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Haku's Moving Castle por Bo_Pendragon

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Las dos erres y plantas delicadas

Resaca y remordimiento. Eso es lo que siente Howl cuando abre los ojos a la mañana siguiente. Al principio le cuesta creer lo que se le pasó por la cabeza la noche anterior e intenta convencerse a sí  mismo de que fue un sueño. Pero sabe que no lo fue, así que echa la culpa al alcohol y a llevar tanto tiempo sin estar con una chica. Cuando baja al comedor, Haku ya está allí. Parece extrañado de que se levante tan tarde. Cuando le pregunta qué le pasa, el chico responde:

—Como ayer me dijo que la lección de hoy era importante, di por hecho que empezaríamos temprano.

¿Lección importante? Claramente se lo inventó en el momento, así que toca improvisar. Le lleva al estudio, donde pasan todo el día aprendiendo botánica. Por suerte en esos días del año hay plantas raras, que deben ser recolectadas antes de florecer para según qué trabajos, y es la justificación perfecta de por qué la lección es importante y súper exclusiva.

En realidad no lo es. Howl se la pasa nervioso, con mal cuerpo y ya no se debe al alcohol porque ha tomado una poción para eso. Sigue ahí. El sentimiento. Si es que se le puede llamar sentimiento y no aberración. No es tan fuerte como la noche anterior, porque claramente el alcohol sí ayudó a intensificarlo, pero sigue ahí. Lo siente cuando le mira de reojo, y ahora se da cuenta de que lleva mirándole de reojo bastante tiempo. Mientras lee, mientras hace cualquier cosa. Cualquiera de las mil cosas que se le dan bien, porque todo se le da bien. Durante un rato, mientras le mira (para variar) recogiendo y clasificando plantas, reflexiona sobre si lo que siente realmente es admiración, pero llega a la conclusión de que no. La admiración no te hace querer besar a alguien. Cuando piensa la palabra “besar”, le da un escalofrío.

Después de recoger las plantas van a la casita que hay en medio del prado, donde las cuelgan para secar con su correspondiente etiqueta. Howl se retira un poco antes para ir preparando la comida. Cuando entra al Castillo, Cálcifer le nota raro.

—Howl, ¿estás bien?

Pero el mago no le responde.

Esa noche, Haku se queda dormido al lado de la chimenea con un libro sobre botánica entre las manos. No es la primera vez que pasa y tampoco es la primera vez que Howl tiene que despertarle, pero se sorprende a sí mismo sin saber cómo hacerlo. Recuerda cómo lo ha hecho las veces anteriores, pero ahora es ¿diferente? Termina por poner una mano suavemente en su hombro, como si quemase, y llamándole bajito. Cuando el chico despierta, ni siquiera le mira. Se frota los ojos con una mano y se levanta, rumbo a su habitación, tras balbucear un “buenas noches”.

 

Bueno para todo

Aunque tener sentimientos de ese tipo por un niño le parece terrorífico, Howl termina por aceptarlo. No va a mentirse a sí mismo. Y tampoco a hacerle nada a Haku, obviamente. Conforme pasan los días se va fijando más y más en él aunque no quiera. Se fija en sus ojos de color verde oliva, almendrados y grandes, a los que no se les escapa ni el más mínimo detalle; se fija en sus labios, en sus manos, en su cuello. Todo en él es hermoso. Conforme la primavera avanza, hay días que el chico tiene calor y transforma su uniforme de manera que le queden al aire los brazos y los costados. Su piel es más blanca que la de Howl y parece muy suave.

A Haku se le da bien prácticamente todo lo que hace. Desde la magia hasta cuando le ayuda con alguna tarea de la casa. Sus movimientos son elegantes haga lo que haga. Una noche, mientras Howl prepara la cena, el chico se pone a ordenar los libros de una estantería. Howl ve cómo los va cogiendo uno a uno, limpiándoles el polvo, leyendo el título y colocándolos en su sitio nuevo. Lo hace con mucho cariño.

Otro día se lo pasa en grande viendo cómo Haku camela a Cálcifer para que le cuente sus secretos. Sabe que no va a hacerlo porque no puede (tiene un contrato con él), pero debe admitir que el chico resulta realmente convincente y que probablemente en otras circunstancias no le habría costado nada sonsacarle al pequeño demonio sus trapos más sucios.

Que Howl acepte sus sentimientos no quita que se avergüence profundamente de ellos. A veces se pregunta qué pensaría Cálcifer si llegara a descubrirlos. O cuánto tardaría Yubaba en llevarse al chico de vuelta a su mundo. Él es alguien a quien le gusta el contacto físico con las personas, pero ha dejado de tenerlo totalmente con Haku. Lo más que se permite es imaginar a veces que se convierte en rayos de sol para acariciar al muchacho cuando se tumba en el prado durante los descansos.

