reed gimoteo, temblando su palpitar. Tenía pánico, porque ya no existían barreras ente ellos, que en realidad nunca existieron, solo fueron excusas al viento que cuando llego el momento de enfrentarse a su corazón, simplemente se desvanecieron. Lo único que los separaban eran sus manos, pero en ese suspiro y en los hoyuelos de la sonrisa tranquilizadora de Nines, aún con el miedo presente, destapo de a poco los ojos del androide. Confió en él, a pesar de estar temblando, a pesar de sentirse completamente destruido por dentro. Nines lo sostenía en ese toque y él, no pudo evitar creerle. Mostrar de una buena vez sus sentimientos por él.

Rastros de flores hacían eco a su alrededor, alumbrando sus pies con la magia de su fluorescencia. No había marcha atrás, sus manos cayeron por completo y Nines lo miro. Con ese celeste cielo que cualquier persona que lo viera se enamoraría por completo.

Dio en su iris, asomando su fascinación por los pétalos y un poco más por Gavin. Ahueco su rostro y Gavin se apoyó sobre sus dedos, agachando su mirada a las flores que continuaban cayendo, cada vez con menos intensidad.

— ¿Estas bien? — preguntó, ladeando la cabeza al verlo toser.

— Ugh, sí. Es jodidamente placentero escupir plantas — dijo con sarcasmo, rodando sus ojos.

— ¿Es sarcasmo o te gusta? — alzó una ceja.

— ¡Por supuesto que lo es! — frunció el ceño, cayendo en las provocaciones del contrario que buscaban sacarle una sonrisa —, ¿Cómo podría gustarme?

— Yo tampoco juzgo — encogió sus hombros y le guiño el ojo.

— Oh, no me molestes — lo empujo suavemente y Nines lo apegó a él para hacer un análisis del ritmo cardiaco y su nivel de estrés.

El androide tomo una de las flores que se habían quedado en la ropa del contrario y las contemplo, no podía sentir el olor de ellas, pero los signos de su geometría encajaban perfectamente en el retrato del mar.

— ¿Te gustan? — carcajeo al verlo perdido en su brillo —, si tanto te gustan, te las regalo. Bueno, son para ti, después de todo — rascó su nuca.

— ¿Para mí? — Nines busco rápidamente la mirada del humano —, espera ¿A qué te refieres?

— ¿Me estas preguntando en serio? — levanto una ceja —, eres inteligente en muchas cosas, pero ¿No para darte cuenta que eres tú el que me gusta?, no peor aún, ¿Mis flores?

— Todo este tiempo el causante de tu dolor... ¿Fui yo? — el tirio acumuló en su lagrimal —, ¿Yo te causé esto?

— Bueno, es una forma exagerada de decirlo — acaricio su cabeza, escuchándolo sollozar — ¡Hey, hey!, estoy bien, tonto ¿Ves lo que te decía? — toco el rostro de contrario.

— Pero... ¿Estás seguro que son para mí? — sus labios temblaron y sus ojos brillaron —, ¿Tú me amas?

Gavin suspiro.

— ¿Para quién más?, demonios, ¡Me acabo de confesar a ti!, ¿Qué demonios creíste que me refería cuando te dije que te amaba? — apretó el puente de su nariz.

— Es que... me dijiste que me fuera y yo— pensaba en besarte.

— ¿Ves? — interrumpió — ¡Definitivamente tu no me escuchas!

— Tú hablas tan rápido y de una forma que me confundes por competo. Pensé que solo habías usado palabras al azar puesto a que insistías que me marchara a pesar de que siento lo mismo que tú. Siempre eres tan espontaneó — admitió sacándole la lengua —, pero ahora que sé que me amas, quizás es mi turno de serlo.

— ¿Eh? — miro como de a poco el otro se acercaba a él.

RK900 aparto las muñecas del humano e inclino su cabeza y levanto su mano para apoyarla nuevamente en sus mejillas. Gavin ahogo un respiro y elevó lentamente su rostro al de Nines. Su corazón palpito el anhelo y descartando los centímetros de distancia y conectando sus labios con delicadeza. La respiración del humano se aceleró tanto como la bomba de tirio en cada unión de sus bocas.

