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Vomitando flores sobre tu piel [Reed900] por Angelkitx

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Nines estaba solo.

El LED celeste dejo rastros de destellos de camino a la estantería blanca, cubierta de plantas de hojas verdes. El reloj de la pared marcaba la calma llegada de la tarde. Sus yemas artificiales se deslizaron sobre los distintos libros -además de uno que otro álbum de fotos- y se detuvo cuando encontró el correcto. La textura fina de las páginas del libro acarició sus dedos hasta alcanzar el secreto dentro del mismo. Tomo el papel que sobresalía de las palabras, abrió el pequeño sobre dentro de este y las letras azules del mismo comenzaron a flotar en su visión, invitándolo a meterse en la piel del escrito...

...

26 de septiembre, 2040.

Detroit, Michigan.

Querido p̶i̶n̶c̶h̶a̶z̶o̶ Nines:

Primero que nada: no pienso disculparme por mis faltas de ortografía (que pienso exagerar solo para joderte) y que sepas que tenía planeado escribirte esto desde que el maldito Hanahaki Disease comenzó a hacerme escupir flores. Así que esto es una recopilación de frases y mierdas así que forme cada vez que te miraba y que estaría de más recalcar que si me entero de que se lo mostraste a alguien más pienso volver del infierno a matarte. Esto es para ti tostadora, así que lee atentamente esta mierda y cuando termines, quémalo o entiérralo bajo tierra.

Hoy me preparé un café y estaría mintiéndote si te dijera que en cada uno que preparo no pienso en ti. Aunque, esta vez, al levantar mi mirada del cerámico no me encontré con el expreso de tu mirada. Y tuve tantas jodidas ganas de verte dentro del desastre de mi vida, que no pude evitar soñar con vos, con pasiones a tu lado. Pero hoy, tu no estas (aunque lo estas) y me toca pensarte. Escribirte, aunque no sé cuándo carajos encontrarás esto o si quiera si en algún momento lo leerás. De igual forma lo haré.  Porque tan solo quiero aprovechar estos últimos momentos que me quedan para decirte las cosas que nunca te dije y que sé que no voy a tener otra oportunidad para hacerlo.

¿Sabes, Nines?

Siempre me pregunte si existía el amor después del amor. Ya sabes, después de gastar tantos latidos de mierda en alguien más y de cargar con la manía de sellarme para que nadie pudiera conocerme o acercarse. Encontrar a la persona capaz de erizar mi piel con tan solo un compartir de miradas o, bueno, alguna de esas idioteces que muestran en las novelas sobre como es el "amor".

Y por mucho tiempo, sin saberlo, te busque.

En cada rincón del licor de café intenté hallarte, más no pude encontrarte entre el laberinto de nuestro encuentro. Por eso, cuando te conocí y te presentaron como mi nueva pareja de trabajo -alias pinchazo de plástico-, estaba tan jodidamente centrado en buscarte que ni siquiera noté que tu estabas exactamente allí, al lado mío en cada fecha de estreno -del primer amor- que tiraba a la basura. Pero, al final, caí en cuenta tarde que eras tú y te vi sonreír con tus labios ofensivamente perfectos del otro lado de la distancia que cree entre los dos.   Cuando me quise dar cuenta, Nines, tú ya estabas lejos de mí y de lo que alguna vez sentí. Y por primera vez, hice consciente el frío de la soledad, como consecuencia barata de haber probado la jodida calidez de tu invierno. Y me dolió, tu estadía en mi corazón duele como la mierda. Pero el fingir que no, que todo era igual y que mi odio por ti "me negaba el amarte" me atormento por completo. 

Eh, y no es como si no lo mereciera. Porque, joder, cometí tantos errores contigo en ese espacio incierto entre los dos, que no voy a pedirte que me entiendas en este adiós repentino, mucho menos que me perdones. 

Yo no me perdonaría y tampoco tengo ganas de rogarte para que lo hagas. 

