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Vomitando flores sobre tu piel [Reed900] por Angelkitx

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...

Las palabras inconclusas que el humano le dedico saturaban su software. Abandonándolo en la incertidumbre de sus manos temblorosas que, de a poco, alcanzaba a tocar aquella restricción entre ellos dos.

«Esto no puede seguir así».

Detuvo su mano en el aire, pegando sus uñas a su palma. Una actualización brillo flechas hacía abajo, los centímetros años luz enfriaron la circulación de su thirium, reemplazando las palabras de amante a compañeros de trabajo.

«Nosotros, esto, no puede seguir así».

Dio un paso hacia atrás, giro sobre sus talones y, sin darse cuenta, las ramas de errores crecieron alrededor de la pared rojiza, en enredaderas de fallas. En el cielo resplandecía detrás de él, las nubes del roció apenas se dejaban notar en montañas esponjosas, a pesar que dentro suyo, una tormenta eléctrica lo atormentaba.

«Perdóname, pero no puedo seguir con esto».

Sin saber por qué, al mirar el sol, un arcoíris se arqueo en el tirio empañado en los CD's de sus iris, que contenían la historia juntos que jamás iban a entrenar.

— No debí permitir que los sentimientos humanos me controlaran.

Lo amaba... pero él no estaba diseñado para esto. No podía comprender al humano, no podía descifrarlo, cumplir sus deseos o como entenderlo en cada noche. RK900 deslizó sus manos a sus bolsillos, tomo la pequeña moneda dentro y comenzó a girarla entre sus dedos de regreso al departamento de policía, Hank lo acompaño en silencio. Lanzó la moneda al aire con su pulgar con una vaga esperanza de que esta vez cayera del lado de amor, pero las posibilidades cayeron junto con el circulo de plata que se les resbalo de la mano, rodando por la calle y Nines no pudo alcanzarla...

Agacho su cabeza, un mechón ondeado de tristeza cubrió sus ojos mientras miraba algún punto vago para evitar que las emociones golpearan contra su corazón artificial. Curvo sus puños artificiales y el puente que alguna vez se procuró de mantener en pie para llegar al detective, se derrumbó detrás de él, dándole la espalda al sentir. Las paredes se sumaron, siguiendo sus talones, rodeando su paso de cadenas de flores de hologramas que solo él podía ver en el aire. Su software lloró inestabilidades, pero ya no podía volver atrás.

— Por favor... espero que tú también, algún día, puedas entender lo que siento por ti.

Entonces, entre tantos errores y aciertos, entre las palabras que nunca se dijeron por miedo a hacerlo, encima de las prisas e incertidumbres y sobre todo ese desequilibrio....

RK900 no supo elegir a Gavin.

Y esa tarde, aunque el amor se asomó por la ventana, el detective no deseo volver a verlo y el viento simplemente siguió su curso, llevándose consigo los dientes de león de un deseo vacío.

...

En la noche de ese veintiséis de septiembre, el androide sufrió un cortocircuito contra su bomba de thirium que lo obligo a sostenerse de la mesa de su comedor, dejando caer el tirio vertido sobre una copa que se fragmentó en las baldosas de mármol. El reloj de pared, marco las nueve y los cristales de hielo congelaron las agujas. Tardo unos segundos en estabilizarse de nuevo, y cuando lo hizo, la intuición hundió su pecho en el susurro de un lamento. La corriente de energía en sus cables contrajo.

«Salva a Gavin Reed».

— ¿Qué-? — jadeo asustado, su voz se quebraba en intentos fallidos de hablar, sus tonos subieron y bajaron. La inestabilidad lloró intuición sintética y detrás de él, la advertencia resto el último segundo — No... Espera — giro su cuerpo en dirección al humano, mas solo encontró barreras rojizas —, ¿Por qué no desaparecen? — desesperó.

Y si, él era capaz de todo, debía serlo.

Pero... esa noche, Nines no pudo hacerlo.

— Por favor, solo un poco más de tiempo — pidió al temporizador del destino, sus nudillos chocaban contra la pared roja, pero no podía destruirla. Se generaban una tras otra y las ramas bloqueaban sus movimientos, dañando sus datos.

Sus procesadores tuvieron problemas con la recuperación de archivos, bloquearon las imágenes de Gavin Reed, cada pequeño momento juntos lo averió.

Se desarmo sobre sí, en intentos fallidos de arrancar las trabas para verlo. De retroceder el tiempo y alcanzarlo. Las emociones se vertían de sus ojos hacía el suelo, recorrían caricias pasajeras del humano contra el frio de su metal. El reflejo distante a contra luz de su cabello chocolate, ese rubor en la punta de sus orejas y esa piel olivo nublaba su vista. Su atuendo ya no se desacomodaba por las manos del humano, la brusquedad de sus movimientos desesperados lo hacía. Sus zapatos perfectamente pulidos crujían los pedazos de cristal y dejaban raspones su suela.

