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Futuro por Mir

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Las semanas iban pasando y no se tenía noticia alguna de la central, por lo que pensaron que ya no querían saber nada de ellos, lo cual era un alivio para los dos hombres, o más bien el chico y el hombre que vivían en una preciosa cabaña junto al mar. Lo habían dejado todo atrás, lo bueno y lo malo.

 

   Lo habían hecho por ellos y por el pequeño ser que estaba en el vientre del más bajo. Una vida plena de libertad. Eren estaba feliz, aparte de poder ver el océano todos los días, el cual había sido su deseo desde siempre, ahora tenía una pequeña casa y a su pequeña familia, aunque se compusiera de un pequeño gruñón y el hijo de ambos, el cual aún estaba en el vientre del más bajo. El cual encantaba de acariciar, aun con la consecuente patada de un enfadado y avergonzado Levi, que sentía que todo le temblaba cuando ese mocoso le ponía un solo dedo encima.

 

   El tiempo seguía pasando, Eren pescaba, cazaba e incluso tenían una pequeña granja con unos cuantos animales, que Levi se encargaba de ordeñar cada mañana, hasta que “esa barriga del infierno” como él solía llamarla “cariñosamente” le impidió estar sentado de ese modo y agacharse para llegar a las ubres del animal. Por lo que el castaño tuvo que empezar a hacerlo en su lugar, ignorando las quejas y amenazas de su bien amado compañero.

 

   Hasta que finalmente llegó el momento y un pequeño bebé con una pequeña mata de pelusita negra en la cabeza, descansaba entre los brazos del pelinegro mayor, el cual se notaba bastante cansado, pero, la pequeña sonrisa que tenía en los labios, demostraba, que incluso alguien como aquel sargento gruñón, podía ser feliz, aun teniendo entre sus brazos a ese pequeño ser, que tantas molestias le hizo pasar cuando aún estaba en su vientre.

 

    -Se parece a ti mocoso…- Dijo el mayor, en cuanto tuvo algo de fuerzas para mirar a Eren, que se deshacía en llanto, al ver tal escena delante suyo. Puesto que ahí estaba su familia, pequeña después de todo, pero su familia.

 

   -Pero que dice Levi, nuestro pequeño es igualito a ti- Se limpió todo rastro de lágrimas, estirando las manos para cargar entre sus brazos a ese pequeño ser, que al parecer ya había calmado su llanto. –Bienvenido a la libertad Macius- Le sonrió al bebé, antes de ponerlo en su cuna, construida por él mismo. En esa pequeña cabaña, en la que los tres serían felices, lejos de todo mal que quisiese acabar con ellos.

 

   Pasaron los años, y un pequeño pelinegro de ojos verde-azulados, jugaba tranquilamente con la arena de la playa, al lado de su casa, vigilado en todo momento por un castaño de ojos verdes, que sonreía, mientras estaba preparando una pequeña barbacoa para su familia. Macius ya tenía cuatro años y era muy vivaz, realmente muy curioso, no se podía estar quieto en el mismo sitio por más de cinco minutos seguidos.

 

   -Ese niño es igual que tú Eren- Sentado a su lado en una butaca, estaba Levi, con el ceño menos fruncido que sus años de corporal, tomándose un vaso de agua, mientras con la otra mano se acariciaba sutilmente la pequeña barriga que adornaba su cuerpo por segunda vez.

 

  Eren simplemente sonrió. Era algo que no se podía negar, ese niño era puro nervio, siempre explorando y haciendo preguntas a todas horas.

 

  -¿Esa es una queja Levi-Heichou?- Preguntó con algo de burla, inclinándose para darle un pequeño beso en esos labios, mientras escuchaba una risita y levantaba la vista, para ver a Macius, tapándose los ojitos con una sonrisa divertida. –Bueno, ahora todos a comer, ya la carne está en su punto~

 

   Y así pasaba la vida, apaciblemente en ese pequeño rincón, separado de los que le rodeaban, de aquellos que en su momento quisieron hacerles daño. En su mundo libre y al lado del mar, justo donde Eren siempre quiso estar. Y donde ahora, esa pequeña familia era feliz. Habían conocido a más gente que se había aventurado fuera de los muros. Familias que iban de paso, y algunas que se llegaron a convertir en sus vecinos.

 

  Sin embargo, nunca más pudieron ver a los que fueron sus amigos, y en algún momento los traicionaron. Simplemente esperaban que eso continuase de esa manera, para que todo lo que alguna vez les sucedió, quedase en el olvido.

 

  -Venga Macius, si terminas pronto te contaré, las hazañas del hombre más fuerte de la humanidad, y del titán que vencieron al mundo entero.-

 

 El niño, emocionado, dejó lo que estaba haciendo y correteó hasta sus padres, para comer. Realmente, Macius, amaba esa historia y a esos dos héroes. Sin saber de momento, que estos eran sus padres.


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