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Vomitando flores sobre tu piel [Reed900] por Angelkitx

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...

— Detente Gavin.

El cuerpo entero de Gavin Reed dolía en la distopia del presagio que parecía no querer abandonar su pensar. Es que después del incidente con Boris, el detective había comenzado actuar de una forma extraña, poco común en él. Algo que había hecho en secreto hasta el momento, ahora simplemente no podía evitar que se haga cada vez más notorio para los ojos ajenos a su relación y para ellos mismos. Reed actuaba errático en el trabajo. Sorpresivamente para todo el departamento acostumbrados que él solo se metiera en los problemas y que fuera él mismo en salir sin dar ninguna señal de que lo afecte. Y los casos que antes eran simples, sin mucho peligro más que una bala perdida, se dificultaban cada vez más. Gavin simplemente se disociaba en los momentos de acción y solo se centraba en defender al RK900, como si temiera que algo pudiera ocurrirle en cada segundo que pasaba. No era particularmente consciente que lo hacía siempre y esta no era una excepción. Se estaba volviendo cada vez más constante y uno de los casos recientes, Gavin casi recibe una bala en su brazo derecho,  que por suerte la esquivo lo suficiente rápido para que solo pudiera dejarle una cicatriz más.

Se estaba saliendo de control y alguien debía poner un alto.

— No sé qué ideas tengas de mí — Nines se acercó a Gavin en la zona de descanso, tras varios días de ver que su compañero se estaba comportando de una manera extraña —, pero detente. Yo no te pedí que me cuides, no soy como tú y que lo hagas nos está poniendo en un riesgo completamente innecesario. Las posibilidades de fracaso simplemente aumentan y apreció que te preocupes por mí, pero solo... para.

— No entiendo a qué te refieres lata, ¡Déjame disfrutar de mi puto café en paz! — gruño en el borde de la taza de telgopor.

— Sabes a lo que me refiero. Esto es solo una advertencia Gavin, no sé qué quieras conseguir con esto, pero la próxima vez que pongas en riesgo la misión, tendré que hablar con Jeffrey.

Gavin frunció el ceño e intento ignorar las palabras del androide, pero, aunque al principio trato de negarlo, de decir que solo eran ideas del androide, se dio cuenta que tenía razón.

— ...ugh, mierda — jadeo Gavin contra su palma mientras se abrazaba a sí mismo.

Ese mal presentimiento le estaba cagando la vida.

Normalmente, en días anteriores, Reed no hubiera vomitado flores en el trabajo, pero ahora simplemente pareciera que no importaba el lugar. Estaba encerrado en unos de los cubículos del baño, con su mano sobre sus labios ahogando cualquier sonido que dieran evidencia de lo que le ocurría.

Para suerte de Gavin, Nines no necesitaba ir al baño así que este resulto ser un buen lugar para ocultarse cuando las repentinas nauseas lo invadían. Hasta ahí, porque siempre debía estar pendiente de que nadie lo siguiera o que nadie entrara al baño junto con él. Un pequeño déjà vu de lo que le hacía cuando sentía los indicios de un ataque de pánico, porque más allá de esta enfermedad, Gavin también cargaba con tantas cosas, con fantasmas que parecían no querer abandonarlo. Y no sabía si era por la cercanía a la muerte, pero últimamente todo parecía ir hacia abajo.

Un humor extraño, una mezcla de tristeza y molestia se adueñó de su comportamiento. No tan diferente a como era el normalmente, así que nadie lo notaría, porque, todos tenían sus propios problemas como para centrarse en el irritable Reed que moría lentamente como una flor olvidada dentro de una carta de amor sin abrir. Salió hundido en sus preocupaciones, chocando contra las paredes blancas del baño. Se miro en el cristal y no pudo encontrarse. Más allá de su repentina enfermedad, algo en él había cambiado, ya no se sentía en la misma piel. Se lavo la cara con agua fría entre intentos de volver a respirar con regularidad.  Estaba tan sumergido en su mundo que ni siquiera noto cuando el teniente entro, tampoco noto que el marco de la puerta estaba por tener un momento romántico con su rostro. "Estaba", porque Hank tomo la capucha de Gavin y la lanzo hacia atrás para evitar que ocurra.