Ese silencio, ese maldito silencio lo aturdía. El camino que creyó correcto, lo saturo. Y cuando el eclipse se apagó en la luna de sus pupilas, la suerte se echó sobre ellos y el destino -espontáneamente moldeable a nuestra disposición- selló la última noche en la flor que rebalsó los pulmones del humano.

Y a la mañana de ese veintiséis, por más que espero al sol, este no despertó y Detroit amaneció con otra víctima más del Hanahaki Disease...

...

Tan distintos... — sollozaron las nubes gotas de piano sobre notas musicales distantes.

RK900 no tuvo noticias de Gavin Reed hasta la llegada de la mañana del veintisiete. De hecho, fue a buscarlo. Cuando las paredes desaparecieron, él salió corriendo en busca de su encuentro. Pero... él ya se había ido.

Las nubes no se equivocaban en traer a presente ese hecho, el que eran distintos. Porque, aunque intentemos ocultarlos detrás de la búsqueda sin fin de coincidencias con el otro, somos distintos. Y quizás sea eso lo que nos hace tan únicos y similares al mismo tiempo, o lo que nos del pie a encontrarnos a pesar de que no seamos iguales. Por ello, no sonaría extraño el preguntarse el cómo podría funcionar lo de ellos. E incluso hasta podríamos navegar en la duda buscando una respuesta a esto. Pero más allá de tenerla -a la duda- lo único certero en ese instante, para ese androide, es que el silencio se adueñó de todo. Bueno, no era el silencio en sí... sino que, era la ausencia de los débiles latidos del humano que formaban ese ruido mudo, dentro de las resonancias de ecos distantes de su voz.

Y dentro de esa tumba de madera, a compas de esa lagrima y debajo de esas flores, había algo más que una simple despedida. Era un adiós sin reencuentro, sin oportunidades de volverlo a ver. Ya no podría verlo estallar en su locura inestable, mientras por lo bajo, le pedía a el hombre de hojalata que se quedara para siempre a su lado...

Que estúpido — carcajeaban los dientes de león. RK900 fue tan idiota de prometer algo que Gavin nunca iba a cumplir. Promesas rotas que solo él cumplió. Está bien, siendo sinceros el pedir sobre una flor marchita nunca aseguró al azar.

Oh, el azar. Siempre tan repentino y predecible... nos obsequia algo de tiempo. Invisible e inexistente, capaz de complacernos con el solo hecho de estar a favor de las manijas del reloj, destruyéndonos y atándonos a seguirlo sin fin.

¿Qué porque sería predecible el azar, siendo este a su vez repentino?

Bueno, podríamos considerar este final (de los tantos) una respuesta a esa interrogativa. Que Gavin Reed se rindiera y muriera es, de hecho, bastante fácil, predecible y cómodo. Era algo inevitable dentro de su mortalidad...

Contrariamente a RK900, por supuesto.

Las ramas circulaban, en espiral, savia de sangre cuando lo encontró y el androide simplemente no podía comprenderlo.

El mineral que constituía su alma de platino derretido, no podía reflejar la muerte en su metal. Tal vez no como creemos conocerla, por lo menos. Y siempre le había atraído la idea de la muerte de los seres opuestos a él: esa fecha indefinida pero exacta que no venía grabado en su metal. Él carecía de las cadenas del tiempo y de un cuerpo físico único e inflexible. Por eso, por más que mirara una y otra vez el recuerdo de Gavin sin vida con las raíces consumiendo todo de él, no podía entender.

¿Qué significaba la muerte?,

¿No podría verlo más?,

¿Gavin no regresaría?...

No, no lo haría — declararon las calas, llorando rocíos.

 ¿Por qué tú?

El sol se percibía distante. Ya no era el mismo que algún tiempo atrás, los girasoles preferían apartar su mirada antes que verlo sollozar rayos al viento que traía consigo el aroma a café. A esa estrella le costaba aceptar, incluso con el pasar del tiempo, que ya no podía atravesar la piel del detective, ni mucho menos enredarse en sus mechones café en destellos naranjas o contornear su iris de resplandor.

Ah... — suspiro el olvido.

Y es que eran tantas las personas que dormían allí, entre las estrellas, que sería difícil encontrarlo e incluso imposible notarlo... y, sin embargo, la placa del humano siempre resaltaba en su visión. Tanto como las señales que alguna vez le indico el fin de ellos, de Gavin, que él intento no prestar atención, dormido en su callar.