Esto es lo que soy, un desastre y me declaro culpable, porque en verdad, nunca supe quererte bien. Nunca supe amarte. Entre tantas cosas poco acordes conmigo (como las basuras románticas) el reprimirlas se convirtieron en mi cadena, más el darme cuenta de lo cobarde que fui al no decírtelo es solo una condena más en esta sentencia a muerte.  Mi muerte, Nines. Firmada por ese beso que te robé ese día como un gran idiota. Y mi silenció te deja exceptuado de culpas en el caso perdido de nuestra historia. Porque te conozco tostadora, seguramente en este momento estés pensado en muchas idioteces, calculando cosas que ya no importan y sobrecargando tus procesadores, pero detén tus engranajes y la tú discoteca portátil. Mirar atrás nunca nos sirvió y no va a servir ahora. Tampoco intentes comunicarte conmigo por la ouija, porque no pienso contestar llamadas en el infierno. Así que no te hundas en el "qué hubiera pasado si", porque en todos los caminos encontraras mis cenizas. Y sé que es putamente injusto de mi parte pedirte esto, pero elimíname de ti. No le prestes atención a mi sombra si la ves pasar y no me pronuncies ni pienses en tu próxima actualización de software.

Borra mi rostro, mi voz, nuestras conversaciones y cada maldito minutos que compartimos.

No te preocupes, yo me encargare de acordarme de todo por siempre. 

Cada detalle este grabado dentro de mi pecho. Los roces de tu piel contra la mía, tus caricias escurridizas y el sostén de tus brazos cuando mis piernas fallaban. Tu silueta aún perdura en mi cama, de esas noches en que pertenecías recostado a mi lado para que el miedo de la soledad desapareciera en el momento exacto que recostaba mi cabeza sobre tu hombro y pudiera dormir mi insomnio. E incluso, conservo una colección de besos para ti. Esos que nunca me atreví a darte y encerré dentro de los frascos de las cosas que nunca hicimos. Y me acostumbré a las mentiras. A contarle a mi almohada todo lo que me producías y ahogar mis gritos cuando caía en cuenta que la jodida costumbre de enmudecerme cuando me mirabas directamente, me hacía perder mi oportunidad de estar a tu lado. Pero al final, a pesar de que la cagaba con vos, siempre volvías y mi instinto me pegaba a ti y yo sentía enloquecer cuando, en tus malditos toques sin aviso, inhibías por completo el efecto de las duchas frías y mis persistentes ganas de superarte.

Y solo eres tú, gran bastardo, aquel que encontró el punto exacto en mí para derrumbarme y hacerme querer mandar a la mierda todo por el color de tus ojos. Querer escuchar tu soberbia por horas y horas, ver tu rostro perfectamente carente expresividad, sentir tu falta de tacto y contestar las preguntas que me hacías aun cuando ya sabías la respuesta. 

En resumen: te adueñaste de todos mis putos sentidos.

Y siempre intente encontrar el que decirte cuando tu geometría se encontrara con el alboroto de mis flores. 

Pensándote en la cárcel de mi soledad, me quitaste los temores en un abrazo y me hurtaste el corazón en el proceso, dentro de una caricia metálica. Y, de hecho, podría incluso levantar cargos por los suspiros que me robaste y hacerte pagar una compensación de mil besos, pero sé que te debo tantas explicaciones que terminaría perdiendo el jodido juicio. Tranquilamente me podrías demandar por falsos testimonios sobre mi amor, encubrimiento de información y mentir en mi declaración el 25 de septiembre en Jericó. Pero eres tan idiota que me lo perdonarías y además para cuando leas esto, yo ya voy a estar muerto. 

Y perdón por ignorar lo que nos pasaba. Sé que lo mucho que lo intentaste, tener siempre palabras para mí, arreglar todo cada vez que se destruía para volver a como estábamos antes.

Antes de los pétalos, de las flores... antes de que comenzara a sentir todo esto por ti.