El repentino tirón lo hizo pisar el presente de golpe, miro al viejo quien solo lo observa pensativo.

— ¡¿Qué mierda te pasa viejo?! — Grito enojado por el agarre del mayor —. ¿Buscas pelea o qué? — mostro su puño.

— Solo vete a casa si te sientes mal, idiota — dijo y continuo con su camino.

Gavin toco su cuello adolorido y procedió a dedicarle uno que otro insulto antes de salir y volvió a intentar centrarse en su trabajo. Apretó el puente de su nariz, intentando volver a la pantalla al frente de él, pero no podía, todas las palabras se deformaban y terminaban formando el nombre de Nines. La amargura del apego y dependencia se derramaba sobre él.

Se sentía tan idiota, completamente, con todas las letras y sinónimos de la palabra. Todo aquello que le costó conseguir ahora se derrumbaba al frente de sus ojos, lo único en lo que era bueno ahora era algo más de lo que fallaba. Si tan solo Nines lo tratara mal, si él simplemente tomara a Gavin y lo destrozara tanto que no le quedara ganas de volver a sentir, pero esta vez, en serio. Necesitaba una razón para odiarlo y no lo encontraba, más allá de su poco gusto por los androides.Y era consciente que era el culpable de los segundos que se escapaban de él, de que nadie más podía ser el causante, pero, que exquisita resultaba la idea de tener alguien a quien culpar.

Ese trato suave que trazaba Nines en Gavin en pétalos azules era peor que cualquier adicción que podría haber tenido en toda su vida.

¿Saben a qué centro de rehabilitación debía ir para recuperarse del "RK900"?

Se sentía tan perdido en el mar del iris de Nines que quería apagar ese fuego con la lluvia de su despecho, pero lo único que conseguía, era alimentar a las flores dentro de él que le recordaban burlonamente que su amor seguía allí. Hank tenía razón, no iba a conseguir nada haciendo ese lamentable melodrama que coincidía con la melodía triste de su palpitar, esa que resonaba en cada suspiro que le dedicaba al androide.

No. Esto no podía afectarle, debía ser fuerte y continuar con su labor, como el Gavin Reed de siempre. Oh, como extrañaba a ese hijo de puta sin sentimientos, el amante de los amores de una noche y un café sin recuerdos. El que le daba asco la simple idea de regalarle un minuto de su tiempo a alguien. «Cortar el problema de raíz», demonios, debió haber hecho caso a Jeffrey aquel día.

¿«Haz algo, demuéstrame que quieres que te perdone»?

Reed sintió la necesidad de que la tierra lo tragara, ¿Qué pensaba conseguir con eso?,  ¿Qué lo besara? estaba más que el androide no planeaba gastar sus labios en los de él. 

¿«Estas celoso »? 

A la última persona que le hizo una escenita de esa forma lo había mandado a la mierda, porque él no le pertenecía a nadie y las escenitas de celos le daban asco. 

¿«Cuida a Nines por mí?»?

¡Como si él fuera capaz de hacerlo de todas formas!, él podía cuidarse solo. 

«— Yo no te pedí que me cuides».

Que forma sutil de decirle a Gavin que dejara de molestarlo. Es que, tampoco podía reclamarle nada al RK, no debía hacer nada más que mirar hacia otro lado, cubrirse de espinas como regularmente lo hacía para superar las situaciones. No podía seguir romantizando la mierda que era, porque no importaba cuanto color esparciera en su cuerpo, nunca iba a poder dejar de ser ese gris sin vida. Y, sobre todo, jamás podría ser más que un compañero de trabajo para Nines. Antes de abandonar el recinto, echo una mirada fugaz a aquello que le causaba la sensación de estar fuera de lugar, eso que le producía unos celos sin razón. La muda conversación que Connor y Nines tenían, lo que se decían en secreto que nadie más podría escuchar, algo parecido a la telepatía, pero versión androide. Aun sabiendo que ellos no se querían más que como hermanos, no podía evitar chasquear su lengua y molestarse e inconscientemente, también sabía que ese era por qué nunca se llevó bien con el RK800. 