En ese instante existieron solo ellos dos y aquel roce que les provocaba la inestabilidad más dulce y la falta de aire más adictiva. Y queriendo poner en práctica el decirlo todo con un beso, Nines se dio cuenta que uno no bastaba, dos tampoco.

Apoyo su mano libre en la cadera del humano con sus mejillas azules y lo junto a él con firmeza, aumentando el ritmo de sus toques.

— ¡Espera! — intentó decir con sus orejas y rostro sonrojados por completo, pero Nines lo ignoro, depositando otro beso sobre sus labios —, ¡Espera, espera! — repitió, posando su brazo en su cuello, recobrando aire.

— ¿Qué? — gruño molesto.

— Nines, por dios, ¡Acabo de vomitar flores!, ¡Puto asco! — arrugó su nariz —, y joder, ¡Tienes que cerrar tus jodidos ojos!

RK900 se frenó por unos segundos, procesando las quejas del contrario para luego estallar en risas, en esas que tanto amaba escuchar Gavin.

— Acabas de arruinar el ambiente — carcajeo entrecerrando sus ojos —, eres un gran idiota — apoyo su cabeza sobre el hueco de su clavícula — ¿Qué hay de malo en tener mis ojos abiertos? Me gustas mucho y quiero verte — apoyo sus manos en su espalda, quejando como un niño pequeño.

— ¡Esta mal, Nines! — regañó y le devolvió el abrazo —, ¡Voy a morir de la vergüenza si lo haces!

— ¿Esa es tu condición para poder besarte?, puedo cumplir una orden tan fácil — tarareo, mirando el rubor en las pecas salpicadas del cuello del humano ante el tacto, volvió a reincorporarse y amenazó con acercarse de nuevo a sus labios.

— ¡Tiempo fuera! — cruzó sus brazos en el aire — joder, dame tiempo para afrontar que estoy muerto y disfrutar del paraíso antes de que se den cuenta de que se equivocaron y que deben enviarme al infierno.

— ¿Qué idioteces dices? — Nines puso mala cara —, por RA9... — sopló con fuerza.

— Bueno, es que o estoy muerto a o es un sueño. Después de tantos rechazos tuyos, esto no puede ser real, en verdad — RK900 pellizco su mejilla —, ¡Hey!

— No es un sueño, terco — lo envolvió en sus brazos —. Recuérdame: ¿Cuándo te rechace para que digas semejante estupidez?

Gavin pensó, pero no supo traer al presente alguna vez. Siempre fueron suposiciones e interpretaciones propias de los hechos.

— Jamás podría rechazarte — alzó sus manos y beso sus nudillos —, tú eres lo que más amo. Estoy completamente enamorado de todo lo que eres, cada fragmento de tú ser — acaricio su pecho —. Incluso las palabras no me son suficiente para declararte con exactitud todo lo que me produces — dio vuelta su palma y proyecto una flor en un holograma —, al igual que tú, no pude dejar de verlas en mis estasis — la planta se transformó en una mariposa —, e incluso sentí las "mariposas" — carcajeo.

El detective dudo, pinchando su lengua con su colmillo.

— Debes estar equivocado...tú no puedes amarme.

— Puedo y quiero hacerlo — estiro su mano hacía la del humano y entrelazo sus dedos —, mi cuerpo reacciona cada vez que estas cerca, eres un capricho recurrente. El tocarte, el besarte. Un anhelo eterno en mi sistema — la piel artificial de Nines se contrajo, pidiendo conectarse con él, Reed jadeo —. Desde el momento que te instalaste en mis pupilas, no pude dejar de quererte y sin buscarlo o planearlo, me enamoré — sonrió de oreja a oreja —, desde entonces, no pude evitar querer tocar tu piel con la mía, pero tenía miedo que cuando veas mi verdadera forma tú te alejaras de mí — ladeo sus labios — pero, tu sigues aquí — pestaño despacio —. Y que tan grande es mi suerte, que incluso me amas... es como una estasis perfecta.