Pero como un recordatorio, cuando la carta se deslizo por el inestable superar, un sonido se adueñó de sus engranajes. El ruido sordo de la repercusión de un arpa filoso, cortando sus yemas artificiales en cada sonar.

Oh, y campanas de plata, la dulce melodía de la melancolía...

Y dentro de esas campanadas, la atmosfera sobre sus hombros, susurraba un pedido proveniente de algún rincón del cielo.

El pedido de poder regresar el tiempo atrás, abrir ese frasco de las cosas que nunca hicieron y liberar las mariposas de sentimientos capaces de brotar, en capullos, su presencia en la distancia años luz de sus pasos.

Palpitares vacíos formaban una quimera dentro su corazón metálico. Susurros de amor fragmentado, que decían lo que nunca se atrevió. Lágrimas artificiales que se acumulaban en sus ojos y se deslizaban contra las flores sobre el cuerpo de Gavin. Oportunidades perdidas, estrategias hechas escombros y besos que nunca florecieron entre sus universos. Todo eso, no eran más que el resultado de que no esté, de su muerte.

Y a pesar de esto, de que no haya certezas de poder verlo... días tras días, aunque ya no haya oportunidades y que la esperanza se desasiera en las arenas del reloj, él continúo esperando allí...

...

El mismo departamento de siempre, la misma cantidad de café instantáneo en su alacena, los mismos boletos al tren del pasado y la misma fecha sobre el calendario.

26 de septiembre. Detroit, Míchigan.

Todo seguía exactamente igual. El cielo, las plantas y él. El día despejado de la tarde de la melancolía, no reflejaba el dolor que sentía el androide. Ese final de un principio que ahuecaba la simulación de su latir. La noche giro en espiral dentro de la copa y el cigarrillo respiraba en su nombre entre sus dedos, como reemplazo de las velas.

¿Eh?, ¿Qué por qué un androide quemaría nicotina?

Bueno... le gustaba prender un cigarro cada veintiséis, solo para traer a presente el aroma a nicotina que Gavin intentaba, algún tiempo atrás, ocultar detrás de su desodorante Colbert Noir.

Y ese humo acariciaba la punta de su nariz, colándose por el departamento y se dejaba volar por fuera de la ventana abierta. Nines se mantenía con una expresión relajada, sus piernas cruzadas y la silueta del detective rondando la habitación.

Amanda le repitió, alguna vez, que eso de los sentimientos no eran para él. Qué él no podía sentir, solo simularlo. Qué eso de amar es solo humano. RK900 dejaba que las cenizas chocaran contra sus zapatos mientras deslizaba una risa dulce, porque a Gavin Reed le importó una mierda su programación original y se abrió paso a él, a sus procesadores.

— ¡Oye pinchazo!

Se escuchó en ecos distantes.

Bebió un poco de thirium amargo como si de un vino extravagante se tratase y miro a su izquierda. Gavin estaba allí, bueno, una simulación de él creada a partir de su memoria y su necesidad insaciable de verlo.

— ¿Vas a ignorarme? — cruzó sus brazos. La fotografía tridimensional dejaba errores al pasar, RK900 se mantuvo callado — Nineees — rogaba atención, acercando su mano.

Este le devolvió la mirada — ¿Qué quieres? — respondió con frialdad.

Los labios mostraron sus colmillos con sus ojos achinados. Sus cables se contrajeron con tristeza. Sabía que ese no era su Gavin, solo una recreación consuelo de su sonrisa desordenada para poder sobrellevar su falta en la habitación.

— Por fin decides hablarme — señalo su dedo índice el pecho del androide, para luego acercase a él y traspasar el corazón artificial —, ¡Bórrame de una puta vez, Nines!

Y se desvaneció, gritando su nombre.

El café de nostalgia salada sobre la mesa ondeo ante el suspiro temblante de sus labios. Cada aniversario aparecía su simulación, a veces para repetir conversaciones, discusiones o solo para recitarle las palabras de su carta de despedida. Pero no se quedaba mucho tiempo y cuando él intentaba abrazarlo, simplemente desaparecía en la espuma del océano profundo dentro de agujero de su pecho, que con el cumplir con una vuelta al sol... se hundía aún más.

El arrecifé de papel, que contenía el coral de palabras de despedidas vacías, se movía con la brisa. El cigarrillo murió en sus manos y el simplemente dejo la colilla sobre el cenicero. Faltaba poco para que llegaran las nueve de la noche. Pero para él, el tiempo no le importaba, porque continuaba en ese día...

En ese sutil error.

Y como resultado, la brújula dentro de él se dañó con el tiempo, señalando direcciones inexistentes. Trazaba desde la unión del Sur, Norte, Este y Oeste, en un punto cero. Pero por más que intento seguir las coordenadas al pie de la letra, siempre regresaba en él y a los claveles de lavanda grisácea que resplandecían en la oscuridad. Marchitándose su regazo mientras, en un pestañar, Saturno y Júpiter en sus pupilas llovían diamantes sobre ellas.