Él le hacía recordar lo bastardo que era, porque Connor no lo perdonaría y él no se disculparía tampoco.

Y se fue, con el corazón en mano, la capucha baja y el humo del cigarrillo que formaba la silueta de esa persona que tanto amaba en el aire. Un tacho de basura estaría bien para tirar al sentimiento y las flores. Su labio ya se había hinchado de tanto que lo mordía, intentando soportar el desliz de un sollozo. Solo comenzó a acumular, día tras día, eso que pedía a gritos que se diga en voz alta. Eso que estaba en la punta de su lengua. Y no quería caerse en el desamor, dijo que no lo haría. Tenía que cumplir, pero cada vez era más y más difícil evitarlo.

El no decirlo se anclo en su garganta, se moría de ganas de decirle a Nines que se quedará, que lo mirara por un instante y que escuche lo que sus pupilas le querían decir desde hace tiempo. Pero era más fácil taparse los ojos, su boca, apretar su núcleo y solo hacerle caso a lo que su cabeza repetía desde el primer encuentro: Ódialo, sin razón, pero hazlo. Tanto como a ti mismo y aléjalo. ¡Es peligroso! 

Pero su corazón vibraba con la misma fuerza y contraatacaba: Amaló, sin razón, pero hazlo. Amaté y acércalo. ¡Es seguro!

Qué difícil resulta a veces pensar y después existir, ¿Verdad?

Esa absurda necesidad que tenemos de separar la razón y el sentimiento, poniendo en la balanza cuál de las dos tiene la verdad absoluta, gastando nuestro presente en una dualidad inexistente.

Sus pulmones querían respirar el mismo aire que Nines, el cosquilleo del aroma a eucalipto artificial contra su sentido del olfato. Su tacto exigía más contacto y su estómago: una buena hamburguesa. Bueno, lo último fue porque no había comido nada en todo el día.

Las repentinas ganas de derrumbarse golpearon contra el gris de su mirada, no veía el camino, solo caminaba por la necesidad de hacerlo. Y pensó, por uno momento que no podía dejar que algo simplemente le arrebatara la vida, no, a la mierda. No había mantenido su culo a salvo durante tantos años como para que una enfermedad ridícula lo matara. Él iba a hacerlo primero, iba a cagarle los jodidos planes al destino.

—  ¡Que te den! — grito.

¿Pero cómo podría hacerlo?, ¿Tirándose del balcón?

Algo así como el cuento de "Carta a una señorita en París" de Julio Cortázar. Siempre se había preguntado porque era el único relato de todos lo se le obligo a leer que más recordaba y es que, al fin y al cabo, había resultado una gran parodia de su vida. Los conejitos que salían de la boca del personaje se asemejaban a lo que le ocurría con los pétalos y de en vez de destruirle el departamento, las flores lo destruían a él. 

Saltar sería una buena opción, porque se centrarían en el cuerpo más que en las flores alrededor de él.

Levanto su vista, a unos pasos de él estaba el puente, ese en donde descubrió lo que sentía por el androide. Y ciertamente dicen que lo que le pedimos al universo, nos lo da, ¡Pero eso parecía una jodida invitación al más allá!

—  Maldita sea — se acercó al barandal, completamente molesto y decidido a arruinar el proyecto retorcido del hado.

No había mucha gente circulando, así que se tomó su tiempo en respirar profundamente y comenzar a ladearse más allá de la barandilla. Sonrió cerrando sus ojos, por primera vez estaba por cumplir algo. Esa promesa de no hablar del amor. Oh, mierda, RK900. La carta, se olvidó de hacerla.