Supiste recoger los pedazos y colocarlos a la perfección e incluso buscaste el perdón a lo imperdonable de mi ser. Pero esta vez, coloco la pieza que faltaba de nuestro rompecabezas y ya no volverás a verme buscar en ti eso que solo está en mí, dejare de rebuscar en vos ese pedazo faltante para completar el espacio vació en dónde debería estar mi maldito corazón. Y lo sé, jamás debí intentar hacer encajar tu perfección en el defecto del agujero de mi pecho y sé que fue egoísta de mi parte pedirte que te quedaras un poco más, pero es que tú me hacías sentir bien e impedías que mi angustia me despertara en el medio de las noches. Si, Nines, tengo que confesarte de una buena vez que nada, pero nada fue tan lindo como arruinarme en el embriague de tu presencia y las ilusiones que invocaba en mí estar frente a vos.

Ah, joder, ¡Lo volvería hacer!, volvería a enamorar de ti incluso si eso significara morirme. Ninguna calada de cigarrillo podría compararse con lo adictivo y jodidamente relajante que era pensar en mis deseos imposibles a tú lado, en una vida con vos. Y terco como soy, no supe cómo poner esa felicidad que me causaba entregarte mi alma sobre la tristeza del: «no vaya a ser que me equivoque al dártela y te marches con ella». Y sin poder evitarlo, me perdí en ti, en nuestras peleas y la búsqueda de la forma correcta de amarte y decirte todo lo que alguna vez me tragué por ser un... cobarde. Porque por querer ahorrarme una jodida disculpa, termine quemando la bandera de paz entre nosotros, perdiendo todo. Perdiéndote a ti. Y ahora, solo me quedan las flores. Por eso, hoy transformo ese punto seguido que procuraste perdurar en mis despedidas, por un punto final.

Perdón por rendirme tan pronto, pero es que simplemente te amo y ya no alcanza.

Yo no alcanzo.

Y es que te amo tanto, que detesto pensar que el celeste de tu cielo se contamine por el gris de mi humo. Debes escapar de mi maldita oscuridad y alejarte de mí antes de que mi jodida tendencia a herir a quien amo, te alcance y lastime, porque tú no mereces eso. Yo no te merezco.  

No puedo compararme con todo lo que eres y todo lo que alguna vez hice. Y como culpable de engañarme y engañarte, confesaré el crimen de amarte, ese del que no voy a arrepentirme. Después de todo, yo elegí el final del cuento y mi muerte es como un... 

¿Retorcido acto de amor?

Llámalo como quieras, solo es una forma resumida de explicar que, en realidad, no quise lastimarte con mis mierdas y traté de apartarte. Pero en cada paso que daba para alejarme de ti, mis pies dolían pisando lo vidrios rotos de tu mirada. Y es que creí conocer todas las respuestas por mis experiencias pasadas, pero cuando me topé con tu originalidad, me olvidé de como respirar. Por meses contuve la respiración a tu lado y, viendo tu reflejo, entendí que eras demasiado para mí, porque incluso cuando intente ser "mejor persona" para merecer eso que me hacías sentir, no dure ni un solo día.

Y no pude cumplir el serte sincero sobre todo lo que te quiero, declararte con simpleza todo lo que guarde, probar comprender mis miedos y hablarte sin retractarme de hacerlo. Tal vez hasta convencerte de que fueras tú mi gran amor de hojalata y dejar de buscar cortarme con tu metal... Pero mis pesadillas me abrumaron, Nines, y me di cuenta tarde de que estabas pasado y no alcance a detenerte ni retroceder los minuto que desperdicie por miedo de aceptar que, en realidad, ya te amaba desde el primer insulto.

Y fui feliz. Los momentos en los que tu estabas allí, fueron los mejores de mi vida. Incluso cuando peleábamos, incluso cuando nos tomábamos un tiempo, yo te seguía en mis ensueños, con un boleto para el estreno del que te hable. Para ver la película que retracte el gusto retorcido del amor de aterrizar en el odio.

 Oh, pero no me mal intérpretes, te odio, desde un principio, tanto como te amo. El dolor y lo demás viene en el puto aparte de la enfermedad que reemplazo lo hermoso y dulce de tus sensaciones por las putas ramas.