 

Magia blanca

La ciudad le recuerda un poco a las termas. No por la apariencia del lugar, sino por toda la gente yendo de un lado para otro, atareada. Él era uno de ellos en las termas y es uno de ellos ahora. Como a su maestro no le gusta salir a la ciudad, él es quien hace todos los recados y entrega los hechizos a los clientes. Le encanta pasar por el mercado, por delante de los colegios, por los parques y por los puentes que cruzan el río. A veces le gustaría saltar al agua, pero sabe que no debe llamar mucho la atención. Quizás algún día lo haga, se dice, cuando entre más el verano. Pedirá permiso a su maestro.

Howl. Hace semanas que Haku le nota diferente. No sabe decir exactamente qué ha cambiado, pero claramente algo lo ha hecho. Casi siempre tiene que empezar él las conversaciones porque le da la sensación de que Howl quiere hablar pero no sabe qué decir. También parece evitar en lo posible el contacto físico con él: ya no le revuelve el pelo ni intenta hacerle cosquillas a traición (que nunca lo ha conseguido, porque los dioses no tiene cosquillas). Muchas veces le pilla mirándole y parece incomodarse cuando eso pasa.

Seguiría pensando en ello, pero ha llegado al paseo que hay al lado del río y se distrae. El día es soleado y hay gente en el césped hablando, jugando, besándose. Haku les mira, absorto, preguntándose qué siente cada uno y sintiéndose él muy ajeno a todo eso. Las actividades humanas le gustan, pero es como si no terminara de formar parte de ellas. Al menos con otras personas.

Continúa la marcha hasta su siguiente parada: una tienda de especias. Está toda llena de tarros con polvos, plantas trituradas, especias sin procesar. Del techo cuelgan ramilletes de hierbas secas. Compra las que su maestro le ha pedido.

Cuando llega al Castillo (cuya puerta en la ciudad luce como la de una casa normal y corriente), se encuentra la sala inundada de una luz rosada muy fuerte. En la chimenea, Cálcifer parece por primera vez un demonio del fuego Sus ojos, normalmente redondos, ahora son rasgados y afilados, ha multiplicado por diez su tamaño y de su boca sobresalen lo que parecen ser unos colmillos enormes. En medio de la habitación, Howl está conjurando un hechizo. Por las palabras, intuye que es de protección, para la casa. El mago está de espaldas a él, pero aun así resulta imponente. Su pelo se ha vuelto negro como el carbón y se mueve en todas direcciones, empujado por el torbellino de magia. Tiene los brazos extendidos en dirección a Cálcifer y sus manos parecen garras con las venas hinchadas.

Cuando Haku le ve así, queda totalmente fascinado. Siente que la energía que emana de su maestro le atraviesa y se queda dentro de él, recorriendo su sistema nervioso, haciéndole vibrar. Es la primera vez que le ve hacer magia de verdad. Cuando el mago termina, se da cuenta de su presencia y se gira para mirarle, tiene los ojos de un azul brillante, casi eléctrico. Poco a poco vuelve a la normalidad y su rostro fiero se va transformando en del Howl que sí conoce, rubio y risueño.

—¿Qué tal han ido los recados?

Haku hace un esfuerzo sobrehumano para responder. El corazón le late muy rápido. Aún nota la magia blanca dentro de su pecho, inflándose.

 

La primavera la sangre altera

El invierno termina y el prado se llena de flores. La nieve que se derrite en las montañas baja, formando riachuelos que vuelven el terreno pantanoso. A Haku parece gustarle. Howl se pregunta si será porque solía ser el dios de un río. Lo que está claro es que el chico parece estar muy en contacto con los ciclos de la naturaleza, y la primavera parece alterarlo más de lo que suele alterar a los humanos: tiene mucha energía y al mismo tiempo, está disperso. Nota que le cuesta concentrarse en las tareas que le manda y que muchas veces comete errores. Pequeños, pero no los había cometido hasta entonces. A veces se pregunta qué pasará por esa cabecita; otras veces, se alegra de no saberlo.

Una tarde, ya terminada la clase, se quedan a ver atardecer en el prado a petición de Haku. Están sentados contra la pared de la casita, con el sol de frente. Le queda poco para ocultarse detrás de las montañas.

—Sé que lo he dicho mil veces, pero este es mi lugar favorito en el mundo —dice Howl, mirando el horizonte. Haku le mira a él, fijamente. Cuando se da cuenta, le devuelve la mirada—.¿Qué pasa?

Es totalmente involuntario, pero se le sube la sangre a las mejillas. Esos ojos verdes parecen querer atravesarle. Haku es más guapo cada día.

—Maestro Howl, ¿es verdad que usted no tiene corazón?

—¿De dónde has sacado eso?

Haku le retira la mirada, dirigiéndola al atardecer, y Howl puede ver el sol reflejado en sus pupilas.

—Me lo dijo un vendedor de hierbas en la ciudad.

Howl suspira.

—El hombre te dijo la verdad. No tengo corazón. Aunque a veces siento como si aún estuviera ahí.

—No se puede vivir sin corazón.

—El mundo es más complejo de lo que parece, joven Haku. Sobre todo el mundo de la magia.