Bueno, tampoco importaba mucho de todas formas.

—  Adiós, jodido infierno terrenal.

Antes de que se impulsara por completo para sobre pasar la barandilla, unos brazos pequeños rodearon su pecho, impidiendo cualquier acción.

¿Qué estaba haciendo?

Se detuvo un segundo, suspiro, aún quedaban muchas cosas por resolver. Esa enfermedad lo estaba consumiendo completamente al punto de pensar estupideces sin sentido.

—  ¡Adivina quién soy!

Y fueron solo esas tres palabras con una terrible pronunciación del español lo suficiente para que Gavin se diera vuelta rápidamente y sin siquiera verla, saber a quién le pertenecía esa voz tan cálida.

—  ¿Tina-?

—Estoy de vuelta en casa Gav, te extrañe mucho, tonto — bajo sus manos, achinando sus ojos.

Reed estrujó a Chen entre sus brazos, como si fuera lo único que necesitaba entre el eterno descontrol, una superficie sólida en donde poder pararse. El arcoíris y la lluvia suave luego de que el cielo pareciera haber derrumbado sobre nosotros.

—  Jodida idiota, no vuelvas a dejarme... por favor. 

Tina se sorprendió por el repentino agarre, pero lo correspondió rápidamente al escuchar los sollozos que se escapaban de Gavin y le dio pequeños masajes en su espalda — No lo haré cariño.

—  Te extrañe, tanto... idiota. 

—  Lo sé.

Tina Chen no sabía que era lo que le había ocurrido en la vida de Gavin en esos meses de distancia, pero no pudo evitar llorar junto a él, entendiéndolo en silencio, sintiendo en carne propia la carga que tenía su amigo en el corazón. Compartiendo su dolor.

—  ¿Cuándo regresaste? — preguntó Gavin, calmándose un poco por el tacto de Tina limpiando sus lágrimas.

—  Hoy, no te dije nada porque quería que fuera sorpresa — contó, aliviada de verlo de nuevo — , pero al final, tú me la terminaste dando – rió dándole unas palmadas suaves en el hombro — ¿Qué hacías aquí?... ¿Peleaste con Bruto o alguno de los bebés?, ¿Lucifer sigue sin ronronearte? 

—  Algo así — carcajeo por el comentario, agradecido de que Tina no haya notado lo que realmente iba a hacer —, ¿Y qué haces aquí? Debes estar cansada por el viaje idiota, vuelve a casa.

—  ¡Es que no puedo Gav!

—  ¿Eh? — la miro confundido —  ¿Por fin se cansó de ti Valerina? No la culpo la verdad...

Tina lo golpeo en el estómago, haciendo que Gavin se encorvara un poco y soltara una risita.

—  No, es que tenemos que prepararnos para esta noche...

—  ¿Esta noche? me gusta cómo suena eso, ¿Qué hay esta noche?

—  Me vas a invitar unos tragos, por supuesto — le saco la lengua provocando que Gavin rodará los ojos con cariño —, además tengo ganas de ponerme en pedo en frente a la costa con mi mejor amigo.

—  ¿Ponerte en pedo?, ¿Qué carajos con esa jerga nueva?

—  Ah, es algo nuevo que aprendí en mi viaje a Buenos Aires. De hecho, tengo muchas cosas que mostrarte Gavin, pero — le tomo de la mano con suavidad, alejándolo del barandal — ... ¿Qué tal si hablamos un poco antes?

...

Las olas se mecían con delicadeza y se rompían contra las orillas, produciendo un sonido reconfortante y tranquilizante. Aún no eran las doce, pero el horizonte se había desvanecido entre la espuma del mar y ahora, este y el cielo parecían simplemente uno. Los bares tenían las luces encendidas, pero ellos prefirieron darse una escapadita al oscuro de la noche. Sentir la arena en sus pies y luego quizás, embriagarse en algún lugar.