Su falta atraía el otoño eterno de sus ojos, que arrebataba los colores cálidos... pero él ya no los percibía; así como tampoco podía sentir el cambio de estación. Los años pasaban con el blanco y negro de su ausencia. Y él simplemente cargaba con la angustia de la carencia de la calidez de Gavin. Y curioso, como lo es el viento, el tiempo creaba bucles de ese día de emoción profunda, sintiendo cada instante a flor de piel, como si guardara dentro de sí tantos años juntos. Los segundos susurraban roces, los minutos abrazos, las horas un beso y esa fecha... un adiós.

El humo en la brisa del detective apareció al frente suyo.

— El sol a veces se ve tan jodidamente delicioso que podría comérmelo.

Gavin de sus recuerdos miro por la ventana, apoyándose sobre esta. El frío traspasaba sin mover la ropa de la simulación y esa sombra no estornudo con su forma particular de hacerlo.

— Es de noche, Gavin — corrigió y escuchó un bufido —, la última... — se levantó de su asiento, sonriendo a ese espejismo. Consciente de que el prestarle atención solo provocaría dolor.

Si, esa sería la última noche...

RK900 cerró sus ojos sobre el sillón y, apenas lo hizo, la estasis inicio. Poso sus manos detrás de su espalda, encuadro sus hombros y preparo su voz para darle la respuesta a la carta del humano que nunca pudo darle, y el temporizador comenzó a correr.

...

 

Diez minutos restantes...

El bosque apareció al frente de él, como la silueta vaga del humano. Las luciérnagas iluminaron su rostro, nadando en el aire con olas de luz.

— Detective, hoy hacen cinco veintiséis de septiembre que arrancó del calendario desde que no estás — comenzó, sus pies rebotaban contra los resortes del pasto simulado —, bueno, en realidad... tú también estas.

Las pantallas de recuerdos comenzaron a reflejarse en las auroras azules.

— Quiero decir, tu estática y tus flores, aparecen en cada estasis, queriendo crear un presente en donde estuvieras aquí, a mi lado.

Una fotografía de cierto sábado a la noche comenzó a caer como si fuera la gota de una lluvia pasajera a sus manos y él la acarició con sus yemas suavemente.

 — Es increíble y hasta incluso fascinante el hecho de que los restos de tu frecuencia perduren en mí procesador — levantó su mirada al cielo —, tanto como la imagen de tú cuerpo sobre una bañera de flores... tanto como el día de tu muerte.

El bosque se reemplazó por el escenario de la ciudad, el atardecer de su simulación los pinto en su retrato exacto del pasado sobre un puente. Dentro de él, su programa buscaba respuestas del verdadero Gavin Reed para crear una despedida.

— ¿Qué puedo decirte? soy un caso especial.

— Exactamente — rio entre dientes, posándose a su lado en el barandal —, muy especial... — intento tocar su mejilla.

Las estrellas se rociaron de brillo y el puente debajo de él comenzó a astillarse, separándolos. La recreación de Gavin se convirtió en flores antes de que siquiera pudiera alcanzar a quedar al mismo lado de él.

RK900 apretó sus puños, su nivel de estrés tembló números altos. Se tomo unos segundos para calmarse antes de continuar, mientras el escenario cambiaba de recuerdo. Llevándolo al momento en donde él rechazo las palabras del humano y lo apartó sin explicaciones. La mirada del humano, el sol ocultándose detrás de las nubes y el cigarrillo en sus zapatos, dolían como una puñalada de sobrecarga contra su corazón sintético.

— Por eso, cuando me miraste con esa... tristeza en tus ojos, me di cuenta de que ya no había vuelta atrás para mis errores. Qué falle en mi misión de odiarte y termine amándote con restricciones, con inestabilidades — presiono sus labios —, y, como tú, caí en cuentas que ya no podía seguir con eso, con lo nuestro. Amarte a medias con miedo de hacerlo termino arruinándome y sin saberlo o quererlo, esa tarde... no te elegí, Gavin — recordó con tirio de angustia amarga en su boca —. No supe cómo hacerlo, temía que amaras a alguien más y me deseches, tenía miedo que me odiaras por sentirte en mí, por pensarte. Y cuando me arrepentí de renunciar, intenté — bajo su mirada —... intenté cambiar la suerte, alcanzarte y decirte que, en realidad, no podía dejar de amarte. Pero tus latidos ya no se escuchaban — gimió.

El departamento del humano apareció en un pestañar, recordando algún momento del principio de este final — Esta mierda parece oxidada pero aún funciona.