— Pero tu- yo, no- — intentó decir —, no siento que esto sea real, no estoy listo Nines. Te amo tanto que me resulta complicado que tú lo hagas de la misma forma porque eres lo que más quiero y tengo miedo de perderte. No soy quien crees, soy un humano amargado, lleno de cicatrices y un temperamento de mierda, ¿Cómo esperas que me crea el cuento que un ser como tú desperdicie su perfección en mí?

— Oh vamos, ¿Quién te dijo esa mentira? Dime por favor que no eres tan tonto como para creerlas — levanto su barbilla —, tú eres más que tus cicatrices, pero ¿Te digo un secreto? es lo que me encanta de ti — susurró —, cada marca hace tu perfección, verlas o tocarlas me llena de energías...

— Nines, no- no sé hacerlo — sollozó.

Gavin realmente quería tirarse a sus brazos, el amor cosquilleaba su interior y su mirada lo atrapaba aún más. Pero las flores continuaban dentro de él, las ramas aun enredaban a sus pulmones, ahogándolo con desamor. Su garganta se cerraba y su aire se escapó, no estaba seguro y temía las noches de soledad...

— Perdón Nines — lloró —, perdón.

Gavin temía el ser amado tanto como temía hacerlo.

Y contrario a lo que uno pueda idealizar como acción correcta, Nines no salto a besarlo ni presiono para que el humano lo abrazara. Mucho menos se molestó, porque él tenía la certeza en forma de flores que el detective lo amaba. Pero también podía sentir su miedo, esos dos soles en su mirada nublados de lluvia sollozaban lo mucho que él estuvo guardando, sufriendo en silencio a lo largo del recorrido de su vida. El androide lo entendía, comprendía y amaba, por eso no le importaba esperar a que el humano se sintiera seguro en sus brazos, hasta que Gavin aceptara su amor y se abriera por completo a él.

RK900 choco su frente contra la de Gavin, despacio, sin prisas. Y como si hubiera estado preparado desde hace mucho tiempo para responder a la duda del contrario, despegó sus labios y dijo:

— Solo tú tienes el código para despertar aquel sentir que no estoy programado a tener — junto sus manos —, y dentro de la inestabilidad que me provocas, reafirmo en cada simular del palpitar, mí querer — deposito un suave beso mariposa, mirando en el susurro de su confesión, la mezcla de sus miradas —. Déjame amarte — pidió con firmeza, cerrando sus ojos —, quédate a mí lado para ver en el resplandor del cielo aquellas estrellas que perduran en el despertar de sol. Gavin, permíteme acompañarte en tu soledad...

Nines iba a continuar diciendo algunas cosas más, pero los brazos detrás de su nuca y los repentinos labios del humano chocando contra los suyos, mandaron a la mierda tanta palabrería e inseguridad y simplemente se derritieron en aquel beso.

Gavin también lo eligió a él.

Entonces, el Hanahaki Disease floreció una última semilla dentro de sus pulmones antes de partir y le regalo en esos últimos pétalos de despedida, el aire que faltaba, apagando la última vela del miedo con el soplo de sus corazones.

—... te amo, tostadora — dijo entre sus brazos, con sus pupilas dilatas.

— Yo más, detective — correspondió con ternura besando sus nudillos, contrayendo su piel artificial en donde el humano dejaba rastro de caricias.

El silencio romántico paso entre ellos y es que en esa vida tan esperada al frente de sus ojos, sus miradas florecieron. Los motivos para decir adiós se escaparon por la ventana conjunto a los centímetros que alguna vez los separo y la espuma del mar cosquilleo su cuerpo en el ritual de la marea de los fragmentos de universos de sus labios sobre los del otro.

Y entre el coincidir de sentimientos, Gavin se detuvo por un momento, frunciendo el ceño.

— No, no — frunció el ceño — yo más, pinchazo de plástico.

— Gavin... — hablo pesadamente, depositándolo sobre el sillón con delicadeza.

— Bueno, ¡Quería anclarlo! — los gatos que se habían quedado dormidos sobre el sillón en la discusión comenzaron a estirarse para acomodar sus uñas en el pantalón de Gavin —, ¡Porque yo gano esta vez!