Gavin había hablado con ella toda la tarde, compartieron recuerdos de todo tipo, fotos, risas e incluso algunas lágrimas. Tina le explico que fue a buscar al departamento de policía, pero al no verlo fue a buscarlo por los alrededores, porque sabía que Gavin solía perderse en sí mismo y navegar en círculos por la ciudad.

Chen le contó con una sonrisa tan grande que el viaje había sido perfecto que el detective no necesitaba prueba alguna de que ella decía la verdad. Y esa felicidad, alimento su alma. Aunque no le haya ocurrido a él, se sentía tan jodidamente lleno con saber que su amiga estaba contenta y más enamorada que nunca. ST300 y ella habían empezado con el pie izquierdo, pero cuando por fin se dijeron lo que sentían, no había día en que los ojos de Tina dejaran de brillar. Incluso cuando se peleaban y Gavin tenía que escuchar a su mejor amiga llorar por lo mismo una y otra vez, él seguía viendo ese resplandor en ella y se sentía feliz de haberle aconsejado que le pidiera perdón ese día en donde ambas, se gritaron cosas sin sentido. A él le iba como la mierda en el departamento del romance, pero era particularmente bueno dando consejos, porque eran directos y sinceros.

— ¿La amas? Listo, ¡Ve y dile de una puta vez!

— ¡Claro que la amo, estúpido insensible! Pero tengo miedo de no ser suficiente para ella.

— ¿Ser suficiente? Mírate Tina, eres putamente única, si sigues menospreciándote tendré que patearte. Y si te llega a rechazar, ella se lo pierde ¡Además no puedes estar llorándole a un pedazo de plástico!

Que ironía, ¿No?

Pensar que habían pasado tantos años de eso...

— ¿Entonces? ¿No me vas a decir que te tiene así? — devuelta al presente.

Gavin sintió como el agua fría del mar tocaba su pie, invitándolo a entrar y sumergirse en él.

—  Hay... alguien. Un idiota de primera, un sabelotodo con una enferma manía de querer tener todo en orden, de tener la razón siempre.

—  Suena como todo un encanto, ¡Que romántico!

Gavin unió ambas cejas y continúo: —  Y eso no es lo peor. Es tan jodidamente perfecto que da asco, me dan arcadas de solo pensar en estar cerca de él. Es serio, un pedazo de lata que ni siquiera estoy seguro de que siente o si solo todo es una misión para él.

—  Oh, pero veo que te tomaste el tiempo de analizarlo — interrumpió tirándole un poco de arena seca.

– ¿Quién no lo haría? Es escalofriante, un terminator de diez mil pies de altura, con un sentido del humor retorcido y--

—  ¿Y es el causante del fulgor de tus ojos? Lo sé, puedo verla esa luz en ti.

—  Pero no puedo-- no aguanto estar junto a él.

Chen se quitó el calzado y entro junto a Gavin, pequeñas gotas salpicaron el pantalón arremangado de Reed — ¿Por qué no puedes?, ¿Él te aleja?

—  No, jodidamente eso sería perfecto, ¡Sería lo phck mejor! — levanto su vista hacía la luna —, pero él no es para mí, porque lo odio y--y Tina, me conoces mejor que nadie, soy un desastre y solo se alejar a las personas de mí alrededor — tiró la cabeza hacia atrás — ¡Hay veces en la que me pregunto si realmente estoy vivo y no encuentro las fuerzas para levantarme por las mañanas!

—  Las cosas nunca van a ser fácil y está bien cariño, no debes saber siempre que decir o hacer y, por dios, ¡Todos somos un desastre! — alzo sus palmas—. Pero no es solo eso, hay algo más ese odio hacía esa persona... ¿Verdad?

—  Es qué, Tina — dos estrellas fugaces se resbalaron de sus ojos —, por más que intento no puedo dejar de ser quien soy, no puedo dejar de ser una mierda y, sobre todo, no puedo abandonar la idea de- ¡Mierda! es que somos tan distintos y yo... No estoy seguro ni de cuántas cicatrices tengo sobre mí o como borrarlas.