Aún recordaba esa conversación, esa absurda pelea entre los dos que hasta ahora se daba cuenta que el humano lo había hecho solo para ocultar lo que realmente le pasaba.

Y esa noche, al igual que el humano, no pudo dormir. Él no pudo entrar en estasis, perdido en Gavin Reed hasta que el amanecer despertó los capullos de sus plantas y él, espero una vez más su regreso al recinto.

— Oh, no sabes cuánto desee que fuera así — rompió su sonrisa —, pero ya no. Tu corazón no volvió a latir, por más que se lo suplique al tiempo.

Regresó al bosque, que de a poco, comenzaba a destruirse sobre él. Los errores comenzaron a dañar sus archivos por completo, pero no le prestó atención. Camino hasta la cascada y dejo que la fotografía flotará sobre el agua y se la llevará la ilusión.

— Y dicen que, para olvidarte, un reinicio es más que suficiente... y yo — hizo una pausa —, he intentado hacerlo — confesó con culpa. Los árboles cambiaron de estaciones en segundos, las fallas y las alertas se hicieron notar — pero ya voy más de mil reinicios desde que te fuiste — los números y estadísticas de veces por año comenzaron a flotar a su alrededor, cada pasar de año, un porcentaje mayor —, y, sin embargo, te encuentras en mí. No puedo apartar mi programa de tu nombre y estas en todos los rincones a donde vaya — poso su mano sobre su corazón artificial, transparentando el metal de su pecho —, pero sé que necesito verte aquí. Tus fotografías ya no alcanzan, necesito de tu voz, de tus abrazos caramelo — apretó sus puños —. Las sensaciones que me provocaste... no puedo recrearlas con nadie más — su piel sintética se contrajo —. Apareces en cada beso, en cada toque.

La media luna de su cielo incompleta desde la despedida repentina de su sol, ilumino sus finas pestañas, sombreando el cuerpo del androide con su luz. Ella repetía sus palabras en la caricia de sus lunares que alguna vez el humano trazo en él y quiso asomarse para verlo de cerca, en el reflejo cristalino de sus pupilas. Mas, las nubes atraídas por el viento de su angustia, quisieron ver qué pasaba; tapando la visión de la luna dentro de su palacio mental.

— Y... ¿Sabes, Gavin? — preguntó al aire —. Yo también me hago la misma pregunta — sus pupilas brillaron —... ya sabes, si es que existirá el amor después del amor — citó su carta —, después de ti, Gavin.

Los pájaros entonaban cantos con tristeza sobre el marco de su ventana más allá de su estasis y, el cielo sobre sí, sollozó luces fugaces al escucharlo y sintió dentro de su resplandor la cicatriz del androide. E intento arrullarlo con sus estrellas, bajando a reflectarse en las gotas de sus lágrimas sobre las plantas.

— Tú adiós siempre se interpone tanto como tu belleza — miró el espectáculo sobre su cabeza — y tú ausencia suele acompañarme cuando voy a visitarte en el cementerio — giro a donde el holograma —. Siempre escucho tú sutil posdata, para luego desvanecerte en errores sin dejarme responderte — parpadeo despacio, subiendo su tono con resentimiento —, pero después de todo tú siempre fuiste así, ¿Verdad? — escupió.

Los árboles se reemplazaron por paredes blancas, el agua por una camilla y las enredaderas por cables.

— Nosotros, esto... no puede seguir así.

— ¡Por puesto que no podía seguir así! — su entrecejo se unió levemente, mirándolo al lado él —, no podías seguir descartando las cosas para no afrontarlas, guardándolo debajo de la alfombra, evitando los que nos pasaba — soltó con amargura —... aunque tú ni siquiera me dejaste decirte esto, me mentiste sobre los mensajes y te fuiste, dejándome solo con tus flores. Y te ame, te amo, todo de ti... pero ese maldito detalle tuyo lo detesto — frunció el ceño. Negó con la cabeza con desaprobación —, ¡Tú y tu egoísmo barato de decidir por los dos!

Las nubes se asustaron y temblaron lluvia. Una repentina iluminación lleno los espacios vacíos de su programa a través de la ventana de Jericó, en parpadeos de electricidad blanca y azulada. Quebrando la noche perfecta en dos.

— Dijiste que era lo mejor — soltó en un gruñido, como un relámpago —, ¿Para quién?, ¿Para quién sería lo mejor? — protesto con impotencia.

El recuerdo del detective posado a su lado respondió.

— No puedo ser tu felicidad si en el proceso me quitas la respiración.

— ¡Podría ser el aire que respiras si me lo hubieras dicho!, todo sería por ti — sus manos temblaron diciendo esas palabras —, pero tienes la maldita costumbre de ver lo peor de todo — reprochó —... en verdad, el único que equivocado eres tú, Gavin.

