Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vomitando flores sobre tu piel [Reed900] por Angelkitx

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Sincronizado con ese último segundo de la desactivación de RK900, el despertador digital resonó por toda la habitación de cierto departamento. Desde la mesita de noche, anunciaba la llegada de las nueve de la mañana. Gavin Reed se revolvió en la cama, chocando su pecho desnudo contra las sabanas desacomodadas. Revolviéndose con pereza. Estiro su mano en un bufido vago, buscando el botón para apagar el sonido irritante.

El silencio de los pájaros recién despiertos, despertó sus oídos, obligándolo a reincorporarse en un resopló, apretando la tela suave con sus manos.

— Nines — gimió en un bostezo.

Podía escuchar su corazón sollozar latidos, las palabras que contenía dentro de él se ahogaron en su garganta

—... Espera, ¿Quién mierda en Nines? — se preguntó a sí mismo, el sueño fresco le respondió su pregunta — ¡Pero que sueño de mierda! — gritó chasqueando su lengua. Sus ojos dejaban caer lágrimas contenidas en su lagrimal. Sobó su nariz, haciendo una mueca —. Eso fue una mierda triste...

Su corazón latía profundamente con rapidez. Y como el sabor de cigarrillo mentolado, el roce de su ensueño con ese androide RK900 perduro en su aliento, robando sus suspiros como si eso realmente hubiera pasado.

Su compañero de cuarto, y hermano, Elijah Kamski, se despertó ante el grito.

— ¿Puedes callarte, Gavin? — gruño, remarcando las palabras —, son las putas- — se detuvo para mirar la hora desde su pantalla transparente —, ¡Las putas nueve de la mañana! — se quejó.

— ¡Cállate y escúchame! — pidió de mala forma —, creo que acabo de tener un sueño lucido, de esos que se sienten como una vida en segundos — giro su rostro a la cama del contrario, buscando la mirada de su hermano —. Yo era un detective re famoso, todos me amaban, resolvía los casos en un chasquear de dedos — exageró — y... ¿Escupía plantas? Eran flores... azules creo. Ah, y vos — soltó una risita, arrugando su nariz —, escúchate esta: ¡Vos eras millonario!

— ¿Qué te dije de inhalar hielo rojo antes de dormir? — carcajeo, el olor a sol se infiltro por la ventana.

— ¡No estoy drogado, idiota! — frunció el ceño —, lo digo en serio. Es como si hubiera sido mi otra vida o alguna de esas mierdas. Había androides con sentimientos como en el libro de mierda que estas escribiendo. Incluso era como si yo... estuviera enamorado de uno, ¡Puto asco!

Un pequeño felino que entró Gavin a escondidas se despertó ante el grito y dormitado bajo del asiento del escritorio. Acomodo su pelaje oscuro lacio y saltó a la cama de su compañero de vida, este lo acaricio y acuno entre sus brazos.

— Deberías dejar de leer comics y conseguirte de una vez a alguien para que coger — resopló, cubriendo su rostro con una almohada —, ahora déjame dormir de una puta vez — habló contra el algodón.

Suave hijo de puta, pensó.

Rodó los ojos — No te cuento nunca más nada, maldito imbécil.

Beso el pequeño felino que buscaba alcanzar su pelo con sus patitas. Provocando cosquillas en la punta de su nariz por su pelaje suave y lo dejo con delicadeza recostado en el colchón, para levantarse, arrastrando las sabanas con él.

— ¿En serio? — preguntó emocionado, destapando sus ojos azules —, ¿No ve más a joder las mañanas nunca más? — le sacó la lengua.

— Vete a la mierda, idiota.

Levanto su dedo del medio y se encamino al baño. Tomo una bocanada de aire recordando la sensación de las flores y cerró la puerta con fuerza. Refregó su rostro y tiro sus cabellos para atrás. Sin pensarlo mucho, se despojó de las prendas que cubrían las cicatrices de su cuerpo y lanzó el pantalón contra el cesto de ropa sucia. Busco su toalla oscura y la deposito sobre el barral del baño, recordando con extrañeza momentos específicos del sueño. Notó el reflejo de su rostro contra el cristal del botiquín y dio en cuenta a varias cosas.