— No seas tonto, Gav, no hace falta ver quien ama más al otro — golpeo su frente —, pero de todas formas... yo recibí un disparo por ti, así que, en definitiva: yo gano.

— Je, no. No puedes superar el hecho de mis flores, te duela o no, ¡Yo gano!

Nines cuadro sus hombros y coloco sus manos detrás de su espalda. 
— Los porcentajes apuntan a un cincuenta/cincuenta, según mis cálculos si le ponemos un valor a nuestro amor, puedo concluir que-

— Oh, ¿Sabes qué? mejor ya cállate pinchazo — detuvo haciendo puntas de pie para callarlo de una vez con la excusa de un beso y Nines apagó sus pensamientos.

... 

En más de una ocasión, los truenos de una tormenta golpeaban contra las ventanas de sus ojos los desvelos eternos, iluminando la habitación de viejos pesares. Pero cada vez que se perdía en el dolor, los brazos de Nines en su pecho, le recordaban que incluso en la tormenta más oscura, la belleza emerge en forma de arcoíris o de una lluvia suave siendo estas partes de la misma tempestad. Y en realidad, el fingir no sentir nada cuando se morían por tenerse, fue el comodísimo más difícil de superar que ellos tuvieron en común como resultado de no esperar nada del amor ni mucho menos pensarlo en ellos.

Y entre tanta resignación obstinación, tantos intentos de derrumbarse entre ellos... se encontraron; en tan solo un pequeño instante de tantos, cubiertos de escombros de batallas perdidas contra uno mismo. Y dentro de esos dolores propios, el Hanahaki Disease no fue más que un reflejo del interior de Gavin. Ese miedo al compromiso y al ser querido, quemaba sus pulmones más tiempo del que la enfermedad estuvo, en la pitada de cigarrillos que le quitaba el aire. Mas cuando el miedo tomo un descanso de las fosas del tiempo del humano, el amor quiso florecer y él no pudo evitarlo.

Y aunque ellos idealizaron una vida sin el otro, al final del camino sus eclipses surgieron y, pegaditos, danzaron juntos hasta el mañana.

Las estaciones coloreaban el cuadro de la ciudad, marcando sobre la nieve, el pasto, las hojas y la arena los pasos que entrelazaban en un giro y la canción de ambos, desde el preciso momento que comenzó a sonar se propuso a hacerlo el resto de su historia, si es que este algún día terminaría.

Cicatrizaron todo lo que alguna vez dolió al diciéndolo en voz alta y confiar el uno con el otro. Y entre tanto, salpicaban besos en los «te quiero» dentro de la promesa del androide de permanecer a su lado en la espera de la despedida de la última flor dentro de su pecho, pero secretamente, no existía un adiós definitivo para su azul, porque ella dejo ecos de la floración de aquellos los sentimientos correspondidos en la perfección de su combinación.

Sus planes para la otra vida se derramaron sobre su presente, así como el insomnio, sin la necesidad de amapolas flotantes sobre un té de tilo, fue cambiado por las nochecitas de abrazos sin fin, debajo de las sabanas compartidas. El «Adiós» fue reemplazado por un «Buen día» de miel en cada amanecer en cucharita y el amor finalmente encontró el equilibrio perfecto con el miedo. La inseguridad fue un pilar importante en su relación, porque en cada duda que temblaban, ambos reafirmaban su amor. Si el temor del no querer surgía, Gavin pedía ver la verdadera forma de androide y él, pedía que el humano le mostrase sus heridas.

En cierto momento, el espacio/tiempo dejo de importar. Sea donde sea -sus casas, el sofá, el auto, el recinto- ellos siempre lo hacían. Enamorarse, me refiero. Porque nunca dejaron de amarse o de encontrar nuevos detalles en el otro que lo hicieran latir con la misma intensidad que en un principio.

Y todo fue perfecto, más decirles que las peleas cesaron y que todo fue color rosa, sería romantizarlos innecesariamente. Porque en esas discusiones, los gruñidos, las competencias en los casos y los insultos afilados eran parte de su forma de querer. E incluso lo más curioso es que, cuando se peleaban eran los momentos en los que más se decían «¡Te amo!» y en los momentos de calma y bailecitos predominaba el: «¡Te odio!». Un espectáculo de ver diría yo, aunque claro, los vecinos no pensaban lo mismo. Ellos solían gritarles cosas como: «- Todo bien que se amen, pero ¡Son las jodidas tres de la mañana!, ¡Pongan una almohada!».