Y te equivocas, Nines.

Si piensas en otro final, te equivocas. Porque hoy, en este último café de recuerdos, sin poder renunciar a la idea de amarte, me iré y tú no tienes la culpa de esto. Antes de conocerte, cometí error tras error y el ultimo, al conocerte, me sentenció a la condena perpetua de las sabanas frías de tu ausencia y al congelarme en el tempano de hielo de la soledad con la que cargue por tantos malditos años.

Pero es el camino que elegí.

Yo elegí amarte y.… aún lo hago. Por eso, debo irme. Para que sueltes mi falla y seas feliz, sin inestabilidades, sin mí.

Esta es mi despedida, Nines. 

Gracias por hacerme sentir que merecía ser amado, por permanecer a mi lado por más que te empuje, por ignorar mis errores y abrazar mis defectos, por soportar mi jodido mal humor y, sobre todo, por provocar mis latidos de nuevo. Y tengo tantas cosas de que disculparme, pero por el momento me gustaría decirte perdón por "vomitar flores sobre tu piel”, por volver ordinario lo que debería haber sido un acto de amor de mis flores para vos. Perdón, además, por apartarme de ti cuando ni siquiera podía sacarte de mí y herirte.

Espero verte pronto (en una cafetería preferiblemente) y espero estar preparado para que, si algún día te vuelvo a ver poder gritar hasta saturar tus oídos, una y otra vez para que se te grabe por siempre, que: te odio- pero te quiero un poquito más. 

Atentamente, ’’“’“ ‘…‘’‘’’. 

’‘“’’“’, “‘’ ’“‘.

...

El proyector de la vida puso a rodar imágenes con la cinta de sus recuerdos. Todos los veintiséis de septiembre y sus historias, resaltaban la respuesta del androide a la carta del humano. No hicieron falta los trazos con su caligrafía perfecta para contestar lo efímero del punto final, sino que, solo bastaba con transformar las letras por acciones que lo decían todo sin hablar. La película se detuvo en el presente que se manifestaban, poniendo pausa continua a su reproducción infinita.

El androide sonrió con dulzura que hipnotizo al polvo del aire transportado en un rayito de sol y acarició el papel desgastado por los pasos del tiempo. Movió su cuerpo leyendo la carta, colando oraciones en cada paso y una que otra risita ante la sinceridad del humano, esa que solo conseguía escuchar cuando el alcohol lo manejaba o en las mañanitas cuando se endulzaba para pedirle caricias o que se queden un ratito más. Sus pies sonaban en el silencio de la casa mezclado con alguna que otra melodía de Chopin en el reproductor de música. La brisa de su movimiento hacía revolotear suavemente las flores sobre la mesa, revotando su brillo sobre el cuadro de dos personas frente al altar marino colgado perfectamente sobre la pared de la entrada. Camino hasta el sillón y echo un vistazo rápido al sonido de los maullidos de conversaciones felinas del otro lado de la ventana abierta. Los gatos le devolvieron la mirada con cariño y siguieron su jugueteo con las hojas que se escapaban del pequeño invernadero dentro de la 'flora' de su patio y se persiguieron entre ellos saltando en los espirales del pasto.

— Pequeños, si siguen ensuciándose voy a tener que bañarlos — los llamo con reproche al verlos revolcarse en la tierra, estos lo miraron con su melena ladeada y sus orejas bajas —, bueno, está bien, pero solo por esta vez... — cedió carcajeando entre dientes, manipulado por sus ojos grandes. Ellos maullaron contentos y él continuo con su paseo con el libro en mano.

Los nuevos vasos con estampado de gatitos (porque los primeros se cayeron de la mesa en un accidente de besos) chocaban sus asas levemente, como si estos estuvieran rozando sus colas sobre el mantel blanco con una que otra mancha de café reciente. Anotó un próximo regaño y continuo su camino hasta la habitación del piso de arriba. 