Primero, la falta de horas de sueño en sus ojeras marcadas de insomnio.

Segundo, lo mucho que lloro en aquel sueño en sus ojos hinchados de lágrimas.

Y tercero, debía depilarse la jodida barba.

Abrió la cortina de la ducha, y giro las perillas del agua. Se metió sin pensarlo y soltó un chillido cuando el frio choco contra su cuerpo. Y fue esa temperatura, que de a poco comenzaba a entibiarse, la que le recordó a esa persona, androide. Detrás de sus pupilas, el hielo en su mirar lo congelo.

Su piel se erizo, pero intento restarle importancia al bombeo de su corazón.

El gel de orquídeas espumo en su piel y los productos para pelo moldearon su pelo en forma puntiagudas y desordenadas. Lavó sus dientes mientras refregaba la esponja contra su cuerpo. Se tomo su tiempo, pensando el sonido de las gotas retumbando contra las baldosas. Y es que el levantarse temprano no era algo normal en él, siempre que lo hacía perdía horas mirando a la nada... o a un zapato generalmente. Pero en ese momento, más que contemplar objetos, solo podía pensar en esas palabras, que por más irreales que fuesen, se grabaron en su mente con ecos de esa voz metálica por todo su cuerpo.

Sus cuerdas vocales tararearon una melodía de Chopin. A él no le gustaba la música clásica, pero cuando RK900 se instaló en su cabeza, no pudo evitar replicarla con dulzura, en un concierto de melodías para los productos de baño. Y sus parpados bajaron, para poder enjugarse el jabón y no morir en el intento. Las burbujas se quedaban atrapadas en sus pestañas y su pelo comenzó a gotear.

«El solo mirar tus ojos me hacían cosquillear en color sol de un atardecer».

Cerró la canilla, dejando que el agua se escurriese por la rejilla.

Estiro la mano hasta la toalla y se secó el cuerpo para luego envolver su cintura el algodón. Y salió, permitiendo que el vapor flotase por el aire.

«Apareces en cada beso, en cada toque».

¿Por qué su corazón dolía?, RK900 no existía, solo era un personaje creado por sus sueños... y lo sabía, entonces, ¿Por qué lo extrañaba tanto?

Esa sensación se instaló en él y lo acompaño toda la mañana, tanto como ese pequeño gato de melena lacia. Extrañamente cariñoso, se refregaba contra él. El sueño lo invadió, pero no podía permitirse el quedarse dormido, tenía compromisos con alguien más.

— ¿Qué pasa, Lucifer? — preguntó acariciándolo —, ¿Qué dices...?, ¿Qué me quede durmiendo contigo? — acercó su oreja a los maullidos —. Pero- no puedo, Tina va a matarme.

Elijah, quien estaba sentado sobre su cama, aparto la mirada del libro en sus manos viendo sobre sus lentes y soltó una carcajada entre dientes ante la divagación del contrario y regresó a su lectura sobre ciencia ficción. La televisión prendida anunciaba el clima para los próximos días. Primavera de días más largos y noches cambiantes. Bastante a tono para las emociones de Gavin. De hecho, ese sería un fin de semana largo, tenían planeado demasiadas cosas para esas dos noches... bueno, solo querían ir a bares, beber y perder la consciencia. Su amiga Tina Chen, prometió unas bebidas y Gavin -por supuesto- no iba a negarse. Así que debía pasarla a buscarla del trabajo al atardecer e ir directamente al departamento.

Todo sonaba muy bien... pero como si de una abstinencia real se tratase, el sueño reclamaba dosis de quedarse en casa. Mas, los mensajes de Tina vibraron advertencias sobre los resultados mortales que podrían ocurrir si ese día Gavin la dejaba plantada en el café. Reed sudó frio.