Su HUD parpadeo, un mensaje se depositó sobre su mensajería.

— Este no era el único final, es el que tú escribiste — hizo una mueca, la recreación de la carta de Reed apareció entre sus dedos —. Te fuiste sin despedirte — arrugó el papel y se desvaneció en pequeños pedazos —, solo dejaste esta maldita carta llena de ti y tu cuerpo cubierto en una bañera rebalsada de flores.

La habitación del humano, la falta de sus latidos y la flor en sus labios, aparecieron por un instante. Una lagrima se derramó, como aquella que cayó sobre la mejilla de Gavin cuando suplico que se quedará por un instante más.

— Y no solo me mentiste a mí... Gavin.

Abrió el chat de Tina Chen, los mensajes se plasmaron sobre las paredes del dormitorio:

[20:55, 26/09/2044] Tina: Hola Nines, gracias por lo de esta tarde. Realmente necesitaba verlo yo lo extraño tanto...

[20:55, 26/09/2044] Tina elimino un mensaje.

[20:55, 26/09/2044] Tina: Perdón, no me hagas caso. Gracias por tú consuelo, necesitaba de ese abrazo.

[20:55, 26/09/2044] Tina: Si necesitas algo, estoy aquí, ¿Sí?, te quiero Nines.

Cerró las notificaciones y recuerdos se enlazaron a su presente.

Jericó se destruyó por completo, dejando trozos de errores en flores sobre el pasto del bosque. Un llanto se escuchó a su izquierda y él dirigió su mirada hacía allí. La silueta de Tina Chen lloraba sin consuelo sobre el cajón de su mejor amigo, abrazando su cuerpo sin vida. Su pareja lo sostenía con fuerza para que no se derrumbara, sus piernas temblaran tanto como su corazón, bombeando latidos huecos. Ni el café que servían para sedar su dolor cortante en su peco. Nada lograba calmar esa tristeza. Ni los caramelos, ni los más sentido pésame o el que, al menos, ya no sufría más. Esas palabras no aliviaban su alma, porque nada de eso le devolvería a su alma gemela de idioteces, a su chico malo favorito ni los sábados a su lado.

— ¿También sería lo mejor para ella?

Giro su mirada a la derecha.

La silueta de Tina Chen de esa tarde, se recreó en esa dirección.

...

— Mira, te traje regalos. Sé que allá arriba no hay sal ni tequila, o bueno, allá abajo — ella soltó una risita diciendo lo último.

Elijah se mantenía en silencio. Concordar horarios de visitas era algo incómodo y solían hacerlo frecuentemente. Incluso cuando RK900 iba a dejarle calas a la tumba de Roselin Reed, él también lo hacía.

— Principalmente para que cuando te conviertas en zombie, o esas mierdas de tus series favoritas, no me comas el cerebro primero. Y para que, a cambio, regreses... aunque sea un instante — pidió la voz de Chen, depositando sobre la placa grabada con "El maravilloso Gavin Reed" una petaca de vodka y una caja de cigarrillos —. Te necesito, Gavin. Solo un segundo de tus abrazos... gran idiota.

...

— Suele decirme que volverás — apretó sus manos detrás de su espalda —, qué te da pereza despertar, pero que, si hueles el humo de un cigarrillo, encontrarías el camino a casa. Con tus ventanas cerradas y nuestros hijos — sonrió débilmente —. Y mientras lo hace, llora reclamos y disculpas, por horas — apretó sus dientes, el rojo de frustración coloreo su LED en parpadeos —, derramándose en lágrimas sobre tú placa, preguntándote el por qué... y yo me hago exactamente la misma pregunta: ¿Por qué, Gavin?

Dio un paso adelante, buscando el holograma del detective, pero antes de encontrarlo, la arena de la playa de un adiós comenzó a brotar desde el suelo, como un mar desierto sin Gavin. Los caracoles brillaban memorias dentro de las perlas.

— Oh, claro... por supuesto — hundió sus pies en la nieve del verano, recordándose que ese Gavin Reed solo era una recreación, no el verdadero—, si — la realidad golpeo contra su bomba de tirio —... tampoco espero que me respondas correctamente. Hace varios despertares deje de hacerlo. Dejé, también, de preguntarme si es que tanto me amabas: ¿Por qué me ocultaste esto? — hay una tristeza que resuena en su voz, tan profunda como su amor por el humano —. Dejé de hacerlo porque entendí que estas completamente loco y no hay forma de explicarte, de contener todo lo que fuiste... eres — se detuvo, corrigiéndose — en una palabra — suspiro con pesadez, relajando sus hombros.