Porque, además, con el tiempo, se dieron cuenta que los besos no eran la única forma que tenían de conectarse. Ambos supieron encontrarle la vuelta para que las noches sean adictivas como lo eran el sabor de sus caricias o la inestabilidad viciosa que le provocaban los jadeos de Gavin cuando recorría con sus labios las historias de cada pequeña marca de su cuerpo.

Y el salir de la cama fue una tortura a la que estuvieron obligados a acostumbrarse.

Porque además de encajar perfectamente en el colchón, ellos se coordinaban sus ritmos en el trabajo, y luego de tiempo de no hacerlo, el detective volvió al recinto. Apasionado y con sed de patear a personas y androides con justificación. Y a pesar de que casi nadie noto su ausencia, puedo asegurarles que a más de una persona se alegró -sin decirlo- de verlo y escuchar lo irritable de su voz. Hank era uno de esos, que, si bien su relación seguía siendo tal perro y gato, no pudo evitar darle un golpe doloroso en la espalda y sonreír ante su regreso: «Menos mal que regresaste, ya te estaba comenzando a extrañar y eso es... jodidamente extraño». Connor se animó de ver a su hermano feliz con su pareja, aunque este aún cuestionaba por lo bajo los gustos de Nines por los humanos.

Y si hablamos de familia, no estaría de más mencionar que Elijah no iba a cruzarse de brazos ante la enfermedad del humano. En ese corto tiempo, aunque Gavin no estuviera enterado de eso, estuvo encerrado en su laboratorio creando la cura para el Hanahaki Disease. El material e información no era una complicación y como resultado, consiguió crear pastillas que reducían el efecto hasta que el encontrara el procedimiento definitivo. Cosa que el detective no necesito, porque encontró la cura dentro de su enfermedad: los besos de RK900.

Ah... debieron ver su expresión cuando vio a su querido Gavy besarse con el androide, ¿Algo así como celos de hermano?, a Reed le daba escalofrió de solo pensarlo. De todas maneras, Gavin agradeció -a su estilo- el detalle y los domingos comenzaron a visitarlo con un poco más frecuencia para disfrutar "obligadamente"- decía Reed, del tiempo con el millonario Kamski.

Y todo fue relativamente calmo cuando les contó a sus cercanos sobre el Hanahaki Disease. Simón, a Chris y a uno que otro amigo se asustaron por lo que ocurrió, pero sin duda alguna nada podría compararse con el dolor en el corazón que sintió Tina Chen cuando se lo dijo, además que fue la última en enterase. Su pareja tuvo que detenerla cuando esta le dio una bofetada al rostro de Gavin y comenzó a gritarle reclamos entre lágrimas.

 Eres todo lo que tengo Gavin, ¿Qué se supone que hubiera hecho si te pasaba algo?

Lloro con tanta indignación que Reed no supo que decir para justificar las mentiras, gimoteando disculpas.

 ¡Me sonreías como- como si todo estuviera bien! Y yo como idiota te creí, ¡Eres un egoísta, obstinado e idiota!

Pero a pesar de todo, termino abrazándolo con fuerza en el revelar, agradeciéndole lo que existiese por el hecho de que estuviera bien, recordándole entre insultos y reproches lo mucho que lo amaba y le dolía en el alma la idea de perderlo. Inclusive tardaron un tiempo en regresar a hablarse como antes, pero lo hicieron finalmente porque en verdad se querían demasiado y Tina estaba completamente feliz de su relación y dispuesta a perdonarlo si la invitaba unas cervezas y que este le dijera los detalles de lo sucedido.

Y cuando todo se aclaró, cuando la verdad de su sentir se mostró y supieron encontrar la paz entre tanto caos, se dieron cuenta de lo mucho de lo que ambos aprendieron mucho del Hanahaki Disease y lo contradictoriamente necesario que fue su estadía en Reed. Las flores dejaron resonancias que les recordaban lo mucho que se amaban y que continuarían haciéndolo por siempre.

