En una época algo antigua.
Entre protocolos de vestimenta y comportamiento.
Donde las hijas e hijos donceles pueden ser una excelente moneda de cambio para unir fuerzas con otras familias.
El prestigió es importante, nadie debe romperlo.
Y quienes se atreven a hacerlo, se deben preparar para ser aborrecidos por la sociedad.
El amor en este siglo, es algo tan extraño en un matrimonio.
Si lo logras tener, debes considerarte muy afortunado, que estas junto a alguien que te guste.
Pero existen aquellos que no lograron estar junto a esa persona especial, y fueron condenados a casarse con alguien que no pueden querer.
Solo para no ser despreciados.
Pero los que se atreven, saben que morirán para sus familias, y eso es en los mejores casos.
En uno peor, la familia de quien desafío las reglas de la sociedad, hará lo posible para limpiar el pecado y desprestigió.
A veces provocando la muerte de quien robo el corazón de su hijo o hija.
Es la crueldad de esa época, y no se puede hacer nada al respecto.
Cada familia poderosa, tiene a un hijo para dar.
No importa, es una tradición.
Y ahora mismo ese destino se está forjando para un joven doncel, pero… A él realmente no le importa.
Acepto su destino, con una sonrisa.
Su papá le dijo cuándo tenía trece años que tendría que casarse con el futuro heredero de los Jemin.
Pero esperarían hasta que el doncel cumpla los dieciséis, para realizar la ceremonia.
Lo acepto… No tenía ninguna objeción, se lo habían dicho desde pequeño, y como nunca ha conocido el amor, no le importa.
Incluso el joven cree que con el tiempo llegara a querer a su prometido.
Pero será difícil.
Aun así, no va a rechazar esa propuesta, pues su papá lo es todo para él y lo quiere hacer feliz, después de la muerte de su padre, es lo único que quiere hacer.
Sin embargo ser tan corrector, obediente, un niño perfecto, tiene sus ventajas.
Pues justamente en estos momentos se encuentra haciendo un viaje junto con un amigo de la infancia, para relajarse un poco, divertirse de forma adecuada y diplomática.
Yendo en ese carruaje de su familia, acompañado de un joven peliaguamarino, que va de frente suspirando.
Por su parte el dueño del vehículo, perdido en sus pensamientos, mirando por la pequeña ventana.
Imaginándose que dentro de un tiempo su vida como un hijo terminaría y se volvería el esposo de ese hombre.
Un cambio radical, que le da algo de miedo, pero lo hará.
Aun así no deja de causarle tanta intriga su futuro.
-Mu- Un voz lo llamo.
Pero no hubo respuesta.
-Mu- Otra vez le hablo, elevando el tono.
Sin embargo de nuevo silencio.
-¡¡¡MU!!!- Su compañero de viaje se está cansando de hablarle y no encontrar respuesta.
-¿Eh?- Se giró para ver al otro -¿Qué pasa Camus?- Sonrió tan tranquilo, como si nada pasará.
-¿Qué te pasa?- Lo miro detenidamente.
-Nada, es solo que…- Suspiro, dándole una sonrisa –Hacia mucho tiempo que no veía un paisaje así de precioso-
Miro por la ventana, tratando de ver esa belleza que solo el pelilila logra apreciar –Debe ser lindo…-
Los ojos verdes se fijaron en el contrarió, estando a punto de preguntar, pero comprendió de inmediato a lo que se refiere.
-Camus… Yo… No quería…- Se sintió mal, porque su amigo no pueda superar ese dolor que guarda en su corazón.
-No te preocupes, nunca lo olvidaré…- Bajo su mirada, que tiene tanto tiempo que ya no posé ese brillo, su sonrisa desapareció también.
Sabe que ese tema es demasiado difícil para el peliaguamarino.
-Sera divertido ir a esa vieja residencia- Trata de cambiar de tema de un manera abrupta que su compañero de viaje lo notará, pero le seguiría la corriente.
-Gracias por invitarme- Le contestó, recargándose en el asiento mullido, desviando su mirada.
-Te agradezco a ti por aceptar- Le regalo una sonrisa, tomándole la mano con cuidado.
-Necesitaba alejarme de Surt por un tiempo- Suspiro, apartando la mano del contrario, cree que aún no necesita que alguien lo reconforte.
-Bueno, estaremos dos semanas, aquí podrás despejarte- Comenzó a sonreír mas, y tratar de animar el ambiente con sus comportamiento que aun caen en lo infantil. –Podríamos dar un paseo cerca del lago, comer muy delicioso, ir a los campos de flores- Trata de recordar cualquier cosa que animara al otro.
-Lo que tú desees hacer está bien, solo seré tu acompañante- Resopló, dejando sus manos sobre el regazo.
-¿Podríamos ir a visitar el monasterio de monjes budista?- Sonrió, queriendo que el peliaguamarino se interesará en algo.
-Si tú quieres ir- Cerro sus ojos, suspirando de manera triste.
-Me gustaría… Camus… Si necesitas hablar con alguien sabes que estoy para ti… Sé que es difícil… Lo que ocurrió, pero somos amigos de toda la vida y aunque seas dos años mayor… Quiero apoyarte en lo que sea- Sus dulces palabras reflejando su cariño por el contrario.
-Mu… Por favor… No hables…- Susurró esas palabras, pero de sus ojos cerrados escurrieron unas lágrimas, que trato de limpiar de inmediato.
Bajo la mirada, suspirando, girando su vista para la ventana, está decidido a dejar a su amigo tranquilo.
-El atardecer es precioso- Solo comento esto último, para seguir mirando esas montañas que ocultan el sol de a poco.
Esta es la realidad para muchos jóvenes donceles, algunos aceptan su destino, otros intentan hacer un cambio, pero vuelven a donde empezaron y al final hacen lo que nunca quisieron.
Pues ya no les queda de otra, la cuestión es…
¿Puedes aceptar el destino que se te ha impuesto?
Mu igual lo hará.
Ya nada puede hacerlo cambiar, pero… A veces solo se necesita un viaje, un escenario, una mirada, una persona para poner tu mundo de cabeza y hacer que tu corazón lata de verdad.