Poso el libro sobre el escritorio de su habitación y suspiro con cariño al ver el desastre de Gavin. Tomo el suéter suyo que tanto le gustaba ponerse su pareja cuando hacía frío en la noche y lo doblo correctamente, para guardarlo en su armario compartido. La cortina ondeaba con la persiana subida hasta su punto máximo, golpeando de tarde el recuerdo de la noche anterior sobre la cama de dos plazas, contorneando en arrugas sus siluetas en las frazadas desacomodas que RK900 ordeno, dejando un nuevo lienzo para nuevas pinturas nocturnas. Soplo un panadero trabado en la madera de un retrato sobre la mesa de luz y le dio libertad para que siguiera su viajecito a quien sabe dónde y termino de acomodar el "orden" del humano. 

Regreso de nuevo al escritorio y no pude evitar detenerse uno segundos a mirar las imágenes sobre el tablón de corcho sobre este. Recuerdos preciosos se movían suavemente, colgados con alfileres de colores. Miro con detenimiento cada fotografía (aunque él las guardaba en su memoria) y sonrió al ver a Tina vestida de blanco con Gavin abrazados (él con un moñito coqueto) y luego otra en donde estaban los tres, en la despedida de soltera de Chen. Irónicamente, aunque él humano fue el que agarro el ramo en la boda de su amiga y que fue él quien le propuso matrimonio al androide tiempo después, en aquel retrato instantáneo sostenía un cartel que tenía escrito la frase: "Yo no me caso ni a palo".

Volvió en sus pasos y recogió el libro con la carta a dentro, leyendo el resto con cierta tristeza.

«Si piensas en otro final, te equivocas»

Su bomba de tirio dio una pequeña corriente eléctrica a sus ojos y su lagrimal artificial preparo lágrimas y este las dejo salir en silencio, acariciando posdata. Cerró el escrito con nostalgia, bajo las escaleras y depósito de nuevo el escrito dentro de la estantería.

Y todo fue una calma silenciosamente perfecta, pero:

 ¿Qué sería de la paz sin el caos?

¿Qué sería del silencio sin el ruido?, ¿Del amor si el odio?

¿Qué sería del androide sin el humano?

Nada, eso respondería Nines completamente convencido.

Giro su cabeza hacía la puerta, reconociendo ese sonido del cerrojo desbloqueándose y esos gruñidos. La puerta se abrió por completo, chocando contra el mueble de la entrada provocando que el cuadro anteriormente encuadrado a la perfección, se torciera un poco y el porta llaves se moviera de un lado a otro cuando este depósito la llave en él y paso dentro con el ceño fruncido.

— Si, definitivamente se jodio — movió el cigarrillo electrónico entre sus dedos con enojo, depositando las compras sobre la mesa —, hola bebé — lanzó un beso al aire. 

Nines simuló atrapar el beso con su mano y apoyo sus dedos en sus labios. 

— Te lo dije — respondió, yendo hacía él —, me debes un dólar.

— ¿¡Eh!? — fingió desconcierto — ... no recuerdo haber apostado nada, tramposo — rodó los ojos con cariño, cerrando la puerta.

— Bien, me conformo con un beso — curvo sus labios, agachando su cabeza para que Gavin lo besara.

— ¿Conformo? — rio con ironía, pasando más allá del androide con burla —, ¡Ahora no te doy nada!

RK900 tarareo. Los gatos al escuchar el grito de su compañero de vida, corrieron rápidamente, saltando desde la ventana hasta el sillón, manchando a la par, el cuero artificial de tierra. Gavin ahogo un grito.

— ¡Mierda! — corrió a donde el androide y cubrió sus ojos con sus manos, para evitar que regañe a sus bebés —, ¡Corran, yo lo distraigo! — exagero.

— No incentives su comportamiento — aparto suavemente.

— Si, sí. Lo que tu digas — desoyó, dándole un beso en la mejilla.