Paso el resto del día jugueteando con su celular, viendo videos de gatos y tomando café instantáneo. Buscar la ropa que ponerse no era algo que le preocupase demasiado, su chaqueta prácticamente pedía salir y a él le gustaba como le quedaba.

Cuando la tardecita toco el cielo, se apresuró a ir a buscar a su amiga para evitar recibir horas y horas de regaños de su mejor amiga. Se vistió con su ropa típica, se despidió de su familia (su hermano y su gatito) y no prometió volver temprano.

Bajo las escaleras, porque el ascensor estaba averiado y prefería caminar a morir encerrado. Los carteles de prohibido fumar colgados en las paredes, se llenaban del humo en espiral del cigarro que Gavin prendió bajando por el tercer piso. Saltaba los escalones con su casco metido en su manga.

Su desodorante imitación de Colbert Noir, dejaba su aroma a su paso. Y cuando llegó al piso cero, saludo a su amigo Simón, en la entrada de la residencia y salió al estacionamiento compartido.

Palpo la llave en su bolsillo, dejando morir cigarrillo en su boca y la lanzó hacía el aire. Tiro la colilla al piso y se colocó el casco. Lo usaba más porque podía prender música en los mismos, que por seguridad. Subió a la moto oscura y comenzó a conducir, sin medir su velocidad, hasta el Cibercafé.

Llegó en segundos, no quedaba muy lejos de su departamento. Tocó la bocina una, dos... tres veces. Pero su amiga no apareció. Bajo de su moto, rodando sus ojos con molestia.

Bueno, no importaba. De todas formas, quería-, no, necesitaba tomar un café antes de ir a gastar la noche; así que iba a pedirle a Tina o Lucas (el compañero de su amiga) que le preparase uno. Las estrellas apenas se asomaban, pero la noche ya perfumaba su alrededor. Hecho un vistazo a la entrada y notó que el cartel de búsqueda de empleados ya no estaba más. Chasqueo su lengua por tardar en dejar su currículum vitae e intento no pensar en quien podría haberse robado su puesto.

Rasco su cabeza y abrió la puerta del café, haciendo tintinear una campaba. No había muchas personas dentro, y las pocas estaban esparcidas entre mesas distantes. Y para sumar a la molestia de él, nadie estaba atendiendo la caja registradora o tomando pedidos.

— ¡Oye, idiota! — gritó, apoyándose contra la madera, tirando su cuerpo hacía atrás.

El olor a café lo hizo sonreír inconscientemente, observó con extrañeza las flores azules en un florero de cerámica. Debían ser extranjeras, en Detroit no eran comunes ese tipo de plantas.

— ¡Hazme un café! — reclamó, las personas lo miraron de mala forma, pero no dijeron nada porque era un cliente regular y se le permitían ciertas cosas... hasta cierto punto, por supuesto.

Por cierto, no sé si lo habrás escuchado alguna vez. Pero dicen que cuando encuentras a esa persona el tiempo se atonta y corre jodidamente despacio. Las mariposas aletean un canto y todo es color rosa.

Menos mal que Gavin Reed jamás creyó en las mierdas románticas. Porque en el momento que los pasos finos de alguien más rebotaron contra la madera clara y resonaron belleza en sus oídos, el tiempo se disparó en cámara lenta y las mariposas chocaron contra las paredes de su garganta.

Se detuvo en ese momento, mirándolo. Como si hubiera estado extrañándolo una vida entera. Por supuesto, el maldito era más alto que Gavin, pálido como una noche de invierno dormido de constelaciones en lunares y tenía unos ojos condenadamente congeladores. La polera oscura de cuello de tortuga se apegaba a su cuerpo, y del lado de su corazón, una etiqueta resaltaba el nombre: Richard K. y el número de empleado, nueve.