Regresando al momento de aquella tarde de lluvia en el departamento de policía, RK900 sintió los minutos desprenderse de él. La pintura de su palacio mental se mezcló, restos de recuerdos se entrelazaban en errores y su cuerpo metálico reclamaba la erradicación de esa carpeta dañada que sobrecalentaba sus procesadores. Pero su dolor, se difuminaba en la alegría de saber que faltaba poco, casi nada para que todo termine, dejar de pensarlo, de simularlo...

— No existe palaba capaz de abarcarte, de definirte. Delimitarte sería un debate eterno, sin poder encontrar un punto de inicio para poder explicarte correctamente, para recitarte y que el sonido que te pronuncie, manifieste lo que alguna vez fuiste... lo que eres — bajo la mirada a ese Gavin Reed al frente suyo, mirándolo con sus ojos cristalinos, en busca de una señal para entender las acciones de RK900 —. Dime, ¿Cómo explicar el hecho de que aun perdures en mi procesador, aunque tu archivo este dañado? — curvo sus labios de costado —, no tendrías una respuesta a eso. De hecho, no podrías ni imaginarte lo que eres para mí...

— ¿Y que soy, entonces?

— Una persona impulsiva con tendencias autodestructivas vertidas en las adicciones en la que dependías para evitar afrontar las cosas, para poder culpar al mareo de tu cabeza de las cosas que no podrías hacer sobrio. Amante de la destrucción delicada contra tu piel. Podría etiquetarte como un idiota masoquista, pero sé que solo sería un resentimiento de mi parte por no poder probar a esa parte tuya en todas las zonas de tu cuerpo — admitió, pero ese no sería el final de su respuesta —. Tu paranoia te hace creer que todos están ahí para prestarle atención a tu miseria, escuchando hasta el mínimo murmullo a tu nombre, llenándote de los demás para alimentar tu inseguridad — apartó la mirada, tomando aire como si necesitara hacerlo —. Un egocentrista de ego frágil, con heridas que decidiste no tratar con un profesional y tirar la medicina, para convencerte a ti mismo de pagar tus errores en tus espasmos, sin poder mantenerte en pie sin tropezarte con tus propias debilidades. Con más complejo que ropa y con una obsesión absurda de dejar las ventanas cerradas, dejar las cosas inconclusas e insultar hasta la muerte como vía de escape a las situaciones — dijo sin titubear.

— ¿Me ves de esa forma tan jodida?

La mañana de ese domingo, en donde no supo cómo mentir. Porque Gavin sabía leer sus labios. No sabría decirles con certeza cual era el espacio que se manifestaba, todo era una mezcla amarga del pasado con el presente.

— Sí, eres una basura como todos dicen, Gavin — miro el espejismo debajo de su barbilla —. Connor siempre me repitió que tuviera cuidado de ti y esa tendencia tuya, en cada pelea, en cada insulto. Ahora suele decirme que no puedo seguir así, que debo aceptar que ya no estas — presiono sus labios —, pero si vuelves cada veintiséis de septiembre, ¿Cómo podría hacerlo?

— ¿Por qué te quedaste?, ¿Qué mierda haces aquí?

Tampoco pudo responder esa pregunta, estaba tan asustado de que podría decirle, que no supo que decir.

— Porque eres parte de mí, todo el tiempo te pienso a ti 0y en otro final de esta historia — confesó —, yo podría haberlo hecho mejor, podrías haber confiado en mí. Podríamos haber sido todo si tan solo me hubieras dejado amarte... incluso con tal que regreses, aunque sea un segundo, te devolviera lo que dices que te robe. y te regalará mi corazón.

Las plantas dejaron caer las gotas, sintiendo la vibración del androide contra sus tallos, todo a su alrededor comenzó a destruirse por completo. Escombros de recuerdos, fosas del tiempo huecas, segundos escurridizos que detenían el tiempo en ellos.

— ¿Qué soy para ti, Nines?

— Mi amado Gavin Reed — soltó, por fin después de tanto tiempo de callar al ver a esa silueta producto de sus engranajes —, y si, eres todo lo que dije anteriormente, pero... mucho más. Porque, aunque no podías ponerte de pie, lo intentabas. Aunque no podías hacer más que insultar, me susurrabas cosas dulces cuando no sabía cómo enfrentar tantas emociones. Fuiste tanto Gavin... tanto — sonrió suavemente —. El solo mirar tus ojos me hacían cosquillear en color sol de un atardecer. Como un bocado de durazno dulce, dentro de ti guardabas tanto sabor. Un bosque de humo de pino incierto, capaz de hacer florecer y derretir mi metal con la mínima caricia. Y esos complejos con los que cargabas, se dejan volar en la vía láctea en tus cicatrices cuando intentas cambiar, acercándote a mí en puntas de pie...