...

Hubo muchos momentos importantes de su relación, momentos preciosos e indescriptiblemente perfectos. Pero les contaré, uno de ellos. Luego de pasar tanto tiempo juntos, separados únicamente de una casa de distancia, RK900 por fin se atrevió a decirle eso que quería hace tiempo. En el juramento de algo que nunca iban a romper. El sol adormitado inspiró a la mañana e iluminaba sus partes del colchón de un tono anaranjado, en su conversación suave. Deteniendo las agujas del reloj en un beso de desayuno, ambos se decidieron quedarse un rato más en la cama.

— ¿Qué tal si llevamos nuestro nidito a otra parte? — propuso en un susurro, mirándolo el gris de sus ojos que resaltaba debajo de las sábanas blancas, con destellos esmeraldas.

El humano no pudo aguantar la risa ante el uso de palabras del androide.

— ¿Quieres mudarte conmigo? — tradujo entre risas, el androide solía usar palabras extrañamente dulces para pedirle algo a Gavin —, prácticamente vivimos juntos, no encuentro la diferencia de un lugar a otro.

— Bueno sí, "prácticamente" — rodeó el estómago de su amante con su brazo —, pero quiero vivir en serio con vos — abrazó su torso, escuchando sus latidos —. Despertar juntos siempre, sin tener que ir de casa a casa. Un lugar nuestro, en donde los niños tengan más espacio para jugar — señalo a los gatos.

Reed tarareo, apoyándose en la caricia.

— ¿Qué hay de nuestras plantas? — acarició los cabellos oscuros del androide —. También necesitan un espacio para florecer.

— Nunca las olvide — echo una mirada rápida a la maceta sobre el escritorio y curvó sus labios suavemente.

— Podría pensarlo — asintió con la cabeza —, pero antes necesitaría que pases por un interrogatorio. Yo no sé qué intenciones tienes conmigo — bromeó guiñando su ojo. Levanto un poco su cuerpo y lo giro para mirar bien el rostro del contario —, ¿Esto implica que me prepare café todos los días?

RK900 se reincorporo en su espacio, acercando con ternura al humano hacía él.

— Cuantos quieras.

— ¿También me darás de comer todos los días? — se sentó sobre el estómago del androide, dejando sus piernas de costado.

— Por supuesto.

— Mm, cuando peleemos... ¿Yo me voy a quedar con la cama y vos con el sofá? — busco las manos de contrario y las enredo con las suyas, ladeando la cabeza suavemente.

—... podemos negociarlo — asintió y deslizo sus besos sobre las secuelas de la noche anterior sobre los mordiscos sobre la tez olivo del humano.

— Puede ser, puede ser — agarró su barbilla, pensando sonoramente —, mm.

— Gavin, vamos — bufó —, por favor — pidió suavemente, ansioso por la respuesta —. Se que es repentino y si no te quieres... te entiendo.

Gavin se quedó en silencio con los ojos entrecerrados, mirando el puchero de su pareja — Solo tengo una pregunta más.

— Gavin... — amagó a levantarse con su LED en amarillo, colocando sus manos en las caderas desnudas del contrario, contrayendo su piel artificial hasta sus codos.

— ¡Solo una! — insistió, dando un brinco sobre él, moviendo sus caderas contra Nines con capricho, obligándolo a sentarse de nuevo —, es importante, pinchazo — aseguro, posando sus manos sobre sus hombros para que no se levantase.

— Bien, ¿Cuál es? — preguntó suspirando con cansancio.

— ¿Vos vas a estar ahí?

Nines sonrió.

— Siempre.

— ¡Entonces sí a todo! — acepto achinando sus ojos. 

El androide tiro a Gavin sobre el colchón suavemente, viendo como su pelo se desordenaba en la cama y su mirada se infiltraba a sus labios. Tomo la barbilla del humano y con un beso hambriento, firmaron el contrato.

Y sin haberlo puesto en duda, el androide supo con certeza que Gavin era el correcto, de nuevo.

...