El humano se quitó la chaqueta y la coloco sobre la silla. Tomó la jarra de agua sobre la mesa y se sirvió un poco en su taza del par, tomo un poco y comenzó a jugar con los gatos que reclamaban caricias y besos para ellos también. RK900 lo seguía con su celeste en cada movimiento, con sus manos detrás de su espalda y una mirada tierna ante la vacilación de Gavin al notar su mirada profunda.

— ¿Qué? — preguntó, alzando su ceja —, ¿Qué tengo? — sacudió su ropa, ante la idea de que una hoja se haya trabado entre estas, entrecerró sus ojos siendo mordido por Reina, trepado por Bruto y mirado por Lucifer, esperando un mimo —, ah, ¿Quieres pelear? – ofreció al ver que el contrario no apartaba la mirada de él.

— Puede...

Gavin carcajeo con fuerza — Bien, acepto el duelo — deposito a los gatos en el sofá. Se acercó a él, levantando sus brazos como si fuera un personaje de un videojuego de batallas —, prepárate para implorar mi perdón — movió sus puños en cámara lenta.

RK900 no pudo evitar soltar una risita ante el juego infantil del contrario. Tomo sus manos con firmeza y se dedicó a contemplarlo. Ambos compartieron con felicidad el roce de sus iris y sonrieron con ternura.

— ¿Qué pasa, Nines? — curioseo, al ver la repentina caricia del androide.

El androide dejo un beso sobre el anillo de su pareja y luego entrelazo sus manos, los dos círculos en sus dedos anulares -grabados con la flor del Hanahaki Disease de Gavin en la parte de adentro- brillaron con más intensidad ante la cercanía. Poso sus manos sobre el pecho del contrario y corto la poca distancia.

Negó con la cabeza despacio — Nada, solo... me cuesta creer que tú no te hayas ido.

— Idiota — se colocó en puntillas para chocar sus narices suavemente —, ¿Dónde podría irme? — colgó su mirada en las pupilas del contrario —, no quiero estar en otro lado que no sea con vos, ¿Qué haría sin mi hombre de hojalata favorito?

Gotas azules comenzaron a deslizarse por el camino de los lunares de Nines, cayendo sobre sus nudillos y salpicándose en fragmentos pequeños. Gavin parpadeo confundido y rozo sus torsos con delicadeza, subiendo sus labios hasta fundirlos en los del androide.

— Hey, ¿Qué ocurre? — limpio sus lágrimas con su pulgar. El contrario no respondió. Reed miro hacía la estantería y vio el libro desacomodado entre todos —, ¿Estuviste leyendo ese libro de nuevo?

Nines asintió, sollozando.

— No entiendo para que sigues leyéndolo, el final es muy malo — rodeo su espalda con sus brazos, pegando su cabeza a su pecho —, ¿Por qué crees que no volví a leerlo? — refregó su rostro, viendo como el contrario lloraba —, no, a la mierda, hay que tirarlo Nines. 

— No hace falta — correspondió el gesto —, me gusta leerlo.

— Tus gustos son malos — arrugó su nariz.

— Qué dice eso de ti, entonces — sacudió su pelo —. Tú me gustas.

— Grr, vete a la mierda — mostro el dedo del corazón, apartándose de él —, y ese libro va a la basura — camino lentamente hasta la estantería, completamente determinado de tirarlo —, hay muchas historias más con finales mejores, antes de ir a nuestra cita hoy podemos comprar otro — alzó su brazo hasta el libro.

RK900 lo siguió, abrazando su estómago y deteniendo la acción del contrario, posando su mano libre sobre la de él — No, me gusta esta historia — su piel artificial comenzó a contraerse besando su cuello —, me gusta este final.

— ¿Este final? — resoplo —, se dice "ese" — corrigió, dando la vuelta su rostro para mirarlo — y... ¿Estás seguro? — dudó, mirándolo a los ojos.

— Por supuesto — aseguró, posando sus manos en su barbilla para depositarle un beso tierno.

Y cuando termino el día, otro veintiséis de septiembre se grabó en sus memorias. El rodaje sinfín de sus eternidades continuo su proyección, enfocando el retrato de sus sonrisas con una que otra flor guardada en sus corazones. 

...


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