— ¿Qué demonios? — tartamudeo. Era exactamente igual que ese androide de sus sueños. La misma expresión, el mismo olor a menta... con la excepción de ese ritmo de respiración en su pecho — ¿Nines? — sus ojos brillaron inconscientemente.

El contrario ladeo la cabeza — ¿Disculpe? — preguntó con su mirada seria, acomodando la etiqueta con su nombre por si el contrario había leído mal.

— Oh, nada yo — vaciló, apartándose del mostrador —... te confundí con alguien más, un androide — rasco la cicatriz de su nariz. Su lengua se soltó sola y su expresión paso de enojo a confusión en un instante.

— ¿Androide?

— Ya sabes, metal, LED — tocó su cien, el más alto negó —... ¿No? — aparto la mirada y acarició el pétalo de la una flor, para distraer su nerviosismo.

Richard, sin comprenderlo, solo se dedicó a mirarlo en sus intentos de mostrarle gráficamente con su cuerpo lo que significaba el ser androide. Con su formalidad, mantuvo la calma y espero a qué el contrario se callará. Tomó la muñeca del contrario con firmeza.

— No sé a qué te refieres — aparto la mano de Gavin de la flor —, pero deberías cuidar tu comportamiento si no quieres ser tratado de la misma forma. De lo contrario, me veré en la obligación de neutralizarlo y negarle el permiso al establecimiento.

Gavin pestaño con incredulidad, sin prestarle atención a las amenazas. Se quedó trabado en la conversación sobre reconocimiento de un androide. Una idea se prendió en su cabeza y volvió a inclinarse sobre el mostrador con duda.

— ¿Beep, beep? — junto sus manos y lo miro esperando una respuesta.

La expresión del empleado cambio por completo, abrió su boca para decir algo, pero la cerró rápidamente, presiono sus labios pasmado por esa persona al frente de él y su seriedad en la comisura de sus labios comenzó a curvase suavemente, para soltaron una pequeña risita. El sonido acarició su alma y puso su piel de gallina. Las motas verdes de sus ojos se expandieron por completo, completamente enamorado por la reacción.

— Entonces, ¿Un café? — sonrió con dulzura, acomodando el florero.

Gavin sintió cosquillas en su interior, las mariposas se calmaron, pero su corazón no — Joder — jadeo.

— ¿Mm? — acercó su rostro.

— Quiero decir- eh... café para llevar — pidió apartando la mirada, alejándose —, pero sin esa espuma o liquido azul, puto asco — arrugó su nariz.

La cafetería tenía tendencia a ponerle eso a todas sus comidas. No entendía como a su amigo Simón podría gustarle esa mierda. Además, salía demasiado caro y arruinaba con su sabor metálico el café.

— ¿Thirium? — alzó una ceja, mostrándole la imagen colgada en los catálogos.

— Esa mierda — asintió, buscó su billetera para pagar.

Extendió el dinero hacía el contrario. El contrario tardo en tomarla, pero lo hizo en fin y Gavin agradeció en un sopló escurridizo el poder soltarse del hechizo de su mirada.

— En un instante se lo preparo, puede sentarse donde guste — señalo las mesas. Notando el tembló del contrario, como si estuviera en otro planeta estando en la tierra.

— Está bien, gracias — su voz sonó más suave de lo normal —, mierda, quiero decir — acomodó su voz — ¿Supongo que gracias?

Y todo el mundo de él dio un vuelco.

Jamás agradecía y mucho menos se atontaba de esa forma al frente de alguien que le parecía lindo. La sangre subió hasta sus mejillas bruscamente y el contrario lo miró fijamente, como si estuviera jodidamente escaneando cada parte de él.

Se quedo parado, pinchando su lengua con su colmillo al sentir esos ojos celestes sobre él. Sostenía su nuca, insultándose internamente por actuar como un jodido idiota. Compartían roce de mirada cada tanto, mientras Richard encendía la cafetera con calma.