El androide comenzó a caminar a donde estaba esa manifestación del humano.

— Ocultabas la desnudez de tu cuerpo, de tu alma... me decías que solo era porque no te gustaba que te miraran, pero el sonrojo en tus hombros decía más de lo que callabas. El mar de expresiones que fuiste capaz de dedicarme intentando ocultar tus pucheros en una mueca, tus latidos en gritos y tu amor por mí en el odio — hablo sin detenerse.

El holograma no encontró un recuerdo para responderle, porque el androide nunca se atrevió a decirle eso.

Con el recuerdo vivo de su inestabilidad caprichosa, aunque todo estuviera por acabar... el androide no podía evitar sonreír al recordarlo trasnochar en sus pupilas. Y aunque ese no fuera su detective, lo sentía allí, por más que estuviera padecido a perderlo. Destinado a olvidarlo sin poder hacerlo.

— Siempre me pediste poco, temías que me estuvieras obligando... pero en verdad podría repetir, por más malo que fuese, el sabor del roce de tus labios. Me ahogaría en sensación de tu cuerpo al ras del mío, y te desnudaría con mi mirada... como siempre lo hice. Temías pedirme caricias y yo soñaba con dártelas — estiro su mano al rostro de la ilusión —. Dime, si estuvieras aquí... ¿Recordarías lo que dijiste aquella noche? Qué querías me quedará a tu lado "toda la puta vida" — pestaño suavemente —. Porque yo no puedo olvidarlo. Mírame, aún estoy aquí, Gavin. Sigo aquí...

La simulación dio un paso hacia atrás.

— Yo no.

RK900 detuvo su mano, contemplándolo en silencio.

— No me esperes.

Dio la vuelta sobre sus talones, comenzando a desvanecerse, como todo a su alrededor. Las alertas marcaban en rojo las estadísticas, posibilidades y la necesidad de su software de regularizarse, detener el temporizador y sobrevivir a esa inestabilidad de sentimientos que golpeaban contra sus procesadores.

— Esta es mi despedida, Nines.

— También es la mía — susurró suavemente.

El temporizador conto los últimos segundos y el reloj anunciaba la inminente llegada de las nueve.

— Se que no lo hice a tiempo, pero yo también elegí amarte. Lo haría de nuevo e incluso, cada vez más, aunque el precio a pagar fueran tus fantasmas de recuerdos en mi estasis. Por más que me odies, por más que me ames con fecha límite, con nuestras diferencias, con tus errores y los míos. Te amaría en la eternidad de mi metal. Regresaría en mis pasos y, pagaría por ti esa sentencia a muerte, muriéndome de amor en tus amaneceres. Te compensaría con mil besos mis silencios. Si podría volver, si tan solo podría verte alguna vez más... yo te elegiría, Gavin.

[Cinco segundos restantes].

— Te perdonaría, por más que seas el causante de esta inestabilidad destructiva. Sin la necesidad que me lo digas, lo haría todo por tu estática.

[Cuatro].

— Perdóname por no saber amarte sin cortarte y renunciar a ti. Es que, simplemente te amo, como tú a mí, sin saber cómo hacerlo. Perdóname, cariño, por no recitarte mi amor cuando lo necesitabas.

[Tres].

— Si te veo pronto, sin restricciones, dudas ni silencios saturantes, voy a hacerlo. Amarte para siempre, quiero decir. Tanto como lo hice ayer, como lo haría mañana y como lo hago ahora... a tantos años de tu muerte.

[Dos].

— Cariño, tú eres mi respirar... te extraño tanto que se me hace difícil el continuar sin ti. Sin todo lo que eres, por eso, aunque me pediste que te borrara, no pudo hacerlo. Simplemente no puedo hacerlo — las estrellas se deslizaron de sus ojos, sin consuelo, escapándose de sus ojos —. Es que Gavin... yo-

— Te amo — interrumpió el recuerdo.

...Ah, esa posdata. Decía y dolía tanto...

RK900 sonrió con dulzura y entrecerró sus ojos.

[Uno].

— Yo también te amo, Gavin.

Respondió, finalmente. El temporizador alcanzo el último instante y todo comenzó a oscurecer dentro suyo. Pero a pesar de eso, las flores a su alrededor brillaban, iluminando una sonrisa... esa sonrisa. Su mano se encontró con las del humano y con la otra, toco su rostro con delicadeza. Y cuando la imagen de Gavin Reed dejo de ser errores, cuando sus susurros se intercambiaron entre sus latidos y sus labios se unieron suavemente...

El LED de RK900 se apagó.

Y cuando la noche marcó las nueve y se adueñó por completo del cielo, otra víctima del Hanahaki Disease se unió a las tantas...

Fin.


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