El departamento de Reed estaba vació, resonando alguna despedida y agradecimiento al hogar por recorrer con él tantos años de soledad. La brisa que siempre le daban un respiro, movió el cartón de las cajas apiladas que pronto serían subidas al camión de mudanzas. Connor ayudo a llevar las cosas de Nines (que no eran muchas, en verdad) y Chen se encargó de cuidar a los gatos hasta que la ellos se instalaran completamente.

Aún quedaba por guardar algunos libros y una que otra prenda de vestir. Gavin se encargó de guardar en la bolsa la ropa restante -sin olvidarse de la remera del gato-, mientras Nines apilaba los libros de Reed.

— ¡Si encuentras dinero, es mío! — gritó el detective desde la habitación —, ah ¡Y si te gusta alguno de esos, puedes quedártelo! — ofreció, doblando la ropa y riendo ante la idea de un futuro regaño del androide.

Los hoyuelos de Nines se hundieron en su rostro.

— ¡Hazlo bien! — ordenó, descubriendo el porqué de la risa del humano. Gavin chasqueo su lengua y él movió su cabeza en desaprobación.

RK900 levantó las obras depositadas sobre el suelo, mirando el nombre y ojeando una que otra página de los mismos. Guardo con delicadeza uno tras otro, hasta que solo quedo el ultimó, polvoreado y olvidado entre todos. Alzó el libro y mientras lo hacía, un papel se deslizo de esta. Nines parpadeo, la dedicatoria tenía su nombre y la letra era claramente de Gavin, sin embargó el no recordaba que este le haya mencionado alguna vez la existencia de la misma. Giro el sobre, inspeccionándolo e intentando descifrar su origen. Intento mirar atreves de la luz, pero solo alcanzaba a leer fragmentos. Dejo caer su cabeza a su hombro y se quedó mirándola por un momento, con el libro sobre su regazo.

— ¿Qué haces? — preguntó Gavin, cargando la bolsa en sus brazos.

Nines guardo la carta dentro de las páginas del libro rápidamente y devolvió la mirada al humano como si no hubiera visto nada — Cariño, ¿Puedo quedarme con este? — movió la novela entre sus manos —, me gusto el final y no quiero tirarlo, ¿Puedo?

— ¿Leíste el final antes que el principio? — cuestiono con incredulidad viéndolo afirmar —. Jajaja, claro que sí puedes, idiota — se agacho y deposito un beso suave en su mejilla —. Ahora, lleva esas cajas bebé, que los de la mudanza van a mandarnos a la mierda en cualquier momento.

— Gracias, amor — levanto las cajas con sus dos manos sin problema y coloco el libro en la cima para verlo en el camino. Se dirigió hasta la entrada y se detuvo al no ver al humano detrás —, ¿No vienes?

— Yo- ahora te alcanzo — asintió, RK sonrió y salió del departamento.

Se quedo solo, mirando con detenimiento el lugar. La nostalgia fue algo imposible de evitar, posándose en su corazón el recuerdo de todo lo que alguna vez vivió allí. Paso sus yemas sobre los arañazos de sus gatos en el marco de la puerta del baño, luego por las marcas de cigarrillo apagados contra la ventana que fumaba en aquellas noches de insomnio. Y la silueta lejana del detective Reed solitario y triste, se mostró en un espejismo apoyado sobre el ventanal.

Cerró sus ojos con tranquilidad.

— Pude cumplir con nuestra promesa, mamá — le hablo a la brisa —, o bueno, una mierda parecida, ¡Pero lo conseguí, joder!

Si, lo había conseguido. Entre tantas equivocaciones y pasos en falso, elegir al androide fue la una de las mejores decisiones que tomo en toda su vida. Mudarse con él, era otra. Y aunque nada se borraría ni podría recuperar los sollozos a la luna, él lo estaba intentado. Por RK900 y por él. Su pareja significo muchísimo para el detective, y en Nines, aprendió sobre el amor propio.

Avanzó hasta la puerta, apoyando la bolsa contra el suelo del otro lado para tomar las llaves dentro de su pantalón y cerrar en un: «Gracias por todo» el lugar. Porque ahora él había encontrado su hogar en el androide y no importaba donde viviesen, él amaría hasta el más mínimo rincón del planeta si RK900 estaba allí.