Haku suspira. Aún hay muchas cosas de ese mundo que no comprende. Sabe que el corazón es un órgano vital que bombea sangre a todo el cuerpo. Lo sabía incluso en las termas, cuando no era más que un espíritu. También sabe que las emociones se generan en el cerebro. Pero entonces no tiene sentido que a veces, cuando mira a su maestro, vuelva a sentir esa presión en el pecho como cuando le pilló haciendo magia con Cálcifer. Si los sentimientos se generan en el cerebro, ¿por qué los siente en el corazón?

Al pensarlo esa presión le invade de nuevo y, en un acto reflejo, desliza la mano hasta que sus dedos tocan los de Howl, apoyados en la hierba. El Sol se está poniendo y por algún motivo siente que debe hacerlo antes de que la luz anaranjada deje de tocarles.

Ninguno de los dos dice nada. Lo primero en quedar en sombra son sus manos entrelazadas. Luego sus cuerpos y por último sus rostros. Cuando el Sol termina de ocultarse la luz se vuelve más azulada, pero no hace frío. No en ese momento. Howl siente que le arde la mano. Y todo el brazo. Y todo el cuerpo. La retira.

—Deberíamos volver dentro, se está haciendo tarde.

Se levantan. Howl no es capaz de mirar al chico a la cara y ninguno de los dos dice nada hasta que llegan al Castillo y Cálcifer saca un tema de conversación.

 

Procesos mentales.

Howl no puede dormir. Da vueltas en la cama, de un lado para otro y vuelta a empezar. Debe admitir que alguna vez ha fantaseado con que sus sentimientos por Haku fueran correspondidos, y pensaba que aquello le haría muy feliz. Pero ahora que cree que podrían serlo realmente, tiene miedo. Qué estúpido soy.

 Pero es lo que querías, le dice una voz en su cabeza.

*

—Apenas has hablado desde que llegaste.

La voz de Sam es dulce y suave. Están recostados en una esquina del local, sobre una montaña de cojines. Howl siente cómo se hunde más y más en ellos. Quiere hablar, pero no sabe qué decir. Da un largo trago a su copa.

—¿Qué crees que es el amor? ¿Por qué alguien te gusta?

Sam sonríe sin dejar de acariciarle el pelo.

—¿Cómo se llama ella?

Howl vacila un momento. No se había parado a pensar en el hecho de que Haku era un chico; le preocupan más otros aspectos del asunto.

—Eso no importa. ¿Tú qué crees?

—Bueno, yo creo que definir el amor es algo difícil. Es diferente para cada persona. Para algunos es una cuestión de dominar, para otros de cuidar, para otros es un juego.

—¿Y cómo sabes si es amor u otra cosa? Puede que lo estés confundiendo con una fantasía o un capricho y que no te des cuenta por estar sumergido en esa nube de sensaciones.

—Si es amor, lo sabrás.

Howl guarda silencio unos instantes.

—Se trata de alguien muy especial. Extremadamente habilidoso e inteligente. Cada cosa que hace, la hace bien. Cada movimiento… es como si fuera perfecto. Además, si de verdad resulta que es amor, es uno de los imposibles. No puedo contarte toda la historia, pero es imposible.

Nota que la expresión de Sam cambia ligeramente al darse cuenta de que no es una chica quien le trae la cabeza loca. Pero no dice nada al respecto y Howl se lo agradece infinitamente.

—Yo sólo sé que uno no elige de quién se enamora. Y puede que sí sea amor, hablas de él como si fuera un dios.

Howl da un brinco entre los brazos de Sam y mira fijamente sus ojos color ámbar.

—¡Eso es! —se frota la cara con las manos— Un dios, mierda, ¿cómo no lo pensé antes?

Sam parece divertida con aquellas palabras de las cuales no entiende su magnitud. De verdad, hablar con esta chica siempre hace que se le aclaren las ideas. Le toma de las mejillas y le da un gran beso en los labios.

—Tengo que irme. Gracias, en serio.

Al salir del local está lloviendo, pero apenas lo nota. Vuela hasta la puerta del castillo, en la otra punta de la ciudad, a la misma velocidad vertiginosa a la que va su mente. Al fin las cosas empiezan a cobrar sentido. A eso se refería Yubaba con que debía tener cuidado con Haku. Por eso sonó más como una amenaza que como una advertencia. No es que el chico sea peligroso, sino que hay que tener en cuenta los efectos que conlleva tener cerca a un ser tan magnético. Con quien debe tener cuidado no es con Haku, sino consigo mismo. Siente como si le hubieran quitado un enorme peso de encima al darse cuenta de que Haku no le atrae por ser tan joven, sino que le atrae a pesar de serlo.

Cuando pasa por delante de la habitación del chico un rato más tarde, siente que algo se revuelve en su pecho al recordar cómo le tomó de la mano esa misma tarde.

Notas finales:

Espero que os haya gustado! En el próximo cap ya lo JURO que empieza el mamoneo :3 Está escrito ya y todo osea queeeeee e.e  ¡Muchas gracias por leer!


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