La distancia se sentía cercana, los centímetros de ellos no se notaban. Y mientras la cafetera goteaba los granos de café que Richard preparo a la perfección, Gavin se hechizo en él.

— ¡Gavin! — Chen salió de la cocina, saltando a abrazarlo.

El contacto de sus miradas se quebrantó.

— Perdón por tardar, no pensé que justo HOY serías puntual. Estaba enseñándole algo a Connor — revolvió su pelo.

— ¿Connor? — preguntó, sin entender a quien se refería.

— Si, es nuevo. Ese de la caja es su gemelo — miro a Richard con una sonrisa —. Por cierto, chau Richi — saludó —, ¡Suerte en tu primer día! — levantó su dedo pulgar.

— Gracias, Chen — agradeció.

El filtró goteo las ultimas gotas de café y Richard vertió el café dentro de un vaso de telgopor. Deslizo sus manos hasta los bolsillos del delantal atado a su cintura y comenzó a escribir algunas cosas con una caligrafía perfecta. Gavin no dijo nada, solo lo miraba. Pensando en qué demonios estaba haciendo esa persona.

— Tierra a Gavin — Tina chasqueo sus dedos en frente de sus ojos —, ¿Estas bien? — preguntó preocupada, mirando a donde estaba la mirada de su amigo.

— Si, solo- — se detuvo —, nada.

— Bien, ahora, ¡El 'beber' nos llama! — carcajeo, dándole empujoncitos a su amigo —, ¿Qué demonio te pasa? — preguntó confundida, viendo como este miraba a su compañero perdidamente. Soltó un suspiro contento, dándole unos golpecitos con su codo, arrastrándolo a la puerta de entrada —. Bueno, bueno ¿De qué me perdí?

— De nada, idiota — rodó los ojos, le colocó el casco sobre la cabeza de Chen —, vámonos — alcanzó el picaporte.

— ¡Espera! — gritó el más alto, arranco la nota y la pegó sobre el vaso. Tomó una de las tantas flores azules y camino delicadamente hacía él. Su cabello soltó una pequeña onda y él la acomodo rápidamente.

— ¿Eh? — giro su cabeza y choco con qué el rostro del contrario, quien tomo sus manos y deposito sobre estas el café y la flor.

— Creo que te debía un café — susurró contra su oído, bajando sus manos hasta el bolsillo trasero de Gavin, para depositar el dinero que le dio dentro de este —, espero verte de nuevo.

El rubor cubrió su rostro y cuello ante la repentina acción. Y ahogando un respiro, abrió la puerta dedicándole un jadeo de confusión y salió rápidamente, casi resbalándose entre sus pasos.

— ¿Qué acaba de pasar? — curioseo Tina, con una sonrisa pícara en su rostro —, me voy dos segundos y te pones a coquetear con mi compañero nuevo.

— Joder, yo no coqueteaba-, ¡Cállate! — cubrió su rostro, estaba jodido y avergonzado —, mierda...

— Me sorprende que te haya dado una de esas flores. No son de acá, trajeron con ellos las plantas, pero cada vez que intentábamos tocarlas parecía disgustarle. El jefe debió insistirle en traerlas, ya sabes lo pesado que pude ser. Apuesto que debes gustarle o algo... ¡Mira, hasta una nota tiene! — arrancó la nota del café y levantó el plástico del casco gastado —... oh, mierda. Supongo que ahora no puedo chantajearte con su número para que pagues hoy las bebidas — hizo un puchero —. Espera, ¿"Nines"?

— Dame eso — le arrebato el papel.

Tenía un número firmado con Nines. Gavin regreso su mirada a del otro lado del cristal y vio como Richard marcaba los hoyuelos en sus mejillas levemente rojas. Intento ocultar su rostro detrás de la cafeína e ignorar los capullos de sentimientos dentro de él, pero cuando le dio un pequeño sorbo al café más rico del mundo, lo entendió...

Si, definitivamente estaba jodido...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).