Por eso, aunque ya no se guardaran secretos entre ellos, Gavin conservaba uno.

Bajo sus manos hasta el bolsillo de su campera de cuero, apretando con su palpitar rápido la pequeña caja oscura dentro de la chaqueta — Vamos Reed, tú puedes hacerlo. Hoy... tengo que decírselo — pensó internamente, los anillos tintineaban sobre el acolchado de terciopelo, esperando el momento oportuno para que el humano decidiera mostrarlos.

— Gavin — el androide regreso, posándose detrás de él — ¿Estas bien?, ¿Ocurre algo? — besó el tatuaje fosforescente de su nuca.

Reed saltó repentinamente ante la presencia del contrario. Cerró los bolsillos de su campera y acomodó su garganta — No es nada — respondió volviendo su mirada a Nines —, es solo que...

— Oh, cariño esto- esto fue muy pronto, ¿verdad? — lo miro con preocupación, su LED giro en rojo —, si no te sientes preparado yo-

Reed lo atrajo hacía él desde su camisa y lo beso — Tonto — le saco la lengua —, solo estoy recordando un poco — dio una última vuelta al cerrojo —. Mierda, espera, ¿Te olvidaste algo adentro? — señaló el departamento.

— No, ya llevé todo.

— ¿Entonces? — preguntó —. Mira Nines, de la bolsa me encargo yo, ¡Tendré cuarenta años, pero aún conservo mi fuerza y juventud! — arremango sus mangas y mostro los músculos de su brazo— ¿Ves?

— No es eso, es que me estaba olvidando de algo importante — sin darle tiempo a pensar, se agacho hasta las rodillas del humano y lo subió a sus espadas, como si de un saco de papas se tratase — ¡De ti!

— ¡Phck! — insultó desconcertado —, ¡Bájame, idiota de plástico! — golpeo la espalda del androide —. ¡Me dan miedo las alturas! — mintió, el rubor subió hasta sus orejas.

— Que mentira tan descarada — carcajeo —, ¿Debo enumerar las veces que me ronroneaste para que te cargara de esta forma y te lleve a la cama?

Reed apoyó sus nudillos en sus mejillas, viendo que no servía insistir contra él. El androide camino hasta el ascensor soltando hologramas de corazoncitos en el aire.

— Solo voy a decirte que pienso matarte cuando me bajes — tiro sus cabellos —, ¡Estas advertido, tostadora!

RK900 no lo hizo caso a las amenazas vagas del más bajo y llamo al ascensor. Entro cargando al humano y presiono con calma el botón de planta baja.

Las puertas comenzaron a cerrarse y Reed se dio cuenta de un pequeño detalle.

— ¡ESPERA! — gritó, intentado alcanzar los botones para abrirlas — ¡La bolsa, Nines!, ¡La jodida bolsa!

Demasiado tarde, el ascensor se cerró completamente.

— Oh — comenzaron a bajar lentamente —... bueno. Me gusta mejor como te ves sin ropa, puedo vivir con eso — sonrió animado.

— ¡Yo no! — chilló avergonzado —, ¡Bájame o esta noche duermes en el jodido sillón!

RK900 rodó los ojos, dejando de nuevo a Gavin en el piso.

— ¡Solo decía! pero si prefieres ocultar tu belleza natural, ¿Qué puedo hacer? — se cruzó de brazos y Gavin suspiro ante el capricho de su pareja.

— Humano aburrido — murmuro y presionó el piso tres.

Y como toda historia tiene su principio y su final, debo despedirme con la certeza de que este es tan solo el inicio de un nuevo comienzo juntos y, al mismo tiempo, el final de esta historia repleta de vomito de flores azules.

Reed golpeo sus dedos contra los del androide, para luego unir sus manos suavemente con el ceño fruncido.

— ¡Androide caprichoso!

Entonces, las puertas se abrieron y Gavin avanzó con Nines a su lado y, esta vez, para siempre... 

«Ah, en verdad ellos son solo... dos idiotas enamorados.»

Fin.

...

 

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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