—  Gav... no podemos cambiar de un día para el otro, así como tampoco no podemos reiniciarnos ni borrar nuestras cicatrices porque eso nos hace quienes somos. Y créeme cuando te digo que eres el chico más lindo aunque obstinado y estúpido del mundo. Pero eres, y eso es lo que importa. Gavin, la perfección es una excusa, no des pasos atrás, avanza. Se que puedes hacerlo, siempre lo hiciste--

— Ese es el problema — interrumpió en un llanto sofocado —, no creo poder hacerlo Tina. El "siempre" se esfumo y no encuentro ningún pretexto para olvidarlo o para que abandone mis jodidos pensamientos.

—  ¡Y no lo hagas Gavin! —  acaricio con consuelo el pelo del contrario —, deja ser al sentimiento, por más que lo reprimas va a salir de vos. Y si lo guardas, puede que solo te termines haciendo daño.

Le quito los mechones que cubrían sus ojos.

— Mírame Gav, tal y como me lo dijiste aquel día, ve, inténtalo — cerró sus ojos, chocando su cabeza contra el pecho de Reed —, y si te rechaza, ¡Él se lo pierde! — encorvo sus hombros — . Pensar en ti, aunque sea un poco no te hace un egocéntrico sin sentimientos. Porque por lo que veo, sientes mucho más que cualquier persona que haya dicho que lo hiciera.

Golpeo los cachetes de su amigo.

— Hasta que no sepas como se siente él realmente, hasta que no dejes de vivir en la suposición, voy a estar acá Gavin tanto como vos estuviste para mí, ¡Y eso significa que siempre!, quizás no en la misma playa o con el mismo alcohol. Mierda, no sé, ¿Algo de vodka?

Gavin río ante el comentario.

—  Pero estaré esperando pacientemente a festejar lo correspondido o... Llorar el rechazo.

¿Qué me rechacen es una posibilidad? — dijo con egocentrismo en voz — Ya sabes... Si no lo dices no pueden hacerlo.

— Oh, vamos — se cruzó de brazos y apoyo su cuerpo en su lado derecho.

— ¿Qué?

— "¿Qué?", preguntas encima, no puedes estar hablando en serio. 

—  ¿Tengo razón o no?

— Bueno ... si, pero ¡Ese no es el punto!

—  Ja, en tu cara. Siempre tengo la razón — Gavin le lanzó un puñado de arena mojada, manchando la ropa de Tina — aún cuando no la tengo. 

— No pienso aconsejarte más, tu- ¡Maldito obstinado!

— No, Tina, ¡No!

Tina se tiró sobre él ágilmente, ambos cayeron sin suavidad alguna, mojando toda su ropa del agua salada. Agarro un poco de arena mojada y se lo lanzo a la cara. Comenzaron así una tonta pelea infantil, riéndose como alguna vez lo hicieron cuando eran jóvenes. Esa noche la gran bola de luz sobre ellos no tuvo la necesidad de acompañar a Reed en su soledad, porque con Tina allí, Gavin jamás estaría solo.

Luego de un buen rato y recapacitar que debían llamar a la ST300 porque los colectivos no le iban a permitir subir así y Gavin había olvidado su auto en el departamento de policía, ambos esperaban temiendo a ser regañados duramente por la pareja de Tina. Y en el silencio del reencuentro, ella le pregunto mientras lo miraba: — Gavin.

El nombrado despego su cabeza del hombro de su amiga y le devolvió la mirada.

— ¿Sí, T.?

— Nines — Susurro.

— ¿Mm?

— Esa persona es... Nines, ¿Verdad?

Y después de casi dos años de sentimientos acumulados,

—...  

tras silenciar su corazón,

— Si.

Gavin Reed por fin lo admitió en voz alta.

...

 


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